ˢⁱˣ


Todo estaba relativamente en calma, un receso como cualquier otro en el edificio mejor conocido como la cafetería de nuestra amada escuela.

Optamos por ir a comprar algo de comida (o al menos por parte de mi acompañante) y después pasaríamos un rato merodeando por los pasillos antes de una próxima clase.

Sí, algo demasiado cotidiano en cualquier alumno. No se podía hacer nada más para salir del aburrimiento que nos embargaba poco a poco en otro día cualquiera.

—¿A quién le gusta el sándwich de huevo?—me pregunto Sana con una clara muestra de desagrado.

Yo simplemente protegí mi desayuno de ese monstruo sin corazón que últimamente era mi mejor amiga.

Parecía que todo últimamente la irritaba en demasía y apesar de lo que había pasado anteriormente con Yoongi, parecía que era hora de que quién llevará la rienda en cuanto a la toma de decisiones en situaciones difíciles, fuera yo. Debía mantener la calma si no quería crear un espectáculo para nada digno de fundamentos; mil veces preferiría meter la cabeza en una madriguera y Sana no parecía muy de acuerdo conmigo.

La ignore y continúe con mi labor de seguir comiendo aquel apetitoso sándwich. Mamá no solía prepararme algo por la mañana para que desayunara en el instituto y no habia que desaprovechar la oportunidad que se me daba cada cien millones de años de ser mimada por ella al menos un poquito.

Desventajas de tener una madre muy ocupada con su despacho de abogados.

Como sea, ella se sumió en un silencio para nada habitual en su persona (pues era una persona tan enérgica e inquieta que no se quedaba sentada en ningún lugar) y me pareció tan extraño como el no ver por ninguna parte a Hoseok durante la jornada escolar. Aquellos chicos tan singulares parecían estar unidos por algún imán o una goma de mascar lo suficientemente fuerte para que estuvieran juntos en casi cualquier lado.

—¿Y Hoseok?

—Umm, no ha podido venir—comenzó a patear una pequeña piedra que se encontraba en su campo de visión y sonrió nerviosa, bajo sus pestañas un repentino brillo tétrico adornando sus bonitos ojos— La noche que no encontraste a Yoongi, él y yo tuvimos una discusión. Desde entonces no hemos hablado y estoy demasiado preocupada, no quiero que termine como, ya sabes, como Tae.

Para comenzar, claro que había mentido de la manera más vil y ser deshonesta con ella era algo que tenía que aplicar con frecuencia cuando me quedaba sin excusas para no preocuparla. Comenzaba a vagar en mi mente una brillante idea que no quería concretar, esperaba estar equivocada y no atinar con certeza en el blanco por esta vez.

Por favor.

—Oh, ya veo.

Fue lo único que me atreví a mencionarle y el tema quedó renegado por un rato de nuestras mentes, o al menos, hasta que el diablo en persona decidió aparecer para hacernos frente.

Jeon Jungkook y Jung Hoseok eran los mejores amigos desde su época de oro y la infancia sólo fue una etapa que se encargó de dejarles con una muda promesa en mano que nunca podría romperse. Podría decirse que fue una especie de pacto y mi ahora hermanastro oficialmente no se quedaría sin hacer nada al respecto.

—Sere breve y no andaré con rodeos— nos embargo con aquella muestra de verdadero enojo que tanto le pondría los pelos de punta a cualquiera.

Nadie se metía con su alma gemela sin salir ileso de aquello.

Nosotras dos sólo lo miramos en silencio esperando a que hablara.

—¿Alguna de ustedes sabe si algo le ha pasado a Hobi?—aquel apodo de la infancia saliendo de sus labios con un tinte de preocupación más que clara.

—¿No atiende tus llamadas ni mensajes?

Asintió.

—B-Bueno, está más claro que el agua que no hemos sabido nada de él, ¿cierto?—me miró inquisitiva la rubia y susurré un breve «sí» de acuerdo con lo que decía.—Le he contado sobre la pelea que tuvimos aquel día del partido y estamos en la misma situación.

El chico se jaló algunos de sus cabellos brevemente rizados por mi persona antes de salir de nuestra nueva casa y pequeñas lágrimas brotaron de sus bonitos ojos. Si mirabas un poco más, podrías encontrar ahí al chico asustado y perdido que tenía tanto miedo de que las cosas malas nunca dejarán de suceder.

Un nudo en la garganta me impidió hablar y darle un poquito de consuelo.

Sabíamos de sobra que por estúpido que sonara, en el instituto Yoongi era una especie de deidad o algún Dios al que venerar. El sistema funcionaba de dos formas: el plantel en el que estudiábamos era una especie de campo de batalla político. Quién no fuera poseedor de poder (claramente algún padre o familiar importante) o tuviera algún contacto, no podría ser salvado de las garras de la crueldad de cada estudiante que se atreviera a pisar el mismo que tú.

Así de fácil.

Por ello mientras fuéramos mejores amigos de Yoongi todo estaría bien, pero una vez que aquella especie de tratado que parecía de todo menos una amistad sincera para todos, no tendrías salida y terminarias siendo repudiado por todos. Ese era el principal motivo por el que las personas sin cerebro molestaban tanto a Taehyung.

Era una cuestión similar a una especie de país con personas con el poder más corruptas y podridas que pudieras encontrar; por fuera pareciendo una patria soberana, pero demostrando a sus habitantes la cruel y oscura realidad.

—Debemos ir a su casa después de clases, él no puede-

—¿Qué sucede con el chico?

Esa tercera voz nos hizo dar un fuerte respingo de miedo. Era Yoongi.

Se encontraba posado en una de las columnas del edificio, posiblemente llevando un buen rato ahí, mientras nos escuchaba discutir desesperados por nuestro otro amigo.

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