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" No tengo nada más que dar y tu no me das nada ahora. Lee mi boca; Si alguna vez me quieres de regreso, entonces tus muros tienen que caerse. "

—Naked (James Arthur)

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Moonbin miró a Dong Min con los ojos sobre asomando desde el borde de sus gafas y suspiró, a pesar de que tenía que quedarse un par de días más en Estados Unidos había decidido cancelar absolutamente todo lo relacionado con cuestiones de trabajo demasiado tediosas. Tenía la esperanza de acabar con esa especie de celda que aprisionaba a su marido, tal vez si lo empujaba hasta el límite podría lograr escuchar todas las cosas que él realmente pensaba y aunque tenía miedo de tomar malas decisiones o de estropear las cosas... Aún era su mejor carta en el juego que ambos compartían. Tenía que hacerle creer que estaban acabando con todo para descubrir de una maldita vez sus verdaderos sentimientos. Solo cuando viese la reacción de Dong Min los dos podrían llegar a un acuerdo certero sobre lo que tenían y hasta dónde deseaban llegar en el futuro ya fuese a corto o largo plazo.

Su teléfono móvil sonó de forma repentina, lo que lo hizo salir de forma precipitada de sus pensamientos. Tras observar en la pantalla el nombre de Sanha decidió caminar hasta la terraza de la habitación. Su hermano seguía siendo una prioridad, incluso si solucionar las cosas con su marido también lo era. Encontraría el equilibrio en algún momento, de alguna manera.

—¿Ocurre algo...?

—¿Puedo ir con Min Hyuk a su antigua casa? - la pregunta tomó por sorpresa por lo que el magnate no pudo evitar dudar antes de decidirse por una respuesta. Debería preguntarle a Dong Min antes de acceder pero en su lugar suspiró una vez más y pegó el teléfono a su oreja.

—Si vas quiero que me mantengas informado de cómo les va todo de vez en cuándo. He vivido ahí por un tiempo y aunque las cosas fueron bien porque tenía a Dong Min a mi lado, las personas como nosotros somos un blanco fácil para quienes necesitan conseguir dinero desesperadamente.

-Te preocupas demasiado.

Moonbin negó levemente con la cabeza y apoyó sus brazos sobre la barandilla de la terraza.

—No lo hago, simplemente quiero saber que mi hermano pequeño está sano y salvo.

—Siempre te preocupas demasiado, Moonbin. Tienes que admitirlo.

Escuchó la risa de Sanha tras la línea y se contagió con esa alegría que su hermano pequeño demostraba. A veces se olvidaba de lo mucho que quería a Sanha. Verlo feliz significaba para el magnate una felicidad mayor que la de cualquier matrimonio, eso no significaba que Dong Min no estuviera haciendo bien su trabajo o que no lo quisiera a rabiar a pesar de que el sentimiento se había hecho más y más claro en las últimas semanas. El chico de los tatuajes lo mantenía viviendo cada día, ya fuese con esas discusiones absurdas o con sus sentimientos misteriosos. Pero sí significaba que cualquier hombre que Sanha rechazase con motivos válidos y razonables, saldría de su vida en menos de lo que lleva chasquear los dedos. Familia, su hermano era la única familia que le quedaba y desde el instante en el que lo sostuvo por primera vez en los brazos fue su compañero de batallas y la única persona que conocía hasta el más profundo de sus secretos.

Cuando Dong Min salió a la terraza Moonbin colgó el teléfono tras asegurarse de que Sanha había entendido las condiciones sobre mantenerlo informado acerca de cómo le iban las cosas. Le dedicó una sonrisa a su marido, olvidando por un segundo que ahora era el jugador, el encargado de extraer de Dong Min cada rastro de sentimientos que pudieran existir para ordenar sus sentimientos y poner sobre la mesa aquello que deseaba para ambos.

—¿Quién era? - Dong Min también preguntó por costumbre. Generalmente Moonbin usaba el teléfono del trabajo cuando viajaban y por eso no pudo pensar en algo diferente, probablemente fuese un cliente o algún inversor, eso era lo que él pensaba.

