🔥EXTRA 3/3🔥

21.801 palabras, acomodensen y disfruten.

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DulceGomez9

Te lo dedicó preciosa y gracias por tú apoyo😘😘

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La luz de un nuevo día entraba por aquel gran ventanal que formaba parte de una de las tantas habitaciones de la clínica. Los rayos se apaciguaban por el vidrio polarizado, pero pese a ello Yeri deslizó la cortina, cubriendo sólo una parte del ventanal. Lo justo y necesario para que la luminosidad del sol no le pegara a su alfa, quien se encontraba tendido en una cómoda camilla, sonriéndole débilmente.

Taeyong había estado un buen tiempo inconsciente, utilizando un respirador para llenar de oxígeno su ser. Yeri había estado allí, aguardando con ansias, sentada en un banquito a su lado, a que despertara o moviera un dedito o algo, llenando el sitio con su voz.

Fue una explosión de alegría cuando despertó. Yeri lloró y se mantuvo aún más apegada a él, expresándole sin retención una y otra vez cuanto lo amaba y reprendiéndole por no haberle hecho caso.

El resto de la familia también estuvo presente, tan felices como nunca por verlo.

Taeyong continuó con el respirador por algún tiempo más, inmovilizado en aquella camilla. Sin habla y sin fuerza para casi nada, escuchó cada una de las palabras de su omega. Escuchó la verdadera historia de Yoongi y Jimin. Escuchó a su omega diciéndole con una emoción casi palpable que podían estar juntos; que estarían juntos. Que ya no tendrían que esconderse, ni rechazarse, ni tomar distancias. Podían estar tan unidos como ambos querían.

El respirador escondió la débil sonrisa que el alfa esbozaba, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Le costó demasiado creerlo, asegurando que debía haber caído en coma y solo estaba soñando.

Porque no podía ser verdad.

Apenas logró respirar por cuenta propia, Yeri le regó dulces besitos por todo su rostro. Le besó los labios, esos labios marchitos y resecos que aún no habían tenido posibilidad de dejarle paso a las palabras. Taeyong sólo elevó sus comisuras en aquella misma sonrisa débil que era capaz de dar.

Yeri se acostó más de una vez a su lado, asegurándose de no hacerle daño. Pasó cada día junto a él, cuidándolo, mimándolo, entreteniéndolo, llenándole de amor, de vida, de felicidad.

Su hermana y sus padres también aportaron. Se turnaron para estar allí. Fue Yoongi quien le ayudó a levantarse por primera vez y quien le sostuvo con fuerza mientras él intentaba caminar. Fue Alaska quien también lo sostuvo cuando él no podía mantenerse por su cuenta. Jimin le ayudó a mantenerse limpio y bien alimentado. Moonbin, a pesar de no estar en carne y hueso, le hablaba a través de video-llamadas, pasándole sus buenas vibras desde la distancia.

Taeyong se sintió todo el tiempo como un bebé, lo cual odió, excepto cuando estaba con Yeri. Ahí si amaba ser un bebé mimado y consentido.

Yoongi y Jimin habían mantenido una charla con ambos, confirmándole a Taeyong que no había ningún coma y esa era la realidad pura. Aún así, Taeyong tenía miedo de despertar. Ese mismo día, usó la poca fuerza que había adquirido para abrazarlos. En especial a Jimin.

Por mucho que le había alegrado la noticia de que Yeri no llevaba su misma sangre, no impidió que sintiera una tremenda tristeza por todo lo que había tenido que pasar Jimin, y terminó sollozando con su rostro apoyado en el hombro del omega.

También lloró, sin siquiera tratar de evitarlo, cuando Yoongi le habló de su verdadero padre, de lo tan similares que eran en cuanto a su irrompible temperamento de lealtad y de lo tan orgulloso que Namjoon habría estado de él. Tan orgulloso como Yoongi lo estaba también.

La historia de sus padres fue traída una vez más desde el pasado, y Taeyong adoró escucharla, suspirando con su ser enamorado, encantadamente aliviado de saber que él también podría vivir su propia historia de amor.

Sin embargo, hubo un suceso que no supo cómo tomarlo. Según lo que había escuchado, la madre biológica de Yeri había sido la responsable del asesinato de sus padres. Él había quedado huérfano por esa mujer. La madre de su omega le había arrebatado a sus padres hacía tanto tiempo que casi no podía recordarlos. ¿Cómo debía sentirse al respecto?

Una parte de su ser exigió sentir rencor, deseando poder viajar en el tiempo para acabarla con sus propias manos antes que pudiera siquiera enterarse de la existencia de Jin y Namjoon, de modo que él hubiese podido tener una vida junto a sus padres por muchísimo más tiempo. Sin embargo, por otro lado, su ser le imploraba clemencia ante aquella mujer, pues después de todo, sin ella Yeri no hubiera podido existir. Y sin nada de lo que pasó, sin aquella guerra, sin aquellas venganzas, Yeri jamás hubiera llegado a la vida de Yoongi y Jimin, por ende, tampoco a la suya.

Por lo tanto, desistió del tema, centrándose solo en el presente. Después de todo, sus padres siempre vivirían en su corazón. Su luz se mantendría avivada por sus historias, su recuerdo y el inmenso amor que les tenían.

Finalmente, tras tanto tiempo encerrado en aquella habitación de la clínica, le darían de alta ese mismo día. Un día en el que sol resplandecía feliz en el cielo californiano.

-Bueno, entonces, ya sabes, Taeyong... -comenzó Yeri y se acercó a su alfa, tras cerrar la cortina.

-Lo sé, nunca más contradeciré tus malos presentimientos, ni te subestimaré, ni pensaré en ti como una omega chiquita e indefensa que debe quedarse en casa -completó con su voz recuperada, sonriendo, su mirada puesta en su omega.

Yeri esbozó una sonrisa de complacencia y asintió, aprobándolo. Se sentó a un lado, reposó una mano en la rasposa mejilla del alfa y se inclinó para dejarle un beso sobre los labios.

-Nunca más -estableció.

-Nunca más, mi amor.

★ ★ ★

Sentado de lado en el regazo de su esposo, Jimin disfrutaba del sabor de un cálido beso en su boca. Yoongi rodeaba la cintura de su amado con uno de sus brazos, mientras su mano derecha, escabullida entre la desabrochada camisa, acariciaba suavemente el hinchado vientre del mismo.

Para la enorme sorpresa de su médico y la infinita eufhoria y felicidad del matrimonio Min-Park, las pruebas habían arrojado resultados positivos y una ecografía de prueba mostró que Jimin realmente se encontraba atravesando un genuino embarazo. De no solo uno, sino dos cachorros.

Charles, su medicó de confianza, había quedado tan impresionado con el caso que quiso someter a Jimin a más estudios con el propósito de identificar el causante de aquella concepción que había sido tan imposible por tantos años.

Sin embargo, Jimin se negó por completo.

A él no le importaba cómo. No, realmente no le importaba.

Estaba embarazado. Un par de cachorritos se alojaban en su vientre. Su pancita crecía. Dos bebés llegarían a sus vidas. Serían papás una vez más. No podía pedir nada más en la vida. Él ya estaba realizado.

Al diablo los estudios, las investigaciones. Él tenía dos cachorritos de Yoongi en su vientre, y sólo eso importaba.

Y Yoongi... sin bien desbordaba de dicha, también lo hacía de terror. Terror porque cada vez que era así de feliz, ocurría algo malo a la brevedad. Rogaba al cielo que nada malo sucediera durante el tiempo de gestación. Rogaba al cielo que ambos bebés nacieran vivos y saludables y que ninguna otra tragedia irrumpiera en su vida. Rogaba que sus pecados sólo se pagaran en el infierno; pedía que ya no le castigaran con sus seres queridos una vez más.

Por favor, déjame ser feliz, por favor...

Tanto había sufrido que ahora le costaba en demasía poder creer que todo estaría bien.

Desconfiaba de la vida, tanto como desconfiaba de su mundo. Por ende, tomó la decisión de proteger a los suyos como si fueran de la realeza, incluyéndose. Bueno, realeza armada y preparada para combatir.

La última en ser entrenada fue Yeri, quien, impulsada por el miedo de que volvieran a encontrarse en peligro, se atrevió a desafiar a su temerosa omega interna y meterse en aquel burdo mundo de armas y confrontamientos. Por lo que, mientras Taeyong se recuperaba en la casa, ella estuvo allí afuera siendo instruida por Alaska en el ámbito de las armas y por Moonbin en cuanto a técnicas de combate.

Y Yeri dejó de ser aquella chiquita omega con miedo.

Yoongi, sin embargo, y aun sabiendo que ya todos sus retoños sabían defenderse, procuró que cada uno de sus hijos tuvieran a su disposición un par de guardaespaldas que les acompañaran a donde fuera. Al igual que a él y a Jimin. Jimin, en especial, contaba con cuatro; dos más por sus cachorros, y entre ellos un médico por las dudas.

Jimin se removió un poco sobre el regazo de su esposo y se recargó sobre su pecho con una espléndida sonrisa pegada al rostro. El alfa respiró hondo, feliz, con una tranquilidad hermosa que deseaba preservar hasta el final de sus días.

Se encontraban en su precioso y acogedor hogar en el este de Los Ángeles, más precisamente dentro del despacho que ambos habían estado compartiendo por años.

Yoongi ocupaba uno de los confortables asientos forrados en cuero que se situaban frente al escritorio, mientras Jimin se recargaba sobre sus piernas, soltando risitas y dándole besos cada tanto, distrayéndolo de aquella supervisión que Yoongi se encontraba haciendo del recibo de cuentas que le había entregado Alaska, y él, como si fueran simples jóvenes adolescentes y no adultos responsables, se dejaba distraer y volvía a enamorarse una y otra vez de la resplandeciente sonrisa de su omega, del brillo de sus ojos, con su vívida ternura y su encanto natural, bebiendo besos de sus labios ya algo hinchaditos.

Oh, era como si el tiempo hubiese retrocedido para ambos. Como si los años no hubieran pasado y se remontaran a aquellas épocas en las que apenas iniciaban su relación. Se sentían jóvenes de vuelta, y no era mentira que el embarazo había rejuvenecido a Jimin por completo.

Yoongi ansiaba conservar a su omega así de radiante y feliz por el resto de sus días.

-Te amo tanto, mi amor.

-Dímelo en italiano -pidió el omega, ocultando su rostro en el hueco del cuello de su compañero de vida con sus mejillas levemente sonrosadas-. Sabes que me derrite escucharte en ese idioma.

Yoongi rio suavemente.

-Ti amo cosi tanto, amore mio -complació el alfa utilizando aquel acento que a Jimin le erizaba la piel-. Tu sei la luce della mia vita... il mio bellissimo omega.

-Ay, te amo. Deja el papeleo y hagamos el amor.

Yoongi sonrió. Habría estado por completo gustoso de complacer a su omega, pero unos golpes en la puerta los hizo caer de su burbuja de pasión. Jimin abandonó el regazo de su alfa y suspiró, abotonando rápidamente su camisa. Solo después de ocultar la piel estirada de su vientre hinchadito, dio el permiso para entrar.

La puerta se abrió y detrás de la misma se asomó su mayordomo.
-Disculpen la interrupción, mis señores. Se han presentado visitas -anunció cordial y formalmente.

Yoongi frunció el ceño.

-No esperamos visitas, Roger, que se retiren.

-¿Quiénes son? -preguntó Jimin, no dejando tiempo siquiera para que Roger procesara la orden de Yoongi.

-Me dijeron que no revelara su identidad, señor, pero les aseguro, si me permiten hacerlo, que son personas de las que se alegraran de ver. Es una sorpresa, me dijeron, y me parece prudente no arruinarla.

El omega esbozó una sonrisa, imaginándoselo, y sus ojos volvieron a brillar.

El mayordomo le dejó el paso libre cuando este se dispuso a salir a veloces pasos hacia el recibidor. Atropelladamente, Yoongi tomó su arma de la gaveta y abandonó su asiento, siguiéndolo con rapidez por detrás, más preocupado que curioso.

Su alfa interno ya gruñía en estado de alerta, para nada contento con aquella visita inesperada que tranquilamente podía ser una trampa.

Con su arma empuñada, pretendió detener a Jimin, alertándolo del posible peligro. Pero el omega, al contrario de hacerle caso a su alfa, se lanzó a correr.

Apenas los vio, Jimin amplió su destellante sonrisa y se cubrió la boca con una mano en un acto de incontenible emoción. Fue directo a abrazarlos, Tae Hyung y Jungkook le devolvieron el abrazo con igual emoción, no demorándose en mostrar su tremenda alegría al verlo en pleno embarazo.

Ya lo habían felicitado antes por llamada, pero lo volvieron a hacer en aquel conmovedor reencuentro.

Hacía demasiado tiempo que los tres no se reunían, demasiado tiempo sin estar los tres en un mismo país, en una misma casa, una misma habitación.

Demasiado había pasado, pero era como si nada hubiera cambiado; el tiempo se había llevado los años mas no la amistad.

Por otro lado, Yoongi se había detenido en el umbral de la sala apenas llegó y soltó el aire que retuvo por la tensión. Guardó el arma, no dejando que nadie le viera, y se cruzó de brazos, adoptando una seria postura al mirar con una ceja elevada a Hoseok.

-¿No pudieron haber avisado, pares de desgraciados? -reprochó-. ¡Cómo se les ocurre aparecerse así! Malditos sean, no tienen piedad de mi paranoia.

-Nunca cambias, ¿eh? -rio Hoseok, acercándose felizmente a su primo-. Oh, ven aquí.

Yoongi cedió, uniéndose en un fuerte abrazo con aquel pelinaranja alfa. Oh, cuánto lo había extrañado.

Hoseok mencionó un «Felicidades, hermano» y él estuvo a nada de quebrarse justo allí, en medio de aquel entrañable abrazo. Porque todo estaba bien, todos sus hijos estaban bien, Jimin estaba mejor que nunca, iban a ser padres de vuelta, Hoseok estaba allí, los amigos de Jimin estaban allí. No le faltaba nada más.

No, no pudo evitar soltar esas lágrimas y aferrarse a Hoseok como nunca antes lo había hecho.

Por favor, no me quites nada de esto, por favor...

★ ★ ★

Tae Hyung y Jungkook no habían ido solos: Kim Eun Woo y Jeon Jiso los habían acompañado. Ambos hijos de Tae, siendo el primero un bonito, tímido e introvertido adolescente omega de dieciocho años, cuyo apellido había sido heredado de su padre omega dado que su padre alfa -un italiano que había cautivado a Tae Hyung desde el primer momento y que al principio pareció no tener gota de maldad-, fue un ebrio y abusivo hombre que no tuvo respeto ni por su omega ni por su hijo.

Fue Hoseok quien ayudó a sacar a Tae de aquella tóxica situación. Fue él quien defendió a Tae Hyung y a su pequeño hijito de aquella bestia infernal. Fue él quien los protegió y los acogió bajo su ala cuando más lo necesitaban. Tae le estuvo verdaderamente muy agradecido, pero hasta ahí llegó todo, al menos los primeros años.

Tae no olvidaba la agresión que alguna vez Hoseok usó contra él, por lo que no podía permitirse volver a confiar en él. No importaba lo mucho que Hoseok había cambiado para mejor, el miedo fue más fuerte.

Hoseok lo entendió, realmente lo hizo. Lo había entendido desde un inicio, y si él había irrumpido en la vida de Tae para rescatarlo no fue para ganarse su amor, ni para quedar como un héroe. Ni siquiera lo había planeado él. Lo hizo por un llamado de auxilio por parte de Yoongi, quien a su vez era vocero de Jimin, quien se había enterado por Jungkook.

En esos tiempos, Yoongi y Jimin ya residían en Estados Unidos, Jungkook seguía en Corea y Tae vivía en Italia. Pero fue el beta quien, a través de una video-llamada, advirtió que algo malo estaba pasando con Tae Hyung al verlo tan intranquilo, nervioso y con varios moretones mal disimulados con capas de maquillaje.

Jungkook, alarmado, le preguntó si necesitaba ayuda, y Tae enmudeció, sus ojos se llenaron de pánico, miró a hacia un costado y cortó la llamada. No bastó más para que Jungkook llamara con urgencia a Jimin, sabiendo que Yoongi podría hacer algo al respecto. Y Yoongi llamó a Leonzio, pidiéndole que enviara un par de hombres a Italia para poner a salvo a un omega.

Leonzio, sin siquiera recordar a Tae, mandó a Hoseok y a otro más.

Hoseok ni siquiera sabía que se trataba de Tae Hyung, ni que la llamada había sido de Yoongi. Por lo que, si lo salvó fue por completo un acto del inequívoco destino, o una simple casualidad.

