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Hay estrellas que duermen, otras que ríen...

Viajarás al pueblo de las hojas de otoño, ubicada en la frontera del sur —la voz de Oyakata-sama, líder de los cazadores de demonios se escuchó claramente mientras caminaba a pasos tranquilos por los pasillos de su finca con ayuda de una de sus hijas.

¿El pueblo de las hojas de otoño? —dijo la Pilar con extrañez, pues nunca había oído de dicho lugar, mientras lo seguía hacia el lugar de reunión de los mata demonios.

Un gran pueblo reconocido por los bellos paisajes que ofrece en cada época de otoño —respondió a sus dudas con una pasiva sonrisa el hombre—. Su crecimiento en estos últimos años fue inmensa. Lo cual ha llamado mi atención —dijo quedando frente a las puertas de roble que daba al salón, donde se encontraban esperándolos los demás Pilares—. Y quiero otorgarte a ti la tarea de ir a investigar, además hemos recibido noticias de que un demonio ataca en los lugares bajos del mismo pueblo.

—Comprendo Oyakata-sama, aceptó la misión —Seiza realizó una reverencia en forma de agradecimiento.

Me alegra oírlo hija mía —sonrió el hombre con ceguera mientras abría las puertas con delicadeza.

La joven Pilar que iba detrás suyo, al inclinarse a un costado notó a los demás Pilares arrodillarse frente a Oyakata-sama, ella estaba a punto de hacerlo de nuevo. Pero el líder de los mata demonios negó diciendo que no era necesario.

Es una dicha tenerlos a todos juntos hijos míos —dijo el hombre de ojos blancos con una cálida sonrisa en sus labios mientras se adentraba al salón con ayuda de uno de sus hijas.

¡A nosotros también nos alegra verlo bien Oyakata-sama! —habló Rengoku Kyojuro o mejor conocido como el Pilar de Llamas, con un brillo radiante a su alrededor—. ¡Pedimos siempre por usted, para que goce de buena salud y felicidad! —sus brillantes ojos y sonrisa causaron curiosidad a la nueva Pilar.

Sin duda era una persona muy extrovertida.

Te lo agradezco Kyojuro —agradeció el hombre, dirigiéndose a su lugar en la mesa.

Al ya no estar cubriendo la presencia de la cazadora de demonios, la atención cayó en ella totalmente. Todos los Pilares guardaron silencio observando con detalle a su compañera.

Toma asiento Seiza —dijo el patrón sin dejar de sonreir con calidez.

La nombrada aceptó realizandole de nuevo una reverencia y se encaminó a paso seguro al último lugar libre entre el Pilar Serpiente, Iguro Obanai y entre la Pilar de Amor.

Al ya estar sentada, siento unos brazos rodearla y unos pechos arrimarse a su brazo. Cosa que le erizo la piel.

Kuroi-chan que linda estas —dijo la de cabellos rosas con puntas verdes limón sujetadas de dos trenzas, mientras la abrazaba con emocion—. Me alegra que ya seas uno de nosotros.

—Gracias Kanroji-san —susurró con una bonita sonrisa pero un codazo en su lado contrario la hizo voltear.

Es irrespetuoso no saludar a tus mayores —dijo el de ojos heterocromicos mientras la observaba de reojo.

Lo siento Iguro-san —rió de forma decimulada.

Aquellos dos Pirales eran con los que más congeniaba, sin contar a Tomioka quien desde que llegó no apartaba la mirada de su estrella. Él se encontraba sentado junto a Kochou Shinobu, la Pilar Insecto. Y él Pilar Roca.

Seiza lo vio y no pudo evitar sonreír de forma cálida aunque no haya sido correspondida de forma directa sabía que él lo hacía.

Bien es momento de tocar con él tema por el cual nos hemos reunidos —dijo Oyakata-sama con calma.

Ya pasado un tiempo desde que la reunión había empezado, luego de haber tratado temas normales como el futuro examen para cazadores de demonios y otros asunto más. Llegaron a tocar la siguiente misión que realizaría uno de los pilares.

