✨NEW✨16 | The Modern Age
―¿Dijiste Adam Wolf? ―consulta una agitada Alice, casi alzándose desde el sofá individual de Sherlock. El detective, ladea ligeramente su cabeza, entornando sus ojos―. ¿"EL" ADAM WOLF?
―¿Conoces al potencial cliente? ―interviene John desde su asiento y Holmes bufa despectivo.
―Ella es sólo una descerebrada groupie más ―aclara―. El potencial cliente es el vocalista de la banda norteamericana The Modern Age. Músicos californianos de ¿rock indie? ¡cómo sea que le llamen! ―bufa despreciativo ante la mirada de ardiente curiosidad que ella le echaba, finalmente decidiendo entregarle su laptop a John para que leyese el email y no a Sanders―. El vocalista consulta conmigo debido a que, al parecer, tiene un o una ferviente acosadora. Y yo me inclino por el género femenino en este caso.
―Pero, él siendo una estrella de rock debería estar ya aclimatado a ese tipo de atención indeseada, ¿por qué alarmarse tanto al...?
―Continúa leyendo ―le insta en seco e interrumpiéndolo, mirando receloso como Alice se apresuraba hasta John para leer también.
―Oh...
―¿¡Alguien quiere asesinarlo!?
―Peor ―agrega guardando sus manos dentro de los respectivos bolsillos laterales de su pantalón, pensativo―. En el total de las cartas, no da motivo alguno de sus intenciones después contactar tan obsesivamente a Wolf. Sólo lo acecha.
―Entonces ¿tomas el caso? ―dice la chica, demasiado entusiasta para el gusto de él―. Parece interesante.
Sherlock observa neutro a su compañera por un par de silenciosos segundos y Watson arruga el ceño al notarlo.
―No. No creo que me interese ―responde indiferente―. Él debe haber hecho algo para generar ese tipo de indeseado lazo.
―¿Qué?
―¡No seas injusto! ―se queja Alice visiblemente molesta. Sherlock no se inmuta―. ¡Debemos ayudarlo!
Watson y Holmes conectan su mirada. El doctor asiente y su amigo rueda los ojos de manera fugaz.
―Bien, bien... Le contactaré. Pero tú no participarás del caso ―dice indicando a la morena. Ella pretende alegar, pero él se adelanta―. Nos dejarás en vergüenza actuando como una adolescente frente a él. Debemos ser objetivos y profesionales para resolver el caso. Se supone que es una celebridad que no necesita más atención indeseada.
―Pero...
―Él tiene razón ―apoya Watson de pronto, ganándose una traicionada mirada por parte de Alice y una cómplice de Sherlock―. Tú tienes tickets para ir al concierto del viernes con Molly ¿no?
―Sí, pero no son tickets de meet & greet. Estaban agotados ―se queja―. ¡Por favor, Sherlock! ¡Deseo conocerlo! Cuando estaba en el internado para chicas, muchas coleccionábamos lo que fuera que tuviese contenido de TMA. Yo aún tengo toda la discografía.
―Una razón aún más potente para no permitirte a ti también acosar al sujeto ―bufa el irónico detective. Ella suspira resignada e inequívocamente enojada, pronto decidiendo marcharse del lugar mientras Watson se mantenía releyendo el extenso email, ahora volviendo a su puesto; no obstante, un paciente Sherlock la sigue a paso solemne, deteniéndose bajo el umbral de la puerta cuando ella pretende subir por las escaleras en dirección a su piso―. Necesitaremos todo el contexto que puedas darnos sobre la banda, así obtendrás tu tercio de lo que ganemos al resolver este caso. Y, si tú y Molly se comportan, quizá les incluya durante la investigación.
Alice se voltea esperanzada.
―¿Lo prometes?
―¿Prometes comportarte como una adulta y no una adolescente e histérica babosa?
―Por supuesto.
―Bien ―responde encogiéndose de hombros y fingiendo indiferencia―. Cuando te requiera, te haré saber.
Ella sonríe brillante en su dirección, pronto retomando su camino ascendente por las escaleras. Holmes se mantiene contemplativo durante unos segundos, hasta que se anima a volver a la sala y tomar asiento sobre su sofá individual. John alza la mirada.
―Los mensajes son bastante halagadores.
―Lo sé. Y debemos entrevistarlo a él con el fin de reconocer de mejor manera el significado de esa colección de "crípticos" mensajes para que podamos deducir el real objetivo de las cartas.
―Si. Es cierto ―coincide frunciendo los labios―. Por esa misma razón la ayuda de Alice sería bastante necesaria ¿por qué privarla de conocer a su cantante favorito?
―No es su cantante favorito. Es sólo un insulso crush de secundaria. Sin mencionar que, debido a la naturaleza del caso, debemos ser profesionales y considerados con la comodidad de él.
Watson arruga el ceño de manera exagerada.
―¿Desde cuándo tú eres profesional y, sobre todo, considerado? ¡usualmente no te importa la comodidad de nadie más que de ti mismo! ―exclama el extrañado doctor, algo entretenido con su propia deducción. Holmes sólo rueda los ojos con ligereza cuando alcanza su laptop―. Yo creo que tu motivación es otra.
