26 | Matices de azul

El sol se alza desde el horizonte anunciando el inevitable comienzo de un nuevo día para la mayoría, aunque, para algunos aquello significaba un rotundo fracaso al no tener novedades sobre el paradero ciertos sujetos de interés, así viéndose en la obligación de extender la ya eterna operación orquestada por el alto mando ultra del MI6.

Sanders observa con atención sus opacas manos dañadas por el exhaustivo entrenamiento que duró meses bajo la tutela de R; ella continúa con las bolsas bajo sus ojos, pronto recordando el agonizante dolor en sus pies debido a los caros zapatos de diseñador que debía usar durante su personificación de la escurridiza heredera del imperio de drogas italiano, sin mencionar el constante estrés de estar a segundos de ser descubierta, la suma de todo no hacían menos que agravar los más perjudiciales estragos físicos y emocionalmente posibles en los involucrados en aquella línea de trabajo.

Los cuatro miembros ya habían estudiado meticulosamente su parte en el plan que le daría permanente término a la fracción europea de narcotráfico perteneciente a la célula terrorista del difunto James Moriarty. Y, luego de la visita a terreno por parte de R, los tres parecían haber tomado al fin riendas sobre el asunto. Thomas era el encargado de monitorear visualmente a Mila y Sanders mientras se abrían paso dentro del negocio cual ahora operaba en el corazón de Ucrania, dándoles cualquier tipo de asistencia tecnológica o guía que fuera necesaria para hacer de su acto lo más genuino posible. Sin embardo, como Mila Koskova no tenía problema alguno en sumergirse en su papel, ya que conocía el rubro y a sus operantes bastante mejor que cualquier agente del MI6, eso no lograba más que una avasalladora desconfianza en Alice quien temía que la oportunista asesina a sueldo se sintiera demasiado cómoda al visitar a sus antiguos colegas y cambiara bandos en un abrir y cerrar de ojos al sólo pensar en nadie más que ella misma.

―Sabes que esa atuendo te hace verr bastante rruda... ―pronuncia Mila de pie tras la, ahora, mucho más morena Sanders mientras bajaban hasta el piso menos dos de un viejo edificio a las afueras de la capital ucraniana―. Tan sola esperro que no la arruines otra vez con tu presuntuosismo tan estadounidense.

―Esa conjugación no es correcta.

―Hablo seis idiomas ¡Dame un maldito rrespiro! ¿cuántas hablas tú? ¿dos? ¿tres? amaterr ―se mofa como de costumbre la rusa mujer, aun sin salirse de su personaje de ruda guarda espaldas cuando sigue a Alice por un largo pasillo hasta dar con una puerta que les llevaba al lado industrial del edificio―. Además, no es necesarria una gramática perrfecto cuando hablo contigo ¿o sí? Ambas estamos juntos en esto, incluso esa mocoso de las dispositivos electrrónicos. Así que no es de mi conveniencia salirrme del plan prrecisamenta.

―Estoy perdida ―Alice detiene su caminata por el oscuro corredor de manera repentina y observa con aire desafiante a la impertinente chica tras ella. Esta sólo finge estar sorprendida para luego acercarse amenazadora a Sanders, congelando su semblante en un parpadeo.

―No quiero que la jodas. Tal vez mi vida no estará en peligro, pero SI lo estaría mi reputación la cual es de vital importancia para mi trabajo al cual amo ―dice severa cambiando a un perfecto acento norteamericano. Alice, ligeramente perturbada por lo que había presenciado, tarda en resolver qué responder sin poder tragarse su orgullo.

―Tu trabajo es asesinar gente por dinero.

―Y soy muy buena en ello. Por lo tanto, tú sólo concéntrate en guiar la conversación a un buen puerto y ambas saldremos ilesas de esta eterna operación ―enuncia en seco para luego cambiar su postura a una radicalmente suave―. Y quizá después de que todo esto acabe, podamos arreglar cuentas.

―Eres una psicópata...

―Una psicóloga debería saber que no es buena idea decir eso en voz alta.

―Aquello sólo aplica con pacientes conflictuados. Tú lo asumes y lo disfrutas... ―responde ella con desprecio.