—Choi, quiere verme en Corea para cenar y conversar de los nuevos diseños cuando llegue. También quiere llegar a un trato económico. Ya que tu contrato aún no se ha acabado por ahora, hazme el favor de escribir un informe sobre la reunión de ayer con los accionistas extranjeros, lindo. - Moonbin estiró una de sus manos para acariciar la mejilla de Dong Min, mientras hablaba sentía el miedo recorrerle el cuerpo. Tal vez estaba siendo un tonto egoísta al usar esa táctica para sacar la verdad de la boca de su pareja. Podría haber tratado de hablar. Una charla profunda y larga, una como esas de las que Dong Min siempre trataba de escabullirse en cuanto podía. - Antes de que firmemos el divorcio me gustaría tenerlo sobre mi mesa si es posible, ya sea en Corea o en el avión. No te retrases demasiado pero tampoco te sientas apurado, ¿de acuerdo?.

Dong Min quería decir tantas cosas... Y sin embargo, como ya era habitual en él, se mantuvo en silencio al no encontrar las palabras adecuadas. ¿Por qué le resultaba tan difícil reaccionar ante Moonbin? Con otras personas decía lo que pensaba tal y como lo pensaba, sin embargo no lo hacía con el magnate. Era duro y vergonzoso mostrarle su verdadera realidad, su cabeza llena de sueños baratos y vacíos, o en su defecto confesar lo mucho que estos habían crecido en los últimos meses al lado del magnate. Aún les quedaba algo de tiempo pero estaban a punto de desperdiciarlo y sus sueños, esos que durante los últimos meses se atrevieron a echar raíces... Parecían tensos y a punto de resquebrajarse.

—No. - dijo finalmente, sin saber bien qué era a lo que se estaba negando concretamente.

—¿No? - preguntó el magnate con ojos enfocados en las reacciones de su marido. - Eres mi empleado además de mi marido, Min. El trato para contratarte en la empresa se basaba en que además de aprender también me ayudarías de vez en cuando si el tiempo te lo permitía. Te pago por cosas como esta, es un trabajo real, uno completamente digno y uno que haces bien. Has demostrado ser plenamente capaz de hacerlo bien como publicista en prácticas y como secretario.

—Me pagas por muchas más cosas pero aún no me has dejado disfrutar de mi parte. Quiero ver la ciudad antes de irme, me da igual si es un viaje de trabajo y tampoco me importan tus excusas. Todo lo que haces diariamente es trabajar y quizás por cosas como esa tus antiguas parejas y tú mismo se cansan los unos de los otros.

Moonbin dejó escapar de sus labios una pequeña sonrisa.

—No tomes ese camino Dong Min, no uses lo que sabes de mí a tu favor.

—Puedo usar lo que se me venga en gana porque en mi contrato pone que buscabas un chico con mala actitud, puedo hacerte la vida imposible y solo estaré siendo la viva imagen de lo que desde el primer día querías. Ten cuidado con lo que deseas, tú mismo pronunciaste esas frases unos meses atrás mientras estábamos en tu despacho. ¿Eres uno de esos idiotas que da consejos que no sigue para situaciones que se le escapan de las manos? Te reto a lidiar conmigo, atrévete a quererme como se supone que el contrato dice que debe parecer que lo haces.

Moonbin se mantuvo callado, en algún lugar de su interior sabía que Dong Min tenía razón. Vivía demasiado centrado en el trabajo con el objetivo de mantener la buena economía de la que su familia había disfrutado desde hace mucho. Quería mantener el mejor panorama posible para Sanha, incluso cuando a su hermano tan solo le importaban sus caballos. Dong Min no pedía mucho en realidad, nada descabellado, y sin duda trabajar unas cuantas horas menos no arruinaría su negocio, así que finalmente suspiró y miró a su pareja. Antes de deshacer el contrato quería hacer algo bien, quería sentir de verdad lo que era salir con alguien. Quería hacerlo sin normas o miedos de por medio.

—Si salimos por la ciudad quiero hacerlo como una pareja real lo haría, como nosotros dos lo haríamos sin un contrato que nos liga y ahorca la gran parte del tiempo. - habló, escondiendo sus emociones desbocadas lo mejor que supo. - Lo haremos de una forma natural, si quieres ir a algún lugar, dilo y yo haré lo mismo. Comeremos algo, sacaremos fotos, nos besaremos, reiremos juntos... ¿Estás dispuesto a eso, Minnie?

Dong Min no pudo evitar sonreír, el humor de Moonbin podía ser una montaña rusa. Tan rápido como subía ya se encontraba bajando a gran velocidad.

—Me parece un buen trato.