Sea como fuese, Hoseok redimió su alma con todos y cada uno de los actos que hizo, de puro corazón, para mantener la seguridad y el bienestar de Tae y su hijo. No le importaba si el omega no lo amaba, no le importaba si no volvían nunca más a estar juntos, no le importaba poseerlo. Solo quería verlo bien, verlo saludable, verlo ser feliz con la felicidad de su pequeño Eun Woo.

Hoseok se dio cuenta de que si Tae era feliz, él también lo era, y entonces comprendió finalmente lo que era el amor.

Antes no lo había amado, solo lo había deseado. No pensó en su felicidad, solo pensó en su cuerpo, en el placer, en el sexo.

Hoseok repudio su pasado, no entendiendo cómo era que había sido tan imbécil, tan hijo de puta.
En ese entonces todo era diferente para él. Amaba a Tae como nunca antes había amado alguien, pero Tae aún conservaba rastros de miedo en su mirada y él, tristemente, lo entendió.

Pero estaba bien, no importaba. Hoseok se conformaba con la amistad que Tae había aceptado forjar luego de las diarias visitas que Hoseok le hacía en su nueva y modesta casa en Busán, en donde el alfa pasaba para verificar que todo estuviese bien, que no les faltara nada. Solía quedarse a tomar el té y siempre terminaba jugando animadamente con el pequeño, quien lo adoraba.

Tuvieron que pasar algunos años para que el miedo se esfumara por completo de la dulce mirada de Tae. Ya no habitaba gota de desconfianza en el omega.
Miraba a Hoseok y ya no veía a ese alfa insensible que llegó a golpearle y mantenerle encerrado. Lo miraba y veía a un alfa totalmente diferente, un alfa atento, tierno y juguetón que su hijo amaba. Veía a alguien en quien confiar, a alguien a quien apreciar, a alguien que ya no le haría daño nunca más.

Pero a alguien a quien sólo conservaría como a un buen amigo.

Además, Tae ya le había dado la oportunidad a Jungkook de hacerle feliz con su compañía.

Jungkook siempre había estado para él, siempre le había apoyado tanto en las buenas como en las malas, siempre había estado ahí, esperando por él, y Tae nunca antes le había otorgado el reconocimiento que se merecía.
Había estado tan ciego; ciego por alfas que no supieron tratarlo ni amarlo, que no se había dado cuenta que el hombre que necesitaba siempre había estado a su lado.

La amistad de Hoseok no se perdió por su relación con el beta. Al contrario, él fue el primero en felicitarles sin pisca de falsa modestia, genuinamente alegre de saber que, al menos, el compañero de Tae jamás le haría daño como alguna vez él lo había hecho. No obstante, en su interior su alfa lloraba en silencio, no pudiendo evitar sentir cierta tristeza. Tristeza que trató de no darle crédito, pues mejor que nadie sabía que Tae Hyung merecía ser feliz sin importar si él no era el causante de aquella felicidad.

Su alfa sufrió en silencio por un buen tiempo, hasta que se acostumbró finalmente. Y cuando menos lo esperaba, encontró a alguien nuevo a quien anhelar: un alfa que trabajaba para él como su chófer. Un hombre de solo unos años más grande que él, que siempre lo cuidaba cada vez que él se embriagaba en un bar, que velaba por él si se enfermaba o sufría de alguna herida, que le conocía mejor que nadie. Un alfa que le amaba secretamente. Y con quien acabó acostándose para romper la tensión que entre ellos persistía.

Y Hoseok descubrió que aquello curiosamente le había gustado. Podía ser tan bruto como de naturaleza era y no recibir más que una excitante brutalidad como respuesta.

Hoseok lo amó.

Finalmente había encontrado su lugar entre los fornidos brazos de otro alfa.

JongIn era su nombre, y a pesar de que Hoseok procuró mantener su relación en secreto, no fue sino cuestión de algunos años para que los rumores sobre ellos colmaran Corea. El nombre de Jung Hoseok fue manchado y el respeto por él se fue perdiendo entre sus socios. Pero a él nada le importó, y hasta decidió casarse y hacer oficial su relación.

Y por tal, ese día en casa de Yoongi y Jimin, en vez de permanecer en el auto hasta que las obligaciones de Hoseok finalizaran, JongIn estaba marcando presencia a su lado, y no como su irrelevante chófer, sino como su compañero de vida; su esposo.

Tanto Yoongi, como Tae, fueron de los primeros en quienes Hoseok confió para contarles sobre su relación.

Tae Hyung había estado transitando su segundo embarazo cuando Hoseok se animó a contárselo y Tae no pudo más que alegrarse, sintiendo, inclusive, una oleada de calma al saber que Hoseok estaba siguiendo adelante con su vida amorosa. Hasta Jungkook se sintió más tranquilo, pero el recelo con el alfa continuó. No se olvidaba, ni jamás se olvidaría, de lo que aquel despreciable alfa le había hecho pasar a Tae y a él.

Pero ya poco se preocupaba Jungkook por Hoseok. No podía sino mantener su mente en aquel presente, en lo feliz que ahora era Tae con él y en lo emocionado que estaba por la llegada de su bebé.

Jeon Jiso contaba ahora con trece años, y aun no se había presentado. Era una preciosa jovencita de temperamento intrépido y extrovertido. Una pequeña inquieta que adoraba curiosear y encontrar nuevas cosas que hacer, algo en lo que se diferenciaba con su medio hermano.

Eun Woo, mayormente perdido entre las virtuales páginas de una novela, era un chico tranquilo, callado y para nada inquieto. Si no estaba leyendo, estaba mordisqueándose las uñas con su mente sumergida en los recuerdos de la historia que leía, imaginándose su continuación, teniendo verdaderas ansias de volver a leer. Y si estaba demasiado aburrido o nervioso, llegaba a hacerse lastimaduras en sus dedos sin darse cuenta.

Más de una vez le ocurrió el mirar hacia sus dedos distraídamente y abrir sus ojos con sorpresa al advertir que la sangre ya pretendía huir por la herida de alguno de sus dedos -por no decir más de uno-; usualmente era el pulgar o el índice, aunque todos sufrían casi por igual.

Y ese día en casa de sus tíos no fue la excepción.

Su padre Tae Hyung le había prohibido leer en presencia de sus tíos y primos, dado que podía resultar una falta de respeto el no darles atención. Él no quería quedar como un irrespetuoso, así que le hizo caso. Por lo que ahora sus dedos se encontraban agonizando.

Eun Woo estaba nervioso. Sin embargo, por el momento lo disimulaba con éxito, pero sabía que en cuanto apareciera Moonbin ya no tendría posibilidad de controlar tan bien su nerviosismo. Menos sabiendo que la última vez que se vieron las cosas no terminaron nada bien entre ellos. Eun Woo, aunque se deshiciera en nerviosismo, pensaba que aquella era una buena oportunidad para arreglar las cosas con Moonbin. Pero estaba tan asustado.

No importaba cuántas veces había practicado su saludo frente al espejo, él sabía que cuando tuviera a Moonbin en frente se congelaría y toda su preparación se habría ido a volar.

Por lo menos tenía la certeza de que sus feromonas no delatarían sus emociones, pues tomaba supresores para ahorrarse el bochorno de su olor.

Eun Woo saludó a sus tíos con una temblorosa sonrisa, recibiendo un fuerte abrazo de ambos.

-Dios mío, lo enorme que estás -observó Jimin impresionado-. ¡Y dios, eres igual a Tae cuando tenía tu edad! Tan bonito. Eres muy bonito.

El aludido se sonrojó levemente y sonrió con cierta pena, agradeciendo aquel cumplido.

Jimin también se impresionó con lo grande que estaba su hermana, Jiso, diciéndole también lo hermosa que era. Su hermana no se sonrojó, ni nada. Ella aceptó el cumplido con una orgullosa sonrisa y hasta le respondió al tío Jimin que estaba segura de que sus bebés serían súper hermosos como él y Yoongi.
Ahora Eun Woo se sentía muy mal por no haber dicho nada sobre los mellizos que esperaban sus tíos. Y en vez de aprovechar y rematar con algún otro comentario y dar felicitaciones, se llenó de vergüenza y quiso desaparecer de allí.

No era posible que su hermana cinco años menor fuera más atenta y más osada que él. Se odió. Odiaba ser tan tímido. Odiaba no poder hacer una sola cosa bien. Recién había llegado y ya sentía que había arruinado todo. Quería irse. Quería estar de vuelta en su casa, en su habitación, donde nadie podía verlo pasar vergüenza tras vergüenza.

-¿Qué hay de sus retoños? Muero por verlos, deben estar terriblemente grandes -alegó Tae, luego de que Jimin les invitara a tomar asiento en los mullidos sofás de la sala, mientras le encargaba a Roger traer refrescos para los invitados.

-Lo están, y Dios, no me lo recuerdes -habló Jimin mientras todos se acomodaban-. En menos de dos meses, Alaska ya será mamá, y uff... Pueden imaginárselo. Ahora está viviendo con Lio en la que antes era la casa de huéspedes, pasando el jardín. Enseguida las mandaré a llamar.

-¿Quién iba a decir que Alaska terminaría siendo mamá de un cachorro de Lio? -dijo un sonriente Hoseok al sacudir la cabeza con diversión-. Leonzio espera poder estar aquí para antes del nacimiento.

Jimin refunfuñó.

-Pues, más le vale, porque la pobre de Lio de hace rato quiere verlo -dijo.

-Lo sabe, él también quiere verla. Verlos a todos.

-Bueno, bueno, y yo quiero ver a mis sobrinos -interrumpió Tae Hyung con una impaciencia humorística para desviar el tema-. ¿Dónde está el resto de su manada, queridos? Tengo asuntos pendientes que arreglar con Moonbin.

Eun Woo se estremeció.

-Pues... -Yoongi le echó un vistazo a su reloj digital de muñeca para comprobar la hora-. Creo que estás de suerte. El único que debe estar en casa es Moonbin, porque Yeri sigue en la escuela y Taeyong luego de la universidad va a esperarla. Moonbin suele venir directo a casa. Aunque es viernes. Bueno, ya no estoy seguro. Le mandaré un mensaje.

-¿Mensaje? Esto es más rápido. ¡¡Moonbin!!

Y a los segundos se oyó un:

-¡¿Qué?!

Jimin sonrió y le echó una mirada de suficiencia a su alfa.

★ ★ ★

En su recamara, Moonbin no se decidía con quién hablar. Tenía una larga lista de personas que estaban interesadas en él. Su casilla de mensajes rebosaba de ellos. Pero Bin ya estaba tan aburrido de lo mismo. Suspiró y optó por responderle a un compañero de la universidad. Era un alfa, uno con el cual ya había tenido varios encuentros casuales.

Moonbin ni siquiera se acordaba de cuál era su nombre. Lo tenía agendado como «alfa rubio de la clase 008». Le habló y no bastó más que algunos minutos para que comenzaran a mantener una conversación subida de tono a través de vídeo-llamada.

Él realmente estaba tratando de excitarse. Realmente lo intentaba. Su mano se deslizó por debajo de su ropa interior e intentó ayudarse. Pero nada.

No podía creer que ese momento había llegado. No podía creer que estaba frustrado sexualmente.

Y entonces, lo escuchó. Su nombre siendo gritado por su padre omega. Moonbin suspiró y quitó su mano, arrojando lejos su celular. Se acercó a la puerta y la abrió.

-¡¿Qué?!

-¡Baja!

-¡Yo no fui! ¡Juro que yo no he tenido nada que ver!

-¡Ven aquí!

Con un resoplido pasó primero por el baño y se lavó las manos, antes de lanzarse escaleras abajo tras abandonar su habitación, dejando totalmente olvidado a aquel alfa.

Estaba listo para lo que sea, menos para encontrarse con la presencia de sus tíos, y por consiguiente, con la presencia de Eun Woo. Se quedó sin aire, estático allí, viendo con ojos atónitos a aquel omega del cual llevaba años enamorado.

Reaccionó al instante, volviendo a recuperar el aliento mientras dibujaba una radiante sonrisa en su rostro.

-¡Tíos! ¡Por fin se dignan a venir! -exclamó sonriente al tiempo que se adentraba en la sala-. Espero que estén en su mejor momento porque no quiero abrazarlos y llevarme conmigo lo peor.

-Vienes con suerte, solo te llevarás toda mi felicidad. Pero, devuélvemela, ¿eh? -dijo Hoseok con un buen sentido del humor mientras se ponía de pie.

Bin rio y corrió a echarse entre los brazos del alfa, quien lo recibió gustoso, levantándolo del suelo como si nada, completamente feliz de verlo.

-¡Hace cuanto no te veía! Mira, ya estás hecho todo un hombrecito. Aunque algo me dice que aun no se te han ido tus mañas de ser un pequeño diablillo, ¿no?

-¿Cómo se te ocurre, tío? Si yo siempre he sido un fiel angelito del señor, por favor.

-Si, bueno, ven aquí, angelito del señor y abrázame que me lo debes -se entrometió Tae, y Moonbin se lo concedió al instante-. Oh, cuánto te he extrañado, pichón. No has venido nunca más a visitarnos, ¿sabes lo enojado que estoy? ¡Adoraba tenerte en casa los veranos!

-¡Es verdad! Nos has dejado totalmente olvidados, osito Binnie-secundó de inmediato Jiso, cruzándose de brazos al llevar todo su peso a una sola pierna, mirándolo inquisitivamente con una ceja alzada-. ¡No he tenido con quien pelear! Y pelear con Eun Woo no es divertido.

Moonbin no pudo hacer su sonrisa más ancha.

-Oh, pero miren a quien tenemos aquí -Moonbin se acercó a ella para apretarla en un fuerte abrazo no correspondido-, a la niñita más insoportable de todas. Ay, ya extrañaba oír tus gritos y ver tu odiosa cara de enojada.

Jugando, le apretó las mejillas y ella, en vez de enfurruñarse más, esbozó una enorme sonrisa sin poder evitarlo y lo abrazó de golpe, tirándole los brazos al cuello.

-Bueno, bueno, ¿y para el tío Jungkook no hay abrazo?

Moonbin le dirigió una mirada al beta y, sonriendo, fue hacia él para unirse en un abrazo con el adulto.

-A ver cuándo vienes a visitarnos de vuelta, ¿eh? Que hasta los vecinos te extrañan.

-Aw, me harán vomitar -Moonbin rio y dio un vistazo general a la sala para ver quien le faltaba saludar-. ¡Oh, JongIn! -Fue directo a éste para tirarse a sus brazos-. No te creas que me he olvidado de que dijiste un día que me llevarías a conocer tu ciudad natal y nunca más pasó, ¿eh?

-Nunca más pasó porque nunca más te he visto, Moonbin, ¿quién te manda a desaparecerte de esa forma?

-Ay, me lastiman. Pues, en mi defensa, adorados tíos, me han tenido cautivo aquí, de este lado del hemisferio. He sido reclutado por esta gente despiadada que se hace llamar padres.

-Cautivo dice -interrumpió Yoongi riendo con gracia-. Si no ha ido a visitarlo fue porque no quiso. Aquí de hace rato no le prohibimos nada a este sinvergüenza.

Moonbin estaba a punto de saltar como leche hervida para reprender a su padre alfa por no cubrirle y mandarle al muere tan fríamente, pero Jimin se adelantó:

-No, no, ¿es que no te acuerdas, Yoongi? Yo lo había castigado hace ya un tiempo, antes de que se graduara, cuando lo expulsaron por tercera vez y le prohibí los viajes.

Yoongi miró a su esposo con cierta extrañeza.

¿Por tercera vez? Pero si los castigos de Moonbin eran justamente pasar los veranos en casa de sus tíos, alejado de la ciudad, de sus amigos, de las fiestas, de todo lo que a Moonbin le entretenía, pensó Yoongi, confundido.

Además, no recordaba que le hubieran expulsado una tercera vez. Pero, entonces, tras un disimulado golpe de Jimin entendió.

-Oh, bueno, si tú lo dices.

-¿Ya vieron, tíos? Échenle la culpa a papi Minie-expresó Moonbin aliviado, pensando que ahora le debía una explicación a su padre omega.

Los demás comenzaron a hablar entre sí, reprochándole al susodicho, riendo, comenzando a hacer bullicio.

Y sin embargo, Bin no volvió a hablar, enfocado en el último invitado que le quedaba por saludar: Eun Woo.

Moonbin sentía su nerviosismo desde la lejanía. Lo sentía con una fuerza tremenda. Sabía que el chico estaba extremadamente incómodo. Bin ansiaba calmarlo, aunque no estaba seguro de qué modo; temía que Eun Woo no quisiera saber nada con él.

Por lo que, tras mirarlo por unos cuantos segundos, ajeno a todo lo demás, fue hacia él con cuidado, esperando recibir alguna señal que indicara que podía abrazarlo.

Moonbin realmente esperaba que le dejara abrazarlo.

El omega, hijo de Tae Hyung, lo miró a los ojos, casi sin aliento. Su corazón galopando salvajemente en su pecho, ardiendo en flamantes llamas que se esparcían por el resto de su cuerpo.

