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"El espacio entre tú en el pasado y yo en el futuro, en este momento."

—Don't Leave Me (BTS)

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Las manos de Dong Min recorrieron la espalda de su marido mientras de su boca se escapaba un gemido de placer con cada roce, le encantaba eso. Levantarse pronto, trabajar, comer juntos y aprovechar toda la tarde para perderse en la cama entre besos, gemidos y caricias. Los dos habían logrado una rutina que los invitaba a ser felices cada día. Todo era más fácil cuando se apoyaban el uno en el otro.

-Nene. -Moonbin rozó sus labios en el cuello de Dong Min, disfrutando del hecho de que este se pusiera su colonia cada día. -Date la vuelta.

Había muchas cosas que el magnate le enseñaba diariamente. Incluso si las espinas del pasado se clavaban con fuerza en las almas de ambos, se complementaban a la perfección. Se ayudaban sin tan siquiera saberlo. Moonbin estaba enamorado y lo estaba a conciencia, pues cada día que pasaba al lado del muchacho de los tatuajes sus mañanas eran más suaves, sus días más felices. Y justo en ese lugar, dónde su corazón latía con fuerza con cada beso que Dong Min le propinaba por cuenta propia, justo ahí, le dolía.

-¿A qué esperas? -Dong Min se relamió los labios, moviéndose bajo el cuerpo de Moonbin en busca de un poco más de contacto y gimoteó en consecuencia al notar como sus erecciones se rozaban. - Hazlo ya, Binnie.

En los últimos días el chico de los tatuajes había captado muchos de los fetiches que su marido tenía. Al magnate le gustaba verlo suplicar por placer y a él le gustaba excitarlo pidiendo roces, caricias o simplemente un poco más de lo que sea que provocaba ese encantador ardor en su cuerpo. Atrás quedaban enterrados los prejuicios sobre mantener relaciones con personas del mismo sexo, su teléfono estaba plagado de búsquedas sobre el tema y visitas a webs para todos esos seres humanos con dudas sobre su sexualidad como las suyas.

Respecto a si tenía claro lo que quería, la respuesta seguiría siendo negativa por un tiempo. Dong Min solo sabía que le gustaba pasar su tiempo con Moonbin, trabajar o hablar con este y por supuesto mantener relaciones sexuales con el mismo. Nadie podría derribar la idea que actualmente había creado acerca del que ya consideraba su salvador, porque en cierta manera este lo sacó de las calles y le regaló una vida llena de opulencia, sin olvidar que la libertad de opinión siempre debía ser lo primero.

Él sabía que con Moonbin podía negarse a cualquier cosa, el problema en esos momentos quizás se tenía que centrar más en el detalle de que con su marido nunca parecía querer negarse a nada. Y el magnate se encontraba de la misma forma, ambos estaban encerrados en una burbuja de romanticismo más propia de un primer amor que de dos personas desconocidas como ellos todavía lo eran.

Unos meses. Dong Min se lo recordaba a sí mismo de vez en cuando, tan solo llevaban juntos una estación completa.

-¿Qué hay de malo en ir lento? - respondió el magnate a las súplicas Dong Min, con una sonrisa siempre sobre sus labios. Sabía de sobra que era el juego que ambos querían. El que los dos disfrutaban.

-Por favor, Binnie. - susurró Dong Min a cambio, evitando una pequeña risa que pronto terminó en la carcajada de ambos. - Si te ríes no lograremos nada.

Y así era, se contagiaban las sonrisas a todas horas. Si uno reía el otro también.

-Es extraño verte suplicando. - confesó Moonbin, acariciando el torso tatuado de su marido. - No creo poder acostumbrarme.

-Dejemos esto en manos del momento entonces, apuesto a que pediré que te apures cuando no logre esperar. - las manos del chico todavía se encontraban acariciando la espalda del magnate.

Moonbin asintió y sin decir ni una sola palabra más se lanzó a besar con fuerza los labios de Dong Min, quien lo recibió desde el primer momento de buen grado. Sus lenguas chocando, entrelazándose con la violencia de dos hombres completamente necesitados que no lograban aguantar ni un solo segundo más separados.

Las manos de Moonbin recorrieron el torso del mayor de los Lee por completo, notando la suavidad de su piel en contraposición a las zonas más rasposas causadas por las cicatrices del pasado que aún marcaban algunas zonas de su delgado cuerpo. Lo hizo como un fiel recordatorio de lo que había sido su chico antes ese matrimonio, de lo que aún era. Un muchacho repleto de inseguridades, miedos y dolor con tan solo mal carácter como escudo para todo lo sufrido y para enfrentar el mundo que constantemente parecía ponerle la zancadilla.

-Las caricias están bien pero quiero algo más que eso. - la mano de Dong Min se enterró en el cabello de su marido.

