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"Esta triste melodía se parece a ti . Me hace llorar, tu aroma es una dulce ofensa .Te odio tanto, pero te amo."

- Blackpink

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Las manos de Moonbin recorrieron las piernas de Dong Min mientras posaba suaves besos sobre el cuello de este, estaban en un restaurante pero lo cierto es que a ninguno de los dos le importaban las miradas. El magnate se encontraba realmente feliz por tener a alguien a su lado sin tantos reparos como sus anteriores parejas, a Dong Min no le importaba lo más mínimo recibir un beso en público. No estaban dando un espectáculo, sin embargo se sentían excitados y casi cualquier persona cerca de ellos podría notarlo a juzgar por el modo en el que sus labios continuaban buscándose una y otra vez.

La mano de Moonbin acarició el muslo de Dong Min haciéndolo respirar con fuerza. El blanco mantel de la mesa del restaurante tapaba todos esos movimientos, lo cual era una suerte porque al menos uno de ellos estaba a esas alturas completamente caliente.

-¿Estás feliz hoy, Dong Min?

Dong Min sonrió entre el beso, era su último día en Italia y lo cierto es que estaba feliz. Los últimos días al lado del magnate habían sido maravillosos, ya fuera descubriendo preciosos paisajes o perdiéndose entre las sábanas de seda de la cama de su habitación en el hotel.

-Lo estoy... Moonbin... Nos están mirando todos en este instante. - los ojos de Dong Min brillaron bañados en excitación.

-No están acostumbrados a ver a dos chicos así, pero no te preocupes demasiado. Soy el dueño de este local en cierta forma, es el preferido de Sanha por lo que dono dinero cada año para que los dueños lo mantengan abierto sin problemas monetarios. - los besos subieron hasta la mandíbula de Dong Min.

-¿Lo... eres? Ah... Interesante.

Moonbin sonrió y se apartó de Dong Min cuando un camarero posó los platos con la cena sobre la mesa.

-No es interesante, sólo un negocio sencillo. El lugar funcionaba bien, así que decidí invertir y ahora me dará beneficios. Se puede decir que soy socio de los verdaderos dueños. Debería enseñarte a...

Antes de acabar la frase su marido ya estaba devorando la comida mientras lo observaba con curiosidad. Por mucho que fingiese odiar el trabajo, Dong Min realmente ponía atención a los negocios del magnate e incluso daba buenas ideas de vez en cuando.

-Sigue hablando, te escucho. - dijo con la boca llena.

Moonbin sonrió, mirándolo con una expresión divertida sobre sus pupilas.

-Decía que debería conseguir para ti algún negocio para que aprendas sobre mi trabajo mientras estamos juntos. Estoy seguro de que lo harías realmente bien y siempre puedes consultarme cuando necesites ayuda.

-¿Qué tipo de negocio sería? - Dong Min se relamió los labios, apartando la mirada de Moonbin. Sentía una pizca de emoción ante la idea de que el magnate confiase en él para obtener algún tipo de puesto o trabajo con cierta importancia.

-No lo sé. - la mano de Moonbin acarició la baja espalda de Dong Min y una sonrisa se extendió por sus lindos labios. - ¿Qué le gustaría hacer al señor?

Rieron. Estaban tan perdidos el uno en el otro, en las miradas brillantes y los labios enrojecidos, que ni siquiera notaron la llegada de sus hermanos al local. Habían logrado esa intimidad a través de simples palabras. Estaban más unidos de lo que ambos creyeron posible alguna vez y no sólo en el terreno amoroso, sencillamente se llevaban bien. Muy bien. Compartían gustos musicales, elegían las mismas películas e incluso tenían opiniones similares acerca de algunos asuntos por difícil de creer que resultase. Se dormían juntos y despertaban juntos, los abrazos y tomarse de las manos ya no suponían un problema.

Se estaban acostumbrando a esa rutina de luna de miel. A quererse incluso si era de mentira, a jugar a la pareja perfecta. Y si se hubiesen conocido en otras circunstancias ambos sabían que lo serían, que si sus mundos no fueran tan diferentes como mínimo habrían logrado ser buenos amigos. Pero eso era un juego y no podían olvidar sus cartas.

