•𝟚𝟙•
—¿El silencio, significa que correspondes a mis sentimientos?.
Si no fuera literalmente imposible, desde hace un buen rato su corazón ya hubiera salido huyendo de su cuerpo. Pará ir a ocultarse del causante que lo hacía latir como loco.
—¿El temblar de tus manos, significa que estás nerviosa?.
Las caricias de las ásperas manos del cazador, que demostraban los tantos momentos duros que había pasado, eran como el rose de las gotas de agua, en una tranquila tarde de llovizna.
—¿El sonrojar de tus mejillas?.
La aterciopelada voz del Pilar de Agua acarició sus oídos al estar a centímetros de su rostro, con sus zafiros ojos observando hasta lo más profunda se su alma. Mientras una sonrisa casi invisible pintaba sus labios.
—Lo causó yo.
No fue una pregunta, sino más bien una afirmación. Seguro de ser correspondido y aún más seguro del paso que estarían por dar.
Y además.
Tomioka Giyu no aceptaría un no como respuesta.
—Y eso fue lo que pasó
El murmuró avergonzado de la Pilar, fue escuchada por los otros dos cazadores.
—¿Por qué de nuevo hablamos de esto? —se quejó el dueño de la hermosa serpiente albina que descansaba en el regazo de su amiga de ojos perla.
De nuevo en la finca de Oyakata-sama, los tres pilares disfrutaban de la fresca mañana, dos hablando con gusto, mientras que el chico de ojos heterocromicos, tan solo oía los suspiros de ambas muchachas.
—¡No seas así Iguro-san! —lo regaño la Pilar de Amor, mientras tenía un aura enamorada tras haber escuchado la narración de Seiza—. Entonces, ¿ya es oficial?.
La otra joven la observó con un pequeño tono carmir en sus mejillas, y luego de unos minutos meditandolo asintió con la cabeza de forma lenta. Pero de igual modo fue captada por la muchacha de cabellos rosados. Quien soltó un chillido que emoción pero fue callada por sus amigos.
—Mujeres.. —murmuró Obanai.
Pero fue interceptado por sus dos amigas, quienes de nuevo comenzaron a exigirle consuelo, finjiendo estar sencibles por la noticia que Kuroi les dijo.
—¡Oi, de nuevo no! —se quejó el cazador mientras las dos muchachas reían por su reacción.
Dio un salto y esquivó las garras del demonio que había cazado, sujetando su katana con fuerza corrió hacia el a una gran velocidad.
—Ahgg —el demonio tan solo pudo dar un quejido antes de que su cabeza cayera al suelo y rodará lejos de su cuerpo.
La Pilar sujeto su katana con la punta abajo, dejando que el brillo tenue de la luna se reflajara en la oscura hoja.
«再起する»
Aquel kanji estaba grabado en la hoja de su katana, significaba el resucitar o despertar de los demonios, en su segunda oportunidad de vivir.
—Que las estrellas brillen en tu nueva vida —susurró con una triste sonrisa al verlo desvanecerse por completo.
Sacudió su espada, salpicando la sangre en el suelo, para luego guardarla. Suspiró movimiento un poco los músculos de su cuerpo entumecido.
—Ya han pasado tres meses y aún siento molestar —se quejó recordando sus viejas heridas, de las cuales ya había sanado desde hace dos meses atrás.
Caminó con calma por la penumbra de la noche, yendo directo a la posada en donde se había quedado desde hace unos días.
—Obachan ya llegue —habló mientras abría la puerta corrediza y sonreía a la dulce anciana que se encontraba bebiendo té.
—¡Oh, bienvenida, pasa muchacha! —dijo con una dulce sonrisa a la cazadora—. Ya es tarde, debes comer algo y descansar —la reprochó mientras la hacía sentar y le ofrecía una tasa de té negro—. ¿Mañana partirás a tu hogar, no es así?.
Seiza bebió del delicioso té, y asintió con suma calma.
—Así es, agradezco todo lo que ha hecho por mi —agradeció con una reverencia ganando la risa de la dulca mujer.
—No debes agradecer niña, anda, anda ve a descansar —habló mientras la guiaba a la habitación que había alquilado y luego cerrar las puertas para darle intimidad y paz para dormir.
Pero la Pilar de Astros pasó la noche en el techo, observando el cielo pintado de luceros nocturnos, en compañía de la hermosa luna. Suspiró recordando todo lo vivido en este año, sus pérdidas, y sus logros.
Abrazo sus piernas y sonrió con melancolía.
—No importa el lugar en donde nos encontremos —recitó la frase que su maestro solía decir cada noche—. Siempre estaremos bajo la mismo cielo estrellado —sonrió al ver una estrella fugaz surcar el cielo, del bolsillo de su haori sacó una pequeña hoja de papel y su sonrisa aumentó.
Recordándo al joven de largos cabellos de noche y mirada de océano.
—Que los astros iluminen tu noche Giyu.
El cazador había acabado con la vida de tres demonios en un parpadeo, salpicando su sangre y manchando el verde césped iluminado por la luz de la luna y las estrellas.