Moonbin había dejado crecer levemente su cabello y ahora este se ondulaba debido a que aún seguía húmedo tras la ducha que ambos compartieron en el instante en que llegaron a la mansión.

Ahora estaban tumbados en la cama, completamente desnudos y con las piernas enrolladas de una forma que facilitaba su necesidad por mantenerse lo más cerca posible el uno del otro.

-Nunca te he puesto a cuatro de forma ruda. - soltó Moonbin de repente, sabiendo que eso captaría la atención del chico al instante.

Y así fue, Dong Min se relamió los labios y al instante se colocó sobre la cama poniendo el culo en pompa. Que Moonbin llevase el control le aportaba cierta seguridad, debido a que en situaciones como aquella él tan solo tenía que relajarse para disfrutar de los mil placeres que el magnate lograba provocar en su cuerpo haciendo cosas tan simples como acariciarlo. Su mente estaba por completo centrada en el momento, en la suavidad de las sábanas de seda, en el olor del champú que todavía permanecía en sus pieles, así como el aroma de perfume que él mismo portaba con la intención de sentir a Moonbin más cerca aún si era posible. Estaba loco, le daba igual lo que el mundo pensase, lo que la gente dijese de los homosexuales o lo que sus falsos amigos podrían opinar. Lo único que quería, pensaba y adoraba se resumía en dos nombres y cuatro palabras: Moonbin y Lee Min Hyuk.

Con ellos su mundo estaba completo, por ellos había logrado que la depresión se rindiera ante la felicidad. Un romance tan arriesgado como platónico, pues sabía que tendría un final marcado. Algún día dejaría al magnate para vivir su propia vida pero siempre agradecería al mundo por haber aprendido a amar con Jimin y haber amado por vez primera con Moonbin. La única razón por la que se arrepentía de querer a su marido era también la razón por la que ahora lograba quererlo. Por lo que solo se dejaría caer al vacío entre los brazos del destino, lo que tuviese que ocurrir ocurriría. Nadie sabía lo que eso hacía en su mente, lo asustado que estaba por encontrarse confuso y atrapado en un juego del que conocía a la perfección las reglas desde el mismísimo inicio. Amaba a Moonbin. Y no se arrepentía por ello.

Gimió con fuerza cuando noto los dedos del magnate abrirse paso en su entrada repleta de lubricante, dilatándolo con delicadeza y arrancando los pensamientos negativos de lleno. Quería disfrutar de Moonbin, necesitaba tenerlo a todas horas a su lado. Habían pasado cinco meses juntos, eso ya era casi la mitad de lo que podría permanecer a su lado y sabía que nunca aceptaría quedarse más tiempo a su lado. Si dijo que no ante Jimin, diría que no ante Moonbin. Incluso si su vida podría llegar a derrumbarse tras algo así.

-Minnie. Dime cuanto me quieres, cariño. - susurró Moonbin en su oído, comenzando a penetrarlo lentamente. Las piernas del chico temblaron a medida que los gemidos se agolpaban en su garganta.

-Mmm... Mucho.. Binnie. - dijo, con la voz ronca por las sensaciones que cubrían de calor su cuerpo. El placer distribuyéndose hasta la punta de sus dedos.

El magnate sonrió, tiró levemente del cabello de Dong Min logrando que este gimiera de nuevo a medida que sus estocadas lentas se hacían más profundas y se tornaban en un ritmo acelerado. Conocía tantísimas cosas de su precioso muchacho tatuado, cada dibujo de su cuerpo, cada movimiento que lo haría gritar de necesidad, cada zona que acariciar para lograr abrazos sinceros y pucheros dignos del más precioso príncipe.

-Príncipe. - susurró sin pensarlo demasiado. Y es que en cierta forma para él Dong Min era exactamente eso. Con su actitud caprichosa y sus gustos caros, con su belleza y su forma de ser impredecible. - Me tienes a tus pies, como un monarca tendría a sus súbditos.

-Y... y... Sin embargo, tú eres quien tiene el control sobre mi.. . Ahora mismo al menos... - replicó Dong Min.

-En realidad... -Moonbin dio una fuerte estocada haciendo que el cuerpo de Dong Min cayese sobre la cama. Se colocó sobre este sin parar ni por un instante sus continuos movimientos más manteniendo la calma en el proceso de llevar estos a cabo. - Sin el pueblo, la monarquía y los reyes o príncipes, no son nadie. Sin el pueblo no sobreviven. Es curioso que a veces los miren por encima, cuando en realidad cada vez que la multitud se une por una misma causa...

-Los pocos son derrotados.