―Oh, querrida, si insistas en fastidiarrme, guardarré una bala con tu nombrre o mejorr... una daga ―susurra lo último como si se tratara de una brillante idea―. Amarría verr como das tu última suspirro mientrras tus extrremidades pierdan fuerza y caes como una vacío recipiente parra quebrarrte sobrre la piso...

―¡Vete al diablo! ―espeta Sanders a la defensiva, exasperada ante aquella detallada escena que la asesina le planteaba con tanto anhelo. Pronto decidiéndose a golpear coordinadamente la puerta de metal frente a ellas. Mila sigue a la chica aun riendo complacida y ambas son recibidas de inmediato para ser meticulosamente inspeccionadas de pies a cabeza por un par de robustas mujeres armadas, quienes asienten en seco al notar que las invitadas estaban limpias de objetos comprometedores.

Lo que no sabían era que el joven Thomas Barnes había ayudado a desarrollar una innovadora tecnología que llevaba secretamente operando en el MI6 durante un tiempo, y que el anillo "familiar" que Alice llevaba puesto no era lo que completamente parecía; este había sido requisado de la verdadera y ahora prisionera heredera del "negocio" familiar, Alessandra Galliano, para ser modificado como un conveniente y diminuto micrófono, cuyo fin no era más que grabar conversaciones comprometedoras que llevaran finalmente a los mayores narcotraficantes de Europa tras las rejas.

―¡Alessa, querida! ―pronuncia el fornido Vanko con los brazos abiertos de par en par―. Como ya se ha hecho costumbre, acompañada de nuestra querida Oxana ―Mila cierra un ojo en respuesta, ya que, aquel nombre era su alias profesional, y continúa tras Alice quien saluda al hombre con dos besos en las mejillas.

―Bongiorno, caro amico ―pronuncia Alice con normalidad. Las exhaustivas clases realmente le ayudaron a manejar el idioma, sin embargo, gracias a que su contraparte tampoco lo hablaba fluidamente, ambos acordaron comunicarse en inglés como un intermediario―. ¿Qué tienen preparado para mi hoy?

―Sólo una última prueba de su lealtad, caro amico.... ¿Lo dije bien? ―consulta él con entusiasmo, Sanders asiste convincentemente a gusto―. Sé que hay ciertos rumores envolviendo a su familia, pero... ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? ―se encoge de hombros y observa a Mila de soslayo―. Su fama les antecede y creo que, como heredera, la decisión de al fin unir la fracción mediterránea del negocio con nosotros es una genialidad. Pero, aun así, a mis cómplices y a mí nos parece que algo no calza... ¿Por qué querrías abandonar casi un cincuenta por ciento de tu capital cuando podrías simplemente tenerlo todo?

Alice ríe por lo bajo e incrédula observa a Koskova, mofándose confiada como si la respuesta fuera obvia y molestando de sobremanera a Vanko quien, al impacientarse, comienza a golpetear su pie sobre el duro asfalto e intranquilo toma asiento, como indicando que ella se tardaba en convencerle. La chica, tranquila, camina con gracia hasta él y comienza con la ensayada y elaborada maraña de mentiras.

―No soy una imbécil, caro amico. Mi padre ya no está. Mi hermano pereció lamentablemente... ―pronuncia con falsa tristeza y le cierra un ojo al hombre―. Y aun peor "M" ya está fuera del cuadro... ―enuncia ella con real pesar al recordar el costo alzando ambos lánguidos brazos a su costado―. Como absoluta heredera del imperio familiar mi intención es tomar todo lo que pueda y disfrutar mi juventud. Uniéndome a ustedes estaré protegida, tomaré mi parte e interferiré sólo cuando sea estrictamente necesario. No me interesan las trivialidades... ―menciona lo último cruzando sus brazos usando el derecho para ocasionalmente acompañar a sus palabras―. El poder ya es mío, simplemente quiero un salvo-conducto de la Interpol quienes han estado golpeteando la puerta de mis casas incansablemente y ya me tienen harta ―suspira con molestia, tapándose levemente la cara―. Me encantaría que se hicieran cargo de ellos... Cómo extraño a "M"... ―pronuncia lo último con aspereza, casi como si las palabras le quemaran la garganta.

