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Nota de la Autora:
Al fin! Semanas escribiendo un solo capítulo de 6000 palabras!.
Tarde más se lo esperado por ciertas sorpresas que verán en la lectura, espero les guste. Gracias por leer!. ^^
̶M̶i̶s̶i̶ó̶n̶ ̶F̶u̶r̶i̶a̶
𝙼𝚒𝚜𝚒𝚘́𝚗 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚘 𝚓𝚒𝚗𝚎𝚝𝚎
El día estaba tranquilo y fresco, con escasas nubes juguetonas paseando por el infinito cielo.
Era un gran día para disfrutar de un relajante vuelo y vista...
O
Cumplir una misión.
Y es lo que hicieron los jinetes de Berk, empezando por la primera de 4 fases.
—Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia cabaña, cada una semejante a nuestras personalidades....
Patapez explicaba la estructura de la base en la Orilla del Dragón. Mientras apunta de un lado para otro.
Anakya se encontraba siguiéndolo en silencio, observando con curiosidad cada cabaña a su vista, que como había dicho el rubio. Cada uno era único en casi todos los aspectos.
— Y hacia allí están las torres de vigilancia, donde nos turnamos para custodiar la seguridad de la isla —murmuró—. ¡Oh¡... —exclamó y empezó a buscar en su ropa algo, sacando un puñado de tarjetas y comenzó a revolverlas buscando una en especial.
La vikinga lo miró curiosa esperando a que siguiera hablando.
— También es donde los Terrores Nocturnos sirven como centinelas, vigilan la isla y alertan de posibles peligros —habló con emoción, mientras encontraba la tarjeta de dicho dragón—. Son voladores increíblemente rápidos y fuertes, se mueven en manada dirigidos por su alfa.... oh... Y pueden formar grandes figuras similares a otros dragones, una forma para defenderse de depredadores...
Patapez hablaba y hablaba, mostrando su tarjeta donde todo estaba detallado. Hasta que se dió cuenta y sus orejas se pintaron de rojo.
— Lo..lo siento...hablé.. —empezó a tartamudear nervioso, pero la voz de Anakya lo interrumpió.
— Esto es increíble.. —murmuró observando atenta la tarjeta, sin haber escuchado su balbuceo—. ¿Las haz hecho tú, tienes de otros dragones?.
Patapez quedó en silencio y parpadeó lentamente.
Además de Hiccup —que bien ya sabía casi todo sobre los dragones que conocían— Anakya fue la única en mostrar interés sobre sus tarjetas de información de dragones.
—¡Cl...claro! —dijo entusiasmado, empezando a pasárselas, observó como la pelirroja examinaba cada una con curiosidad, tardando más en las especies que al parecer no conocía—. ¡Toma eso Patán, cabeza de carnero! —. Patapez festejó en su mente, al ver a la vikinga interesada en sus tarjetas.
Anakya empezó a ver los diferentes dragones, pasando de uno a otro. Hasta que llegó a uno que conocía muy bien.
—Furia Nocturna... —murmuró más interesada en dicha tarjeta, sosteniéndola con ambas manos.
Patapez la escuchó y sus ojos fueron directos a Nox. Quien siempre seguía a su jinete pero se quedaba a descansar ignorando a los demás dragones.
El grandulón rubio empezó a emocionarse ante una idea.
—¡Así es, recopile toda información en base a Chimuelo al ser el único en su especie! —dijo dando leves saltos acercándose a la muchacha, moviendo su mirada de Nox a Anakya con nerviosismo pero emocionado por nuevos conocimientos—. Pero ahora Nox está aquí...y me preguntaba...bueno si... —empezó a balbucear jugando con sus dedos.
La pelirroja lo observó curiosa, comprendiendo su intención. Sonrió con sutileza mientras le devolvía sus tarjetas.
—¿Quieres observar a Nox para saber más sobre los furias nocturnas? —dijo interesada y mirando a su dragón, quien descansaba bajo la sombra—. Suena interesante.
Y al oírlo Patapez soltó un leve chillido de emoción que cubrió con una tos ronca, haciendo reir a Anakya.
El amante de los dragones con ayuda de la vikinga empezó a recopilar información, garabateando algunos detalles nuevos en su dibujo que noto que Nox tenía.
—Esas son espinas planas y correosas...se extienden desde la espalda hasta el final de la cola.. —murmuraba sin parar de escribir—. Chimuelo no las tiene, ¿Aparecerán a cierta edad? ¿Para que servirían?...oh...todo es tan nuevo.
Anakya solo se limitó a acariciar a Nox, quien ronroneó ignorando al grandulón que no paraba de balbucear cosas.
Patapez estaba tan inverso en su investigación, hasta que una roca le dió en el casco asustándolo. Volteó a todos lados y se encontró con Hiccup oculto detrás de una rocas.
Haddock le dió una mirada sería, recordándole que siguiera el plan.
—Oh..si...si..hmp —tosió el rubio guardando sus cosas—. Y.. ¿Qué te pareció la isla hasta ahora? Hay muchos tipos de dragones interesantes, y es un buen lugar para estudiarlos.
Anakya lo miró y asintió pensativa.
