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La duquesa regresó en la noche, cuando la luna se asomaba tímidamente entre las nubes, siendo visible a través de las enormes ventanas de la habitación. La duquesa Guiliana encontró a Alian y Ted, riendo y tomando chocolate caliente, mientras cuchicheaban sentados al lado de la ventana. Su hijo señalaba algunas estrellas visibles por el vidrio y Alian escuchaba atenta sus explicaciones. Aquella imagen provocó una sensación de calidez en su corazón, quedándose en el borde de la puerta buscando no interrumpir aquella escena hasta que Ted la notó y, con su habitual energía, dio un brinco para lanzarse a su vestido.
—¡Mamá!
Giuliana sonrió y acarició los cabellos de su hijo para luego alzar la mirada. Noto que la apariencia de Alian era distinta. Los largos cabellos maltratados y grasosos yacían en el olvido, en su lugar, estaban cortos hasta los hombros, limpios y brillantes. El cerquillo que había estado ocultando gran parte de su rostro se encontraba corto, dejando ver un rostro delgado a causa de la desnutrición. El color de sus ojos, un marrón oscuro común entre los plebeyos, reflejaron timidez; la duquesa Giuliana levantó su mano, en ademán de que se acercara, pero Alian, sintiéndose avergonzada por lo sucedido en la mañana, observó a Ted, esperando su opinión.
—Ven, mamá no está enojada —dijo Ted imitando el ademán de su madre—. Rápido, rápido Alian.
Alian avanzó con lentitud, temerosa de su caminar. Al llegar donde la duquesa, bajó la cabeza en señal de arrepentimiento.
—Lo siento, no quise ser grosera en la mañana.
—No fuiste grosera —respondió la duquesa, poniéndose a su altura para luego sostener su rostro—. Fuiste honesta, nada fue culpa tuya, así que no llores pequeña.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Algunos mocos se escurrieron fuera de su nariz y Ted, con un gesto de asco, seco con la manga de su traje el rostro desastroso de Alian. Giuliana solo pudo reír al ver la escena; ver a su primogénito convivir tanto con alguien de su edad la llenaba de alegría. Ted no convivió con ningún noble desde que tenía 5 años, viviendo la gran parte de su infancia dentro de la mansión, encerrado, sin contacto a parte de los sirvientes y sus hermanos. La falta de convivencia con niños de su edad lo convirtieron en un niño muy mimado, insensible en ocasiones y agresivo en cuanto se frustraba al ver que lo temían, esto siendo reflejado con la llegada de Urnotus, otro huérfano adoptado por el duque, quien apenas llegó a la mansión se convirtió en el rival jurado de Ted, pues no toleraba la indiferencia de su hermanastro.
—¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Es insoportable! ¡Mamá, bótalo!
La duquesa había tenido que pedir ayuda al duque para cuando Ted hizo su amenaza de irse del ducado si Urnotus no se iba. En el presente, Guiliana estaba aliviada de ver la buena reacción de Ted con Alian, agradeciendo a los dioses que su esposo hubiera podido convencerlo semanas atrás, antes de ausentarse por trabajo.
—Te quedó muy bien el peinado —comentó mientras caminaban de regreso a la habitación de Alian—. ¿Quién te hizo el tocado?
—Agrim —respondió Ted para luego empezar a hablar con rapidez—. Agrim y Manrih llegaron hace horas, estuvieron conversando con Alian bastante tiempo sobre su cabello. ¿Sabías que el cabello largo es importante en Mellet? Agrim me explicó que según sus tradiciones sus cabellos son como una promesa para Ur. Mamá, ¿por qué en el Imperio no hacemos eso? Bueno, como te contaba, Agrim al final le cortó el cabello y Alian lloró. Agrim dijo que Alian tenía un desborde de bendición y luego hizo "blablablablabla mamamamamam" y ¡Pum! sellaron su desborde y sus ojos se volvieron marrones.
Guiliana sonrió y volvió a ver a Alian, esperando su opinión. Alian asentía a cada palabra de Ted y al terminar Alian solo añadió cortas palabras expresando su agradecimiento por los hermanos Blinch.
—Agrim es muy atento —dijo abriendo la puerta de la habitación— Ambos son buenas personas, estoy orgullosa de ellos. Pero, ¿es cierto que sellaron tu bendición?