―¿Celos? ―interviene acelerado, pero, solemne, sin siquiera molestarse en alzar su mirada desde el laptop. John se sorprende ligero ante lo acertado de él.
―Exacto.
―Nah ―bufa encogiéndose desinteresadamente de hombros―. ¿Por qué debería estarlo? Él no tiene nada que yo desee y no posea ya.
―Claro. Como tú digas.
.
A la mañana siguiente, Holmes y Watson se reúnen en la sala del 221B. Ambos pronto se dirigirían hasta el estadio de Wembley; la banda The Modern Age haría su primera prueba de sonido y ahí era en donde habían acordado encontrarse con su cliente para este permitirle darle un vistazo a las amenazantes cartas que había recibido.
―Hemos leído las historias de su blog, doctor Watson ―comenta el peli-azul guitarrista de la banda mientras los invitados tomaban puesto sobre un cómodo sofá dentro del gran camerino de reunión―. ¡Son hilarantes!
―No es realmente mi objetivo principal al escribirlos, pero gracias de igual forma.
―... Me gustó mucho el del perro fantasma ―interviene con entusiasmo uno de ellos luego de acabar su segunda cerveza. Sherlock arruga el ceño.
―Era un perro común, había un alucinógeno en la niebla que cubría el páramo. No hay nada de sobrenatural en ello ―corrige pedante.
―... ¡Excelente historia! ―continúa el ojeroso, pero, extrañamente energético baterista, no pareciendo si quiera haber escuchado la aclaración del detective. Así, de pronto, Wolf vuelve a escena con la colección de obsesivas cartas cuales deja sobre la mesa de centro que separaba ambos largos sofás.
―Como todos somos fans de su blog y vendríamos a Londres, decidimos que sería bueno contactarles ―explica el rubio fijando sus intensos ojos azules sobre la concentrada silueta del detective consultor. De pronto, el mánager toma una repentina foto, al igual como lo había hecho cuando los recién llegados saludaban a la banda―. ¡Veremos a Sherlock Holmes en acción!
―No habrá mucho que ver hasta que realmente tenga la oportunidad de analizar estas cartas, sus mensajes y materiales.
―Adelante ―dice Wolf y el guitarrista se sienta junto a él, encarando así a los distraídos londinenses.
―¿No hay una chica que siempre anda con ustedes?
―¡Oh, sí! ―exclama el baterista, causando que el bajista y el mánager diesen un respingo en junto, ya que ahora, distraídos, bebían sus respectivas cervezas matutinas―. ¿Dónde está ella?
―¿Alice? ―consulta John y ellos asienten. Adam interviene burlón.
―Me encantaría pedirle un autógrafo. Si saben a lo que me refiero.
―Supongo que a ella le encantaría pedirte uno a ti ―replica Watson con ironía, pronto notando de reojo como su amigo arrugaba el entrecejo para sí mismo, ligeramente disgustado por el doble sentido de la narrativa de Wolf e inocencia del doctor.
―... ¡Jódete, Adam! ―reclama su compañero de banda en junto―. ¡Siempre te quedas a todas las chicas!
―No pueden culparme a mí, y mucho menos a ellas ―se defiende con suficiencia, no tardando en devolver su atención a los colegas―. Entonces ¿vendrá ella? Les conseguiré los pases de backstage que sean necesarios.
John, ahora algo incómodo al realizar el tipo de atención que la imagen de su amiga recibía, y la posible objetificación de la que sería víctima de ser expuesta ante semejantes sujetos, duda sobre su puesto sin saber qué responder, pero, para su sorpresa, Holmes toma la palabra.
―Ella tiene tickets para el espectáculo de mañana y vendrá con una amiga.
―¡Genial! ―exclama entusiasta. Watson, confundido, observa a un inmutable Sherlock en junto―. ¡Jeff! Necesito que le consigas pases de backstage antes de que dejen el estadio...
―¿Qué haces? ―susurra John, pero, su amigo le ignora porque Wolf volvía a dirigirse a él.
―Entonces ella es una fan ¿no?
―Lo es. Y, al parecer, le agradas ―responde el mordaz detective.
―Por supuesto que si ¿a quién no?
Wolf se echa hacia atrás sobre su puesto, posa sus palmas tras su nuca y estira sus piernas con suficiencia, sobreponiendo los sucios bototos sobre parte de las cartas que había llevado como evidencia. Sherlock sonríe ladino para sí mismo: Ya había encontrado un patrón de comportamiento perfectamente alineado con la motivación de esta acosadora, ahora, sólo faltaba dar con el final objetivo y así podría desvelar el factor humano detrás de todo eso.
Los amigos dejan el camerino no mucho después y caminan raudos hasta la salida del estadio, ello en completo silencio, ya que, John continuaba realmente molesto con Holmes y sólo ver como el detective jugaba victorioso a girar desde sus cordones los cuatros pases de backstage, causa que no pueda contenerse.
―No permitiré que Alice o Molly se acerquen a esos sujetos ―sentencia cuando recorren a pie la gran avenida. Sherlock arruga el ceño y, lento, guarda los pases dentro del bolsillo de su chaqueta―. ¡¿En qué estabas pensando?!
―En que a Sanders y Hooper realmente les gustaría conocer en persona a los miembros de su banda favorita de secundaria.
―¿Acaso no te diste cuenta del subtexto?
