⠀𝐗𝐈𝐕. WEAPONIZED

・ 。゚🩸⦙ 𝐏𝐀𝐈𝐍𝐊𝐈𝐋𝐋𝐄𝐑 。˚🔪 ᵎ
CAPÍTULO CATORCE ━━ ❛ 𝒂𝒓𝒎𝒂𝒅𝒐 ❜
꒰# TEEN WOLF E7 T4 ; Nueva arma.

MADISON Y LYDIA ESTABAN SENTADAS EN la habitación insonorizada de su abuela. Después de enterarse del fallecimiento de Meredith, Madison hizo todo lo posible por estar al lado de Lydia. Si eso incluía acompañar a su mejor amiga un par de horas en coche, que así fuera.

Madison también necesitaba un cambio de aires. Su conversación de corazón a corazón con Isaac sin duda le había levantado el ánimo, al igual que la preocupada llamada de Liam al día siguiente.

Por no hablar de que Madison se enteró de que Isaac valía cinco millones de dólares en la lista negra. La joven bruja se sintió sobreprotectora con el beta, pero tuvo que asegurarle que le iría bien en la PAAP (Prueba de Aptitud Académica Preliminar).

Su vida era estable por el momento─ todo lo estable que podía ser, así que sabía que tenía que dar un paso adelante y estar ahí para los demás, especialmente si se trataba de su mejor amiga.

Lydia llevaba puesta la peluda rebeca verde oscuro de Madison después de que la bruja notara que la chica Martin temblaba ligeramente con la brisa. La junior intentó ser educada y devolvérsela, pero Madison no quiso ni oír hablar de ello.

Ahora estaban sentadas en la alfombra, Madison frotando la espalda de Lydia mientras miraban fijamente una caja marrón en la que se leía: «Meredith Walker».

Las pestañas de Lydia rebosaban de lágrimas no derramadas, sus ojos se habían enrojecido por la falta de sueño y por llorar. Respiró entrecortadamente mientras quitaba la tapa de la caja y metía la mano en su interior.

Empezó a sacar numerosos objetos, como un frasco de perfume vacío, flores muertas y un animal de peluche. Madison observaba en silencio, con los ojos fijos en los objetos y en la banshee.

Vio cómo Lydia se ponía de rodillas y encendía el tocadiscos. El sonido estático le resultaba cada vez más familiar, por lo que Madison dio un paso atrás y se sentó más lejos. Sabía que Lydia no quería que hablara y estaba más que bien, ambas necesitaban la compañía de todas formas.

—Muy bien, Meredith. No sé cómo hacer esto —susurró Lydia—. Yo no soy vidente. Y, al parecer, tampoco soy demasiado banshee.

—No digas eso. Eres la banshee más talentosa que conozco —dijo Madison desde la esquina en la que estaba sentada.

Vio como la rubia rojiza giraba la cabeza con una sonrisa.

—Sólo intento ayudar a mis amigos —dijo, señalando a la bruja mientras su cuerpo volvía a dirigir su atención hacia el viejo tocadiscos—. No sé si puedes oírme. O, ah, qué se supone que tengo que preguntarte. Pero, si tengo esta cosa, es que tiene que funcionar alguna vez. Tiene que ayudar a alguien.

Madison notó que el silencio crecía después de que Lydia dijera esas palabras. Se acercó a Lydia y asomó la cabeza para mirar a la banshee, donde las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas en señal de frustración.

—Tal vez lo que realmente quería decir era —Lydia se mordió el labio y respiró hondo. Madison sintió que Lydia le agarraba la mano con fuerza mientras empezaba a hablar otra vez—. Lo siento. Ojalá te hubiera podido ayudar. Lo siento.

Madison puso una mano en la espalda de Lydia después de apagar el tocadiscos. Las dos empezaron a meter los objetos de nuevo en la caja, Madison se detuvo cuando examinó la foto que tenía en la mano.

—Lyds, esta es una foto de─

—Meredith —terminó la rubia rojiza mientras le quitaba la foto de la mano. Las dos miraron la foto y sus ojos se dirigieron hacia la zona donde Meredith había estado sentada una vez en la habitación insonorizada.

La banshee y la bruja se levantaron y un silencio se apoderó de ellas. Sus cabezas giraron alrededor de la habitación, buscando cualquier indicio de que Meredith hubiera estado alguna vez ahí.

—Oh, Dios mío —exhaló Lydia un momento después. La banshee perdió el equilibrio al tropezar, y Madison acudió inmediatamente detrás de ella para soportar su peso.

—¿Qué pasa, Lyds? ¿Qué ocurre? —preguntó ella desesperada.

—Tenemos que ir al instituto. Alguien va a morir —explicó Lydia, Madison no necesitó escuchar otra palabra y las dos corrieron hacia la puerta.

—¡Sheriff! ¡Sheriff! —gritaron Lydia y Madison mientras intentaban atravesar la multitud. Fueron detenidas antes de que pudieran pasar los controles.

—¡Eh, eh, eh! Conozco a esas chicas, déjalas pasar —habló Noah Stilinski, abriendo sus brazos para que las chicas pasaran.

—Mi madre está ahí. ¿Qué está pasando? —preguntó Lydia.

—Estamos en ello —contestó él.

—¿Estáis en ello? Algunos de mis mejores amigos están ahí dentro y si no me entero de lo que está pasando, me temo que voy a tener que verlo yo misma —amenazó Madison y el sheriff suspiró.

La bruja miró a Lydia, la rubia rojiza asintió con la cabeza tanto al sheriff como a la chica de primero.