Min Hyuk observó la escena desde la puerta, sus impulsos de separarlos quemaban dentro de su pecho pero se limitó a respirar profundamente para a continuación seguir a Sanha hasta la mesa. Moonbin estaba precioso con esos suéteres de lana que llevaba de vez en cuando si no estaba en horario laboral. Sus manos repletas de anillos de plata con dedos largos y bonitos lograban que la piel del pequeño de los Lee se erizase. Y su cabello esa mañana estaba un poco más desordenado que de costumbre, provocando que el flequillo se le resbalase lentamente por la frente de este cada vez que se movía o reía. No podía dejar de mirarlo.

Y Dong Min lo notó, no sabía lo que pasaba con su hermano exactamente pero reconocía esa mirada de anhelo en sus apagados ojos marrones. No era difícil identificarlo de todos modos, Min Hyuk podía ser especialmente evidente en ciertas ocasiones. Sobre todo cuando no se sentía del todo bien en algún ambiente o situación.

-¿No han pedido nada para nosotros? - preguntó Sanha, tomando un pañuelo de su bolsillo. Tras aquella noche de lluvia seguía resfriado y no parecía que sus síntomas fuesen a desaparecer pronto.

-Pidan lo que quieran. - Moonbin los miró con esa amplia sonrisa que calentaba el alma de los que lo rodeaban. - Esperamos por casi una hora. ¿Ha pasado algo?

-No me encontraba bien. - respondió el menor de los Moon, cubriendo a Min Hyuk en un movimiento reflejo. Lo cierto es que se habían peleado en el trayecto hacia el restaurante, una de esas peleas absurdas pero que parecían ser tremendamente frecuentes entre ambos.

A pesar de las miradas apenadas de Min Hyuk que Sanha era capaz de percibir sin complicación alguna, la cena transcurrió con tranquilidad. El ambiente era tranquilo, la comida deliciosa y estar en un lugar conocido fuera de Corea les daba la confianza suficiente como para hablar de casi cualquier tema que se les ocurriese sin miedo a ser criticados por algún rumor sacado a través de la prensa sensacionalista. Generalmente sus palabras tendían a ser tergiversadas para obtener la atención del público o los lectores.

Moonbin y Dong Min hablaban de un posible negocio mientras sus hermanos observaban el espectáculo que esa noche ofrecía el local. Sobre el escenario un grupo de danza moderna bailaba melodías lentas a la par que puntillosas, las luces bajas lograban un perfecto ambiente adecuado a la performance que estaba teniendo lugar y la música sonaba con claridad gracias a la alta calidad del equipo de sonido. No había humo flotando a su alrededor como solía ocurrir en los bares a los que Sanha estaba acostumbrado. Sólo arte y belleza.

Alzó la vista y con impresión observó la delicadeza con la que cada uno de los bailarines se movían, jamás había visto algo similar ni tan bello. En su barrio lo habrían tachado de nenaza prácticamente al instante, pero al lado de Moonbin aquella maldita palabra no podría importarle lo más mínimo. Le gustaba lo que sus ojos observaban y aquello que sus oídos escuchaban.

-¿Te gusta? - Moonbin preguntó, estirando su mano en un movimiento delicado para acariciar su mejilla. Últimamente no le sacaba las manos de encima, pero el chico de los tatuajes se había acostumbrado. Incluso se sentía relajado con esos gestos.

-Nunca había visto algo así antes, es una novedad supongo. Se mueven... Como si levitaran sobre el escenario, todos están tremendamente coordinados. - una sonrisa cubrió sus labios. - Creo que me gusta. Es bonito de ver.

El magnate sonrió levemente, le gustaba percibir de esa forma tan ilusionada a su marido. Disfrutar del arte con su pareja era algo que siempre había volado por su cabeza, el deseo de poder gozar de las más bonitas bellezas de la humanidad al lado de la persona que amaba era un sueño para él. Ojalá fuese cierto y no sólo un burdo contrato, Dong Min era un buen actor. Sabía cómo hacerlo feliz con sus mentiras y le gustaba, le gustaba más de lo que cualquier de sus anteriores parejas le había llegado a gustar.

