65 | África
―¿Debería preocuparme? ―pregunta Moran acercándose hasta el asiento de la chica en el Jet privado que les trasportaba como pasajeros.
―Es John ―responde ella levantando la mirada desde su teléfono―. Anoche me obligó a liberar la memoria de mi celular, para luego amenazarme con que no volvería a dirigirme la palabra si no le enviaba fotos de animales en la sabana para su blog.
―Tendrás mucho tiempo mañana para hacerlo. Hoy debemos permanecer en Sudáfrica durante unas horas. Tengo que atender algunos asuntos de A.L.I.V.E. Y por la noche volaremos en dirección a Botsuana y nos iremos de safari por el día.
―Excelente ―Alice espera hasta perder a Sebastian de vista.
―En su itinerario no figuran reuniones durante el día de hoy. Debemos estar alerta.
―Claro ―responde ella desde su celular, para luego acomodarse sutilmente el auricular por donde escuchaba a su colega―. Creo que debería apagar el micrófono, usarlo me podría delatar.
―Debe permanecer encendido. Tan solo no te dirijas a mí en voz alta. Sólo limítate a escribir tus respuestas.
―¿Para qué? Te informaré sobre todo lo que pase.
―Te distraerás desde tu objetivo si no tienes a alguien que te vigile.
―He trabajado sola durante seis meses... Además, es parte de la misión que yo parezca estar prendada de Sebastian.
―Es una pérdida de tiempo.
―No, no es así.
―¿Has conseguido la memoria que él resguarda para Moriarty?
―No, pero sabes que él en realidad no la tenía. Se supone que hoy...
―Entonces no se diga más. Por la tarde le seguiré hasta su reunión y tú solo debes esperar por él en el hotel.
―Bien...
―Nos vemos en Botsuana.
―¿Vemos?... ¿Sherlock?... ―el detective corta la transmisión antes de que ella pueda interrogarle.
¿Vemos? Que se juntaran no era en absoluto parte del plan. Lo pondría todo en peligro... Él estaría en peligro. Sanders tapa su boca con delicadeza, para luego susurrar con mirada perdida.
―Maldito idiota...
―¿Disculpa? ―pregunta Moran sorprendido y entretenido, dejando su vaso de whisky sobre la mesita que les separaba para sentarse frente a ella.
―Holmes... ―extiende el apellido mientras intenta inventar una excusa―. Usó mi bañera para un experimento.
―Él se toma muchas libertades contigo ―asevera mientras alcanza y toma un sorbo de su trago. Alice se encoge de hombros, evasiva―. No entiendo tu relación con él.
―Para entenderla, debes conocerle primero antes de juzgar sus acciones. Todo se trata de contexto con él ―Sebastian la mira con calma durante unos largos segundos, para luego cortar contacto. Finalmente alza la vista, como tratando de contener sus contraargumentos.
―Si tú lo dices.
Diez horas por aire separaban a Londres de Cape Town, la capital de Sudáfrica. El vuelo, muy contrario a lo esperado, no se hizo tan eterno. Y, a pesar de la inicial intriga por parte de Sebastian respecto a la relación de Alice con Holmes, el resto del viaje es bastante placentero. Sherlock no contacta más a la joven mientras ella vuela, pero Sanders sabía debido al eco percibido de vez en cuando, que el micrófono que ella llevaba puesto transmitía lo que era hablado en el Jet. Alice casi podía imaginarse la mueca de disgusto del detective al escuchar la plática de la pareja, entre otras cosas. De esa manera, cuando el vuelo arriba finalmente a su destino, ambos son dirigidos de inmediato hacia su cuarto de hotel en la cúspide del edificio del Cape Royale Luxury. En donde era posible apreciar una incomparable y lujosa vista de la ciudad capital y sus alrededores.