Vanko la observa por unos largos segundos para luego gritar con fuerza en su idioma natal. Alice se acomoda su arete, encendiéndolo como alerta para que Thomas tradujera lo que el ucraniano vociferaba.

―Tranquila, lo has convencido ―responde Thomas a través del micrófono en su cuarto de hotel. Sanders sonríe sutil y Mila da un paso hacia adelante, quedando junto a ella.

―Tendremos un muy buen trato ―anuncia Vanko con entusiasmo y camina hacia las mujeres frotándose ambas manos. De pronto un joven armado llega con unos archivos, los cuales Vanko recibe y de inmediato se los entrega a Sanders―. Se ensucia públicamente las manos por nosotros y se vuelve inmune a todo.

Ambas mujeres vuelven apresuradas al hotel en donde se hospedaban, sin embargo, se bajan del ascensor dos pisos antes de su original destino, caminan por el largo pasillo y se dirigen dentro del spa del recinto. La recepcionista sólo les sonríe, y ellas entran al cuarto de masajes número tres en donde les esperaba su último compañero de misión.

―¡Venimos porr un rebaje, Tom-Tom! ―vocifera la asesina a sueldo, procediendo a recostarse sobre la arrinconada y abandonada cama de masajes.

―Lo siento. Esa no es mi área de experticia... ―responde el contrariado chico mirando su uniforme de cuya polera colgaba una falsa identificación de masajista. Sanders saluda a Thomas revolviéndole el cabello y procede a tomar asiento sobre la silla de clientes la cual estaba junto a la puerta del baño.

―De hecho, podrías salir apuñalado ―añade Alice entre dientes, Mila responde alzando su dedo de en medio al aire.

―¿Qué hay en la carpeta entonces?

El ansioso chico camina hasta la morena sacándose sus gafas, observando con curiosidad a sus compañeras.

―El perfil de nuestro objetivo...

Los tres colegas coordinan su siguiente misión con cautela. Thomas entrega los implementos de comunicación, Mila se encarga de las armas y Sanders se comunica con R para buscar luz verde por parte del MI6.

―Al parecer nuestro amigo el corrupto político ha sido voluntariamente parte de varios atentados durante las revueltas y también ha ordenado el asesinato de varios colegas en el parlamento... Por ende, a nadie le importaría que su muerte sucediera. Mañana la operación va.

―Muerro de ansias. Al fin algo de sangrre ―comenta la indiferente Mila cuando vuelve a cerciorarse de que el seguro de su arma esté puesto para lanzársela a Sanders.

Cuando la hora llega, Alice y Mila recorren la capital Kiev para anteceder el asesinato. Tenía que ser rápido y limpio, por lo tanto, la asistencia de Koskova era vital ya que Alice no creía ser capaz de imitar la precisión y frialdad de una asesina entrenada, es por lo que portaba un arma cargada con balas de sal, después de todo arrebatar una vida no era técnicamente su trabajo. Sin embargo, para que "Alessandra" lograra ganarse un pase dentro de la hermandad, debía ensuciarse las manos ella misma; la asesina y la agente encubierta debían montar un escabroso espectáculo gratuito.

Alice camina por la plaza principal de la capital en la cual era celebrado un festival de despedida del otoño, siendo no muy lejos observada por Mila. En tanto, Thomas desde su base en el cuarto de spa del hotel vigilaba a ambas a través de las cámaras públicas. Faltaban al menos veinte minutos para que el parlamentario arribara al hotel cruzando la calle y ellas tuviesen que actuar, por lo mismo, debían procurar mezclarse entre la multitud de pasantes y turistas en la frondosa plaza.

―Alice, alguien te observa.

―Porr supuesto que alguien le observa, niñato. Es mi trabajo ―vocifera Mila con molestia desde su propio micrófono, ajustando disimuladamente su morena peluca.

―¿Dónde?

―A tu izquierda.

