•𝟙𝟚•

Kuroi Seiza:

Querida pequeña, discípula de mi mejor amigo Shizaku Ryu. Tus cartas siempre serán recibidas con alegría y respondidas con cariño.

El muchacho se encuentra bien, aceptó convertirse en mi pupilo, con el objetivo de encontrar alguna cura para su hermana menor convertida en demonio.

Me recuerda a tu maestro, tan cabeza dura y valiente, intentando siempre mejorar para ayudar a los demás.

Aunque a veces era un gran dolor de cabeza.

Saludalo de mi parte cuando vayas a verlo... Y dile que pronto iré a visitarlo.

Espero que tu te encuentres bien y manda mis saludos a mi alumno. Que de seguro estará a tu lado leyendo esto.

Cuidense...
Urokodaki Sakonji

P. D.: Dile a Giyu que no se sobreesfuerce, tiene tendencia a hacerlo y siempre salir lastimado en las más fuertes batallas. Ese idiota...

La Pilar de Astros soltó un suspiró a terminar de leer aquella carta sintiendo tranquilidad al saber que todo iba bien con los dos hermanos, estaba segura de que aquel niño que dijo llamarse Kamado Tanjirou cumpliría su objetivo. Lo había visto en sus ojos, el viejo Urokodaki tenía razón.

Tenía la misma determinación que su maestro...

—Urokodaki-sama te manda saludos —dijo sin mirar a su compañero quien se encontraba parado observando al frente mientras ella se encontrá sentada al lado suyo.

Él no respondió pero como ya lo conocía y sabía que tenía su total atención en ella.

Dice que te cuides —prosiguió—. Y que no seas un impulsivo en tus misiones —finalizó y lo observó con curiosidad.

El gesto del Pilar le causó gracia, pero evitó demostrarlo al cubrir su rostro con una de sus manos.

Luego de unos minutos volvió a encontrarse tranquila, cerró los ojos y sintió la briza fresca invitando a sus mechones oscuros a danzar con el viento. Lo disfrutó, de verdad era uno de los pocos momentos en que se podía respirar aire puro, sin la presencia del aroma a sangre al cual ya se había acostumbrado al haber realizado ya tantas misiones.

Sintió un apretón en su mano izquierda que se encontraba sobre el césped. Sonrió ya sabiendo a quien permanecía ese dulce y cálido tacto.

No dijo nada tan solo permaneció con aquella abradable sensación disfrutándola.

Debemos seguir —habló Tomioka ya levantándose sin separar sus manos.

Ella lo siguió, debían partir a su siguiente misión. Oyakata-sama los había mandado a misiones distintas, pero sus caminos eran iguales hasta cierto punto.

Debemos separarnos aquí —el cazador de demonios perteneciente a los Pilares se detuvo en un punto en que el camino se dividía en dos.

De acuerdo, ve con cuidado Tomioka-kun —sonrió Seiza tratando de soltar su mano pero el muchacho se lo impidió.

De un suave estirón la atrajo a su cuerpo y la observó sin pisca de vergüenza y sin cambiar el semblante neutro en su rostro.

La Pilar de Astros sintió su rostro arder, ya sabía de los actos repentinos de su compañero mata demonios, pero aún no se acostumbraba del todo a ellos.

Pero si le encantaban, a pesar de ser muy raras veces en que Tomioka los hiciera, sabía que la mayoría eran causadas por ella.

Nos veremos luego —dijo él de ojos azulados sin dejar de ver las dos hermosas estrellas que se hubicaban en los ojos de la cazadora.

Kuroi cerró lo ojos al sentir una pequeña presión en frente, al abrirlos de nuevo, se encontró sola en medio de aquel camino. El Pilar de Agua había desaparecido como siempre lo hacía luego de haberle besado la frente. Un acto que había empezado hacer luego de aquel encuentro con los dos pequeños hermanos.

Recordaba que desde aquella vez, se encontraba más atento a ella.

Al igual en cuando lo conoció, luego del examen final de los cazadores de demonios, cuando ella lo había ayudado a llegar al hogar del ex-Pilar de Agua. Y cuando el había recoperado la consciencia y sanado casi completamente. Ella aún permacia allí.

Recordaba lo nerviosa que se sentía al sentir la intensa mirada del discípulo de Urokodaki.

Siempre supo que Tomioka Giyu era demaciado directo en cada acción o palabra suya.

Y sin esperar más se dirigió a su siguiente destino, su siguiente misión.

Todo paso tan rápido, al haber llegado al pueblo indicado ya se había hecho de noche. A tan solo adentrarse un poco al lugar sintió la presencia de sangre por todos lados, el silencio dominando todo espacio acompañado de la oscuridad.

Con cautela y la guardia alta se fue adentrando más hasta llegar al lugar en donde encontró al demonio que cazaba. Tras luchar contra el por un corto tiempo, el demonio escapó al estar herido.

Ahora se encontraba buscando a aquel demonio, hasta oír un lamento y pedido de ayuda.

Se topó con una pueblerina herida, sin pensarlo más la fue a ayudar, debía ocultarla de esa forma podría atacar al demonio con libertad y no preocupándose de proteger a aquella muchacha.

Al encontrar una cabaña segura y libre de peligro se adentró en ella llevando consigo a la joven.

