𝟎𝟑 ☘

¡Llegas tarde!. ¡Es un descaro y falta de educación de tu parte!.

La muchacha miembro de los caballeros mágicos del Amanecer Dorado bufó al oír la regeñada de aquel hombre con lentes.

Pero aún más se encontraba enojada con el idiota del Rey Mago a quien había descubierto de nuevo disfrazado de anciana, escapando del palacio. Esa era la causa de su tardía a la reunión de los nuevos miembros con el encargado de su guía por la sede.

Tuve un pequeño percanse —fue lo único que dijo mientras observaba a otro lado con la capucha puesta como siempre.

El hombre de cabellos grisáceos cortos con un mechón largo al costado de su rostro frunció el ceño aún más, para nada a gusto con la presencia de los dos irrespetuosos plebeyos.

Que estuvo pensando el Capitán Vangeance, al reclutar a estos dos plebeyos —se preguntaba Klaus Lunettes miembro del Amanecer Dorado, luego comenzó a explicar de qué se trataba la nueva y primera misión de los nuevos reclutas de la orden.

El nuevo recluta del Amanecer Dorado, Yuno —el caballero de cabellos plateados acomodaba su lente y observaba al muchacho de pacífica personalidad, quien viajaba de pie en su escoba—. El candidato que cada capitán quería en el examen de caballería.

Luego posó su mirada en la hermosa muchacha de cabellos ondulados de tonos anaranjados que viajaba sentada de lado con delicadeza en su escoba. Que iba en el lado izquierdo del carruaje.

Mimosa Vermillion, que viene de la realeza —y por último su ojos se posaron en la muchacha encapuchada que estaba con la mirada perdida en el horizonte en donde el sol se ocultaba y el cielo se pintaba de un bonito naranja, se encontrá sentada de forma recta con una pierna colgando a un lado y la otra de forma recogida sobre el mango de madera de la escoba, con sus manos rodeando su rodilla, mientras mantenía de forma impecable el equilibrio—. La última recluta, Kuro. La segunda candidata en recibir mayor manos halzadas departe de los capitanes de las órdenes.

—Y su primera misión es ser guardaespaldas de Salim de Hapshass —pensó por último mientras recordaba las palabras de su capitán de orden.

La muchacha de cabellos negros se encontraba observando la noche llegar y como las primeras estrellas eran pintadas en el cielo. Sentía el aire fresco ocultarse entre su capa y llegar hasta su cuerpo, no pudo evitar temblar un poco.

Estoy nerviosa, es mi primera misión, Klaus-san, Kuro-san, Yuno-san en un placer trabajar con ustedes —se escuchó la dulce voz de la joven de la realeza que tenía una bonita sonrisa.

La muchacha de Nairn volteó a verla, notando que el joven del trebol de cuatro hojas, ahora se encontraba del lado suyo volando con tranquilidad delante suyo.

Si —lo escuchó murmura a secas.

Kuro suspiró y observó a Mimosa, ante sus ojos no parecía la típica realeza arrogante o con desprecios hacia los pueblerinos.

Mimosa-san —su calmada voz llamó la atención de todos y sacándose la capucha, regaló una muy diminuta sonrisa a la muchacha—. Digo lo mismo, espero llevarnos bien.

La nombrada sintió sus ojos brillar de emoción a las palabras de su compañera y correspondió con una gran sonrisa.

Aunque luego ambas fueron regañadas por Lunettes por bajar la guardia.

A partir de ese momento Kuro se dedico a seguir avanzando en silencio mientras oía como el muchacho de la nobleza intentaba entablar una conversación con Yuno, quien se había situado al lado de la muchacha.

¿Cómo has estado Yuno-kun? —habló Salim con una sonrisa en sus labios, mientras notaba la mirada neutra del caballero—. No tienes porque poner esa cara. Solicite que fueras mi guardaespaldas porque quería disculparme —habló con gesto de arrepentimiento, para luego posar su mirada curiosa en la muchacha de cabellos oscuros.

Yuno ya lo había pillado desde hace unos minutos realizando la misma acción, curioso de que se llevaba entre manos aquel chico de la nobleza.

Lo mismo va para ti, Kuro-chan —saboreo en sus labios en nombre de la muchacha y la observó con intensidad—. Me disculpo de parte de mi prima Jania —tampoco recibió respuesta departe de la joven, así que dedicó su atención de nuevo en el chico—. Escuché que quieres ser Rey Mago —dijo con una mano alzada.

El joven de trebol cuatro hojas se quedó observándolo por un corto tiempo.

