𝓟𝓮𝓽𝓪𝓵𝓸𝓼

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– ¿Azucena? ¡Oh sí! Ella ya se fué - acomodando unos papeles, Shinobu recordó - Tenía un pequeño resfriado pero se negó a quedarse más tiempo... ¿Ella es la chica que te ha estado perturbando?

– Bueno... Yo no lo diría así... Pero si, es ella - mirando fijamente hacía suelo, Muichiro murmuró - ¿Hace cuánto que se marchó?

– El mismo día que ustedes la dejaron a cuidado de Aoi... - inclinando su rostro para poder verlo a los ojos, respondió - ¿Sucedió algo más de lo que no me he enterado?

–... ¿No la has visto? - cuestionó de vuelta - Ya va más de una semana que fue eso...

– Me temo que no.... - cambiando su semblante tranquilo, dejó notar su preocupación - Desde esa vez tampoco ha vuelto a estar en el jardín... Es una pequeña encantadora, me inquieta lo casi nulo que se cuida.

– ¿A qué te refieres?

La mirada que le dió su compañera solo lo angustió más.

– Aoi me comentó de unas... - sus rosados labios formaron una mueca - Unas marcas que abarcaban casi que la totalidad de su cuerpo a excepción de sus pies y parte del rostro... Como no pude verla por mi misma desconozco la causa y Aoi tampoco sabía darles explicación...

– ¿No le preguntó? - cada vez más ansioso, volvió a cuestionar - Ah... Aunque probablemente tampoco hubiera respondido...

–... ¿Qué fué lo que pasó, Muichiro?

El pilar más joven comenzó a llorar, la de cabellos en puntas moradas no se esperaba aquello.
Invitandolo a sentarse a su lado, lo esperó en silencio.

– C-creo... - se sentó en dónde ella le indicó - Creo que me odia... Hice algo malo... Shinobu, yo no quería... No sé que me pasó... Le había prometido a Tanjiro que no la volvería a lastimar y fallé....

Acariciando su espalda, la enfermera del lugar trató consolarlo.

– ¿Volviste a golpearla? - suavemente indagó -

– ¡N-no! - rápidamente negó, llorando más que antes - P-pero... Apreté mucho su muñeca... Y luego sin querer dañe su ropa...

– ¿La muñeca? ¿Por qué la muñeca?

– Iba a volver a escapar sin decir nada y estaba a punto de llover... Yo solo quería ayudar... - frotando sus ojos, su voz se partía más y más - P-pero ella se negaba a cooperar...

Shinobu iba a responder, sin embargo, al notar una tercera presencia en el consultorio, ella lentamente se levantó de la silla abandonando el lugar de manera silenciosa.

Dejándolos solos.

– Y-y... ¿Y si ya no vuelve?... Se nota que le gustan mucho las flores... T-tiene todo el derecho de odiarme...

— Yo no te odio, Muichiro.

Jadeando de sorpresa, él nombrado levanto la mirada conectando con la suya.

– A-azu? Perdón- Azucena... ¿En verdad eres tú?

Su corazón se apachurro al notar que todavía tenía sus ojitos mentolados aguados.

— Puedes llamarme Azu... Solo si me dejas llamarte Mui - sentándose en la silla que dejó Shinobu, le sonrió suavemente - ¿Qué te parece?

–... Está bien... - limpiando su rostro, él le sonrió de vuelta aún apenado por sus acciones - ¿Qué estás haciendo aquí?

Al parecer estaba destinado a repetir esa pregunta cada vez que la viera.

— Quería agradecerle a Aoi por haberme cuidado... Tuve que irme antes de tiempo y se que estaba preocupada - suspiró profundamente antes de dedicarle una mirada arrepentida - Escucha Mui... No tienes que sentirte mal por mi culpa... Fuí yo la que te llevo hasta el límite... Lo siento mucho.

Rápidamente él negó con su cabeza, tomando la misma mano donde le había apretado la muñeca, comenzó a acariciar la misma con sumo cuidado y lentitud.

– No... Estuvo mal usar la fuerza, eres una dama - sin notarlo, le arrancó un suave sonrojo - Hay que tratarte como tal y he fallado terriblemente en ello... Por favor perdóname.

— No te lo he hecho precisamente fácil tampoco... - avergonzada, murmuró desviando la mirada - Te dije cosas feas... No te puedo culpar por querer lastimarme...