Oh, cuánto deseaba que Moonbin le abrazara. Pero si lo hacía, él se daría cuenta del revuelo de sentimientos que tenía encima. Él lo recordaba: «Cuando toco o abrazo a los demás es cuando más puedo conocer de esa persona. O simplemente con pasar mucho tiempo con alguien ya es suficiente», le dijo una vez Bin. Por lo tanto, no podía permitir que le abrazara tan pronto.

Él aun estaba enamorado y no podía dejar que Moonbin lo advirtiera tan rápido.

Es decir, ¿y si Moonbin lo usaba en su contra para ridiculizarlo y humillarlo? ¿Y si Bin había quedado resentido y deseaba vengarse? Él no podía exponerse de tal forma sin conocer las intenciones de Moonbin primero. Él quería ir más despacio. Quería averiguar si su enamoramiento aún era mutuo.

No, no podían abrazarse aún.
Oh, qué maldita gran desventaja. ¿Por qué él no podía conocer los sentimientos de Moonbin también? Eun Woo anhelaba sentirlo del mismo modo. Quería conocerlo más allá de las palabras. Quería entrar en su alma. Percibir hasta sus sentimientos más escondidos. Ver todo aquello que los ojos no alcanzaban a observar. Tal y como Moonbin podía hacer con todos ellos.

Pero era absurdo.

El no albergaba aquel don en su ser. Y si él no podía conocer los sentimientos de Bin, no permitiría que Bin conociera los suyos tan pronto.

Retrocedió un paso, bajando su mirada con pena, mientras la uña de su dedo índice se enterraba en la pielcita lastimada del dedo gordo. ¡Dile algo! ¡Dile hola! ¡No te quedes ahí como un estúpido! ¡Vamos, salúdalo! ¡Eun Woo, haz algo!

Silencio, gotas de sangre y otro paso para atrás.

Moonbin suspiró con aires de amargura y se alejó.

-Bueno, eh... Tíos, fue un gustazo volver a verlos. Siempre es lindo tener visitas que valgan la pena, pero... este, estaba en medio de algo importante y, si me disculpan, volveré a mi habitación -anunció Moonbin, y para antes de que sus padres objetaran algo salió disparado escaleras arriba con su corazón roto por segunda vez.

Tras dejarle el papeleo a su padre para que certificara que todo estuviera en orden, Alaska atravesó el vistoso jardín trasero iluminado por el sol de una cálida tarde para ir a su acogedora casa y reunirse con su omega.

Aquel día, dado que era viernes, había aprovechado para escaparse temprano de la oficina.
Había estado desde muy temprano allí, y ahora lo único que quería era prepararse un té y acurrucarse junto a su omega en el sofá para seguir viendo aquella serie que habían enganchado juntas.

Entró a su casa y, tras dejar su cartera y quitarse el brasier, vislumbró la figura de su omega sobre el sofá. Estaba echada, completamente dormida. Su abultada panza resaltaba por debajo de una manta que la cubría, y su mordida perfectamente cicatrizada en su cuello resplandecía bajo la cálida luz del ambiente. Alaska sonrió.

-Oh, mi pequeña leona -murmuró con su ser sumergido en el enternecimiento, y le dejó un suave besito en la frente antes de dirigirse hacia la cocina a prepararse el té.

Pequeña leona. Aquello era lo que significaba el nombre de la omega, y Alaska lo había adoptado como su cursi apodo.

Lionetta era su nombre, y era ni más ni menos que la hija del padrino de Alaska; Leonzio. Por lo que ambas se conocían de toda la vida. Y sin embargo, jamás se habían llevado bien en el pasado.
Desde niñas, mantuvieron una enemistad que llegó a convertirse en un profundo odio mutuo que perduró hasta el año anterior. Y todo porque Alaska siempre fue la ahijada consentida de Leonzio. Alaska solía fastidiarla con eso cuando eran chicas, poniéndola celosa, haciéndole creer que su padre la quería más que a ella.

Alaska solo lo hacía en broma, pero a Lio realmente le afectaba. En especial porque siempre estuvo celosa de ella. Alaska era la consentida de todo el mundo. El alma de cada reunión. Y ni siquiera vivía allí con ellos. Alaska llegaba a Corea y todo cambiaba. Alaska la destronaba, y ella agonizaba en las mareas de los celos.

Lionetta se tomaba muy en serio la competencia por su padre, cuando a Alaska realmente no le importaba. Por ende, Lio siempre buscaba la manera de jugarle sucio, demostrándole que aquel era su territorio y ella mandaba.
Alaska no podía simplemente aparecerse en Corea y creerse la reina. No, no. Lio tenía que darle su merecido. Pero las cosas no eran como ella creía. Alaska no se creía ninguna reina. Solo jugaba, se divertía con su falso egocentrismo, pero detrás de eso ella siempre tenía los pies bien puestos sobre la tierra. Algo que Lio no captaba, cegada por la rabia de sus celos.

Hasta ese entonces, Alaska no la odiaba, ni caía en su infantil juego de competir entre ellas. Hasta que Lio descubrió su punto más débil y, sin dudarlo, le golpeó donde más le dolía. Lio se había atrevido a utilizar como tema de burla el estado depresivo de su padre; de Jimin.
Alaska podía soportar cualquier cosa, menos que se metieran con su familia; en especial con su padre omega. Ella lo protegería de lo que fuera. Alaska la dejó en el piso tras rugirle como nunca antes lo había hecho. Creía que con eso había bastado, que la omega se quedaría en el piso durante horas hasta recomponerse, pero no fue así. Alaska ni siquiera había terminado de relajar a su alfa interna deseosa de acabar con todo, cuando Lio la atacó por detrás, iniciando la primera de tantas peleas a mano desarmada que tendrían.

Y a partir de ahí, siempre que Alaska volvía a pisar las tierras de los Martini, iba preparada para lanzar odio y combatir una vez más con su soberbia enemiga.

No importaba cuánto tiempo pasara, ninguna de las dos dejaba atrás sus pasados conflictos, trayéndolos al presente cada vez que se veían. Se insultaban, se enfrentaban, se trataban con cinismo, desprecio. No se soportaban.

Hasta que en un enfrentamiento, Alaska logró arrinconarla contra un muro, sosteniéndole fuertemente las manos encima de la cabeza, inmovilizándola con su propio cuerpo. Estaban demasiado cerca. Sus agitados respiros colisionaban. Sus cuerpos se tocaban. La fuerza de Alaska trastabilló. El pronunciado aroma de la omega opacó su razón.

Cómo era posible que su olor fuera tan jodidamente hermoso y cálido, pero a la vez tan seductor y ardiente.

Su alfa reaccionó a las fuertes feromonas que emanaba de pronto de la omega. Una omega que había comenzado a debilitarse contra su cuerpo, relajándose y soltando leves suspiros, mientras su ser se encendía y su cuerpo se humedecía.

Alaska tardó solo un momento en comprender que Lio había entrado en celo. Tragó en seco y le liberó las manos, aun sin apartarse de ella. Su alfa ahora la deseaba. Quería tenerla. Quería hacerla suya. Ella estaba tan entregada. Tan cegada por su celo. Sería muy fácil meterla en su cama.

Pero no lo hizo. Alaska se alejó del ardiente cuerpo de la omega y se dedicó a pensar en cualquier otra cosa mientras la ayudaba a irse a su habitación. La dejó en la cama y luego corrió por una empleada para encargar una píldora y un vaso con agua.

Alaska se fue a dormir esa noche con su mente tranquila, sabiendo que había actuado bien. Se durmió pensando en ella, olfateando en su piel rastros de su olor.

Por primera vez sintió ganas de dormir a su lado, de abrazarla, de protegerla.

Cuando el celo de Lio pasó, Alaska ya estaba empacando todo para regresar a su casa. La omega ingresó con cautela en la habitación de huéspedes que ocupaba Alaska. Carraspeó para anunciarse y cuando la alfa volteó a mirarla, ella le dio las gracias con cierta seques combinada con timidez y se marchó fugazmente.

Ambas no dejaron de pensar en la otra, comenzando a sentir cosas que jamás se hubieran imaginado. Y para cuando Alaska regresó a Corea algún tiempo después, el asunto entre ellas ya había cambiado. Las peleas habían quedado finalmente en el pasado. Lio pudo reconocer sus errores y se disculpó, al igual que Alaska también lo hizo. Y de ese modo iniciaron un nuevo ciclo entre ellas, en el que si se sujetaban del pelo o se rasguñaban era solo por hacer el amor.

-¿Ya has llegado? -Alaska levantó la vista de su humeante tacita de té recién preparada. Sonrió al divisar a su más que preciosa omega. Ella estaba de pie en el umbral de la cocina, tallándose un ojo, luciendo su pronunciado embarazo en todo su esplendor.

-¿Te das cuenta de lo estúpida que es esa pregunta, mi vida? Si estoy aquí es porque, efectivamente, he llegado.

Lio sonrió en su estado de somnolencia, mientras Alaska se le acercaba. La alfa puso sus palmas sobre el vientre de su amada y se inclinó para besarla. Luego se colocó de cuclillas y reposó sus labios sobre aquella piel que la separaba de su bebé.

-Mi leoncita bebé -dijo cariñosamente mientras acariciaba el vientre con su nariz-. Hay que llamarla Leoncita, a mí no me fastidies.

-¿En serio quieres ponerle Leoncita a tu hija? ¿En serio?

-¿Por qué no? Tú te llamas pequeña leona -replicó, poniéndose de pie.

-No, así es como tú me llamas.

-Discúlpame, querida, Lionetta significa eso.

-Pero no lo es literal, tonta. Lionetta es un nombre, Leoncita no. Además, ¿Leoncita Kim? Por Dios, Alaska, tratemos de que no se rían de ella.

-Bueno, Leona Moon, ¿qué tal ahí? ¡Ay, me encanta! Suena tan poderoso. ¡Por favor, mi amor! ¡Por favor, por favor, por favor! ¡No te puedes negar! ¡Encima que es en honor a ti! Yo me sentiría más que complacida si fuera tú.

Lio rio por lo bajo y sacudió la cabeza.

-Bueno, siendo Leona cambia. Pero a mí me dices Leona -ella hizo un puchero.

-Y te lo seguiré diciendo, amor. Tú eres mi pequeña leona y nuestra hija será mi leoncita -dijo Alaska y luego se carcajeó-. Dios, si Binnie me escuchara diciendo esto vomitaría del asco. Mierda, no puedo ser más asquerosamente cursi.

-Y así, justo así, te amo -Lio sonrió con coquetería y pasó sus brazos alrededor del cuello de la alfa para luego inclinarse y besarla. Alaska le correspondió el beso aun con sus manos puestas sobre el vientre hinchado de su omega.

Poco después la puerta fue golpeada.

Roger se anunció para llamarlas.

★ ★ ★

Luego de desinfectar su herida y envolverla con un curita, Eun Woo tuvo que soportar la animada charla que tenían sus padres junto a sus tíos y a su prima, Alaska, quien iba en compañía de su embarazada omega -una rubia de nombre italiano que recordaba haber conocido alguna vez en Corea-. Y dado que no aportaba casi nada a la conversación, envió al cesto de la basura el pedido de su padre acerca de que no leyera frente a los tíos y sacó su ebook del bolcillo.

Se puso a leer, o al menos eso intentó.

Estuvo un buen rato tratando de concentrarse en la lectura, pero su mente no hacía otra cosa más que traer al presente la imagen de Moonbin siendo rechazado y herido por él.

Se sentía tan jodidamente mal.
No podía hacer simplemente como si nada pasara. No podía estar en la casa de Bin, su Moonbin, y solo quedarse allí, sentado, leyendo, como si nada más importara.

Oh, mierda. Estaba tan cerca de él. Tan malditamente cerca. Todavía podía sentir el deje de su aroma en el aire.

Dos años habían pasado de la última vez que Moonbin los había ido a visitar a Busán. Dos años de aquel beso que se había dado con Moonbin y de que todo se arruinara por su culpa.

Eun Woo recordaba a la perfección aquel día. Después de tantos veranos de visita, Moonbin le había dicho que él también sentía lo mismo. Él, confundido, no entendió a que se refirió.

-¿Cómo que sientes lo mismo? ¿lo mismo de que?

-Lo mismo que tú sientes por mí, Eun Woo. Me gustas y sé que tú también gustas de mí.

-¿Q-Qué? No -él se rio nerviosamente-, ¿quién te ha dicho eso?

-Pues, tú, tonto. Me lo dijeron tus sentimientos. Yo apenas lo percibía, ¿sabes? Pero no estaba del todo seguro y además tu actitud me confundía un poco y no quería, bueno... exponerme y quedar en ridículo ante ti. Pero el otro día, cuando te hice la broma de que me ahogué en el lago y tú reaccionaste tan... ay, no sé, casi te mueres por mí, tus sentimientos quedaron a flor de piel y lo supe, lo sentí de ti con una fuerza tremenda. Sé que quisiste matarme luego, pero, Jesús, me alegro tanto de haberte hecho esa broma. Ahora mejor que nunca sé que me quieres, pero que solo te sentías confundido con tus propios sentimientos y por eso me tratas medio mal, ¿no? Porque, uhm, no quieres quererme, pero aun así me quieres, pero yo también te quiero y ya no quiero que te sigas peleando contigo mismo por mí.

Eun Woo quedó paralizado, con un violento rubor expandido por su rostro caliente. Su pulso enloquecido y la inmensa vergüenza asaltándole.

Sentía como si de pronto estuviera completamente desnudo ante Moonbin. Bueno, su alma estaba desnuda.

Sus dedos inconscientemente comenzaron a hacerse daño, enterrando la uña en la cutícula, rasgando, raspando, arrancando la piel.

Pero Bin le detuvo, tomándole de sus manos con cuidado.

-Tranquilo, no te pongas nervioso, ni te avergüences. Te he dicho que siento lo mismo, tontito. Dios, sí, me encantas. Eres tan precioso.

Eun Woo se sonrojó hasta las orejas. Se mordió el labio inferior y tímidamente elevó su mirada hacia el omega un año mayor que él, algo así como su primo, más no de sangre.

-¿De verdad te gusto? -Bin sonrió y asintió, muy seguro de sí mismo.

-P-Pero... somos omegas...

-¿Y qué importa? -replicó, encogiéndose de hombros tan despreocupadamente como sólo Moonbin podía hacerlo-. Me gustas desde hace mucho también y ahora solo pienso en estar contigo. No me digas que tú no piensas lo mismo porque sé que no es verdad. Dios, muero por besarte...

Eun Woo se paralizó una vez más, sintiendo un estallido de adrenalina en su interior. Se le cortó el aliento y palideció. No estaba preparado para tal confesión. Pero, mierda, una parte de él también quería besarlo, mas todo de sí le decía que aquello no era lo indicado debido a su situación, debido a su problema de ansiedad...

Pero, oh, cuánto deseaba probarlo. Aunque sea un poquito.
Así que se relamió los labios y aguardó a que Moonbin se acercara y diera el paso. Así lo hizo. Moonbin presionó sus labios sobre los de él y sus feromonas enloquecieron de excitación. Cerró sus ojos, sintiendo como las manos de este se posaban en su cintura y lo apegaban hacia su cuerpo. Pero en cuanto el omega quiso separarle los labios para introducirle la lengua, Eun Woo lo apartó de golpe, empujándolo con las dos manos sobre su pecho, enviándolo lejos de él.

Bin tropezó y su trasero acabó chocando contra el suelo.

-No vuelvas a acercarte a mí -murmuró con voz trémula y ojos llorosos-. Que creas saber lo que siento no te da derecho a tocarme. ¡N-no vuelvas a hacerlo! ¡Y ya deja de molestarme! ¡Si te trato mal es porque no te quiero en mi vida! ¿No lo entiendes? ¡Ni siquiera entiendo por qué sigues viniendo cada verano! ¡Vete! ¡No te quiero en mi casa! ¡No te quiero cerca mío! ¡No te quiero!

La mirada de Moonbin. Esa mirada de sorpresa mezclada con una fuerte dosis de dolor y humillación. Esa misma mirada ahora, dos años después, lo estaba matando otra vez.

Eun Woo jamás fue capaz de quitar aquella escena de su cabeza. La recordaba con dolor, con vergüenza, con remordimiento. Había sido muy duro con Moonbin. Y lo peor: lo había hecho adrede. Pues, por más enamorado que estaba, la ansiedad que sentía de solo pensar en tener una relación con otro omega le mataba por dentro y no supo qué otra cosa hacer más que apartar a Moonbin de su vida.

Pensó que aquello sería lo mejor para él, quien sólo deseaba tener una vida tranquila. Pasar desapercibido. Ser invisible ante el mundo. Ser solo alguien más. Pues, él había visto con ojos propios como injuriaban a sus tíos solo por ser dos alfas unidos en matrimonio, como hablaban mal de ellos, como otros alfas le burlaban o les atacaban sólo por amarse. Y él no soportaría tener una vida así. No soportaría los murmullos, las miradas, el rechazo, las burlas. No, él no podría lidiar con una situación así.