―¿Cuánto te tardaste tú en notarlo? ―dice burlón para el fastidio de su amigo―. No temas. Confío en que Sanders se dé cuenta por sí misma de ello. De hecho, dudo que pasen más de quince minutos hasta que ella intente romperle la nariz a Wolf de un solo y contundente puñetazo ―John exhala pesado y niega leve―. Ellas se pueden defender por sí mismas con creces. Es mejor que la burbuja de ilusión la revienten los mismos protagonistas de sus patéticos sueños infantiles ¿no crees?
El doctor bufa despectivo y, sin siquiera pensarlo, se adentra en una tienda con Holmes siguiéndole desde cerca; necesitaba algo azucarado o el mal ánimo sacaría a relucir lo peor de si en ese momento. John hace la fila para comprar un par cafés y donas, así, cuando era su turno de ser atendido, él es gratamente reconocido por la bella barista.
―¡Oh! ―se sorprende al también reconocer a la chica―. ¿Qué tal todo, Lilly?
El detective se hace a un lado, pero, observa la escena desde cerca, lo suficiente para notar los delatores gestos de atracción física, sin mencionar el incómodo, ansioso, pero interesado discurso de ambos. John se hacía el galán con esa chica y ella parecía entusiasta, halagada, demasiado para el gusto de los impacientes clientes que veían atrasados sus pedidos con la distracción que era Watson para la soñadora barista.
―Así que... ―comenta un suspicaz Sherlock a la salida de la tienda, ello cuando recibe agradecido el café que su amigo había comprado para él―. ¿El dinero de la apuesta ya es mío?
―No salgo con ella ―aclara acelerado.
―Pero la invitarás eventualmente.
―No lo haré ―refuta frunciendo el ceño, malhumorado―. Ya te dije que no invitaré a nadie a salir durante un rato porque deseo algo de tiempo para mí mismo y, de paso, cooperar para que dejes ese maldito hábito de fumador. Sin embargo, a mi manchada moral no le molestaría que tú fueses el que cediera y me permitieses ganar la apuesta ―dice irónico―. Mi reloj de muñeca dejó de funcionar definitivamente y quiero uno nuevo. Uno caro.
―Ni lo sueñes.
Sherlock alza su brazo derecho hacia el aire y un taxi acata el gesto, pronto estacionándose frente a ellos.
―¿Qué sigue?
―Una visita al laboratorio del hospital san Bartolomé ―comenta con suficiencia cuando se une a su amigo dentro del carro, repitiendo el destino para el chofer quien pronto emprende marcha―. Tengo el leve presentimiento de que Wolf nunca garantizó que estas cartas fuesen debidamente inspeccionadas, ya que, él no lucía perturbado por la acechante atención, por el contrario, una devoción así en su retorcida mente sólo sirve para alimentar su gran ego. Estamos tratando con un narcisista y su potencial acosadora sabe muy bien lo que él desea.
Más al sur de la capital inglesa, en tanto, Alice trotaba con calma por los húmedos alrededores del centro, pronto viendo desviada su ruta hasta un abarrotado quiosco en las faldas de las escaleras de la Galería Nacional de arte, ya que, ciertos rostros se le hacían tremendamente familiares en los periódicos expuestos para los pasantes peatones. Ella se detiene en junto, observando con horror como las caras de Holmes, de Watson y de sí misma adornaban el pie de página de muchos de los ejemplares, ello bajo una gran fotografía de Alec Shelby, cuya petulante sonrisa atraía la completa atención de todos al titular «Luego de un exitoso paso por América, el mejor abogado de Gran Bretaña vuelve a sus tierras para formar parte de las filas del partido conservador... Fotos de su reciente batalla en el estrado de Florida por el caso "Crane" versus el trio investigativo de oro en la página 05 a la 07» Sanders bufa irritada cuando, luego de recuperar uno de los ejemplares de The Sun, lee un comentario bajo una foto en donde se le veía a ella de brazos cruzados escuchando las últimas palabras que Shelby le había dirigido «... Alguien necesita un estilista con urgencia. Al lado del siempre impecable Alec, el poco acertado conjunto de Alice Sanders parece haber sido escogido a ciegas».
―¡Oh, vamos! ―se queja genuinamente ofendida. De todo lo acontecido en Florida y su primordial cooperación en el caso "Crane", el comentarista de The Sun sólo se limitaba a insultar su recatado conjunto de pantalón de ajustada tela negra y azul blazer oversized―. ¿¡Puedes creer esto!? ―consulta la indignada morena casi como un reflejo al hombre que también leía en junto, aunque, pronto se asusta al reconocer su perfil y decide ocultarse tras el periódico para fingir nunca haber dicho una palabra.
Ethan Barnes, el guapo curador de arte, desvía su curiosa atención a la derecha y, al notar que no era observado, se devuelve hacia el dueño del quiosco y compra el periódico, pronto emprendiendo ascendente camino hacia el imponente edificio de la Galería nacional de arte. La morena le vigila con disimulo y contempla algo ruborizada como él se aleja. Luego de que fuesen a beber un trago juntos hace un tiempo, realmente pensó en llamarle, pero, su "relación" con Sherlock había evolucionado de tal forma que ni siquiera había recordado el rostro del hombre en cuestión hasta hace un minuto; y aquello le hacía sentir ligeramente culpable.
