I. bad dream








MARZO DEL 91

Una pequeña niña se encontraba leyendo sentada en la orilla de la gran fuente. El enorme libro se mantenía abierto entre sus flácidas piernas, la pequeña tomó un descanso de su lectura para tallar sus ojos; alejando el sueño que trataba de abrazarla. Las bolsas de color morado que se encontraban debajo de sus ojos daban una sensación muchísimo más enfermiza dé lo que usualmente aparentaba.

Un hombre se asomo por la puerta dé la casa, observó a su hija por unos momentos antes de llamarla a comer, y cuando la pequeña alzó la mirada no dudó en que era una copia de su difunta prometida:

— Princesa, ven a comer.

— Voy... - respondió cerrando su libro.

Dió un brinco para bajar dé la fuente, abrazo el libro entre su pecho y antes de caminar dentro a su casa volteó a ver la fuente.

Una basé de mármol puro sostenía la hermosa estatua de su difunta madre, del mismo material estaba esculpida la figura del cuerpo entero de la mujer, decorada con cuarzos de diferentes tamaños sostenía una ánfora; lugar dónde salía el agua.

Con esa imagen entró por la puerta trasera a la casa.

— Lávate las manos, y siéntate a comer — ordenó su padre.

Ella camino hasta el fregadero, dónde acató las órdenes del hombre rubio para después empezar con su comida.

— ¿Cómo estubo el primer año en Durmstrang? — preguntó Alexander.

Tique termino el bocado que mantenía en su boca antes de responder: — Parece que estoy en la milicia — dijo con ironía — no puedo pasar más de cinco horas en la biblioteca — comentó con una mueca. Ella adoraba pasar tiempo entré los libros, leyendo de cualquier cosa que pudiera interesarle, eso lo sabía muy bien su padre.

— Eso no parece agradarte. ¿Te sientes cómoda ahí? — preguntó, relativamente preocupado por que su hija estuviera pasando por malos tratos. Él había asistido a Durmstrang, y sabía que los alumnos de grados mayores solían hacer "bromas" a los más pequeños.

— Sí, solamente que dos de mis compañeras de habitación no son soportables — comentó llevándose otro bocado de comida a la boca.

— ¿Te hicieron algo?

Ella negó; — a mí no, pero a la otra compañera sí. Le escondieron sus libros y el uniforme, le presté uno de los míos y también compartimos pupitre todas las clases; después le ayude a buscar sus cosas. Creó que es mi amiga — aclaró.

Alexander sonrió al ver el brillo que se asomaba en el rostro de su hija al decir que probablemente tenía una amiga.

— Me alegro mucho, tal vez podrías invitarla a pasar unos días en la casa — sugirió a su hija. Claireth lo miró con una enorme sonrisa, pero al momento de ver los ojos de su padre supo que estaba inquieto: — ¿Que pasa? — preguntó ladeado su cabeza.

Alexander miró a su hija antes de hablar:

Iri... Tengo que hablar contigo, sobre algo que me ocurrió en el viaje a Londres.





















— No hagas eso — regañó Claireth a su padre — me estresa.

— Disculpa, princesa.

Claireth termino de bajar las escaleras para llegar a la planta baja: — ¿A qué hora van a llegar? — preguntó la niña caminando a la cocina.

— En unos cinco minutos creó... — respondió con nerviosismo al tiempo que le veía sacar el postre del horno.

— Huele bien — comentó besando la cabeza de su hija, está sonrió para después quitar el molde del suffle.

Un escalofrío recorrió la espalda de Tique, indicando la llegada de gente desconocida.

— Llegaron...

Su padre la volteó a ver y con nerviosismo preguntó: — ¿Cómo me veo? — la niña soltó una risa divertida, jamás había visto a su padre tan nervioso hasta en ese momento.

— Te ves muy bien padre — Alexander cargó a su hija hasta la puerta donde la bajó.

Claireth arreglo el vestido rojo que traía puesto, hasta que él timbre sonó y su padre abrió.

— Zoeley, un gusto ¿Cómo te encuentras?

— Bien, exelente—; ¡Idalia! ¿Cómo estás?.

Claireth no podía ver a las personas, las piernas de su padre la tapaban considerablemente. Y no fue hasta que golpeó sus piernas para que le hiciera casó.

