𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓾𝓷𝓸 | 𝓐𝓵𝓲𝓪𝓷 𝓢𝓲𝓵𝓿𝓮𝓻 𝓮𝓼 𝓼𝓮𝓬𝓾𝓮𝓼𝓽𝓻𝓪𝓭𝓪
・゚ ・゚·:。 ・゚゚・・゚ ・゚·:。 ・゚゚・
Una suave brisa soplaba a través del campo dispersando algunas semillas de dientes de león por el aire. El sol brillaba intensamente en el extenso cielo limpio, bañando todo debajo de él con su luz dorada. Bajo este paisaje pacifico, se encontraba Alian Silver, una niña de doce años, sonriendo cálidamente.
Recogiendo las mantas colgadas en el patio del orfanato, Alian tarareaba una melodía alegre. Su tenue voz se mezclaba con el susurro del viento y el murmullo de las hojas, creando una sinfonía que parecía llamar la atención de los animales quienes se escondían en los matorrales cercanos. Cada tarea que realizaba, por más simple que fuera, la llenaba de satisfacción y entusiasmo, tal vez por la sensación de alivio al ver que era útil para su madre, a pesar de que esto tuviera dificultades y responsabilidades pesadas para cargar a su corta edad.
—¡Ey! ¡Allen, la señora Luz te llama!
Con sus mejillas sonrojadas, sus ojos brillaron de alegría por la llamada de su madre.
—¡Si! ¡Gracias por avi-
Giró la cabeza buscando a la persona, pero de nuevo, no había nadie.
Terminó de doblar las mantas y las apiló en el cesto, cargando con dificultad hacia dentro del orfanato. Una enorme nube de humo salía por la chimenea artesanal al igual que un fragante aroma a hierbas y carne cocida. En el portón de la cocina, sus pies descalzos resonaron, y esperando una reprimenda anticipada por andar sin calzado, cubrió sus oídos.
—¿Mamá?
La mirada de Luz Silver yacía fija en la olla de barro, moviendo de forma automática el guiso, sin producir sonido alguno. Alian tenía entendido que esa olla garantiza sabores deliciosos en las comidas, así que, asumiendo la inmensa concentración que tendría su madre por la comida, sonrió con cariño y la abrazó, restregando su cara en la cintura de su madre.
—Gracias, mamá. Te quiero mucho, mucho, mucho —dijo, repitiendo la última palabra con un tono amoroso, intentando expresar su gratitud por la futura cena de ese día.
Luz Silver detuvo su mano, su cuerpo, su corazón, y observó a su hija. Un nudo se formó en su garganta, imposible de evitar. La mente de una madre siempre se encontraba atenta a varias cosas al mismo tiempo, era una capacidad única; sin embargo, Luz Silver se sentía apagada en esos momentos.
Su luz comenzaba a titilar.
—Yo... también te quiero, Alian —dijo con tono cortante, o al menos eso sintió Alian sin poder percibir las verdaderas vibraciones del corazón de su madre—. Ayúdame a servir, rápido, la comida se enfriará.
Alian asintió obediente y fue en busca de los platos de madera, sin percatarse de que dos gotas saladas caían en la comida.
Mientras colocaba los platos en la mesa de piedra notó lo callada que estaba su madre, una quietud que parecía inusual y preocupante. Alian no pudo evitar preguntarse dentro de sí misma si algo más allá de lo habitual estaría afectando a su madre. Pero, buscando no ser entrometida, decidió enfocarse en la tarea en cuestión, esperando que el silencio desapareciera como el aroma de la comida cuando se acaba la comida de la olla.
—Alian, ¿te gustaría una casa más grande?
Su mente divagó. Una casa grande. La cabaña donde vivía con su mamá no estaba mal, pero a veces las cosas se acumulaban y sentía asfixiarse. Sin embargo, nunca lo había comentado por no hacer sentir mal a su madre.