Sanders observa por sobre su hombro y logra captar la mirada que le perseguía; ella le conocía... Estaba segura de hacerlo, tanto que, durante esos casi diez segundos de contemplación mutua, su instinto le empujó a caminar en la dirección de aquel hombre de largo y opaco rojizo cabello rizado quien, al notar la atención de la chica, inicia apresurada marcha en sentido contrario. Alice, por su parte, acelera su paso con determinación, sin importarle lo dificultoso de caminar entre tanta gente, chocando a diestra y siniestra. Era necesario que le encontrara, de pronto se sentía ansiosa, suspicaz; esos ojos azules... o grises... Detrás de toda esa barba y cabello de fuego había alguien a quién había conocido alguna vez.

Ella logra salir del tumulto de gente y nota que no está a más de cuatro metros de su objetivo en movimiento quien, al doblar por la esquina, dejar caer algo al piso. Alice procede a correr hasta que su persecución es frenada de súbito por Mila cuando se posiciona frente a ella.

―¿A dónde diablos crees que vas? ―espeta con fastidio además de un impecable acento como cuando molesta e inamovible se interpone entre Sanders y su urgente camino.

―¡Necesito saber quién es!

―¡Es un maldito vagabundo! Aquí es común, ahora vuelve a tu posición, nos quedan diez minutos.

La testaruda chica se suelta brusco del agarre y avanza los dos metros hasta donde el misterioso hombre había doblado. Era un callejón vacío y sin salida, era como si él se hubiese esfumado en el aire. De pronto, Alice mira hasta sus pies y recoge lo que le había visto arrojar: Un trozo de pergamino arrugado. Mila no le da tiempo de leer el papel y la arrastra desde el brazo obligándola a cruzar la calle para recuperar su posición ya que el objetivo estaba cerca según Thomas. Y así era, prontamente el parlamentario marcado por ellos y la mafia ucraniana bajaría desde su automóvil.

―Se supone que sería una cena familiar. Va con dos guarda-espaldas en su auto... ―anuncia Thomas.

―Carga tu arma, los corpulentos son míos ―le alerta Mila por su lado―. Acaba al viejo.

Alice tiembla sobre sus pies mientras prepara su arma, de cuclillas y cubriéndose con su abrigo. Tendría que asesinar a una persona ese día. Aquel no era el plan original y no podía evitar sentir que su estómago se revolviera violento, la chica se encontraba de pronto al borde del vértigo mientras se erguía sobre la firme tierra, aun así, sabía muy bien que debía llevar a cabo el mandato.

La morena cruza la calle y camina hasta junto el edificio para afirmarse casual sobre la muralla, a la paciente espera del momento indicado para encender un cigarrillo. Y, para cuando el político subía los primeros escalones del hotel, ella le saluda con un delicado gesto de la mano, logrando ganar con creces la vaga atención del cano hombre que termina recayendo por completo en la bella mujer quien le da una última fumada a su recién prendido cigarro. Era ahora o nunca, no disponía de más de veinte segundos hasta que él desviara su foco y entrara finalmente al edificio.

―Ahora ―anuncia la chica y Mila dispara a un guardaespaldas al mismo tiempo que Sanders asesina al parlamentario, y ya para cuando ambos caen al piso el tercer hombre es abatido también.

―¡El chofer! ―grita Thomas cuando Alice ya corría y se mezclaba entre los asistentes al festival de la plaza, un disparo se escucha con fuerza, seguido del segundo, pero es el tercero el que lo termina todo. Para cuando Sanders mira tras ella el hombre ya había sucumbido.

―¡Yo no fui! ―grita Koskova desde su auricular causándole un inmenso dolor a la agitada morena en el oído izquierdo―. ¡No le di! ¡MALDICIÓN!

―¡Suban al taxi que aguarda con su luz apagada en la esquina este! Tengan precaución. Alguien nos está vigilando...


.            .          .