— Por supuesto — giró para ver a la niña y tomándole de los hombros la paso al frente — Zoeley, Idalia; ella es Claireth — Clai al fin pudo ver a las dos visitas. Zoeley, la madre de Idalia era una mujer alta rubia, delgada y con lentes. Idalia era mayor que ella, eso era notorio, su pálida piel junto a su rubia melena le podían hacer competencia a la de ella al igual que sus ojeras, debajo de esos ojos verdes; el aroma que ella desprendía junto a su presencia le dió a entender que su sangre estaba contaminada.

Esa fue la primera noche que compartió con ellas antes de que los lazos políticos las convirtieran en parte de su familia.

Zoeley y Alexander se casaron dos años después, convirtiendo a Zoeley cómo su madrastra y a Idalia como hermanastra; al principio Zoeley se había espantado pues la pequeña Claireth no hablaba tanto pero después de que Alexander le explicará que su hija nunca había sido de las que les gustará expresarse entendió que la niña prefería escuchar y ver todo lo que sucedía a su alrededor antes que participar. Por otro lado, las (ahora) hermanastras parecían llevarse bien, puesto que sus personalidades eran parecidas.

Ninguna hablaba al menos que fuera necesario.

Cuando fue el momento de entrar al colegio Idalia también fue inscrita en Durmstrang.

















ACTUALIDAD
AGOSTO DEL 94'

Terror.

Terror era el único sentimiento que Claireth percibía en ese momento, podía ver como la figura de-lo que parecía ser-una chica, la cuál corría por un oscuro pasillo, huyendo de algo. La figura que iba detrás de la chica se reía de la desesperación de la desconocida, era una risa macabra que hizo a la misma Claireth estremecerse.

Claireth aparto su vista de la escena un momento para poder ver el lugar: un gran pasillo era el escenario de aquella persecución, volvió su vista a los dos extraños para solo alcanzar a ver como la chica trataba de abrir con desesperación una puerta, después otra, y otra... pero ninguna se abría. Antes de que Claireth se acercara para tratar de ayudarla, la escena cambio.

Todo estaba oscuro.

Claireth no veía absolutamente nada, solo escucho un grito desgarrador que le helo la sangre, hubiera deseado que solo fuera uno, pero seguidos del primero se escucharon tres más, eran gritos distintos, no eran de una sola persona, aunque los cuatros reflejaban lo mismo.

Desesperación.

Al final, los gritos se fueron alejando de su rango de audición dándose cuenta que el escenario había cambiado por tercera vez, pero Claireth no podía reaccionar con claridad, la sensación de su pecho oprimido era demasiado fuerte como para hacerlo, hasta que, el chasquido de fuego prenderse la hizo saltar del susto; de un momento a otro estaba rodeada de fuego en el centro de una sala, el olor a humo lleno sus fosas nasales para después llegar a sus pulmones, empezó a toser tratando de tapar su nariz con su antebrazo para no inhalar más humo. Se agacho en un intento de respirar aire un poco más limpio y buscar una salida del incendio hasta que el crujido de algo la hizo alarmarse.

Miro en dirección al techo, solo para encontrarse con una parte de este que parecía desprenderse poco a poco. Trato de moverse, pero cuando apenas iba a gatear el fuego inmediatamente se intensificó, haciendo que retrocediera.

Cuando el crujido se volvió a escuchar ya era demasiado tarde. El pedazo de techo caía directo a ella y en un vago instinto de protegerse, alzó los brazos, pero a los pocos centímetros de que el pedazo de techo incendiado tocará su piel...

Ella despertó.

Cómo si de un muerto viviente se tratará se reincorporo tomando un gran bocado de aire limpio, aún sentía la sensación del humo en su garganta.

Estando sentada en su cama volteó al ventanal frente a ella y no viendo más que oscuridad y la gran luz de los faroles de su jardín trató de recordar la fecha, pero no fue hasta que Idalia toco la puerta de su habitación diciendo que se tenía que apurar o llegarían tarde al campamento que lo recordó.

Hoy era 18 de agosto día de la gran final del mundial de quiddicht.

Oh, como odiaba el quiddicht.

