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"Toma mis manos, no las sueltes. Miente en el laberinto, no puedes dejarme ir en el laberinto del amor. "
—Love Maze (BTS)
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En el instante en el que Sanha llegó al lugar en el que el magnate estaba viviendo con Dong Min, se encerró en la habitación de estos impidiéndole a los demás comprobar el estado de Moonbin quién se encontraba febril y lloroso. Años y años de experiencia le habían enseñado que su hermano era especialmente sensible a las personas cuando la depresión lo golpeaba, hasta la más mínima palabra mal usada podría provocar un llanto inevitable.
Había pasado poco tiempo desde la última vez que estuvieron juntos y sin embargo Moonbin rápidamente abrazó a su hermano pequeño tan pronto como este asomó su nariz a la habitación. Se sentía completamente necesitado del cariño de la única familia que tenía. Siempre habían estado unidos, eran ellos dos contra un mundo que parecía empeñarse en complicarles la vida y quizás por eso los momentos de depresión se volvían un bucle sin la presencia de Sanha. Él lo conocía a la perfección, sabía cómo calmar su dolor casi de la misma forma en la que Moonbin conocía hasta el menor detalle de la ciclotimia que envolvía la personalidad del jinete y de vez en cuando lo tornaba en una personalidad de sentimientos confusos.
-Está bien, llora todo lo que necesites. No tienes que preocuparte por nada ni nadie más que tí mismo. - la voz de Sanha era calmada, cualquiera que los viese enfrentar una circunstancia como esa podría llegar a pensar que él era el hermano mayor. Pero no lo era, Moonbin siempre había ejercido un buen papel como el primogénito de los Moon y eso precisamente era lo que lo arrastraba siempre hacia el estrés que llevar una empresa completamente solo implicaba. El magnate no estaba dispuesto a permitir que Sanha tuviese que enfrentarse a socios enfadados a diario cuando a este ni siquiera le agradaba aquello que tenía que ver con Moon's Enterprise. Así que no importaba que los dos fueran herederos, Moonbin estaba más que dispuesto a sacrificarse. - Y cuando no tengas más lágrimas habla conmigo, sé que necesitas desahogarte.
El magnate sollozó un poco, escondiendo las heridas que todavía permanecían en su cara por la caída del día anterior. Solo quería encerrarse en la oscuridad y reflexionar sobre todos los errores que estaba cometiendo últimamente. Ya ni siquiera sabía si ese falso matrimonio era correcto. Quería sentir enamoramiento, algo real que le ayudase a vivir saliendo de la rutina en la que se había sumido durante los últimos años. Todavía era joven, lo suficiente como para hallar a alguien real que no actuase cada una de las veces en las que sus labios se concentraban en un beso, sin embargo sabía que todos se marchaban al conocer sus secretos. Nadie quería lidiar con sus traumas del pasado, la memoria de una madre loca que decidió abusar de sus hijos mientras sonreía felizmente ante las cámaras, el recuerdo de un padre sumido en la tristeza mientras trataba de sacar a su entera familia adelante. La mentira de quienes fingían ser y quienes realmente eran. Un retrato familiar precioso para el mundo y una tortura interna para dos niños que no se habían recuperado del dolor incluso después de muchos años.
Sus depresiones ya no tenían fecha de caducidad porque siempre llegaban en el momento más inesperado. Cuando los malos momentos quedaban atrás y se sentía feliz, la realidad lo golpeaba como un resorte y su pecho comenzaba a quemar de nuevo por la ansiedad. Hoseok tenía muchos miedos, le asustaba hacerse ese tatuaje que le había pedido a Dong Min en Italia, temía las tormentas eléctricas o la oscuridad absoluta, sin embargo lo que más pánico le causaba era sin duda la sensación de que en el futuro estaría completamente solo.
Daba igual que su hermano le recordará constantemente la innegable existencia de más amores que el romántico. La idea social de felicidad en la que las parejas estaban llenas de importancia siempre permanecía pegada a su alma, quería una familia. Un hombre al que abrazar en las noches y un hijo al que enseñar a caminar.
-Solo necesito un poco de cariño. - dijo finalmente, separándose de su hermano para mirarlo a los ojos. - ¿Cómo va la herida de tu cabeza?