—Si, es tan bueno como en Caldera Cay.
Hiccup bufó ante su respuesta, aún escondido.
—He estado estudiando al gran defensor desde que forme parte de los defensores del ala.
Y de nuevo los ojos de Patapez brillaron de emoción, busco entre sus tarjetas y sostuvo el del erupciodon, miró a Anakya con timidez. La pelirroja rió divertida y simplemente asintió.
Así el grandulón vikingo empezó a hacerle preguntas tras preguntas olvidándose de su misión, mientras ella respondía sin problemas.
Y un frustrado castaño observaba la primera fase de su plan.
Fracasar.
Anakya no sabía cómo terminó en esa situación.
—Y así fue como destrocé uno de los ojos de la muerte roja con mi gran mazo....
Escuchando una versión completamente distorsionada de Patán, sobre la batalla en el nido de la reina de los dragones, la muerte roja.
Suspiró por tercera vez observando a Nox, quien rodeó los ojos gruñendo.
Esa cabeza de carnero —según pensamientos de Anakya— seguía y seguía hablando sin parar.
Hiccup quería golpearse la cabeza contra una roca, nada estaba yendo como quería.
— ¿Dónde están esos tontos gemelos? —murmuró entre dientes revolviendo se el cabello.
Ambos eran la segunda fase de su plan, y ahora tenía a Patán Mocoso entreteniendo a Anakya.
El vikingo suspiró, al menos la estaba distrayendo mientras los Thorston aparecían.
—¿Alguien dijo Dios de las Travesuras? —escuchó detrás suyo la voz de Brutacio.
Volteó para regañarlos sobre su tardanza, pero sus palabras quedaron en su boca al ver las cosas que los gemelos habían traído.
—Por el amor de Thor, ¿Que son....? No importa... —Hiccup rodeó los ojos, perdería tiempo valioso preguntando, sabiendo que la respuesta sería absurda, negó con la cabeza y los dejó irse—. Solo vayan a hacer su parte.
Y así los dos rubios se miraron y entre risas maliciosas, partieron, Brutacio llevando la carreta repleta de cosas y Brutilda cargando al jabalí.
Mientras el castaño solo rogaba a los dioses que ningún jabalí vuelva a incendiarse.
De nuevo...
Para Anakya ese día estaba empezando a ser extraño..
La parte de pasar la mañana con Patapez y hablar de dragones fue lo más normal, pero el largo y aburrido parloteo de Patán —sobre algo que no recordaba por no prestar atención— no lo fue.
Y ahora estaba junto a los gemelos, con un jabalí en brazos...
La pelirroja observó al jabalí que se encontraba comiendo una yerba, al parecer sin importarle nada.
—Entonces... ¿Solo lo lanzó? —preguntó nuevamente, observando a los hermanos asentir entusiasmados.
—¡Lo más lejos que puedas! —dijo Brutilda con emoción.
Valdr volvió a suspirar y ya sin darle tantas vueltas, sujetó mejor al pobre jabalí. Y con una mirada de disculpa lo lanzó con la mayor fuerza que podía.
Así el jabalí "surco" el cielo, sin dejar de masticar la yerba en su osico.
Hasta que cayó en medio de los demás jabalíes en el pozo.
—¡Increíble, diez puntos! —festejaron los hermano chocando sus cascos.
Mientras Anakya solo podía mirarlos con confusión, aliviada de que el jabalí no resultase herido.
A pesar de los extraños juegos de los gemelos, Anakya admitió que fue entretenido sus locuras.
—¡Por Loki!.
Escuchó a los rubios festejar, luego de haber jugado una broma a Patán, quien se había lanzado a una cubeta de agua tras ser quemado en sus posaderas.
—¡Pero si no es día de Loki! —lo escuchó quejarse, más los gemelos no dejaron de reir.
—¡Siempre es un buen momento para celebrar al gran dios Loki! — expresó Brutacio con orgullo.
Anakya asintió estando de acuerdo, a pesar que su forma de servir al dios eran distintas.
Luego de haber dejado a Patán, los gemelos siguieron haciendo de las suyas mientras la pelirroja los seguía.
—¡Hoy a sido un gran día de Loki! ¿No hermano? —Brutilda observó a su gemelo mientras caminaban hacia su cabaña.
El nombrado iba a responder, pero notó a la distancia la presencia de alguien.
Hiccup se encontraba observando seriamente a los gemelos, quienes por supuesto habían olvidado el plan, siquiera antes de encontrarse con Anakya.
El rubio parpadeo pensativo, uso toda su sabiduría heredada de la familia Thorston para recordar.
—¡Ah!.
Su repentino grito sobresaltó a las chicas, quienes lo observaron curiosa.
—¡Nos olvidamos la misión que Hiccup!....
Brutacio no llegó a terminar la frase, pues había sido empujado por Chimuelo echándolo al pozo de jabalíes.
—¡Anakya! ¡Gemelos, que bueno encontrarlos! —dijo alto Hiccup llegando detrás de su dragón, mientras sonreía para fingir haber coincidido con ellos.
Y que en realidad no los estaba siguiendo desde hace rato.
Mientras Haddock se llevaba a una confusa Anakya. Solo quedó Brutilda allí, quien se asomó observando a su hermano.
