𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓽𝓻𝓮𝓼 | 𝓒𝓸𝓷𝓯𝓻𝓸𝓷𝓽𝓪𝓬𝓲ó𝓷 𝓮𝓷 𝓮𝓵 𝓫𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮 𝓬𝓸𝓻𝓻𝓸𝓶𝓹𝓲𝓭𝓸
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Carroñero, un ser netamente nacido de la oscuridad. Eran creaciones de nivel inferior de los bendecidos por Falio, o normalmente llamados Obscures, usados en su gran mayoría para infiltración o carnada. La movilidad de estos seres dependía del poder de su amo. Pocas veces habitaban los bosques; los bosques solo eran hábitat de los carroñeros corrompidos, dividiéndose en dos grupos: los que no tenían amos o personas convertidas en un carroñero como castigo.
—¡Fuera!¡Va-váyanse! —gritó con terror cuando los vio rondando alrededor suyo.
Los magos contratados por el Imperio habían sido puestos a cargo de los caminos, encargándose del control y exterminio de las criaturas por un buen pago. Sin embargo, ser mago no significa ser fuerte, pues los carroñeros eran creaciones hechas por un bendecido, un poder encima de los magos más experimentados. Prueba de ello eran los cadáveres de magos, colgados entre los árboles, putrefactos y con varios trozos derretidos de carne.
Siro había tenido que contener sus gritos cuando los encontró mientras buscaba salir del bosque. Intentando contar a los fallecidos, logró enumerar más de diez cuerpos; fue entonces que lo acorralaron, intentó escapar corriendo lo más lejos posible, notando a mitad de la huida el grito nauseabundo que dio la criatura.
Estirando su complexión, el tamaño del carroñero envolvió las cercanías, desde el suelo hasta sobrepasar los árboles más grandes, aullando de dolor en una progresiva intensidad de sonidos guturales y desgarradores. Sus extremidades se extendían como tentáculos viscosos, enredándose en la tierra para luego surgir de ellos manos humanas cubiertas de viscosidad negra y musgo, con dedos largos y huesudos que se agitaban, buscando atrapar algo en su agarre desesperado. Grandes ojos se abrieron dentro del cuerpo viscoso, siendo numerosos y desorbitados, con las pupilas dilatadas y reflejos opacos que parecían buscar a su presa con desenfreno.
Siro sintió cómo su cuerpo empezaba a petrificarse del horror por lo que estaba presenciando. El aire era pesado, casi imposible de respirar; Fue entonces que pudo observar con asombro el cuerpo de Alian suspendido dentro del ser monstruoso.
—¡Alian!
La luz que irradiaba Alian estando inconsciente dentro del carroñero parecía ser como una antorcha en medio de la oscuridad, iluminando los contornos del carroñero y revelando los pliegues retorcidos de su carne putrefacta. El aullido del carroñero volvió a resonar en el aire, retumbando hasta los huesos de Siro mientras intentaba comprender lo que veía. ¿Cómo podía ser posible que aun siguiera viva? No estaba seguro de la razón, pero estaba seguro que la agonía en el carroñero era a causa de Alian, obligando al parecer a buscar otra presa con desespero.
¿El problema? Ahora la presa era él.
"Mier..." Pensó con frustración mientras esquivaba a una de las manos huesudas. Luego de varios minutos terminó agotado en el suelo sin poder levantarse, Siro se había resignado a ya ser devorado, por lo que no hizo esfuerzo alguno de levantarse.
"𝘍𝘪𝘳𝘮𝘢 𝘶𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰, 𝘦𝘯𝘤𝘢𝘥𝘦𝘯𝘢 𝘢𝘭 𝘤𝘢𝘳𝘳𝘰ñ𝘦𝘳𝘰, 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘥𝘰𝘣𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘭𝘰."
Siro abrió los ojos, jadeando por la falta de aire. Las manos empezaban a aprisionarlo, jalando y haciendo presión para que sus huesos se rompieran. Por una fracción de tiempo pudo ver al carroñero. En su interior el brillo que envolvió a Alian se reducía gradualmente.
"𝘔𝘰𝘳𝘪𝘳 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘵𝘢𝘯 𝘱𝘰𝘤𝘰 𝘩𝘰𝘯𝘰𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦, 𝘮𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘷𝘰𝘤𝘢 𝘱𝘦𝘯𝘢"
Apretó los dientes conteniendo el dolor. Su corazón latía fuerte, tanto que podía escucharlo en sus oídos.
"𝘙𝘦𝘤𝘰𝘮𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘦𝘴 𝘵𝘶 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦. 𝘌𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘯𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘮𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘭𝘢 𝘥𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘢𝘮𝘰𝘴. 𝘖𝘵𝘰𝘳𝘨𝘢𝘳𝘭𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘨𝘰𝘵𝘢𝘴 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘳; 𝘱𝘳𝘰𝘤𝘶𝘳𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘵𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰"
Aún aturdido podía jurar escuchar una voz. Esa voz, la misma voz que lo había salvado aquella noche donde todos sus cercanos se convirtieron en recuerdos. Confuso, usando la poca energía que le quedaba, solo recordó tomar una de las manos que lo asfixiaba y provocarse una herida.
La mano temió la sangre emergente de su piel, soltandolo de inmediato. Siro sonrió de forma amarga. Estaba cansado, pero, arrastrando su cuerpo, buscó acercarse al carroñero. Este seguía aullando de dolor, pero ya no sentía miedo, tal vez por estar más agonizando que consciente. Tal vez porque ya no lograba escucharlo del todo, o tal vez porque simplemente ya le daba igual si salía vivo o muerto de esa situación.
"Llevamos un apellido de gran peso, nunca lo olvides. Eres el último con nuestro legado."
