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🗓️ 17 de diciembre de 2022

Era un hermoso día nevado que pasaron juntos, pero la luna empezaba a asomarse, marcando el fin del día y, junto a eso, el final de ellos.

Se suponía que sería uno de los mejores días de su vida. Arthur había planeado cada detalle durante años, y ahora el momento había llegado.

Bajo la luz de la luna que iluminaba sus rostros y con la nieve cayendo lentamente, creando un ambiente acogedor, fue ahí donde, con una tonelada de nervios, él habló, con la ansiedad reflejada en su mirada.

Sophie, amor, hay algo que quiero decirte desde hace mucho —dijo el monegasco, haciendo que la chica lo mirara.

¿Sí, cariño? ¿Todo bien? —preguntó la ojiazul, preocupada. Arthur era su todo… o eso creyó.

El castaño suspiró profundamente antes de volver a hablar.

Cuando te vi por primera vez, no pensé que alguien como tú pudiera cambiar mi vida. Pero aquí estamos, después de tantos años, y sigo creyendo que fue la mejor carrera que corrí: perseguir tu sonrisa, encontrar refugio en tu mirada. Cada momento contigo ha sido una victoria, incluso cuando pierdo. No sé cómo explicarlo sin sonar ridículo, pero contigo entendí lo que significa querer ganar algo que no se puede medir ni en tiempo ni en trofeos. —Hizo una pausa para ponerse de rodillas y sacar un anillo. —¿Te casarías conmigo?

A veces, simplemente no sabes la respuesta hasta que alguien está de rodillas y te lo pregunta. Sophie tragó saliva, estaba en shock, y el silencio que los rodeaba empezaba a volverse incómodo.

No… —respondió ella con voz temblorosa y ojos cristalinos.

Él se desmoronó. Antes de que pudiera procesar las palabras, las lágrimas ya caían por su rostro. Dejó caer la caja del anillo.

Sophie estaba a punto de irse, pero él la detuvo, ahora arrodillado con ambas rodillas en el suelo.

—¿Qué hice mal? ¿Cómo fallé? Háblame, te amo, ámame —le rogó.

A… Arthur, yo… no sé qué decirte. Yo solo… no estoy lista. Deja de torturarte rogándome así —dijo ella melancólica.

Él tuvo que darse por vencido para no incomodarla. La soltó, devastado, y se levantó para alejarse llorando. Estaba roto.

Ella nunca estuvo lista, así que lo vio partir.

"¿Acabo de esquivar una bala o perder al amor de mi vida?", pensó, parada ahí, con lágrimas corriendo por sus mejillas, viéndolo marcharse hasta que su figura se perdió en la distancia.

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