𝟎𝟒 ☘

El sol apenas se empezaba a asomar por el oriente, acompañando los dulces cantos de las aves dando la bienvenida a un nuevo día.

Mmg... —un quejido perezoso dejó sus labios al sentir los rayos del sol ingresar por la ventana de su habitación y darle directo en el rostro.

La joven del Amanecer Dorado abrió los ojos finalmente mientras se disponía a comenzar su día a tempranas horas.

Hoy es el día —murmuró con cansancio al recordar que ese dia debía ir a su encuentro común con el Rey Mago, suspiró resignada al no poder negarse.

Sin esperar más se dispuso a caminar hacia el baño que tenía su habitación. Agradecía haber escogido aquella orden, pues sin dudas la habitación que le habían asignado era mucho mejor que su anterior pieza en la iglesia de Nairn. Pero de igual forma extrañaba a los energéticos pequeños con los que convivía la mayor parte del día, durante su estadía en ese lugar.

Con los recuerdos de su vida en su mente se terminó de alistar, decidiendo colocarse su  conjunto común de ropa.

Se secó por completo —se dijo a sí misma mientras se colocaba su bata que la distinguía como miembro del Amanecer Dorado, recordando que había lavado su ropa el día anterior.

Ya lista decidió salir finalmente de su habitación, intentando no encontrarse con ningún miembro de la orden y especialmente con Klaus, pues estaba segura que la regañaria por escabullirse por los pasillos de la sede de una forma tan irrespetuosa.

Soltó un suspiró de alivio al notar los pasillos sin un alma a la vista, no tendría que seguir su camino de manera sigilosa, como lo estaba haciendo minutos atrás.

Ya más tranquila camino hacia la salida de la orden, pensando en comer algo ya en el castillo de Rey Mago, pues ya no tenía tiempo para ir y digustar algo en la cocina de la sede.

¿Qué haces despierta tan temprano?.

Pero una voz masculina la hizo detenerse y olvidar su deseo de digustar las delicias del cocinero mágico del castillo de Julius.

Sin escapatoria, tan solo le quedó voltearse y dejarse atrapar por aquella mirada dorada punzante. Que no se despegó de ella en ningún momento, mientras el dueño de aquellos ojos aguardaba pacientemente una respuesta de parte suya.

Kuro se regañó en su cabeza por no haberlo sentido, por culpa de su apetito y pensamiento sobre comida.

Estoy acostumbrada a despertar con la salida del sol —contestó luego de unos largos minutos, mientras apartaba sus orbes de tono rubí del muchacho—. Solía hacerlo cuando vivía en la iglesia de Nairn —dijo con sinceridad.

Pues era así, solía levantarse junto a las hermana, para ayudarlas con los quehaceres matutinos y el cuidado de los más pequeños.

¿Tu por qué estas despierto tan temprano? —también preguntó, mientras notaba cómo el chico voltea a de nuevo para dirigirse de nuevo hacia los campos de entrenamiento de la orden.

Pues Yuno tan solo se había detenido al verla vagar por el lugar de una forma tan extraña y sospechosa, como si no quisiera ser vista por nadie.

Pará entrenar —fue lo único que respondió del chico de Hage, mientras se volvía a alejar de la muchacha de cabellos oscuros.

Quien ya acostumbrada tan solo asintió sin más y también decidió seguir su camino.

Pero al dar unos pocos pasos volvió a voltearse hacía el alto joven mago.

¡Yuno! —lo llamó sin poder evitarlo, y al darse cuenta de su acción ya había sido demasiado tarde, pues el nombrado se había detenido y había volteado a observarla con curiosidad por su repentino llamado.

Kuro suspiró, sin dudas hoy las cosas no sucedían como ella quería. Sin más remedio se dispuso a seguir con la loca idea que había cruzado por su mente.

Que... Que tengas un buen día —murmuró, ocultando la vergüenza que sufrió por aquella ridícula escena.

Sin esperar más, volteó y se alejó desapareciendo del pasillo, sin esperar una respuesta por parte del joven.

Quién tan solo sonrió y también siguió con su camino.

Imposible —mientras en su mente se repetía esa palabra por la divertida acción por parte de su compañera.

Al parecer, despertar a esas horas no era tan malo después de todo.

¡Estas aquí!.

La pelinegra no hizo ningún gesto por aquel grito emocionado del rubio. Quien se acercó con rapidez a la menor.

Buenos días Rey Mago —murmuró Kuro, llevando su brazo a su pecho y realizando una reverencia como todo caballero mágico.

Pero fue detenida por el rubio entusiasta, quien la abrazo con cariño.

La chica de Nairn suspiró divertida ya acostumbrada a las acciones imprudentes de su padre adoptivo, que parecía de todo, menos el mago más fuerte del Reino Trebol.

Rey Mago, no debe hacer estas cosas —murmuró la menor mientras se separaba y dejaba al pobre Julius desanimado por ser regañado—. Recuerdelo..

El gran mago suspiró deprimido y se volvió a sentar detrás de su escritorio, mientras volvía a sonreír con cariño hacia la niña.

No pude evitarlo, no has venido en meses —contestó mientras dejaba descansar su mentón en su brazo, sobre su escritorio—. ¿Qué tal todo en tu orden?, he oído que tuviste tu primera misión.

