꧁🌑CAPÍTULO CUATRO༺࿐
El sonido de los tacones chocar contra el piso era fuerte, se escuchaba los pasos acercarse cada vez más.
Y ahí estaba la deslumbrante mujer caminando por el elegante pasillo con pasos firmes mientras la cola de su lujoso y hermoso vestido era arrastrada, el sonido de dos puertas abriéndose retumbaron en el lugar.
Su A se abría paso a su despacho recorriendo con la mirada aquel acomodado lugar en donde del lado derecho de la pared se puede observar fotos de ella en diferentes épocas, todas muy elegantes y con su característico semblante frío por supuesto. 1932, 1950, 1972, 1994 eran algunas de las fechas en las que varias de las fotos colgadas en aquella pared fueron tomadas.
Pasando por todo el despacho Su A nuevamente se dio paso abriendo otra puerta la cuál daba a su habitación, camino pasando su mano suavemente por la silla para llegar finalmente a la ventana donde podía apreciar perfectamente los edificios llenos de luz combinados con la hermosa luz de la luna haciendo de aquello una vista hermosa.
No paso mucho para que alguien llamará a la puerta, una mujer mayor se abrió paso a la habitación de Su A.
—Sra. Kim ¿estás arriba?— preguntó Seung Hee. —Es la luna llena, así que creo que tendremos muchos invitados— mencionó.
—Cuando la luna esta brillante, pueden ver este lugar desde muy lejos— dijo Su A observando la luna desde la ventana. —Así que se arrastrarán desde todo el lugar.
—Voy a encender el cartel del hotel— mencionó Seung Hee.
—Abrir el hotel por negocios. Me pongo de mal humor cuando veo la luna llena y hoy está empeorando— dijo Su A volteando a ver a Seung Hee demostrando su mal humor. —No aceptes a nadie que haya muerto de una muerte particularmente espantosa— ordenó para volver a voltearse en dirección de la ventan.
—No deberíamos escoger invitados— inquirió Seung Hee.
—No los aceptes— Su A elevó un poco la voz. —No estarán apurados, ya que ya están muertos— dijo tranquilamente.
—Voy a tener un cuidado especial para que no se interpongan en tu camino— dijo Seung Hee mientras hacia una reverencia para después retirarse de la habitación de una malhumorada Su A.
—Esa maldita luna— dijo observando la majestuosa luna llena por la ventana. —Estoy tan harta de eso.
El cartel se iluminó con los colores rojo, azul y morado dejando a la vista de cualquiera HOTEL DEL LUNA y no sólo el cartel se había iluminado también el hotel mientras que por arte de magia cada piso del hotel iba apareciendo uno tras otro hasta que estaba completamente terminado. Realmente era algo increíble aquel hotel no parecía de este mundo, el hotel básicamente tenía el diseño de un castillo, color café arriba y en el centro un letrero bellamente iluminado que también decía HOTEL DEL LUNA pero con el característica sello de Kim Su A.
El hombre corría con desesperación por aquel callejón huyendo de la policía.
—¡Alto ahí! ¡Detener!— gritaba el oficial quién corría tras el hombre mientras sonaba su silbato encontrándose con otro oficial quien ya se encontraba en la persecución.
El hombre desesperado giro en una esquina encontrandose con unos escalones que daban hacia otra calle, para su mala suerte por la preocupación de ser atrapado mientras se percataba de haber perdido a los oficiales tropezó y cayó por los escalones hasta caer contra el suelo dejando caer aún lado una caja registradora que al parecer había robado.
—Dios mío— se quejo el hombre mientras se incorporaba de la caída sobandose la cabeza —Dios mío, casi me muero— dijo para luego reaccionar y sacar rápidamente el contenido de la caja, pero esta sólo contenía un billete y una moneda.
El hombre escucho de nuevo los silbatos de los oficiales sin perder tiempo tomó la caja y salio huyendo del lugar.
Corrió lleno de miedo que sin darse cuenta estaba para frente aquel llamativo hotel.
—¿Qué es eso?— curioso y aún con el temor de que lo atrapasen subió los escalones que daban hacia la puerta del hotel.
Observando detrás de la puerta de cristal sólo encontró a la recepcionista que guardaba algunos papeles, dudando se giro listo para irse de ahí.
—Me pregunto si tendré que pagar solo por entrar— se decía a si mismo en la entrada.
Sin más empezó a sacudir su ropa y se agachó para amarrarse el zapato a la par de él paso una mujer descalza y aparentemente mojada, levanto su cabeza y miro con confusión como la mujer entraba al hotel como si nada.
—¿Estás aquí sola?— pregunto la joven recepcionista.
La mujer sólo se limitó a asentir.