―¡Hey! ¡tú! ¡tu cara está en el periódico! ―dice el hindú dueño del quiosco, entusiasmado cuando se acerca a ella. La chica es sacada desde sus pensamientos dando un respingo.
―No...
―¡Si! ¡claro que lo eres! ―insiste el hombre de mediana edad entrecerrando sus ojos para escanear la pulcra cara de ella con mayor nitidez―. Te regalo el periódico ¡es tuyo!
Alice sonríe incómoda debido a la repentina atención que él estaba causando que recayera sobre ella, ya que, de pronto muchos de sus clientes comparaban su ahora desmaquillado rostro con las fotos del periódico; así que la morena sólo se limita a hacer una educada reverencia en dirección al amable y ruidoso vendedor con el único objetivo de desaparecer de escena con suma rapidez, retomando su ruta de trote de vuelta al 221 de la calle Baker. Y ya para la tarde, Alice, aun con su cabello húmedo luego de darse una rápida ducha, al notar que sus amigos habían arribado a casa, decide bajar rápidamente para mostrarles el infame periódico.
―¿Shelby será político ahora?
―¿No viste con claridad? ¡ESTAMOS NOSOTROS TAMBIÉN EN EL ARTÍCULO! Y muchas de las cosas que dicen no son para nada agradables ―le insiste la chica al doctor. Este hace un puchero dubitativo.
―No quiero continuar leyendo entonces ―sentencia doblando el ejemplar y dejándolo de lado―. Siempre critican lo que visto e insinúan que Sherlock y yo somos pareja.
―¡También hacen eso conmigo! ―se lamenta ella.
En tanto, el indiferente rizado se mantiene concentrado en el mural que comenzaba a armar sobre la pared, en cual exponía fotocopias a color de todas y cada una de las veintiséis cartas hechas a base de recortes de palabras sacados desde revistas. En el laboratorio se analizaría contenido y coincidencias de ADN. En casa él descifraría el "código" de esa supuesta amenaza obsesiva maquillada en pura constancia y perturbador optimismo.
―¿Cuál es el alimento del ego de un narcisista?
―Eso deberías saberlo por ti mismo ¿no? ―bromea John y Holmes le observa con poca gracia en junto. Alice se cruza de brazos en paralelo a ellos, dejando a Sherlock en medio.
―La atención.
―¡Exacto! ―exclama sagaz, dando un paso adelante y pronto saltando sobre el gran sofá, ahora volteándose hacia sus compañeros, entusiasta, ansioso, veraz―. Entonces, ¿por qué alguien quien no parece perturbado contactaría a un famoso y eficaz detective, o sea yo, para investigar un caso el cual podría simplemente haber dejado en manos de la policía?
―¿Más atención?... ¡Más atención! ―realiza John y el detective asiente. Alice les observa a ambos con extrañeza.
―¿Piensan que él mismo está detrás de todo esto sólo por publicidad?
―No, es demasiado simple ―dice inconforme―. También dudo que la banda sepa de quien se trate, pero, a Wolf le agrada la atención que recibe y, si investigar mediáticamente a dicha acosadora a través de mí resulta en más atención, es doble recompensa para su ego ―explica Holmes señalando energético las imágenes impresas tras él―. Tú nos ilustrate durante la mañana, Sanders, que en el grupo de fans Wolf es prácticamente venerado y las seguidoras son casi como un ejército online. Las personalidades de la banda fueron perfectamente creadas por su disquera y, a través de caras bonitas además de casi decentes melodías, cobran lo que se les da la gana por entradas y mercancías.
―¿A qué vas con todo esto, Sherlock? ―consulta un desconcertado John.
―Cuando tienes de tu lado a un ejército de admiradoras y enamorados a los medios de comunicación cualquier paso que des es el paso correcto. Entonces ¿qué sucedería si alguien quisiera realmente vengarse de él, pero, no de la forma tradicional? ―se detiene expectante, pero, para su decepción, sus amigos continúan observándole confundidos. Sherlock bufa impaciente―. ¡Está jugando a su juego para que él termine exponiéndose a sí mismo! Tal vez la persona que está enviando obsesivamente estas cartas quiere que su caso particular sea expuesto de una manera explosiva y mediática causada por nadie más y nadie menos que el mismo Adam Wolf.
―Estás sobre pensando demasiado, Sherlock ―desestima Alice y él gruñe enojado, pronto ambos desviando su atención a John en busca de reafirmación para sus contrarias posturas.
―No lo sé...
―¡Lo que digo es plausible!
―¡Es sólo una corazonada! Tú eres hombre de evidencia―insiste ella―. ¿Cuáles son tus pruebas en contra de él?
Los amigos continúan discutiendo arduamente, ahora Sanders uniéndosele al detective de pie sobre el sofá. Watson, en tanto, entrecierra los ojos, pensativo, y mira varias de las fotos sobre la mesita de té, cuales mostraban a la banda en conciertos, eventos y con sus fans.
―¿Por qué no hemos entrevistado a las miembros de su fans club en Londres, Sherlock?