Como ya habrán oído, en el pueblo del otoño han habido rumores de que un demonio está merodeando por los lugares bajos, pero los líderes no han hecho nada —empezó a explicar Oyakata-sama con un semblante serio, captando totalmente la atención de los Pilares—. Alli esta lo extraño, a pesar de que cada día más gente desaparece y es encontrada muerta, el monarca no ha notificado ningun pedido de ayuda.

—¿Cómo se ha enterado entonces Oyakata-sama? —habló el Pilar Roca aún con lágrimas en los ojos, lo cual le resultaba extraño a la de ojos perla.

El pueblo ya arto de el infierno en que se encuentran viviendo, han decidido realizar una revolución por así decirlo —respondió el hombre a sus hijos—. Ahora mismo el lugar es una tierra de nadie, en donde sólo hay muerte y dolor. Una mujer logró comunicarse rogando nuestra ayuda para matar a dicho demonio y traer la paz de regreso —explicó completamente.

Pero si solo es un demonio, ¿por qué no mandar a los de rangos más bajos? —dijo el Pilar de Viento, Shinazugawa Sanemi.

El patrón asintió con una sonrisa por su buena pregunta y se dedico a responderla.

Ya lo hemos hecho, Sanemi —guardo silencio y agachó la mirada demostrando pesar—. Nadie a vuelto...

Todos guardaron silencio al oír aquello.

Solo hay una cosa que podemos hacer por nuestro compañeros caídos —habló por primera vez Kochou sin dejar la sonrisa de sus labios—. Vengarlos...

—Así es hija mía —contestó Oyakata-sama—. Pero deben saber, que no es un demonio cualquier a quienes nos enfrentamos —dijo con seriedad mientras su mirada perdida se posaba al frente en dirección a los Pilares—. Según la información que nos brindo la mujer, las características del demonio nos hacen sospechar que es una de las Doce Lunas Demoníacas.

Todos no evitaron sorprenderse, pues su último contacto con un demonio de ese estándar o mejor dicho nivel fue hace muchos años.

También tenemos la sospechas de que es la Primera Luna Inferior —dijo causando aún más tensión en los mata demonios.

El Pilar Serpiente notó un brusco movimiento cerca suyo, al voltear vio a la Pilar de Astros temblando de forma no tan llamativa. Pero él y cierta persona se habían dando cuenta de eso.

Sin querer llamar la atención colocó su mano en su brazo con delicadeza para hacerla volver a concentrarse, ella parpadeó un poco y lo volteó a ver. Para luego sonreír agradecida al muchacho de ojos bicolores.

Tomioka no paraba de ver al par de cazadores, aún no entendía como a su estrella le caía bien aquella serpiente.

Y si, sentía malestar por aquella vista, pero como siempre el Pilar de Agua se mostraba tan tranquilo, como un lago bajo la noche iluminada por las estrellas.

Solo que ahora mismo, las estrellas no estaban presentes.

Y eso no le agradaba.

¡Entonces es un caso serio, debemos hacer algo inmediatamente! —dijo Rengoku con su fogosa actitud.

Lo sé Kyojuro —sonrió Oyakata-sama aligerando el ambiente—. Ya he decidido quien de ustedes irá a detenerlo.

Todos lo observaron expectantes a oír sus siguientes palabras. Aquellas que causó desagrado en unos y miedo en otros.

Kuroi Seiza, Pilar de Astros —habló y como si tuviera sentido de la vista dirigió sus blancos ojos a la joven—. Ella será quien realizará esta tarea.

—¡La ojos de muerto! —habló Sanemi con indignación, pues no estaba conforme con ello—. ¡Lamento contradecirlo Oyakata-sama, pero creo que aún es muy temprano para poner en sus hombros tan importante tarea, además aún no llega ni a los talones de los demás Pilares —dijo con sarna sin dejar de ver a la Pilar, quien sólo tenía el semblante neutro.

Comprendo tu opinión Sanemi.

—Yo también creo lo mismo patrón —habló la Pilar Insecto ya sin su sonrisa—. Aún es muy rápido para hacer eso —iba a decir más pero fue interrupida.