—¡Diez puntos!...
Y lo declaraba como ganador, del juego de la fosa de jabalíes de ese día.
Era un nuevo día, un nuevo hermoso sol y cielo azul, perfecto para disfrutar de un relajante vuelo y vista...
Pero no, aún seguían con el plan..
La tercera etapa de la misión, Hiccup se encontraba oculto entre unos frondosos arbustos. Chimuelo había estado entretenido siguiendo a Nox, lo cual agradecía.
Suspiró esperando tener avances está vez, y se quedó a observar a las tres chicas que avanzaban hasta un claro de la isla. Aunque desde esa distancia no pudiera oír nada
Heather observó el lugar, siendo el adecuado para una pequeña seción de entrenamiento. Volteó a mirar a sus dos compañeras, Astrid se encontraba examinando su afilada hacha, mientras que, Anakya solo observaba un diario viejo que siempre llevaba consigo.
La pelinegra suspiró.
—Entonces Anakya —habló Heather iniciando una conversación para eliminar esa extraña tensión—. ¿Hace cuánto conoces a Hiccup?.
Y de paso alimentar su pequeña curiosidad acerca de la pelirroja, había notado la confianza y comodidad que el jinete de Chimuelo mostraba con ella, además del esfuerzo que estaba poniendo para lograr que Anakya se una a ellos como una jinete más.
La nombrada dejo de leer y levantó la mirada, Astrid igual había dejado su arma de lado para prestar atención.
—Bueno ... Desde que tengo memoria casi —murmuro suavemente Valdr, dejando escapar una sonrisa inconsciente al recordar su infancia y como se conocieron, al ver aún la duda en la mirada verdosa de la berserker, siguió hablando—. Conocí a Hiccup a los 6 años, fue mi primera visita a Berk junto a —se detuvo brevemente—. mi padre, ambos nos refugiamos juntos cuando los dragones atacaron en la noche —se acomodó algunos mechones rebeldes—. Nos hicimos cercanos desde entonces, cada vez que se me permitía iba a verlo, a pesar de que nuestros encuentros eran en meses...siempre aprovechamos para pasar el tiempo juntos.
Heather la escuchó con sorpresa, su suposición de que eran amigos desde hace años estaba en lo correcto. Pero nunca imaginó que casi se habían criado juntos en realidad.
—Debes de conocerlo muy bien —dijo observándola.
Anakya solo sonrió elevando brevemente sus hombros.
—En realidad, Hiccup ha cambiado mucho en estos años en que no estaba...
Eso pensaba ella, recordando al antiguo chico de cabello castaño, tímido, nervioso y débil. Que pasaba el tiempo entre libros y dibujos o en la herrería ayudando a Bocón.
Recordó las largas noches en que leían el libro de dragones a escondidas de sus padres. Para luego tener que dormir juntos para no tener pesadillas.
Hiccup había cambiado, el tímido niño ahora era el orgullo de su pueblo, domador de dragones y líder de los jinetes.
Le parecía irónico que los chicos que antes salían molestarlo, ahora lo respetaban y lo veían como a alguien a quien seguir.
—Hmp..
Anakya salió de sus pensamientos al oír un breve bufido de Astrid, tanto ella como Heather voltearon a verla.
—Es obvio que Hiccup ha cambiado —dijo la rubia, su lengua afilada quizás tanto como su hacha—. Quizás cambio demasiado, que ahora ya no lo conoces tanto como crees.
Heather tragó saliva ante lo dicho, observando a ambas vikingas, su mejor amiga había estado un tanto extraña desde la llegada de la nielsiana y aquello estaba empezando a preocuparla.
Lentamente avanzó hacia Astrid colocando una mano en su hombro.
Anakya en cambio observó el cielo pensativa, las palabras dichas por Hofferson quedaron en su mente.
—En realidad creo... —murmuró bajo.
Astrid y Heather dejaron de mirarse para voltearse a verla.
—Creo que aún lo sigo conociendo —dijo con una diminuta sonrisa.
Astrid apretó el mango de su hacha inconscientemente.
—¿Por qué lo dices? —habló primero Heather, antes de que su amiga dijera algo más.
La jinete de Nox las observó y luego sonrió con cierta pena, jugando con una de las dos trenzas que caían a cada lado de su rostro.
—Bueno Hiccup aún sigue haciendo ciertas cosas que hacía antes —dijo como si nada, pero al ver la confusión en sus miradas, decidió expresarse mejor—. Cuando está nervioso, suele desordenarse el cabello o incluso a hablar rápido y decir cosas sin sentido —sonrió al recordar haberlo notado cuando volvieron a reencontrarse y le había pedido viajar junto a él—. También sigue rodeando los ojos cuando algo lo exaspera.
Hizo una pausa, perdiéndose por un instante en sus recuerdos antes de continuar.
—O cuando está concentrado —Anakya sonrió de lado, pero esta vez había una dulzura casi imperceptible en su expresión—. Sigue mordiendo el interior de su mejilla, pero nunca termina por darse cuenta hasta que su mandíbula está marcada. Lo hacía de niño también, especialmente cuando intentaba construir algo que todos decían que no funcionaría.