Alian respondió con un "Si" fuerte, corriendo a tirarse a la cama, imitando a Ted quien rodaba encima de la cama, alegre como siempre.
Guiliana entrecerró los ojos confundida. ¿Era posible sellar a un bendecido? Guiliana no era una bendecida, solo era un ser humano común, por lo que desconocía en gran parte sobre los bendecidos. Sus hijastros no usaban sus bendiciones con frecuencia, su esposo no lo usaba en su presencia por precaución, y la única vez que Ted había liberado su bendición había estado inconsciente por casi tres días.
—¡Mamá! ¿Podemos no dormir hoy día? Quiero enseñarle a Alian mi colección de cuentos.
—No, mi niño —contestó, tomándolo de los hombros, bajandolo de la cama—. Alian debe descansar, ha pasado por mucho y debe estar agotada. Mañana ya podrán conversar todo lo que deseen.
Ted inflo sus mejillas. Ambos, madre e hijo, dieron las buenas noches a Alian. En la soledad de su habitación, Alian observó el techo, pensando y recordando todo lo sucedido en esos últimos días. Pequeños copos de nieve empezaron a caer en la ventana para cuando sus párpados se sintieron pesados; en pocos segundos su cabeza ya estaba relajada y su mente en el reino de los sueños, reflejando esa noche su añoranza con volver a estar con su madre.
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La mañana siguiente después del desayuno, Alian caminaba por los extensos pasillos de la mansión, asombrada por los cuadros colgados en las paredes. Paisajes llenos de nieve, retratos de antepasados de la familia y algunas pinturas que llegaba a desconocer que significaban. Minutos después de divagar sin dirección, llegó al jardín del castillo. Los hermanos gemelos Blinch y la duquesa estaban tomando el té dentro de una cúpula de cristal. Se veían cómodos conversando, sobre todo la duquesa quien no paraba de reír con elegancia ante las palabras de Manrih. Con torpeza intentó regresar por donde llegó, pero antes de lograr su cometido, escuchó a la duquesa gritar.
—¿Alian? ¿Qué haces afuera sin escolta?
Su cuerpo se tenso y tragó saliva. ¿Cómo responder a la duquesa que se escabulló de las sirvientas y se había terminado perdiendo? La duquesa y los mellizos Blinch la acorralaron, esperando su respuesta.
—Eh...yo...—farfulló mientras buscaba en su cabeza alguna excusa, jugando nerviosa con sus dedos—. ¡Ted! ¡Buscaba a Ted! De-después del desayuno no lo he visto.
—Oh mi...—contestó la duquesa con preocupación—. ¿No está contigo, pequeña?
—Si no está con ella, tal vez fue a molestar a Urnotus.
—Si.
—Ah...—suspiró la duquesa, acariciando la cabeza de Alian—. Agrim, Manrih, encárguense de ella por favor, voy a buscar a Ted antes de que algún ventanal de la mansión explote.
Agrim y Manrih asintieron en sincronía. La duquesa se marchó con prisa y Alian pidió a los cielos que Ted no estuviera metido en problemas.
—Bueno...—exclamó Manrih tras un largo silencio, ofreciendo su mano a Alian—. ¿Te gustaría acompañarnos a tomar el té?
Acepto la sugerencia y los tres fueron al gigantesco invernadero. Dentro del invernadero las paredes y el techo de vidrio filtraban la luz del sol de manera suave, siendo un brillo cálido y constante que nutría a las plantas. Las flores y plantas, de amplia diversidad en formas y colores, se desplegaron por toda la cúpula. Una elegante mesa redonda de mármol, rodeada de sillas de mimbre con cojines bordados a mano acompañado por la vajilla de porcelana fina, adornada con delicados motivos florales y la tetera de plata reluciente, lista para servir variedades de tés exóticos y pastelitos finamente preparados por el chef de la familia.
—Siéntate —dijo Agrim ofreciéndole tomar asiento. Una taza caliente de té color rosado fue servida y Alian tomó unas magdalenas con timidez.
Un incómodo silencio se instauró entre los tres. Alian, mientras comía la magdalena con lentitud, rogaba internamente porque alguno de los hermanos comenzara a hablar. Por otro lado, Manrih y Agrim se miraron con cierto brillo de inquietud. Empezaron una batalla de miradas sobre quien rompería el silencio. Solo habían lidiado con hermanos y lo habitual era que ellos comenzaran las conversaciones; además, era la primera vez que tenían una hermana. ¿Qué podría gustarle a una niña? No podían sacar el tema de su madre pues querían evitar cualquier expresión de tristeza. Al final, Agrim terminó ganando la lucha de miradas, resignando a Manrih, dejándole la responsabilidad de la conversación.