Los dos sonrieron. Estaban conectados en todos los aspectos. Gustos, trabajo, en las risas, el modo de ver la vida o su manera de encontrar el placer. Todo lo que compartían implicaba al menos una pequeña porción de similitud. A Dong Min le gustaba ser llevado hasta el límite, Moonbin disfrutaba de mantenerlo seguro mientras se precipitaba.

-Oh, mierda Moonbin. Sigue haciendo eso. - gritó Dong Min, dejándose mover en la cama hasta quedar de espaldas a su marido. Este seguía penetrándolo pero ahora también le acariciaba los muslos, invitándolo a abrir sus piernas un poco más.

Se dejó ir, el chico de los tatuajes colocó como pudo su pierna sobre la cintura de Moonbin en una complicada postura y permitió que al instante este rodease su erecto miembro con la mano para comenzar a masturbarlo. El sudor recorría su frente, de repente hacía demasiado calor, ambos necesitaban llegar al clímax.

-Binnie. - lloriqueó Dong Min. - Más, más fuerte por favor.

El magnate se mordió el labio y aumentó la velocidad de sus estocadas, poseído por el placer así como por los gritos necesitados de su pareja. Lo estaban haciendo bien, tanto que las palabras sobraban. Bastaban los suspiros, arañazos, besos. Bastaba con ellos dos siendo polos opuestos con sentimientos compartidos.

-Binnie. - gimió al oído del chico Moonbin. - Dime otra vez cuánto me quieres y lo mucho que te gusto.

-Yo... Ah... Yo te amo y... Me encantas... Binnie. - un gran gemido cubrió las bocas del matrimonio cuando llegaron al orgasmo. - Te quiero.

Sus cuerpos se calmaron y destensaron. Dong Min sonrió de forma absolutamente automática mientras se giraba hacia Moonbin, sin embargo sus ojos captaron la maleta preparada cerca del escritorio que antes no había percibido. Además el magnate no lo había abrazado durante al menos media hora como siempre lo hacía después del sexo, en lugar de eso estaba levantándose de la cama.

-¿Viajaremos a algún sitio? - preguntó mientras se sentaba sobre la cama aún con la respiración agitada.

-Viajaré a algún sitio. - la obviedad en la voz de Moonbin lo hizo estremecerse. - Te lo dije hace menos de una semana Minnie, tengo esa reunión con posibles accionistas en Estados Unidos.

-Quiero ir. - mencionó Dong Min, levemente emocionado ante la idea de acompañar a Moonbin en un viaje de negocios. Además, hacía mucho que soñaba con visitar América pero no se atrevía a pedirlo, sabía que la empresa de los Moon estaba pasando por momentos complicados.

-Lo siento, bebé. -Moonbin se acercó de nuevo y tras tomarlo de la barbilla con delicadeza posó un dulce beso sobre sus labios rojizos. - Los inversores quieren hablar conmigo y con el director de gama. Es un viaje plenamente de negocios, así que solo he obtenido un billete. No estaré prácticamente en ningún momento en el hotel salvo para dormir y comer algo, no me gustaría dejarte por tu cuenta en una ciudad desconocida. -Moonbin percibió al instante el desacuerdo de su marido. - Lo siento Dong Min, la próxima vez tomaré un billete para ti. Tomate esto como unas vacaciones. Sólo será una semana.

El chico de los tatuajes abrió los ojos sorprendido y atrajo hacia él al magnate. Una semana era mucho, quería seguir con la rutina que los dos habían construido. Con las noches de caricias y besos, con sus largas charlas en la biblioteca de la mansión y en general con todo lo que solían hacer juntos en un día normal.

-Una semana es demasiado.

Moonbin sonrió enternecido por las palabras de su pareja, había captado varias veces ya esas bonitas acciones en su marido pero no sabía cómo interpretarlas. No lograba distinguir lo que era parte del juego de lo que era realidad. Ni siquiera podía descifrar si algo de todo eso era real o si solo se lo estaba imaginando.

-Cuida de Sanha mientras no estoy en casa, bebé. - el magnate besó su frente. - Dong Min. Puedes hacer lo que quieras aquí mientras no estoy, no... Bueno, supongo que no tienes porque serme fiel en lo relativo al sexo... Si quieres acostarte con alguien sabes que puedes.

-¿Tú lo harás? -Moonbin negó al instante. - Entonces yo tampoco lo haré. La próxima vez obtén un billete para mí, quiero ver USA antes de que esto se acabe.

El magnate sonrió un poco, dejándose caer en la cama debido a la comodidad que el abrazo de Dong Min le estaba proporcionando.

-Está bien, cariño. - sonrió. - La próxima vez no será por negocios. Iremos juntos, te enseñaré Nueva York o la ciudad que tú mismo decidas.

-Quiero viajar contigo, Binnie.

-Y lo haremos bebe, solo tienes que pedírmelo.

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