𝙛𝙤𝙪𝙧

CAPÍTULO IV

El camino hacia el muelle era oscuro, y realmente dudaba poder nadar sin llevarse algunos cuantos rasguños producto del roce cercano de algunos objetos incrustados en el fondo de su hábitat, si es que no se estampaba contra alguno, claro, y como los únicos botes que deambulaban por allí eran pesqueros y lo hacían mayormente de día, no dudó en nadar cerca de la superficie, utilizando como guía la luz lunar que penetraba los escasos metros de agua por los que estaba debajo del aire nocturno. No le fue complicado escaparse de sus guardias, no era la primera vez que lo hacía para subirse a alguna roca y recordar las noches que admiraba la luna por la ventana de su habitación, y recurriendo a aquellas horas para escapar tan sólo un momento de la responsabilidad que se le fue dada a tan corta edad.
A medida que se adentraba a aguas poco profundas iba entrando a los arrecifes, siendo bienvenido por los bonitos corales (que lo alegraban al haberse formado tan eficientemente a pesar de las condiciones del lugar) y varios peces que habitaban la zona, sonriéndoles amablemente al pasar, identificando a otros como en estado de sueño profundo, procurando no ser lo suficientemente molesto como para despertar a los que descansaban en aquella zona, lejos de los depredadores.

Siguió moviéndose con sigilo, agitando lentamente su cola y disfrutando de su paseo nocturno, sin tomarse mucha prisa. Comenzó a dar piruetas en su trayectoria, intercalando distintos tipos de nados y dejando fluir su lado más juguetón, despreocupado como hace tiempo no lo había estado. Una enorme sonrisa se había plasmado en su rostro al recordar sus años de niñez en las aguas poco profundas, navegando con pecesillos pequeños que se abrazaban a su nariz y le decían lo mucho que lo querían, con otras especies de criaturas rondando a su alrededor, haciendo así sus primeras amistades.

Su repentina risa atrajo la atención de demás animales que rondaban por la zona, atentos al adorable sonido que el rey dejaba salir de entre sus labios. Y no fue hasta entonces que un adorable pecesito se le acercó para nadar a su par, alejándose de sus grupito al reconocer su voz en el enorme océano. Jimin no supo de su nuevo acompañante hasta que este no lo alcanzó a la altura de su rostro, acariciando su mejilla con sus pequeños aleteos. Era un adorable pecesito de forma redondeada y un pequeño pico algo puntiagudo, de colores brillantes, entre los cuales destacaba el amarillo como el principal entre franjas blancas verticales. Jimin no tardó en distinguirlo como el alevín de pez mariposa, y enternecido le regaló una impecable sonrisa.

—Hola—. Saludó a aquel ser de no más de tres centímetros, muerto de ternura por su nuevo escolta. Entonces detuvo su lento nado para mantenerse flotando en el mismo lugar, al igual que el bonito animal.

—Hola—. Su voz infantil no hizo más que confirmarle que era un pez que apenas estaba saliendo de su etapa como cría.

—¿Qué haces aquí, pequeño? ¿No deberías estar buscando un coral para dormir? ¿Y tus papis?

—No lo sé, ando solo de aquí para allí, mi rey—. Le respondió triste y con un suspiro.

—Yo igual —lo acompañó con su supiro, bajando la mirada un poco—, ¿te gustaría acompañarme a una misión? Voy de encubierto—. Le dijo Jimin en un susurro, esperando animarlo un poco.

—¡Claro, su alteza! ¿A dónde va? ¿Necesita protección?

—Oh... —Jimin rio por lo tierno de aquella criatura— Bueno, creo que no me vendría mal un poco, pecesito. Voy al muelle, ¿lo conoces?

—¡Ah, sí! ¡Vamos, yo lo guío, señor! —Aceleró el movimiento de sus aletitas para estar delante suyo y enseñarle el camino a su destino, sintiéndose orgulloso de ser de ayuda para él. Jimin se inclinó un poco hacia delante y le dio una pequeña reverencia, y luego comenzó a nadar detrás de su nuevo amigo, a un ritmo lento para no pasarlo y permitirle custodiarlo y guiarlo a pesar de que verdaderamente no necesitara nada como aquello.