—¿Te gusta el té de cerezos?
—¿De cerezos? —pregunto Alian con curiosidad en sus ojos—. ¿Qué es un cerezo?
Manrih sonrió, recordando las raíces Mellietas de Alian. El cerezo era una flor común dentro de los dominios de la parte Este del Imperio. Lo que alguna vez era el reino de Idrahil, ahora parte del Imperio tras "La guerra de los templos caídos", estaba repleto de esos árboles siendo comercializado a los nobles de la parte central del Imperio a costo muy barato, dejando la mayor parte de la producción monopolizada para los nobles del Imperio, escaseando el producto para la antigua Idrahil. Manrih sacudió su cabeza, no quería recordar en ese momento la densa política dentro del Imperio.
—Es una flor. Es rosada y sus brotes son muy populares.
—¿Cómo la callenium?
— Si, algo parecido —exclamó Manrih algo dudoso. ¿Que era un callenium? —. ¿Quieres otro postre?
—No, estoy bien con este—contesto Alian alzando su magdalena—. Es suave y muy rico.
Agrim sonrió de manera leve. Alian mostraba segura el postre como si les recomendará a probarlo. A pesar de ya conocer el sabor, Agrim tomó una magdalena y probó un bocado. Alian sonrió con alegría al verlo y Agrim pudo reconocer que el sabor se había vuelto más dulce.
Manrih solo pudo reír al ver la actitud de su mellizo, dando un comentario de burla, rememorando las bromas que se hacían cuando eran más pequeños.
Una hora después, aún con el ambiente ameno, Alian sintió la necesidad de preguntar sobre lo prometido por ambos hermanos antes de llegar al ducado.
—Cierto, ¿puedo enviar ya la carta a mi mamá? —pregunto Alian con ilusión palpable en su mirada. Manrih quedó en silencio y observó a su hermano, quien evitaba su mirada, incómodo—. Yo puedo escribir, aunque mi letra es fea, puedo hacerlo.
Agrim movió sus dedos, en ademán de orden, para que su hermano hablara. Manrih suspiro con pesadez y, mirando con pena a Alian, respondió a su petición.
—La duquesa ya envió una carta contando tu situación al duque. Apenas regrese todo se solucionara, solo se paciente.
—¿El duque? Pero, ¿no iban a enviar una carta a mi mamá?
— Si, pero es más complicado de lo que parece. Mi padre tiene los papeles de adopción y es el único que puede contactarse con tu madre, a no ser que recuerdes donde queda exactamente tu hogar.
Negó con la cabeza. Solo conocía el nombre del orfanato y pueblo, pero no de la región donde se ubicaban. Aunque le mostraran el mapa de Mellet, no podría reconocer donde estaba ubicado. Resignada, cogió un pastelillo de fresa, y mastico con frustración.
—Malvado.
—¿Disculpa? Fuiste tú el que no se atrevía a decir nada—se defendió Manrih para luego observar a Alian preocupado—. Perdona, sé que te debe resultar molesto, pero solo serán algunos días...
—Cruel.
—Agrim, no me estas ayudando.
—Maligno.
—¿Qué?
Alian rio en tono bajo aun sintiendo molestia por lo de la carta. No podía culparlos, al igual que ella, no sabían cómo sucedió su adopción, por lo que sentir odio hacia ellos estaba injustificado, y algo que le había enseñado su madre era no odiar con el corazón, pues podría matar a las personas sin siquiera conocerlas.
—Seré paciente...—dijo Alian, observando con intensidad a Manrih—. Está bien, entiendo. Gracias por sus esfuerzos, son muy buenas personas.
Manrih miró enternecido y Agrim estiró su mano, acariciando la cabeza de Alian, despeinando sus cabellos. Ambos mellizos tenían mucho que aprender como hermanos. Habían aprendido la mayor parte del tiempo a solo lidiar y obedecer a sus hermanos, quienes eran muy energéticos o reservados (como el caso de Urnotus). El tener una hermana de actitud calmada y amable les era algo nuevo, por lo que debían de conocer cómo entenderla o entretenerla.