Al cabo de unos minutos, Moran se despide de la joven y raudamente desaparece hacia su reunión. Alice, impaciente, comienza una exhaustiva búsqueda en la habitación. Sentía que, de alguna u otra forma, él la tendría vigilada debido a las circunstancias. No tener bajo su vigilancia a una de las únicas personas capaces de liberar y destruir el contenido de la memoria contenedoras de los planos nucleares era un riesgo bastante alto. Es así como ella se pone en los zapatos del empresario y su conclusión es simple: Paranoia.
Así, luego de casi dos exhaustivas horas de implacable búsqueda, la chica se da por vencida. No había rastros de cámaras, micrófonos o nada que pudiera violar su privacidad, al contrario de lo que ella y Holmes habían previsto con anterioridad. Aquello hace sentir a Sanders completamente impotente por estar en aquel figurativamente vacío cuarto, ella ahora podría estar junto a su colega en casa recolectando datos y quizá resolviendo su próxima jugada para obtener la memoria.
―Moran tiene los planos. Va hacia el hotel en este preciso instante.
Al ser alarmada por Sherlock, la chica ordena rápidamente el desastre que había causado en la habitación y decide, para desviar sospechas, darse un baño en la espléndida tina con vista hacia la ciudad. Sanders llena la tina con agua tibia y una mezcla de sales aromáticas y pronto le da play a la lista de reproducción de su celular, "I'm outta time" de Oasis comienza a sonar de inmediato.
«... If I'm to fall
Would you be there to applaud?
Or would you hide behind them all?
'Cause if I have to go,
In my heart you grow
And that's where you belong... »
https://youtu.be/fAWAVAnUde4
Luego de unos minutos se sumerge en la tibia agua sin más y vuelve lentamente hacia la superficie para encontrarse con Sebastian quien le miraba fijamente, sentado sobre una esquina de la bañera.
―Ninguna de las anteriores.
―¿Qué...? ―pregunta Alice, extrañada y refregándose la cara para quitarse el exceso de humedad.
―La canción ―aclara con una leve sonrisa, casi sincera―. «Si estoy por caer ¿estarás ahí para aplaudir? o ¿te esconderás detrás de todos los demás?». Ninguna de las anteriores, te lo aseguro ―asevera serenamente antes de dejar a Sanders a solas en el cuarto de baño.
.
El parque nacional Chobe está ubicado en el implacable y colorido desierto de Kalahari al norte de Botsuana. Eran las siete y treinta de la tarde y el cielo comenzaba a impregnarse de un suave naranja. Pronto, luego que ambos dejaran sus pertenencias en su cuarto y alistaran, bajan hasta el lodge principal en donde eran aguardados para la cena. Era costumbre por parte de la posada el recibir a sus huéspedes con una gran fiesta durante la primera noche de la temporada, debido a que la estancia nunca era muy prolongada.
Moran y Sanders proceden a sentarse en la mesa que les es asignada, la cual poseía una privilegiada vista hacia la sabana. Y, en ese momento, Alice se quita disimuladamente el auricular desde su oreja, ya que, Holmes no le había hablado por horas, sin embargo, el micrófono seguía escondido en su arete. Si él quisiera informarle algo con urgencia, se haría notar.
De esa manera, tan pronto como sus platos arriban, la pareja procede a comer con tranquilidad disfrutando alegremente de la cálida atmósfera a su alrededor en silencio, ello hasta que el camarero retira los platos vacíos y Sebastian llena nuevamente las copas con rosé.
―¿Sabías que, según las leyendas de Botsuana, las brujas pueden tomar diversas formas?
―Parecido a lo creído en la cultura occidental.
―Por supuesto, también es dicho que las hechiceras tienen una preferencia por los gatos, sobre todo negros.
―¡Loki! ―ríe la joven.
―Debes aceptar la hipótesis de que tu pequeño felino es una bruja intentando pasar desapercibida.
―O un animago.
―Referencia de Harry Potter ¿verdad? ―dice curioso y mordiéndose el labio inferior ante la brillante sonrisa de su acompañante.
―Lo entendiste, me gustas ―responde ella levantando su copa para luego tomar seductoramente un sorbo. Su celular pronto vibra dos veces, pero pasa desapercibido. Moran ríe suavemente en respuesta y prosigue.