En el camino descubrió que aquel adorable animalito se llamaba Hoku y que estaba completamente solo, sin padres ni hermanos hace menos de una semana, puesto que fue el único de su familia que quedó en el oceano luego de ser atacados por las garras de unos humanos, quienes se los llevaron para venderlos a lo que el pequeño escuchó que se llamaba "tienda de mascotas", sin ser plenamente consciente de lo que aquello significaba. Jimin, en lugar de compartir sus penas o aportar algo sobre su vida, se mantuvo en silencio y le brindó consuelo a Hoku, ofreciéndole quedarse con él durante el tiempo que quisiera, al menos hasta que creciera y sea suficientemente capaz de huir de los depredadores.

—Mi mamá me hablaban mucho sobre usted, rey, me alegro mucho de conocerlo—. Aquel adorable pez se abrazó a su mejilla, derritiendo el corazón del pelirosado. Si bien era un rey, alguien con demasiado poder, no ejercía su soberanía más allá de su manada, y aún así diversos seres vivos respondían ante él, desde las estrellas de mar y el coral hasta el más feroz de los tiburones, Jimin supuso que por lo pacífico que era con las criaturas que lo rodeaban, más allá de su misma especie, tratando con gentileza y noble bondad a todo aquel que llegaba a sus territorios sin malas intenciones.

—A mí igual me alegra haberte conocido, pecesito —respondió—, y como ahora somos amigos deberíamos dejar las formalidades. Dime Jimin, pequeño.

—¿Jimin? Uhm... ¡Está bien, su alt-! Ah, perdón, Jimin—. El pequeño animal se apenó, y de ser posible Jimin creyó que incluso se hubiera sonrojado. Le regaló una pequeña risita y le propuso continuar el camino al muelle, alegando que estaban muy próximos a llegar.

Cuando comenzó a divisar las finas columnas de madera aferradas al lecho marino, llenas de musgo, algunas cuantas grietas y vida coralina en ciertas zonas, sonrió algo nostálgico pero apenadoante el hecho de que aquella sería la última vez que visitaría aquella vieja estructura de madera.

—Ah... ¿Hyung? ¿No estamos...? —Tragó duro, como si una piedra hubiera bajado por su pequeño sistema hasta su estómago— ¿No estamos demasiado cerca de los humanos? —Y comenzó a temblar, estaba muy asustado de aquellos seres, sus padres le habían dicho todo lo que necesitaba saber para temerleles y alejarse de lugares habitados por esas criaturas, lo que había ocurrido con su familia era un muy buen ejemplo de por qué no podía estar tranquilo estando tan cerca de ellos, pero no quiso mostrarse débil ante su rey, no permitiría que lo vea flaquear ante el miedo, él quería ser valiente como Jimin, así que intentó disimularlo moviendo más rápido sus aletitas, generando que su cuerpo se mueva algo inestable ante la fuerza que ejercía.

Por su parte, el joven monarca sonrió levantando las comisuras de sus rechonchos labios y apenas mostrando sus blanquecinos dientes frontales de arriba para darle algo de calma a su nuevo amigo, escondiendo sus ojos detrás de dos pequeñas medialunas, y extendió un poco sus brazos para juntar sus manos delante de su mentón, con las palmas extendidas y apuntando hacia arriba, invitando a Hoku a posarse en ellas y ser atraído por Jimin hasta su nariz, donde el animalito frotó su pico a modo de cariño, sintiéndose reconfortado, aún más al saber que quien lo hacía era nada más y nada menos que el mismísimo rey. ¡Qué gran honor! Pensaba el pequeño, siendo cubierto poco a poco por el cobijo del cariño que tanta falta le había hecho los últimos días.

—No tienes que acompañarme si no quieres, lo entiendo, voy a estar bien. Debo salir un momento a la superficie, ¿quieres volver con tus amigos o esperar aquí para regresar conmigo? Claro, si es que no quieres subir.

—¿A-a-a la superficie? ¿Qué va a hacer ahí, su alteza? Ah, perdón, digo Jimin hyung.

—Debo... Cerrar algunos ciclos, y supongo que venir aquí ayudará. ¿Qué dices?

