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"Pero quiero dormir a tu lado y quiero ir a casa contigo. Quiero tomarme de las manos contigo y quiero acercarme a ti."

—Talk Me Down (Troye Sivan)

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-Perdón. - Moonbin abrió los ojos confundido y observó a Dong Min. Tenía ojeras, su pelo estaba revuelto y parecía realmente ansioso por recibir un poco de ayuda, tal vez atención.

Quizás fue porque aún estaba levemente adormilado o puede que simplemente ese mohín que su marido hacía con los labios estuviera derribando todas y cada una de sus paredes, la cuestión es que tiró de Dong Min para acostarlo a su lado y le rodeó la cintura con los brazos. Como solía hacer con sus antiguos novios cuando algo iba mal, quizás lo único que realmente había aprendido de todas y cada una de esas relaciones fallidas era la forma de hacer sentir mejor a sus parejas. Cariño, si bien los consejos no eran su fuerte en cambio sí lo era el colmar de mimos a aquellos que amaba. En cierta forma suponía una virtud que nadie en sus cinco sentidos negaría después de pasar algún tiempo a su lado. Moonbin adoraba el detalle de poder regalar sonrisas a quienes se abrían un hueco en su corazón triste.

Se entregaba en cuerpo y alma. El amor, tan desconocido para él como Dios, siempre sería su principal objetivo. Cualquier tipo de amor. No importaba si se trataba de hermandad o romance, su vida se sostenía alrededor de aquello que el dinero no podía ofrecerle, algo tremendamente irónico teniendo en cuenta su origen familiar o todas las riquezas que una empresa reconocida y predilecta entre los clientes coreanos, le aportaba. Durante un tiempo fue un adolescente déspota, repleto de orgullo, alguien que se comportaba con todas las características que cabría esperar de la chica rubia erróneamente estereotipada de alguna de esas películas de comedia romántica americana. Capitán del equipo de baloncesto, bailarín, delegado y campeón de esgrima así como de ajedrez y otros tantos deportes que su padre admiraba en el pasado. Intentó ser un buen hijo primero, después un buen nieto y principalmente el mejor de los hermanos... Pero por alguna razón todo derivó en un chico con más amigos falsos que vida acomodada, ahora el karma le devolvía la jugada con un anhelo por ser amado que no le permitía descansar en las noches.

-¿Qué ocurre? - el magnate le preguntó con una pizca de preocupación en voz. No podía evitarlo, Dong Min le gustaba desde el primer instante. Su vena de chico malo lo excitaba mientras que sus puntos delicados lo hacían sentir la profunda necesidad de acurrucarse a su lado constantemente. Era una combinación ideal que lo arrastraba hasta la insensatez que llevaba mitad de su vida evitando.

Lee Dong Min podía comportarse de todas las formas que le gustaban o cambiar sus expresiones de ira a timidez en solo un parpadeo. Estaba mucho más atrapado en sus redes de lo que había planeado desde el inicio, ni siquiera le preocupaba saber que le mentía en gran cantidad de ocasiones. Porque esas mentiras eran su trabajo y eran también algo que le regalaba una felicidad ficticia con la que no podía hacer otra cosa que disfrutar a diario.

-He tenido un mal sueño. - de nuevo una mentira, si se asomaba algún rastro de verdad a las palabras de su marido probablemente también lo asociaría a una calumnia. No confiaba en nadie salvo en Myung Jun y su hermano Sanha, la gente debía ganarse eso. Algo mucho más complicado que obtener su enamoramiento. Por supuesto.

Pero de nuevo él le había pedido a Dong Min una actuación a través del contrato que los dos firmaron y el chico de los tatuajes sabía perfectamente bien cómo complacerlo.

-¿Quieres dormir aquí? - Dong Min asintió, notando como la respiración tibia de su marido chocaba contra su nuca. - Pero no puedes dormir aquí. No hasta que los dos pensemos bien en lo que queremos, Minie.

-¿Por qué? ¿Acaso no te das cuenta de que eso no tiene el menor sentido? Querías un marido y a menudo los matrimonios comparten cama. - su voz en solo un segundo teñida de molestia hizo que el magnate lo observase con cierta expresión de sorpresa.

Moonbin sonrió levemente. No le hacía falta mirarlo a los ojos para captar el engaño, Dong Min era consciente de que si no lo podía convencer de una forma directa entonces hablarle de ese matrimonio que él había ansiado durante tanto tiempo, podría ser una buena opción. Y aquello le gustaba, le encantaba el detalle de que su esposo fuese lo suficientemente listo como para conocer las formas correctas de hacerlo reaccionar.