-Bien. No trates de alejarte Moonbin, ahora es acerca de ti y no de mí. - Sanha sonrió. - Estoy aquí para escucharte. Hazme caso, tienes que hablar con alguien de eso que te lastima.
-Me he enamorado de Dong Min, o... No sé, él me gusta y estoy feliz a su lado pero siempre termino por pensar en que esto es falso. Sé que es mi culpa...
-Pero es lo que querías, desde el inicio sabías que ocurriría.
Moonbin asintió.
-Lo sé. Es culpa mía y de mis decisiones estar de esta forma ahora. No hay nada que pueda hacer para evitarme el dolor a mi mismo. - Moonbin dio un respingo antes de dejar caer su cabeza contra el respaldo de la cama. - Quiero llegar hasta el final de esto y ver qué es lo que ocurre. Dong Min... Él no parece triste a mi lado. Eso me consuela porque al menos sé que obtendrá una mejor vida cuando todo esto termine.
Los dos hermanos compartieron miradas, ambos sabiendo que nada de eso se podría considerar como un acto de caridad y a la par siendo conscientes de que una ayuda económica podría marcar una diferencia más que notable en la rutina de los hermanos Lee.
-Mientras dure lo que sea que los dos hemos establecido a lo largo de estos meses, él no está sintiéndose obligado a fingir nada. Al menos eso es lo que me ha repetido una y otra vez desde que llegamos a este apartamento. - Moonbin sonrió un poco.- Dong Min parece preocuparse un poco más de lo que lo hacía antes, ahora es el primero en iniciar conversaciones cuando nos estiramos juntos sobre el sofá o caminamos por la calle. Y aún con todas esas promesas de que ya no está fingiendo encontrarse bien conmigo, lo peor para mi sigue siendo que no puedo distinguir que parte de él es actuación y cuál realidad. Las dudas están jugando con mi estabilidad mental de la peor manera posible.
Sanha suspiró sin saber qué decirle a su hermano para calmar la comezón que obviamente lo mantenía preocupado. Con las manos en un puño se sentó al lado de Moonbin en la cama y se limitó a poner sus ojos sobre el techo. Si bien estaba feliz porque en esa ocasión su hermano no estaba siendo atosigado por los recuerdos de sus padres, también estaba preocupado por cómo su estado mental se quedaría tras acabar el matrimonio con Dong Min. Los dos se complementaban y entendían a la perfección, eran como un matrimonio real pero con la traba de que en realidad todo estaba basado en un contrato. Desayunaban, trabajaban, comían, cenaban y dormían juntos. Hoseok sin duda notaría la soledad si tuviese que ver como ese chico que ahora le aportaba emoción a sus días, se marchaba sin oportunidad de que él sostuviera su mano para pedirle que se quedase un poco más.
-Del uno al diez en el nivel de amor que crees sentir hacia Dong Min. ¿En qué fase te encuentras? - preguntó Sanha, observando la habitación antes de regresar la mirada al perfil de la cara de su hermano.
-¿Siete? Quizás ocho.
Sanha se limitó a asentir en silencio, respecto al amor no podía decir nada pues jamás había experimentado esa sensación antes. Había puesto sus ojos sobre varias personas a lo largo de su vida pero hasta él sabía acerca de la gran diferencia entre admirar el físico de alguien y regalar el corazón a una pareja dispuesta a cuidarlo.
Min Hyuk dejó escapar un suspiro de su boca mientras observaba lo que lo rodeaba, había pasado mucho tiempo pero todavía consideraba ese destartalado apartamento como su único hogar. A pesar de no ser una gran mansión tenía ciertos encantos, el sol del amanecer siempre bañaba de preciosos tonos naranjas las paredes de los pasillos, los vecinos solían poner música de rock ochentero que llegaba desde los patios interiores hasta sus habitaciones, la cocina era pequeña pero en cuanto se comenzaba a cocinar los fogones calentaban la totalidad del lugar.
A él le había gustado vivir ahí mucho más de lo que se atrevía a admitir en voz alta, a diferencia de Dong Min no podía recordar la casa en la que un día vivieron con sus padres y eso quizás era lo que había provocado que un sitio tan desordenado se viese tan sumamente bien ante sus ojos. No tenía forma de comparar su primer hogar con el segundo y aunque lo podría comparar con el tercero, la mansión de los Jung todavía le resultaba demasiado grande para su gusto.
