✏ Capítulo 12 ✉
— ¿Alguien ha visto mis alicates azules? —gritó mi madre para toda la casa.
Con seis personas viviendo bajo el mismo techo, por lo general era la vía más rápida de comunicación.
No daba resultado necesariamente, pero se tardaba menos.
— ¿Nadie?
— ¡No! —fue la respuesta de Soobin.
Mi madre asomó la cabeza por mi cuarto.
Yo estaba sentado en la cama, en pijama, tratando aún de decidir si quería levantarme o no.
— No los he visto —dije, bostezando.
— ¿Quieres venir conmigo hoy?
Una vez al mes o más o menos así, mi madre acudía a diversas ferias de artesanía al aire libre o a mercadillos para vender sus creaciones.
— ¿Está muy lejos? —pregunté.
— Está en la ciudad. Es el festival de otoño. Tú te quedarías el veinte por ciento.
Eso nos ofrecía siempre para que fuéramos a ayudarla:
El veinte por ciento de los beneficios.
Parecía un buen trato, salvo cuando solo ganaba cincuenta wones, que tampoco era algo inaudito.
En ese caso, nuestras ganancias por trabajar todo el día eran de diez dólares, pero a veces ganaba trescientos y podía acabar con sesenta en el bolsillo.
Era un riesgo.
Un riesgo que estaba dispuesto a correr, porque no solo tenía el incentivo del dinero.
Iba para observar a la gente.
Observar a la gente me inspiraba, y no me venía mal un poco de inspiración.
Desde que la otra noche estuve garabateando un par de versos muy buenos escuchando a The Crooked Brookes, no se me había vuelto a ocurrir nada decente.
El recorte de periódico se burlaba de mí desde la pared, junto a mi cama.
Me recordaba que me quedaban menos de dos meses para componer una canción entera:
Música, letra y todo.
Y apenas había conseguido completar unos pocos versos.
— Sí, voy —dije, levantándome por fin.
Mamá asintió.
— Nos vamos en treinta minutos.
[🥀]
La máquina de palomitas estaba más cerca de nuestro puesto de lo normal, y el dulce olor que inundaba el aire casi compensaba lo que había descubierto al llegar al festival de otoño:
Que Kim Tae Hyung estaba justo en el puesto de al lado.
Su padre tenía una compañía de seguros de mucho éxito y estaban dando presupuestos allí, en medio de todos los puestos de artesanía.
Fruncí el ceño.
¿No había una zona específica para esas cosas?
Mi madre estaba descargando las bandejas sobre la mesa y yo estaba intentando pensar alguna excusa para salir de la caseta.
— ¿Voy por algo de beber? —pregunté.
— He traído unas botellas de agua.
Señaló una bolsa que había debajo de la mesa.
— ¿De comer?
— ¿Tienes hambre ya?
Eran las nueve de la mañana y habíamos desayunado antes de salir.
Era una pregunta legítima.
— No, supongo que no.
— Ahí abajo tienes otro estuche con anillos. ¿Por qué no los sacas?
— Vale.
Levanté la tela de la mesa y saqué las cajas a rastras.
— ¿Cómo es que hoy no vendemos lo que ha hecho papá?
Me refería a sus muebles.
Los muebles de papá eran muy bonitos, más aún que los collares que intentaba hacer ver que eran mejores que los de mi madre.
— Está trabajando en un encargo por contrato: Unos armarios de cocina para una casa en Seúl.
— Anda, qué bien.
Con los encargos por contrato se cobraba más y de forma más regular.
Miré hacia la derecha.
Tae Hyung no me había visto todavía.
O al menos eso asumí, dada la ausencia de comentarios groseros.
Estaba colocando una especie de panfletos (volantes, anuncios) sobre un mostrador de plástico.
Nunca lo había visto bien vestido.
Llevaba pantalones de vestir, una camisa con botones en el cuello y hasta corbata.
Yo me sentí más desaliñado de lo normal con mi pantalón de flores hecho a mano y mi chaleco vaquero.
No iba a sentarme para esconder la parte de abajo de mi atuendo, aunque estaba muy tentado de hacerlo.
No me importaba lo que Kim pensara de mí.
Un hombre que no se parecía en nada a Tae Hyung se acercó al mostrador de su caseta con dos vasos con tapa en las manos.
Le dio uno.
A lo mejor Tae había salido a su madre.
O aquel hombre era el socio de su
padre.
Le susurró algo.
Este tiró los panfletos que acababa de colocar sobre la mesa y volvió a llenar el mostrador de plástico con otros distintos.
Mi madre empezó a hablar de la multitud que podía reunirse aquel día con la señora que estaba a nuestra izquierda.
La mirada de Tae Hyung se encontró entonces con la mía, como si supiera que había estado mirándolo todo el rato, y una sonrisa se extendió lentamente por sus labios.
— ¿Estás tomando nota? —me preguntó— Así es el éxito.
Repasó con la mirada las joyas que había sobre mi mesa y se fijó en la bandeja de los collares con plumas.
Levantó las cejas.
— Tal vez te haga falta algo más que tomar nota.
Yo hice como que escribía en una libreta.
— Primer paso: Vestir como un señor de cuarenta años. Segundo paso: Tratar mal a la gente. Tercero: Hacer como que el mundo gira a mi alrededor. ¿Me falta algo?