—Creo... Creo que me quedaré a vigilar. No quiero que nada malo le pase, hyung.

—¡Ah! ¡Eres tan adorable~! ¡No sé qué haría aquí sin ti! Vuelvo enseguida, lo prometo.

Jimin estuvo a punto de alzar el dedo meñique para entrelazarlo con el de su acompañante, pero pronto recordó que estaba hablando con un pequeño pez y detuvo su amague, escondiendo tímidamente su mano detras de su espalda y bajando la cabeza, apenado por su error. De inmediato alzó una mano, y con el nudillo de uno de sus dedos acarició al animalito, quien gustoso aceptó los cariños, para luego ver cómo el joven rey aleteaba despacio hasta emerger a la superficie, sarandeando su enorme cola de adelante hacia atrás, con cuidado de no empujar al pez Hoku al hacer un movimiento demasiado brusco.

Al llegar a la superficie sintió su frente romper el agua, seguido seguido de sus mejillas, cuello y hombros, donde se detuvo para que el frío aire del exterior azote a su gusto sus extremidades fuera del agua. Apenas emergió del océano se dispuso a echarle un vistazo a sus alrededores. Observó el oscuro manto que cubría aquella zona del planeta, con su sombra siendo acompañada por una brillante y preciosa luna que lograba un balance con la oscuridad al iluminar hasta el más recóndito lugar con su potente resplandor, sin ser opacada por ningún otro tipo de luz, ni siquiera las de la casa que se encontraba en las alturas, a varios metros de distancia. No necesitó saber de su existencia para que cerciorarse de ella sea una de sus prioridades antes de salir por completo del agua. 
Giró en su propio lugar y miró al horizonte oceánico, vigilando que en un descuido haya pasado por alto algún bote de camino a la costa, pero soltó un suspiro aliviado cuando comprobó que, en efecto, no había ningún barco ni bote ni balsa a la redonda. Con un peso menos sobre los hombros volvió a sumergirse y se acercó un poco más al que sería el final del muelle, donde había emergido del agua a unos varios metros de distancia, y se dirigió hacia las rocas. La altura del mar había disminuido notablemente, y no fue problema para él poder subirse a la roca que frecuentaba pero que mayormente estaba cubierta por muchos litros de agua salada, ahora estando a escasos centímetros por sobre de ella.

Se posicionó de espaldas a ella y flexionó sus brazos para apoyar las manos contra la superficie, haciendo fuerza con sus brazos y estirándolos para subir su cuerpo. Se acomodó sobre el irregular intento de planitud como pudo, dejando su preciosa aleta a un lado de su cuerpo, en perpendicular a su cuerpo, y se dispuso a observar las aguas iluminadas por la gran luna, en proceso de completar su ciclo. Apoyó ambas manos detrás suyo, inclinando un poco su torso hacia atrás, y de inmediato los recuerdos comenzaron a llegar con sólo voltear la cabeza hacia la playa. Planteó en su mente los momento vividos en el pasado y planeó estudiarlos uno por uno, revivirlos en su memoria y buscar la manera de darle un fin a su tormento, de dejar cada recuerdo atrás y comenzar de nuevo, de renovarse, y no encontró mejor manera que contándole sus penas a la madre Luna.

Pero sólo lo planeó, porque en ningún momento logró llevar a cabo sus ideas. Fue un ruido proveniente del muelle el que lo despistó, el que lo sacó de su trance, de su conexión con la madre luna. Era el mismo leve crujido de la madera vieja cuando aplastaba una con sus pequeños piecitos descalzos en la casa de los señores Min.