Ambos sonrieron, olvidando por unos instantes la discusión en la que habían estado sumidos durante toda la semana.

Dong Min observó atentamente como Moonbin se encargaba de llamar a JinWoo y a Myung Jun para pedirles que hablasen en su nombre durante la reunión de esa mañana. Parecía dispuesto a cumplir su capricho, así que el chico de los tatuajes sonrió en grande mientras tomaba la mano del magnate y lo arrastraba hacia el ascensor del hotel. Hacía mucho que soñaba con viajar a lugares como Nueva York y ahora que finalmente se encontraba en esa ciudad que tanto se mostraba en las películas, se proponía disfrutar. Al lado de la persona que quería, al lado de su marido.

—¿A dónde iremos primero? - había tomado una actitud más calmada e infantil. Se colgaba del brazo de Moonbin y le sonreía ilusionado, olvidando todas las palabras dolorosas que ambos llegaron a dedicarse en más de una ocasión.

El magnate lo miró durante unos segundos y acarició sus mejillas, en consecuencia Min no pudo evitar mostrar uno de esos pucheros naturales que aparecían en su boca cada vez que su pareja no le respondía al instante. Moonbin sonrió levemente y posó un beso cariñoso sobre la frente del chico de los tatuajes.

—Lo siento por estos días, he estado demasiado a la defensiva. Sigue molestándome de alguna forma el que no aceptes tus sentimientos.

—No volvamos de nuevo a ese tema. - pidió Dong Min, apretando el agarre sobre el brazo de Moonbin mientras seguían su camino hacia la puerta de salida del hotel.

—Está bien, evitemos pelear de nuevo en nuestro último día en Nueva York. - el magnate se mostró dulce y eso rápidamente derritió el estado de ánimo de Dong Min, haciéndolo mucho más entusiasta. - ¿Hay algún sitio que te gustaría ver, pequeño?

Bueno, en realidad había muchos. Había dejado su país en muy pocas ocasiones y en todas ellas fue gracias al magnate, ya se tratase del trabajo o de un asunto familiar.

-No sabría decirte.

Dong Min observó la atmósfera que lo rodeaba, era igual que Seúl y totalmente diferente a la vez. Probablemente cada ciudad tenía su propia naturaleza a pesar de que todas ellas se componían de altos edificios, largas carreteras y tiendas situadas en los lugares más estratégicos, con escaparates iluminados con brillantes luces para lograr que la curiosidad invitase a los transeúntes a entrar. Todavía quedaban rincones únicos repletos de historia, escondidos de la periferia general y envueltos en un aura que parecía diferir del jaleo de personas que se acumulaban en las avenidas.

Una estatua en honor a alguien, un jardín en medio de la muchedumbre, fuentes de piedra, arquitectura distinta, zonas dónde una escena de tu película de referencia había tenido lugar. Aunque solo fuera una cosa, cada ciudad suponía una vida distinta y al chico de los tatuajes le resultaba interesante exactamente eso. Quería ver algo que fuese más allá de aquello que las ciudades de todo el mundo tenían en común. Podía ir de comprar en Seúl, ese día ansiaba curiosear alrededor de callejones y callejuelas.

—Quiero caminar sin ningún plan concreto, podemos planear algo a medida que pasemos por lugares interesantes. Me gustaría encontrar caminos menos transitados, algo tranquilo y sin tantos turistas como lo son las zonas principales.

—Un viaje improvisado entonces. - los dedos de la mano de Moonbin se entrelazaron con los de Dong Min y una enorme sonrisa llegó hasta su boca al sentir como el chico de los tatuajes posaba la cabeza en su hombro mientras caminaban sin prisa entre todas esas personas apuradas. - Y quizás un restaurante escondido donde podamos comer tranquilamente los dos juntos sin el estrés de tener que esperar demasiado para poder sentarnos en la mejor mesa.

—Nadie se fija en los detalles aquí, no al menos en esos detalles que implica el hecho de ver a una pareja de dos chicos tomados de las manos. A nadie le sorprende nuestra presencia, nadie nos mira con rechazo... Nadie nos conoce realmente. - el magnate puso atención a las palabras de Dong Min. - Todos tienen prisa, así que ni siquiera contemplan y aprenden a amar el lugar en el que viven. Si vas a una tienda te enfadas porque hay dos personas delante de tí, si esperas en un paso de peatones tocas el botón sin parar hasta que se pone en verde, si entras a algún cine quieres una película de una hora y media porque dos horas parecen una eternidad... Todos tienen prisa. Nunca nos paramos a disfrutar al completo lo que hacemos, Binnie. Y mucho menos tú, el trabajo siempre es más importante que tu felicidad y eso debería comenzar a cambiar si no quieres terminar solo y deprimido.