Dong Min se volvió hacia él, todavía levemente molesto. No le gustaba perder, ni sentir que su fuerza de atracción sobre Moonbin era cada vez menos notable. Había estado mitad de la noche revolviéndose entre las sábanas, buscando un cobijo inexistente entre brazos que ya no rodeaban su delgado cuerpo. Sentirse de esa forma lo cansaba, los pensamientos constantes y la forma en que su propia voz sonaba demasiado alta en su mente. Estaba experimentando ansiedad después de mucho tiempo y eso era lo que más le molestaba. ¿Por quién? ¿Por Moonbin o por la idea de sentir que estaba perdiendo puntos en un juego que le salvaría la vida a Min Hyuk si lo ganaba? ¿Por dejar su personalidad a un lado para complacer a un chico rico que ponía todos sus sentidos alerta con sólo mirarlo?

-Sabes el motivo, Dong Min. Que pienses en mí como un loco hace que me resulte complicado dormir a tu lado. Yo... Sabes que solo tengo esa norma. Prometo decirte el motivo de mi animadversión hacia el término en algún momento, pero mientras tanto confía en mí cuando te digo que los dos debemos reflexionar un poco antes de seguir con nuestros juegos. - sin embargo Moonbin seguía abrazándolo. Dong Min había notado cómo le temblaban las manos al magnate, era un tanto imposible no hacerlo cuando este se mantenía sujetándolo de manera necesitada. - Me da igual cuando me mientes pero no puedo soportar la verdad. Sé por mí mismo que no soy una persona apta para el amor y aún así me duele que precisamente tú me lo recuerdes.

-¿Te estás enamorando? - aunque Dong Min trató de bromear, la espera por hallar una respuesta no se sentía como eso. - Quiero decir... es la única forma en que mis palabras podrían afectarte. - se giró hacía él y sin dejar que se apartase escondió su cara en el hueco del cuello de este. Posó un suave beso encantado de notar como su marido lo abrazaba con más fuerza como respuesta a sus movimientos, a veces sentía que lo conocía lo suficientemente bien como para captar lo que este necesitaba... En otras ocasiones en cambio estaba seguro de que le quedaban más de un par de cosas por aprender acerca del mayor de los hermanos Moon. - Ya sé dónde quiero tu tatuaje. Y quiero ser yo quien te tatúe.

Había sido un pensamiento tan fugaz como la velocidad de una gacela, pero Dong Min quiso decírselo en ese instante. Esta vez sin mentiras o estrategias de por medio.

-Puede que eso no sea del todo descabellado, Minie. Me enamoro con facilidad, así que puedes asustarte. - Moonbin pasó sus manos por la cintura de Dong Min y acarició con cariño bajo la camiseta de este. - Me gustas en muchos aspectos desde el principio y lo cierto es que he sido injusto contigo, lo siento por eso. Yo mismo pedí a un chico con mala actitud, alguien que me mantuviera vivo. Sin embargo, te culpe cuando te comportaste mal conmigo en base a una palabra de la que tan siquiera conoces la historia completa. Puedo pedir disculpas por eso y lo estoy haciendo con mi corazón al completo, pero me gustaría que en el futuro trates de usar en tu defensa cosas que no impliquen sufrimiento para mí. ¿Okay?

-¿Eso significa que podré tatuarte? - insistió.

Moonbin sonrió, una carcajada escapando de entre sus labios y contagiando con ese gesto a Dong Min en el proceso.

-Significa que mi enfado por el hecho de que te refieras a mí como "loco" poco a poco se va disipando, pero aún no dormiremos juntos. No siento que estemos listos todavía y no pretendo que te resulte incómodo este viaje. Usa la oportunidad para disfrutar del modo en el que lo desees, lindo.

Dong Min se abrazó de nuevo al magnate, dejando que este lo acariciase cuanto y como quisiera. No podía evitar sentirse bien en ocasiones como esa. Los toques lentos, la calidez que su marido le aportaba o lo absurdamente cómodo que lograba sentirse colocando su mejilla sobre el pecho de este. No planeaba marcharse esa noche, incluso si Moonbin creía que era lo correcto.

Alzó los ojos y lo miró, el magnate era ahora más lindo de lo que le pareció la primera vez que se vieron.

-Me quedaré unos minutos y después me iré a mi habitación. - susurró, sintiéndose perfectamente bien al ser arrullado por el sonido del corazón del muchacho.

-Está bien, Dong Min. Tengo que acabar un informe urgente, así que puedes dormir mientras lo acabo si te agrada la idea. - Moonbin acomodó a su esposo de una forma en la que pudiese tomar el portátil de la mesilla y le dedicó una sonrisa cálida. De esas que habían comenzado a colarse entre los sueños favoritos del chico de los tatuajes.

Unos minutos se convirtieron más rápido de lo esperado en varias horas. Al magnate le resultaba imposible y casi un delito despertar a su marido cuando este estaba durmiendo tan plácidamente abrazado a su cintura. En el instante en que acabó su trabajo se propuso despertarlo, algo que en realidad no pretendía hacer si era plenamente sincero consigo mismo. Su excusa podría basarse en que Lee Dong Min era su marido al fin y al cabo, precisamente por eso se disponía a disfrutar cada momento a su lado. El problema siempre parecía recaer en esas astillas que se clavaban en su corazón cuando recordaba aquella noche.