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❛❛「 soʇuoʇ opɐısɐɯǝp 」 ❜❜

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Yoongi no tuvo mayores problemas para escapar de casa. Se aseguró de que su teléfono celular tenga la batería suficiente para iluminar el camino con su linterna, se puso encima un abrigo y en uno de los bolsillos guardó las llaves de la casa por si acaso y la bomba de salbutamol, que curiosamente no la había vuelto a necesitar desde aquel horroroso recuerdo hundiéndose en las profundidades. Más motivos para investigar.
Se calzó unas zapatillas viejas que se negaba a dejar ir, se tiró un poco de agua en la cara para despejar el sueño que comenzaba a invadirlo mientras esperaba que su familia caiga profundamente dormida y entonces salió por la puerta de su cuarto. Caminó a paso sigiloso sobre las suelas desgastadas de las zapatillas, cruzando el pasillo e intentando hacer el menor ruido posible para que sus pasos no se hoyeran en el piso de abajo, y cuando llegó al pie de las escaleras se dispuso a bajarlas con aún más cautela, pero a medida que iba disminuyendo su altura y se dejaba ver más la cocina en el piso de abajo y unas pequeñas luces encendidas fue cuando de inmediato volvió a subirlas, encontrándose allí a toda su familia. A las putas cinco y media de la madrugada.

El joven Min maldijo para sus adentros. Vamos, ¿por qué demonios no estaban durmiendo, cada quien en sus respectivas camas? ¡Los había visto irse uno por uno a sus cuartos! ¿Qué hacían todos despiertos?

Pero no había tiempo de indagar, se recordó a sí mismo, y si ellos no habían pegado un ojo en toda la noche, eso significaba que no lo harían pronto y que había desperdiciado tiempo de sueño para nada, por lo que decidió darse prisa y volver a su cuarto. Cuanto más pronto saliera, más pronto volvería a la comodidad de su cama a dormir unas cuantas horas antes de que sus abuelos lo despierten con el desayuno.

Una vez que entró a su cuarto, ideó un nuevo plan. No podía pasar por el corredor hasta la puerta sin ser visto por su madre, específicamente por su madre, la desgraciada tenía ojo de halcón. Tampoco podía salir, la puerta hacía una pequeña cantidad de ruido, cantidad lo suficientemente sospechosa como para ir a indagar qué lo había ocasionado, y sus familiares consecuentemente lo encontrarían, si es que claro no se caían al suelo del infarto que les daría al creer que alguien ajeno a la pequeña familia se había colado a la casa. No conocía otra salida, no había puerta trasera ni sótano por el cual salir por su ventana.
No había mejor opción que las ventanas de la casa.
Otra vez se puso a pensar en la forma de llegar hasta la ventana del cuarto de su madre para tocar tierra firme una vez haya abierto la ventana y salido por ella, pero la puerta daba justo al frente de la mesa de la cocina, a una distancia considerable, sí, pero estaban enfrentadas, y no había manera de llegar a ella sin ser visto por alguien, o quizás sí la habría, pero era un riesgo que Yoongi no estaba dispuesto a correr. Maldijo cuando entendió que la única opción que tenía era su ventana, si es que no se rendía y caía dormido en su cama.

Demasiadas vueltas para algo tan absurdo, Yoon. Se dijo a sí mismo, dentro de su cabeza, claro, para no ser oído por sus parientes. Demonios, estaba a punto de tirar a jalones de su cabello.

Sacó del bolsillo de su pantalón uno de las golosinas que su abuela le había regalado a modo de disculpa por el momento que lo había hecho pasar aquella tarde, desenvolvió el caramelo y se lo llevó a la boca, masticándolo en lo que abría la ventana más pequeña de su cuarto, asomando su cabeza al aire frío de la noche para darle una vistazo al exterior de la casa y averiguar la forma de bajar por aquel medio sin destrozarse las piernas. Pronto descubrió que detrás de las enredaderas que abarcaban aquel lado de la casa se encontraban delante de una celosía de aberturas grandes, quizás lo suficiente para descender metiendo los pies en los orificios en forma de rombos, siendo entretejidos por el porte de una madera quizás lo suficientemente gruesa como para soportar su peso.
Luego de sentarse en el filo de su ventana y voltearse para bajar de espaldas al exterior, en menos de cinco minutos había logrado su cometido con éxito. No le quedó más que rodear la casa, rumbo a la playa y sus alrededores.

