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"Me dije a mí mismo que estaré bien. No importa si todos los días tengo que secar mis lágrimas"

-Okey (Jackson Wang)

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Moonbin tomó asiento sobre la hamaca situada cerca de la piscina climatizada del hotel y alzó su vista hacia su hermano. Sanha jugueteaba alrededor de Min Hyuk mientras que este trataba de mantener el rostro serio sin llegar a lograrlo por completo, su sonrisa aparecía en cuanto perdía el equilibrio sobre la colchoneta con forma de unicornio sobre la que se encontraba recostado. Casi se sentía como un viaje familiar, sin embargo el notar la ausencia de Dong Min le escocía y provocaba que su cuerpo se sintiese lleno de tristeza. Si bien era cierto que no lo quería tener demasiado cerca porque su cabeza estaba repleta de pensamientos y sentimientos que ansiaba poder ordenar de forma correcta para no causarle daño a este o a sus hermanos, también lo era que el chico le hacía falta. Como mínimo para distraer su mente del trabajo, él ya formaba parte de su vida y no tenerlo a su costado quejándose por cosas absurdas era tremendamente extraño.

Suspiró y se tumbó de nuevo ignorando todo el papeleo que había recibido el día anterior, la mesita de cristal a su lado era una mezcla de documentos y bebidas. Estaba de viaje por su luna de miel pero ni él mismo notaba la diferencia con la rutina general. La empresa consumía su vida casi por completo, desde hace un par de años no había nada en sus planes de futuro salvo establecer una buena base para sus futuros hijos o los de Sanha. Oh, él en realidad deseaba formar una familia a pesar de lo difícil que eso era para una persona homosexual en Corea. Lo ansiaba de veras.

-Es raro verte dejando a un lado el trabajo. - Dong Min estaba cerca a juzgar por el sonido de sus pasos cerca de la hamaca del magnate, caminaba hasta el lugar en el que este se encontraba con una camiseta blanca y floja. - Oye, lo que hablamos ayer... Quiero volver al juego normal, este es mi trabajo al fin y al cabo.

No tendría que haberle dolido, pero el caso es que a Moonbin le dolió un poco escuchar aquello.

-Trabajo. - suspiró el magnate. - Supongo que tienes el día libre hoy, Dong Min. Yo también quiero tomarme un descanso, simplemente relájate con tu hermano. Estoy seguro de que Min Hyuk será feliz viendo Italia contigo a su lado, tomen un taxi y vallan a comer algo juntos si... Bueno, si les apetece a ambos.

Dong Min observó a su alrededor, no le gustaba ese clima exageradamente húmedo causado por la climatización de la piscina del hotel pero el invierno todavía era plenamente notable en el exterior lo que significaba que si salía con Min Hyuk para visitar lugares turísticos pasaría frío. Prefería las temperaturas intermedias, aquellas que no eran gélidas pero tampoco excesivamente calurosas. Le gustaban las lluvias de septiembre que asolaban la ciudad de Seúl, los cielos grises y las sábanas de la cama que compartía con Moonbin en la mansión de los Moon envolviéndose a su cuerpo.

El magnate había elegido Italia con gran ilusión, sin embargo él estaba harto de sudar en el interior de una habitación donde la calefacción era demasiado alta y de pasar frío cuando salían al exterior. Incluso cuando el lugar valía la pena, la época no parecía ser la adecuada. O tal vez era su cuerpo, desde la pequeña discusión con Moonbin se sentía en cierta manera destemplado.

-¿No deberías descansar tú también? - dijo finalmente.

-Eso intento, eres el único que perturba mi tiempo libre en este momento. - una sonrisa fluyó hasta sus labios mientras hablaba y se encontró a sí mismo guiñándole un ojo al chico de los tatuajes. - Siéntate aquí si lo prefieres. Sanha y Min Hyuk parecen estar teniendo un buen tiempo jugando en la piscina.

Moonbin observó como Dong Min se sentaba a los pies de su hamaca y tomaba los papeles desperdigados sobre la mesa.

- Deja eso, son documentos importantes que malgastarán tu tiempo libre. Ve a divertirte un poco, Minie

-Tengo curiosidad. - el flequillo de Dong Min resbaló delante de sus ojos y el magnate no pudo evitar sonreír al observarlo remover la cabeza para apartarlo. - La mujer que fuiste a ver ayer... ¿Es la que se menciona en esta cláusula?

Moonbin se movió levemente para mirar los papeles y asintió. Así era, Kim Yerim tan joven como preciosa y lista. Su nueva socia sin duda podría aportar mucho a sus proyectos en el extranjero, con ella al frente los clientes de su empresa no tendrían problema alguno en asistir a exposiciones europeas.

-Kim Yerim, su padre es una eminencia de la economía y el marketing en Europa. Es bueno que sepan que la tengo como socia y futura accionista de Moon's Enterprise. Su padre no le dejaría invertir en una empresa sin éxito, así que...

-¿Cómo la conseguiste?

Moonbin frunció el ceño ante la exigente voz del chico y extendió la mano para obtener los documentos que este sostenía, el malestar del día anterior estaba prácticamente disipado pero a veces le gustaba ver a Dong Min enfurruñado por un poco de atención. Ese muchacho adoraba ser el centro, sin duda el magnate lo había acostumbrado mal.