―Parte de aquella creencia es que las brujas se esconden dentro de las hogazas de pan ―dice tomando la hogaza que no habían comido, situándola frente a la joven. Para luego entregarle un cuchillo para mantequilla―. Los lugareños suelen cortar el pan a la mitad para comprobar que no haya hechiceras dentro ―él pone ambos puños bajo su mentón y le hace un ademán a la chica para que corte la hogaza a la mitad. Ella obedece entre risas, ignorando nuevamente su dispositivo móvil.
―¡Nada! ―exclama-
―Qué alivio.
―¡Qué estafa!
Esta vez el celular de Alice comienza a vibrar incesablemente. Tal como si los mensajes fueran enviados palabra por palabra. Sanders mira hacia todos lados, intentando buscar alguna señal de alerta, pero nada. Finalmente, sin saber por qué fija su mirada sobre un solitario hombre en el horizonte, quien bebía desde una copa de licor. Aunque, pronto es sacada desde su fugaz trance por Moran, quien no puede evitar notar como la joven divagaba sin razón aparente para él.
―¿No responderás? ―consulta haciendo un ademán con la cabeza en dirección al teléfono de la chica. Alice suspira cansada.
―Debe ser Holmes. De seguro me está pidiendo que contrabandee algo para alguno de sus locos experimentos ―ella finalmente se rinde y procede a revisar los mensajes.
«―¿Te quitaste el auricular?
―Eres una idiota.
―Él es un idiota.
―Ambos lo son.
―Gato, cliché.
―¿Pan? Qué mundano.
―Sanders
―C
―o
―n
―c
―é
―n
―t
―r
―a
―t
―e
―!!!!!
―¿Locos experimentos?
―¡ES CIENCIA!
―Bueno, que vas a saber tú...
―Insulsa.»
―Extravagante ―añade Moran y ríe sonoramente observando la expresión de confusión de su acompañante.
―En su totalidad... ―susurra―. ¿En qué ibas?
―Bueno... ―en ese momento se revierte la situación y el teléfono de Sebastian es el que les interrumpe. Moran observa fugazmente la pantalla mientras un alto y pálido hombre de avanzada edad se les acerca.
―¿Son ingleses?
―No, no en realidad ―responde Alice con amabilidad.
―Pero hablan el idioma, me ha costado mucho hacerme entender entre europeos ―se lamenta―. Hablan diferentes lenguas y yo, un simple profesor de Química Americano. Suelo estar muy perdido.
―¿De qué parte de EE.UU viene usted?
―New jersey y ¿usted, señorita? ―consulta de manera dulce, Alice sonríe.
―Ahora desde Londres, pero ese no es mi lugar de nacimiento ―el teléfono de Sebastian vuelve a sonar, causando que este se alzara desde su puesto.
―Lo siento mucho, Alice. Debo atender esta llamada desde Alemania. Supongo que estás en buena compañía ―comenta el empresario con candidez y procede a marcharse del lugar.
África de Toto comienza a apoderarse del lugar y el sonido de tambores característicos del antiguo continente inunda por completo el ambiente.
https://youtu.be/DWfY9GRe7SI
―¿Cuál es su nombre, señor?
―Clarice Hart sería poco creíble ¿no? ―responde él adoptando un acento inglés instantáneamente mientras ocupa el puesto de Sebastian.
―¿¡Holmes!?
―Tu comportamiento poco profesional nos retrasa...
―¿Poco profesional? ―espeta ofendida, aunque aún su semblante no borraba la sorpresa.
―Para ti siempre los casos son vacaciones, románticas en esta ocasión.
―Estoy interpretando mi papel.
―¡Qué conveniente! ―reclama el detective rodando los ojos con ironía. Alice ofendida contraataca.
―Claro. Como si tú no fueras a hacer lo mismo con la "mujer", si tan solo lo ameritara la situación.
―Claro que no.
―No engañas a nadie, Holmes. Todo el 221 de la calle Baker sabe que sigues correspondencia vía mensaje con ella ―le incrimina la chica levantando el dedo índice amenazadoramente.