Vagó un buen par de minutos por allí y por allá, sin saber qué buscaba en concreto. Masticar golosinas lo distraía la suficiente para no caer dormido en la arena. Iluminaba su camino con la linterna del celular, pero no podía creer cómo aquel manto de luz lunar lograba iluminar la zona casi perfectamente, aún así siendo guiado por una luz más concisa por precaución.
Caminó hacia un lado de la playa costeando la arena mojada y esperando volver del lado de las hierbas que se encontraban en la arena que formaba aquellas colinas, buscándolo todo y a la vez nada. El mal clima había cesado un poco, la luna estaba libre de nubes y Yoongi creyó que quizas era por eso que nunca la había visto como en ese momento. El viento era más bien poco, al menos para estar allí en plena madrugada, y agradeció aquello para sus interiores porque el abrigo que llevaba puesto apenas lo cubría de la temperatura medianamente baja.

Cuando consideró haberse alejado demasiado de su casa volvió por el camino paralelo al cual venía siguiendo, esta vez ya más lejos del agua del mar. Caminó siguiendo la propia luz que su celular emitía, y unos metros más adelante pudo encontrar una cueva, incrustada en la colina pero muy bien escondida detrás de un par de rocas enormes y algunas plantas.
Yoongi no estaba especialmente atraído por aquel descubrimiento, era de noche y su familia no sabía donde estaba, y tras entender que aquella playa no era de fiar decidió no adentrarse a la poco confiable cueva, sin saber qué clase de peligro podía instalarse allí a la espera de algún curioso para atacarlo cuando menos lo esperara. Era tanto el miedo que ni siquiera sintió la curiosidad picarle la punta de los dedos de los pies para avanzar, ni siquiera sintiéndose tentado a hacerlo, pero sí se animó a iluminar la oscuridad con su linterna, aún a lo lejos para tener la ventaja en caso de un escape instantáneo que involucrara usar sus delgadas y descoordinadas piernas para correr.

No esperó encontrar mucho, la luz del celular no era suficiente para contrarrestar o si quiera lograr un balance con la oscuridad para lograr ver algo más allá que sólo arena. Hubiera volteado sobre sus talones para seguirsu camino, siempre evitando el contacto con el océano por puro miedo, y volver a su casa, de no ser porque el resplandor de su linterna rebotó contra algún material reluciente en el suelo de la caverna. No supo con qué hasta que, esparcidos por la arena de aquel oscuro lugar, encontró una gran variedad de preciosas perlas brillantes de todos los tamaños, en tonalidades blancas y rosadas. Junto a ellas se encontró con el rebote de la luz en el nácar que se encontraba en el interior de algunas ostras, y para complementar a su cegera encontró vajillas puramente relucientes, no supo identificar el material. Habían también distintos tipos de artefactos lujosos que rondaban entre el color dorado y plateado, desde anticuados y elegantes candelabros hasta cascos y vasijas de distintos diseños y tamaños, con joyas y demás riquezas tanto en su interior como también esparcidas en la arena, sin el más mínimo cuidado.

Yoongi quedó en blanco, sin saber cómo reaccionar ante lo que sus ojos estaban viendo.

Realmente no sabía qué hacer. ¿Debía llevar consigo alguno de esos artilugios? ¿Dejarlos donde estaban y sólo darse la vuelta? ¿Hacer la vista gorda? ¿Sucumbir a la tentación? No, definitivamente no, eso había llegado allí de una u otra manera, por la mano de alguien... ¿Pero quién? ¿Y qué si volvía y no encontraba uno de sus objetos? ¿Pero y si no volvía? ¿Qué debía hacer?

Ah, a la mierda.

El joven pelinegro, indeciso, se agachó un poco en la arena y estiró una de sus manos temblorosas hasta las perlas más cercanas a él. Tomó ambas a modo de recuerdo, para comprobar cuando despertara que nada de lo que sus ojos observaban era un sueño más, para que al sentirlas tocando su piel recordara aquel momento, y se alejó de allí a paso apresurado, temeroso, como si alguien lo persiguiera por su anterior cometido. Yoongi siguió caminando, evitando mirar atrás para disminuir su tensión y no aumentar su paranoia ante el crimen silencioso que había cometido.
No paró hasta que estuvo pronto a su casa, justo en frente del muelle.