―¿Qué? ―se voltea hacia su amigo, empujando ligeramente a Alice para que se callara, causando que esta cayese sentada sobre el sofá―. Ah, no me pareció realmente necesario. Las miembros actuales son en su mayoría chicas menores de edad. Obtuve toda la información que necesitaba a través de las groupies mayores, supuse que tendrían el cerebro más desarrollado. Pero, quizá mis expectativas fueron demasiado altas ―finaliza venenoso observando a Sanders hacia abajo. Esta, ofuscada, le golpea tras las rodillas, logrando que él cayese sobre su puesto junto a ella.
―Pues yo opino que es importante entrevistarlas ―anuncia seguro―. Así que lo haremos mañana.
El doctor se marcha a paso decidido desde la sala sin decir una palabra y sus amigos le observan desaparecer por el umbral en completo silencio. Unos segundos pasan hasta que Sherlock mire de reojo a la chica y ella se tarda unos segundos más en notarlo, pero, cuando lo hace, se gira completamente hacia él.
―¿Qué? ―consulta desafiante y él sonríe con suficiencia, entrecerrando sus ojos.
―Tengo algo que tú deseas.
La chica entorna también los ojos y se echa ligeramente hacia atrás, incrédula.
―Si esto es un eufemismo, estaré bastante sorprendida y perturbada, Sherlock.
―No es un eufemismo, Sanders, no seas una degenerada ―le critica aburrido. Ella no puede evitar sonreír entretenida.
―¿Qué es entonces? ―Holmes camina hacia el colgador junto a la puerta y recupera dos de los cuatro pases de backstage que guardaba en su bolsillo. Alice se alza sobre sus pies y acerca a él, dejando que la alegría venciera con creces a la incredulidad y la expulsara desde sus facciones―. ¡Oh, Sherlock!...
El detective no le permite sostener los pases y los esconde tras su espalda cuando ella ya se encontraba próxima para alcanzarlos.
―Te comportarás ¿verdad? ―la chica asiente obediente. Sherlock frunce sus labios―. Te daré estos pases con la condición de que seas inmediatamente útil si te necesito y que portes tu navaja además de pulsera de defensa personal.
―¿Por qué?
―Porque siempre es necesario andar armado ―miente y ella no tarda en sacar la navaja que siempre cargaba desde su bota―. Excelente ¿tu pulsera? ―la chica frunce sus labios y desvía la mirada, avergonzada. Él suspira decepcionado―. La perdiste.
―¡Lo siento! ―se lamenta realmente triste―. Luego de lo sucedido durante nuestra última noche en Baskerville... Después de mucho pensarlo, creo que le perdí mientras perseguíamos a Farkland.
―Como sea ―niega lento―. Esto es suficiente para que no piense en volver a regalarte una joya ―el resignado detective le entrega los pases a su amiga y esta sonríe hermosamente causando que sus ojos se iluminen.
―Tranquilo, en realidad no hay excusa alguna para que vuelvas a regalarme una joya ―dice aun sonriente mientras lee lo contenido en los pases. Él no responde, contemplativo de su feliz semblante―. Gracias
La morena se eleva de puntillas alcanza los labios de Holmes para brindarles un dulce beso, y el detective se siente ligeramente ansioso además de culpable cuando la agradecida chica se aleja un paso desde él.
―Ve por la nariz ―suelta de pronto y ella le mira realmente confundida.
―¿Qué?
―Sólo recuérdalo ―dice solemne―. No tengas muchas expectativas y ve por la maldita nariz.
. . .
La ansiada función de la tan anticipada gira que reunía a una de las bandas más populares de los años 2000's tomaría parte durante la tarde del viernes; por lo tanto, el único lugar en donde sería posible encontrar a las fervientes miembros del club de fans de TMA sería acampando a las afueras del estadio de Wembley, algunas chicas habiendo permanecido en los alrededores por días.
―¡Ahhh! ―grita una pelirroja de no más de dieciséis. Sherlock arruga el ceño, molesto, mientras que John da un ligero respingo―. ¡Yo los conozco de la internet! ¡son famosos!
―¡Cállate, niña! ―reclama el ofuscado rizado al notar que comenzaban a acaparar la atención de otras igualmente gritonas chicas quienes creaban coloridos posters―. Si tienes la menor idea de nuestro oficio, sabrás que no es conveniente llamar la atención así.
Ella le ignora y otra chillona adolescente se une para hablarle a John.
―¡Siempre leo su blog! ¡es muy gracioso!
―Gracias ―dice el aludido con un pensativo puchero, pronto dirigiéndose al frustrado Holmes en junto―. Al parecer soy gracioso.
―No, claro que no lo eres ―refuta cansado―. Ahora, enfoquémonos en lo que importa ―indica a las chicas en frente―. Ustedes ¿quién es su líder?
―Adam Wolf, por supuesto ―responde la soñadora pelirroja. Él rueda los ojos, exasperado.
―Me refiero a quien es la presidenta del fans club de idiotas.
―Desde hace años que no hay jerarquía en nuestro grupo. Todas nos unimos por el amor a la banda y nada más.
―Pero deben tener una representante...
―Esa sería yo ―sonríe brillante, ahora siendo rodeada por un par de jóvenes chicas más, quienes murmuraban ansiosas mientras observaban de reojo a los investigadores.
―¿No eres demasiado joven para eso? ―interviene John, preocupado―. ¿Has conocido a la banda?