Ya bastante vergüenza le daba que le vieran tomado de la mano con un alfa, ¿y que le esperaría con otro omega? Oh, no, acabaría sufriendo un verdadero ataque de ansiedad.

Y sin embargo, el vacío que le dejó la ausencia de Moonbin le afectó aún peor. No podía dormir pensando en Bin. No podía concentrarse. No podía dejar de atormentarse con el daño que le había hecho y lloraba cada vez que se acordaba de la última vez que se vieron. Y pensaba: ¿valía la pena? ¿Valía la pena todo el dolor?

Si, tenía una vida tranquila aparentando ser un chico normal. Sin compañeros de clase que le molestaran. Sin burlas. Sin miradas de asco. Ni siquiera miradas. Sin murmullos sobre él. Sin nada de chismes. Nadie le tomaba en cuenta. Era invisible, tal y como él quería. Sin embargo, sufría tanto por dentro que llegaba a asfixiarse en su propia burbuja de contención en la que él mismo se encerró para mantenerse seguro. Llegaba a sentirse tan vacío, tan aburrido de su rutina que el agobio y las ganas de terminar con su vida marcaba presencia cada tanto.

Y no importaba cuánto se esforzara en olvidarse de Moonbin, no podía. Ni siquiera siguiendo adelante con su vida gracias a la terapia. Ni siquiera al lado de aquel amoroso alfa que podía ofrecerle esa vida tranquila y segura que tanto anhelaba.

Hiciese lo que hiciese, su deseo reprimido seguía allí.

Y entonces veía a Hoseok y JongIn, se preguntaba cómo hacían para soportarlo. Y un día, tras debatirlo y debatirlo consigo mismo, se los preguntó. «Simple: nos tenemos el uno al otro, y con eso basta», dijo Hoseok con resplandeciente sonrisa.

El uno al otro.

Y entonces pensaba, ¿de que valía tener una vida tranquila si no era feliz? ¿de que valía sacrificar su felicidad para no sufrir crisis nerviosas si las crisis nerviosas se presentaban igual pero con diferente razón? ¿De que servía quedarse en su tierna y cálida zona de confort cuando el vacío le sacaba las ganas de vivir?

No tenía sentido. Él quería cambiar. Salir de su zona y ser feliz junto a Moonbin. Pero aunque quiso, no lo hizo. La comodidad y el miedo pudo con él.

Eun Woo tenía un nudo en la garganta y quería llorar. Porque aún amaba a Moonbin y lo amaba aún más de lo que le amaba antes. Pero seguía con miedo; miedo de que Moonbin ya no sintiera lo mismo. Miedo de que Bin hubiera enterrado aquel sentimiento muy en lo profundo. Miedo de que ya no existiera alguna posibilidad de que ambos estuvieran juntos.

Si se había negado a aquel abrazo había sido porque le atemorizaba desnudar su alma ante un Moonbin que ya no conocía como solía conocerlo.

Necesitaba disculparse, necesitaba volver a hablar con él; lo necesitaba como nunca antes había necesitado a alguien.

Pensó que seguir allí, sentado en la sala, sin hacer más nada que leer el mismo renglón de la novela una y otra vez porque se perdía en sus pensamientos, mientras el amor de su vida estaba a tan poca distancia de él, le pareció absurdo.

Por lo tanto, guardó su ebook y se levantó, pidiendo permiso para ir al baño.

Su plan fracasó cuando Yoongi le indicó en donde quedaba el baño de la planta baja. Qué tonto. Era obvio que habría un baño allí cerca. ¿Y ahora con que excusa subiría?

La escalera estaba muy expuesta como para subirla sin que nadie se diera cuenta. Por lo que, derrotado, fue hacia el baño indicado y luego, en vez de regresar a la sala, se dispuso a ir hacia el fondo de la residencia para ver si encontraba alguna otra escalera secundaria. Pero, al parecer, no la había.

Suspiró y se acercó a un gran ventanal que daba al esplendoroso patio trasero. Era amplio, majestuoso, y tras este se cernía una acogedora casita entre los árboles, sitio en el que vivía su prima Alaska, supuso.

De pronto, sus ojos se abrieron con sorpresa al divisar a alguien allí afuera. Su pulso se aceleró al distinguirlo. Oh, Dios, allí estaba. Esa era su oportunidad.

Sentado en una rústica mecedora de jardín, Moonbin fumaba un cigarrillo distraídamente.

Eun Woo titubeó, pero juntó valor. Contó hasta cinco y salió a su encuentro tras dar una buena bocanada de aire.

Estaba listo para enfrentarse a aquello a lo que le había temido por tanto tiempo.

¿Moonbin aún sentiría lo mismo? ¿aún lo amaría después de todo aquel rechazo? ¿lo odiaría?
Caminó hacia él, tímido y temeroso.

Cruzado de piernas, sosteniendo aquel encendido cigarro en el aire con una sutil delicadeza, Moonbin advirtió su presencia. Lo miró con incredulidad, alzando una ceja.

Eun Woo se detuvo a pocos metros de él.

-¿Puedo sentarme? -preguntó bajito con voz trémula, los nervios aumentando sin frenos dentro de él.

Bin le dio una calada al cigarro, y luego de exhalar el humo restante asintió ciertamente indiferente. Aunque demasiado curioso en el fondo.

Las piezas de su corazón roto amenazaban con unirse.

Eun Woo tomó asiento y respiró hondo, tratando de sobrellevar con calma el hecho de que se encontraba hombro a hombro con el omega más maravilloso del mundo. Aquel por el cual tanto había sufrido todo aquel tiempo que pasaron alejados por el océano. O más bien, alejados por él.

Qué culpa tenía el océano.

Él había decidido apartarlo, y qué idiota había sido. Por su culpa era que Bin ya no viajaba más para visitarlos, de eso estaba seguro.

-¿Cómo has llegado hasta aquí? -fue lo primero que de su boca salió.

-Por la ventana - Moonbin señaló una ventana abierta del primer piso-. Ese que está ahí es mi cuarto. Quería tomar aire, pero no quería pasar por la sala otra vez.

-Lo siento -dijo, y se animó a mirarlo.

El rostro de Eun Woo cargaba pesadumbre, desdicha. Moonbin lograba ver y sentir toda aquella melancolía; no solo sus ojos de cachorrito triste y arrepentido se lo confirmaba.

-¿Qué sientes? -Moonbin lo estudió con la mirada. Llevó el cigarrillo a sus labios y fumó.

-Todo... s-soy... soy un tonto -dijo, apenado, jugueteando nerviosamente con un bordecito de la curita de su dedo lastimado-. Lo que te dije esa última vez... no fue verdad. Bueno... creo que eso ya lo sabes de sobra, pero... solo, lo siento. Me pusiste muy nervioso y... la idea de estar junto a otro omega me afectaba a un nivel que ni siquiera te lo imaginas y no porque me asquearas, ni nada por el estilo... pero es que yo siempre he visto lo dura que a veces es la vida de los tíos, y de solo pensar en vivir algo parecido se me cerraba el pecho y me ahogaba. No me sentía capaz de lidiar con tanto... y s-solo quería vivir una vida tranquila y no supe que otra cosa hacer más que alejarte. Y no sabes como he esperado este momento para disculparme contigo. De verdad, lo siento tanto...

-Oh, Wonnie... Tú no has sido un tonto. El tonto he sido yo. Y no tienes que disculparte. Es al revés, yo te pido disculpas. He sido un atrevido y te agobié. No sabes como yo lo he lamentado. Fui tan imbécil. Me lo merecía.

-No, Binnie, no te lo merecías. Sé que no tenías mala intención. Mientras que yo... yo solo hice todo lo posible por lastimarte pensando que era lo mejor para mí. Solo pensaba en mí y no... no estuve bien.

-¡Y si que me lastimaste, maldito hijo de perra! -escupió, aunque la ligera sonrisa formada por sus labios hacía notar que no estaba enojado-. Después de eso decidí que no volvería a abrirme a nadie más, te lo juro. Pero no te preocupes, cariño, todo un placer haber sido herido por ti.

-Lo siento...

-No, ya deja eso. No ha sido tú culpa -Bin le dio una última calada a su cigarro consumido y lo apagó-. Ya te he dicho que he sido yo el rápido y atrevido. Sin tan solo me hubiera tomado las cosas con calma y te hubiera dado tú tiempo y espacio para procesar las cosas y luego charlarlas bien y dejar en claro el asunto. Pero no. ¿Qué hice? Fui y te besé dos segundos después de arrojarte la bomba. ¡Y Claro! ¿Cómo no iba a espantarte? Si soy más estúpido yo también.

Eun Woo aun con su mirada gacha, esbozó una leve sonrisa mientras que sus dedos inconscientemente se atacaban en silencio entre sí. Moonbin lo advirtió y, sin pensarlo, le separó las manos, tomándole una para observarle los dedos.

-Veo que aun sigues haciéndote daño.

-No puedo evitarlo.

Moonbin acercó la fría mano del contrario a su rostro y reposó con cuidado sus cálidos labios entre los primeros nudillos del chico cuyo aliento fue robado por aquel inesperado contacto que no hizo más que sonrosarlo y enamorarlo aún más.

Sonrió tímido cuando Bin levantó su mirada y apartó sus labios. El mayor le devolvió la sonrisa.

-¿Qué tal lo he hecho? Ya soy todo un caballero de otro siglo, ¿o no? ¿Sabes cómo lo aprendí? Te sentirás muy orgulloso de mi, lo sé. Escucha, escucha. Leyendo una novela del siglo de la marmota, ¿quién lo diría? El Min Moonbin leyendo. ¡Y fue por ti! Sé que a ti te gustaban mucho las novelas de la época de no sé que reina, pero mi papá Yonnie tenía una y me recordaba mucho a ti y era como tener un pedacito de ti conmigo. Y sufrí mucho leyendo, pero me encantó la historia. Fue tan linda. No sé porque los tipos besaban la mano, pero me pareció un gesto muy... no lo sé, pero sólo contigo lo hubiera intentado. No me aguanté las ganas, lo siento. Dios, ¡es que sigo siendo el mismo tonto! ¿No te espanté, no? No quiero que...

-Tranquilo, está bien. No me lo esperaba, p-pero me gustó y más aún sabiendo que... Ay... Ni siquiera sabía que supieras leer- Moonbin rio y lo empujó levemente.

-Cállate, bobo -Aunque no quiso hacerlo, Bin se sonrojó un poco. Solo un poco. Hacía tanto tiempo que no se sonrojaba que ya había olvidado como se sentía. Solo Eun Woo podía recordárselo-. Ay, pero si te he extrañado tanto, estúpido... Creí que me odiabas. Nunca me había sentido tan mal de que me rechazaran un abrazo. ¡A mí, siendo que soy la persona que menos abrazos da en el mundo, por lo que tienes que ser muy privilegiado para que quiera ab...!

Eun Woo lo hizo callar al abrazarlo de golpe. Se metió entre sus brazos sin permiso alguno, recargándose sobre su pecho, aferrándose a su tacto, a su aroma, a su presencia, sintiéndose como en casa otra vez.

Moonbin se mordió el labio inferior, enternecido. Tardó solo dos segundos en corresponderle, abrigándolo con dulzura entre sus brazos.

Qué poco orgullo tenía siendo que aquel omega le había desgarrado el corazón, lastimándole como nadie. Tendría que haber sido un poco más frío con él, que supiera lo que era ser rechazado y apartado. Pero no, no podía. No podía ser cruel con su bebé, y mucho menos cuando podía sentir con aquel abrazo que el amor que Eun Woo le tenía, seguía totalmente intacto.

Sonriendo, Moonbin le dejó un beso entre los mechones de su oscuro cabello, poco antes de que se separaran.

-No te abracé antes porque... bueno, tenía miedo de que hubieses quedado resentido conmigo. No sabía, bueno, no sé, si aún sigues sintiendo lo mismo...

-Eres el único por el que alguna vez llegué a sentir algo y, créeme, nada cambió en mis sentimientos. Me lastimaste mucho, sí, pero nunca hubiera sido capaz de guardarte rencor... Sabía, o más bien intuía, que tú sufrirías por igual por lo que me hiciste, porque sé que te dolió mucho hacerlo, y no me llevó mucho tiempo entender tus razones. Así que nunca te culpé realmente. En mi interior, muy en el fondo, tenía la esperanza de que esto suceda, ¿sabes? -Moonbin lo miró con una sonrisa-. Que algún día vendrías y me hablarías con sinceridad. Por eso, al verte, me llené de emoción, pero cuando me rechazaste el saludo se me vino el mundo abajo. Creí que tú no habías cambiado y que todo seguiría igual entre nosotros. Se me fueron todas las esperanzas a la mierda y hasta ya estaba pensando en empacarme algo de ropa y largarme por el resto de la semana a mi otra casa. No iba a resistir contigo aquí. Pero ahora estas aquí conmigo y puedes imaginarte tranquilamente como me tienes ahora -rio-. Estoy por las nubes, así que, por favor, no me bajes de un golpe porque ahora si que no dudaré en odiarte y echarte de mi casa como tú me echast...

Moonbin fue callado por segunda vez en el día. Esta vez no fueron unos brazos colándose por sus costados. Esta vez fueron unos labios ajenos presionando contra los suyos. Moonbin se inundó de sorpresa, pero al instante le correspondió, intensificando aquel beso con el húmedo encuentro entre sus lenguas.

No podía creer que Eun Woo le estuviera besando. No podía creer que el omega menos atrevido que conocía le robara un beso. No, este debía ser el mejor sueño de toda su vida.

Bin ya no estaba en las nubes, ahora estaba justo al lado de las estrellas, flotando en la inmensidad de una galaxia.

Sin aliento, Eun Woo volteó hacia la casa apenas se apartaron. Largo aire con alivio al comprobar que no había nadie por allí que pudiera haberlos visto.

Aunque...

-¿Tú le has dicho a alguien de lo que pasó entre nosotros? ¿Tus hermanos lo saben? -Las mejillas de Eun Woo ardieron al pensar en la idea de que sus primos lo supieran.

Moonbin ni siquiera había podido recuperarse de la emoción que le dejó aquel beso. Sonreía embobado, no teniendo cabeza para pensar en nada más que en besarse otra vez. Quería sentirlo de nuevo. Quería que no pararan más.

Eun Woo no pudo evitar sonreír con cierta diversión al verlo.

-Moonbin, te estoy hablando.

-Eh... No, mis hermanos solo saben que un omega me hizo mierda, pero nunca les dije que fuiste tú.

Eun Woo asintió, relajándose. Respiró hondo, apoyando las palmas de sus manos en la madera del banco y siguió respirando profundo por unos segundos más, intentando mantener todo en calma.

-Bueno, uhm, ¿cómo haremos? -preguntó, dirigiendo sus ojitos miel a la aún embobada mirada de Moonbin.

-Mierda, Wonnie, preocupémonos de eso más tarde. Ahora solo quiero volver a besarte. Besémonos otra vez, por favor. No sabes como he esperado por esto.

El menor sonrió con cierta timidez contenida y asintió, concediéndoselo.

Moonbin, entonces, no se demoró ni un segundo en acortar el espacio entre ellos. Unió sus labios mientras una de sus manos se posaba en su mejilla. Lo besó con el cariño y la pasión con que no había besado a nadie más. Lo amaba. Lo amaba tanto que no quiso detenerse. Y siguió besándolo. Y Eun Woo en ningún momento quiso detenerlo.
Acabaron besándose hasta que sus labios pidieron un descanso y hasta que su aliento quiso ser recuperado. Y como era de esperarse, con cierta humedad irrumpiendo entre sus piernas. Algo que abochornó a Eun Woo, el cual se tensó y apretó sus muslos.

Por otro lado, las feromonas de Moonbin ardían con intensidad en el aire, siendo arrastradas por el viento de una tarde soleada, mientras que las de Eun Woo casi ni se notaban por la píldora supresora.

Bin se rio al notar su propio estado de tal excitación.

-Mierda, Wonnie-jadeó, tratando de recuperar su aliento-. Mira que he estado con varios alfas, betas y hasta omegas, pero, Jesús, nada se compara contigo. Lo que me haces sentir es tan... no lo sé, único. No te hubiera podido superar nunca. Así que no vuelvas a alejarme de ti porque te clavaré las uñas en el pecho y te arrancaré el corazón. -Acompañó sus palabras haciendo la mímica con una de sus manos.

Eun Woo respiraba hondo, buscando calmar su necesitado cuerpo. Sus mejillas acaloradas no cesaban de arderle mientras sufría la humillación de haber humedecido su ropa interior.

-N-No lo haré -dijo, más preocupado por su embarazosa excitación que por la brutal idea de que su corazón fuera arrancado de su pecho por Moonbin si lo alejaba otra vez.