¿Cómo lo sabes? —decidió preguntar con su común voz calmada.

Kuro tan solo volteó la mirada y se dedico que oír aquella conversación desde lejos sin interrumpir nada, con la mirada de sus ojos carmesines puesta en la oscura noche. Hasta que una frase llamó aún más su atención.

Nunca vi a mis padres y no se quienes eran —habló Yuno con voz calmada mientras observaba al frente—. La iglesia era pobre, pero el padre y la hermana... —una pequeña sonrisa se había dibujado en sus labios al recordar a sus hermanos—. Ellos...

Pero sus palabras fueron interrumpidas por la voz de la fémina.

Ellos cuidaron de ti —como su capucha se encontraba volando con el viento, sus ojos se encontraban libres y los dirigió hacia él—. Sin importar las circunstancias, el cariño perdura siempre —murmuró lo último para ella misma, sin notar la mirada curiosa del muchacho de Hage.

El chico estuvo a punto de habla, pero la voz de Mimosa lo hizo ver hacia dónde ella señalaba.

Un grupo de nubes de tonos grises se avecinaban hacia su dirección.

Se ven tenebrosas —murmuró Mimosa con un gesto de temor en su rostro.

Kuro observó cómo el joven del trebol de cuatro hojas se elevaba y se dirigía hacia ellas mientras ignoraba las llamadas de Klaus.

—¡Kuro, Mimosa, mantengan la guardia! —ordenó con seriedad mientras abría su grimorio y era copiado por la muchacha de la realeza.

En cambio la otra joven tan solo se dedicó a observar con atención al muchacho de Hage, estando atenta si las cosas se complicaban y tendría que recurrir a su magia. Hasta que sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¡Yuno! —habló en tono alto ganando la atención del joven quien volteó al instante al oír a la muchacha de ojos carmesí—. ¡Cuidado!.

La muchacha había sentido la agitación del mana en su alrededor, lo cual la había hecho notar el ataque enviado a su compañero de orden. El muchacho pudo reaccionar con rapidez y fue capaz de esquivar con agilidad las bolas de fuego que habían venido de aquellas nubes.

¡Yuno, protege la nave! —ordenó Klaus mientras preparaba su grimorio.

Eso pretendo —susurró el muchacho observando a los atacantes, contándoles como cinco en total, esquivó algunas bolas de fuego y utilizó su magia de viento para dicipar una que venía directo a él, pero no pudo notar al otro hombre que estaba apuntó de atacarlo por detrás.

—¡Yuno! —el llamado de Kuro lo hizo voltear y pudo detener aquel pedazo de hielo con dificultad—. Demonios.. —la muchacha se elevó mientras abría su grimorio en una de las páginas—. Erebus no mahō: Yoru keimusho

Elevó su mano hacia la dirección en donde se encontraba el hombre de magia de hielo y luego de unos segundos la cerró.

El hombre quedó quieto en el cielo sin poder moverse mientras su ataque perdía potencia y se desvanecía.

¿Qué rayos? —gritó observando a la muchacha que mientras más apretaba al puño, el hombre más presión sentía por su cuerpo—. ¿Qué magia es esta?.

La muchacha dirigió su mirada a su compañero de orden y se asustó al verlo caer de su escoba, estaba a punto de seguirlo y ayudarlo. Pero no fue necesario ya que Yuno creó un halcón de aire y la lanzó a los demás hombres que iban tras el, derrotandolos al instante. Y de paso disipaba las grises nubes del cielo.

Notó como su escoba iba tras el y el chico aterrizaba parado en ella, lo que le causó gracia.

Presumido —susurró divertida mientras observaba al hombre que había capturado, pero gracias a su distracción el se encontraba atacandola con una filoza lanza de hielo.

¡Kuro-san! —gritó Mimosa llamando la atención de los dos hombres.

Yuno al instante volvió a elevarse para ir en su ayuda, pero se quedó en medio camino al ver a la muchacha de ojos carmín esquivar aquel ataque dando un salto de su escoba. Y a luego hacía que el hombre fuera envolvido por una masa oscura que luego de unos minutos lo había hecho caer al suelo como los demás hombres.

Aquel movimiento había causado confunción a sus demás compañeros, pues les resultó extraño aquel tipo de magia.

Tsk... —gruñó al haber sido tan torpe en ese momento, se sujeto de su escoba y volvió a montarla, para observar que el hombre y los demás se había perdido en la oscuridad de la noche.

¿Kuro-san, estas bien? —se acercó Mimosa con rapidez al verla descender hasta donde ella y los demás se hallaban—. Tu mejilla.

