𝟎𝟗/𝟎𝟗/𝟐𝟎𝟐𝟐

𝓝o tenía con quién, le comuniqué a ella. Me sentía exigente en comparación con la evaluación que suele llevar a cabo la sociedad tras este período de crecimiento, a pesar del contraste con la idea (también planteada por nuestra actual sociedad) de que el crecimiento de la competitividad de las masas es proporcional al avance del tiempo; pero al final, no pude evitar convencerme de que no pedía demasiado.

Hace noventa días, se nos planteó la elección de participar en una tradición de la institución; a fecha del presente literario, se encontraban intentando sentar las bases de la organización, sugiriendo el presunto conocimiento aconsejado que "Tenés que pensar en lo que quieren o en por qué no ayudan.". Me disculpo, pero fue ridículo a mi parecer.

A la tradición la conocía muy bien, a pesar de no haber participado antes; pero esto no se dio porque el grupo anterior no haya tenido la oportunidad, sino, gracias a que les era imposible tener intenciones de convivir en paz.

Acepté y contribuí al comienzo. La actitud del liderazgo al general se corrompía cada vez más, para que en conclusión de todo y sorpresa de nadie, predominara la negligencia; preví las consecuencias de sus exigencias y comportamientos, y por ende, fui el primero en (sabiamente, creo yo) desistir. De todas formas, no solo se trató de notar que así iba a ser; además de eso, no tenía motivación para llevar a cabo dicha participación.

Es fácil deducir que nunca importó ni así va a ser, sobre todo, con el retraso temporal de mis palabras; pero pasó y debía contarlo si quería expresar la mezcla de sentimientos que me produce el aislamiento social voluntario.

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