El magnate asintió, pensando en las palabras de su marido mientras los dos caminaban con las manos entrelazadas. Él era así, por lo que no podía molestarle por la descripción que había hecho Dong Min. Siempre estaba demasiado apurado por el trabajo como para permitirse esperar o tener paciencia, buscaba opciones rápidas y tiendas exclusivas que le permitían llegar y obtener lo que ansiaba sin tener que ponerse detrás de una enorme fila de personas.

Las cosas superficiales y la prisa impuesta ya eran parte de su rutina. Moonbin percibía eso cuando sentía que se olvidaba algo solo porque los domingos no trabajaba o cuando caminaba rápidamente por las calles cuando no tenía un horario fijo, la prisa estaba instaurada en su interior como ejemplo del estrés que soportaba diariamente. Sin tiempo para ver los bonitos colores del cielo o escuchar la música que los taxistas ponían en sus vehículos. Sin tan siquiera pararse a notar si el día era precioso a pesar de la lluvia o si las hojas coloridas del otoño comenzaban a aparecer entre los tonos verdosos de los árboles tras el verano. Solo importaba llegar temprano, mantener el trabajo en el punto más estable y recibir una buena suma de dinero a final de mes con la que comprarse algún capricho inútil que muchas otras personas disfrutarían probablemente mucho más de lo que lo haría él.

—Yo soy un poco así también, ¿eso es lo qué quieres expresar? - preguntó el magnate con curiosidad.

Dong Min asintió, pasando la vista por todo aquello que los rodeaba.

—Y tú también lo eres de vez en cuando. - comentó de nuevo Moonbin. - También caminas con apuro sin tan siquiera percibirlo.

-Eso es porque me he acostumbrado a caminar a tu lado, ahora te sigo el ritmo.

Los dos se miraron por unos segundos, las charlas profundas parecían hacerse más comunes con el paso de los días. Quizás porque habían agotado todos los temas fibrosos o tal vez porque ya no existía esa enemistad tan absurda que durante las primeras semanas de su relación los hizo colisionar el uno contra el otro de forma constante.

—Hoy podemos ir con tranquilidad. - Dong Min apretó su agarre sobre la mano de Moonbin y comenzó a bajar la velocidad de sus pasos. Consciente de que ambos realmente caminaban más rápido de lo necesario.

—Es extraño caminar lento entre toda esta gente con evidente prisa. - estaban en el centro de Nueva York, en plena zona de negocios. Las personas se golpeaban unas a otras con sus maletines y ni siquiera se frenaban para pedir disculpas debido a que eso implicaba una valiosa pérdida de tiempo, sin importar que tal vez fuesen tan solo un par de segundos.

—No quiero convertirme en alguien así. - Moonbin observó a Dong Min, quien parecía encantado viendo los grandes carteles eléctricos que colgaban de los edificios. - Ya lo soy un poco, sin embargo no quiero convertirme en un robot que solo piensa en hacer dinero sin otro objetivo en la vida que el de tener una casa más y más grande o veinte coches en el garage. Eso no me servirá de nada si no tengo personas con las que compartirlo.

—Lo dices como si no fuese exactamente lo que eres Moonbin. Incluso has conseguido un marido con el dinero. No te estoy juzgando, sé que buscabas el sentimiento de amor pero... Eres demasiado bueno como para tener que poner tu cariño en alguien que probablemente solo quiere dinero y no a ti.

Dong Min tiró de la mano de Moonbin, haciéndolo caminar hacia uno de los puestos de comida. Uno de esos donde la fila era lo suficientemente larga como para que Moonbin lo hubiera esquivado en cualquier otra ocasión de su vida.

—Cuando empezamos esto que tenemos, yo estaba obsesionado con el dinero... - dijo Dong Min. - Me encantaba la idea de conseguirlo y no me importaba cómo. Sabes bien el modo en el que he vivido, esa casa era un asco y lo sigue siendo, envidio a Min Hyuk por querer mantenerse humilde incluso sabiendo lo complicado que es vivir con el dinero del mes contado. Él sabe a dónde pertenece y quiere ganarse las cosas de forma honrada, sin embargo aún no ha comprobado por sí mismo lo difícil que es ganar algo si lo haces de forma literalmente honrada. Aprecio sus sueños pero a veces siento que debe poner sus pies en el suelo o de lo contrario terminará por hacerse daño a sí mismo.