Le oyó reírse, y le miró a punto de avergonzarse un poco más.

-Ven, hay que tirarnos al agua. Nos bajará el tono y podrás relajarte. Cualquier cosa si alguien después pregunta déjamelo a mí que yo lo resuelvo de un chasquido, ¿de acuerdo? Ay, vamos que ahora muero por besarte bajo el agua.

La felicidad de Bin no pudo pasar desapercibida durante la cena. Estaba más radiante que nunca, y aunque él aseguraba que no había motivo alguno por su dicha, Jimin y Yoongi sospechaban lo contrario. Sin embargo, no insistieron con el asunto -insistirían más tarde, cuando las visitas se hubieran ido a dormir-, y se permitieron disfrutar de aquella bonita cena que se preparó especialmente en honor a sus visitas.

Todos sus hijos estaban presentes, y Moonbin no era el único que irradiaba felicidad por los poros. Alaska estaba hecha toda una babosa con el embarazo de su omega, soltando leves grititos cada vez que Lio le tomaba la mano para que sintiera las patadas de su leoncita. Heridas y Taeyong, si bien eran la pareja más tranquila y discreta, ambos compartían a cada ratito una mirada cómplice acompañada de una sonrisa que transmitía todo aquello que nadie más que ellos sabían.

Yeri había dejado atrás su virginidad. Luego de tantos años amando y deseando en secreto a su alfa; sufriendo en silencio el no poder tocarlo, el no poder besarlo, el no poder estar a su lado. Luego de todo eso, lo había logrado. Se había unido a él en cuerpo y alma. Y lo amaba.

Hacía semanas que ella deseaba concretar el hecho. Taeyong ya la había mordido para reclamarla tiempo atrás, pero no le había hecho el amor. No tenía fuerzas, ni deseos de que sucediera tan deprisa. Yeri lo entendió, y hasta se lo agradeció porque estaba un poco asustada con el tema. Hasta llegó a pedirle consejos a Alaska y Moonbin durante sus entrenamientos.

Bin se rio.

-Yo llego a darte uno solo de mis consejos y Taeyong me matará -dijo con gracia-. Créeme que no querrás llenarte la cabeza con mis palabras. No, Yeri, tu estas bien así. No necesitas consejos. Él te ama así tal cual eres. Sería un completo error que tomaras nota de mí. De hecho, eso es lo que te aconsejo. No te guíes por mí. Yo solo soy un atrevido.

-Si, no lo escuches a él. Escúchame a mí -dijo Alaska, interponiéndose entre ambos, echando a Moonbin hacia un lado-. Solo se tú misma y no te calles nada. Estoy segura que él te hará sentir lo suficientemente cómoda, pero si no es así, si llega el momento y siente que todavía no estás del todo lista, no tengas miedo de decírselo. No lo hagas solo por querer complacerlo. Es algo de a dos, y la comunicación es lo más importante siempre.

-¡Oh, espera! -saltó Bin desde detrás, haciéndose espacio entre ellas-. Si tengo algo que aconsejarte de mi parte. Puede salvar la vida de muchos, en especial la mía. Cuídate, por favor, consíguete anticonceptivos porque demasiados críos juntos me harán mal.

Yeri enrojeció.

Ella ya había pensado en eso. De hecho era un tema del cual llevaba preocupándose desde que inició su relación con Taeyong.

Yeri, eventualmente, no quería engendrar un cachorro.

La sola idea de quedar embarazada le asustaba. Aún era muy joven para eso. Ni siquiera la escuela había terminado. Por tal, y con toda la pena del mundo, había hablado hacía un tiempito con su padre omega para ver la posibilidad de que comenzara a tomar anticonceptivos.

Yeri ya estaba cuidándose desde antes de que Taeyong siquiera fuera dado de alta en el hospital. Pero habían pasado meses de eso, y si bien ella había estado un poco asustada de que el momento de intimar llegara, creyendo que Taeyong no se tardaría en intentarlo, ahora ya estaba más que impaciente de que Taeyong accionara cuando él simplemente deseaba tomarse las cosas con calma. Mucha calma.

Yeri ya no podía esperar más. Amaba que Taeyong no fuera como esos alfas atrevidos que solo pensaban en sexo, pero Dios, realmente necesitaba sentirlo; necesitaba tenerlo. Y un día simplemente lo encaró de camino a casa, teniendo la esperanza de que Taeyong aparcara el auto en algún sitio desolado, echara a los guardaespaldas que le perseguían, y le hiciera suya en los asientos traseros.

Sin embargo, Taeyong era un tipo muy romántico como para limitarse a vivir aquella preciosa primera experiencia en unos patéticos asientos traseros de un auto. No, Taeyong, de hecho, ya había pensado en el lugar ideal para que aquello sucediera. Taeyong había hablado con Moonbin en una ocasión, pidiéndole permiso para poder pasar un fin de semana en la casa de la playa que Yoongi y Jimin le habían dado al omega. Le explicó lo que planeaba hacer, esperando certeramente que Bin le prestara la casa.

Bin no se negó. Le importaba poco y nada lo que Taeyong hiciese en la casa. Que llevase a Yeri tranquilo, que la llevase todas las veces que quisiese. Él también utilizaba la casa para follar, así que verdaderamente no le importaba.

Pero tuvieron que pasar varios fines de semanas para que Taeyong concretara el hecho. Moonbin siempre se olvidaba de que debía reservar la casa para su hermanastro y organizaba fiestas que luego ya eran muy tarde para cancelarlas.

Taeyong llegó a pensar que el omega se lo hacía a propósito y se enojó tanto con él, acusándole de estar celoso de su relación con Yeri. Bin se le rio en la cara. Pero no una risa fingida. Fue una genuina risa que le salió del alma. No podía creer que Taeyong pensara que él estaba celoso.

-¿Celoso yo? Vamos, Taeyong, no te sientas tan importante. Por mí, tú puedes hacer lo que quieras. A mi no me importa. Créeme, tú has sido mi peor polvo, mi vida -le dijo Bin y le dio unas amistosas palmaditas en el hombro.

Pero Taeyong estaba furioso y que hiriera su ego le enfureció aún más. Por lo que, cuando el omega quiso alejar su mano tras darle dichas palmadas, Taeyong le tomó con una fuerza tremenda del brazo y el puño cerrado de su otra mano viajó con serias intenciones de encajarle un duro golpe en medio de la cara.

Pero Bin lo advirtió a tiempo. Su rostro se llenó de sorpresa al darse cuenta de la situación. Sus ojos se abrieron de par en par y su expresión se ensombreció. Actuó con rapidez, esquivando el golpe que se le aproximó con velocidad. Con un hábil movimiento se zafó del duro agarre del alfa y lo apartó con un severo empujón.

-¿Qué mierda te sucede, imbécil? -Bin escupió con su ceño fruncido, viendo cómo, de repente, Taeyong comenzaba a reaccionar. La furia parecía marchitarse de su ser, dejándole lugar al arrepentimiento. Lo miró como si él mismo no pudiese creer lo que había hecho-. ¿A mí me quieres golpear? ¿A mí? -La voz de Bin se quebró; sus ojos tornándose acuosos-. Me he tenido que defender de muchos alfas en mi maldita vida, pero jamás creí que tú serías uno. Mierda, me vuelves a intentar poner un solo dedo encima y te romperé la cara.

-Lo siento, Binnie... Lo siento tanto.

Taeyong estaba a punto de quebrarse. Pero no lo hizo sino hasta que se sentó en el suelo con su espalda recargada en la pared y hundió sus dedos en su cabello. Se puso a llorar sin poder evitarlo.

Bin suspiró y decidió acercarse. Se sentó a su lado.
Estaban en el salón de entrenamiento completamente solos.

-Eres un idiota -dijo.

-Lo soy. Lo siento... Es... es que a veces me haces sentir que me lo haces a propósito. Como si te estuvieses vengando. Me pone tan incómodo. Mierda, no debimos estar juntos.

-Oh, Dios, deja de hacerte malditos líos en la cabeza. Pensé que estaba más que claro que tú no me gustas. Mierda, Taeyong, no te confundas. Somos nosotros. No lo arruines ahora. No te sientas incómodo, maldita sea. Yo no siento nada por ti. Me importas un bledo en ese sentido, ¿comprendes? Y estoy más que feliz de que estés con Yeri. O sea, ¡maldita sea, hermano! Yo estaba súper feliz porque pensé que ya no te tendría que aguantar llorando por ella, ¿y ahora que? ¿Te tengo que soportar llorando por mí? -Bin se carcajeó-. Ay, Dios, lo sé, me extrañas mucho, ¿verdad? Lo sé, lo sé. No hay otro omega como yo, te comprendo. Deja a Yeri y fuguémonos juntos.

Taeyong le dio un leve codazo, mientras una leve sonrisa se asomaba en su rostro humedecido por las lágrimas.

-Estúpido.

-Bueno, este fin de semana la casa es tuya. Ya estoy cansado de mis fiestas, ¿puedes creerlo? Estoy tan aburrido. Dios, antes era divertido porque los tenía a ustedes. Salíamos siempre juntos. Tú, Alaska y yo, ¿recuerdas? Qué buenos tiempos. Ahora soy el único mosquetero que sobrevivió a esa cosa asquerosa del amor.

-Ya te tocará.

-Ugh, no.

Y tal y como lo dijo Moonbin, aquel fin de semana por fin la casa de Malibú estuvo a entera disposición de Taeyong y Yeri.

El plan era que se quedasen allí hasta el domingo, sin embargo, aquel mismo viernes se vieron obligados a abandonar su fin de semana juntos en la playa después de que sus padres les dieran el aviso de que debían ir a cenar dado que había importantes visitas.

Por suerte, el llamado fue tiempo después de que Yeri tuviera su ansiada y soñada primera vez.

La cena fue muy animada. Tae Hyung, Jungkook y Hoseok, curiosos como todos tíos que eran, llenaron de preguntas a cada uno de sus sobrinos acerca de sus vidas, sus relaciones, y demás, obteniendo como respuestas relatos preciosos, trágicos, y hasta chistosos.

Cuando Jimin dio vuelta el asunto y le preguntó a Eun Woo si había alguien especial en su vida, éste se tensó, retuvo el aliento y miró a Moonbin nerviosamente sólo por un instante. Luego tragó en seco, sintiendo todas las miradas de los presentes encima suyo. Su respiración se alteró, y para salir rápido de aquella amenazante situación, negó con la cabeza, sonrojado.

Jiso, entonces, saltó de su silla y dijo con una enorme sonrisa orgullosa que ella sí tenía novio.

Tae Hyung rio y sacudió la cabeza.

-Es un chico adorable -comentó, sonriente.

Tae lo miró con una sonrisa, orgulloso de tenerlo como padre de su hija.

★ ★ ★

La habitación de huéspedes, que no era ni más ni menos que la antigua habitación de Alaska, ya había sido preparada para ser ocupada por Tae y Jungkook. Sus hijos, por otro lado, fueron instalados en la desarreglada recamara de Taeyong, dado que el alfa ahora compartía cama con Yeri. Y pronto compartirían habitación.

El cuarto de Taeyong ya estaba pensado para ser ocupado por los gemelos que Yoongi y Jimin esperaban, por lo que, ni bien el alfa terminara de trasladar sus pertenencias a la habitación de Yeri, la cual era un poco más amplia que la suya, remodelarían el cuarto para los bebés.

Por tal motivo se hallaba un tanto desprolijo. Pero ni Jiso, ni Eun Woo se quejaron. La cama de dos plazas se veía realmente cómoda, perfecta para acurrucarse entre la suavidad de aquellas almohadas de pluma recubiertas de satén de seda y quedarse debajo de las mantas para siempre.

Hoseok y JonjIn, por otro lado, ya tenían reservado un cuarto en uno de los hoteles más privilegiados de la ciudad. Pues, no sólo habían venido de visita, sino también por asuntos de trabajo y en aquel hotel le esperaba a Hoseok una importante reunión.

En el ala contrario de la casa en donde se ubicaban Eun Woo y Jiso, Moonbin trataba de deshacerse de la presencia de su padre omega, quien estaba echado en su cama, irrumpiendo en su habitación, esperando respuestas con una sonrisa jocosa.

-¿No tienes nada más interesante que hacer? -recriminó Moonbin con fastidio, mientras acomodaba su cuarto como excusa para mostrarse ocupado-. ¿Dónde está tu esposo cuando se lo necesita?

Jimin rio y se acomodó aún más sobre la cama de su hijo.

-Está con Hoseok y JonjIn en el estudio. Seguro se tomarán unos tragos y charlarán hasta tarde. Así que, querido mío, me complace informarte que tengo toda la noche libre para interrogarte.

-Oh, vaya, ¿los tres? ¿y seguro que sólo charlarán? Yo que tú, querido padre, iría a chequear por las dudas.

-Ay, Bin-Jimin se carcajeó con fuerza-. Sólo tu puedes tener semejantes ocurrencias. Dios, ahora ya no podré verlos con normalidad. Gracias por corromper más mi mente.

-Todo un placer, padre.

-Bien, pero aún estoy aquí y exijo respuestas.

-¿Y que hay del tío Taeyong Hyung y el tío Jungkook? ¿No deberías hacer tu propia noche de copas con ellos?

-Lo haremos, no te preocupes. Pero no esta noche. Ambos estaban muy cansados por el viaje.

-¿Y tú no estás cansado, pá? ¿No era que los embarazados duermen más de lo normal? Sé un embarazado normal y vete a dormir, caramba.

Jimin volvió a reír, poniendo sus dos manos sobre su vientre hinchado.

-No me iré a dormir hasta que no me respondas.

-Bueno, quédate, me iré con papá Yonnie y los tíos a ver si me convidan un trago.

-Pero ¿por qué tanto misterio, Moonbin? ¿Por qué me evades de esta forma? No entiendo, hijo, ¿desde cuándo te cuesta hablar conmigo? Siempre me lo has contado todo, ¿qué pasa ahora?

Bin respiró hondo y detuvo su tarea. Le envió a su padre una mirada de compasión.

-Papá, sé que lo intuyes, sé que me conoces y sé que lo sabes. ¿Por qué, entonces, tienes que preguntarme? Sí, estoy jodidamente enamorado. Sí, Min Moonbin se enamoró y le corresponden y vivirá por fin la estúpida historia de amor de su vida. Ya puedes saltar de alegría de que mi precioso plan de pasar el resto de mi vida siendo una persona libre de copular con quien sea se haya arruinado.

Jimin se levantó y miró con dulzura a su pequeño. Le puso las manos sobre los hombros y luego lo abrazó, sonriendo con una enrome felicidad.

-Yo tenía el mismo plan, sabes, pero bueno, cuando aparece tu alfa ya no hay vuelta atrás.

Tu alfa.

El rostro de Bin decayó.

-¿De quién se trata? ¿Lo conocemos? ¿Cuándo lo traerás? -interrogó su padre ansioso por suprimirle información.

-En algún momento te lo contaré todo, te lo prometo, pero ahora vete. Quiero estar solo, papá.

Rozaba la madrugada cuando Moonbin, aún sin irse a dormir, le envió un mensaje a Eun Woo preguntándole si aún se conservaba despierto. Cuando la respuesta fue afirmativa, Bin le invitó a reunirse en ese preciso momento en su habitación. Ansiaba pasar la noche con él.

Aguardó afuera de su recamara, aprovechando para asegurarse de que nadie rondara por el corredor. Oyó los cuidadosos pasos de su amado y apenas lo alcanzó, ambos se metieron dentro.

Bin cerró la puerta despacito y luego volteó hacia Eun Woo, dedicándole una preciosa sonrisa que fue devuelta al instante. Pasó sus dos manos por los costados del menor, envolviéndolas en su cintura para atraerlo y besarlo con necesidad. Eun Woo se dejó, trasladando torpemente sus brazos alrededor del cuello de Bin, mientras la lengua del mismo exploraba sin vergüenza la húmeda cavidad de su boca.

No dijeron nada. Las palabras sobraban. Simplemente dejaron que sus cuerpos se comunicaran guiados por el instinto y el cegador deseo.

La respiración de ambos pronto se tornó irregular. La excitación subía. Su aroma se intensificaba. Sus labios no se apartaban, sus lenguas se reconocían, su aliento se perdía.

Rompieron el beso sólo para tomar aire. Pero al instante, Moonbin descendió con sus labios por el cuello del otro, besando, mordisqueando, succionando, enloqueciendo.

El omega de cabello negro ladeó su cabeza y cerró los ojos, estremeciéndose de placer. Sus labios entumecidos se mantenían entreabiertos recuperando el aire perdido con dificultad. El omega contrario lo guio hasta la cama. Se dejó caer en ella, sintiendo a Bin encima suyo, presionándose contra él.

Un cosquilleo le invadió apenas Bin metió sus manos debajo de su camiseta de dormir, acariciándole la suave piel erizada de su cintura y abdomen. La prenda quiso ser sacada, pero él lo detuvo, nervioso y temeroso, recién cayendo en la cuenta de todo lo que estaba sucediendo.