– Ese no es el punto... Azu - inspeccionó su mano, notando que apesar de tener esas condenadas marcas, estaba bien dentro de lo que cabe - ¿Entiendes que a pesar de todo lo que me dijiste y que obviamente me dolió... Estuvo mal mi reacción? No es correcto que alguien ajeno a tu vida llegué y te maltrate... Está mal...

— Ah... - colorada, no pudo apartar su mano de sus tiernos dedos - ¿En serio?

Muichiro la miró con inquietud remarcada en sus facciones.

– Si, en serio - acariciando suavemente sus nudillos, reafirmó - ¿Por qué lo dudas? ¿En serio crees que estuvo bien?

— Es que te veías muy molesto... - encojió sus hombros, restándole importancia - ¿No es una respuesta natural..? La agresividad me refiero....

– No - frustrado, él pilar musitó - Lo natural es enojarse, lo que se debe hacer es calmarse... No desquitarse... Al menos no con otras personas.

— Si tú lo dices... - su voz volvió a apagarse -

Su respuesta no lo dejaba tranquilo, aún así, optó por cambiar de tema.

– ¿Quisieras dar una vuelta conmigo? Podríamos ver las flores... Y tal vez algunas mariposas... Solo si quieres...

Por alguna razón se sintió extraño al preguntarle eso.

— Suena bien... Además, creo que la señorita Shinobu necesita su consultorio libre - riendo, ella volvió a hablar de manera suave y tranquila -

– De acuerdo - se levantó de la silla sin soltar la mano contraria -

— Eh... Mui...?

– ¿Si? - ayudandola a levantarse, cuestionó - ¿Qué sucede?

— No... Nada - murmuró avergonzada -

Asintiendo no muy convencido, salieron de la finca con sus manos entrelazadas de manera suave y gentil.
Azucena parecía muy nerviosa con su tacto mientras que Muichiro simplemente sentía que no debía soltarla.

Llegando al jardín, ambos se sentaron en el pasto notando que el sol se estaba comenzando a esconder.
No habían mariposas alrededor, aún así, la enorme variedad de plantas y flores adornaban el lugar.

— Los girasoles están cada día más hermosos - comentó dulcemente, mientras observaba a las aludidas con un fuerte brillo en sus ojos -

– ¿Son tus flores favoritas? - intrigado, cuestionó observandolas también -

— Si... Me recuerdan al sol, brillantes y alegres - admitió con dicha - Pero todas las flores son hermosas... Bellísimas... Puras - susurró antes de agachar su rostro para poder oler una de las más cercanas - ¿No es verdad, pequeña? Eres tan divina... Tan llena de vida...

Él de puntas mentoladas se quedó en silencio, jamás había visto a alguien hablarle de manera tan cariñosa a una flor... En general nunca había visto a alguien hablarle a una planta.
Estaba muy asombrado e intrigado.

– Es muy tierno que les hables pero... ¿Por qué lo haces? - no quería sonar grosero, solo quería saber -

— Cuando era más pequeña... Escuche a alguien decir que las flores a pesar de no comunicarse ni moverse como nosotros, sienten y entienden como todo ser vivo - cerrando sus ojos, dejo que unos cuantos pétalos acariciaran su mejilla - Si les dices cosas lindas, ellas crecerán sanas y fuertes.

– ¿Y eso da resultado? - un poco hipnotizado por esa pequeña acción, volvió a interrogar -

— No lo se... Pero aún si no lo hiciera... Jamás dejaría de halagarlas - volviendo a olerla con adoración y cariño, murmuró - Son tan maravillosas y coloridas... Ni siquiera necesitan hablar para poder brillar.

Sus propios ojos destellaron al escucharla, sonaba tan feliz y dulce... Le gustaba verla así.

Notando que ella volvía a enderezarse, Muichiro decidió indagar sobre lo que le tenía previamente ansioso.

– ¿Por qué no descansaste lo que tenías que descansar aquella vez...? Si Shinobu dice que te marchaste muy pronto es porque no estabas del todo bien entonces.

— Tenía que irme, no podía quedarme más tiempo - lo miró, sonando un poco seria al respecto - Estoy bien, solo fue un pequeño resfriado...