—Si, una casa grande sería genial—comentó con pena mientras dejaba los últimos platos en la mesa de piedra.
—¿Quieres tener hermanos?
Alian abrió los ojos emocionada, y su rostro se iluminó. Sus mejillas se sonrojaron más de lo habitual y sus labios dejaron escapar una ligera risa. Sus manos, pequeñas y ágiles, comenzaron a moverse de forma nerviosa, apretando y soltando el delantal con entusiasmo.
—¿Vas a tener un bebé, mamá? —exclamó con emoción—. ¡Me encantaría tener hermanos! ¡Podríamos jugar juntos, comer juntos y... y... sería increíble!
Luz soltó una risa.
—No, ya soy algo vieja para eso.
—Entonces, ¿por qué...?
Luz suspiró y se agachó a la misma altura que su hija.
El flequillo que cubría gran parte de su rostro fue acomodado. Madre e hija se miraron en silencio por una fracción de segundos, como si las palabras no fueran suficientes para poder transmitir algo que Alian desconocía.
Un frágil deseo de anhelo se escapó en las palabras.
—Mi niña, mantente viva —dijo Luz con seriedad, acariciando las regordetas mejillas de su hija, recordando el rápido avance del tiempo—. Vive y no te preocupes por las cosas viejas. Sé feliz, ¿sí?
Alian asintió, confundida. Los últimos días, luego del Día de Examinación Anual, habían sido extraños. Su madre hablaba con palabras profundas y melancólicas que no entendía del todo, pero sentía que eran importantes. La actitud de la directora del orfanato y de los demás niños también había cambiado. La directora, que siempre había mostrado frialdad y desprecio hacia Alian, ahora saludaba con una cortesía extraña, casi como si se sintiera obligada a hacerlo; y los niños mayores, que antes la ignoraban o se burlaban de ella, empezaron a felicitarla por algo que no entendía del todo.
Un escalofrío recorrió su espalda, llenándola de incertidumbre.
La brisa fuera del orfanato empezó a disiparse, y las nubes comenzaron a asomarse. El crepúsculo había dado paso a una noche tranquila y serena. El aire fresco de la noche traía consigo el suave crujir de las hojas siendo movidas por la brisa, creando una atmósfera de calma y misterio. Los grillos se hacían presentes con su melodía nocturna, y los brillantes ojos de los búhos podían divisarse a lo lejos a través de las ventanas del orfanato, iluminados por la luz de la luna.
Dentro del orfanato, los niños yacían en sus habitaciones, preparándose para dormir. Alian, cumpliendo con la tarea designada por la directora, pasaba lista de los nombres para corroborar la presencia de todos antes de apagar las velas en las habitaciones.
—¡Listo! —exclamó mientras acomodaba los papeles, subiendo las escaleras hacia la oficina de la directora para entregar la lista y los reportes del día.
La oficina de la directora era un lugar poco agradable a la vista, lúgubre y asfixiante, especialmente en la noche. La luz de la única lámpara del lugar parpadeaba débilmente, proyectando sombras alargadas que parecían aterradoras. Alian sabía que si aguantaba la respiración podría salir rápido sin tener que respirar ese aroma extraño a incienso que impregnaba el aire.
Avanzó con paso decidido, sintiendo el peso del silencio nocturno y la atmósfera cargada de la habitación. Al llegar, vio la mesa vieja que servía como escritorio de la directora y dejó los papeles encima, tratando de no perturbar o tocar algo de aquel lugar.
—¿Eh? ¿Qué es eso? —murmuró notando una hoja tirada debajo de la mesa, tomándola para leer—. Hmnn, ¿Mi nombre?
Mientras leía la hoja con curiosidad, Alian no se percató de las múltiples pisadas que se acercaban. El caminar resonaba en el pasillo, pero ella estaba absorta en el contenido de la hoja. Los datos escritos parecían describirla, en cada detalle, pero sobre todo remarcaban el incidente del Día de Examinación. Su mente comenzó a sentir mareos y trató de sostenerse en la mesa, pensando en encontrar una explicación.
