✏ Capítulo 20 ✉
Estaba sentado en la cama, estrangulándole el pescuezo a la guitarra y mirando fijamente la letra que por fin había podido escribir.
Estaba intentando encontrar la melodía perfecta para ella:
He hecho de la espera un arte.
Reconstruí mi corazón,
y uní sus dos partes para poder resistir un día más.
Me dibujé una sonrisa torcida y dejé mis lágrimas tendidas,
porque sabía que volverías y no te irías jamás.
Pero mis brazos... Están vacíos.
Y mi corazón... Hecho pedazos.
Y mi alma... Se retuerce.
Y la garganta... Me duele.
Porque, al despertar,
lo he comprobado:
Sé que me has abandonado.
La canción no estaba terminada, pero me sentía satisfecho con la primera estrofa y el estribillo.
Le di un golpecito al recorte de periódico en la pared.
— Ya estoy más cerca —le dije.
Ahora solo me faltaba tener agallas para dejar que alguien escuchara la canción.
Poco a poco.
Una imagen se abrió paso por mi mente mientras escribía.
La había inspirado el verso de la «sonrisa torcida».
Yoongi.
La forma en que me miró en el partido de fútbol.
Sabía que él no era quien me escribía las cartas (era de cuarto, así que no tenía Química) y, por tanto, la canción no hablaba de él.
Sin embargo, su cara me estaba sirviendo de inspiración.
Eso y las cartas.
Por lo visto, mi amigo por correspondencia me traía suerte.
Sus cartas me daban ganas de componer canciones y, a pesar de todas las interrupciones que se daban continuamente en mi casa, si releía alguna de sus cartas, volvía a concentrarme.
Era increíble.
Hacía que el tiempo pasara volando.
Ni siquiera me importó que SeokJin no estuviera en la ciudad ni haberme quedado en casa todo el fin de semana.
Pude quedarme en mi burbujita escribiendo y soñando despierto.
[🥀]
¿Me daría alguien una patada si me pusiera a canturrear por los pasillos del instituto un lunes?
Los lunes no se canturreaba.
Seguramente, lo mejor sería mantener la canción dentro de mi cabeza.
Mi corazón también cantaba y me rebotaba por el pecho mientras me dirigía hacia la clase de Química.
Cuando entré en el aula, me golpeó una ola de ruido.
La gente estaba charlando, mandando mensajes con el móvil y riéndose.
Mi mirada viajó hasta la parte delantera de la clase y vi a un profesor sustituto.
Luego miré mi asiento.
Mingyu, que normalmente se sentaba en la segunda fila, se había sentado junto a EunWoo.
El corazón me dio un vuelco.
Me recordé que teníamos una tabla donde aparecían nuestros sitios asignados y que el sustituto tendría que consultarla para pasar lista, así que fui a reclamar mi sitio.
Mingyu y EunWoo estaban en medio de una conversación que no pude evitar oír.
— Lo he intentado —dijo Mingyu— No funcionó. ¿Qué más cosas le gustan? Te juro que nunca había tenido que trabajar tanto para que un chico me pida salir.
— ¿Por qué no se lo pides tú? —le sugirió Cha.
— También lo he intentado. Y se rio. Como si fuera una broma.
¿Estaban hablando de Tae Hyung?
A lo mejor SeokJin tenía razón.
A lo mejor no estaban saliendo todavía.
Me acerqué a los chicos y carraspeé.
Le ofrecí a Mingyu una sonrisa cuando levantó la vista hacia mí.
— Ah, hola, Kook —dijo él— Vamos a cambiarnos de sitio por hoy. Mi mesa es la cuarta de la segunda fila.
— Estoy seguro de que el señor Lee le ha dejado la tabla al sustituto.
Él se encogió de hombros.
— Estamos los dos aquí, así que da igual. No es que vaya a saber quién es quién.
—Ya.