Dos días pasan hasta que llega el momento de la iniciación de Alessandra Galliano dentro de la organización de tráfico europea, cual formaba vital parte de lo que quedaba de la célula del mal de James Moriarty. Alice y Koskova se preparan cautelosas y eficientes, ya que, esa noche era el clímax de su misión. Todos los altos mandos de las familias y organizaciones traficantes de Europa occidental se agruparían en Kiev para darle la bienvenida a quien, ellos pensaban, era la hija de un fallecido magnate de las drogas italiano. Ellos querían el dinero y el lucrativo negocio de los Galliano, por lo tanto, debían recibir a la nueva integrante como se debía. Poco sabían que el trío de colegas había estado rastreando y tomando nota de cada detalle sobre la jerarquía y el funcionamiento de su organización y, peor, que aquella noche el MI6, apoyado de la Interpol, tenía el edificio rodeado y sólo esperaban la alerta del agente Thomas Barnes para entrar.

Ambas mujeres son registradas como siempre y dirigidas hasta una tenue alumbrada sala de la fingidamente abandonada fábrica. Un corpulento hombre de unos dos metros aproximados las acompaña hasta el asiento designado y Alice toma puesto a un extremo de la mesa ante la vista de todos los elegantes e intimidantes asistentes, mientras que Mila, de brazos cruzados, se posiciona de pie a su lado al igual que cada guarda-espalda junto a su protegido en aquel lugar.

 ―Alessandra Galliano, bienvenida... ―alcanza a anunciar con cierto orgullo un hombre de avanzada edad, pero su discurso no tiene tiempo para continuar, ya que, como un estruendo, agentes del MI6 y la interpol irrumpen en escena desatando un infierno de oscuridad en el lugar.

Alice se lanza al suelo y logra alcanzar el arma de un hombre caído e inconsciente, pero no se pone de pie debido al intenso fuego cruzado.

―¡Mantente bajo la mesa! ―le aconseja el nervioso Thomas desde el auricular―. No logro ver nada... El humo...

Con dificultad, la chica intenta localizar a Mila, pero le era imposible por la poca visibilidad y el picor que causaba el espeso gas lacrimógeno. De pronto, una delgada figura cae estrepitosamente al suelo riendo como una maniaca. Sanders identifica a la rusa mujer casi de inmediato. Pero, cuando sale precavidamente desde su escondite, observa como el corpulento hombre que les había señalado anteriormente sus lugares, ahora pateaba a la asesina a sueldo sobre el suelo y se preparaba para dispararle a la cabeza. Entonces Alice, sin pensarlo dos veces, responde disparándole en múltiples ocasiones hasta que el gigante se derrumba como un edificio de frágiles cimientos sobre el frio piso de piedra. De esa manera, la joven corre hasta Mila para corroborar su condición y esta, aun con una petulante sonrisa en su hinchada cara, sólo atina a limpiarse la nariz con la manga de su chaqueta.

―No... ―pronuncia con dificultad cuando Sanders se agacha junto a ella para ayudarle a pararse―. No erras una completa inútil después de todo...

―¡Cierra la boca! Ahora hazme el maldito favor de ponerte de pie ¡Pesas una tonelada!

Koskova le golpea la costilla a Sanders mientras al fin ambas se alzan y caminan a duras penas hasta la salida del lugar cual ya era controlado por la avasalladora mayoría que tenía el MI6 y la Interpol unidas.

Medio día transcurre hasta que son traslados en dirección a Francia, donde eran esperados por R. La, ahora, exagente encubierta recompensa a cada uno por su labor, a excepción de Sanders con quien pide hablar luego y en privado. La morena espera pacientemente en su cuarto de hotel hasta que la solemne mujer arriba y toma asiento sobre el sofá de la habitación.

―Tenemos entendido que de alguna forma Mila Koskova ha aprendido a confiar en ti y seguir órdenes para trabajar en equipo, Sanders ―enuncia R con sutileza―. Sabemos también que Thomas Barnes no sería capaz de llevar semejante tarea a cabo y que la confianza de Mycroft Holmes te antecede... Por lo tanto, considera esto como su última misión para el MI6.

Alice mira confundida hacia el otro extremo del largo e inmaculadamente blanco papel tapiz, para luego encontrarse con los sagaces ojos de la mujer que le acompañaba quien confiadamente esperaba la respuesta de algo que la chica encontraba reprochable más por temas de principios que estima personal.

