𝐀𝐔 𝐌𝐎𝐃𝐄𝐑𝐍𝐎┆𝑺𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆 (𝟯)
✦─── 「༻ ☁️ ༺」───✦
Al día siguiente era fin de semana, tenía que hacer las compras si quería desayunar y realmente tenía de todo ganas menos de eso. Lo olvidé el día anterior debido a que me quedé dormida, así que no tenía otra opción. Apenas me arreglé para salir, mi teléfono me mantenía alerta a lo que tenía que comprar.
La pantalla me parecía borrosa ya que no dormí bien. Los recuerdos me mantuvieron despierta. Simplemente metía algunas cosas sin siquiera revisarlas bien, tal vez terminé comprando de más. Caminé por varios pasillos hasta sentir el frío cercano de los frigoríficos, cuando iba a pasar por estos una mano me jaló hacía atrás. Me sostuve con mi otra mano sobre el carrito para voltear sorprendida ante la fuerza repentina. Iba a abrir la boca para rechistar pero un par de ojos mentolados me dejaron congelada.
—Te ves terrible. —la voz algo grave pero aún arrastraba un tono infantil de Yuuichirou me sacó de mis pensamientos. Me observó de arriba abajo con su típica mala cara para relajar su gesto a la vez que me soltaba. —Menos mal no te has ido, pensábamos que te ibas a ir antes de encontrarte.
Me pasé los nudillos sobre los ojos, no, si estaban ahí. Estaban vestidos casi igual, con una chaqueta blanca y negra como prefería el mayor. Pantalones negros, pero los zapatos de nuevo eran de diferente tono.
—¿Q-qué, qué hacen aquí? —mi vista estaba cansada, juraba que iba a quedarme dormida de pie.
—¡R-Ross! —los brazos de Muichirou me sostuvieron, sentí un mareo repentino y todo se volvió negro.
Desperté al captar un olor familiar, el sonido de las ollas de mi apartamento y unas voces lejanas. Cuando observé estaba en mi habitación, estaba organizado y limpio a diferencia a como lo dejé. Vi la hora, faltaba poco para el medio día. ¿Tanto tiempo dormí?
Me coloqué mis pantuflas y limpié mi cara un poco con agua, estaba en modo automático. No sabía si terminé saliendo de verdad de mi hogar o todo me lo imaginé y era demasiado real. Aún distinguía dos voces proviniendo de mi cocina, cuando la luz dejó de molestarme pude ver a Muichirou sentado en la alacena hablando con su hermano.
Inmediatamente sintió mi mirada y se levantó. Tenía un adorable suéter blanco con una nube en el medio. Yuuichirou dejó de cocinar para verme, tenía el cabello recogido y tenía puesto mi delantal.
—Ok, creo que volveré a dormir. —me giré para volver a mi adorada cama pero la mano de Muichi me detuvo.
—¡No, tu vienes aquí! ¡Casi nos das un susto, pensamos que teníamos que llevarte al hospital! —me dejé llevar sin poner resistencia alguna, me senté ante la atenta mirada del mayor.
—Creo que me he golpeado muy fuerte en la cabeza, pensaba que era quien cuidaba de ustedes y no al revés. —tome un vaso que estaba cerca que contenía algo de agua y bebí.
Muichirou se sentó a mi lado. Dejé caer mi barbilla entre mis brazos, sentí como empezó a acariciar mi cabello aunque estuviera despeinado.
—¿Qué sucedió, Ross? ¿Acaso te están haciendo sobre esforzarte en el trabajo? —la voz preocupada de Muichirou me causaba escalofríos. ¿Cuántas veces no los perseguí intentando que me contaran sus problemas? —Yuuichirou llamó a un médico que te revisara y dijo que estabas muy débil.
Los ojos me picaban, empezaba a sentir la nariz irritada. Solo vi el rostro de Yuuichirou preocupado antes de que las lágrimas cayeran sin detenerse. Es verdad, ¿qué me pasaba? Solo sentía el pecho adolorido sin ganas de hacer más allá del trabajo que me mandaban. Los brazos de ambos me rodearon, al estar sentados mi cabeza quedo justo a la altura del pecho de Muichirou. Me quebré, sabía bien la razón. Tenía miedo de quedarme sola. Si ellos maduraban no iban a tener necesidad de buscarme. Ya no eran unos bebés, podían defenderse.