—Eres muy tierna—farfulló Manrih para luego ver a su hermano—. ¿Qué haremos? No está lista todavía para mostrarse ante los nobles.
—La fiesta de té...
—Lo sé, pero es pequeña —respondió sosteniendo a Alian, quien estaba confundida por la actitud de los mellizos—. Se la van a comer viva, no sabe de etiqueta.
—¿Clases privadas?
—Si, debemos organizar clases y un horario. Al menos debe de conocer la etiqueta básica.
Alian observó con curiosidad a Agrim. ¿A que se refieren con que se la comerían? Agrim y Manrih siguieron conversando sobre los cursos que debía llevar, hasta que ambos se percataron ,luego de media hora, del aburrimiento que sentía cuando la escucharon bostezar.
—¿Tienes sueño? —pregunto Manrih levantándose de su asiento—. ¿Quieres volver a tu habitación?
Negó con la cabeza. Estaba acostumbrada a tener una rutina diaria pesada; desde que se levantaba ya debía de estar trabajando en la limpieza o cocina del orfanato. En ocasiones su cuerpo había colapsado, dejándola en cama con fiebre, pero apenas se recuperaba regresaba a sus labores. El que estuviera bostezando la desconcertó. En estos últimos días pudo sentir cómo su cuerpo se estaba relajando más de lo debido. Giro hacia Agrim y, con un tono algo desesperado, preguntó.
—¿Puedo ayudar en la limpieza?
—¿...?
Agrim levantó una de sus cejas, cuestionando la pregunta de Alian.
—¿Limpieza?
—Si, necesito ayudar en algo, me estoy volviendo holgazana.
Manrih y Agrim quedaron en silencio y, antes de poder responder, un grito agudo resonó por todo el ambiente.
—¡Alian! ¡Alian!
Los tres giraron en dirección al dueño de aquel grito. Ted corría por fuera del invernadero, su traje estaba manchado en barro, y su rostro se veía magullado. En sus cabellos estaban trozos de ramas y hojas, sembrando la duda en sus hermanos sobre que había hecho para terminar tan desaliñado.
—¡Malvados! ¿Por qué me dejaron?
Ted entró al invernadero y empezó a reclamar a sus hermanos. Se veía realmente molesto, hasta que abrazo a Alian, volviendo a su actitud de siempre.
—Te estaba buscando —exclamó emocionado, empezando con sus diálogos rápidos—. Ayer te dije que te enseñaría mi colección de cuentos. Apenas terminó el desayuno iba a mostrarlo, pero Urnotus me regañó ¡Dijo que había roto su espada! Un mentiroso total. ¿Cómo podría romperlo? ¡Soy un niño! No me dejo ir hasta que confesara, como no quería soltarme termine escapando por la ventana, pero mamá me vio e intentó alcanzarme para darme un baño ¡Un baño! ¡Que asco! Por lo que tuve que correr mucho, mucho. En medio del camino me tope con la pantera de Urnotus y este intento comerme, así que...
Los mellizos tenían la mirada perdida. Ya estaban acostumbrados a la manía de su hermano menor de hablar sin detenerse, por lo que acostumbraron a sumergirse en sus pensamientos mientras él hablaba, evitando escuchar el sin sentido de sus palabras. A diferencia de ellos, Alian sintió como su cabeza comenzaba a doler de tan solo ordenar toda la información que Ted soltaba de golpe.
Ted siguió hablando por aproximadamente media hora, sin tener a alguien que lo detuviera. Cuando terminó, Alian solo pudo asentir a sus afirmaciones, cansada y esperando que ya se callara.
—¡Genial! ¡Ya verás! ¡Será un grandioso día! ¡Será el paseo más genial de tu vida!
Alian asintió para luego contemplar aturdida a Ted. ¿Cuándo había mencionado algo sobre un paseo? Escucho como ambos hermanos suspiraron con pesadez detrás de ella. Conocían muy bien a su hermano, y sabían que su astucia era en ciertos momentos aterradora, sintiendo pena por Alian.
Los días próximos iban a ser demasiado caóticos, pero el cielo estaba satisfecho por cómo se enrumbaron las cosas. Las nubes se despejaron ese día en el Imperio, mostrando un cálido día que hizo más de un plebeyo esperanzarse por el futuro.
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