-Espera... no, y-yo... no sé si... si... sólo para. Detente.

Bin obedeció. Preocupado, se apartó despacio y lo miró.

-Lo siento si he... Dios, me estoy apresurando demasiado. Lo siento.

-Es... es sólo que... uhm, esto es muy nuevo para mí y... uhg, estoy sonando como un virgen, y no es que lo sea, eh, o sea no lo soy, y no es que esté mintiendo sólo para... ugh, ahora si parece que estoy mintiendo... ay, como sea... lo que quiero decir es que nunca estuve con otro omega y... no lo sé, me encantas y quiero seguir... pero estoy muy nervioso y... y... ni siquiera sé que resultara de esto... y creo que moriré...

Moonbin sonrió con ternura.

-Tranquilo, Wonnie, respira hondo y relájate. Piensas mucho las cosas cuando no hay mucho que pensar. Pero no te preocupes, te comprendo... No hay que ir tan rápido si sientes que no es el momento. Tenemos toda la vida por delante. Esta noche podemos sólo dormir juntitos y ya está. No hay apuro.

Eun Woo se remordió el labio inferior.

-¿Dormir? No sé si sea buena idea que me quede a dormir contigo.

-Ay, Jesús. ¿Y a que has venido, tonto? ¿A darme el besito de buenas noches e irte de nuevo a esa cama que está tan lejos de mí?

-Mh, algo así.

-Oh, Wonnie... por favor, quédate conmigo. Te prometo que nos levantaremos temprano y nadie sospechará nada.

-Pero ¿qué hay de mi hermana? Ella se dará cuenta de que no he dormido allí.

-¿Y qué? ¿no te puede cubrir esa enana? Para eso están las hermanas, ¿no?

-Las tuyas, quizás, la mía no.

-Ay, Jesús bendito. Tienes que hacer de tus hermanos tus aliados, no tus enemigos. Es que... uff, bien, no lo sé, puedes decirle que no podías dormir y... no lo sé, te fuiste a leer a la sala y te quedaste dormido en el sofá.

Eun Woo suspiró, no muy convencido.

-Por favor, Wonnie... quédate conmigo -suplicó.

-Oh, está bien.

Bin sonrió ampliamente. Se levantó de la cama y corrió el acolchado junto con la sabana. Ambos se metieron dentro y se cubrieron. Acomodados de costado, los dos se miraron. Bin acortó el espacio entre ellos, pasando una de sus manos por la cintura del otro, mientras entrelazaba sus piernas y lo besaba.

-Quiero hacerlo -murmuró Eun Woo en plena mitad de aquel beso.

-¿Seguro?

-Sí... s-sólo, uhm, no sé cómo... no sé qué hacer...

-Déjamelo a mi -dijo Bin sonriendo seductoramente.

La espalda de Eun Woo quedó apoyada contra el colchón en cuanto Bin mostró intenciones se subírsele encima. A horcajadas sobre él, continuó besándolo. Bajó por su cuello, dándole pequeños besos, deleitándose con la suavidad de su piel cual pétalos de rosas. Sus manos se metieron por debajo de la camiseta, Bin exploró su abdomen lenta y sensualmente.

Eun Woo despegó sólo por un momento la espalda del colchón, haciendo posible que su amado le quitara la camiseta. La boca de Moonbin continuó bajando por su cuerpo. Pasó de su cuello a su pecho, besando y mordisqueando su tibia piel erizada. Descendió hasta su abdomen, dejando una hilera de besos que estremecían al contrario, quien involuntariamente arqueaba su espalda, suspiraba y temblaba de anticipación.

Los besos cesaron de pronto, y Moonbin se propuso comenzar a bajar con calma el pantalón de pijama que traía puesto Eun Woo. El susodicho tragó en seco, apoyándose en sus codos para ver lo que tanta vergüenza la deba. Sus mejillas ardían. Todo su cuerpo ardía. Sin embargo, por mucha pena que le diera, el deseaba que Bin lo viera.

Recordó, entonces, aquellas veces en las que había mantenido relaciones sexuales con un alfa. Oh, cuánta diferencia había. Los alfas solían desesperarse, gruñir, impacientarse y desgarrar la ropa como si no fuera nada. Pero Bin... Oh, Bin con sus delicadas y aterciopeladas manos hacia cada movimiento con un especial cuidado, despojándole de su ropa lenta y relajadamente, asegurándose de no darle ningún rasguño. No era un animal salvaje cegado por el deseo, no era una impacientada bestia haciéndole un poco de daño con sus bruscos movimientos, era todo lo contrario.

Oh, Bin era una delicada criatura, suave y cuidadosa, cuyos toques no eran más que dulces mimos que llegaban hasta su alma.

Moonbin terminó de desvestirlo y lo admiró con una perfecta sonrisa en el rostro.

-Eres tan hermoso -dijo, metiéndose entre las delgadas piernas del otro, a quien le costó un poco abrirlas para Moonbin.

El omega de castañas hebras comenzó besando los muslos internos del menor, ascendiendo hasta alcanzar la despierta longitud del mismo. Bin dejó beso tras beso hasta llegar a la punta. Sólo entonces sacó su lengua y lamió el miembro desde la base y se lo metió en la boca. Eun Woo se dejó caer, echó su cabeza hacia atrás, cerró sus ojos y gimió despacio, disfrutando a pleno de aquel tan íntimo y placentero contacto.

Bin no siguió por mucho más tiempo. Se levantó y se despojó de su camiseta, tirándola a cualquier lado, continuó con el resto de sus prendas, dejando al descubierto su propia desnudez.

Eun Woo casi no tuvo tiempo de mirarlo. Bin le hizo voltear sobre la cama y él no replicó. Hundió su cara en una almohada y ahogó un gemido, algo rozó su más que humedecida y apretada entrada. Bin se encontraba lamiéndolo, probándolo, llenándose con deleite de la lubricante escancia de aquel omega.

Su lengua acariciaba aquel punto que tanto enloquecía al menor. Le encantaba. Amaba tener a Eun Woo de aquella manera. Sin embargo, el mismo podía sentir como su propia entrada necesitaba esa misma atención.

Dio una última lamida y se alejó. Sus labios siguieron el camino de la columna vertebral del omega. Bin se acomodó sobre él, alineando su miembro. Rozó su nariz contra la nuca del omega y en voz baja, dijo:

-¿Estás listo?

Eun Woo asintió con la cabeza, sujetándose por puros nervios a una almohada.

Bin se adentró en él despacio. La boca de Eun Woo formó una O mientras lo recibía. Bin buscó las manos del otro y las entrelazó con las suyas, apretándolas, al tiempo que salía y volvía a entrar, dándole inicio a un lento y cuidadoso y más que deleitoso vaivén.

Con su mejilla recargada sobre una almohada que olía sólo a Bin, Eun Woo hacía todo lo posible por no gemir tan alto, controlando el sonido de su respiración mientras era dulcemente embestido por el mayor. Sus manos entrelazadas y apretadas le daban apoyo, consuelo, y lo amaba. Su piel se erizaba con los suavecitos gemidos de Bin cayendo cerca de uno de sus oídos. Su cuerpo vibraba; su ser inundándose de placer.

Allí, ardiendo en las fogosas llamas de pasión, no sabía si estaba en el completo paraíso o en el mismísimo infierno.

Eun Woo acabó primero, sin poder contenerse ni un segundo más. Moonbin realmente disfrutó de tener su virilidad entre las contrayentes paredes del omega. Estaba a punto, por lo que aceleró sus movimientos. Soltó un gemido cuando el clímax le hizo estallar. Se derramó dentro de Eun Woo y allí se quedó, mientras su cuerpo entero flaqueó y cayó encima del otro.

Sólo entonces Bin tuvo el repentino deseo de ser un alfa.

Oh, cuánto deseó ser un maldito alfa por aquel instante.

-Dios... desearía tanto poder anudarte y tener una excusa para no salir de ti.

-No necesitas una excusa -respondió Eun Woo, jadeante-. Quédate todo lo que quieras. Los nudos duelen, Binnie, tú no.

Bin sonrío y plantó un beso en su desnudo y caliente hombro.

-¿Es muy pronto para decir que te amo? -murmuró al acariciarle el cuello con la nariz-. Porque te amo, Eun Woo. Te amo desde antes de que supiéramos que seríamos omegas. Desde antes de que la vida nos uniera. Desde antes de que los dinosaurios existieran. Ya soy todo un romántico empedernido, ¿has visto? En realidad no es verdad, obviamente, pf, pero sonaba lindo, ya sabes -El omega de oscuras hebras situado justo debajo de él se rio suavemente, elevando su cabeza volteada hacia un lado para poder sentir en el rostro su cálido roce-. El punto es que te amo, si.

Con la nariz, Bin le acaricio la mejilla y luego se inclinó un poco más hacia adelante y ladeo su cabeza para besarle en los labios.

-Yo te amo a ti, Bin. Mucho- por mucho que hubiese deseado quedarse enterrado en él, salió y se echó a un lado sobre la cama, liberando a Eun Woo de su peso. Ambos se sonrieron y el menor no se demoró en acurrucarse junto a él.

Pasaron un buen rato en silencio, cada uno sumergido dentro del mismo mar de sentimientos. La felicidad de ambos flotaba en el aire. No podían sentirse más relajados, más felices y afortunados.

-Gracias -murmuró Eun Woo, recargando su barbilla en el pecho del contrario para mirarlo.

-¿Por darte la mejor noche de tu vida que ningún alfa podría haberte dado jamás?

El menor rio por lo bajo.

-No iba a decir eso, pero básicamente sí.

Bin sonrió y se inclinó para besarlo. Fue un beso tierno y corto que llevó a otro más largo y fogoso. Aún había chispas de deseo en su interior, y Bin no iba a quedarse con ganas.

Iba a montarlo.

Bin se acomodó sobre el cuerpo desnudo del contrario dejando sus rodillas a cada lado de la cintura del omega. Siguió besándolo, presionando sus intimidades, avivando más y más el fuego que había comenzado a arder en ellos otra vez.

Moonbin enseguida se humedeció. Abandonó los labios de Eun Woo y se levantó por encima del mismo, sosteniendo su peso en sus rodillas. Con cuidado, tomó la palpitante longitud del omega y la alineó a su empapada entrada. Bin se dejó caer encima de Eun Woo y gimió placenteramente al cerrar los ojos y entregarse por completo al deseo, quedándose literalmente sentado sobre el menor con su miembro hundido en su interior.

Con su espalda arqueada, comenzó a montarlo sin reparo, moviéndose rítmica y sensualmente.

Los dilatados ojos de Eun Woo brillaban sorpresivamente de deleite. Dejó caer su cabeza en la almohada y gimió, sintiendo aquella nueva sensación que le llenaba de placer. Su miembro jamás había sido aprisionado de esa manera y, oh Dios, se sentía tan bien. Era algo que un alfa jamás le hubiera dejado hacer. Eun Woo ya había conocido antes la penetración, por lo que, cuando Bin lo penetró, lo que sintió fue un placer ya conocido; un placer hermoso que Bin lo intensificó por ser el bendito omega de su vida. Pero ahora él era quien penetraba, era su miembro el que ingresaba en Bin, haciéndole gemir, y era una sensación totalmente nueva.

No sólo se encontraba disfrutando como nunca de aquella nueva y satisfactoria experiencia, sino que gozaba a grandes rasgos al ver a un desnudo Moonbin, montándolo sin gota de vergüenza.

Eun Woo llevó sus manos a la pequeña cintura del mayor. Flexionó las piernas y comenzó a moverse él también, siguiendo el exquisito ritmo del omega contrario.

Bin abrió los ojos y lo miró, su labio inferior atrapado entre sus dientes. Sonrió juguetonamente y, con su espalda aún arqueada, recargó sus manos en las rodillas levantadas de Eun Woo y echó la cabeza hacia atrás, aumentando la velocidad de sus movimientos.
Sus pieles chocaban dejando un chasquido. Y Bin ahogó un gemido apenas el orgasmo lo alcanzó. Su esencia cayó sobre el pecho del pelinegro. Pero a él nada le importó, pues su propia granada de placer estalló y la satisfacción lo golpeó como nunca. Llenó a Bin con su semilla del mismo modo en que lo había hecho antes con él.

Lo sintió caer sobre él, totalmente exhausto. Y entonces, Eun Woo entendió aquel deseo de Moonbin por anudarlo. Ahora él albergaba el mismo deseo. Porque ahora no quería salirse del omega. Quería seguir unido a él. Ansiaba que el nudo estuviera allí presente para no separarlos.

Pero eran omegas, por lo que ningún nudo, ni ninguna mordida, ni ningún embarazo podría darse naturalmente entre ellos.

Eun Woo suspiró. Acarició la desnuda y sudorosa espalda de Bin, ansiando tenerlo de aquel modo para siempre. Se dio cuenta que un sentimiento nuevo había nacido dentro de él. En su pecho se instaló un irrevocable deseo por ser el guardián del omega que tenía sobre él.

Porque ese omega era suyo.
Mierda, sí, Moonbin era suyo y ahora quería protegerlo de lo que fuera. O al menos, tenía la intención. Porque él ni siquiera sabía defenderse por su cuenta.

-¿Hasta cuándo se quedarán? -preguntó Bin, casi adormecido sobre el pecho del otro omega.

-Hasta el próximo finde.

-Y, ¿qué harás? ¿Qué haremos? No quiero que volvamos a alejarnos. Quiero estar contigo. ¿Puedo irme con ustedes? Sé que los tíos no tendrán problema en aceptarme. Seguiré mis estudios allí. Sabes que no tengo ningún problema. Porque, bueno, dudo mucho que tú te sientas cómodo quedándote aquí conmigo.

Eun Woo deslizó los dedos de su mano izquierda por entre los mechones del otro, sintiéndolo casi ronronear sobre su pecho.

Adoraba tener a Bin de ese modo. Oh, cuánto lo amaba.

-¿Realmente serías capaz de dejar todo por irte conmigo?

-Por Dios, Wonnie, eso no se pregunta. Claro que sí, con tal de estar contigo. Veré como me acomodo. Pero, dime si tú te sientes cómodo con la idea. O sea, no quiero agobiarte. ¿Es muy precipitado esto? Odio la distancia, pero si piensas que quizás para empezar sería mejor tener lo nuestro a la distancia hasta que te sientas listo para que convivamos lo respetaré. Yo me adapto a lo que te sea mejor, Wonnie. Dime qué piensas.

El pelinegro respiró hondo, pensándolo. Miró a su alrededor, observando con más atención la habitación de Moonbin.

Lo conocía prácticamente de toda la vida, pero jamás había conocido su habitación; su casa. Jamás había ido a visitarlo. De hecho, jamás había pisado aquel país. Mientras que Bin conocía a la perfección su pueblo, su casa, su habitación, y el no conocía nada.

Cuántas veces Bin había viajado hasta Busán para quedarse veranos enteros en aquel pueblito que nada tenía que ver a la tremenda ciudad de Los Ángeles. Cuántas veces...

Oh, no. No podía permitir que Bin lo sacrificara todo cuando él siempre había estado sacrificando algo en el pasado.
Sacrificaba sus veranos. Sus increíbles veranos los decidía pasar con él. Y él nunca lo había valorado.

Eun Woo quería, necesitaba, ser él quien ahora se sacrificara. Tomó un profundo respiro, llenándose del más que precioso y relajante aroma de Bin. Su olor. Su olor estaba por todos lados. La habitación de Bin era la mismísima gloria. Necesitaba pasar una buena temporada allí. Oh, sí. Eun Woo tenía presente de que sería una decisión difícil de afrontar. No le sería nada fácil poder adaptarse a una casa que no era la suya, sin sus padres, sin su hermana, sin su zona de confort, sin su psicóloga. Oh, su psicóloga. No, no. Él necesitaba su psicóloga. Pero qué demonios. Podría hablar con ella por transmisiones. No era hora de poner excusas.

Si, lo haría por Moonbin.

¿Tenía miedo? Tenía miedo, pero también tenía a Bin. Con Moonbin a su lado todo sería más fácil. Se aferraría a él.

-¿Puedo... uhm, quedarme y-yo contigo? -dijo-. Que-quedarme aquí, digo.

Bin levantó la cabeza al instante y le dedicó una mirada incrédula antes de soltar una risa.

-Si, dale. De paso traigamos a un alfa a nuestra relación y seamos un trío.

Eun Woo rio y le dio un empujón, incorporándose junto a él.

Ahora ambos se encontraban sentados sobre la cama, rodeados de las desprolijas sábanas que apenas les cubría parte del cuerpo.

-Hablo en serio, tonto. Sé que será difícil para mí, pero quiero intentarlo -dijo Eun Woo-. Quiero quedarme por ti. Quedarme contigo. Tú siempre te has ido a mi casa. Yo nunca antes he venido. Quiero pasar al menos un tiempo aquí.