Aceptó la tarea con gusto Oyakata-sama —la calmada voz de la nueva Pilar hizo que todos la observarán, se encontraba serena—. Si usted pensó en mi para hacerlo, no tengo nada que dudar. Se que tengo la fuerza necesaria para hacerlo. Así que aceptó —finalizó.

Me alegra oírlo Seiza —dijo el hombre con una sonrisa en sus labios—. Bien ya no hay nada que discutir, comencemos a cenar. Pues la noche ya ha llegado —dijo y sus adoradas hijas entraron por la puerta sirviendo la cena.

Todos empezaron a digustar las delicias servidas por la niñas. En silencio y tranquilidad.

Tomioka se encontraba pensativo, preocupado a más decir, ya que notaba a su amiga rara.

Me gusta...

Volteó a ver al Pilar de Sonido, Uzui Tengen. Quien observaba a la de ojos perlados con una sonrisa coqueta.

Giyu solo lo observó sin inmutarse, aunque sentía su interior hervir y más aún por lo siguiente.

Haré que sea mi cuarta esposa —dijo el de caballo albino sin dejar de verla hablar con la Pilar de Amor de forma entretenida—. Será muy vistoso tenerla a mi lado.

El mata demonios solo siguió comiendo, pero Shinobu noto la ligera fuerza extra que ejercía sobre los cubiertos.

Él no dajaria que aquella tontería se hiciera realidad.

El cielo de negro estaba y las estrellas iluminaban el lugar.

La cazadora de demonios suspiró por segunda vez, sentía la suave briza acariciar sus ahora sueltos cabellos oscuros, se sentía exaltada por la reunión de hace unas horas. Se encontraba sentada en el techo de la finca del patrón de los cazadores de demonios. Movía de vez en cuando sus piernas mientras observaba a los luceros acompañarla en aquella oscura noche.

¿Tú también crees que no estoy a la altura? —dijo sin verlo y sintiendo como se sentaba a su lado—. También notaste lo sucedido —esta vez no preguntó pues estaba segura.

Tomioka no habló, tan sólo observó las estrellas que formaban las distintas constelaciones, de la cuales conocía sus historia gracias a su compañera. Pues solían pasar algunas noches cuando él sueño no los envolvía, apreciando el cielo y hablando de distintos temas.

Creci junto a mi hermana mayor, su nombre era Tsutako, Tomioka Tsutako —empezó a hablar llamando la atención de Seiza—. Cuando todavía era un niño, mi hermana se sacrificó para protegerme de los demonios. Mi hermana dio su vida por mi —habló él con voz suave, que solo utilizaba con ella—. Fue en el día de su boda, el demonio —no apartaba la mirada del cielo—. Llegó y lo destruyó todo frente a mis ojos —sus orbes azulados como el agua brillaban, pudiéndose notar en ellos el mar de sensaciones que sentía en aquel momento—. Después de la muerte de Tsutako, traté de decirles a otros que fue asesinada por un demonio, sin embargo, fui etiquetado como enfermo mental y fui enviado con uno de mis familiares, un médico —era una de las pocas veces en que se expresaba y hablaba de esa manera—. Me escapé durante el viaje  y casi muero en la montaña, pero fui rescatado por Urokodaki-san, quien luego me hizo su aprendiz

Kuroi lo observaba con detenimiento, aquella parte nunca la había conocido, al parecer no era la única en guardar secretos.

¿Volviste....a ver al demonio? —preguntó

No —dijo él mata demonios volteando a verla con sus zafiros que brillaban con la luz de la luna— Tenía 13 años cuando conocí a Sabito mientras entrenaba con Urokodaki-san, y nos hicimos buenos amigos. Después de aquello ya sabes mi vida —terminó de relatar y sintió una pequeña mano sugetarlo de su mejilla, se dejó estar, pues no podría negarle nada a su estrella.

Seiza dejó su mirada en la de él sin pensarlo apartar.

Yo...tenía un hermano —habló soltando la majilla del chico y volteando a ver el cielo—. Su nombre era Tamashī, era mi hermano mayor —nunca había hablado de él, solo su maestro lo conocía y quizás Urokodaki—. Cuando era niña, perdí a mis padres a causa de los demonio. Luego mi hermano y yo...quedamos solos —dijo sin mirarlo pero sabiendo que su atención estaba en ella—. Shizaku-sama nos encontró, y nos crió. Fuimos sus discípulos a partir de los 7 años, nos enseñó todo lo que sabía.