Levantó su mirada y el brillo de los astros se sumerjieron en el frío lago de sus ojos, mesclandose con el brillo del cristalino azul de su mirada. Mientras que en su memoria, se hallaba su estrella brillando como siempre.
Y que sin importar la distancia, estaría unida a ella por la oscura noche y la calidez de sus sentimientos.
—¡Tanjirou!.
El muchacho de hebras pelirrojas y adorables ojos del mismo tono levantó la mirada del suelo en donde estaba echado. Al oír la voz que desde casi un año ya no había vuelto a escuchar.
—¿K...Kuroi-san? —habló con sorpresa al verla a pies de la montaña en donde el se encontraba entrenando desde hace ya varios meses, se acercó con rapidez hacia la mayor quien lo saludaba con euforia y una radiante sonrisa que lo hizo sonrojar—. ¿Q..qué hace aquí?.
Seiza rio mientras acariciaba su cuello con nerviosismos, dando a descubierto su travesura
—Me he desviado del camino, por unos días —susurró mientras negaba con la mano con rapidez para hacerle a entender que no le tome importancia a ese pequeño detalle—. Cambiando de tema. ¿Qué tal te ha ido? —se acercó y posó sus manos en las mejillas rojas de muchacho—. Estas tan grande.
—Ahh....yo —el joven kamado trataba de articular alguna palabra pero los estirones que la cazadora hacía a sus mejillas se lo impedian—. He mejorado...mucho, Urokodaki-san..me ha enseñado mucho —pudo decir y notó la sonrisa de la Pilar de Astros crecer.
—Mmm.. Me alegra oírlo —dejó sus mejillas ya libres y se agachó hasta su altura que no era mucha deferencia, y colocando su mano en su cabellera la acarició con animo—. Otsukaresama...sigue así.
Tanjirou quedó viendo a la muchacha sin poder siquiera pestañear, la dulce sonrisa y el cariño que le ofrecía en tan sólo esas palabras lo sacudió por completo y lo hizo recordar a su madre.
Pues sentía que aquella sonrisa lo hacía sentirse tan cálido como en su antiguo hogar.
Movió la cabeza para eliminar sus ojos empañados y sonrió con aún más energía.
—¡Si, gracias Kuroi-san! —contestó mientra notaba a la cazadora soltar una risa que se le fue contagiada a él.
Lo sorprendió al verla pasar su brazo derecho por su hombro y ayudarlo a avanzar hacia la cabaña de Urokodaki.
—Llámame Seiza, Tanjirou-kun —dijo con ternura al joven muchacho, mientras lo ayudaba a avanzar con cuidado, notando lo maltratado y exhausto que se encontraba—. Y, ¿los entrenamientos de Urokodaki-san son sencillos de realizar?.
El de cabellos pelirrojos comenzó a mover la mano de un lado a otro al igual que su rostro que contaba con una mueca graciosa.
—No, no, para nada —dijo mientras realizaba un reproche y hacía reír a la cazadora—. ¡Hoy casi muero dos veces!.
Kuroi volvió a soltar una carcajada y negó con la cabeza por las ocurrencias del ex-cazador y los lamentos de pobre chico.
—Me recuerda a mi Sensei —contestó con calma mientras notaba la mirada curiosa del muchacho—. Shizaku-sama, mi maestro, me hacía golpear unos gruesos troncos de bambues —volteó a observarlo con un toque de diversión por su gran atención a sus palabras—. Hasta que fuera capaz de cortarlos con tan sólo un pequeño trozo de bambú.
—¿Ahhh? —soltó un sonido de desconcierto al oirlo—. ¡Eso es imposible, los bambues no poseen filo! —Tanjirou escuchó la risa nuevamente, mientras hablaba y sintió sus mejillas arder—. Yo..
Calló al ver la pacífica actitud de la muchacha de ojos perlas.
—Era lo mismo que yo decía en ese entonces —suspiró con destellos de melancolía en sus ojos, pero que rápidamente borró para seguir con su cómoda charla con el chico.
Mientras cada vez más se acercaban a la cabaña.
—¿Qué fue lo más insensato que te ha hecho Urokodaki-san? —preguntó mientras observaba al joven Kamado pensarlo por unos minutos y luego descomponer el gesto de su rostro al aparecer recordar algo.
—Lanzarme de una patada al río, desde un acantilado —murmuró con un aura deprimente al rededor.
Seiza no pudo detener que otra carcajada saliera de sus labios para después desordenar los cabellos del muchacho para darle ánimos.
—Estoy segura que Giyu también debió pasar por eso.
Tanjirou levantó la vista y centro sus orbes de fuego en la muchacha, que le sonreía con una serenidad total y lo ayudaba sin dudarlo. Con eso no pudo evitar sonreír y olvidar por esos cortos minutos, el sufrimiento de sus oscuros recuerdos.
Pensando que aquella joven brillaban hasta como la más cálida estrella de la oscura noche.
—Disculpe de nuevo la intromisión Urokodaki-sama.
El nombrado negó con la cabeza sin darle importancia al tema, se encontraba recostado en la puerta de la pequeña habitación que los hermanos Kamado compartían. Detallando en cómo la joven Pilar arropaba al cansado muchacho y acariciaba los largos cabellos oscuros de la demonio.