-Espera, espera, ¿hablas completamente en serio? O sea, ¿en serio, en serio? ¡Dios, Wonnie! ¡Justo que tengo mi oportunidad de huir de esta casa que pronto se transformará en una guardería y tú me sales con esto! No, querido mío, yo me voy contigo. Es más, ya mismo iré a hacer mis maletas.

Moonbin hizo ademán de salirse de la cama, y Eun Woo rio por lo bajo antes de acercarse a él para besarlo.
Bin le correspondió tan gustoso como con cada beso que se daban.

Luego, tras romper el contacto entre sus labios, el castaño omega se inclinó hacia su mesita de luz para tomar unos cuantos pañuelos de papel para que ambos se limpiaran de cualquier resto de semen.

-Quiero quedarme, Moonbin-reiteró Eun Woo luego de asearse-. Necesito superar mis estúpidos miedos. Necesito salir de mi zona. Necesito esto... Por eso vine, por ti, por mí. Porque ya no soportaba más mi estúpida vida, mi estúpida zona de confort. No hice más que sufrir allí. No dejé de sentirme vacío y recién ahora comienzo a sentirme vivo. N-no... no quiero volver.

-Oh, Wonnie-Bin llevó una de sus manos a la mejilla del contrario con el fin de otorgarle unas suaves caricias-. Está bien, bebito. Si eso te hace sentir bien entonces no hay nada más que hablar. Prometo poner lo mejor de mí para que puedas sentirte lo más cómodo posible aquí, ¿de acuerdo?

Eun Woo asintió con una sonrisa.
Ambos volvieron a tumbarse en la cama, quedándose boca arriba, hombro a hombro. Cada uno respiró profundo, sonriendo internamente porque era imposible que pudiesen estar solo un poco más feliz.

-Mierda, Wonnie... he soñado tantas malditas veces con esto, con tenerte aquí, en mi cama, con besarte, con amarte, con amarnos, pero lo creía tan imposible. Creía que tú nunca me dejarías ser tuyo, creía... creía que yo te daba asco, y estaba seguro de que pasaría el resto de mi jodida vida en camas ajenas, sin tener la intención de tener nada serio con nadie, menos con un tonto alfa... Desde un principio lo supe, supe que era diferente a los demás omegas. Nunca me sentí atraído a la idea de que un alfa me destrozara la piel del cuello, mucho menos con cargar a sus cachorros. Ni siquiera sé qué le ven de lindo. Yo no estoy para eso... No nací para ser marcado, no nací para darle hijos a alguien, yo nací... -Se detuvo y contrajo su rostro en una mueca de asco al darse cuenta de que lo que iba a decir era asquerosamente cursi para él y no, iugh. Náuseas.

-... para amarme -completó Eun Woo sonriendo, a nada de soltar una risita.

-Si, eso, como sea -carraspeó sin quitar la mirada puesta en el techo mientras se removía ligeramente con sus brazos flexionados debajo de la cabeza.

El menor se acercó a él, acurrucándose contra su pecho.

-Tú nunca me diste asco, Binnie... yo sólo... bueno, ya te he dicho. Y yo... bueno, creo que a mi directamente no me atraen los alfas. He estado sólo con uno y me bastó para entender que no son lo mío... Pero tú... Oh, Moonbin, tú si eres lo mío... Ni siquiera llevamos un día de reencontrarnos y hasta ya sería capaz de fugarme y casarme contigo en Las Vegas si me lo propusieras.

Moonbin rio, llevando uno de sus brazos a la cálida espalda de su omega.

-Nada mal, eh, ¿te casas conmigo en Las Vegas, amor mío?

Eun Woo también rio y levantó la cabeza para mirarlo.

-Si.

-Bien -Bin se levantó y le tendió la mano-. Entonces, vamos.

-No hablas en serio.

-Hablo muy en serio.

-Ay, deja de bromear y ven aquí.

-No estoy bromeando.

-¡Binnie! Era una forma de decir. No me casare contigo en Las Vegas.

-¡Dijiste que sí, mentiroso de mierda! Vamos, Wonnie, te amo. Eres el amor de mi jodida vida. El omega que deseo tener a mi lado por el resto de mis días. El omega que amo desde lo más profundo de mi alma. El omega por el que daría la vida. Por el que daría todo con tal de hacerle feliz. Por favor, por favor, por favor, fuguémonos, mi amor. Vamos, solo tú y yo, y a la mierda el mundo.

Eun Woo lo miró con sus ojitos brillosos por las lágrimas acumuladas y una temblorosa sonrisa de conmoción. Y asintió, cubriéndose la boca con una mano para luego saltar de la cama y unirse en un apretado abrazo con Moonbin.

★ ★ ★

Jimin se despertó cuando la luz del sol se entrometió en su habitación. Estaba enredado entre los brazos y piernas de su alfa. Un alfa que emanaba una cierta pestilencia a alcohol y tabaco. Un alfa que, aseguraba, no se levantaría de la cama hasta el mediodía por haberse quedado hasta tan tarde con los otros dos alfa.

Jimin negó con la cabeza, recordando lo que Moonbin le había insinuado la noche anterior y se río ante la ocurrencia.

Con verdadera dificultad se desenredó de su alfa. Yoongi balbuceaba dormido y sus brazos se aferraban a él, no queriéndole dejar escapar. Jimin habría cedido ante él, quedándose en la cama junto a su esposo, aunque sea para admirarlo dormido y darle besitos en su rostro sumido en el sueño. Sin embargo, tenía muchas ganas de orinar y, además, tenía hambre.

Así que abandonó la cama y corrió al baño, sin antes acomodarle su almohada junto a Yoongi para que este la abrazara y sus quejidos se acallaran.

Una almohada con su olor; infalible. Había funcionado con todos sus hijos de bebés, y también con su adorado marido bebé alfa.

Jimin se duchó y bajó para desayunar, descubriendo que sus dos mejores amigos y su hija estaban ya despiertos. Feromonas de nerviosismo acapararon su olfato. Tae Hyung estaba dando vueltas con su celular en la mano, mientras Jungkook intentaba calmarlo.

-¿Qué paso? ¿Qué sucede? ¿Está todo bien?

-Es Eun Woo, no está -explicó Tae-, y Jiso nos dijo que ni siquiera durmió allí con ella. No me responde. No sé dónde está. No sé dónde pudo haber ido -dijo Tae Hyung al borde del colapso.

-Tranquilo -Jimin se acercó a él y puso sus manos sobre los hombros del mismo, dándole un poco de aliento-. Él debe estar bien, te lo aseguro, y créeme que no me sorprendería si subo y descubro que Moonbin tampoco está. Tenemos otra casa en la playa, deben haber ido allí a enfiestarse un poco. Sabes cómo son los adolescentes.

-No, Eun Woo no es así... Él no se iría sin avisar y mucho menos para enfiestarse. No le gustan las fiestas y... Dios, no puede estar pasándome esto... Oh Dios, llega a pasarle algo y...

Jimin lo abrazó.

-Shh, tranquilo, TaeTae. Él debe estar bien. No tienes idea de lo persuasivo que puede llegar a ser Binnie. Estoy seguro de que Eun Woo está con él. No te preocupes -Le acarició la espalda, confortándolo, y se apartó de él despacio-. Escúchame, iré a fijarme arriba y llamaré a Binnie. No te angusties. Cualquier cosa, rastreamos el número, tranquilo.

Bin estaba harto de escuchar el maldito sonido que taladraba su cabeza. Estiró el brazo y, más dormido que despierto, tomó su celular y apagó la alarma. Volvió a acurrucarse junto al desnudo y calentito cuerpo de su omega, dispuesto a seguir durmiendo. Pues sólo llevaban una hora durmiendo.

Habían pasado toda aquella noche despiertos, viajando, riendo, disfrutando, recorriendo Las Vegas, bebiendo, bailando, casándose y haciendo el amor en la increíble suite de un hotel.

El celular volvió a sonar y Bin gimió de agonía. Pero se dio cuenta de que no era la alarma, era el sonido de una llamada. Abrió sus pesados párpados. Sus ojos le ardieron, mas se esforzó por mantenerlos abiertos. Estiró el brazo otra vez y se obligó a ver la pantalla una vez esta apareció tras dejarle su huella. Su padre lo llamaba.

Atendió.

-¿Puedes dejarme dormir? Gracias.

Cortó.

El celular volvió a sonar.

Atendió.

-Papá, te lo suplico...

-Moonbin, no me cortes. Solo dime que Eun Woo está contigo.

-Sí, está conmigo. Dios, ¿no has leído la nota?

-¿Cuál nota?

-Te he dejado una bendita nota en la mesita de mi cuarto.

-No le he visto, lo siento. Están en la otra casa, ¿no? ¿Sabes lo mucho que tus tíos se han preocupado?

-Discúlpame con los tíos, no era nuestra intención... No estamos en, perdón, ¿cómo has dicho? ¿la otra casa? Lo siento, pero esa es mi casa. Mía. Y no, no estamos allí... Estamos... pues, estamos bien -Bin rio, y volvió a acurrucarse junto a Eun Woo, dándole un besito en el hombro.

-¿En dónde están, entonces?

-Si te digo, ¿prometes no reprenderme?

-Moonbin.

-En nuestra defensa, los dos somos mayores de edad, o al menos técnicamente, y no necesitamos el permiso de nadie para vivir nuestra juventud, sabes.

-Si, ve y díselo a Tae Hyung. Como sea, solo dime qué tan lejos están. Si no me lo dices por las buenas, ya sabes lo que pasará.

-Bueno... pues, seguimos en el mismo país.

-Moonbin.

-No en el mismo estado.

-Oh, Dios, Binnie...

-Y como dice el dicho, lo que pasa en Las Vegas...

-Te mataré.

-No, era "se queda en Las Vegas", tonto, perdiste.

-Me puedes explicar cómo se te ocurre...

-Ay, papá, por favor.

-Tae Hyung se ha puesto muy nervioso, ¿comprendes? Yo estoy acostumbrado a tus escapadas, pero él no. Yo te permito esa libertad porque sé que te sabes defender perfectamente y que le romperías los dedos a alguien antes de que siquiera te toque. Pero Tae no tiene esa seguridad porque Eun Woo no es nada como tú y levantarse y ver que no hay señales de su hijo estando en un país diferente del suyo le asustó como no tienes idea y no lo culpo.

Acostado boca arriba, Bin se pasó la mano por el pelo y respiró hondo, sintiéndose mal porque no había pensado en aquel punto.

-¿Puedes pasarme con los tíos? Quiero disculparme, déjalo en alta voz...

Pasó un instante antes de que la voz de su padre Jimin volviera a oírse.

-Bien, te escuchan.

-Tíos... lo siento mucho, de verdad... no tengo palabras, fue sólo... no lo sé, un impulso y no me detuve a pensar en más nada. Por favor, no se enojen. Nuestra intención en ningún momento fue preocuparlos... y les aseguro que Wonnie está bien. Yo lo protejo y lo protegeré de lo que sea. Ahora está dormido y creo que no se despertará en medio año, pero les aseguro que está bien... Por favor, no se enojen. Se que ha sido una locura, pero vamos, ustedes también debieron haberse mandado sus propias locuras cuando eran jóvenes, ¿o no? Como sea, perdónenme, he sido un desconsiderado, pero les juro que solo queríamos pasarla bien y divertirnos... y sólo, sólo... lo siento. Amo a Eun Woo como no se imaginan, literalmente, y les juro que lo he cuidado en todo momento y no hicimos más que pasarla juntos y bueno. Prometo que llevare de regreso a Wonnie vivito y coleando esta misma tarde, pero ahora necesito dormir... por favor, quédense tranquilos, estamos bien... sólo quiero dormir.

-Dios, Binnie, ¿tú quieres que me muera del susto, no? ¡Ni un mísero mensaje fueron capaces de dejar! Dios, pero que bien que estén bien. Por favor, dile a Eun Woo que me llamé apenas despierte.

-Si, si, lo haré. Y otra vez, lo siento.

-Escúchame, hijo, vuélvanse en un vuelo. No tienes que conducir de vuelta desde Nevada. Luego enviaré a alguien por tu auto.

-Ay, papá, tampoco estamos en la otra punta del país. Vinimos en auto, volveremos en auto. Los vuelos arruinan la magia de la aventura. Y no es tan lejos. Estaremos bien.

-Volverán en un vuelo y es mi última palabra.

-Ugh, está bien.

-Sigo sin creerlo -comentó Tae, sentado en un mullido silloncito del patio, mientras vigilaba junto a Jungkook a su pequeña que nadaba en la piscina-. Ojalá nosotros, en nuestra juventud, hubiéramos podido escaparnos a Las Vegas. Las Vegas, comprenden. Dios mío. Nuestros hijos se van a Las Vegas así de fácil y rápido, y nosotros con colarnos en esas pobretonas fiestas ya nos creíamos lo más. Mierda, ojalá nosotros hubiéramos tenido esas mismas posibilidades. Qué ganas de ser mi hijo.

Jimin se rio, mientras que Jungkook negaba con la cabeza con diversión.

-Si ya era difícil cuidarlos a ustedes en esas fiestas, no me imagino lo que habría sido si yo hubiera tenido que estar detrás de ustedes en Las Vegas. No, no, gracias -mencionó el beta con una media sonrisa en el rostro.

Tae sonrió con gracia y le dio un leve empujoncito, para luego acercarse y darle un beso en los labios.

-Si ya éramos un desastre en esas fiestitas, imagínense en Las Vegas -Jimin rio-. No, es que no hubiéramos salido vivos de ahí.

-Quizás cuando éramos adolescentes no, pero ¿y ahora? -Tae los miró con una sonrisa socarrona.

Jimin enarcó una ceja.

-No iré a Las Vegas en mi estado.

-¡Oh, vamos! Por favor, Minie. Apenas cargas con cinco meses, no es nada. Y no hablo de ir a beber o meternos en un jodido casino. Yo simplemente quiero conocer, turistear. ¡Vamos, no puede ser que mi hijo este allí y yo no! ¡Por favor, Jimin!

-TaeTae, tú no entiendes. Yoongi no me dejará ir así como así, no mientras cargue con los cachorros.

-Que venga con nosotros. Vamos, yo no me iré de América hasta no haber pisado Las Vegas antes.

-Amor, quizás sea mejor dejarlo para la próxima vez que vengamos. Si Jimin dice que...

-La próxima vez que vengamos Jimin va a estar demasiado ocupado encargándose de sus gemelos y dudo mucho que quiera separarse de ellos para acompañarnos -puntualizó Tae-. Por favor, Minie. ¿Cuándo fue la última vez que salimos los tres juntos sin ningún hijo? ¿Cuándo fue la última vez que viajaste solo por darte un respiro con tus amigos? Y mira, aceptaré que venga Yoongi y todo.

El omega de brillosos ojos marrón se lo pensó tras dar un suspiro.

-Hablaré con Yoongi. Pero ya se cómo es él, así que le diré que ustedes quieren ir por Eun Woo. Que están preocupados porque piensan que quizás algo le pasó y que, como me siento responsable porque fue por Moonbin, quiero ir con ustedes. Dios, Tae, mira lo que me harás hacer.

El peli-azul rio.

-Te amo.

★ ★ ★

Eun Woo despertó poco después del mediodía. Volteó en la cama, colocándose boca arriba y se estiró, bostezando. Se frotó sus adormecidos ojos, y sólo entonces advirtió la presencia de un dorado anillo envolviendo su dedo anular.

Parpadeó seguidas veces y lo miró con destellantes ojos. Una muy amplia sonrisa se formó instantáneamente en su rostro. Todos los recuerdos de la noche anterior apareciendo de pronto en su mente.

Dios mío, ahora estoy casado.

Miró al omega desnudo que descansaba pacíficamente a su lado. Aquel ya no era un simple omega bonito que ansiaba volver a besar. Ya no era simplemente Moonbin. Era su esposo.

Su joven rostro enamorado se iluminó de emoción.

No se demoró en llenar a Bin de tiernos besitos para despertarlo. Sin embargo, este, soltando leves gruñidos, murmuró un "déjame dormir" y se dio la vuelta, dándole la espalda.

Eun Woo frunció el ceño.

-Hey, no le gruñas así a tu esposo -reprochó, mientras le abrazaba por detrás.

Solo entonces Bin abrió los ojos y, con sorpresa, miró sobre su hombro, viendo la perfecta imagen de un precioso ser abrazado a su espalda.

-¡Wonnie! -exclamó con alegría y volvió a darse la vuelta.

-¿Y quién más iba a ser? -rio Eun Woo, mientras Moonbin se le subía encima y lo besaba.

-Oh, Dios, estás aquí, estamos aquí y estamos... -Bin miró su mano, verificando que un anillo decorara su dedo anular-... casados, ¡estamos casados! ¡no fue un sueño! Mierda, Wonnie, te amo.