―Es suicida... Por supuesto que no...

―No creo haber notado tanta valoración por su bienestar cuando accediste a infiltrar en los altos mandos de una organización narcotraficante europea, pero, ahora... Ahora pareces genuinamente disgustada.

―Ella me supera en todo sentido.

―No es sólo eso ¿verdad? ―comenta la morena mujer con ligereza y tenacidad en su voz―. ¿Verdaderamente te has encariñado con una psicópata?

―Ella no merece recibir una bala por la espalda.

―Entonces, Sanders, recomendaría que apuntes directo al corazón. Aunque personalmente no esté de acuerdo con esto... Firmaste un contrato y ni siquiera Mycroft Holmes podría salvarte de ello. El MI6 ha decidido de que ella no es alguien en quien confiar un secreto de alta seguridad, por ende, debes encargarte de que ella no hable en absoluto.

R se alza sobre sus pies largándose sin más y, la ahora también morena, nota de inmediato que sobre el sofá le habían dejado un arma. A Sanders se le revuelve el estómago. Simplemente no se sentía capaz de hacerlo. Habían pasado por mucho juntas y sólo quedaban horas hasta que la asesina fuera dada de alta y supuestamente liberada por el MI6. La chica no podía cargar con la culpa que significaría quitarle la libertad a alguien, su vida sólo por desconfianza. Pero ¿quién confiaría en una asesina a sueldo y sobre todo una psicópata? Habría que estar loco.

De pronto, ella decide que era mejor tomar una caminata por las parcialmente nevadas calles de Paris para despejar la mente y, sobre todo, fumarse un cigarrillo, lo cual era lo que más desesperadamente creía necesitar. Sanders se coloca el abrigo y mete sus llaves dentro del bolsillo, encontrando un trozo de pergamino... ¡El pergamino! Alice lo abre con ansias para realizar que era un antiguo trozo de periódico en un idioma que no comprendía ni reconocía, sin embargo, había algo que sí... A un costado de artículo se mostraba una foto de John, ella y... Holmes...

La chica abre los ojos con enormidad y estos se anegan instintivamente de lágrimas. Causando que diera un par de pasos en reversa y se sentara sobre la cama. Esos ojos, ese perfecto balance de azul y el gris de un entorno frío como su mente calculadora. Ese tan característico matiz azul...

¿Holmes? ―susurra como un silbido y pone sus dedos sobre sus labios para silenciarlos, aun con la mirada fijada por completo en la antigua imagen de ellos tres.

Su mente no tarda mucho en transformarse en un tumulto de emociones, lo cual causa que ella se hiperventile por unos minutos. ¿Podría ser posible? ¿Holmes podría estar vivo y siendo parte de lo mismo que ella? ¿Estaba ella loca? ¿La misión estuvo comprometida por un momento debido a su identidad? Y, sobre todo... ¿¡Holmes pelirrojo!? Lo último hace que ella sacuda agresivamente su cabeza, como si así pudiera quitarse la idea cual comenzaba a tejerse dentro de su mente. Si Sherlock estuviera vivo ella de alguna forma lo sabría, de alguna forma él hubiera procurado... Bueno, en realidad no. Holmes nunca tuvo una noción clara sobre protocolos sociales y menos como actuar en momentos con intensa carga emocional, por lo tanto, ella permanecía en un limbo sin saber que creer.

Es así como le entran las ansias de grabar una vez más sus pensamientos. Alice tenía algo así como un diario hablado, dejando fluir periódicamente sus pensamientos e ira cada vez que le fuera necesario; ahora le daría la bienvenida a las incertidumbres... La joven saca la grabadora desde su bolso con rapidez y nota que esta nuevamente tiene la batería baja, ya que, una roja lucecita no deja de parpadear con intermitencia. Y, como siempre, ella reinicia el dispositivo quitándole las baterías para volverle a encender.



« (...)

Maldito idiota el que me dio como regalo un aparato con mil botones sin su instructivo...

(...)

Tengo una teoría hoy ¿sabes? Y es muy buena.

Creo... creo estar casi setenta por ciento segura de haberte visto en Kiev.