Las nubes en el cielo parecían tan distantes, como esos momentos que ahora solo eran recuerdos. Que solo podían ser guardados.
Heather y Astrid la oían con tanta atención, sin poder interrumpirla
—Es extraño, ¿saben? Porque ahora parece como si finalmente entendiera que tiene un lugar aquí. Pero, de vez en cuando, hace esas pequeñas cosas, como morderse la mejilla o mirar el horizonte como si buscara algo que se le escapó… y entonces me doy cuenta de que sigue siendo él —sus mirada puestos en el verde de las hojas, en el color que compartía con ciertos ojos—. El mismo chico que, años atrás, me enseñó a ver el mundo de un modo en el que nadie más podía.
Su voz se apagó, y aunque no lo dijo, el brillo en sus ojos traicionaba que, en algún rincón de su corazón, esas pequeñas cosas eran lo que más atesoraba.
—Wow...
Heather solo pudo decir eso, observando con atención a la pelirroja, quien solo sonrió brevemente.
En cuanto Astrid, solo frunció el ceño y agarrando su hacha siguió avanzando.
—No perdamos más tiempo y entrenamos de una vez.
Mientras en su interior, las palabras d Anakya se repetían. Y no podía evitar preguntarse.
¿Alguna vez ella había notado esos detalles en Hiccup?.
El sonido metálico del hacha de Astrid cortando el aire en un golpe descendente resonó en el lugar, dirigido con precisión hacia la pelirroja. Anakya reaccionó al instante, moviéndose con rapidez para esquivarlo. Giró su cuerpo y deslizó los pies sobre la tierra, dejando que la hoja pasara a centímetros de ella antes de contraatacar con su daga en un movimiento calculado.
Su daga buscó la apertura, pero la rubia reaccionó a tiempo, bloqueando el ataque con el mango de su arma.
Ambas intercambiaron golpes, midiendo fuerzas. Anakya se movía con agilidad, su estilo era más fluido y evasivo que el de Astrid, quien en cambio usaba su resistencia y fuerza bruta para mantener la ventaja.
Los choques de acero resonaron en el aire.
Hasta que Astrid vio su oportunidad.
Con un golpe preciso, usó el extremo del mango de su hacha para impactar la muñeca de Anakya. La pelirroja soltó su daga, que salió disparada y cayó al suelo con un leve tintineo.
Astrid sonrió.
—Se acabó —dijo con altanería.
Pero algo no encajaba.
Anakya no reaccionó como alguien que acababa de perder su única arma.
Astrid frunció levemente el ceño. Y entonces lo vio.
En la otra mano de Anakya, aún había una daga.
Su confusión duró apenas un segundo, pero fue suficiente.
La daga de Anakya no era como cualquier otra. Su fabricación estaba pensada para algo más que simples cortes y estocadas. Su mango tenía un mecanismo especial, diseñado para dividirse en dos armas individuales con un movimiento preciso. Un sistema de placas hechas de un mineral conocido como magnetitas, mantenía ambas mitades unidas, pero con la presión exacta, podía separarlas en cualquier momento.
Por lo tanto la daga que había caído se trataba de una de las dagas dobles, que forman de daga individual.
Y la otra… seguía en su mano.
Aprovechando su distracción, Anakya se lanzó de inmediato.
No atacó de frente, sino que giró sobre sí misma con rapidez, su pie se deslizó sobre la tierra y con un rápido giro, barrió el equilibrio de la rubia.
Astrid cayó de espaldas contra la tierra con un golpe seco, levantando una pequeña nube de polvo a su alrededor. Antes de que pudiera reaccionar, sintió el frío del acero rozando su piel. La daga de Anakya estaba a solo un suspiro de su cuello, sujeta con firmeza por la pelirroja, quien respiraba con el pecho agitado tras el combate.
Pero la rubia no se quedó atrás. A pesar de haber caído, no había soltado su hacha, y el filo del arma permanecía suspendido en el aire, sujeta con ambas manos, con la curvatura de la hoja apuntando directamente al abdomen de Anakya.
Ambas permanecieron inmóviles, sus respiraciones irregulares rompiendo el silencio.
Finalmente, fue Astrid quien relajó los dedos, aflojando su agarre sobre el arma antes de bajarla con un resoplido. Sus músculos aún estaban tensos, pero su mirada ya no tenía la chispa desafiante del inicio del combate. Anakya, en respuesta, hizo lo mismo, alejando su daga de su cuello antes de incorporarse con lentitud, sin apartar los ojos de la rubia.
Astrid pasó una mano por su cabello, quitándose un mechón de la cara mientras se incorporaba.
—Interesante truco —comentó, con un tono que no dejaba en claro si era un cumplido o un simple reconocimiento del hecho.
Anakya giró su daga en la mano con un movimiento ágil, antes de recoger la otra daga y deslizar ambas mitades nuevamente en una sola pieza con un chasquido sutil.
—Siempre es bueno tener una sorpresa bajo la manga —respondió con calma, sin alardear, pero con la seguridad de quien conoce el valor de su habilidad.