El susodicho rio otra vez, enamorado de aquella reacción.

-Yo te amo a ti, Binnie-respondió jovialmente, envolviendo sus piernas en la cintura del otro, para luego besarse y hacer renacer aquella adicta llama de pasión.

-Dios... ya lo hemos hecho tantas veces y aún me sigues matando -Bin gimió, escondiendo su rostro en el hueco que formaba el cuello de su amado. Le mordisqueo la piel, besando y succionado. Y se apartó-. Me acordé, tu padre me dijo que luego lo llames.

La exquisita excitación de Eun Woo reclinó.

-¿Has hablado con mi padre? -Bin asintió y regresó a besar el cuello del menor.

-Espera, no, para, ¿qué le has dicho? ¿Le has dicho que estoy contigo? ¿Qué hemos pasado la noche aquí? Mierda, ¿por qué no me despertaste? -reprendió mientras se quitaba de encima al omega, y de inmediato se puso a buscar su celular.

-Tranquilo, hey, no le he dicho nada que pueda comprometerte. Joder, ¿por quien me tomas? Si te he dejado claro que yo no diría nada con respecto a lo nuestro -se defendió, ofendido y molesto-. Mira, me iré a dormir, chiquito, cuando te calmes y me pidas perdón de rodillas, hablamos -agregó, cubriéndose con la sábana mientras se daba la vuelta y se acomodaba.

Cerró los ojos e intentó dormirse con la suave voz de su omega de fondo hablando por teléfono con su padre. No le prestó verdadera atención a la llamada. Se centró en sus propios pensamientos y para antes de darse cuenta, Eun Woo ya estaba metido con él debajo de la sábana, dándole besos en su hombro y pidiéndole disculpas, mientras le abrazaba.

Moonbin sonrió sin abrir los ojos y entrelazó su mano con la de Eun Woo, las dos manos con los dos anillos.

★ ★ ★

Quedaba solo un día para que la familia Jeon-Kim se marchara de regreso a casa, y Eun Woo había decidido que ya era hora de contarle a sus padres y a su hermana acerca de su secreta relación.

Primero llamó a Jiso para decirle que se reunirían juntos con sus padres en la habitación de estos, pues tenía algo que decirles. Su hermana accedió sin problemas, totalmente interesada. Fueron, así, hasta el cuarto de huéspedes, mientras que en la planta baja Bin se encargaba de reunir a cada miembro de su familia para darles también la noticia.

Era de noche, todos ya habían cenado, por lo que no fue sorpresa para Eun Woo ver que sus padres se preparaban para dormir. Tae ya estaba metido en la cama, recostado contra las almohadas, mientras Jungkook separaba la ropa que se pondría mañana y guardaba el resto en su maleta.

-¡Padres, escuchen! Eun Woo nos quiere decir algo -exclamó Jiso ni bien entró en el cuarto, apresurándose para tirarse en la cama y acomodarse junto a su padre omega, preparada para escuchar lo que sea que su hermano diría.

-¿Qué sucede, hijo? ¿Vienes a presentar quejas con respecto a nuestra partida y a exigir que nos quedemos más días porque la estás pasando genial en la casa de los tíos y no extrañas para nada el frío invernal de Corea y la comodidad de tu cuarto? -dijo Jungkook burlonamente al cerrar su maleta-. Lo sé, hijo, lo sé, yo también desearía quedarme. ¡Pleno invierno y sigue haciendo calor! ¡Una maravilla!

Tae rio, y le arrojo un cojín a su esposo, antes de dirigirse a Eun Woo con una cálida sonrisa.

-Ven aquí, hijo, ¿qué pasa?

-De hecho, yo... uhm, si venía para eso... pero no quedarnos todos... quedarme yo.

Jungkook tomó asiento en el borde de la cama y miró al adolescente omega con extrañeza.

-¿Quedarte? ¿Aquí? ¿Tú solo? -El beta ladeó su cabeza sin entender.

-¿Cómo que quieres quedarte, amor? - Tae frunció el ceño y se sentó más derecho, intentando comprender.

-¿Para esto me has traído? -se quejó Jiso rodando los ojos-. Yo pensé que dirías algo picante, ugh, me voy.

Tuvo la intención de abandonar la cama para retirarse, pero Eun Woo rápidamente la detuvo, explicando que aún no había dicho todo lo que quería. Entonces, ella regresó a su sitio, mientras sus padres se reacomodaban sobre la cama, decididos a prestarle toda su atención.

Eun Woo suspiró, sus dedos comenzando a lastimarse entre sí.

Tragó en seco y respiró hondo.

-No sé ni por dónde empezar... pero, uhm... yo, bueno... hace un tiempo... pues... uhm... ay, no... no puedo, me voy.

-Tranquilo, cariño -Tae se levantó de la cama y fue hacia el para frotarle los brazos y darle un poco de aliento-. Respira profundo. No te lo guardes, ¿si? Suéltalo como puedas.

Eun Woo le hizo caso, y respiró profundo, muy profundo.

Su padre tomó asiento en el borde de la cama.

-Hace años llevo enamorado de alguien que... bueno, uhm, socialmente no es aceptable.

Jiso estuvo a nada de saltar con sus intrépidas palabras, pero Tae la detuvo antes de que dijera nada, cubriéndole la boca con una mano.

-Déjalo hablar -le ordenó en un susurro. Luego llevó su mirada su hijo-. Continua, mi cielo.

-Bueno... uhm, yo... mh, no quería saber nada con esa persona porque no quería que me pasara lo mismo que al tío Hoseok. Me daba mucha ansiedad pensar en la simple idea de estar con alguien de mi mismo rango... porque si, uhm... me enamore de otro omega.

Jungkook, acariciando su barbilla, le echó un vistazo a su esposo, quien le devolvió la mirada al instante.

Dado el contexto, no les costó llegar a ambos a una mutua deducción. Estaba claro. Su hijo queriéndose quedar en una casa ajena siendo que era el más hogareño de todos, diciendo luego que se había enamorado de otro omega -y siendo que en la casa de los Min no había más que un omega soltero, con el cual, curiosamente, se había escapado hacía poco a Las Vegas-, dos más dos es cuatro.

Aún así, dejaron que Eun Woo prosiguiera.

Deseaban oírlo de su boca.

-Bueno... uhm, por mucho tiempo quise reprimir mis sentimientos, asustado de lo que pudiese pasar si yo cedía ante ellos...

★ ★ ★

-Jesús, Alaska, vives a cincuenta metros, no a cincuenta cuadras, ¿por qué te tardaste tanto? -rezongó Bin tras aguardar media hora a que llegara su querida hermana mayor-, ¿y Lio? Bueno, no importa, después se lo dirás tú. Ya perdí un montón de tiempo contigo.

Jimin estaba emocionado. Era el único que tenía una clara idea de la razón por la que Moonbin los había reunido a todos en la sala y apenas podía contenerse.

En lo que concernía a los demás, Yoongi estaba intrigado, no perdonándole a su omega el que no quisiera adelantarle nada. Taeyong estaba aburrido, más que desinteresado, únicamente ansioso por marcharse con Yeri hacia la cama. Yeri, por su parte, ansiaba escuchar lo que Bin tenía que decir. Y Alaska estaba irritada, no pudiendo creer que su hermanito le sacara de la cama para Dios sabrá que tontería.

-Sera rápido... Oh, y desde ya les digo que no necesito palabras lindas, ni abracitos, ni nada de sentimentalismo. Ya sé que me quieren y que me aceptan con todas mis rarezas, así que no necesito que me lo hagan saber otra vez, ¿estamos? -Bin le dedicó una insípida mirada a cada uno de los presentes-. Bien, me casé con Eun Woo en Las Vegas, no por error, ni por un acto de inconsciencia, sino porque nos amamos y quisimos fugarnos. Bueno, quizás si fuimos unos inconscientes de mierda, pero me da igual. Oh, y se quedará aquí conmigo a vivir por algún tiempo hasta que nos vayamos a Busán. Me mudaré allí más adelante. Bueno, eso ha sido todo, ya pueden marcharse. Gracias por su atención. Que descansen.

Bin hizo ademán de marcharse, riéndose internamente.

-¡¿Para esto me has hecho venir?! ¡Dios mío, Moonbin! -Alaska gruñó, poniéndose de pie al instante-. ¡Ay, mentira, mi vida! ¡No lo puedo creer! ¡Casado! ¡Dios mío, Bin! ¡Eres el último que me imaginé que se casaría de nosotros! ¡Y con Eun Woo! ¡Dios, qué tierno! ¡Lloraré! ¡Qué me importa que no quieras un abrazo! ¡Ven aquí, carajo!

Alaska se abalanzó hacia el omega, abrazándolo. Moonbin rodó los ojos e intentó zafarse de mala gana.

Yeri fue la siguiente en levantarse de su sitio y dirigirse hacia él después de que Alaska lo liberara. Le obsequió una preciosa sonrisa y, sin miedo, se metió entre sus brazos, felicitándolo con alegría. Bin suspiró, comenzando a resignarse a los inevitables abrazos.

-¿Con que Eun Woo, eh? -Taeyong sonrió con algo de picardía al tiempo en que se le acercaba-. Te lo tenías bien guardado, ¿cómo no me has dicho nada antes? Me siento traicionado, sabes, pensé que no había secretos entre nosotros.

-Qué ingenuo eres. Yo sé los secretos de todos, nadie sabe los míos. Así es como funciona.

Taeyong iba a replicar algo, pero Yoongi apareció para abrazar a su pequeño, felicitándole de corazón, no pudiendo creer que era el primero de sus hijos en contraer matrimonio. No importaba si era un omega, beta o alfa, estaba contento de saber que, por fin, su pichón más reacio había encontrado a ese alguien para ser feliz a su lado. Oh, y que feliz estaba de que Eun Woo ahora más que un sobrino sería un hijo más.

Bin soportó el apretado abrazo de su padre alfa, al soltarlo pudo respirar. Solo quedaba Jimin.

Jimin aún no sabía cómo reaccionar. Estaba allí de pie, tan conmocionado, sintiéndose tan mal de haber dado por hecho que era un alfa de quien su amado Bin estaba enamorado. ¡Como había metido la pata!

Bin lo miró y fue él quien se acercó.

-Descuida, papá, está bien.

-Lo siento por...

-No, ya está, no te preocupes.

-¡Oh, Binnie! -Jimin comenzó a llorar inevitablemente, envolviendo al omega entre sus brazos-. ¡Cómo has podido casarte en Las Vegas! ¡No puedo creerlo! ¡Uno de mis hijos se casa y yo no estoy presente en su boda! ¡Te odio por hacerme esto! ¡Pero te amo tanto y estoy tan feliz por ti, mi amor! ¡Dios mío! ¿Quién lo iba a decir? Min Moonbin casado, ¡y con Eun Woo! ¡Ay, Dios, ¿Tae y Jungkook ya lo saben?! ¡Necesito chismosear con ellos urgentemente!

-Si, bueno, Eun Woo se lo está contando a los tíos ahora y con las vueltas que dará, calcúlale que dentro de una o dos horas ya podrás hablar con los tíos. ¡O quizás ni se anime a decírselo ese tonto! Así que, por favor, pido un mínimo de discreción.

-Oh, de acuerdo, aguardaré... ¡Pero dios, ahora tienes que contármelo todo! Me debes muchos detalles, jovencito.

★ ★ ★

-Y b-bueno... es... uhm, Moonbin-Eun Woo finalmente lo soltó, sus mejillas ardiendo, su mirada en el suelo, sus dedos sufriendo-. P-pero eso no es todo... y-yo... nosotros, bueno... -Nerviosamente, metió una de sus manos en uno de los bolcillos traseros de su jean y sacó un anillo.

La sorpresa no se vio vislumbrada en la mirada de sus padres al mencionar el nombre del omega al que amaba, mas, sin embargo, lo hizo con excesiva notoriedad al revelar el anillo, el cual resplandeció al deslizárselo en su dedo anular.

Tae no daba crédito a lo que veía, Jungkook tampoco.

Ni siquiera era como si su hijo les estuviese anunciando un compromiso a futuro con su pareja. No, no se trataba de ningún anillo de compromiso. Era una alianza. Su hijo ya estaba casado. ¡Casado!

Hasta Jiso se había quedado sin palabras por la conmoción.

-Por eso nos fuimos a Las Vegas... Por favor, no se molesten, sé que fue algo sumamente precipitado, pero no me arrepiento. Lo amo y quiero quedarme junto a él.

-Oh, no. Ahora sí que agarraré a Moonbin de los pelos -avisó Tae mientras se levantaba de la cama con decisión-. No puedo creerlo, Eun Woo, ¿cómo has sido capaz de casarte así de la nada? ¡¿Cómo no pudieron esperar a que yo llegara?! ¡O peor! ¿¡Como no pudieron despertarme esa noche y llevarme con ustedes?! No puede ser posible. ¡Ay, mi precioso hijito! ¡Casado con Moonbin! -expresó tan alegre y sentimental, mientras se fundía en un abrazo con el omega, lagrimeando sin poder evitarlo-. ¡Dios! ¡Te felicito tanto! ¡Ay, tengo que hablar de esto con Jimin!

★ ★ ★

Un cálido atardecer en la playa. Una fogata sobre la arena. Una salada brisa que acariciaba el rostro de aquellos jóvenes reunidos. Una guitarra. Unas cuantas mantas, y nada más podía faltar. Estaban completos. Plenos. Felices.

Jimin los observaba desde el jardín trasero de aquella casa que Moonbin se había ganado tras apostarla. Sonreía, tan contento de ver a cada uno de sus hijos felizmente emparejado. Los veía reírse, jugueteando, peleando, cantando, charlando, no permitiendo que ninguno se sintiera apartado, y su pecho se hinchaba de una felicidad incomparable. Porque estaban todos juntos. Porque eran felices. Porque ya eran todos una sola familia. Una que pronto se agrandaría aún más.

Divisó a Lio con su enorme panza de embarazo, recostada sobre una manta con la cabeza apoyada en el regazo de Alaska, y volvió a sonreír.

No le quedaba nada para ser abuelo.

Sería abuelo, y sería padre de nuevo.

El omega reposó sus manos en su propio vientre abultado. Aun le resultaba tan increíble que allí tuviera dos cachorritos de Yoongi. No uno, sino dos. Dos bebés. Dos preciosos gemelos. Y los amaba. Los amaba tanto.

Oh, cuánto deseaba tenerlos ya en sus brazos.

Sin borrar la sonrisa de su rostro iluminado por los bastos rayos del ocaso, Jimin respiró profundo, soltando el aire con una formidable felicidad.

Yoongi no se tardó en aparecerse con un par de refrescos en la mano. Tomó asiento a un lado de su esposo en una de las tantas reposeras de madera, y le ofreció una de las bebidas.

-Creo que ya se cómo llamarlos -anunció Jimin, aceptándole el refresco.

-Te escucho, mi amor.

-De acuerdo. Ahí va. Escucha bien, eh. JimJong y YoonKyung.

Yoongi soltó una sonora risa.

-Uff, amor, cuídate de que no se te explote el cerebro por pensar mucho.

-Hey, cállate que me ha tomado un buen tiempo pensarlo -se defendió el omega procurando poner su cara de ofendido, pero fallando en el intento al reírse de sí mismo-. Es que, no lo sé, Yoongi. No hay nombres de varón que ahora mismo me gusten más que los nuestros. Además, la mayoría de nombres que son lindos ya están muy usados y otros nombres que también son lindos los llevan hombres que no quiero recordar. Aparte, Jongie y Kyungie son tan bonitos diminutivos. Ya me los imagino llamándoles para comer. Ay, no me pinches el globo, Yoongi.

-Nunca te lo pincharía, mi amor -Yoongi sonrió y se acercó a su omega para dejarle un suave beso en los labios-. Me gustan -añadió y reposo una de sus manos en el vientre del mismo-. Jongie y Kyungie. Oh, Dios. Los amo. Te amo.

Jimin rio por lo bajo con un claro destello en su marron mirada.

-Y nosotros te amamos a ti, Yonnie.

-Oh, mis bebés. Muero por conocerlos. Ya hemos preparado todo para que puedas tener el parto en casa.

Jimin asintió con una oleada de alivio.

Si, después de haber sufrido aquella traumática tragedia con su primer parto, Jimin ya no quería saber nada con parir en un hospital.

-¿Quedamos en Jongie y Kyungie?

-Jongie y Kyungie.

★ ★ ★

Esto se acabó 💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜💜

¿Qué tal les pareció este fic? 💜❤💜

Dejo unas fotitos de mis bebitos de astro, el shipp BinWoo: Moonbin y Eun Woo.

🥰❤😍

D

ejó el Yoonmin ❤😘

D

ejó el Vkook❤😘😍🥰

Ahora siii, doy esto por terminado🥰😍😘❤ pasen por mi perfil para más fic❤😘😍🥰

Los invitó a leer mi nuevo fic😘

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