No quiso, de verdad no quiso siquiera dirigirle la mirada a aquella estructura de madera, tenía muchísimo más que en claro que querría indagar principalmente en aquel lugar pero no se lo permitiría por su propia sanidad tanto física como tal vez mental. Pero era inevitable, todo en la zona le pedía a gritos acercarse a caminar sobre la cuerda floja entre la vida y la muerte que aquel maldito puente representaba, y la cosa no mejoró cuando, en un vago intento de saciar su curiosidad, volteó la cabeza en su dirección y le echó un ojo.
Grave error.
La brillante luz lunar sobre aquel brevemente calmo océano lo cegó, lo enloqueció por completo como no lo había hecho hasta ese mismo momento. Y hubiera creído que aquello era producto de la luna misma que ejercía algún tipo de fuerza sobrenatural en aquel lugar del mundo como para hacerlo enloquecer, de no ser claro porque lo que verdaderamente había captado la mayor parte de su atención era la criatura que se movía fuera del agua y sobre una roca, bañándose tranquila en la plateada luz que emitía la enorme luna sobre ella, disfrutando de la helada brisa nocturna.

Moviendo ambas perlas en su mano, casi sin lograr sentir el frío material de estas debido a lo congeladas que se encontraban sus extremidades, se dirigió a paso lento al inicio del muelle, apagando la luz de su celular para no espantar a lo que sea que lo esperaba unos metros más allá del muelle y confiando ciegamente en lo que la iluminación lunar le dictaba, dejándose guiar por el más básico de sus instintos que ni siquiera sabía que poseía.
Caminó a paso lento, desconfiando más de las maderas y su amenazante e inesperado crujido que de la marea misma o de la sospechosamente seductora luz de la luna, o de cualquier otra cosa en general, confiaba en todo más que en aquel estúpido muelle.

Avanzó lo más que pudo, intentando balancear su peso de a momentos para no arriesgarse a romper una de las tablas, tanteando algunas zonas para evitar el ruido, y siguió acercándose lo más que se podía. Esperó llegar un poco más lejos, lo suficiente para estar cerca del ser que esperaba en aquella roca y le exclamaba con su aura que se acercara hacia su anatomía, aún sin ser ella consciente del efecto que causaba en Yoongi, pero una tabla debajo de sus pies crujió cuando el cuerpo del pelinegro se encontraba varios metros más por sobre el lecho marino y cada vez se acercaba más a la criatura, la cual se volteó a la más mínima señal de ruido, lista para ejecutar su siguiente movimiento luego de que sus reflejos lo hayan hecho reaccionar para salir del trance en el que la luna lo tenía cautivo.

Min Yoongi entonces comprendió que lo que estaba allí no era nada más ni nada menos que el torso desnudo del mismo chico que había conocido aquel mismo día, pero no contaba con que ahora tuviera una mata de cabello rosada empapada, con gotas cayendo sobre su empapado rostro y torso, como perlas deslizándose en la más fina de las porcelanas, ni tampoco con la extremidad que tomaba lugar en donde deberían estar ubicadas sus piernas, siendo reemplazada por una larga cola de pez que hasta el momento se sarandeaba casi juguetonamente mientras su dueño estaba distraído, cosa que casi hizo que el pelinegro se desmayara.

—Yoongi... —Murmuró el muchacho pelirosa, sin siquiera haberse esperado la visita del recién mencionado, mucho menos con los acontecimientos de los últimos días. Jimin no podía cerrar sus rechonchos labios ni sus pequeños ojos mientras miraba al mayor con una enorme sensación de miedo recorriéndole el cuerpo, estaba simplemente en shock, no sólo porque su viejo amigo había tenido el valor de vagar por el muelle en plena madrugada a pesar de sus advertencias y el enorme peligro que había corrido unos metros más allá sino también porque había descubierto el pequeño y travieso secreto que había estado jugando con el agua hasta que Yoongi la vio, bajándole los ánimos abruptamente y seguramente también la presión, causando que su coqueta cola finalmente se quedara quieta y en su lugar, sin estar formando figuras en el agua con la punta de su semi transparente aleta ni moviéndose por debajo de ella.

Y así fue como la que empezó como una tranquila noche para el joven monarca y un poco atareada para el más pequeño de la casa Min se convirtió en un largo y complejo viaje al pasado, tanto para el adolorido corazón de Jimin como para la confundida cabeza de Yoongi.

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