-Es tu hermano, así que comprendo esa irremediable necesidad por evitar que se caiga y se haga daño.

-Pero aunque sienta esa necesidad, yo no soy como tú. No voy a impedir que se caiga al suelo y cuando lo haga lo levantaré solo una vez, el resto de veces estaré a su lado mientras se levanta por sí mismo. De lo contrario no podrá aprender a vivir por sí mismo, debe cometer sus propios errores para evolucionar.

-¿Acaso no está bien querer evitar que sufran?

-Lo está, pero todavía necesitan vivir de todos modos. Como tú y yo también lo hemos hecho.

Dong Min le señaló al tendero lo que quería cuando la fila finalmente les permitió avanzar. Habían pasado diez minutos pero de alguna manera su charla había amenizado la espera lo suficiente como para que Moonbin siguiera indeciso acerca de qué dulce callejero pedir.

-Quiero aclarar algo.

Dong Min cambió de tema repentinamente, observando el modo en el que Moonbin observaba las opciones ante su mirada.

—Acepté el trabajo que me ofreció Myung Jun por el dinero que me ofreció a cambio, lo sabes hasta ese punto. Pero admito que he aprendido a quererte por quién eres, con honesta sinceridad. - las palabras casi lograron que Moonbin se atragantase con su propia saliva y Dong Min no pudo evitar sonreír en consecuencia. - Pero no sé si te amo y creo que no lograría hacerlo nunca mientras tu trabajo siguiese poniéndose entre nosotros constantemente. Busca a alguien que de verdad te adore si no puedes dejar de lado la empresa, mereces eso. Me has enseñado mucho, y siempre apreciaré esos días en los que quisiste vivir como yo para conocerme de verdad. Somos de mundos distintos Moonbin, seguiremos siéndolo incluso si hay sentimientos reales entre nosotros.

Dong Min tomó sus galletas de jengibre y miró a Moonbin, este asintió todavía aturdido por lo que el chico estaba diciendo.

—Creí que pasaríamos el resto del día sin discusiones.

—Esto no es una discusión. - aclaró Dong Min. - Tampoco te estoy echando nada en cara. Puede que yo en el futuro me arrepienta de haberte dejado ir pero por ahora solo puedo ser sincero diciendo que ni yo mismo sé que es lo que deseo y que definitivamente al menos sé que no me apetece tener que compartir a mi pareja con su trabajo. Me gusta estar contigo, realmente me siento bien cuando estamos solos los dos... Pero mi mente es un lío y que entre nosotros siempre haya un contrato, no ayuda.

Moonbin suspiró pero no dijo nada, le había prometido a Dong Min una tarde sin peleas en la que podrían conocer la ciudad así que lo hizo de esa forma. En las horas siguientes lo vió sonreír más que nunca mientras los dos buscaban los más bonitos callejones para tomarse fotos y también disfrutó como hacía años que no lo lograba probando multitud de dulces como lo haría un niño pequeño. Esa faceta aventurera de Dong Min lo había empujado hasta la infancia.

Lo cierto era que el magnate nunca había disfrutado por completo de su adolescencia, porque después de la muerte de sus padres dedicó gran parte de su vida a aprender sobre el negocio familiar de la mano de su abuelo. Un hombre serio y cerrado ante cualquier muestra de disfrute por su parte, Moonbin se esforzó tanto que perdió una parte de sí mismo en el proceso. Y quizás por eso se encontraba besando a Dong Min en medio de la calle sin pensar en las miradas o lo que los transeúntes pudiesen pensar. Porque al fin se sentía vivo, bien y a salvo entre los brazos de alguien a quien sabía que quería con todo su corazón.

Solo planeaba ampliar un poco más ese cosquilleo que martilleaba en sus labios cada vez que se besaban. Le gustaba Dong Min, pero este tenía razón en algo. Ninguno de los dos podía saber si lo suyo era amor real o solo la desesperación por sentirse comprendido y acompañado.

No lo podrían saber con facilidad... No todavía.

Pero tal vez pronto si hacían bien las cosas.

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