ᶠⁱᵛᵉ


Segundo paso: No importa si sabes que lo deseas con toda el alma, no tomes el maldito teléfono. No puedes intentar disculparte cuando también sufres aquí.


Me preparaba para otro día terrible de clases, últimamente los trabajos y tareas llenaban cada parte de mi mente y al punto de literalmente mantener sedado el dolor; pero no significaba que no dolía igual.

Algunas noches durante la madrugada las pesadillas me atormentaban y el cuerpo cálido que una vez tanto me protegió y fue un alivio, no estaba ahí, ni siquiera el beso suave en mi hombro desnudo y las bonitas palabras de amor que me susurraba al oído y tan perfectas que eran para mí. Pero apesar de eso, aquel día de borrachera tuve una especie de revelación, como si mis ojos dejarán atrás miles de vendas que me impedían sentirme realmente completa al estar sola.

Alguna vez fui una mujer demasiado independiente al realizar hasta una acción que conlleva el trabajo de dos, nunca necesite una dosis de analgésicos para estar mejor y mi vida se resumía solamente en poder vivir cada segundo como si fuera a acabarse, en poder seguir mis sueños apesar de mis rodillas llenas de sangre y raspones.

Pero esto nos lleva de nueva cuenta a dónde estamos: Taehyung llegó a mí para quedarse y cambiar cada hábito que antes me hubiera parecido primordial para vivir.

Incluso la vergüenza y dignidad ya no eran participes de esta simple función.

Sí, estaba muy jodida.

Al terminar de alistar todo y con ese pensamiento en mente, la culpa comenzaba a llegar apesar de tratar de contenerla un poco con una especie de sonrisa (que parecía más una señal de mi lamento). Tal vez aún no era hora de llamarlo y darle los buenos días mientras me disculpaba.

Un ¿Hey, qué tal? ¿Cómo ha ido tu día? Bueno, llamaba sólo para disculparme, ya sabes, siempre he sido una tonta y en realidad estaba un poco resentida. No, no me molesta que salgas con mi mejor amigo y no me lo hayas dicho, está bien. No era lo mejor para comenzar.

Primero estaba la opción de respirar otra vez y tratar de tranquilizarme si no quería hacer una bobada. Tendría que preparar mi discurso y las armas a tomar para que ese horrible sentimiento me dejara, tendría que hacer tantas cosas.

Pero al final, mi nueva idea me hacía querer llamarlo otra vez.

Sí, como cuando todo iba mal en casa, como cuando tenía inseguridades por mi aspecto, al igual que en una madrugada en dónde me preguntaba si el camino era correcto, con dudas y pocas respuestas sobre nuestro noviazgo; con el miedo de ser abandonada una buena vez que el decidiera que yo ya no era alguien suficiente a quién amar.

Una vez que el me contara todo su secreto y no tuviera que fingir que no sabía que era gay desde que lo conocí.

Una vez que fuera valiente y afrontará a sus padres sin el temor de molestar con su orientación.

Porque al final, yo siempre estaría ahí, en excelentes condiciones para lo que fuera y con mis brazos abiertos, porque primero fue mi alma gemela antes que un amigo y el mejor novio.

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