Sentí como algo mojado caía en mi espalda, me alejé un poco para ver como el gemelo menor también estaba llorando. Reí un poco debido a la ternura, a pesar de todo él no cambiaba. Limpié sus mejillas con mis dedos para darle un beso en la frente.
—¿P-por qué lloras?
—N-no puedo evitarlo, me siento triste al verte así.
Sonreí, sus ojos mentas miraban hacia abajo y sus labios estaban temblorosos. Volteé para ver a Yuuichirou, tenía la cabeza apoyada en mi hombro escondiendo su cara, de igual manera podía sentir como mi camisa se humedecía. Coloqué una de mis manos sobre su cabeza y le acaricié. Tomé la mano del menor acariciando la palma.
—Lo siento. —sentencié. —Sé que no nos hemos visto como antes desde hace tiempo y no nos ha dado tiempo de hablar. —los brazos del mayor se mantuvieron firmes sobre mi cintura, no parecía querer soltarme. Pare mis palabras, no sabía cómo expresarme. Los ojos claros de Muichirou me miraban en silencio suplicando una respuesta. Mordí mi labio nerviosa, no sabía que esperar sino escuchaba ni una sola oración de Yuuichirou. Normalmente él era el que manejaba la situación. Que se mantuviera callado me hacía sentirme extraña y con más indecisión.
—Está bien. No tienes que decirlo si no quieres, es solo que... De verdad nos preocupó que hayan pasado tantos meses sin que aparecieras en la casa. —miró la alacena un momento. —Nuestros padres no han vuelto de viaje y nos sentimos raros sin que tú no estés también.
Eso no lo sabía, simplemente solía saludar a Kami-san que respondía siempre y no me daba detalles de si se encontraba en el país o no.
—¿Q-qué? ¿No han estado además de sus profesores? —Muichirou negó. Mi mejilla fue jalada de improviso haciéndome quejar del dolor. —¡Auch!
—Pensamos que te escapaste con un novio. —dijo Yuui, sus ojos tenían unas leves ojeras y estaban algo opacos. Un momento. Los volví a observar, sí que tenían rostros con un gesto algo cansado.
—¡¿Por qué tienen ojeras?! —me levanté de la silla como una madre encontrando a su hijo despierto después de las diez.
—Ah, no hemos dormido bien. Así que solemos quedarnos despiertos hasta la media noche. —volví a ver al gemelo mayor que ahora tenía una taza con café.
—¡Ustedes son muy jóvenes para estar tomando cafeína, se volverán esclavos como yo!
—¿Y qué? Tú ya no nos cuidas. —ahí estaba el primer ceño fruncido de Yuui, auch eso había dolido.
—¡Yuuichirou, eso ha sido cruel!
—Está bien. —miré al mayor desafiante. —Más te vale cuidar lo que dices Yuuichirou, esta mujer te conoce desde que tienes dos años. ¡Puedo decirte con facilidad cuantas veces he limpiado tu pañal! —su rostro se puso rojo completamente, dejando la taza de lado.
—¡E-eres una pervertida, ¿cómo puedes decir eso?! —sonreí triunfante, le saqué la lengua mientras Muichirou intentaba aguantar la risa. El aura del apartamento cambió por completo, ahora estábamos discutiendo. Nos dimos cuenta que la comida se seguía cocinando y de suerte la salvamos antes de que se quemara. Con los dos a mi lado mientras veíamos la televisión era como volver a estar completa otra vez. Veíamos las mismas series o películas desde hace tiempo, cuando fue anocheciendo no se en que momento ambos cayeron rendidos sobre mí.
Estaba algo tensa, no quería despertarlos. Muichirou sostenía mi brazo derecho con sus dos manos mientras que Yuuichirou entrelazó una de sus manos con la mía mientras apoyaban sus cabezas de mi hombro. Les observaba con detenimiento, su cabello creció bastante en estos años. Cuando les dije que les venía bien un corte se negaron rotundamente. Sus rostros no cambiaron mucho, tenían una estatura algo bajita por su edad. Pero estaba segura que iban a superar mi altura en un abrir y cerrar de ojos.