«Yo solo quiero leer mi carta»
Pude ver las palabras escritas con lápiz en la mesa, tan evidentes como si fueran luces de neón.
La flecha que señalaba el borde, que básicamente le estaba diciendo que había algo ahí esperando, era más obvio que nunca.
¿Por qué no la había borrado?
Me miró con los ojos muy abiertos.
— ¿Qué?
Si decía algo, seguro que descubría la nota.
— Nada.
Me di la vuelta y me obligué a sentarme en la segunda fila, pensando en lo perfectos que eran Kim Mingyu y Kim Tae Hyung el uno para el otro.
Volví a mirar por encima de mi hombro.
Quizá no tuviera que preocuparme de que encontrase la carta.
Era posible que mi amigo por correspondencia también se hubiera sentado en otro sitio aquel día.
Quizá no hubiera ninguna carta.
O quizá Mingyu estuviera a punto de encontrarla, porque estaba mirando la mesa y ladeaba la cabeza mientras leía las palabras ahí escritas.
El corazón me iba a mil.
Eun le susurró algo y él se rio, desviando su atención.
Suspiré aliviado.
Miré por encima de mi hombro tantas veces durante la clase que al final Mingyu me hizo saber exactamente cómo se sentía haciéndome un gesto grosero con la mano.
No era mi intención que se diera cuenta.
Hacia el final de la clase, la puerta se abrió con un chirrido y entró Kim Tae Hyung.
Genial.
— ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el sustituto.
Él repasó la habitación con la mirada y la posó en Mingyu.
Él sonrió y Tae Hyung le guiñó un ojo.
Parecía que no tenía de qué preocuparse, después de todo.
Kim dio unos pasos hacia delante y se dirigió al sustituto:
— Sí, vengo a informarle de que su clase debe terminar hoy diez minutos antes para que a los alumnos les dé tiempo a llegar a la reunión.
— ¿En serio?
Mientras Kim gastaba no sé qué broma que él y sus amigos habían decidido que hacía gracia, pensé que quizá debería escribir a mi amigo por correspondencia, aunque yo no hubiera leído su carta todavía.
No tenía por qué ser siempre yo el que contestaba.
Le escribiría una carta y luego la dejaría en su sitio al salir.
Saqué un papel mientras el sustituto consultaba sus notas encima de la mesa, intentando confirmar lo que había dicho Tae Hyung.
Casi no llego a tiempo. Aún no he leído tu carta. Es una historia muy larga. ¿Recuerdas que hace un tiempo intenté dejarte una nota feliz y acabé hablando de los lunes y del asco que daban... Consiguiendo todo lo contrario a lo que pretendía? Bueno, pues retiro el calificativo que les dediqué a los pobres e inocentes lunes. Esta mañana me he sorprendido a mí mismo canturreando de camino a clase. ¿Es ilegal canturrear un lunes? Tú tienes la culpa.
— No veo nada sobre eso —dijo el sustituto.
— Por eso he venido yo a decírselo —contestó Kim con su enorme sonrisa.
— ¿Tu nombre?
— Jack Ryang.
Lo dijo en un tono casual, no con la voz grave que indicaría que se estaba burlando del profesor.
Mingyu soltó una risotada por la nariz detrás de mí y fue entonces cuando el profesor arrugó el ceño.
— Espera aquí un momento, joven.
— Lo haría —dijo Tae Hyung— pero estoy en una misión secreta.
Se dirigió hacia la puerta y saludó a Mingyu con la mano al salir.
Él se rio y Kim se marchó.
El sustituto paseó la mirada por la clase, molesto.
— ¿Quién está dispuesto a decirme su nombre?
Nadie dijo ni una palabra.
Yo me sentí muy tentado de hacerlo.
Quería que Tae Hyung sufriera las consecuencias de vez en cuando, pero me quedé callado como el resto de la clase.
Sonó el timbre e hice una mueca.
Rápidamente, anoté una despedida en el trozo de papel.
