✨61 | All saints' eve
«Row, row, row your boat. Gently down the stream. Merrily, merrily, merrily, merrily. Life is but a dream...»
Un súbito y quemante suspiro vuelve a Alice consiente de su entorno, dejando aquella melodía irremediablemente atrapada en su cabeza. A duras penas abre los ojos y, poco a poco, se acostumbra a la tenue luminosidad del cuarto hospitalario en el que se encontraba. Se sienta sobre el colchón y estira sus brazos, exhausta, pero sana. Ni un solo rasguño a la vista. Sin embargo, muy al contrario, su mente dolía tal cual después de una noche intensa de parranda. La joven finalmente se alza de pie y se quita las agujas intravenosas desde sus brazos.
―Ya era hora ―espeta Holmes al abrir la puerta de la habitación. Alice le mira interrogante. Él tampoco parecía dañado, ya que, se colocaba su clásica chaqueta con comodidad.
―Gallagher ya despertó. En cinco minutos debemos ir hacia Beaumont.
―¿Gallagher...? ―consulta genuinamente desconcertada―. ¿Dónde está John? ¿qué sucedió?
―Ya lo veremos.
El solemne detective le echa una última ojeada a su sana compañera para cerciorarse de su salud y pronto deja el cuarto. Así, Sanders cambia su atuendo y baja rápido hacia el frontis del hospital general de Dublín en dirección a un auto negro en el cual Fox les esperaba. Holmes y Gallagher, ya adentro del carro, aguardan en completo silencio. Y, la joven se detiene por un segundo, decidiendo eventualmente caminar unos metros hasta divisar a John quien se acercaba desde otra puerta del complejo hospitalario. Él tenía una mano vendada y una ceja partida.
―¿John...? ¿qué?
―Sherlock, Alan y tú fueron drogados ―responde el doctor en calma, invitando a la joven para que se subiera al auto.
―¿Quién te hizo eso?
―Yo aparentemente ―agrega el detective privado de Dublín mostrando su mano y antebrazo derecho vendado hasta el codo.
De esa manera, al llegar hasta el hospital mortuorio, bajan apresuradamente y caminaron en dirección a una tecnológica sala a la cual no habían entrado antes.
―Mis oficiales han recopilado todas las cintas de vigilancia del día de ayer en que ustedes aparecen. Ya las hemos revisado y nada nuevo.
―¿Nos permiten? ―pregunta Holmes educadamente y los policías se hacen a un lado.
Las grabaciones enfocan a los cuatro colegas caminando hacia el recinto desde diferentes perspectivas. Holmes, impaciente, adelanta el video hasta cuando llegan a la mina del terror. Alice, Gallagher y él se pierden de vista por un segundo. Pero, de inmediato, una de las cámaras subterráneas con infrarrojo les divisa. Nada fuera de lo ordinario. Los minutos pasan casi estáticos y no hay indicio alguno de como la droga les fue administrada. Sherlock vuelve una vez más a adelantar la cinta en el momento en que se separan en parejas. Primero examinan el recorrido que John y Alan hacen al extremo Este del parque. Todo tranquilo hasta que el reloj marca las 00:00.
Gallagher comienza a tambalearse hasta perder el control de sí mismo casi por completo y Watson corre hacia él para socorrerlo. Unos segundos pasan y Alan parecía no responder en absoluto. John le habla con firmeza y, al no ver respuesta, se pone de pie e intenta usar su teléfono. El detective privado, aparentemente aun mareado, se reintegra y abalanza violento sobre el doctor, golpeándolo contundentemente en la cara. Watson se aleja unos metros para recomponerse, pero, cuando divisa que su compañero fuera de sí se proponía a atacarlo nuevamente, le enfrenta valientemente, torciéndole el brazo derecho e inmovilizándolo de manera eficaz contra el suelo. Así, luego de dos minutos de pelea llegan refuerzos a socorrer al doctor.
―Aunque no soy responsable de mi yo drogado ―interviene Alan con pesar―. Lo siento mucho, doctor Watson.
―No hay rencores ―asiente el afable docto.
Holmes, pensativo, pronto presiona play para observar la grabación en donde él y Sanders eran los protagonistas. En el video ambos, luego de andar por un largo y oscuro camino rural, se encuentran con una escena del crimen bastante considerable. Y, paulatinamente, al pasar los minutos sus comportamientos se van volviendo erráticos. Sherlock agita sus brazos en el aire como intentando alejarse de algo, así, sin notarlo choca su espalda contra un árbol y cae a sus faldas; él se abraza las rodillas y comienza a hablar para sí mismo. Por otro lado, Alice parecía intentar gritar, pero, después de varios intentos, se toca el cuello hasta llegar a su cabeza. Se revuelve el cabello y lo jala intermitentemente. Acto seguido, cae al piso con fuerza sobre sus rodillas, se demora, pero logra reincorporarse. Ella respira agitadamente y mira en todas direcciones hasta divisar a Holmes. La chica saca lo que parece ser una navaja desde su bota y se arrastra como puede hasta su compañero.