-¿De regreso a casa? - Dong Min le sonrió, estaba sentado en el sofá tratando de sintonizar alguna cadena decente en ese antiguo televisor que de alguna manera todavía continuaba funcionando.
Min Hyuk sonrió abiertamente, por supuesto había echado de menos el humor insoportable de su hermano por las mañanas, durante esas semanas había sentido que una pieza de su vida faltaba cuando se mantenía alejado de su hermano mayor. Ellos dos no eran buenos mostrando cariño abiertamente pero eso no implicaba que quisieran separar sus caminos tan temprano.
El menor de los Lee rápidamente tomó asiento a su lado sin recordar lo incómodo que era aquel sofá, aún así no le importó demasiado. Había una extraña felicidad recorriendo su cuerpo ahora que los cuatro se encontraban en ese piso. Casi podía sentir la familiaridad recorriendo sus extremidades.
-He echado de menos esto.
Dong Min alzó una ceja divertido ante el comentario de su hermano y negó con la cabeza.
-¿No te han tratado bien en la mansión, Hyukie? Moonbin me ha tenido limpiando y arreglando cosas con él durante las últimas semanas. ¿No has visto que el marco de luz es nuevo? Dijo que quería vivir como nosotros pero lo ha ido acomodando todo poquito a poco hasta llevarlo a su propio terreno. Le ha faltado poco para redecorar cada esquina, si nuestro tío lo viese le besaría las manos.
Min Hyuk se encogió de hombros, había notado ciertos cambios que facilitaban la vida en el apartamento pero su atención estaba en otros lugares.
-¿Has estado bien? - el tono de Dong Min era más conciliador y curioso ahora por lo que rápidamente asintió. - He escuchado que tu equipo de baloncesto está en las semifinales del torneo que organiza tu instituto. Lo he hablado con Moonbin y creo que estamos de acuerdo en que podemos saltarnos un par de horas en el trabajo para ir a ver tus partidos.
Una extraña sensación de felicidad hizo que sobre los labios de Min Hyuk se extendiera una gran y preciosa sonrisa, sería la primera vez que su hermano acudiese a ver alguno de sus proyectos. Había elegido el baloncesto no solo por recomendación de Moonbin sino también porque durante su infancia se pasaba las horas sentado en las canchas de básquet viendo jugar a su hermano mayor y dibujando felizmente. Esos eran algunos de los momentos más importantes de su vida, simples recuerdos en los que la felicidad se encontraba siempre presente.
-Si vienes no puedes increpar al equipo contrario. ¿De acuerdo?
-¿Y cómo podré divertirme entonces? - bromeó Dong Min.
La respuesta del pequeño Lee fue interrumpida cuando Sanha abrió la puerta de la habitación de Dong Min y caminó hasta la salita de la casa con Moonbin a su lado.
-Quiere comer algo con muchas calorías. ¿Hay alguna local de comida basura por aquí? - Dong Min miró confuso a Sanha, Moonbin no solía comer cosas demasiado perjudiciales para el físico que se empeñaba en trabajar con una hora de cardio y otra de fuerza a diario. Su vida era ordenada al extremo y con su salud funcionaba de la misma forma. - Se siente triste todavía por algunas cosas que van y vienen de su cabeza, así que creo que le vendrá bien la comida con un poco más de condimento que el pollo a la plancha con verduras.
Dong Min asintió sin percatarse de cómo Moonbin observaba al magnate. Se levantó y tomó la mano de su marido de forma protectora, era uno de los gestos que ahora realizaba de manera relajada. En su primer mes con Moonbin detestaba entrelazar los dedos de sus manos, sin embargo ahora encontraba en ese gesto una calidez realmente agradable.
-Vamos a peinarte un poco y a limpiarte la cara. - susurró, acercando sus labios a los de Moonbin. Sus comportamientos íntimos o las expresiones repletas de esa ternura que nunca antes se había sentido empujado a mostrar, formaban parte de todas las cosas que hacía de forma automática. Momentos en los que ni siquiera actuaba o fingía ser el marido perfecto.