-¿Te sucede algo? - habló Dong Min, notando el ceño fruncido del magnate. - Te has quedado completamente callado.

-Solo estoy pensando que... Bueno, esto es un contrato y tú eres un buen actor pero realmente me gustaría admirar este tipo de cosas con alguien que me ame de verdad.

-Moonbin. - en su interior el chico de los tatuajes quería consolar a su marido de la forma adecuada, pero no había nada que pudiera decir. Su boca estaba sellada ante los ojos soñadores que mostraba el magnate. - No pienses en eso. Permítete disfrutar un poco, olvida el contrato por al menos un segundo por tu propio bien.

Dong Min tomó su mano por iniciativa propia y sonrió mientras notaba lo bien que encajaban sus dedos con los del magnate, estaba en problemas. Sentirse así con Moonbin en solo unos meses era malo y sería peor después de un año, sería horrible enamorarse por primera vez de una pareja que tiene fecha de caducidad. Porque ese matrimonio era falso y sus sentimientos jamás lo cambiarían. Aquel era el mantra que se repetía cada mañana y noche en el afán por desprenderse de aquello que el hombre a su lado le proporcionaba.

-Está bien, Dong Min. Disfrutemos sin pensar demasiado, tú lo has dicho. - Moonbin se permitió sonreír un poco mientras llevaba sus ojos de nuevo hacia el escenario.

Pero algo no iba bien, todos lo supieron en ese instante. Desde Min Hyuk hasta Sanha, y por supuesto Dong Min. Moonbin estaba triste y eso solo significaba que su depresión no tardaría en llegar. Era cuestión de tiempo, quizás de horas o minutos.

-Disfruta un poco. - repitió el chico de los tatuajes, dejando caer su cabeza sobre el hombro de Moonbin en un camuflado intento de ayudarle a animarse.

Tal y como los tres habían predicho, el día que dejaron Italia el magnate lloriqueó todas sus lágrimas contra el pecho de Dong Min en un avión de vuelta hacia Corea. Sin motivos externos, sólo con un dolor tan intenso en su interior que sentía como su alma se quebraba.

No dolía. Lo desgarraba. El dolor de la ansiedad y la mente enferma de depresión era una llama que nunca se apagaba, un fuego griego eterno. Su pecho ardía de intensidad, no dormía, no reía, ni siquiera soñaba. Sus noches eran una pesadilla tras otra para acabar colgado de los brazos de su falso marido, quien siempre lo tomaba por la cintura y lo pegaba a su cuerpo.

Moonbin tenía miedo de muchas cosas, Lee Dong Min lo supo sin la necesidad de que este se lo explicará. Le temía al olvido, a la soledad y a la locura. Le temía a la vida.

-Tranquilo. - le susurró en una de esas llorosas noches el chico de los tatuajes. - Estoy aquí para cuidarte.

Y Moonbin volvía a llorar, lo hacía porque sabía que en realidad solo su hermano lo cuidaba con sinceridad. Nada lo animaba, nada le regalaba sonrisas... Ni las visitas de Min Hyuk para contarle acerca del equipo de baloncesto, ni los chistes de Myung Jun, tampoco los abrazos de Sanha o los besos de tornillo que Dong Min le propinaba sin que se lo esperase. Nadie sabía cuando la depresión lo atacaría y en el magnate, incluso si a veces su forma de ser dejaba algunas pistas en el camino.

-Dong Min. - dijo buscándolo con la mirada. Esa mañana su marido se había levantado antes y ahora se encontraba pidiéndole a los cocineros algunos pasteles y dulces para colocar en la mesa durante el desayuno.

-Ve a descansar, Moonbin. - Dong Min le dedicó a su marido una sonrisa sincera, que pasó desapercibida para el magnate. - Has pasado una mala noche.