Astrid la observó en silencio durante un momento, su expresión ilegible. Luego, se dio la vuelta y comenzó a alejarse, guardando su hacha con un movimiento automático.
Desde la distancia, Heather exhaló lentamente, como si hubiese estado conteniendo el aliento todo el tiempo. Sus ojos viajaron entre ambas vikingas, percibiendo que, aunque el combate haya terminado.
La tensión entre ambas aún permanecía en el aire.
Hiccup se encontraba sentado, sus ojos puestos en el cielo que se estaba pigmentado lentamente por las gotas del atardecer.
Sus hombros se encontraban levemente caídos, señal de que su estado de animo no era del todo bueno.
El castaño suspiro, su mano pasando por su cabello quizás por tercera vez. Su plan iba de todo menos bien.
En todas las etapas Anakya no había mostrado ninguna señal o interés en quedarse.
Volvió a suspirar y sus ojos de tono bosque se perdieron en el cielo.
—¿Volveré a perder a mi cielo?.
Fue la pregunta que llegó a su mente, mientras volvía a desordenarse el cabello y chasqueaba la lengua.
—Aquí estás...
Hasta que una suave voz lo sobresaltó.
Hiccup volteó y nuevamente azul y verde se encontraron.
Anakya se sentó a su lado y observó el cielo de igual forma.
Con calidez y serenidad.
—¿Qué sucede? —preguntó Anakya con suavidad, sin apartar la mirada del horizonte.
Hiccup desvió la vista por un momento, sus dedos jugueteando distraídamente con una brizna de hierba. No podía decirle la verdad, no aún. Su plan para convencerla de quedarse con los jinetes era algo que debía lograrse sin que ella lo supiera.
—Nada —respondió con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos.
Pero Anakya no era tonta.
La pelirroja ladeó el rostro, observándolo con intensidad. El sol descendía lentamente, tiñendo el cielo con un degradado de naranjas y lilas, reflejándose en su cabello como fuego atrapado en la brisa.
El silencio se extendió entre ellos, pero no era incómodo. Solo el sonido del viento y el lejano rugido de los dragones llenaban el espacio.
—¿No confías en tu cielo? —la voz de Anakya rompió el silencio.
Hiccup parpadeó, girando el rostro hacia ella.
Por un momento, creyó haber viajado en el tiempo. Esa misma frase, dichas por la misma voz, cuando apenas eran niños.
Sonrió, casi sin darse cuenta.
—Hace mucho que no escuchaba eso —murmuró, con una pizca de nostalgia en la voz.
Anakya no respondió, pero la forma en que sus labios se curvaron le confirmó que ella tampoco había olvidado.
El viento sopló con más fuerza, llevando consigo los últimos vestigios del sol poniente. Las nubes, antes incendiadas en tonos cálidos, se teñían de azul profundo, salpicadas por los primeros destellos de las estrellas.
Hiccup contempló el cielo. Aquel mismo cielo había sido testigo de tantas cosas… su primer vuelo con Chimuelo, el día en que Berk aceptó a los dragones.
Volvió la vista hacia los establos, donde las siluetas de los dragones se recortaban contra la luz tenue. Chimuelo se encontraba cerca, removiendo la tierra con la cola mientras intentaba llamar la atención de Nox, que, a diferencia de él, parecía completamente sereno.
Hiccup ladeó la cabeza con diversión.
Ver a dos furias juntos era algo que nunca creyó posible.
—¿Quién lo diría? —murmuró.
Anakya lo miró con curiosidad, siguiendo su línea de visión.
—¿A qué te refieres?.
—A ellos —señaló con un gesto a los dos dragones—. Durante años, pensé que Chimuelo era el último en su especie. Y ahora aquí estoy, observando a dos furias nocturnas —suspiró fascinado—. Siempre fue una de mis metas encontrar a la familia de Chimuelo, a más como él.. Y ahora.. se cumplió.
Anakya también los observó comprendiendo como Hiccup se sentía, años creyendo que los furia nocturna estaban casi extintos, y ahora frente a ellos se encontraban dos de dicha especie conviviendo.
Chimuelo saltaba con entusiasmo al rededor de Nox, pasando bajo las alas del más grande. El furia con mayor edad solo bufaba y le daba un leve golpecito en la cabeza con la cola en señal de regaño amistoso. No había hostilidad en sus ojos.
Anakya sonrió divertida y cautivada.
—Lo que una vez creímos imposible, a veces solo espera el momento adecuado para hacerse realidad. —murmuró la pelirroja.
Hiccup la observó de reojo.
Su cielo siempre había sabido qué decir.
Sonrió de lado.
—Ven —dijo de repente, poniéndose de pie y extendiéndole una mano.
Anakya observó la mano extendida de Hiccup, luego sus ojos.
Verde.
Sus ojos eran el verde del bosque en primavera, vibrante y lleno de vida, pero también el de los pinos perennes que desafían el invierno. Recordaban a las llanuras bajo el sol, vastas y sin límites, y al musgo silencioso que cubre la piedra con paciencia eterna. Era su bosque, su tierra firme, el lugar al que siempre podría volver.
—¿A dónde? —preguntó sin poder apartar sus ojos de los suyos.