Moonbin por su parte apretó el agarre que Dong Min le ofrecía y lo siguió hasta el baño dónde se dejó cuidar, le encantaba sentir las manos del chico de los tatuajes peinando cada mechón de su cabello o percibir la forma en la que le limpiaba las lágrimas de la cara con la toalla manteniendo cada toque como una suave caricia.
-Gracias. - susurró, estaba afónico debido a su resfriado y por algún motivo Dong Min se preocupaba por ese hecho. No podía evitar querer guardar a Moonbin en una cajita de cristal para que este no sufriera los daños que la sociedad, y el mundo en general, le causaban.
-No tienes que agradecerme nada, cariño. - sus labios buscaron los del magnate y le dedicó un beso lento en el que sus lenguas se encontraron las suficientes veces como para que ambos sintieran el calor colándose en su cuerpo.
Sonrieron cuando se apartaron, a esas alturas incluso conocían los puntos débiles del otro.
-Tenías razón con algo. - habló Dong Min, terminando de peinar los rebeldes mechones del cabello de su marido. - Este tipo de cosas son mejores con una pareja, tenemos tanta práctica en los besos que podría jurar que son perfectos. Sabes lo que me gusta y lo pones en práctica. Yo hago exactamente lo mismo contigo.
Una sonrisa de sinceridad y complicidad fue compartida entre el matrimonio a través de sus reflejos en el espejo.
-Quiero pizza. - el magnate hizo uno de esos pucheros que irremediablemente siempre creaban mariposas en el estómago de Lee. - Tengo hambre, Minnie.
-Te voy a comprar todas las pizzas que quieras, pero tienes que prometerme que te pondrás mejor pronto. - Dong Min posó su frente sobre la de Moonbin en un movimiento cargado de familiaridad. No mentía al afirmar que se había acostumbrado a conocer a la perfección todo lo que formaba parte de la persona que era dueña de sus gestos más románticos. - No me gusta como me siento cuando estás triste.
-¿Y cómo te sientes cuando estoy triste, Dong Min? - había curiosidad real en cada palabra del magnate.
-Como si quisiera intercambiar lugares. Prefiero ser el que sufre, no mereces dolor. Eres demasiado bueno para este mundo de mierda.
Y de nuevo Moonbin bajó la mirada, Dong Min actuaba bien. Tanto que le dolía. Pero después de todo, él había pedido que el juego subiese la intensidad hasta poder experimentar el modo difícil. Así que ahora no podría reprocharle ni una sola cosa a su marido.
Se levantó y tomó por sí mismo la mano de Dong Min, quería centrarse de nuevo en lo que tenía justo en ese instante en lugar de en lo que podría suceder en el futuro. Caminaron hasta el salón juntos y sin necesidad de decirse absolutamente nada más, sus ojos y movimientos hablaban en silencio sin necesidad de que la voz crease palabras.
-Hay una especie de local italiano cerca, Dong Min compra la cena ahí en ocasiones. ¿Les apetece pizza? - el magnate respiro hondo tratando de hacer de su tono algo ameno, no entraba en sus planes sumir en su propia tristeza a los demás.
-Si es lo que a ti te apetece comer hoy, está bien. - dijo Min Hyuk, obteniendo otra bonita sonrisa del magnate. Oh, si tan solo pudiera coleccionarlas. - Quiero decir... Eres el que está enfermo... Es bueno si tú decides y aprovechas el momento para ser cuidado.
-Eso. - Sanha sonrió cínicamente. - Dejemos que nos cuiden hoy. A mi aún me duele.
Dong Min se limitó a observar el momento, incluso si lo negaba en voz alta o le costaba asimilarlo, le gustaba ver ese lugar lleno de risas. Hacía años que él y Min Hyuk habían perdido a su familia por lo que la ilusión de pertenecer nuevamente a un sitio, de tener un hogar... Había comenzado a brotar inevitablemente. Ahora sentía toda la esperanza que durante años se negó a tener por miedo al fracaso.
Miró a su hermano, reía mientras le alborotaba el cabello a Sanha y procuraba no rozar las heridas de la cabeza de este. Moonbin también sonreía con ganas, abrazando su estómago por las carcajadas que le provocaba ver a su hermano revolverse molesto por los actos de Min Hyuk. Y en algún momento, él también se atrevió a hacerlo, a bromear, a ser libre para sentir el amor que esa familia le estaba regalando.
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