Una pequeña risotada salió de la boca de Dong Min al notar el puchero que se mantenía sobre las mejillas del magnate. Su marido generalmente perfecto llevaba el cabello hecho un desastre y pantalones holgados a juego con su amplio suéter negro. Mientras lo miraba cerraba levemente los ojos debido a la luz del sol que se colaba por la galería de cristal del comedor. Ni siquiera parecía el Moonbin que dirigía a diario una enorme empresa multimillonaria.

-Ven aquí, he tratado de organizar esto.

-Acabas de decirme que suba. - protestó Moonbin. - Estás siendo contradictorio.

Sin embargo Moonbin caminó hasta su sitio en la mesa y tomó uno de los dulces. Dong Min a su vez sonrió mientras peinaba levemente el cabello de este con los dedos de la mano. Estaba siendo amable de forma natural, su falso marido causaba ese tipo de emociones en él de vez en cuando.

-¿Nos llevarás a clase hoy? - Min Hyuk prácticamente corrió hacia Moonbin, rompiendo el momento entre este y su hermano mayor.

Dong Min suspiró confuso por la actitud tan pesada de su hermano en los últimos días y se sentó a un lado de su marido. Sus ojos siguieron cada uno de los movimientos de Min Hyuk, se preguntaba que demonios le estaría pasando a su hermano.

-No tengo ganas de conducir, perdona Min Hyuk...

-Oh no, no pasa nada. - y esa sonrisa tan sospechosa. No dejaba de mostrarle sus hoyuelos al magnate de forma premeditada. - Tienes que estar tranquilo y a gusto para recuperarte.

Moonbin sonrió con sinceridad, realmente le gustaba tener esa atención cariñosa por parte de todos los de la casa. Era como un niño enfermo pidiendo dulces porque sabía que su enfermedad lo haría inmune a cualquier negación por parte de sus padres. Disfrutaba hasta que llegaban las lágrimas. Se permitía concentrarse en los largos abrazos que Dong Min le cedía, en todas las historias que Min Hyuk le contaba y en los juegos de su hermano pequeño.

-En cuanto me recupere volveré a llevaros a clase. - y una vez más Mín Hyuk sonrió como un idiota mientras Dong Min se preguntaba en silencio qué clase de cosa podría estar tramando. - Me alegra que ya no te quejes por eso, incluso llevas los zapatos que te compré el primer día. - ahora era Moonbin el que sonreía. - Gracias por aceptarme, Min Hyuk.

-Bueno, supongo que lo he hecho... Esto no es tan malo. Por cierto, he aprobado el examen...

Dong Min bufo en alto captando la atención de los dos y señaló la mesa.

-Llevo toda la mañana preparando esto, así que más les vale que desayunen. Tienen la totalidad del día para hablar, me alegra que hayas aprobado.

Ambos asintieron. Min Hyuk se sentó a la mesa mirando con disimulo a Moonbin mientras que Dong Min leía algo en una de esas revistas de música a las que se había aficionado.

-¿Dónde ha ido Sanha? - todos sentían ese silencio que se provocaba cuando los dos pequeños de la familia no discutían. Había llevado exactamente dos minutos percibir su falta aquella mañana.

-Tenía un concurso de hípica, salió de madrugada hacia el lugar de la competición para prepararlo todo. He pensado que sería buena idea ir esta tarde para ofrecerle un poco de apoyo familiar.

Lo más sorprendente de todo era que el propio Lee Dong Min estaba dando esa respuesta, se había adaptado tan bien a la vida en esa casa que los horarios llegaban solos hasta su cabeza. Sabía cuando el hermano de Moonbin tenía alguna competición o cuando Min Hyuk debía presentarse a algún exámen, de la misma forma que conocía la hora de entrada y salida de Moonbin cuando este trabajaba.

Sin darse cuenta, Dong Min se estaba acostumbrado a una rutina a la que había jurado no tomarle cariño. Pero ya lo había hecho. Era un turno perdido de una partida que todavía podría ganar, su juego acababa de empezar.

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