tres
Aquel hombre de edad avanzada soltó un suspiro leve mientras caminaba por los vacíos pasillos de su gran hogar, lugar que se volvió tan callado y deprimente para él hacía años cuando su cachorro entró en aquella maldita academia, seguidamente a su salida fue entregado al heredero y único hijo de la familia Lee.
Y no porque él quisiera, su mujer ya había hecho tratos con la familia a sus espaldas, alegando el darles a su hijo para enlazar a ambas familias.
No era secreto del poder de los Park, una familia poderosa gracias a sus Alfas dominantes y que crearon todo un imperio con sus empresas, se suponía que el siguiente heredero sería su único hijo, pero este tuvo la desgracia de presentarse como Omega, perdiendo rápidamente todo derecho a ello.
Maldijo tantas veces los estereotipos y las leyes, estas donde no dejaban a los Omegas tomar los mandatos como cabeza de empresas, como no los dejaban básicamente unirse a la sociedad como personas civilizadas.
Sus madres, a comparación de toda su familia, le enseñaron el respeto y el como un Omega podría ser como los demás, tanto la Alfa como la Omega se habían encargado de mostrarle todo sobre la igualdad de rango.
Creció con valores, heredó las empresas de su madre y conoció a su actual mujer, se enlazó y dio un heredero, ¿cómo su vida tan perfecta se pudo ir a la borda en tan solo un día cualquiera?
JongSeong era su único cachorro, era su vida realmente, su centro de mundo, desde que lo tuvo en sus brazos la primera vez juró protegerlo y hacerlo el muchacho más feliz del mundo.
Promesa que sintió romperse apenas vio sus ojos con miedo cuando pisó aquel lugar.
Juró que al salir ambos irían de campamento, aquella promesa que realizó a su hijo cada día la repetía en su mente y estaba dispuesto aún a cumplirlo sin importar que su hijo ya tuviera un año de haber salido de aquel lugar y haber sido entregado.
Él recordaba como era Jay antes de la academia, alguien lleno de vida a pesar de saber lo que se vendría para él, un joven alegre y risueño, su sonría era algo que adoraba ver, sentía que iluminaba el mundo con ella, sus ojos color miel eran dos perlas brillantes al ver algo que le gustaba o al sonreír.
Así que verlo cuando salió, fue como ver a alguien totalmente distinto, como si hubieran cambiado a su bebé. No le miraba a los ojos, jamás lo hizo en la semana que estuvo con ellos, siempre acataba ordenes sin rechistar, no sonreía, no levantaba la cabeza del suelo, solo limpiaba y hacía la comida para ellos ya que mujer lo quería colocar a prueba.
No había dicho muchas palabras y el día en que le presentaron a HeeSeung, aquel Alfa que jamás le dio buena pinta, tampoco habló, no se negó, tampoco dio muestra de estar de acuerdo, simplemente hizo sus maletas y se retiró con el joven heredero cuando este lo ordenó, mostrándose totalmente satisfecho a igual que los Lee con la sumisión de su hijo.
El recordar aquello le dolía aún más, el saber que su hijo sufría y jamás hablara también le dolía, el saber que en algún momento le tocaría batallar por él y sus futuros cachorros igual, pero lo que le mataba y sentía que acabaría con él por la tristeza, era el saber que jamás volvería a tener la misma felicidad de antes.
''Sabías que este día llegaría, es su deber ahora como Omega, deberías estar feliz de que alguien con poder quisiera reclamarlo. Ya verás que en un futuro sus hijos tomarán tus empresas y harán el mismo trabajo que su abuelo''
Fueron las palabras de su mujer luego de ver como se llevaban a su hijo como si fuese un objeto que podían comprar con dinero y no una persona con sentimientos. Ella sabía cómo estaba y no por su lazo, sino porque sabía que su conexión con su hijo era mayor que la que ella tenía con él desde que nació.
Soltó un suspiro leve y miró como su mujer avisaba la llegada de su hijo y el Alfa de este, se dio alientos para no romperse apenas lo viera y caminó a la entrada viendo a la pareja joven allí, una vez por mes el Alfa le llevaba a ver a su familia y aquello realmente era agradecido por la cabeza de la familia Park.
Sintió aquel característico dolor llegar a su pecho viendo a su hijo mirar al suelo con sus manos en su regazo entrelazadas, aquella camisa manga larga de seguro ocultaba moretones como ese en su mejilla que trató de ocultar con maquillaje y apenas se notaba.
-- Alfa Park --Miró al Alfa más joven allí que reverenció ante él respetando la jerarquía de poder entre Alfas, no devolvió la venida, solo dio un leve asentimiento con su cabeza y miró a su hijo, el otro muchacho también le miró-- Puedes ir con ellos.
El Omega menor asintió leve y dio unos pasos en dirección a su madre quien sonrió satisfecha y tomó las mejillas de su hijo para que le mirara.
-- Lo estás haciendo bien JongSeong --Sonrió la mujer, él solo sintió asco y aún más al ver a su cachorro asentir leve y esta vez caminar en dirección a él para dar una reverencia perfecta.
Suspiró y reverenció leve para sorpresa de los presentes, jamás un Alfa mostraba respeto hacía un Omega, muchos menos sus hijos.
-- Cariño, ¿qué haces? --Soltó su mujer, el otro Alfa no dijo nada viendo aquello con sorpresa, su madre solo mostraba respeto hacía él, no a la inversa, así le educaron.
-- Muestro respeto hacía mi cachorro, ¿tienes algún problema con eso, Omega? --Le miró serio, si así debía jugar, pues que así fuera.
-- N-no, Alfa --Negó la mujer sorprendida por el acto, su esposo jamás fue así y quizás más de una vez se aprovechó de ello, miró al suelo a igual que su hijo y solo se mantuvo en silencio.
-- ¿Y tú joven Alfa? --Miró ahora a Lee quien negó rápidamente sin sostenerle la mirada, no quería tener problemas con aquel hombre, su padre le iba a matar si se enteraba de aquello y que los Park decidieran quitarle todas las empresas con su apellido que estaban en sus manos-- Puedes ir a la sala de estar, mujer, atiéndelo --Ordenó, se sintió del asco al hacerlo, pero era aquello o nada-- Me llevo a mi hijo un momento --Avisó y con sumo cuidado tomó la mano de su cachorro para llevarle con él, la facilidad con que este se movió realmente le dolió.
Las escaleras y el pasillo rumbo a la biblioteca de su hogar fueron eternas, los cuadros con fotos familiares decoraban las paredes del lugar pero ni él ni su hijo las vieron.
Apenas cerró la puerta del lugar suspiró y abrazó a su hijo quien ni me movió, sus manos temblaban, no por miedo a su padre, sino por la molestia que de seguro HeeSeung desquitaría con él apenas volvieran a su departamento.
El hombre mayor soltó un poco su aroma, cosa que no hacía hace años, sintiendo como su hijo de calmaba de a poco y se dejaba hacer. Sintió como los delgados brazos de su descendiente se envolvían en su torso con cuidado y con miedo, él solo le apresó más.
Frágil, tímido, aterrado y delicado, todo lo que en esos instante describían a su hijo; a su Jay.
El aroma delicado y suave de este llegó a su nariz estrujando su corazón, la habitación de su cachorro ya había perdido su esencia y debía esperar cada visita para volver a sentirlo solo un poco.
Por un momento, tan solo en ese instante, ambos sintieron que todo volvía a ser como antes, algo alejado de su tan retorcida actualidad.
Ambos volvieron a sentir una pizca de felicidad.
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