Suena estúpido, créeme lo sé... Pero... ¿Por qué? ¿Por qué el trozo de periódico con nuestra foto del Reichenbach? El material, ese idioma y la fecha... ¡No tiene sentido!

Estás vivo en alguna parte del mundo...

¿Puede ser?

Y...

(...)

Pelirrojo... ¿En serio?

(...)

Bueno....

Ahora que lo digo en voz alta me doy cuenta de lo estúpida que sueno... ¡DIABLOS!

(...)

Pero no entiendes... No sabes lo que es....

Ha pasado más de un año desde que te fuiste...

Esta será la segunda navidad la cual no te escucharé tocar y... Duele...

(...)

No... No puedo verme nuevamente ociosa... No puedo Volver aún a Londres... No sé qué hacer...

(...)

Sé que originalmente me integré a esta misión porque el MI6 me extorsionaba con información sobre mi hermana pequeña... Pero debo confesar que mis motivos fueron netamente egoístas.

Me integré porque pensé que me ayudaría a olvidar y sanar...

No fue así.

Estoy nuevamente en el precipicio en el cual me dejaste...

(...)

Ayer fue la primera noche que tuve para dormir tranquilamente luego de quince meses de trabajo...

Anoche volví a tener la pesadilla en que caía... No pude dormir más...

Los terrores nocturnos volvieron con fuerza y...

Ya no estás aquí para ayudarme a contenerlos.

(...)

Ahora, para estar libre por completo, el MI6 ordena que debo asesinar a alguien con quien trabajé por más de un año simplemente porque decidieron que el contrato firmado no era suficiente para garantizar su silencio...

No sé si sea capaz de jalar el gatillo...

Soy una estúpida, lo sé... Si Koskova estuviera en mis zapatos me degollaría sin pensarlo dos veces. Pero, me conoces...

Tengo cierta inclinación por las causas perdidas...

(...)

La rutina sin ti será mi perdición... y tengo miedo...

Es genuino el terror que siento de volver a la calle Baker y subir las escaleras para encontrarme de frente con el vacío 221B.

Nunca fue mi intención arrancar de Londres... Pretendía que fuera mi hogar junto a ti...

Pero ya no sé si quede algo ahí para mí.

(...)

Creo que ahora puedo lograr entender en parte tu constante aburrimiento y tus innatas ganas de hacer el día "más interesante" con casos descabellados...

Ello era una alternativa para no caer en los tentadores y químicos vicios que te atormentaban...

Siento que es urgente que encuentre un pasatiempo, ya que anoche creo que consumí lo que no había bebido en un año. Sin embargo, aún siento la necesidad de continuar atrofiando mis sentidos...

(...)

¿Debería descartar por completo mi loca conspiración sobre tu fingida muerte?

¡Cómo me gustaría que fuera verdad!

Te odiaría, por supuesto, te despreciaría con todas mis fuerzas...

Pero valoraría tu respirar sobre todas las cosas...

Si... Lo haría...

Como lo hice la vez en que reconociste que mi cabello no era tan desastroso como decías que era, cómo cuando por primera vez pasaste una noche conmigo, como cuando me observabas fijamente y desviabas la mirada al notar que te había descubierto, como cuando cada vez que tenía una pesadilla me abrazabas para hacerme saber que no estaba realmente sola...

Te he querido desde antes de estar consciente de hacerlo.

Desde antes de permitirle al romanticismo infiltrarse en lo nuestro.

Desde que dejaste caer como un estruendo el muro de orgullo que nos separaba y tomaste la iniciativa para una reconciliación.

(...)

Te extraño demasiado...

¡Estúpido egoísta!

Creí... Creí verte en Kiev... Esos ojos... Los conocía, hubiera jurado que eras tú...

(...)

Mila me sostuvo para que me detuviera, ya que, perseguí a aquel hombre por cuadras y cuadras hasta que ella causara que le perdiera el rastro.

(...)

Sé lo que harías si aún estuvieras aquí... Te reirías en mi cara y bromearías de manera sexista sobre cómo las mujeres sólo nos alimentamos de la emocionalidad y el romanticismo...