No bajo al comedor hasta que sus ojos rojos y sus ojeras no estuvieran tan marcadas. Con sueño salió de su habitación, caminando por el largo pasillo que conectaba las múltiples habitaciones de la mansión, cuando llegó a las escaleras se detuvo para detallar el retrato que adornaba la pared, la pintura dejaba ver a la hermosa mujer que fue Cassandra Ynitsed, podría ya haberlo visto por doce años pero siempre lo apreciaba como si fuera la primera vez. Con la imagen de su difunta madre, en mente, Claireth bajó las escaleras, al pisar la planta baja de su casa se dirigió al comedor, las puertas de este se abrieron hacía adentro apenas se acercó. Las personas que ya se encontraban desayunando vieron la entrada con porte elegante de la heredera de las Ynitsed.

Tomó asiento en una de las cabeceras de la gran y larga mesa quedando frente a su padre, Alexander le sonrió a su hija pero se preocupó al ver la mirada perdida de está.

El desayuno estaba delicioso, no lo negaba, pero ella apenas y lo había probado. Cuando ya todos habían terminado, sus tres amigas se habían retirado para tomar sus cosas y preparar su salida.

— ¿Por que estás tan inquieta? — preguntó Alexander, cundo finalmente estuvieron solos.

— Las pesadillas volvieron... — murmuro sin levantar la mirada.

Su padre soltó un suspiro. Eso era algo de lo cuál no podía hacerse cargo. Él lo sabía, pues esas mismas pesadillas habían atormentado a su hija por más de medio año cuando está apenas tenía once años, tiempo en el cuál Claireth no pudo dormir más que tres horas diarias. Algo que afecto bastante su cuerpo, y no fue hasta que esté no pudo soportar más haciendo que Claireth se desmayará. Y todo sucedió mientras Alexander aún se encontraba fuera del país.

— Todo va a estar bien, Clai -posó su mano en el hombro de la rubia haciéndola alzar la mirada: — si necesitas hablar estoy aquí, no permitas que las pesadillas te impidan comer o dormir.

Asintió aún no muy convencida del "intento de ayuda" de su padre. Y es que era una Ynitsed, desendiente directa del destino y nada que le ocurriera era mera casualidad, y menos sus sueños.







— Odio ésto — comentó Clai al momento de caer contra el suelo. Selene se acercó a ella y le tendió la mano, la rubia la aceptó mientras contenía las ganas de vomitar.

Odiaba las apariciones.

Cuando finalmente sus impulsos por expulsar el desayuno desaparecieron observó como Cherlene hablaba con uno de los magos mayores.

Después de un intercambio de palabras y caminar hasta llegar a su destino (una gran aladera) se ubicaron en una zona.

— Aquí es... Bueno chicas, monten la tienda —. Ordenó la rubia mayor, las demás le dirigieron miradas recelosas y al notarlo agregó;— Vamos no debe de ser demasiado difícil... Aparte yo no puedo estar tanto tiempo en el sol... ¿Qué? Les daré apoyo moral.

Ninguna de ellas había acampado antes. Sin embargo, entre las tres-con "el apoyo moral" de Idalia-fueron averiguando la posición de la mayoría de los hierros y de las piquetas.

Cuando finalmente acabaron las cuatro chicas se adentraron a la carpa.

Al entrar pudo apreciar mejor el interior, para ella no era nada del otro mundo pero estaba segura de que para una persona sin conocimiento mágico se fascinaría de como una carpa fuera la fachada de un departamento, mansión, casa etc.

— ¿De quién-...

— De Cher — contestó la Selene antes de que Claireth formulara la pregunta por completo. La rubia solo asintió por la respuesta, ya que estaba mucho más ocupada viendo el interior de la residencia.

Las paredes y muebles de madera oscura le daban un toque rústico, junto el crispar de la chimenea que en ese momento le llamo la atención por el sonido; inmediatamente pensó en su madre y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Estaba segura de que a ella le hubiera encantado estar en un lugar así, siempre que podía soñaba con una cabaña muy parecida en la que estaba pará poder ver feliz a su madre sabía cuánto le encantaba a su progenitora el toque rústico, hogareño y cálido el mismo qué (estaba segura) era el toque de la casa en la que sus progenitores vivían ocultos por la guerra en Escocia.

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