―Claro que no. Su tour de reunión comenzó en marzo luego de casi diez años de separación.
―¿Qué es lo que te gusta de "The Modern Age"? ―le interroga Holmes de pronto. Las amigas se miran unas a otras―. ¿Es la música? ¿son los miembros de la banda?
―¡TODO! ―exclaman muchas de ellas y comienzan a cotorrear de manera casi imparable. Sherlock parece ligeramente mareado, así que John decide intervenir.
―Pero ¿qué es lo primero que les llamó la atención de la banda?
―¡Adam! ―responde la pelirroja sin dudarlo―. ¡Es un sueño! ¡lo dejaría caminar sobre mí si eso quisiera!
―¡Oh, sí!
―¡Por supuesto! ¡me casaría con él!
Los colegas se observan disgustados entre el repentino mar de hormonas adolescentes en el que se veían inevitablemente sumergidos, así que deciden pronto arrancar desde el lugar para adentrarse en el estadio con la gran libertad de le garantizaban sus pases brindados por el manager de la banda. De esa manera, no transcurren más de quince minutos hasta que Sherlock se vea inesperadamente distraído por un mensaje de texto por parte de Molly, en donde ella le contaba que los resultados no arrojaban más que el propio ADN de Wolf, por ende, las cartas habían sido hecha de manera realmente prolija, además de un pantallazo del más reciente post de la cuenta oficial de Twitter de la banda, en donde se podía ver a Sherlock y Adam dándose un seguro apretón de manos al conocerse. «Lee los comentarios» escribe Hooper acompañada de un emoji risueño. El detective arruga el ceño, pero, obedece.
―¡Esto es ridículo! ―se queja en voz alta. John, curioso, se inclina hacia él para leer desde la pantalla, no pudiendo evitar reír entretenido.
―Creo que tienes nuevas fans.
―¿Cómo es posible que estas idiotas niñitas no piensen...? ―dice disgustado, pero, se frena a sí mismo a media frase debido a una repentina epifanía.
―¿Sherlock?
El ensimismado detective se echa a caminar acelerado sin siquiera decir una palabra y su rubio amigo le sigue interesado. En tanto, a las afueras ya comenzaba a oscurecer, por consiguiente, el show estaba próximo y unas alegres Molly y Alice ya se integraban a la gran fila con el fin de ingresar al estadio junto a las demás fans. El ambiente era caótico, pero, ameno de todas formas. De alguna manera, la mayoría de las fans alrededor eran al menos diez a quince años menores que ellas y cargaban pancartas además de vestir mercancía de la banda, lo cual causa que Sanders pronto se sintiera realmente curiosa y, para cuando tomaban sus sitios en el "círculo de oro" del estadio gracias a sus pases otorgados por Holmes, la morena se atreve a hablarle a la fan que permanecía sentada en junto.
―Es increíble como tantas chicas jóvenes son fans de TMA ¿no?
―No lo es tanto si lo piensas ―responde sonriente. Sanders no puede evitar sentir algo de vergüenza ajena al notar la cantidad de mercancía que ella llevaba sobre sí―. ¡Ellos son grandiosos! ¡siempre lo han sido!
―¿Los sigues desde tus tiempos de secundaria?
―¡Por supuesto! Siempre he sido una fiel fan ¿y ustedes?
―Venimos por el factor "nostalgia" ―agrega Molly con su característico dulce tono mientras se abriga debido a la fría brisa. La fan, de pronto, les observa a ambas con un dejo de desprecio.
―Eso no es ser una real fan.
―No, ciertamente, pero de igual manera tenemos pases para conocerles de verdad y no tan solo sacarnos una foto con ellos ―se regodea Alice alzando su pase y la ofuscada chica le observa con incredulidad.
―¡Eso es tan injusto! ―se queja abatida―. ¡No piensan con su cabeza! ¡siempre eligen a las equivocadas y luego ellas juegan sucio hablando basura online...! ¡qué daría por conversar un rato con Adam!
―¿A qué te refieres? ―consulta la interesada morena.
―¡Ah! ―bufa frustrada―. ¡¿Qué te importa?!
Alice y Molly comparten una extrañada mirada y pronto se ven distraídas con el comienzo del show. Las luces se apagan por completo y la expectación inunda el vasto entorno, dejando así a la banda emerger entre un ensordecedor griterío de puro entusiasmo. La música comienza tan pronto como los miembros de TMA son iluminados y así se da paso a la primera canción del ansiado concierto. De pronto, debido a la explosiva energía que inunda al lugar, Alice olvida todas sus repentinas conjeturas, ya que, una entusiasta Molly le invitaba a cantar, saltar y disfrutar con ella olvidando por completo el frío.
En tanto, a tan solo veinte minutos de caminata desde el estadio, Sherlock y John se infiltraban a la habitación de Adam Wolf en el lujoso hotel Hilton luego de una difícil negociación con uno de los jóvenes asistentes del lugar.
―Me despedirán por esto... ―musita preocupado mientras espía desde la puerta de la suite.
―Puedes largarte, si deseas. Yo me adjudicaré la responsabilidad de todo ―insiste el detective cuando busca como un desenfrenado sabueso entre las cosas del músico. El chico niega seguro.
―Me quedaré aquí para asegurarme de que todo vuelva a ser ordenado como estaba y... Que no roben nada.
