ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

Entonces, ¿qué hará ahora Gran Rey? —preguntó con un toque de diversión, mientras suaves caricias en aquellos desordenados mechones color chocolate, los cuales le gustaban mucho.

El setter contagiado de aquella sonrisa, la imitó, mientras sus parpados antes cerrados  en señal de disfrutas de aquellos mimos en su pelo. Se abrían dejando que sus ojos caoba se encontrasen con aquellos orbes zafiros como el cielo de la joven

Pues... —murmuró pensativo, mientras seguía destacando su cabeza en las piernas de la pelinegra—. Planeo llevarme a la Princesa —respondió con seguridad y diversión.

Aquello hizo reír a la joven mientras aquella melodia se volvía un deleite para los oídos del castaño.

Llevártela contigo, ¿en serio Tōru? —dijo Haru, divertida por las acurrencias del setter.

—¡Por supuesto que si Haru-chan! —habló con rapidez Oikawa, mientras se levantaba quedando sentado al lado de la pelinegra, y acercaba una de sus manos a su mejilla para darles unas suaves caricias—. Pues no importa donde vaya.

Aquello fue un susurró, que la fresca briza se llevó, mientras la distancia entre ellos se acortaba, y sus manos se pasaban de su mejilla a perderse entre aquellos mechones cual noche sin luna y sus ojos caoba en aquellos dos pozos oceánicos llenos de agua cristalinas que la joven tenía como ojos.

Mientras su narices se rozaban con timidez y sus respiraciones empezaban a mezclarse.

Con lentitud como si el tiempo no importase.

Un gran Rey debe tener siempre a su gran Princesa junto a él —murmuró, con el deseo de por fin terminar con aquella distancia que los separaba de aquello que anhelaban hace mucho tiempo.

Y por fin sediento a sus deseos, decidiendo eliminar aquellos milímetros que le dejaban disfrutar de la cercanía entre ellos.

¡Que asco me dan!...

Pero el momento fue perfectamente interrumpido por la estrella y mejor amigo del castaño, con las cejas fruncido y las mejillas rosadas de vergüenza. Logrando así eliminar todo ambiente romántico, que el setter con esfuerzo había conseguido crear.

Dejando a Oikawa sin su tan anhelado beso, y a la joven Kageyama volteando la mirada con timidez.

¡Iwa-chan! ¿Por qué? —se quejó Tōru, lamentándose como si hubiese perdido la única oportunidad de su vida.

Mientras que junto al ahora desdichado gran Rey...

Su Princesa seguía a su lado, tal y como él había dicho...

Y lo estaría sin importar que fuera...

Hasta el otro lado del mundo...

PRÓXIMAMENTE

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