Hiccup no apartó la mirada. En cambio, su sonrisa se amplió apenas, con ese gesto cálido que hacía danzar pequeñas sombras en su rostro. Sus pecas, dispersas como estrellas en una constelación propia, parecieron encenderse bajo la luz tenue del crepúsculo. Y sí, ahí estaban: diminutos hoyuelos que apenas se marcaban en sus mejillas.
—A ver el cielo de la mejor manera posible —respondió con una chispa de emoción en sus ojos—. A volar.
Anakya sintió la brisa golpear su rostro, los mechones pelirrojos de su cabellera bailando a su compas y de los movimientos ágiles que hacía Nox al volar.
Hiccup y Chimuelo volaban a su lado, con la misma delicadeza y destreza, sus miradas se encontraban en varias ocasiones, y fantasmas de sonrisas pintaban sus labios.
Anakya e Hiccup intercambiaron una mirada rápida antes de que Nox se inclinara hacia la izquierda y Chimuelo lo siguiera al instante. Los dragones ascendieron en un mismo impulso, sus alas batiendo al unísono mientras ganaban altura. Un instante después, comenzaron a girar entre sí, trazando espirales perfectas en el cielo nocturno. Se cruzaban, se rozaban y volvían a separarse en una danza aérea, sus sombras entrelazándose bajo la luz de la luna. Anakya rió, sintiendo la emoción del vuelo como un latido en su pecho, y miró de reojo a Hiccup, quien sonreía con la misma emoción.
Entonces, con una mirada traviesa, la nielsiana inclinó el cuerpo, y Nox entendió la señal. De un giro ágil, el dragón se elevó justo sobre Hiccup y Chimuelo. La pelirroja aprovechó la inercia y dejó que la gravedad hiciera lo suyo, quedando momentáneamente suspendida boca abajo, justo sobre él.
Sus ojos azules encontraron los verdes de Hiccup, reflejando el mismo brillo de la luna en lo alto.
El verde de su mirada reflejaba el mundo mismo: los bosques infinitos, las praderas ondeando con el viento, la vida latiendo con cada respiro.
Y el azul del suyo reflejaba la inmensidad del cielo y la profundidad del océano, un vasto horizonte donde las tormentas danzaban con la calma, donde la libertad se extendía sin límites.
Él apenas tuvo tiempo de sonreír antes de sentir los dedos de Anakya revólver su cabello.
—¡Oye! —protestó entre risas, intentando alejar su mano, pero ella ya había regresado a su posición normal entre risas.
Nox volvió a colocarse al costado de Chimuelo, ambos gruñendo bajo.
—Te ves mejor así.
Hiccup fingió un gesto de ofensa, intentando acomodarse el cabello sin mucho éxito.
—¿Sabes cuánto tiempo me tomó que se quedara en su lugar? —hizo un puchero aún sin poder ocultar el brillo de diversión en sus ojos.
—No mucho, por lo que veo —respondió ella, divertida.
Pero aquello solo marcó el inicio del siguiente juego. Con una leve inclinación por parte de su jinete, Nox de repente viró en picada, alejándose velozmente. Chimuelo se tensó al instante, listo para perseguirlo.
Anakya miró hacia atrás y le sacó la lengua antes de que Nox diera un giro cerrado, perdiéndose entre las nubes.
—Ah, no, esta vez no te saldrás con la tuya —murmuró Hiccup.
En ese instante, concentrado en el sutil mecanismo de la cola, el vikingo dejó que su prótesis hiciera su trabajo. Al presionar suavemente, los engranajes internos se activaron, ajustando el ángulo de la aleta, Chimuelo respondió en un gruñido de emoción a la señal, lanzándose en persecución al otro dragón, mientras la cola ajustaba su estabilidad y velocidad con cada movimiento, siguiendo el vuelo de furia nocturna de mayor edad.
El viento silbaba a su alrededor mientras ambos dragones jugaban al escondite entre las nubes, persiguiéndose.
Entre risas y gritos, los jinetes surcaban el cielo, esquivando picos de rocas sumidas en un profundo sueño en el mar,
—¡Eso es todo lo que tienes! —gritó la vikinga entre viento y adrenalina, las enormes y poderosas alas de su furia nocturna batiéndose con fuerza, realizando giros cerrados que hasta a Chimuelo se le dificultaba realizar.
—¡¿Eso es un reto?! —exclamó Hiccup con una sonrisa desafiante, con un cambio realizada por su prótesis, la cola de su dragón cambió de ángulo permitiéndole ganar más velocidad.
La persecución continuó por los acantilados, cruzando entre arcos de piedra y grietas estrechas, jugando con la velocidad y la precisión.
Entonces, sin previo aviso, Nox se levantó de golpe y se desvaneció en las nubes.
Hiccup frenó un poco, buscando con la mirada.
—¿Dónde…? —murmuro observando a todos lados.
Un destello oscuro cruzó sobre ellos.
Haddock apenas tuvo tiempo de alzar la vista cuando, de repente, sintió un peso caer detrás de él.
—¡Por Thor! —exclamó al notar que Anakya había saltado desde Nox, aterrizando justo detrás de él.
Chimuelo se sacudió ligeramente, sorprendido, mientras su jinete lo calmaba y estabilizaba. Antes de dar media vuelta su torso.