Perdona que sea tan breve. He empezado tarde. Mañana lo compenso.
Doblé la carta y guardé despacio mis cosas.
Solo tenía que esperar a que se fuera todo el mundo.
Me levanté y casi me di contra la barbilla de Mingyu.
— ¿Tienes algún problema conmigo? —me soltó.
Retrocedí un paso.
Debería haber sabido que pasarme la primera mitad de la clase mirándole no iba a saldarse solo con un gesto grosero.
— No. Ninguno.
— ¿Te ha molestado que te haya robado el sitio? No creerás que EunWoo es amigo tuyo, ¿no?
Eso no me lo esperaba.
— No —contesté con brusquedad.
— Me alegro de que sepas cuál es tu lugar.
— ¿Algún problema, chicas? —preguntó el sustituto.
La sonrisa de Gyu apareció por primera vez cuando intentó usarla con el profesor.
— No, solo estábamos hablando para quedar luego. Nos vemos.
Se volvió y sacó sus largas piernas y su pelo perfecto fuera de la clase.
— Tampoco querría tenerlos como amigos a ninguno de los dos —dije cuando ya
era demasiado tarde.
— ¿Cómo? —preguntó el sustituto.
— Nada.
Caminé hasta mi sitio habitual y me agaché, haciendo como que me ataba los cordones.
Luego intercambié las notas.
Me detuve un momento para observar la mesa; los primeros mensajes que nos habíamos intercambiado.
El sustituto estaba ocupado escribiendo en la pizarra, así que saqué un lápiz y borré con la goma rápidamente todo lo que pude.
Doblé rápidamente la primera esquina y me apreté la carta que había recuperado contra el pecho.
Era muy agradable tener una distracción.
El corazón seguía latiéndome como un loco por el encuentro con Mingyu y la apresurada sesión de limpieza.
Desdoblé la carta.
Sí, deberías dejar de burlarte de mis letras. Yo creo que Flight and Fight recibirían con gusto mis sugerencias. Justo ahora me estaba preparando para escribir una canción sobre todas las cosas que odio de Química. Habría sido una canción muy muy buena. Vale, ya paro. A lo mejor. Pero solo si tú empiezas a escribirme alguna de tus letras. Quiero leerlas. Que no te dé vergüenza. Seguro que me encantan. Aunque lo entiendo... Lo de aferrarte a las cosas importantes. A mí también me cuesta compartir cosas privadas... Excepto contigo, por alguna razón. Estaba pensando en la tradición de Acción de Gracias sobre la que me hablaste hace unas cartas y en lo divertida que sonaba. Igual es solo que tengo antojo de pastel de calabaza. Igual es solo que tengo antojo de que mi vida familiar sea una locura. Parece que tenemos los problemas opuestos: mi familia me ignora y la tuya está demasiado presente. Quizá podríamos juntarlos a todos y así, de alguna manera, se equilibrarían unos a otros. Quizá nos equilibraríamos nosotros...
La pared a mi espalda estaba desempeñando una labor magnífica ayudándome a guardar el equilibrio.
Me temblaban las piernas.
A lo mejor sí que nos equilibraríamos, mi amigo por correspondencia y yo.
A lo mejor éramos perfectos el uno para el otro.
Sonreí, volví a leer la carta y luego la puse cuidadosamente con las otras que guardaba en mi mochila.
Mi mente se quedó dos segundos en las nubes hasta que me di cuenta de que tendríamos que quedar para que pudiera pasar algo más.
Yo no era la misma persona sobre el papel que en la vida real.
O sea, era exactamente igual, solo que en papel era menos torpe.
Recordé las dos veces en las que había quedado con Jong-In y lo horriblemente torpe que había sido.
Quienquiera que fuese mi amigo por correspondencia, no querría tener nada que ver conmigo una vez que hubiese descubierto quién era yo.
O quizá fuese una buena idea conocer a alguien primero por carta.
