𝓔fectivamente. Esa criatura que a los sentidos de sus presas se interpreta como la muerte, tras notar su enorme agilidad, astucia y rapidez; se encontraba anoche sobre mí, acomodándose para dormir a mi lado y pidiendo unas caricias, al menos hasta que le agotaran.

No es la única que conforma esa parte interespecífica de la familia, porque además de un gato azul ruso, tenemos también una malhumorada tortuga de río y un peculiar pero peludo cruce de perro. Todos absolutamente distintos entre sí, a su vez asemejándose a reflejar nuestra personalidad, manipulando nuestra química cerebral y ganándose nuestro cuidado.

Cada uno nos resuelve algunos problemas gracias a sus respectivas naturalezas; pero no están por ello, sino por amor. De hecho, el propósito objetivo es lo de menos, porque no tiene sentido que simplemente mantengamos a un grupo de máquinas biológicas por hacer lo que deban hacer para subsistir; y eso es lo bello, el hecho de que no sea así, el hecho de generar una bonita e incomprendida conexión con estos seres, sin importar su nivel de consciencia o lo que puedan aportarnos en el panorama que tenemos a primera vista.

No todo es lindo. Los que están, no son todos los que han habido; y desearía que pudieran vivir tan bien como se merecen que sea, así como a veces lo deseo por nosotros. Pero el ida y vuelta mencionado, vale por todo lo que nos pueda ir en contra.