—Siempre es un placer tener tus vicitas Seiza —respondió con calma, mientras recibía una sonrisa de la joven y ambos se dirigían al salón para tener una tranquila conversación.
—Ya veo.
El bajo susurró del viejo hombre fue lo único que se escuchó en aquel lugar, luego de haber sido relatado por los anteriores sucesos que había vivido la Pilar de Astros junto a su antiguo discípulo.
—Has pasado por malos momentos en tan corto tiempo —volvió a hablar mirando a la joven espadachín con atención.
Notando cómo un largo suspiró salía del interior de la muchacha y una apagada sonrisa cubría sus delgados labios.
—Aunque haya sido de ese modo —sus ojos perlas se encontraba en la oscura noche que se hacía presente por medio de la ventana abierta—. No es escusa para dejar de avanzar —observó ahora al ex-pilar, con una seguridad en su mirada y el destello de un sentimiento que el hombre tuvo curiosidad del saber la causa—. No si aún tengo a personas que cuentan conmigo.
Urokodaki sonrió bajo la máscara que llevaba y desvío la mirada al fuego danzante que emitía la pequeña vela del farol que iluminaba el lugar
—Eres muy parecida a tu maestro —exclamó con una fina capa de cariño cubriendo su voz—. Otsukaresama,...has hecho un buen trabajo Seiza.
Ella sintió sus ojos picar y su garganta secarse, llevó una de sus manos a sus ojos y la pasó por ellas varias veces, eliminando cualquier rastro de lágrimas que desearan huir.
Sintió sus hombros tan libres de peso, al igual que su pecho, ¿desde hace cuanto no oía aquellas palabras?, quizás desde que su maestro había muerto. Sintió tanta emoción al volverlas oír de alguien quien consideraba su segundo guía y mentor.
—Gracias Urokodaki-sama...
El cantar de los pájaros y el olor del rocio en los verdes césped daban por anunciado el amanecer.
Kuroi daba los últimos controles a sus pertenecías, estando lista para volver a su viaje.
—¿Ya te iras? —el adormilado murmuró la hizo voltear, descubriendo a un Tanjirou medio dormido, quien se talla a sus bonitos ojos carmín con sus manos.
Sonrió y se acercó a despiernar sus rojos y descuidados cabellos.
—Así es, debo reportarme en la sede —explicó con dulcura en su voz—. Nos veremos en otra ocasión.
—¿Cuándo? —lo escuchó preguntar con rapidez ya sin rastro de sueño en sus ojos, y tan sólo una pequeña preocupación por la respuesta que ella le daría.
Sus ojos brillaron al igual que su sonrisa y decidió alejar su mano del cabello del menor.
—Más pronto de lo que te imaginas.
Con aquellas palabras se despidió del joven Kamado, partiendo ya de vuelta a su camino. Teniendo en mente las palabras de Urokodaki, diciendo que dentro de unos días aquel muchacho habría culminado con su aprendizaje y que desde ese momento ya tan solo dependería de él dar el siguiente paso más cerca de su meta.
—Lo lograrás —volteó a observar como el muchacho de pelirrojos cabellos la despedía con un brazo arriba y una radiante sonrisa dibujada en sus labios—. Estoy segura de eso —susurró mientras respondía a la despedía y seguia con su camino.
Yendo directo al lugar que consideraba su nuevo hogar, y su nueva oportunidad de comenzar de nuevo.
Los intensos rayos del sol se reflejaban en la cristalina agua del lago hubicado frente a la sede de los mata demonios.
—Tardaste más de lo esperado.
Ella sonrió al oír aquella voz tan conocida y tan fácil de distinguir, levantó la mirada y detuvo su paso al quedar al lado suyo y observar la finca a tan solo unos kilómetros de ellos dos.
—Hice una pequeña parada —contestó en un tono tan calmado que desde hace tiempo no había utilizado—. Perdón por hacerte esperar —sonrió con calidez al joven Pilar mientras volteaba verlo con sus brillantes ojos, notando que el también la observaba de reojo.
—Vamos —se limitó a decir Tomioka, pero aún aquello no borro la diminuta sonrisa de los labios de Seiza.
A varios pasos después, la Pilar de Astros se vio sorprendida por el delicado sujetar de su mano, que se convirtió en un firme agarre luego de unos segundos.
Llevó la lista curiosa al causante de aquellas corrientes que se producirán y corrían por todo su cuerpo a causa de ese tan diminuto pero único contacto.
Tomioka no le devolvió la mirada y tan solo se limitó en seguir avanzado.
—Otsukaresama —fue el suave susurró que acarició los oídos de la cazadora y también fue el causante de la pequeña llama que ardió en todo su interior—. Bienvenida de vuelta.
Seiza sonrió y entrelazó sus dedos con las del Pilar, sin dejar que aquel diminuto acto de afecto de su parte fuera desperdiciado. Sabiendo que esas palabras tenían un mayor significado de las que parecía.
—He vuelto Giyu..
Pues eran las palabras que demostraban que había cumplido su promesa. Y que había vuelto.
A su hogar...
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