– ¿Y por qué tenías que irte? - acomodándose para quedar cara a cara, volvió a preguntar - Se que... Se que no te gusta que te indague sobre tu vida pero... No puedo evitarlo, ni siquiera se cuántos años tienes...

— Tengo dieciséis - le respondió con una tímida sonrisa -

– Dieciséis... Dos años mayor que yo, no me la esperaba - sonriendo amablemente en respuesta, le dijo con sinceridad -

— Te dije que no era tan joven - le recordó sintiéndose más relajada con su compañía -

– De todas formas sigo siendo mucho más maduro que tú - cruzando sus brazos, se mostró altanero aunque en realidad solo estaba jugando - Y muy pronto cumpliré los quince.

— Seguro que lo eres... - carcajeó dejando ver unos pequeños hoyuelos en sus mejillas -

Muichiro se sintió feliz al verla reír, descubrió que también le gustaban sus hoyuelos y su risa.

– ¡Por supuesto! Después de todo soy un pilar - guiñándole un ojo, parecía querer volver a hacerla reír -

Lo consiguió y no pudo evitar sentirse muy satisfecho de ello.

– Tienes una risa muy bonita - halagó sin pensarlo demasiado - Deberías reír más.

— Lo dices porque eres muy amable... - dejando de reír, murmuró visiblemente decaída -

– ¿No me crees? - un poco extrañado por su reacción, inclinó levemente su rostro - ¿Por qué crees que mentiría sobre eso? No buscó sonar adulador... Solo digo la verdad.

—... - ella curvo ligeramente sus labios, cansada - ¿Puedo... Puedo saber... Cómo es que sigues siendo feliz y amable a pesar de tu trágica vida?

– ¿Shinobu te contó? - un poco alterado, musitó -

— No no, jamás le pregunté al respecto... - moviendo ligeramente su cabeza, le afirmó - Pero puedo deducir que tuvo que ver con demonios ¿No? Mataron a tus padres... ¿Me equivocó?

Muichiro cerro sus mentolados ojos, meditando, renegando en si decirle o no sobre su pasado.

— No tienes que decirme... Entiendo que estoy siendo muy invasiva justo ahora y...

– Mi madre murió de una enfermedad - le interrumpió, mirandola a los ojos, con su característico semblante estoico - Papá murió tratando de conseguir la cura bajo una fuerte tormenta.

Azucena lo miro conmovida, sintiendo sus ojos humedecerse, jamás se imagino la última parte del relato ajeno.

– Ocurrió cuando yo y mi.... Mi hermano y yo teníamos diez - apretando levemente la tela sobre sus piernas, murmuró - Un demonio entro a la casa y... Trató de matarme, mi hermano rápidamente se puso en el medio... Recibiendo el ataque... Perdiendo su brazo... Muriendo desangrado...

La de mirada marrón notó lo mucho que el menor temblaba, no sabiendo que decir para calmarlo, optó por abrazarlo suavemente.

–... Estoy bien...

— No... No lo estás - queriendo llorar por haber dicho semejantes cosas aquella vez, ella musitó con su voz quebrada - Lo siento... No sabía... No pensé que... Lo siento... En verdad no sé nada de lo que tuviste que pasar... Lo siento... Lo siento mucho...

Muichiro no dijo nada, respirando profundamente la abrazo de vuelta.

— Por eso te convertiste en pilar... - dedujó aún más triste que antes - Eres muy valiente... A tan corta edad... No imagino todo lo que tuviste que entrenar... Por favor perdóname por haberte dicho todo eso... Te lo ruego... Perdón...

– Está bien... - suavemente le respondió - No tienes que rogar... Yo te lastime, eso nos hace estar a mano así que ya deja de disculparte...

— Pero te dije cosas terribles... Ahora entiendo mucho más tu enojo y tienes todo el derecho de estarlo... - comenzando a llorar, murmuró apartandose de sus brazos -

El joven pilar no la dejo alejarse un centímetro más, rodeandola por su cintura volvió a tenerla cerca.

– Ya no estoy enojado... - acomodando su mentón en su hombro, le dijó francamente - Me acabas de demostrar que en realidad no querías hacerme sentir mal... A no ser que ese llanto tuyo sea de mentira.

Una sutil sonrisa juguetona apareció en sus labios, aprovechando su posición sabía que ella no lo había notado.