―Ella a mí, yo no respondo ―se defiende con indiferencia.
―Si no quisieras su atención simplemente la bloquearías o al menos cambiarías el tono de alerta de mensajes. Pero no lo haces, porque hay algo que te fascina de Irene. A simple vista te entiendo, claro que sí... ―comenta pensativa―. Pero, al fin y al cabo, ¡la mujer es una demente!
―Tú también lo eres. Todas las féminas lo son.
―¿Cuál es tu punto? ―refuta confundida.
―Antes que desviaras la problemática hacia mi persona, te reprendía el no concentrarte en lo que realmente importa. Rescatar el flash drive.
―Ese ha sido mi objetivo en todo momento.
―Madrugadas extensas ―dice con disgusto―. Me parece más una distracción, que una efectiva metodología de recuperación de los planos.
―¡Oh por favor! Deja tus celos de lado ―la morena vigila por sobre su hombro que Sebastian aun no volviese―. Sabes muy bien que no puedo tan solo arrebatarle la memoria USB a Sebastian desde las manos...
―¿Celos...? ―bufa Holmes con desdén. La joven le ignora y continúa con su discurso.
―... Debemos seguir con el plan original ¿safari mañana a las siete?
―Todo está planeado según lo previamente estipulado.
―Perfecto.
―Por supuesto ―alza una petulante ceja falsa y blanca―. Yo gestiono el plan.
―Tan a la ofensiva... ¿Acaso quieres pelearme a golpes? Sabes que te gano ―refuta Sanders exasperada por la mala actitud de Holmes hacia ella.
Él solo se limita a gesticular una fingida sonrisa y camina a paso acelerado fuera del lodge, dirigiéndose hacia el corredor del hotel para perderse de vista. Así es como, al cabo de unos minutos, Sebastian retorna a escena, volviendo a tomar su lugar junto a Alice.
―¿Y nuestro acompañante?
―Los ancianos se duermen al anochecer.
―Desconectaré mi auricular hasta mañana. No soporto su vago y lamentable humor.
. . .
―En una hora y cuarentaicinco minutos llegaremos a nuestro destino: Las cataratas Victoria. Mientras tanto, si miran a su derecha, pueden observar a una manada de...
―¡Fascinante! ¿no cree, señorita? ―grita Holmes, aun personificando al anciano americano, sentado a la derecha de Alice en el jeep que los llevaba como pasajeros.
―Claro que lo es.
―Aun no nos hemos presentado, señor ―saluda el empresario desde el otro extremo de la van―. Sebastian Moran.
―Gregory Brown.
―Mucho gusto ―responde con un firme apretón de manos.
El recorrido sigue con tranquilidad con el jeep cual se detiene cada cierto momento para que la gente pueda tomar fotos y contemplar con mayor claridad la flora y fauna que reinaba el lugar. El tiempo de recorrido pasa en un abrir y cerrar de ojos, así llegando finalmente hasta su destino.
―El río Zambezi fluye con calma a través de las tierras de Botsuana, hasta llegar aquí: Las cataratas Victoria ―cuenta el guía turístico―. Como ya saben, este recorrido tiene como nombre "Volar con los ángeles, nadar con el diablo". Y resulta que, efectivamente, ahora volaremos junto a los ángeles, acompáñenme hacia el helicóptero que nos aguarda.
Los turistas abordan el transporte y son maravillados minuto a minuto por la vista a sus pies. Alice chilla como una niña a ratos, ello al ver elefantes, cebras e hipopótamos a distancia. Y Sebastian, por su parte, parece genuinamente disfrutar de la adorable postal que era su chica, al igual que el disfrazado y contemplativo Sherlock Holmes.
De esa manera, luego de unos soñadores treinta minutos, cuando el recorrido aéreo termina al fin, nuevamente el guía se encarga del grupo de visitantes.