―No estamos aquí para robar ―interviene un ofendido John luego de haber revisado el baño―. Dijiste reconocernos ¿no? Investigamos. De hecho, fuimos contactados por el mismo Wolf.
―Entonces... ¿por qué buscaron entrar ilegalmente a su cuarto?
―Porque no hay nada mejor que sorprender a un narcisista. Aquel es el tipo de individuo quien nunca creería que alguien le lleva un paso de ventaja ―sonríe el rizado para sí mismo, suspicaz, ya que, entre las pertenencias del artista encontraba el tipo de pegamento cuyos químicos de composición él mismo había descifrado en el laboratorio de San Bartolomé el día anterior. Al parecer, Alice estaba parcialmente en lo correcto después de todo; al comienzo del caso había sobre pensando mucho una situación cuya respuesta era la más simple posible.
Simultáneamente, Alice y Molly, ya algo presas de una ganada disfonía debido a haber coreado todas y cada una de las canciones cuales realmente no esperaban recordar tan bien, ahora se dirigían entusiastas hasta donde les fue señalizado por uno de los miembros del staff, ello en los interiores cerrados del estadio. De pronto, ambas chicas son interceptadas en medio de su camino por los eternos corredores del complejo.
―Soy Jeff, el mánager de TMA ―se presenta el bien vestido hombre, observando fijamente a la morena―. Tú trabajas con Sherlock Holmes y el doctor Watson ¿no? ―la aludida asiente y él sonríe ladino―. ¡Excelente! Acompáñenme.
Las chicas son guiadas hasta el camerino principal y son dejadas ahí en compañía de jóvenes chicas en sus tempranos veintes, quienes, a diferencia de ellas, vestían bastante provocadoras y reían animadas a pesar de que sus lacios cuerpos no se correlacionaban con su supuesta energía. Molly y Alice comparten una incómoda mirada al, de pronto, ser casi asfixiadas por una chica que fumaba cannabis en junto.
De pronto, la banda se integra triunfal en el lugar, ello luego de haber cumplido con su siempre fugaz compromiso de "meet & greet". Como era de esperarse, muchas de las chicas se apresuran a saludarles con seductor tono, pero, Wolf, a pesar de adorar la atención, al notar que Alice había asistido tal como Holmes lo había dicho, se acerca a las apartadas amigas junto a la ventana. Molly se presenta tímida, pero, se da el valor suficiente para recibir el abrazo que él le ofrecía. Sanders, en tanto, cada vez más suspicaz respecto a la persona de Adam Wolf, se presenta algo tensa, bastante fría en comparación a Molly.
―¿Qué tal es volver a hacer giras internacionales? Caótico ¿no?
―Por supuesto. Pero lo vale ―dice con falsa modestia encogiéndose de hombros, ello mientras le indica a un miembro del staff en junto que les trajera algo de beber―. ¿Qué les pareció el show? ¿estuve a sus expectativas?
―¡Totalmente! ―responde Molly sin siquiera pensarlo, embobada con la postal que era aquel alto y apuesto espécimen americano. Él sonríe complacido y Alice entrecierra sus ojos, inexpresiva. Algo quedaba totalmente claro para ella en ese momento: Por más extraño que fuera, a su parecer la petulancia sólo la encontraba atractiva en Holmes, porque sabía que el último no se expresaba de esa forma por un afán de menoscabar intencionalmente a otros... Ello a menos que fuese motivado por su interno mecanismo de defensa, claro.
De pronto, las luces comienzan a parpadear a los alrededores, casi como el preludio de una animada fiesta, y, para el lúgubre asombro de Sanders, a los alrededores podía apreciar como diferentes tipos de drogas eran usadas para la tóxica entretención de muchos. En tanto, una agradecida Molly recibe uno de los tragos que Wolf había pedido para todos, ello de la mano del simpático y bastante ebrio baterista quien se distrae un momento al presentarse con Alice.
―Entonces ―agrega el conforme y provocador rubio cuando regresa al lado de la morena, ello después de un rato distraído en los tantos pecados que le rodeaban―. Sherlock Holmes me dijo que eres una fan.
―¿No estás preocupado por las "amenazantes" cartas que recibiste y que investiga él?
―¿Para qué lo estaría? ―desestima con un ligero ademán de la mano mientras imita la posición de Sanders en junto, afirmando su espalda en contra de la fría pared, contemplativo del cuerpo de ella a pesar de que la chica vestía unos simples jeans y chaqueta trench. Alice, al notarlo de reojo, arruga el entrecejo, molesta―. Es halagador, después de todo ¿a quién no le gusta recibir atención, y más, si es tan devota? Esa es una gran motivación para tan sólo existir.
―Qué profundo ―dice ella con un dejo de ironía en su voz, pronto volviendo a enfocar su mirada sobre Molly quien reía encantada por lo que sea que fuera que el baterista de TMA le había dicho. Adam sonríe petulante cuando nota que ella, silenciosa, deja su bebida sobre una mesita en junto.
―Así que ese es tu juego ¿no?
―¿Qué? ―consulta la indiferente morena sin siquiera molestarse en mirarle en junto.
―Hacerte la difícil.
