05
JiMin observó el hoyo cercano a la cama de hojas de palma y se acomodó, YoonGi se encontraba detrás de él, sosteniéndolo y dándole caricias a su vientre. Ambos sabían bien que los huevos debían estar en el nido, así que estaban por colocarlos, pero sacarlos indicaba que la dilatación fuera suficiente para no lastimarlos
YoonGi le estaba besando el cuello, pellizcando ambos pezones con sus garras, separándole las piernas con su cola para luego dirigirla a la boca de su ahora pareja. JiMin la recibió y lleno de saliva, sus propias manos estaban separando sus mejillas para una mejor preparación.
—Será solo un poco, cariño.— aseguró YoonGi, masturbándolo con una mano a la vez que la sobrante lo agarraba de la mandíbula para gruñirle deliciosamente al oído.
La cola entró menos que la primera vez, solo preparando el camino para los pequeños huevos, de los cuales no estaban seguros cuántos eran aún. Esperaron, JiMin respirando suavemente mientras empujaba y YoonGi separando los que salían juntos para enterrarlos con la cola, sus manos ocupadas con las suaves caricias a su pareja.
Uno por uno, hasta dar con treinta y ocho, JiMin quedó exhausto y empalmado, YoonGi se encargó de masturbarlo por su arduo trabajo. Al final ambos estaban realmente felices de tener ahora una familia, en nueve o diez semanas eclosionarían y habría muchos pequeñitos cocodrilos albinos.
—Estoy realmente agradecido con la tribu por traerme a ti, es una lástima que no debamos acercarnos.— comentó JiMin, recordando las mujeres embarazadas y la maldición del Jengi.
—¿Sabes que ya no están malditos, verdad?
JiMin se giró a mirarlo con el ceño fruncido —¿Cómo?
—Han hecho feliz al Dios Jengi con su tributo, dándole al amor de su vida, su destinado, su humano y todo.— aclaró con una sonrisa completa, mostrando sus bonitas encías rosas y colmillos puntiagudos.
JiMin lo beso profundamente, apartándose solo para suspirar y mirar a sus bebés en el hoyo de tierra. La cola de YoonGi estaba acomodándolos uno por uno y él también se dispuso a ayudar. Una vez que terminaron, se quedaron acostados juntos, mirando las luciérnagas hasta quedarse dormidos.
En el otro lado de la selva, la tribu festejaba por tener el primer nacimiento sin problemas, aquel que pertenecía al líder de la tribu y su esposa. Desde ese momento, prometieron dar ofrenda al Dios Jengi y su humano de sol.
...
—Vamos, no debemos llegar tarde o las presas pequeñas se terminaran.— apresuró JiMin a sus pequeños cocodrilos que lo seguían hacia la laguna clara para nadar con ellos y que cazaran sin preocupaciones.
YoonGi estaba en la laguna lodosa, donde se conocieron por primera vez, peleando nuevamente con el viejo cocodrilo terco que seguía molestando a JiMin cada vez que se alejaba de su hogar. Sinceramente, ahora quería matarlo por puro placer de llevarle su cuerpo a su pareja y sus hijos para demostrar que les traía una caza abundante como muestra de su amor.
JiMin estaba nadando con todos sus hijos, recibiendo mordiditas cariñosas y hundiéndose en la profundidad para ser rodeado por un remolino de pequeños cocodrilos albinos que burbujeaba. La vista era preciosa, la naturaleza misma uniéndose a él, permitiéndole introducirse en sus venas y hacerlo sentir parte de ella.
A unos metros un hermoso cocodrilo blanco se acercaba, acechando a su pareja para envolverlo y JiMin lo abrazó para ser arrastrado hacia arriba, donde YoonGi volvió a su forma semihumana, a ser una bestia, un Dios.
La selva viva estaba de fiesta, el Jengi había encontrado el amor y ahora sus hijos continuarán con el legado por muchas generaciones. Los padres de YoonGi en el paraíso se abrazaban tiernamente, llorando por lo precioso que era todo ahora, sin malicia ni violencia.
La calma fue recompensada con una lluvia que arrasó con suavidad, creando nuevos cuerpos de agua para que pudiesen vivir en una zona más extensa. Las tribus agradecieron y prometieron jamás cazar cocodrilos blancos en el futuro, sería un pecado. Se arrodillaron y rezaron al sol, agradeciendo al humano enviado, pidiendo perdón por el hombre del Jengi anterior y adorando al Jengi actual.
JiMin y YoonGi podían escuchar el bullicio, la felicidad y tambores, ellos mismos se envolvieron entre sus brazos y nadaron en el agua clara con sus hijos debajo de ellos.
—Te amo, cariño.— dijo YoonGi, dejándole un beso en la frente.
—Te amo, señor cocodrilo.— correspondió, como aquella primera vez que se vieron.
Los pequeños cocodrilos blancos no tardaron en reunirse junto con sus padres.
...
Es todo mis galletitas del mal, espero que lo hayan disfrutado y cuídense mucho♡
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top