Escuchame, quedate aquí, entra en aquel lugar y no hagas ruido —susurró volteandola a ver notando sus lágrimas y temblores—. Tranquila....todo estará bien. Volveré por ti al terminar con aquel demonio.

Estaba a punto de irse pero aquella joven la sostuvo de su haori de constelaciones, volvió a verla y la encontró abrazando su prenda.

Mi..mi Nana...ella —hablaba de forma entrecortada y con lágrimas cubriendo sus mejillas—. Estaba allí conmigo....

Aquello extraño a Seiza, pues solo la había visto a ella, al verla detenidamente notó un corte en ambos brazos cerca de sus codos, similar al que ella había hecho al demonio del pueblo

No había otra persona junto a ti —dijo con extrañes mientras voltea a por completo a verla.

Sus sentidos despertaron al sentir una presencia oscura junto a ella se puso en alerta, cubriendo a la joven para protegerla.

Pero al poder distinguir el lugar de donde venía aquella sensación, su piel se erizo.

Iba a voltear pero ya era tarde, pues un zarpazo le dio en su hombro produciendole una herida. Había sido rápida para poder desviar aquel ataque con su espada, de no haberlo hecho, la herida hubiera sido en su pecho.

Ahh, fue mi error —dijo la joven sonriendo de forma sádica mientras su rostro se desgarra  y su boca se ensanchaba dejando ver sus enormes colmillos grisaeos—. Lo siento es que aquella humana no paraba de repetirlo mientras veía como devoraba a su Nana. Aunque luego la devore a ella.

La mata demonios sorprendida al ver su cambio, entendió lo que sucedía. Todo había sido un engaño, la demonio había utilizado su técnica de demonio de sangre el cual consistía en cambiar su apariencia. Suspiró sujetando el lugar en donde la había herido.

Lo admito, fui descuidada —habló la cazadora y sujetó con fuerza su katana—. Pero ya volverá a pasar.

Estaba decidida a terminar con aquella misión, ya que estaba tardando más de lo que esperaba.

Caminó a pasos tranquilos por aquella ruta empinada, atravesando el bosquesillo de bambues para llegar a la sima de aquella  montaña.

Al fin pude llegar —suspiró dejando su katana a su lado y sentándose a descansar un poco—. Fue un ajetreado camino hasta aquí —murmuró con humor mientras observaba las flores de loto que traía en sus manos.

Hace unos meses me encontré con un par de pequeños muy peculiares, un humano y un demonio. Pero estos eran diferentes, se protegían uno al otro —siguió hablando sin borrar su sonrisa y mientras lo miraba—. Tomioka casi los mata, es muy testarudo —rió acomodando su bufanda ya que el frío se empezaba a sentir pues ya estaba anocheciendo—. Tal y como dijo Urokodaki-san. Por cierto...él... té manda saludos, dijo que vendrá a vicitarte dentro de poco, sabes...el decidió guiar al muchacho de que te hable —dijo observándolo—. Se que hará un buen trabajo con el, así que no debo preocuparme por aquello.

El viento soplaba con calma y la temperatura había bajado al ya hacerse de noche.

Seiza sonrió con melancolía al observarlo, dejó las flores allí y acarició el frío cemento.

Las estrellas ya no volverán a llorar —murmuró con respiración pausada—. Lo prometo Shizaku-sama —dijo y llevó la cabeza hacia arriba mientras cerraba los ojos por un momento buscando fuerzas.

Y aquel que se las daría estaba justo detrás suyo.

Ahora quien es el que tarda Tomioka —dijo en susurró sin dejar de ver aquella lápida.

Sus cabellos se movieron por un momento y sintió una tela caer sobre sus hombros.

Hace frío, te enfermeras —fue lo único que dijo el Pilar de Agua mientras acomodaba su haori multicolor para cubrirla del frío.

Ella le agradeció y ambos se alejaron del lugar, bajando de aquella montaña.

Donde alguna vez había entrenado junto a su maestro, aprendiendo cada postura y movimiento gracias a él. Lugar en donde durante las noches ambos observaban y estudiaban el ciclo estelar, las estrellas. En donde contaban las historias de cada constelación.

Lugar donde siempre sería su hogar

Lugar en donde se haya descansando su maestro.

Shizaku-sama —la niña de seis años se encontraba con la vista en el cielo—. ¿Las estrellas también lloran?.

El joven hombre la observó por un momento por tan repentina pregunta. Se tomó su tiempo para pensar en la respuesta.

Pues... Quizás si en algunos casos —dijo el en ese entonces Pilar de Astros—. Ellas lloran si tu lo haces.

La pequeña de ojos perlados lo miró sin comprender mientras él acariciaba sus cortos mechones negros con dulzura.

Ellas lloran —continuó sin apartar su mirada de la pequeña, se había sacado aquel pedazo de tela que en la mayoría del día cubría sus ojos también perlados—. Si ven en tu rostro que algo se ha perdido, si ven en tus ojos la desdicha —dijo con todo dulce y melancólico—. Ellas sufren si tu lo haces.

—Así que no llores, aunque tropieces y caigas, no dejes de levantarte. Si haz errado, no lo lamentes —dijo viendo a los luceros brillar como si le dirán la razon—. Pero...si hay un momento en tu vida que ya no aguantes y debas hacerlo. Recuerda que no estarás solas, que no te levantaras sola. Que no lloraras sola porque aunque nunca logres verlas.

—Las estrellas lloraran contigo.

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