Sherlock, quién parecía estar en un trance, no percibe que su amiga se aproxima amenazadoramente a él con un objeto corto punzante; sólo se limita a murmurar o gritar según lo que la droga en su cuerpo le obligara. Finalmente, Sanders se acerca lo suficiente al detective como para dañarle y se pone de pie desafiante frente a él, pero, luego de un corto lapso el cuchillo se resbala sin más desde sus manos. Esta vez es ella la que se deja caer sobre sus rodillas al lado de su amigo y afirma su mentón sobre en la cabeza de él. Holmes se aterra en intenta empujarla, pero ella le toma ambas manos y comienza a susurrar continuamente. Causando, aparentemente, que el detective le imitara; así calmándose hasta que la ayuda arribó.
Los cuatro involucrados tenían su mirada fija sobre los monitores, sorprendidos y atrapados en sus pensamientos a la vez.
―Mis oficiales dijeron que le susurrabas una canción para niños.
―¿Una canción para niños? ―le pregunta la atónita chica a Fox.
Holmes y ella conectan sus cristalinas miradas en busca de respuestas. Aunque, pronto Sherlock se exalta y se vuelve hacia el monitor nuevamente para retroceder el video hasta el momento en que Alice pierde el habla.
―¿Qué fue lo que viste en ese momento? Intentabas de advertirme algo ―le presiona su amigo y ella se acerca a la pantalla para ver con más claridad.
―¡Los folletos! Había igual número de folletos que de personas muertas ―señala indicando los papeles cerca de los charcos de sangre.
―...Yo fui el único que no tocó el panfleto religioso... ―agrega John.
―El veneno pudo haber estado impregnado en el papel... ―interviene Gallagher de igual manera.
―... Y, a través de la sudoración de la mano ―susurra el suspicaz rizado ante la ansiosa vista de Fox―, la toxina era absorbida por el cuerpo...
―¡Necesitamos uno de esos panfletos! ¡hay que examinarlos!
Ese preciso momento es como si una ampolleta se hubiera encendido sobre la cabeza de Holmes. El detective consultor se coloca su guante de cuero negro y mete su mano al bolsillo de su chaqueta para sacar un arrugado papel desde él. Todos se miran con una mueca de satisfacción y Fox les guía rápidamente hacia un laboratorio químico.
Después de media hora, los resultados eran concluyentes. Efectivamente la droga estaba presente en los folletos y, debido a que la escena del crimen estaba sin alterar, además de los efectivos médicos y policiales trabajando con guantes, fue imposible notar aquella vital evidencia.
Una vasta investigación para dar con los tres repartidores se llevó a cabo, y, los aludidos resultaron ser también cuerpos en la morgue. Así, la policía, luego de unas horas irrumpió en sus hogares, encontrando evidencia que los vinculaban directamente con el crimen. La teoría final de los efectivos policiales apuntaba a que Ronald, era el instigador. Aquel hombre de cuarenta años tenía un gran historial de internaciones en hospitales psiquiátricos en Irlanda y parte del reino Unido. Y, actualmente se encontraba desaparecido además de tener una orden de arresto por parte de la policía. Sin mencionar que, según su ficha médica, quedaba bastante claro que él tenía lo que coloquialmente se denominaba "El síndrome del profeta". Con su visión distorsionada del mundo logró cautivar por completo a dos jóvenes idealistas y desquiciados como él, quienes le ayudaron a hacer efectivo su sádico plan del día del juicio final...
Y ¿qué mejor escenario que una de las fiestas paganas más populares de Europa?
.
Luego de un par de esenciales horas de análisis del caso, este concluye con éxito y los amigos son liberados en sus facultades, sin antes un sentido agradecimiento por parte de los efectivos de la policía irlandesa, quienes, maravillados con la celebridad que eran ellos tres, sobre todo Holmes, insisten en invitarles a beber algunas buenas y famosas cervezas de la zona en el pub de la prefectura de Dublín. Alice comparte un cigarrillo con Gallagher además de un par de oficiales de la policía a las afueras de la morgue y no puede evitar reír a carcajadas con las ocurrencias de todos, los irlandeses realmente tenían un carisma especial, sin mencionar ese tosco acento el cual hacía de sus relatos aún más cautivantes.
De pronto, ella observa por sobre su hombro a un pensativo John sentado sobre una banca y sosteniendo su teléfono entre sus manos. Aparentemente, recién había recibido una llamada.
―¿Qué sucede?