Dong Min dijo demasiado de la misma y exacta forma en la que él también lo hizo. Lo hirió con el tono más sincero que jamás había oído fluir de sus labios. Eso no debería ser perdonado con tantísima facilidad, en cambio se encontraba mirándolo atentamente y atendiéndolo cada vez que se movía para buscar una posición más cómoda. Moonbin sabía perfectamente bien que no podía juzgar al muchacho cuando sus errores igualaban a los de este e incluso llegaban a superarlos.

-Dong Min. - susurró.

El chico se removió inquieto y apretando el agarre alrededor de su cintura protestó en voz baja. Moonbin tan solo pudo sonreír ante tal acto, le costaba despertarse. Lo había comprobado desde el primer día pero aún le resultaba cómico que un chico como lo era Dong Min se retorciese entre las sábanas negándose a abrir los ojos o se escondiera en la almohada.

-Nene, despierta. Es hora de cenar y quiero que salgamos por un par de horas para ver la ciudad juntos. En familia. - acarició su cabello con delicadeza, todavía sonriente.

Dong Min soltó un pequeño gruñido, dormir desde la madrugada hasta la tarde no era normal en él exceptuando las veces en las que se acostaba tarde. Generalmente dormía sin problemas, pero no durante un largo periodo de tiempo. Aún así se notaba más cansado de lo habitual tras pasarse dos días tratando de adaptarse a una cama grande en la que Moonbin no estaba para ayudarle a entrar en calor. Empezaba a sentirse obsesionado con eso, no lo echaba de menos durante el día sin embargo pasar las noches completamente solo de nuevo lo asustaba. Odiaba esa oscuridad del techo cuando el insomnio llegaba.

Lee Dong Min tan solo había conocido el amor de sus padres y el de su hermano pequeño, no planeaba enamorarse de Moonbin pero debía reconocer que el detalle de tener a una persona cerca dispuesta a proporcionarle amor era sencillamente una enorme tentación hasta para él.

-¿Qué hora es? - voz ronca. La favorita de Moonbin, quien sonrió al instante y atacó sus labios.

¿Nada de besos? Podría saltarse esa norma por un día.

-Las siete, tengo que ducharme y vestirme. Quiero que salgamos a cenar con nuestros hermanos a una piazza. - Dong Min asintió con los ojos perdidos en la mirada verdosa de su marido. - ¿Me estás escuchando?

-Perfectamente bien. - asintió, dejando escapar un pequeño bostezo.

Moonbin se recostó sobre la cama, una de sus manos apoyada en el colchón y la otra en su barbilla. Quizás después de todo no era tan malo perdonar fácilmente, las personas siempre tendían a cometer errores cuando se sentían lejos de su zona de confort. Y Dong Min era un verdadero terremoto de emociones cuando se sentía en cierta manera atacado.

-Vístete, bebé. - el magnate besó su frente, sus mejillas, su nariz y sus labios. Acarició sus manos, lo envolvió en un abrazo y lamió levemente su cuello en una más que clara invitación a obtener un buen despertar. - Si te portas bien te dejaré dormir conmigo esta noche.

El chico de los tatuajes se revolvió gustoso entre los brazos de Moonbin, quien se encontraba colocando la rodilla entre sus piernas y acercando sus labios hasta su oído.

-Si no me sueltas no podré vestirme, si no puedo vestirme tendrás que ayudarme a hacerlo.

Para su decepción el magnate se acercó, quizás estaba jugando con fuego por apurar tantísimo los acontecimientos. Este le había mencionado que su enfado comenzaba a disminuir y él suyo propio también lo estaba haciendo, sin embargo en ningún momento le confirmó que podrían volver a su relación normal. Bueno, a lo que quiera que fuese esa relación que los dos mantenían. Ninguno estaba seguro a esas alturas de en qué punto se encontraban.

Dong Min adicto a las noches que Moonbin le regalaba cuando dormían juntos, a sus caricias y atenciones casi constantes. El magnate encaprichado de todo lo que implicaba el muchacho de los tatuajes. Ambos locos de necesidad.

-No juegues con fuego...

-Podría quemarme. - terminó la frase Dong Min, sin apartar la mirada de su marido. - Pero el fuego que me gusta es tan bonito, Binnie.

-Puede que aún no lo conozcas, ahora sal de mi cama y vístete. Te esperaré en media hora en el hall del hotel. Tenemos una reserva a la que en principio no deberíamos llegar tarde.

Con un bufido exasperado Dong Min abandonó la habitación mientras una pequeña sonrisa dibujaba una bonita expresión en los labios del magnate. Por unos segundos prácticamente se había creído sus mentiras, eran tan reales. Pero sabía que Dong Min era un jugador experto en el terreno de sus debilidades más profundas.

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