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Se encontraba corriendo detrás de su hermano menor, si escapaba de nuevo estaba seguro de que él estaría en problemas.
—Ryu, ¿donde estas?.
Un joven de largos cabellos oscuros atados en una coleta, vistiendo un yukata en tonos oscuros. Buscaba a su hermano menor.
Caminaba por el extenso prado ubicada cerco de un bosque de bambú.
—Ese irresponsable se ha escapado de nuevo —murmuró con enojo el joven de ojos verdes trigo mientras seguía buscando a su hermano menor.
Tardó horas y lo no hallaba, hasta que fue en lo alto de la montaña en el bosque de bambú es, en donde escuchó el crujido de ramas romperse. Al dirigirse hacia aquel lugar a paso cauteloso, se oculto entre las malezas para poder ver con claridad lo que sucedía.
Pudo notar a su hermano con un palo de bambú largo, moviendolo con agilidad y precisión, cortando debes en cuando algunos palos de bambues.
El mayor asombrado y envidiando dicha destreza, lo interceptó en uno de sus entrenamientos y lo llevó junto a su padre.
Shizaku Ryu, un pequeño de tan solo nueve años había demostrado gran habilidad con la espada. Y había entrenado desde pequeño en secreto.
Shizaku Dāku su hermano mayor lo descubrió y no dudó en cotarcelo a su padre, creyendo que su progenitor odiaba todo lo relacionado a la violencia.
Pero el resultado fue otro.
Shizaku-Sama, el primer Pilar de Astros, enseñó a su hijo menor el arte de la espada y de concentración total. Su hijo mayor sintiendo envidia por su pequeño hermano, pidió a su padre también ser participe de dicho entrenamiento. El cual el hombre aceptó.
Pasaron los años y los dos hermanos aprendieron la Respiración de Astros, que consistía en doce posturas.
—La Respiración de Astros, es una de las primera clases de respiraciones. Junto a la del Sol y la Luna. Es la el punto medio entre ambas clases de respiración —explicaba su padre mientras sostenía su katana heredada de su propio padre y así sucesivamente—. Existe una postura principal para cada cazador que domine esta respiración, la mía es la sexta postura. La de Virgo, la constelación del cual estoy bajo cuidado, vosotros también, deberán tener una postura principal —dijo para luego llevar a cabo su principal postura, la de virgo, dejando maravillado a sus dos hijos.
Dāku estaba seguro que superaría a su hermano, y tan sólo faltaba tiempo para que su padre también se diera cuanta de ello.
Pero no fue de aquel modo, sin importar el esfuerzo, la dedicación, el sudor y la sangre que diera para mejorar.
Nunca lo alcanzaba.
Uno de los más grandes secretos que el mayor tenía ancias de descubrir, era la de su hermano menor y su padre.
Era el por qué su hermano llevaba siempre una venda en los ojos, desde que lo vio por primera vez, nunca lo ha visto sin ella.
Ni siquiera sabía el color de sus ojos, tan sólo había oído una vez que su padre le decía que nunca debía dejarlos a la vista, sino correría un gran peligro.
Había dejado de lado aquella situación, hasta una cierta noche.
Había entrenado de nuevo hasta que la Luna hiciese su aparición, y llegó sucio y con nuevos golpes en su cuerpo de tanto entrenar.
Se dentro a su hogar y camino por los pasillos hasta el salón en donde su padre solía tomar el té en aquella horas, pero al abrir las puertas corredizas no encontró a nadie. Confundido también busco a su hermano pero tampoco lo halló, decidió salir afuera a buscalo, teniendo el temor de que algún demonio los hubiera hecho daño. Pero conociendo a su padre, sabía que ambos estarían seguros.
Al salir al patio trasero, vio la luna reflejarse en el manantial del lugar y también las sombras de dos personas sentadas en el techo de la cabaña. Volteó con rapidez descubriendo que eran su padre y hermano.
Sonriendo aliviado decidió hacerles compañía, pero a media subida se detuvo.
—Tienes un gran talento Ryu, tu destreza es sin duda más que la de tu hermano —la voz de su padre llegó a sus oidos—. Eres....perfecto.
Aquello produjo que algo se rompiera en el interior del mayor, quien bajó la mirada y apretó las manos formando puños.
—Padre, mi hermano...también es hábil, y creo...que puede llegar a super sus espectativas —habló el menor de los hermanos—. Además la perfección...para mí no existe, todo posee defecto.
El hombre sonrió y se acercó al pequeño niño para sacarle aquella tela que cubría sus ojos, dejando a la luz sus hermosos orbes de perla.
—Tienes los ojos de tu madre... Perfectos —habló con calidez el hombre para luego observar las estrellas—. Tu hermano...es un gran muchacho.
Dāku levantó la mirada esperanzado por las palabras de su padre.
—Pero...su corazón no es puro —murmuró con melancolía, pero sus palabras no fueron comprendidas por el pequeño Ryu—. Es mejor que vayas a dormir, es tarde...
La noche estaba en su más oscura precensia, momento en donde las almas oscuras diambulan.
El joven Dāku se encontraba en medio del bosque de bambues, golpeando los gruesos palos con sus puños, destrozando sus propias manos.
Cayendo en la misma oscuridad que aquellos seres.
Pasaron los años y ambos hermanos se convirtieron en cazadores de demonios, Ryu reconocido como el mejor de su generación y Dāku como su sombra.