Una sonrisa se dibujo en sus labios y suspiró con cansancio.

Una noche, cuando todos dormíamos. Un demonio atacó, un demonio diferente —susurró mientras sus manos se hacían puños, pero luego sintió una calidez que envolvía sus manos y deshacía el puño—. El sensei no se encontraba, había ido a una misión pues en ese entonces, aún era un cazador. El demonio destruyó la casa. Tamashī y yo corrimos tratando de huir pero no lo logramos —suspiró mientras sujetaba la mano de su compañero—. Corríamos por el bosque de la montaña, pidiendo ayuda. El demonio nos encontró y logró alcanzarnos, estabamos cerca del acantilado y el demonio nos cubría el paso hacia la salida, sólo nos quedaba morir o saltar rogando que saliéramos con vida.

Giyu la observaba con suma atención, mientras sus manos se entrelazaban con delicadeza, ambos eran iguales habían perdido a alguien importante en sus vidas.

Ambos tenían una herida que aún no sicatrizaba.

Mi hermano me agarró de los hombro y me hizo observarlo, sus ojos eran negros lo contrarios a los míos, aún sin importar la situación tenía aquella dulce mirada que lo caracterizaba —sonrió con melancolía—. Con una sonrisa de sus labios algo temblorosa, me dijo que siempre me observaria y que no me preocupa por su bienestar. Que sin importar lo sucedido estaríamos unidos por las estrellas del cielo —volteó a verlo y sus orbes perla lo dejaron sin aire—. Me pidió perdón y me dio un pequeño abrazo, a los segundos ya me vi cayendo por el barranco. Y a Tamashī siendo derribado por el demonio, luego todo se enegrecio —susurró recordando a su querido hermano—. Al despertar vi a Shizaku-sama arrodillado pidiendo perdón, dijo que fue su culpa. Que aquel demonio era una de las Doce Lunas Demoníacas, exactamente la Primera Luna Inferior.

Terminó de hablar y sintió a Giyu tenzarse, ahora lo comprendía, había una posibilidad de que aquel demonio que atemorizaba al pueblo fuera el mismo demonio que  el del pasado de la mata demonios, vio los ojos de Kuroi brillar con deseos de venganza.

Si realmente fuera el mismo, yo... podría —quedó en silencio y cerró los ojos buscando calma—. No...yo debo hacer algo.

Giyu ya no queriendo verla torturandose, acarició su menton y la miró a los ojos con neutralidad.

—Se que eres capaz de hacerlo —dijo y vio los ojos de la muchacha aguarse—. Porque eres fuerte y no te derrumbaras, yo no lo permitiré —se acercó a su rostro acortando más la distancia entre sus cuerpos.

Giyu... —murmuró sin poder dejar de ver los hermosos zafiros que se encontraban en los ojos del chico.

Porque cuando lo necesites, yo estaré junto a ti —el susurró abrazó el cuerpo de la mata demonios y hizo retumbar su corazón—. Seré tu pilar de apoyo y tu compañero de desafíos.

Una lagrima cayó de sus ojos similares a estrellas al oír aquella frase, que trajo a sus mente recuerdos de su niñez.

Te lo prometo Seiza...

Hay estrellas que duermen, otras que ríen...

Distancia, separación. Aquellas palabras habían sido consumidas en su totalidad por la oscura y misteriosa noche.

Tomioka llevó su mano a su mejilla y la acarició con delicadeza cortando con la distancia aún más, sacándole suspiros a su estrella y haciendo que lo viera a él.

Como él la veía a ella...

Sus respiraciónes mesclandose al igual que sus miradas, y a partir de ese momento, al igual que sus corazones. Un centímetro más eliminado, causaba que unas inexplicables corrientes fluyeran por sus cuerpos y una calidez se instalara en sus pechos.