—¡Quieres matarme de un infarto! —exclamó a su cielo, sentada detrás suyo. Quién solo rió en respuesta, ocasionando que el castaño soltara un suspiro rindiéndose.
Chimuelo voló con calma, plateando entre las dormidas nubes y bajo los energéticos luceros que ya habían salido a hacerle compañía a la noche y a su amada luna. Nox iba cerca suyo, siguiendo fiel a su jinete.
Azul y verde se perdían en la hermosa vista frente a ellos. Volaron juntos, dejando que la calma los envolviera. La noche extendía su manto sobre ellos, y la luna brillaba como un faro en el cielo infinito.
—¿Siempre eres así de impredecible? —preguntó Hiccup, aún con una sonrisa en los labios.
Anakya —quien había dejado reposar su mentón en el hombro del vikingo para observar el paisaje— sonrió.
—Depende de quién sea el causante —respondió ella, inclinando la cabeza hacia un lado para verle parte del rostro—. ¿Te molesta?
Él negó con la cabeza, también volteando a verla. Y dejando que nuevamente cielo y tierra volvieran a encontrarse.
—No... —murmuro bajo sin apartar la mirada—. No me molesta para nada, mi lady.
Ella sonrió quizás con el mismo brillo de los tenues luceros.
Mientras el guerrero de la noche y su dulce doncella de la luna.
—Me alegra oírlo, mi vikingo...
Eran testigo de aquel momento...
—¡Por Thor! ¡Y ese giro cerrado que hiciste para evitar chocar contra los picos fue una locura, y más a esa velocidad!
La tenue luz de la luna alumbraba la orilla del dragon con una luz etérea.
—¡Y tú control sobre la cola de Chimuelo, por Loki, no tiene comparación!.
Ambos adolescentes se encontraron caminando entre risas y charla, la adrenalina del reciente vuelo aún burbujeando en su sangre. Nada se comparaba con estar en el cielo.
Llegaron a la cabaña central de la Orilla del Dragon, seguidos de ambos furias nocturnas.
—Debes enseñarme a hacer eso —dijo Anakya al ingresar seguida de Hiccup, quien sonrió al notar su interés en el mecanismo de la cola de su dragón.
Él fue directo a encender la fogata para mantener el calor del ambiente.
—Si quieres puedo enseñarte a volar en Chimuelo —murmuró, volteando a verla, aquella idea de pasar más tiempo juntos le produjo una extraña emoción en tu interior.
Pero su sonrisa se vió opacada al ver a su amiga con la atención en algo sobre la mesa.
—Ay dioses.... —pensó temiendo lo peor, con lentos pasos se acercó a ella y sus sospechas fueron ciertas.
—Misión nuevo jinete... —la escucho leer el titulo escrito en aquel pergamino.
Y en ese momento Hiccup supo que fue descubierto.
—Puedo explicarlo —murmuró rápidamente, alzando las manos en un gesto instintivo de defensa.
Pero, ¿cómo? ¿Cómo explicar algo que ni siquiera él mismo podía poner en palabras sin enredarse?
—Yo... bueno, verás... No es lo que parece... o sí, pero no del todo... —comenzó, soltando una risa nerviosa mientras se pasaba la mano por el cabello, desordenándolo más de lo habitual—. Es decir, técnicamente sí es un plan, pero no un plan plan... no uno de esos planes de los que uno planea con malicia, sino más bien un plan con... con buenas intenciones...
Mientras parloteaba, Hiccup caminaba de un lado a otro junto al fuego. Los dragones acostados en una esquina ronroneaban siguiendo con mirada curiosa su andar.
Anakya arqueó una ceja, aún con el pergamino en sus manos y su mirada en el nervioso castaño que no paraba de hablar incoherencias.
—Sigo sin entender nada —murmuró un poco perdida.
—¡Yo tampoco! —exclamó el vikingo, antes de soltar un suspiro y pasarse la mano por la cara, tratando de calmarse—. Mira... la verdad es que...
Se mordió el labio, sintiendo su corazón latir con más fuerza.
—Tenía miedo —admitió finalmente, su voz más baja, más sincera—. Miedo de que te fueras otra vez... de que esta vez sí pudiera ser definitivo. De que volviera a pasar lo mismo y no supiera si volvería a verte...
Guardó silencio, bajando la mirada por un momento. Sabía que su temor podía parecer infantil o irracional, pero era real.
Anakya lo observó con atención antes de suspirar.
—Hiccup... aunque no fuera una jinete de Berk —murmuró dejando el pergamino en la mesa y avanzando hacia él—. Sabes que podrías verme cada vez que fueras a la isla de los Protectores del Ala.
Él asintió levemente, por supuesto que lo sabía. Lo tuvo en cuenta desde el principio pero...
No quería volver a perder a su cielo....
—Lo sé... pero no sería lo mismo.
Su voz bajó un poco en la última frase, y cuando levantó la mirada, sus ojos verdes reflejaban cierto brillo.
—Me gustaria que...estuvieras aquí —dijo con suavidad—. Junto a mí.
Las palabras flotaron en el aire entre ambos, cargadas de un sentimiento genuino.
