Capítulo 1
La última marea
"Como el mar, mi vida ha sido una marea constante, siempre subiendo y bajando, siempre arrastrando todo a su paso. Pero esta es la última marea, la que finalmente me llevará a mi destino, sin retorno."
~ R.A.B
"Debo destruir los horrocruxes", pensé mientras Kreacher y yo llegábamos a aquella cueva donde se encontraba el guardapelo. No podía permitir que Kreacher sufriera nuevamente, así que mis palabras fueron claras.
—Lo beberé, y tú encárgate de reemplazar el guardapelo —mencioné, fijando la mirada en aquel líquido ennegrecido.
Kreacher me miró con los ojos llenos de miedo y lealtad, como si supiera que esta sería nuestra última misión juntos.
—Pero, amo Regulus… —balbuceó, aferrándose a mi túnica—. ¡Kreacher puede hacerlo! ¡Kreacher no quiere dejarlo solo!
Su voz temblorosa me atravesó como una daga, pero no podía dejar que sufriera más. Había hecho suficiente en nombre de mi familia, suficiente para pagar por los errores de todos nosotros.
—No hay discusión, Kreacher —dije, más firme de lo que me sentía realmente—. Harás lo que te ordeno. Cuando yo termine, tomarás el guardapelo falso y desaparecerás. No vuelvas por mí.
El elfo asintió con lágrimas en los ojos, incapaz de responder. Me giré hacia el pedestal que sostenía el cuenco con la poción. Cada gota parecía burbujear con una oscuridad tangible, como si la sustancia misma pudiera devorarme. Apreté los dientes y tomé el vaso de la orilla.
La primera bocanada fue un ardor insoportable que me quemó desde la garganta hasta el alma. Sentí como si mis recuerdos más oscuros cobraran vida, arrastrándome a un abismo de culpa y arrepentimiento. Pero no podía detenerme. Una tras otra, seguí bebiendo mientras Kreacher observaba impotente.
—¡Amo Regulus! —gritó cuando me tambaleé, dejando caer el vaso vacío al suelo. Mi cuerpo se convulsionaba y un grito ahogado escapó de mis labios.
—Hazlo ahora… Kreacher —jadeé, apenas capaz de hablar—. Toma el guardapelo y vete.
Kreacher obedeció, llorando mientras reemplazaba el verdadero guardapelo con el falso. Con el objeto en sus manos, desapareció, dejando un crujido sordo en el aire.
Estaba solo. Mis fuerzas se desvanecían, y sentí las frías manos de los inferi emergiendo del agua, arrastrándome hacia las profundidades. Pero en ese momento, no sentí miedo, sino paz. Había hecho lo correcto. Aunque nadie lo supiera, aunque nadie recordara mi nombre, había dado un paso hacia la redención.
Mientras la oscuridad me envolvía, un último pensamiento cruzó mi mente: "Lo siento, Sirius".
El frío del agua era implacable. Las manos huesudas de los inferi me jalaban con una fuerza imposible de resistir, hundiéndome en las profundidades del lago. Mis pulmones ardían, y la desesperación intentó instalarse en mí, pero la aparté. No había vuelta atrás. El eco de mi respiración contenida resonaba en mi mente mientras me debatía entre el instinto de luchar y la aceptación de mi destino. El agua oscura me envolvía, cada vez más pesada, más sofocante. Sentí cómo mis extremidades perdían fuerza, cómo mi cuerpo cedía al abrazo helado de la muerte.
"Esto es todo. Mi sacrificio no será en vano."
Los rostros deformados de los inferi se acercaban, sus ojos vacíos reflejaban mi imagen como un espejismo perdido en la penumbra. Tragué agua en un intento desesperado de respirar, y el ardor me atravesó como un hierro candente. Mi pecho se contrajo, y supe que el final estaba cerca.
Pero en lugar de miedo, me llenó una extraña calma. Recordé la mansión de los Black, su frialdad opresiva, las palabras duras de mis padres, y finalmente, la voz de Sirius, rebelde y apasionada, intentando mostrarme otro camino que nunca tuve el valor de seguir.
"Quizás, hermano, en otro lugar, en otro tiempo, habría sido diferente."