En ese momento, cuando sus manos tocaron el espeso cuerpo del carroñero, lo recordó; él era Siro Grengellt Grengellt, último de la familia Grengellt, familia delegada a los vínculos con el dios Falio. El recuerdo de los que perecieron y prueba de la existencia de sus antepasados dependía de él, todavía no debía morir. Aún no quería morir.
Respiro lentamente tratando de mantener el oxígeno lo más posible para gritar. Sus pulmones ya se encontraban estables y sus nervios empezaban a reaccionar como nuevos, mas seguía sintiéndose débil por las heridas y sangre perdida. La sangre escurría por su brazo pero eso no incomodaba, pues su objetivo era hacer absorber al carroñero lo más que se pudiera.
—Te tengo —susurro con la voz rota—. Al fin te tengo.
Abrió su boca y gritó con todas sus fuerzas. No logró escuchar nada de lo que decía, pero confiaba en que todo saldría bien; después de todo, ya había funcionado una vez cuando era más pequeño.
El carroñero comenzó a sacudirse en agonía, sus extremidades viscosas golpearon el suelo con fuerza. El tamaño del monstruo disminuyo gradualmente, y las manos humanas desapareciendo, volviendose un liquido color negro, siendo asborvido por la tierra y plantas del bosque. El suelo tembló violentamente bajo el cuerpo de Siro, y un fuerte viento provocado por la caída del carroñero al suelo levantó una nube de polvo densa y sofocante. Las ramas de los árboles crujieron, y los árboles cayeron, derrumbados ante el golpe seco de la criatura.
Siro se cubrió los ojos y la boca, tratando de protegerse de la nube de polvo que lo envolvía. Cuando la nube comenzó a disiparse, pudo ver que el carroñero se desintegraba lentamente, dejando tras de sí solo una pequeña masa viscosa y oscura que se mecía de un lado a otro, al parecer asustado.
Los cuervos que antes estaban en el camino se posaron en los árboles caídos, observando la escena.
—Fuiste en verdad un dolor...—dijo Siro con un tono enojado mientras pisaba a lo que al parecer era ahora el carroñero.
"¡𝙵𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚙𝚕é𝚗𝚍𝚒𝚍𝚘! 𝙻á𝚜𝚝𝚒𝚖𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚑𝚞𝚋𝚘 𝚗𝚒𝚗𝚐ú𝚗 𝚖𝚞𝚎𝚛𝚝𝚘."
"𝙴𝚕 𝚗𝚒ñ𝚘 𝚕𝚘 𝚑𝚒𝚣𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗"
"¡𝙷𝚖𝚙! 𝙻𝚎 𝚑𝚒𝚣𝚘 𝚏𝚊𝚕𝚝𝚊 𝚖á𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚊𝚝𝚎𝚐𝚒𝚊, 𝚏𝚞𝚎 𝚞𝚗 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚎𝚛𝚍𝚒𝚌𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚐í𝚊"
—¡¿Quieren callarse?!
Siro giro a observar a su alrededor, buscando con la mirada quién estuviera hablando. Los cuervos se quedaron quietos, y fue entonces que Siro explotó, señalándoles con el dedo.
—¡Lo sabía! ¿Ustedes cinco no son los cuervos del orfanato? —Increpo Siro enojado—. ¿Y por qué no me avisaron de que había un carroñero?
Los cuervos quedaron callados y alzaron vuelo, escapando de la situación. Siro frunció el ceño, harto de tener que lidiar con todo. Los bendecidos por Falio tenían afinidad con los animales mensajeros del dios oscuro, es decir, comprenden a los cuervos y se comunican con ellos. Esto había sido de gran ayuda para Siro en el orfanato, teniendo a alguien que le contara lo que sucedía en todo el orfanato, no se veía en la necesidad de salir de sus escondites; sin embargo , en ese momento, estaba seguro de cocinar a los cinco traidores por no advertir del peligro inminente sobre el carroñero.
Minutos después, el bosque volvía a tornarse cálido, reflejando colores vivos y animales silvestres. Camino lento con el carroñero en sus manos, con las muñecas todavía anudadas, buscando el cuerpo de su compañera, encontrando a Alian echada en el suelo, aún inconsciente, pero con heridas algo superficiales en sus pies y brazos.
—Oye ¿A dónde crees que vas? —exclamó de forma sombría al ver como se escurría el carroñero, tomando con fuerza a la viscosidad que había tomado la apariencia de un slime de color negro—. Arregla lo que hiciste, ahora.
El carroñero gritó disconforme, siendo presionado con la herida de su mano. Obedientemente, un charco negro aparecio debajo de ellos, envolciendo a los tres: Siro, Alian y el carroñero.Una espesa burbuja los envolvió; Siro sintió una calidez en su cuerpo, noto que la criatura estaba curandolo con una baba espesa sobre sus heridas, pero con Alian no funcionaban,el carroñero parecía estar intentándolo sin tener resultados.
Tras unos minutos la burbuja se abrió y Siro noto que ya no se encontraban en el bosque; estaban en la entrada a un pueblo, los enormes letreros e ilustraciones colgando de una pared indicaron el nombre donde se encontraban. El carroñero los había transportado a la capital de Mellet, Lize.
Cansado, Siro decidió caminar hasta la pared más próxima, apoyándose cerca de la enorme entrada, arrastrando el cuerpo de Alian a su lado. El aire era distinto al del bosque; la luz del sol era tenue, viento que soplaba fresco, el aroma de comida y flores silvestres impregnandose en su nariz y la música alegre que se alcanzaba a escuchar, envolvían el pueblo de Lize; logró cerrar los ojos, en paz, agradeciendo a los cielos por seguir con vida.
Se había esforzado hasta sobrepasar sus límites, ahora necesitaba un descanso.
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