—¿Recuerdas cuánto tiempo ha pasado desde que moriste?— volvió a preguntar la recepcionista.
—Han pasado unos 10 días— respondió la mujer.
La recepcionista y la mujer se adentraron al elevador para subir, mientras el hombre detrás de la puerta sólo observaba.
—Supongo que es el ascensor— dijo adentrándose al hotel y tomando el elevador.
Cuándo el elevador llego ha su destino se abrieron las puertas dejando ver el impresionante vestíbulo, grandes candelabros que colgaban del techo iluminaban el lugar Wow fue lo primero que dijo el hombre quién miraba asombrado el lugar.
—Dios mío, este lugar es enorme— camino unos metros más hasta llegar donde se encontraban unos hermosos y cómodos sillones.
Sin más y torpemente se sentó en uno que estaba justo frente a la mujer que minutos antes había visto entrar —Me pregunto si tendré que pagar solo por sentarme aquí— se preguntaba, cuando por fin dejo de divagar se encontró con la mujer sentada en frente de él.
—¿Estás bien? No te ves tan bien— básicamente la mujer estaba toda azul. —¿Donde te mojaste tanto?— le preguntó
—El río Han— contestó ella.
—¿El río Han?— el hombre sólo ladeo su cabeza. —¿Jugó ella en el agua en medio de la noche?— se pregunto a si mismo —¿Es este lugar caro? ¿Crees que me harán pagar solo por sentarme en el vestíbulo?— le pregunto a la mujer.
—No estoy segura, esta es también mi primera vez aquí— contestó.
El hombre sólo le ofreció una sonrisa y volvió a girarse dejando ver la sangre detrás de su oreja.
—¿Qué te paso a ti?— pregunto la mujer señalando el lugar de la herida.
—Bajé las escaleras— dijo tranquilamente mientras le ofrecía una sonrisa, el hombre se sobo la oreja soltando un quejido instintivamente para luego ver su mano con sangre.
En aquella calle donde se encontraban los escalones se encontraba el cuerpo del hombre inconsciente rodeado de una posa de sangre que salía de su cabeza. Los silbatos se escucharon los oficiales corrían hacía el cuerpo del hombre tirado.
En el hotel el hombre movía su cabeza de un lado a otro nervioso, finalmente se levanto del sillón tocando su oreja mientras salía del vestíbulo.
—Ha pasado un tiempo desde la última vez que tuvimos un fantasma empapado de agua— decía la recepcionista.
—¿Un fantasma empapado en agua?— pregunto Seung Hee. —Si— respondió la joven.
—Por casualidad, ¿ese fantasma se ve sucio?— pregunto Seung Hee.
—Bueno un poco...— dijo la joven.
—La Sra. Kim no se siente muy bien hoy— comentó Seung Hee. —Tendremos que llevarla a su habitación para que la Sra. Kim no la vea.
—Bueno— respondió la joven.
Al llegar al vestíbulo se encontraron con el hombre que justamente iba saliendo, Seung Hee y la joven recepcionista pararon en seco observando al individuo. El hombre ladeo la cabeza giro sobre sus talones y se esfumó en la dirección contraria.
—¿Qué pasa, señora?— pregunto la joven viendo el rostro de Seung Hee.
—El invitado que acaba de pasar él no pertenece aquí, él vino al lugar equivocado— respondió Seung Hee.
—Eso significa, él no esta muerto— pregunto la joven viendo a Seung Hee. —¿Esta él vivo?— pregunto de nuevo aún sin creerlo.
—Si la Sra. Kim lo ve, él morirá— dijo preocupada Seung Hee. —Necesitamos sacarlo de aquí lo más rápido posible— ordenó.
El hombre estaba perdido en el enorme hotel, ahora se encontraba camino en un pasillo divagando.
—Necesito esconderme aquí por al menos un par de horas— hablaba consigo. —¿Debo esconderme en el baño?— se preguntaba. —Si, buena idea. Vamos a escondernos en el baño.
Comenzó a caminar de nuevo pero algo lo detuvo, retrocedió unos cuantos pasos hasta quedar frente a un jarrón con una culebra al rededor.
—¿Es esto oro?— abrió sus ojos sorprendido, levanto su vista y giro su cabeza para todos lados viendo si no había nadie. —Dios mío, esto parece muy caro— tomó el jarrón entre sus manos. —No no, esto no es importante en este momento— se reprendió así mismo dejando de nuevo el jarrón en su lugar. —Espero verte de nuevo— se despidió del jarrón agitando su mano y siguió su camino.
La serpiente del jarrón de repente cobro vida bajando lentamente del jarrón para poder seguir al hombre que segundos antes lo tenía en sus manos.
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