Anakya lo miró en silencio, y por un momento, solo el crepitar del fuego llenó la habitación.
—¡Hiccup, estabas aquí!
Hasta que el ruido de voces rompió el silencio y los hizo desviar la mirada y alejarse un poco, sin haber notado cuanto se habían acercado uno al otro.
—¡Volveremos a intentarlo, aún no es muy temprano para dejar el plan, Anakya sigue aquí, podemos intentar nuevas cosas para convencerla de quedarse! — se escuchó a Patapez hablar, mientras ingresaba casi corriendo seguido de los demás jinetes.
—¡Podemos hacer ofrendas más grandiosas al dios Loki! —exclamó con emoción Brutilda, mientras su gemelo le daba la razón.
—¡Podemos mejorar, está vez rostizaremos mejor a Patan!— dijo Brutaco, chocando los cinco con su hermana—. Estoy seguro que a Anakya le encantaría..
El nombrado los miro ofendidos, mientras se cruzaba de brazos.
—¡Oye, para su información mi mamá siempre decía que tenía un dulzor único! —dijo orgulloso de ello, aunque no se entendiera la razon—. Y mi mejor punto sería medio cosido...
—Amm chicos... —los interrumpió Hiccup, confuso ante todo lo que decían.
Así por fin sus amigos prestaron atención, bueno al menos Patapez fue quien notó la presencia de la pelirroja. Pues Heather y Astrid ya la había visto al entrar.
—Oh... A...Anakya..estás...aquí..
Patapez tartamudeó, sus manos temblorosas jugando entre si y su rostro rojo que a la pelinegra le pareció tierno.
El grandulón iba a hablar seguro para dar un pésima escusa. Por lo que Hiccup suspirando lo interrumpió.
—Ella ya lo sabe.. —murmuró, callando al rubio antes de que siquiera hablará.
De nuevo el lugar se sumió en un silencio, que Astrid eliminó, ya harta de tantos giros y suspenso.
—¿Y bien? —se cruzó de brazos—. ¿Va a quedarse o no?.
Hizo la pregunta de la que todos querían saber la respuesta.
Hiccup volvió a suspirar está vez sin saber que responder, pues Anakya no le había dado una respuesta hasta ahora.
—Veran...ella... —susurró, agachando la mirada.
Cuando iba a hablar, una mano se poso en su hombro con suavidad.
El volteó y volvió a encontrarse, con aquel cielo claro y despejado en la mirada de su amiga.
Anakya lo miró y una lenta sonrisa reconfortante se formó en sus labios, antes de cambiar su atención a los demás.
—Esta tarde antes del anochecer, Hiccup me comentó acerca de sus intenciones y sobre el plan que había creado —dijo sin dejar de sonreír.
El nombrado abrió los ojos con sorpresa y confusión, cuando está a punto de decir algo la pelirroja lo hizo primero.
—Me sorprendió tanto la sinceridad de todos al querer que forme parte de su equipo, como una jinete más —sus palabras expresaban gratitud y sinceridad—. Que no había forma de que pudiera negarme..
Luego de su confesión, de nuevo se creó un silencio breve, donde solo se escuchó el leve chillido de emoción por parte de Patapez.
—Eso quiere decir que tú... —habló esta vez Hiccup, observando con cierta chispa de ilusión en los ojos.
Anakya sonrió y asintió con suavidad.
—Voy a quedarme...
Y apresar que aquello pareció ser una respuesta dada para todos los presentes.
Los ojos de cielo de la pelirroja estaban posados en los ojos de bosque del castaño.
Cómo si aquella afirmación, hubiera sido más bien.
Una contestación a su petición...
De quedarse a su lado...
—!!..
Nuevamente un estruendo fue la causa de la desconexión de sus miradas ..
Y de también quizás, sus tímidos corazones...
—¡Dijo que si! —festejó Parapez, con entusiasmo.
Los gemelos no tardaron en sumarse, y rápidamente casi todos se habían lanzado sobre la Valdr, en un abrazo asfixiante. Hasta Astrid se unió a la fuerza, por el descuido del grandulón, quien la acercó con uno de sus formidos brazos al abrazó de grupo.
El único sin sumarse fue Hiccup, quien aún estaba absorto en las palabras que había escuchado.
Sus ojos verdosos centrados, viendo a aquella pelirroja reír con energia, ante el lloriqueo de Patapez.
Un suspiro silencioso escapó de sus labios sin darse cuenta, y su corazón pareció saltarse un latido ante aquella vista.
Se quedó allí observando, hasta que el azul de su cielo por fin se enfocó en él. Y esa luminosa sonrisa le fue dedicada.
Hiccup sonrió igual y sus labios se movieron en una frase silenciosa.
—Bienvenida de vuelta, mi lady...
Viendo a Anakya sonreí y mover de igual forma sus labios y responder.
—Gracias, mi vikingo...
Mientras que, en su mente se decía a sí mismo, que por fin. Su querido cielo, estaba de vuelta... completamente.
Todo gracias...a la...
Misión Furia ...
Pues si, el testarudo vikingo había vuelto a cambiar el nombre de su misión.
Quen había sido exitosa
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