Cuando finalmente prestó atención al ruido, ya era tarde. La puerta estaba abierta y el corazón de Alian dio un brinco en su pecho. Vio a varios rostros familiares acercándose rápidamente y la luz débil de la lámpara parpadeo, creando sombras inquietantes en el piso.
—¿Esa es la niña? ¿No se ve muy pequeña?—dijo una voz ronca y desconocida desde el fondo del pasillo.
El corazón de Alian martilleaba con fuerza mientras retrocedía por miedo, buscando refugiarse en cualquier cosa cercana a ella. La tensión en el aire era notorio. Había sido acorralada sin ningún motivo, sus pies temblaban y al tratar de correr, tropezó miserablemente, quedando a merced de todos.
—Le aseguro que ella tiene doce, su madre puede atestiguar— escuchó decir a la directora quien apenas llegaba, al parecer satisfecha por el tono en el cual hablaba.
Con dificultad, alzó su rostro para preguntar qué sucedía cuando vio a su madre, con una mirada desconcertada y llena de angustia.
—Señora, su hija es la bendecida que se solicitó ¿no? Si se llega a descubrir que hay una suplantación, ya sabe lo que puede pasar.
—Es ella —respondió Luz con un tono quebrado, sin poder ocultar como su corazón estaba haciéndose añicos—. Alian, mi niña, ven.
Alian se quedó congelada. Sus piernas no respondían, de hecho, parecían haberse quedado entumecidas. Sus brazos temblaban de temor. Su pecho respiraba agitado y su mente le advertía que algo estaba mal, que todos le ocultaban algo.
—¿Mamá?
Luz miró a Alian con ojos llenos de angustia y tristeza. Sabía lo que iba a pasar y no podía hacer nada para detenerlo.
El nudo en su garganta se apretaba con cada segundo que pasaba.
—Señora, lo siento, pero tengo que partir ya. Debo llegar con los dos niños en cuatro días a Lanze, el viaje es largo, así que si me permite terminar el trab...
—¿Mamá? ¿Mamá, quién es ese señor? ¡Mam—!
Antes de que Luz pudiera responder a su pequeña, el anciano de voz ronca se acercó rápidamente y sujetó con firmeza a Alian. Ella intentó resistirse, pero era demasiado pequeña y delgada como para luchar. El anciano la llevó a rastras, omitiendo los gritos de Alian, quien pedía entre lágrimas ayuda a su madre.
—¡Mamá!¡Mamá, ayúdame!¡Mami!¡Mami, por favor!
Mientras ella gritaba, su madre lloraba desconsoladamente en el suelo, impotente por todo lo que sucedía. Alian no podía verlo, pero su madre callaba sus llantos con las manos, batallando internamente en no ir a socorrer a salvar a su hija, mintiéndose a si misma que era lo mejor.
Finalmente, ningún grito se escuchó cuando la carroza galopó velozmente con los dos niños bendecidos en su interior. El anciano, impaciente por avanzar sin inconvenientes el trayecto que les esperaba, había susurrado un conjuro sobre la frente de Alian, asegurándose de dejarla inconsciente durante las próximas horas.
Desde la ventana del orfanato, Luz seguía con la mirada el partir de la carroza. Sus ojos aún tenían lágrimas contenidas que reflejaban el dolor, la impotencia y rabia que se mezclaban dentro de su pecho. Sin embargo, no hubo gritos ni palabras de protesta; sólo el silencio pesado de la noche y el lejano sonido de los cascos de los caballos sobre el empedrado camino.
La bendecida Alian Silver fue recogida con éxito.
Próxima parada ,Lanze, capital de Mellet.
・゚ ・゚·:。 ・゚゚・・゚ ・゚·:。 ・゚゚・
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top