Tomioka la quería, pero lo escondía, la admiraba y se lo demostraba, la deseaba y lo negaba. Deseaba probar aquellos labios que hace tiempo ya lo habían llamado para embrujarlo. Pero el Pilar de Agua, se negaba, quizás por miedo, quizás por preocupación.

Pero todo eso fue pasado.

Y están las estrellas que se besan

Un pequeño roce tímido, y las respiraciones se apagaron. Un pequeño beso y los corazones explotaron.

Un roce, un beso fue el inicio de la unió de ambos. De un nuevo comienzo.

Y así se besaron.

Seiza no pudo evitar cerrar los ojos al sentir las suaves caricias del pelinegro en sus mejillas, mientras la distancia ya era totalmente nula, y la timidez quedaba a un lado dejando el camino libre para que ambos pudieran explorar en lo profundo del otro.

Tomioka la beso, dejando de lado su frialdad, derrumbando los muros que de niño había construido. Permitiendo por primera vez dejar sus sentimiento a flote. Sus manos se deslizaron por su cuello, apretandole con suavidad la garganta, con los pulgares hecho su cabeza hacia atrás para profundizar el beso. Quería sentirla, quería unirse a ella. Y así lo haría.

Con sus labios entrelazados y sus respiraciones chocando volviéndose uno.

Seiza sintió la presión de sus labios contra los suyos, con tal delicadeza y dulzura que tal vez sea pecaminoso, porque fueron aquellos labios los que le robaron el alma, aquellos que más que acariciar sus labios, detubieron su respiración quemando con fuerza por dentro. Aquellos labios que abrieron camino a su corazón.

Aquellos labios que junto a los suyos producían un beso que acaricia, suspira y se apropia de la encarnación amada que se derrite y se hace agua en los venturosos labios de ambos.

Ella entrelazo sus brazos por el cuello de él, dejándose embriagar por la sensación, enredando sus dedos en sus largos mechones oscuros. Mientras sentía las manos de Giyu sujetarla de la espalda baja, impidiendo cualquier posible distancia y terminación del beso.

Y son ellas las que ya han descubierto que, cuando dos estrellas se juntan, brillan como una sola

Y así ambos perdieron la noción del espacio y tiempo, mientras que las estrellas se apagaban en el cielo y se ensendian en sus corazones....

Con aquel beso bajo las estrellas.

Virgo esta resplandeciente esta noche.

En el techo de la sede se encontraban dos cazadores de demonios, exactamente dos Pilares. Sentados disfrutando de la suave brisa y el resplandor de las estrellas. 

Acuario, esta igual —con voz neutra pero calidad contestó su compañero—. Ambos estan encandecentes en medio de la oscuridad.

Ellas las guiaran siempre —susurró la de cabello oscuro—. Hasta un nuevo renacer. 

Sigues creyendo eso de ellos, los demonios ni renacen, ni se libran de sus actos. —le contradijo pero sin levantar la voz, mientras la abrazaba con más fuerza y ocultaba su rostro en el cuello de Seiza.

Todos lo hacen, plantas, animales, humanos, hasta los demonios. —suspiró apartando su mirada de los Astros y volteando a verlo o al menos tratar de hacerlo—. El que se arrepienta de sus errores, puede hacerlo.

El joven de cabello negro azulado suspiró esta vez volviendo a observar los ojos perlados, de ahora si, totalmente su estrella.

Solo suya..

Aun sigues con la cabeza por los cielos. ¿No Pilar de Astros?.

Aquello produjo una pequeña risa en su compañera, quien también lo observó con una sonrisa y se acercó al rostro de su amado cazador, mientras acaricia su mejilla.

—Aun sigues con la cabeza en lo profundo del mar. ¿No Pilar de Agua?.

Tomioka giro su rostro al lado contrario quedando en silencio, impidiendo ver el fantasma de una pequeña sonrisa situada en sus labios. Luego volvió a verla quedando a una diminuta distancia, sintiendo la sonrisa algo burlona de Kuroi acariciando sus labios. Acortó la distancia para unir sus labios de nuevo. Haciendose adicto al sabor de ellos.

Se besaron...

Un tipo de beso que inspira a las estrellas a subir al cielo para iluminar al mundo.

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