―Supongo que todos empacaron su traje de baño como les fue recomendado en el hotel ¿verdad? ―consulta alegremente para pronto señalarles la bella postal tras ella―. Les presento "El pozo del diablo". Cual no es tan peligroso como se ve en las fotografías, ya que, en realidad la fuerza de la cascada es drenada debido a unas rocas...
―Esto es simplemente maravilloso ―comenta la joven con entusiasmo y se voltea hacia el anciano acompañante―. Me podría tomar una foto, supongo que no se bañará en las aguas.
―¿Qué te hace suponer que el señor Brown no se dará un baño? Es una posibilidad de una vez en la vida ―refuta Moran con extrañeza.
―No, señor. Nunca he sido muy apasionado a la natación, verá cuando era joven e intrépido como usted casi me ahogo en el mar. Y luego de ello juré por mi vida que nunca más habría de arriesgarme. Aunque, verá, a mi edad contemplar la belleza de los alrededores es premio suficiente.
―¿Qué fue lo que dije? ―refuta Sanders con suficiencia mientras acomoda sus gafas.
―Tanto tiempo con Holmes te ha vuelto un cerebrito ―comenta Sebastian con desdén, pero ablandando su expresión al besar la frente de la chica y marcharse hacia el camarín para cambiar su atuendo.
Sherlock, completamente tenso, agarra el celular de la chica con brusquedad.
―Imbécil.
―Ya sabes mi contraseña.
―"Holmesgettfout" Es la peor contraseña de la historia.
―Aun así, te costó averiguarla ―dice con suficiencia―. Además, que puedas acceder a mi celular no significa que puedas acceder a mi nube de información, querido. Si así fuera, hubieras sabido sobre mi trato con Mycroft desde hace muchos meses ―agrega en su defensa, y le da un beso sobre la mejilla a Sherlock―. Vaya, pensé que mis labios quedarían con maquillaje... ¿Qué base usas para que dure tanto bajo este calor?
―¡Ya vete!
Alice salta sobre sus pies debido a la impresión y camina pronto hacia donde se encontraba Moran.
―¿Puedo entrar?
―Claro ―la joven comienza a quitarse la ropa sin más, debido a que llevaba su bañador ya puesto.
Moran le observa entretenido.
―¿Acaso no leíste las instrucciones del tour?
―Nadie hace eso.
―Yo sí ―ella coloca su pequeño bolso junto al de Sebastian.
―Supongo que este lugar es seguro ―comenta dubitativamente el empresario con la mirada fija sobre sus pertenencias.
Luego, se encoge de hombros y sale del lugar, y Alice le sigue de cerca intentando descifrar aquel momento ¿Él le estaba dando una ventana de acción en su contra de manera voluntaria?
Moran se da un chapuzón en el pozo, mientras que Sanders se acerca nuevamente hasta el anciano Holmes para contarle lo acontecido.
―La memoria está en sus pertenencias ―concuerda Holmes y mira disimuladamente hacia los camerinos―. Hay guardias resguardando el lugar. Tendremos que aplicar el plan C.
―¿Plan C? ―pregunta una sorprendida Alice, ello mientras finge enseñarle a usar el teléfono a su acompañante, ya que, Sebastian les observaba desde lejos.
―Si, plan C. Recuerda mantener la calma, ya que nada es lo que parece. Ahora ve, nos están vigilando.
Sanders pronto se une a su acompañante en las aguas del río Zambezi. Y Holmes, desde lejos, le toma fotografías a regañadientes a su amiga, quien posaba con gusto ante la irritada mirada de él. Así, luego de unos minutos, cuando ella decide flotar relajadamente boca arriba mirando hacia el cielo, este es inesperadamente invadido por cientos de aves volando a toda velocidad luego de un repentino chillido.
―¡ALICE! ―grita Sebastian desde el otro extremo del pozo. La joven se reincorpora y horrorizada contempla como a unos cuatro kilómetros aproximadamente una estampida se aproxima a toda velocidad en dirección a cruzar el río y que todos los bañistas se apresuraban a la costa.
Y, así, el caos se apodera del lugar en una fracción de segundos.
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