La pelinaranja la observó con preocupación, notando como la chica había sido herida en la mejilla y una línea de sangre corría por ella.

No es nada —contestó con calma, mientras limpiaba su rostro con la manga de su traje—. Fue un descuido mío —se reprochó a sí misma ignorando las miradas de sus compañeros.

Pues su imprudencia hubiera podido provocar la falla de la Misión.

Kuro se encontraba observando con atención cada rincón del lugar, creía que aquella iglesia que aunque fuera algo pequeña, era sumamente acogedora y cálida.

Por pedido de Salim, los caballeros de la orden del Amanecer Dorado lo habían llevado a aquel lugar, con el propósito de realizar una corta parada.

Cartas, ¿que escribes sobre mi?.

Salió de sus pensamientos al oír la voz de su mentor de la orden, hablarle a Yuno, pero este volteaba la mirada ignorandolo y Klaus soltaba una maldición.

Soy Mimosa, una colega de Yuno —se presentó la joven de la realeza con una dulce sonrisa, a la hermana de la iglesia.

También he oído de ti, Mimosa —respondió la hermana Lily también con una sonrisa, mientras se acercaba a ambas muchachas, luego observó a la otra joven mientras Mimosa preguntaba a Yuno que había escrito sobre ella.

Tu eres Kuro, ¿no es así? —habló la mujer al acercarse a la de ojos rojos con una mirada brillante—. También he leído mucho sobre ti, en las cartas de Yuno.

Iba a seguir hablando pero Salim la había interrumpido, presentándose.

La joven de Nairn en cambio observó al muchacho de cabellos alborotado con curiosidad sobre que habría escrito sobre ella, lo que le sorprendió, fue que él correspondiera su mirada por unos instantes.

Suspiró con pesadez al ver la sede de los caballeros del Amanecer Dorado a unos metros de ellos.

Ya hemos vuelto —murmuró Mimosa—. Fue una dura misión.

Kuro estaba de acuerdo, todo lo ocurrido fue culpa a Salim el noble, quien había ideado un plan para realizar una envoscada a Yuno y los demás. Como venganza por haberlo humillado en la prueba de caballeros mágicos.

Pero ellos se encargaron de detenerlo y rescatar a la hermana Lily.

Y ahora todos se encontraban de vuelta en la sede de su orden.

Hemos vuelto —murmuró la muchacha en gesto cazador, mientras oía a Klaus decir que el se encargaría de todo el papeleo y la entrega de los ladrones.

Mimosa se había despedido ya desde hace unos minutos atrás y se había dirigido a su habitación para descansar, Kuro estaba por hacer lo mismo pero la voz del joven de Hage la detuvo.

Lo que habías dicho antes —murmuró Yuno detrás suyo, observando como volteaba verlo con curiosidad—. Sin importar las circunstancias, el cariño perdurará siempre —repitió las palabras de la muchacha, mientras no apartaba su mirada dorada de ella—. ¿Por qué lo dijiste?.

Ella quedó en silencio analizando la pregunta del chico. Notando la curiosidad en sus palabras.

Mmm. Solo lo he dicho por experiencia —habló con calma mientras observaba el cielo estrellado—. El cariño fue algo que no tuve hasta mis seis años —explicó con normalidad mientras sentía la mirada de Yuno en su persona—. Hasta que una persona me recibió y velo por mí cuidado —sonrió un poco al recordar al Rey Mago, y luego volteó a ver al joven del trebol de cuatro hojas—. Y estoy agradecida por ello, es por eso que lo dije. De algún modo comprendo tus palabras —explicó mientras sin darse cuenta aún tenía aquella sonrisa en sus labios y sus orbes carmesínes brillaban con la luz de las estrellas.

Yuno quedó observándola por unos minutos hasta que tan sólo volteó y siguió con su camino, dejando a Kuro en medio del camino.

La muchacha tan solo frunció el ceño pero luego suspiró divertida por la actitud del muchacho, comprendiendo que de ese modo era su personalidad. Y se dispuso a ir también a su habitación.

Pero de lo que la joven del Amanecer Dorado no se dio cuenta, fue de la sonrisa diminuta que había pintado en los labios del joven de Hage.

Al parecer sus infancias no fueron tan distintas después de todo. Pues ambos habían tenido suerte de encontrar a  personas que le habían brindado el tipo de cariño que perdura para siempre.

Nota de la Autora:
1. Erebus no mahō: Yoru keimusho: Magia de Erebus: Prisión nocturna.

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