Sherlock y John, en tanto, se apresuran hasta los interiores del estadio, ya conscientes de que el concierto había terminado, al igual que de la resolución del caso. Así continúan su caminata hasta el camerino principal en donde son admitidos por los guardaespaldas de la banda quienes vigilaban la entrada.
―... ¡OH, VETE A LA MIERDA! ―exclama Alice y, para la sorpresa de todos los cercanos observantes, le propina un feroz y contundente puñetazo a Wolf sobre la nariz; causando que este perdiese el equilibrio y tuviese que ser sostenido por el baterista en junto.
―Justo a tiempo ―sonríe Sherlock, satisfecho, y Watson se apresura hasta el caos para ayudar.
―¡Soy doctor! ¡Soy doctor!
Sanders se hace a un lado, sobando con urgencia su machacado puño, ello mientras una anonadada Molly intentaba acompañarla y contenerla. En tanto, Jeff, el mánager de la banda ayuda a John a examinar al desorientado vocalista cuando los demás ebrios y drogados miembros se integran riendo.
―¡Tenía que suceder algún día! ―grita el peli-azulado guitarrista alzando su botella de cerveza al aire como un brindis.
Sherlock se sitúa junto a Sanders y le aconseja en voz baja que deje el lugar, pero, cuando Wolf se reintegra y nota la estampida de su agresora, con su ensangrentada mano aun sobre su cara grita:
―¡ROMPISTE MI NARIZ! ―se queja con palpable rabia―. ¡Te demandaré! ¡zorra!
Y, a pesar de que Holmes y Watson ya estaban listos para pelear, Molly es quien interviene para la sorpresa de todos.
―¡¿QUÉ LE DIJISTE?! ―la furiosa castaña no lo duda un segundo y le lanza el robusto vaso de whiskey a la cara, dándole así en el ojo; logrando que el rubio cayese de un estrépito al piso esta vez debido al aumentado dolor.
El lugar se vuelve un reverendo caos exponencialmente peor al anterior y Watson se encarga de salvaguardar a sus amigas para sacarlas y alejarlas lo más posible desde el camerino; ello mientras Holmes, de cuclillas, se encarga de explicarle su situación al engreído vocalista.
―No demandarás a nadie ―espeta con amenazadora suficiencia―. Si no quieres que yo exponga al público y tus colegas tu vergonzosa artimaña de llamar la atención para alimentar tu hambriento ego luego de diez años de fracasos de carrera en solitario, deberás olvidar esto. De lo contrario, tus nuevas fans descubrirán aún más rápido que las antiguas lo despreciable, desesperado y miserable que eres. Ah, y debes saber, por si no lo imaginabas, que tengo pruebas para sustentar todo ―el ensangrentado sujeto pretende discutir, pero, su manager le frena con sólo poner su mano sobre el hombro de él. Holmes sonríe tétricamente esta vez―. Buena suerte ahora viviendo sólo de tu apariencia ¡no eres más que un patético hombrecillo!
El triunfante detective abandona el camerino y, al encontrarse solo, decide revisar su teléfono pronto leyendo un mensaje por parte de John; los amigos se encontraban en el vacío baño de chicas en el lado sur del gran recinto, ya que, el doctor vendaba la mano de Alice con un trozo de tela que le fue brindado por un amable auxiliar de limpieza que rondaba los pasillos hace un rato.
―Está resuelto.
―¿El caso o mi demanda? ―consulta una irónica Alice.
―El caso y la demanda ―comenta acercándose y escaneando con su atenta mirada a ambas chicas: Sanders lucía inconfundiblemente molesta, pero, resignada. Molly, en tanto, parecía hiperventilada y caminaba de allá para acá, incrédula de lo que había sucedido.
―Aun no puedo creer que Adam sea tal... ―dice la castaña al encontrarse de frente con Sherlock―. ¡Bastardo!
―Cuida ese lenguaje, Molly ―le corrige él con una sonrisa ladina y ella menea lento su cabeza, perdiendo su mirada sobre el piso―. ¿Les contó John cual fue la resolución del caso? ―ellas niegan y el doctor bufa irónico para sí mismo, ya habiendo terminado con la delicada mano de su amiga―. Él se enviaba aduladoras cartas a sí mismo con el objetivo de crear alguna noticia y posterior "tendencia" para que sus susceptibles e idiotas seguidoras adolescentes continuasen venerándole como un Dios a pesar de sus limitados talentos, cuyas falencias, creo muy probable, ahora no lucirán tan atractivas en su machacada cara, cortesía de ustedes.
―Oh... ―musita una disgustada y decepcionada Sanders cuando se encamina a la salida del baño en compañía de Molly―. Eso es lo más idiota que he oído hoy y yo tuve que soportar escucharlo intentar coquetear conmigo por veinte minutos.
Los amigos, a pesar del caos vivido, no pueden evitar reír algo fuerte debido al comentario de la agotada morena. Así, adelantándose a Watson, Holmes se interpone entre ellas y decide abrazarles a ambas por sobre los hombros mientras caminan a través de uno de los eternos corredores del ya vacío estadio de Wembley.
―Estoy orgulloso de ustedes ―dice conforme. Alice rueda los ojos y Molly, a pesar de entretenida, frunce sus labios, aun sintiendo algo de culpa―. Realmente lo estoy. Sus adolescentes internas no son tan idiotas como temía.
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