— P-por supuesto que no... - abrazándolo por los hombros, ella también dejo caer su rostro sobre su hombro - Eres un espadachín fuerte y noble... Mereces ser tratado con respeto y sinceridad.

Sus latidos se aceleraron al escucharla tan de cerca decir aquello, no sabiendo que responder simplemente la mantuvo entre sus brazos.
Cerrando sus ojos, inhaló profundamente el dulce aroma que Azucena desprendía.

– Dime Azu... - con una voz muy cantarina, habló - ¿Por qué te gustan tanto las flores? Me encantaría saberlo...

— Ya te lo dije... - riendo suavemente, volvió a relajarse en sus brazos -

– Si... Pero es que... No lo entiendo... Son plantas, muy lindas si pero... Siguen siendo plantas - su tono cantarino permaneció, dándole a entender que realmente solo se sentía curioso -

— No son solo plantas, Mui... Al menos no para mí - susurró -

– ¿Por qué? - separandose solo lo suficiente para poder ver sus ojos marrones, cuestionó otra vez - Te expresas de una manera muy afectiva cuando hablas se ellas... Me intriga demasiado... Solo quiero entender...

— Lo sé... - suspiro con pesar ganándose una preocupada expresión en respuesta - Se que quieres entender... Pero es mejor que no lo hagas.

– ¿Por qué?... - dolido, cuestiono por milésima vez - A pesar de que me he abierto contigo... Que te ves más tranquila a mi lado... Sigues cerrandote... ¿Por qué?

Su silencio solo lo intrigaba más y más.

– Tiene algo que ver... ¿Algo que ver con esas marcas que ví la otra vez...? - insistió -

Azucena lo miro con pánico, esa fue la señal que necesitaba.

– ¿Qué son todas esas marcas? - manteniéndola en sus brazos, indagó - Necesito saber... Podría ayudarte, pareces muy alterada cuando las menciono.

—...

– ¿Son de nacimiento? ¿Te duelen? - se negaba a rendirse - ¿Maltrato? Vamos... Por favor dime.

— No son de nacimiento... - murmuró un poco conmocionada por su insistencia - Ni siquiera el más desafortunado de los bebés nacería con estás... Horribles marcas...

–... ¿Te estás lastimando tú misma?

La sola idea le aterraba.

— ¡No! Por supuesto que no

– ¿Entonces?

La luna finalmente se ubicó en el centro del nocturno cielo, brillando junto a las estrellas, marcando un fin a este pequeño momento.
Sin embargo, la chica decidió responderle solo por esta vez.

— Las flores... - alejandose lentamente de sus gentiles brazos, balbuceó - Las flores son hermosas... Elegantes... Puras

El sonido de su voz quebrándose, lo dejo estático en el césped.

—... Me has preguntado porque me encantan tanto las flores... - levantándose, desvío su mirada antes de agregar - Yo ya no soy pura.

Él de masculinos rasgos abrio sus ojos en demacia, no entendía del todo porque ella diría algo tan cruel sobre su persona. Notando que sus ojos marrones volvían a humedecerse, se levantó también.

– ¿Que te hace decir... Pensar eso, Azu... Tú eres muy pura, eres...

Hermosa como las flores.

— No... - limpiando sus lágrimas, volvió a balbucear - No lo soy.

Pequeñas luciérnagas alumbraron a sus alrededores mientras que Muichiro no sabía cómo hacerla entender que lo que ella decía con tanta seguridad carecía de todo sentido.

— Es tarde - volviendo a suspirar, en sus ojos marrones la luz verde de las luciérnagas se vio reflejada - Me tengo que ir... Fue un gusto poder hacer las pases contigo Mui... - trató de sonar segura, los temblores en su voz la delataron -

Estaba asustada.

– ¿Por qué tienes que irte? - el viento movió bruscamente sus largos mechones al momento de acercarse rápidamente a ella - La última vez... Era de madrugada y todavía estabas aquí ¿Qué es lo que te impide quedarte?

— Si me quedo... - dudo por unos momentos - Si me quedo, ellos me matarán.

Su mentolada vista se nublo de angustia. No se había vuelto a sentir así desde que casi matan a su querido amigo Kotetsu por su culpa en la villa de los herreros.

– ¿¡Matarte!? - no podía creerlo - ¿¡Quién querría matarte!?

Ella le sonrió, tratando de calmarlo, fallando rotundamente en el intento.

— Mis dueños.









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