(...)

Piensa lo que quieras... De todas formas, ya me he resignado... »



La lúgubre morena musita lo último con amargura para luego apagar la grabadora. Hace un mes que no archivaba nada... La carga emocional era demasiada y, como era de esperarse, ella cae devastada sobre su cama. De esa forma, unas horas pasan y Sanders es despertada por el vibrar de su teléfono celular; R le anunciaba que Koskova había sido dada de alta y que arreglaba sus pertenencias en el cuarto número doscientos catorce: Ya era hora.

La chica se guarda el arma de fuego en la chaqueta y procede a caminar hasta el final del corredor en donde se encontraba la habitación de destino. Alice golpea y de inmediato la puerta es abierta por la asesina a sueldo quien, seguramente bajo el efecto de tranquilizantes, parecía bastante funcional a pesar de tener su cara desfigurada por los golpes.

―¿Qué tal?

―Delicioso ―responde Koskova reposando momentáneamente ambas manos sobre su hinchada cara, como posando para una foto. Sanders, inexpresiva, entra y cierra la puerta tras ella, observando como Mila iba de allá para acá juntando sus pertenencias―. Tu vida no es nada interresante. Lo sé muy bien ¡mírrate erres un maldita desastre! ―señala Mila con sarcasmo mientras termina de empacar su ligero bolso de viaje; el cual básicamente consistía en el dinero recompensado por parte del MI6 y municiones para su arma―. Deberías venir conmigo, de lo contrario no te doy más de dos meses de vida antes que cometas suicidio luego de haberr decaído en una espirral de suculentas narrcóticos.

Suelta sin más como si fuera una broma, riendo para sí misma y volteándose para finalmente encarar a Sanders mientras cuelga el bolso sobre al hombro. Pero, de manera instintiva la gélida mirada de Alice le hace subir la guardia.

―No te lo creo ―bufa con incrédulo desprecio en su tono, ello hasta notar la inmutable posición de Sanders y ahí no puede evitar dejar que un sentimiento de profunda traición e ira la inunde―. ¿Sólo una de nosotras debe salir de esta habitación verdad? ―pronuncia finalmente con los ojos progresivamente inyectados de sangre al mirar con atención el arma que la morena sacaba lento desde el interior de su chaqueta.

―Creo que hay una forma de que ambas salgamos de aquí, aunque no me gusten las repercusiones... Lo único que debes hacer es jurarme que respetarás el contrato...

Mila observa con atención como Alice le apunta con un arma a la cual intencionalmente no le quita el seguro y comprende de inmediato el inminente desenlace. Koskova era una psicópata diagnosticada, la cual tenía la gran suerte de trabajar en un rubro el cual satisfacía hasta sus más bestiales incógnitas. Sin embargo, la soledad del trabajo, de alguna increíble forma, le había desarrollado con el tiempo una innata necesidad de compañía, pero no cualquiera. Un humano funcional con el cual pudiese fanfarronear de vez en cuanto y hasta que se aburriera. Pensó que había encontrado eso en Alice, ella era perfecta como su mascota hablante, pero, muy al contrario, nunca esperó aquella sucia traición de alguien quien insistía con su código moral. Que Sanders le diera un "boleto" de escape sólo significaba que sus ganas de matarla disminuían, no que le agradecía. Una dolorosa y sangrienta despedida era lo menos que ella podía darle.

Mila, con una diabólica mirada de satisfacción, asiente segura al dejar caer rápidamente el bolso sobre el piso y, en un abrir y cerrar de ojos, golpea el brazo extendido de Sanders, desarmándola, para luego empujarla agresivamente contra la pared y apuñalarle lento en el abdomen.

―Descuida, sé lo que hago ―susurra con un perfecto acento neoyorkino mientras empuja el objeto cortopunzante dentro de su agonizante acompañante, dejándole caer lentamente sobre el piso―. Diría que te agradezco, pero, ello sería mentir. Ojalá te desangres, maldita ―enuncia Koskova con malicia para luego tomar su bolso y sale de la habitación dando un fuerte portazo, abandonando a una agonizante mujer tras ella.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top