—Dāku-nisaan, ¿has visto a nuestro padre? —preguntó el menor deteniendo su entrenamiento, observando a su hermano mayor golpear con su espada aquel grueso árbol.
—Buscalo por ti mismo.
Fue lo único que respondió de forma brusca.
Ryu tan sólo suspiró, por más que tratara en acercarse a su hermano, le era imposible, cada día se alejaba más y más de él y su padre. Concentrándose tan sólo en entrenar, mejorar y conseguir mayor poder.
Y su meta de superar a su hermano.
El menor de los Shizakus se alejó del lugar y busco a su padre.
—¡Padre...Padre! —llamaba en medio del pasillo, hasta que paró en seco—. ¡Padre! —lo había encontrado inconsciente, tumbado en el suelo.
Trataba de reanimarlo pero no respondía,asi que lo cargó y llevó a su habitación.
Fue en ese momento en que la oscuridad empezó a consumirlo todo.
Sostenía la mano helada de su padre, evitando su mirada mientras permanecía junto a él, en sus últimos minutos de vida.
—Ryu... —murmuró su padre con dificultad llamando su atención—. La...Sutārein,...mi katana..
El menor de los hermanos, acercó la espada a su padre, pero él la pegó a su pecho de forma brusca sorprendiendolo.
—Es tuya...ahora te pertenece —murmuró y sonrió al verlo negarse en aceptarlo—. Te lo mereces...seras un gran... Pilar.
—Padre...no debes hablar... —susurra con melancolía sosteniendo sus manos—. No puedes marcharte...
El hombre acarició sus largos cabello con cariño.
—Cuida de...los que...necesiten —susurró para luego soltar su último aliento de vida.
Shizaku Ryu de tan solo quince años quedó allí, frente al cadáver de su padre. Prometiendo que cumpliría con su pedido.
Detrás de la puerta entre las sombras se encontrá el mayor, había escuchado cada palabra de su padre.
Y de nuevo se sumergió más en la oscuridad.
—El nuevo Pilar de Astros, Shizaku Ryu —habló Oyakata-sama con una pequeña sonrisa al presentar al nuevo Pilar.
Así cursaron más años, y las cosas seguían complicandose.
Dāku había dejado su labor como cazador a causa de una ruptura de hueso. Lo había perdido todo, a pesar de su intentos, nunca logró alcanzar, ni mucho menos superar a su hermano.
Una noche de lluvia, el ex-cazador se encontraba caminando por los barrios bajos de un pueblo, con un su antigua katana en sus manos.
Hasta dejarse caer en medio de la calle sólo.
Quedó allí por varias horas, mojandose completamente, hasta que notó una sombra frente a él, levantando la mirada se encontró con un hombre de carmesí mirada y cabellos oscuros.
—Es lamentable que la perfección no sea reconocida, ¿no es así? —habló aquel hombre con una sonrisa de lado.
Dāku tan sólo lo observó con sus ojos vacíos, sin emitir palabra.
—¿No quieres ayuda? —murmuró agachandose a observar a su presa—. La perfección debe ser reconocida y siempre sobresalir. Tu debes ser así.
—Yo lo soy... —murmuró de forma perdida, siendo consumido por la avaricia de poder.
Y cayendo en las penumbras.
—Soy perfecto...
Había atacado a su hermano con todas sus fuerzas pero no había podido ganarle, tan sólo había ganado una de las vidas de sus pupilos. Pero no le era suficiente, quería más, más poder, más comida.
Más sangre...
Así pasaron más años, devorando humanos inocentes, aumentando según el, su perfección. Hasta que un día pudiera acabar con el único ser que hasta ahora no había podido superar.
Así espero hasta una noche igual de lluvia, una noche en que por fin cumplió con su propósito.
Lo había hallado solo, en su antiguo hogar.
Aún recordaba su rostro al aparecer junto a él, aún recordaba sus palabras de comprensión y su intento de hacerlo entrar en razón.
Pero su ambición sobre el poder ya lo había cegado hace años. Por lo cual no dudo en arrebarle la vida a su hermano menor.
Cumpliendo con su propósito de una vez por todas
Sencontraba en un oscuro lugar, donde no había estrellas, donde no había luz, tan solo pudo notar el brillo carmesí de la sangre de sus manos. Y oír el grito de dolor de todas sus víctimas taladrar sus oídos.
Después de todo, ahora pagaría por todos sus pecados, por todo sufrimiento que había ocasionado.
Pero había olvidado algo importante.
Y es que después de cada oscura y tormentosa noche, las estrellas vuelven a aparecer. Iluminando la vida de uno.
Tan solo hay que tener paciencia para que aquel momento llegue.
Después de todo, todos pues tener segunda oportunidades.
—Oye... Nisaan si que has tardado
Abrió los ojos al oír aquella voz, se encontró frente a un pequeño Shizaku Ryu sin las vendas, con sus hermosos ojos perlas a la luz.
—Te estuve esperando.
Extendio su pequeña mano hacia el esperando a que la sujetará, pero el mayor no se movía. Pues creía que no merecía su perdón.
—Sigues siendo lento, y olvidadizo...
Sujetó su mano y lo guió por el camino del prado, lleno de luciérnagas, hasta su antiguo hogar.
En donde podría volver a vivir, una vez más.
— Recuerda que no debes temer a la noche, porque es en ella, en que las estrellas nunca dejan de brillar.
Nota de la Autora:
Hola!
Nuevo capítulo!.
Esta vez me fue difícil escribir jeje, espero que haya quedado bien.
En fin que lo disfruten!
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