El agua parecía acunarme ahora, como si la misma oscuridad me aceptara en su seno. Mi visión se nubló, los sonidos se desvanecieron, y todo se tornó en un silencio absoluto.
Y entonces, sentí nada. Ni dolor, ni peso, ni angustia. Solo vacío. Y en ese vacío, me preparé para enfrentar lo que viniera, listo para aceptar mi destino.
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Siento algo cálido en mi rostro, posiblemente el calor del sol que se cuela por el ventanal. Poco a poco, la oscuridad que me envolvía comienza a disiparse, y una sensación de familiaridad me invade.
Abro los ojos con esfuerzo, y lo que veo me deja perplejo. No estoy en las profundidades del lago, ni rodeado por inferi. Estoy en mi habitación… en Hogwarts.
¿Mi habitación en Hogwarts?
Me incorporo lentamente, sintiendo la garganta áspera, como si todavía me quemara el líquido que bebí en la cueva. Cada respiración me recuerda aquel momento, aquel sacrificio. Pero esto no tiene sentido. Me pongo de pie con torpeza y camino hacia el espejo que descansa junto al armario, buscando respuestas.
Cuando mi reflejo aparece, mi corazón se detiene. Lo que veo es imposible: soy más joven. Mi rostro, mi cuerpo… es como si el tiempo hubiera retrocedido. Mis manos tiemblan mientras toco mi cara, como si necesitara confirmar que no estoy soñando.
Un grito escapa de mis labios antes de que pueda contenerlo. El sonido resuena en la habitación vacía, pero no alivia la opresión en mi pecho. Esto es extraño. Esto es imposible.
¿Qué está pasando?
Mis pensamientos se arremolinan, y una sensación de vértigo amenaza con derribarme. Busco respuestas en mi entorno, pero todo parece tan normal, tan cotidiano… y, al mismo tiempo, tan equivocado. La cama perfectamente hecha, el baúl con mi nombre grabado, los libros de texto de quinto año apilados en el escritorio.
¿Quinto año? ¿Cómo puede ser?
Retrocedo unos pasos, apoyándome en la pared. ¿Acaso estoy soñando? ¿O esto es algún tipo de castigo? Tal vez no cumplí con mi misión, tal vez esto es una burla del destino.
—Esto no puede estar pasando… —murmuro, llevándome una mano al pecho, intentando calmar el ritmo frenético de mi corazón.
Las preguntas comienzan a acumularse en mi mente, cada una más inquietante que la anterior. Si esto es Hogwarts, si esto es mi vida antes de la cueva, entonces… ¿qué debo hacer ahora?
Me giro hacia el reloj en mi mesita de noche. Su elegante diseño de serpientes entrelazadas sigue siendo el mismo que recuerdo, pero lo que me detiene es la fecha grabada en la esfera: 23 de marzo de 1977.
Un sábado. Sábado en mi quinto año en Hogwarts.
Mi mente tambalea entre la confusión y la incredulidad. Esto no puede ser real. Yo había… yo había muerto, ¿no? Sacudo la cabeza y decido dejar de pensar por un momento. Necesito moverme, sentir que esto es tangible, que no estoy atrapado en un sueño eterno o alguna ilusión cruel.
Me visto rápidamente con la ropa que encuentro en mi baúl, un uniforme de Slytherin que se siente más ajustado de lo que debería. Me tomo un instante para asegurarme de que todo está en orden, aunque mi corazón late con fuerza desbocada. Salgo de mi habitación, atravesando la fría sala común de Slytherin, que está tan silenciosa como siempre durante las mañanas de los fines de semana. El sonido de mis pasos es lo único que me acompaña mientras subo las escaleras que llevan a los corredores del castillo. La luz del sol inunda los pasillos, reflejándose en las altas ventanas, y por un momento me detengo, observando cómo la calidez de los rayos parece casi burlarse de mi estado mental.
"Caminar, solo necesito caminar."
A medida que avanzo por los pasillos, los recuerdos de mi vida pasada se mezclan con la realidad que estoy viendo. El castillo se siente igual, pero yo no. Necesito aclarar mis ideas, buscar respuestas, entender por qué estoy aquí. Si es un segundo intento o una prisión disfrazada de hogar, lo descubriré.
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