Sabían que ella iba a encontrar una manera de entrar de cualquier forma, aunque no fuera exactamente legal, así que él abrió la puerta y la bruja se abrió paso hacia el interior sin ser descubierta.

Una vez cerrada la puerta, Madison corrió tan rápido como le permitieron sus piernas para encontrar a sus amigos. Asomó la cabeza por todas las puertas y su cuerpo se encogió al ver a gente con trajes NBQ amarillos.

Madison agradeció que hoy llevara botas; sus zapatos chirriaban contra las baldosas mientras buscaba alguna cara conocida, con la esperanza de que aún estuvieran vivos. Esperando que la predicción de Lydia fuera errónea. Pero alguien le dijo que no iba a ser así.

Un disparo llamó la atención de la bruja. Sus pies la llevaron rápidamente hacia el lugar de donde vino el sonido, su cuerpo se congeló cuando llegó a los vestuarios.

Madison entró en los vestuarios y encontró a Stiles, cubierto de sangre. El chico Stilinski estaba temblando mientras ella se acercaba rápidamente a su lado. No hizo falta ningún saludo mientras ella tiraba de él hacia sus brazos.

Rafael McCall miró a los dos mientras se quitaba el traje NBQ.

—¿Cómo diablos habéis entrado aquí? ¿Los dos? —jadeó Stiles.

—Chicos, escuchad. Melissa me ha llamado. No sé lo que significa, dice que hay un antídoto que está en la bóveda. Hongos reishi.

—¿Qué, en la bóveda?

—Está en un tarro en uno de los estantes. Ha dicho que se lo dijera a Scott, está en la bóveda.

Madison y Stiles asintieron. La bruja reconocía que no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero si esto evitaría que la predicción de Lydia se hiciera realidad, no necesitaba saberlo hasta después de que las cosas se calmaran.

Sintió que Stiles la agarraba con fuerza de la muñeca mientras se dirigían a la bóveda. Madison ayudó a abrir el camino, ya que había estado aquí antes; Derek le había enseñado un par de veces en los últimos meses.

—Asesinos─ han envenenado a la manada con esta enfermedad. Está bien para los humanos, pero va a matar a la manada. No es seguro para ti, Madi. Tenemos que llevarte de vuelta con Lydia —razonó Stiles y Madison negó con la cabeza.

—Tenemos el antídoto, ¿no? Estaré bien. Pero tenemos que asegurarnos de que todos los demás lo estén —contestó ella. No tenían tiempo para negociar, ni para discutir.

Los mejores amigos se adentraron en la bóveda de los Hale, sabiendo que sólo era cuestión de tiempo que los efectos fueran irreversibles.

—¡Eh, Scott! —gritó Stiles contra el lateral de la bóveda. Su puño golpeaba contra la piedra mientras intentaban pasar la pared.

—¡Scotty! —gritó Madison.

—En la bóveda, están ahí contigo. Los hongos reishi. ¿Scott? —llamó Stiles. Los dos se miraron desesperados. Sus súplicas y gritos continuaron sin recibir respuesta—. ¡Scott, abre la puerta! Están ahí contigo. Están en... Están en un tarro, en uno de los estantes. ¡Scott!

—¡¿Scott, puedes oírnos?! —gritó Madison. La bruja empezó a chillar y a golpear la pared con el puño como si su vida dependiera de ello.

Cuando la bruja intentó activar sus poderes y no funcionaron, sintió que su mundo se hacía añicos. Si no podía ser útil para ayudar a sus amigos, no podía hacer nada. Los gritos de ambos cesaron y se desplomaron contra la pared.

Madison pudo ver a Stiles respirando agitadamente, con los rasgos entumecidos por la emoción. Este no podía ser el final, no podían dejar que los asesinos ganaran. Habían vencido a los Nogitsune junto con otras criaturas sobrenaturales, no era justo si esto era lo que acababa con ellos.

—Por favor, abre la puerta —dijo Madison, con voz débil y un tono lleno de desesperación.

Cuando no ocurrió nada, Madison miró a Stiles. No necesitaron compartir palabras con el otro mientras él tomaba la mano de la bruja.

Permanecieron sentados en silencio durante lo que no pudo ser más que un momento, cuando la puerta comenzó a abrirse lentamente. Ambos se pusieron de pie mientras Scott caía al suelo desde el otro lado.

Estaba jadeando con fuerza, pero Stiles se las arregló para tirar de Scott en un abrazo. Madison abrazó brevemente a Scott antes de adentrarse en la bóveda en busca de Isaac. Cuando sus ojos se posaron en el beta, lo atrajo hacia sí en un fuerte abrazo. Tenía el pelo mojado por el sudor, pero comprobó que no tenía heridas en la cara mientras él se reía entre dientes.

Vio cómo Scott y Stiles entraban en la bóveda, mientras él levantaba a Kira. Stiles se acercó a Malia, que seguía callada mirando al suelo con el ceño fruncido.

—Eh, ¿estás bien? —inquirió Stiles. Madison desvió su atención de Isaac durante una fracción de segundo para echar un vistazo a lo que había ocurrido.

»¿Malia? Eh... —intentó él otra vez. La mujer coyote no reaccionó y le apartó la mano. Le miró con ojos llorosos, marchándose.

Antes de que ella pudiera hacerlo, le entregó a Madison un papel. La mujer coyote puso una mano en el hombro de la bruja, mostrando una expresión compasiva antes de salir del edificio. Madison desdobló el papel mientras miraba a Isaac con incertidumbre.

«Madison Méchante, 40».

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