Tae Hyung me dedicó una sonrisa socarrona.
— La verdad es que te has dejado unos cuantos: No finjas que lo sabes todo, no escribas y camines al mismo tiempo, y piensa en los demás de vez en cuando.
— ¿Cómo? ¿Que piense yo en los demás? ¿Qué se supone que significa eso?
— No va con segundas.
Entrecerré los ojos.
Estaba a punto de decir algo que seguramente no debería cuando mi madre me puso una mano en el hombro.
— ¿Vas a clase con ese chico? —me preguntó— Qué bien.
Entonces, para mi horror, lo llamó:
— Hola, encantada de conocerte.
Kim sonrió de una manera que a mi madre podía parecerle sincera, pero en realidad se estaba burlando de ella.
— Hola, vecina de caseta —dijo, y mi madre se rio como si hubiera sido un chiste superingenioso.
— Qué lindo —susurró mi madre— ¿Conoces a mi hijo?
Lo dijo en un volumen que él pudiera oír.
Sentí un escalofrío.
Tae Hyung me miró a los ojos y un destello juguetón iluminó su mirada.
— Sí, vamos al mismo instituto.
— Estupendo. Así, si no hay mucho movimiento hoy, no se aburrirán tanto.
— Koo lo hace todo mucho más interesante.
— Pensamos igual —dijo mi madre como si no acabara de insultarme.
Iba a ser un día horroroso.
[🥀]
El día no fue tan mal como había pensado en un primer momento:
Tae Hyung se ocupó de sus asuntos y yo de los míos.
Ya no estaba en su caseta.
Había salido hacía como una hora y aún no había vuelto.
A lo mejor SeokJin tenía razón.
A lo mejor yo empezaba las discusiones más a menudo de lo que pensaba.
Una mujer con un monedero y varios mechones de pelo de colores estaba frente a nuestro puesto, leyendo las etiquetas redondas con los precios de cada cosa y contando su cambio.
En cuanto veía que no le llegaba, pasaba al siguiente artículo.
En algún sitio tenía que haber una canción para ese momento:
«Si un centavo me da suerte y diez lo que deseo,
¿por qué once centavos no me compran lo que quiero?»
Aquella estúpida letra me hizo reír por lo bajo.
— ¿De qué te ríes? —preguntó mi madre.
— Ah, de nada.
— ¿Listo para el almuerzo?
— Claro.
Me dio un billete de diez dólares.
— Quiero uno de esos burritos de vegetales.
— Vale, ahora vengo.
Culebreé entre la multitud de camino a los camiones de comida que había al final de la calle.
Llevaba unos minutos en la cola cuando vi a Tae Hyung sentado hacia la derecha, en una mesa larga de plástico, con uno de sus amigos del instituto, Bogum.
Estaban a tiro de piedra y, aunque no intentaba escuchar, pude oír sus voces perfectamente.
— ¿Crees que el entrenador espera que vayamos a todos los entrenamientos además de a los partidos? —estaba diciendo Park.
— Sí —dijo Tae Hyung con un suspiro— Al menos tú no tienes que pasar las mañanas acá y las tardes allá.
— Cierto. ¿Cuántas más de estas tienes que cubrir? —preguntó Bogum.
— Tantas como decida hacer la empresa —contestó Kim.
— No está tan mal. Es un buen sitio para conocer chicos nuevos. No como el club de béisbol.
— ¿En serio? ¿Te has fijado en el rango de edad que tienen los clientes aquí? No es que estén en el mío, precisamente.
— Me he fijado en el chico del instituto que estaba en la caseta de al lado de la tuya... ¿Sabes cuál...? ¿Cómo se llama...? JungKook. Ese puede ser interesante. Es raro, pero lindo.
Me puse tenso.
— ¿JungKook? —dijo Tae Hyung— ¿Te parece lindo Jeon JungKook?
— ¿A ti no?
— No.
— Pues a lo mejor voy a hablar con él.
— Hazme caso, evítalo a toda costa. No se merece ni un minuto de tu tiempo. Es un...
Antes de que pudiera oír cómo Tae Hyung terminaba esa maravillosa frase, la persona que tenía detrás me soltó:
— ¿Vas a pedir algo o solo estás mirando?
— Ah, voy a pedir.
Bastante sonrojado, me acerqué a la ventanilla y le eché una ojeada a Tae Hyung para ver si me había visto.
Me miró, levantó una ceja y le dio un trago a su refresco.
Yo pedí rápidamente y esperé en el lado contrario, lejos de él.
Mis pensamientos se arremolinaban.
¿Que el tal Bogum ese pensaba que yo era raro, pero lindo?
Eso no me lo esperaba.
No creía que los chicos pensaran en mí para nada, pero la respuesta de Kimno me sorprendía mucho.
Yo comprendía por qué Tae Hyung me odiaba.
De verdad.
En su mente, yo había provocado su ruptura con Jin, y tal vez hubiera podido lidiar con su odio si fuera aquella su única razón.
Sin embargo, su actitud hacia mí no era nueva.
No era «SeokJin»
Empezó al mismo tiempo que su relación con él.
Su brusquedad fue siempre lo que me hizo querer que desapareciera de la vida de mi mejor amigo.
Su actitud era precursora de la mía.
Él había dado lugar a mi odio con el suyo.
Y no me cabía en la cabeza por qué.
[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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