Ya me sentía entumecida, me daba dolor tener que moverlos pero no podía estar en esa posición para siempre. Sus gestos tan tranquilos fueron cambiando mientras me estaba moviendo, el primero en dar un sonido soñoliento fue el mayor.
—¿Qué hora es? —preguntó, aún Muichirou se negaba a despertar. Se movió para quedar recostado sobre mi regazo a lo que Yuuichirou le miró mal. Reí.
—Vamos, déjalo dormir un poco más. —empecé a acariciar su cabello mientras veía como la pantalla del celular se encendía.
—Son las seis. —dijo en voz alta.
Me quedé callada, no veía necesario decir nada más. No quería que se fueran.
La mirada menta de Yuuichirou se quedó observando algo en la nada, luego me buscó e hicimos contacto visual. Inevitablemente acaricié su cabeza para luego rozar su rostro, haciendo que sus mejillas se pusieran rosadas.
—Aww ~, no quiero que crezcas más y pierdas tu carita de bebé. —hice un puchero infantil, esperaba que me recriminara algo o me regañara por mi acto pero se quedó callado.
—¿Eso crees?
—Claro que sí, tienen los ojos más bonitos que he visto. —sonreí. Me quede en silencio, parecía estar pensativo.
—Ross, tú... —miró a otro lado de la habitación. —¿Te hemos hecho algo?
—¿Algo? —pregunté, confusa. —¿A qué te refieres?
Pareció dudar. —Algo malo.
—¿Malo? —repetí, aún no entendía su pregunta y menos la razón de. Era algo repentina. Moví mis ojos de un lado a otro. —Nope, no lo han hecho.
—Eso fue rápido. —reí.
—Si lo hubieran hecho lo recordaría con facilidad. Normalmente las personas recuerdan lo más incómodo en el momento de pensar sobre situaciones de su vida, pero no me viene nada a la mente. —seguí divagando. —¡Ah!, ¡pero recuerdo algo! Fue en su cumpleaños número seis, me hiciste un berrinche porque no te deje probar la mezcla de tu pastel. Te molestaste tanto que me gritaste: ¡Plana! Te dejé de hablar durante todo el día y me perseguiste hasta que lloraste tanto que te dio un ataque de hipo, me preocupaste mucho. Nunca habías llorado tanto, ni siquiera cuando se te rompió tu juguete favorito.
—¿E-eso es lo más malo que recuerdas?
—Sí, solían hacer muchos berrinches porque sus padres los consintieron mucho. Pero yo no lo hacía tanto para que no se malacostumbraran. De alguna manera lo logré y menos mal, no quería que se volvieran unas personas que sienten que se merecen todo por encima de los demás. No soportaría verlos con esa actitud de superioridad. —miré a Muichirou que aún se mantenía con los ojos cerrados. —Hice todo lo que pude para que se convirtieran en grandes personas. Kami-san siempre me reprocho que no terminara de tomar los cursos completos de la universidad por estarlos cuidando mucho, pero, no podía hacer nada. Quería dedicarme a ustedes, ya que sus padres no estaban.
Hubo un silencio natural en la habitación, mi vista no dejaba de observar el rostro tranquilo del gemelo. Algo en mi interior se sentía apretado, justo ahora parecía ser el momento perfecto para decir por qué he estado así los últimos meses. Lo he estado ocultando con tanto esmero, como una pequeña caja entre mis brazos pero que busco evitar su existencia. Tenía miedo de decirlo y que terminara teniendo una respuesta negativa. Mis ojos volvían a picar, pero parpadeé rápidamente. No quería volver a llorar.
Sentí el tacto cálido de alguien tomando mi mano izquierda, mis ojos buscaron los ojos mentas de Yuuichirou. Nos quedamos estáticos, poco a poco no podía evitar sentir como el picor volvía con más intensidad que antes. Cada vez que los veía me daba cuenta de lo mucho que crecieron, experimenté lo que se siente criar a un ser humano a pesar de que no comparte mi sangre eso no es impedimento para que lo ame como si lo fuera. Verlo crecer para ser un adulto y el vacío que queda después de todo el tiempo que estuviste compartiendo risas, momentos tristes, situaciones que consideraba que no iba a ser capaz de enseñar lo que es la vida. Como diferenciar lo bueno de lo malo. Te sientes responsable de todo lo que sucede alrededor, lo que hiciste y lo que no. Mientras vas criando tú mismo vas creciendo como persona, cometes errores, todo es imperfecto. Pero eso no significa que no valga la pena, que sea demasiado tarde.