Aquello podía salir muy bien...
O muy muy mal.
«Vale, cálmate, Koo»
No había propuesto que nos viéramos.
Solo había dicho que era posible que nos equilibrásemos.
Solo era una observación.
Íbamos a seguir como estábamos.
No pasaba nada.
Nos iba bien.
Las cartas eran perfectas.
O...
Podría hacer de tripas corazón, enfrentarme a mis miedos y quedar con él.
El móvil me vibró en el bolsillo.
Era un mensaje de SeokJin.
«¿Dónde estás? ¿Vamos a quedar hoy también en algún sitio?»
«Ya voy», contesté.
[🥀]
Los pasillos estaban vacíos cuando me apresuré a encontrarme con Jin para comer, así que, cuando doblé la última esquina antes de llegar a la puerta, me detuve sorprendido al ver a una persona que estaba sola en el fondo.
Yoongi.
Aquel día llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta.
Tenía los auriculares puestos y estaba hojeando un libro de texto.
El corazón me aporreaba las costillas mientras me obligaba a mí mismo a avanzar.
Se me notaría mucho si ahora lo evitaba.
A lo mejor debía decir algo.
Podría empezar con algo ingenioso, como:
«Estás escuchando música. Cool»
Me reí un poco de mí mismo.
«Qué ingenio tienes, Jeon»
No, podría pensar en algo que fuera ingenioso de verdad.
Su camiseta.
Tal vez fuera la camiseta de un grupo increíble (uno que, a ser posible, yo también escuchara), y así podría citarle un trozo de alguna letra o algo así.
Lo alcancé y miré su camiseta.
En la parte delantera tenía el nombre de Metallica en un color azul desgastado.
No me resultaba útil.
Bajé la vista, decepcionado.
Entonces me di cuenta de que tenía un libro de texto de Química en la mano.
¿Iba a Química?
Pero si él era de último curso...
Mi cerebro me advirtió de que llevaba demasiado tiempo ahí plantado y en silencio.
Levanté la mirada de golpe hacia la suya.
Me estaba mirando y se había quitado los auriculares.
¿Cuándo lo había hecho?
— Hola —dije.
— Buenas.
— Estamos solos en el pasillo.
«¿Qué, cerebro? ¿Es eso lo que has decidido escupir? Gracias por nada»
Sin embargo, cuando Yoongi me dedicó una de sus medias sonrisas, decidí que no era el fin del mundo.
— Pues sí —dijo— Bonitos zapatos.
Levanté el pie como si quisiera ver mis zapatos más de cerca.
— Son de una tienda de segunda mano.
Él se tiró de la camiseta.
— Esto también.
— Genial. Vas a Química —dije.
— Por segunda vez. Una gozada.
— Tienes clase de Química...
El teléfono me volvió a vibrar en el bolsillo.
Estaba seguro de que era SeokJin.
Yoongi debió de oírlo también, porque le había llamado la atención.
— Jin me está esperando.
Él volvió a sonreír y asintió como si estuviera intentando evadirme de la conversación.
Ese no era mi propósito, pero sentí que debía seguir adelante con ello.
— Te... Te veo por aquí —tartamudeé.
— Claro.
Volvió a ponerse los auriculares mientras me alejaba.
Sentía que todo mi cuerpo se elevaba.
De verdad Yoongi podía ser...
No.
No iba a dejar que mi cerebro se inventara un escenario improbable solo porque yo quería que fuera real.
Pero...
Tal vez fuera real.
Ahora podía añadir a Min Yoongi a la lista de posibilidades, al menos.
Fui a la última página de mi cuaderno y escribí su nombre con las letras grandes y marcadas.
Al repasar todas las pistas, me parecía mucho más probable que cualquiera de los otros nombres que había escrito hasta entonces.
El corazón me dio un vuelco en el pecho.
Podía funcionar.
Lo nuestro podía funcionar.
[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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