―Nada, nada... ―responde por inercia, pero, al alzar su mirada, decide continuar―. ¿Por qué no te agrada Jeannette?
La morena es tomada por sorpresa e, incómoda, toma lento puesto junto a su amigo.
―Sherlock es una rata... ―refunfuña y pronto suspira profundo, resignada―. Eso no importa...
―Lo hace ¡lo hace! Eres mi amiga y me importa tu opinión.
―Pero...
―Si a ti no te agrada es porque debes notar algún comportamiento desagradable en ella ―insiste―. Podrás ser autodestructiva, pero sé muy bien que no eres alguien egoísta. Te preocupas por quienes te importan ―asegura y la chica sonríe leve, cabizbaja―. Por lo mismo me inquieta que ella no te agrade.
―¿A ti te agrada?
―Lo hace...
―¡Entonces eso es todo lo que importa, John!... ―exclama mientras posa su brazo por sobre los hombros de él―. Sólo procura no olvidar que eres un individuo independiente y con necesidades propias ―el doctor entrecierra sus ojos, suspicaz y ella decide que es tiempo de arrancar―. Iré por Holmes. Aún está en la sala de análisis ¿verdad?
Watson asiente lento y le observa con ojos entornados mientras ella desaparece al interior de la morgue.
―¡Hey! El caso ya fue resuelto, son las once de la noche... ―anuncia la morena al abrirse paso a la casi desierta sala―. Gallagher y los oficiales de Fox nos invitaron por unas cervezas como despedida.
El detective, sin levantar su vista desde el microscopio, comienza a cantar suavemente una familiar melodía.
―"Row, row, row your boat. Gently down the stream..."
―"Merrily, merrily, merrily, merrily..."
―"...Life is but a dream..." ―finalizan ambos al unísono y ella agita alegremente su cabeza en negación, aun confundida mientras camina hacia su amigo.
―Esa es la canción que tarareabas en el video.
―¿Cómo me la sé? ―consulta con mirada perdida, ello cuando se detiene junto a él y afirma su espalda en el límite de la mesa―. No la recordaba...
―De algo que te sirva registrar mis pertenencias sin permiso.
Alice se cruza de brazos y entrecierra sus ojos con suspicacia, pronto cayendo en cuenta a lo que su observante amigo se refería.
―¡Tus partituras!
―Exacto ―coincide asintiendo suave, sin dejar de contemplarle, algo conflictuado consigo mismo―. Esa fue la primera canción que aprendí a tocar con violín.
―Vaya... Debí haberla automáticamente relacionado a ti... ―musita Alice aun con semblante ausente. Holmes aclara su garganta para captar su completa atención.
―Tienes una alta resiliencia a drogas psicodélicas ―agrega agitando el papel de los resultados frente a ella―. Analicé tu sangre. En los últimos diez meses has consumido un cóctel.
―No son drogas adictivas ni dañinas si se consumen con precaución... ―Holmes le mira incrédulamente―. Me gusta probar mis límites, sé lo que hago... Pero tú no lo hagas ―finaliza tajante y él bufa irónico.
―Claro.
―¡Hey! ―le reclama ella―. Tú no eres quién para reprochar tendencias autodestructivas.
―Lo sé ―concuerda Holmes observándole pensativo. Haciendo una breve pausa antes de continuar―. Gracias por no matarme.
―Había cámaras, hubiera sido estúpido de mi parte ―responde ella mirándose las uñas con fingido desinterés.
Sherlock sonríe ladino, se levanta y coloca su largo abrigo tratando de disimular la genuina alegría que comenzaba a inundarle con más frecuencia cada vez que ella estaba cerca.
―Entre amigos nos cuidamos las espaldas ¿no?
―Efectivamente ―responde él mirando a su compañera con casi instintiva suavidad.
Sanders se acerca, deteniéndose muy próxima frente a él, así tomándole la cara entre ambas manos. Y, aunque parecía bastante extraño que él no se apartara inmediatamente como lo hubiera hecho hace un tiempo, ella se arriesga sin más a depositarle un suave beso sobre la mejilla al detective.
―Nunca pensé que se volvería más difícil enojarme contigo que estimarte, querido.
―Los sentimientos pueden traicionarte.
―¿Y tú me lo dices? ―le refuta ella con suspicacia para así proceder a caminar fuera del laboratorio; pero, antes de salir se dirige nuevamente a su compañero―. Este momento de debilidad... Esto nunca pasó ¿bien? Tengo una reputación cual proteger ―bromea la morena con fingida petulancia desde la puerta.
―Por lo tanto, extorsionarte me resultará más fácil de lo que alguna vez pensé.
―No seas pecaminoso, Holmes ―le regaña como un susurro, intentando no reír―. Estamos en la católica Irlanda y aún es el día de todos los santos ¡Shsssst!
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