La muchacha de ojos carmesí quedó frente al escritorio del Rey Mago, suspirando por no poder regañar más al hombre.

Así es, hubo algunas dificultades pero al final todo salió bien —dijo mientras dejaba su punzante mirada sobre el rey, de forma acusadora—. Aunque, note  algo extraño al final, uno de los delincuentes desapareció y luego fue encontrado noqueado y sujeto con una soga.

Julius tragó saliva y rió nervioso para cambiar de tema.

Ya...ya es tarde, ¿no? —comentó mientras volvía a levantarse—. Deberíamos ir ahora, de seguro que Marx ya se encuentra esperándonos.

Ambos salieron de la oficina y se encaminaron hacia las partes inferiores del Castillo.

También oí que Marx ha tenido más trabajo de lo habitual, ¿acaso a tenido que ver con eso Rey Mago? —preguntó de forma acusadora a su tutor, por los problemas que acasionaban sus escapadas constantes.

El mago rió y cambió de tema con rapidez mientras sentía la mirada de su hija sobre él.

Admitía que era la única que podía regañarlo en cualquier momento.

¡Kuro-san!.

El confiable asesor del Rey Mago, sonrió y saludo con educación a la joven de ojos rubí. Quien correspondió tranquila.

Tiempo sin verte Marx-san —sonrió un poco mientras sentía la mirada del rubio sobre ellos.

¿No ha sentido ningún dolor en estos días? —preguntó el de cabello azul claro con curiosidad mientras no veía a su majestad, quien se sentía ignorado, mientras se encaminaba a una mesa donde se encontraban diferentes resipientes con pastillas.

Kuro suspiró y tocó la cinta que cubría su cabeza, recordando las comunes puntadas que sentía desde que tenía memoria.

Me a empezado a doler desde ayer —respondió mientras observaba al muchacho sujetar algunas cosas y a su tutor caminar hacia ella.

¿Qué tan doloroso? —preguntó el Rey Mago mientras la observaba con preocupación.

Ella suspiró y explicó las puntadas que sentía en su cabeza. Las sensaciones de dagas perforando su cabeza, los mareos y dolores que sentía cada vez que no tomaba sus medicamentos.

Debes venir cada vez que eso suceda, sabes lo importante que es estar al día con tus medicinas —habló el hombre mientras le quitaba con delicadeza la cinta que cubría su frente y esperaba a que el de cabello de azul claro preparar todo lo necesario—. Debes preocuparte mas por tu salud Kuro.

La nombrada suspiró ya sabiendo de memoria sus palabras, sus preocupaciones y sobre todo su situación.

Lo sé... —observó la cinta que el rubio tenía en su mano y luego lo volvió a observar a él—. Se lo delicado que es, lo preocupado que se siente por no poder hacer más que esto —era escuchada atentamente por Julius—. Me cuidare de ahora en adelante, lo prometo.

El Rey Mago sonrió con delicadeza mientras asentía y acariciaba el cabello de la menor con cariño.

—Confío que será así, pero debes saber que siempre me preocupare —afirmó mientras detallaba el bonito color rubí que pintaba su mirada.

Porque eres importante para mí...

El sol en lo alto ya demostraba lo mucho que había avanzado el día.

El Rey Mago se encontraba de nuevo en su oficina observando por una de la ventanas, recordando la visita de su hija durante las tempranas horas de la mañana.

Ya ha pasado nueve años —pensó recordando cuando la encontró y la aceptó.

Nueve años desde que la conoció.

Nueve años desde que conoció su secreto.

Rey Mago tenemos una situación... —Marx apareció a través de su magia de comunicación, pero fue interrumpido por el gran mago.

Una situación de emergencia, ¿verdad? —contestó con voz neutra sin voltear a verlo—. Veamos.... —suspiró aceptando qué esa vez no podría hacer nada para ayudarlos—. Esta vez dejaré que ellos se encarguen de la misión.

Pero Marx no comprendió sus palabras.

Ellos...

Observó el gran edificio de la sede, había vuelto luego de su visita al Rey Mago.

Al recordarlo tocó la nueva cinta que cubría su frente ahora, suspiró y se adentró a los pasillos, con intención de lanzarse en su cama y descansar.

Las medicinas siempre le causaban ese efecto.

¡Kuro-san!.

Pero esas ideas fueron estropeadas.

Volteó y notó a sus compañeros de equipo, tanto Klaus como Yuno venían detrás de Mimosa, quien la saluda con una sonrisa.

La nombrada no tuvo más que corresponder los saludos y oír los regaños del hombre de lentes, por no haber estado en el momento en que el capitán de la orden solicitó su presencia para otorgarles una nueva misión.

Una nueva misión —repitió curiosa, mientras esperaba saber los detalles—. ¿De qué trata? —preguntó y notó la mirada orgullosa del peligris y la actitud entusiasta de la otra muchacha.

Pensaba que podría descansar y dejar de lados el amargo sabor que siempre el causaba los días de mecidina.

¡Iremos a investigar la nueva mazmorra! —exclamó Mimosa con una sonrisa, mientras era regañanda por el mayor por decirlo de forma ruidosa.

Pero al parecer su día aún no terminaba.

Kuro cerró los ojos y decidió seguir la conversación con su compañera, ocultando sus incomodidad.

Pero no pudo hacerlo de aquellos orbes dorados que la habían estado mirado desde hace rato.

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