Yuichirou me estaba abrazando, podía sentir una gran calidez, tan tranquilizante y protectora. Mis ojos se cerraron automáticamente sintiendo las pestañas pesadas y húmedas. A pesar de lo que estaba experimentando, tanta frustración, soledad e inquietud, simplemente lo dejé ir. Permití que eso escapara de entre mis manos. Permití que aquella caja se abriera por completo liberando lo que no quería que se fuera. Las lágrimas caían sin cesar y mis sollozos no se hicieron esperar. Podía ver claramente en mi mente como esos recuerdos se fusionaban con el más allá. Cómo permanecían a pesar de todo en el fondo de mi alma. Eran brillantes, vibrantes e hipnotizantes. Me hacían verles hasta que desaparecían en la nada y poco a poco veía como mis manos se evaporaban pero no dejaban de existir, eran parte de mí. Había sido esculpida a partir de ellos, formaba parte de mi ser.
Un gran alivio desparecía sobre mis hombros, era como si todo se hubiera ido. Mi boca se abrió, pero ya no salía ninguna palabra. Me alejé poco a poco del hombro húmedo, viendo la nada. Los labios pálidos del gemelo mayor estaban en una línea recta pero su gesto demostraba una gran tristeza. Sus preciosos ojos estaban cristalizados y amenazaban de salir de nuevo las lágrimas mientras mantenía su rostro húmedo. Las limpié con cuidado. Sonreí, lo hice de nuevo tan alegremente como cuando logré escuchar mi nombre salir de sus labios.
—No tenía ni idea de que te sentías así. —dijo finalmente, parecía estar dudando de hablar. Su rostro parecía estudiar cada palabra que dije una y otra vez. Acaricié su cabeza con cuidado.
Está bien, aún son jóvenes. Se darán cuenta de muchas cosas más adelante, apenas estoy empezando a vivir igual que ustedes. Mi corazón está libre ahora, a pesar de que las cosas lleguen a cambiar. Aunque no me tengan el mismo afecto que hace tiempo, solo me importara que estén bien. Que vivan, tengan momentos felices tan brillantes como la estrella más sobresaliente del cielo. Rían hasta sentir que el estómago les duela, enamórense, pasen por el desamor y sientan que alguien es su mundo por completo.
Observaremos el cielo de nuevo, las nubes y como se dejan llevar por el viento pero no dejan de ser lo que son. Simplemente permiten que todo siga, que no se detenga a pesar de que el miedo domine cada fibra de su cuerpo. Que eso no les haga detenerse aunque les haga temblar. Con eso me es suficiente, si puedo terminar falleciendo sabiendo que logré que la mayoría de las cosas que les traje a su vida sean buenas, puedo seguir. Dejarlos ir.
Ya a mi edad no era la misma que antes, no era joven y mucho menos la mitad de lo activa que solía ser. Logré todas las cosas que quise, me encerré en mi mundo interior un millón de veces, logré enseñar las maravillas del mundo a dos niños increíbles que el destino me permitió conocer. Ahora, ellos cuidaban de mí. Una anciana que simplemente se sentaba a veces a ver televisión. A pesar de ser a veces algo amargada, porque me acostumbré a tomar mi jugo mañanero pero no hacía más allá.
Entre mi rutina era caminar, revisar las noticias y después del desayuno sentarme viendo hacia el gran árbol. De alguna manera, me hacía sentir muy feliz, un sentimiento inexplicable y familiar. No podía evitar sentir felicidad, aunque mi memoria fallaba en ocasiones, podía escuchar claramente las voces infantiles de dos niños corretear por ese mismo jardín. Los veía a veces volando una cometa en el cielo, blanca como la seda mientras el árbol dejaba caer sus hermosas hojas amarillas.
La voz de alguien llamándome me hizo salir de mis pensamientos, cuando volteé observé a dos adultos idénticos sosteniendo una bandeja. Sonrieron para caminar hacia donde me encontraba, cada uno se sentó a mi lado.
Cerré los ojos para agradecer por la comida y mis manos arrugadas tomaron unas pequeñas galletas mientras esperaba impaciente lo que ellos tenían que contarme sobre sus familias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top