-No es de tu incumbencia, como tú mismo has dicho en infinidad de ocasiones esto no es un matrimonio real, eres mi empleado y te debes a mi. - Moonbin le pinchó la mejilla con uno de sus dedos y Dong Min puchereó automáticamente. El magnate sonrió a cambio. - Aunque intento ser un buen jefe, siempre me sacas de mis casillas. Es tu día libre, ve a divertirte o de lo contrario te haré trabajar un poco nene.

Ese simple apodo captó la atención del chico de los tatuajes, quien se giró con una sonrisa fingida y clavó sus pupilas en los preciosos ojos de Moonbin. Ese verde brillante, tan llamativo que nadie podría ignorarlo. Estaba perdiendo ventaja, empezaba a captar más virtudes que problemas en un trabajo como el suyo. El magnate lo hacía sentir cosas que muchos otros no pudieron jamás.

Tal vez estaba volviéndose loco, por necesitar abrazos tibios en la noche, por echar de menos unos besos que desde el inicio fueron robados dulcemente. Lo único certero es que Moon le aportaba paz a sus días, incluso cuando él amaba la guerra. Todo soldado necesita un lugar en el que descansar para llorar sus pérdidas y conflictos más complicados.

-Eres un buen jefe pero en lo que respecta a marido... Digamos que no me siento complacido. Esta es una luna de miel como mínimo aburrida. No se supone que el matrimonio se celebre con tratos comerciales, las parejas normales no saldrían de la cama por la totalidad del primer día al menos.

-Tú tampoco eres la definición de perfección como marido, nene. - sonrió. - ¿Qué quieres hacer? ¿Hay algo en concreto? Abre tu boca y pídelo directamente, me encargaré de cumplir tus deseos.

-¿Hmm? - Dong Min lo observó confuso, todavía perdido en todas las gamas de colores que se extendían por sus ojos verdosos.

-En la luna de miel, dime algo que quieras hacer. No quiero que mi empleado favorito se aburra o sienta congoja por estar en un lugar que no acaba de agradarle. Pide lo que necesites Dong Min, incluso si estoy afectado por nuestra pequeña disputa seguiré cuidándote bien. - un suspiro resbaló de sus labios mientras extendía su mano hacia el cabello del chico y le apartaba los mechones de la cara. - Eres bonito a pesar de todo, las cosas bellas deben mantenerse en buen estado.

Dong Min tragó saliva bajando la mirada, se sentía como un idiota por perder la batalla con tan sólo unas palabras. La dulzura no le gustaba pero si el significado aportaban a sus oídos las cosas que Moonbin le decía. Al fin, por una época de su vida podía aceptar ser sostenido incluso si eso debilitaba su personalidad naturalmente independiente y solitaria. O al menos eso sentía, que no existía problema por dejarse querer cuando estaba haciéndolo como un trabajo. Si bien él no sabía amar, quizás otros podrían mostrarle cómo era eso de sentirse en el cielo con el simple toque de aquella persona que amas. Podría servirle para aprender.

¿El problema principal? Dong Min nunca había creído en un amor diferente del que los padres o su hermano le proporcionaron y proporcionaban. Al fin y al cabo era el único amor que había experimentado, el único que echaba por completo en falta.

-Quiero tatuarte. - la respuesta fue inesperada incluso para él.

-¿Qué? No. Hablaba de actividades, algo divertido y preferiblemente nada que dure para siempre o sea doloroso. Olvidas que sigo enfadado, ni siquiera tendrías que atreverte a sugerir eso. Mis socios podrían enfadarse si me ven tatuado. - Moonbin por supuesto estaba poniendo excusas, él podría ser implacable en el terreno de los negocios pero la idea de ver una aguja atravesar su piel lo aterraba.

-¿Tus socios e inversores gobiernan tu vida? ¿Esa Kim Yerim es algo que ellos también te pidieron? - el reproche en su tono de voz era casi inevitable. No le gustaba ver como Moonbin era controlado por personas totalmente ajenas a él. Nadie se molestaba en conocerlo, ni el propio Dong Min lo había hecho. Aún así deseaba ver a su marido tomando sus propias decisiones, sin miedo a lo que la prensa o el mundo exterior pensase.

Claro que una cosa era pensarlo y otra totalmente diferente decirlo, a menudo pensamientos cálidos se instalaban en su mente acerca de aquellos que lo rodeaban pero nunca abandonaban sus labios de la manera adecuada. Dong Min era tremendamente torpe cuando se trataba de expresar ciertas cosas. Disfrutaba imaginando que tal vez en el futuro sus sentimientos podrían volar sin miedo, pero hasta el momento seguiría guardándoselos para evitar malentendidos.

-No, a ella la quise por mí misma. Es una buena oportunidad de ampliar el negocio como ya te lo había mencionado antes. - el magnate volvió a poner su vista en el frente, Min Hyuk había tomado a Sanha por la cintura para empujarlo al agua y liberarse por unos segundos de este en un intento por hacerse con el total control de la colchoneta inflable. - Gracias por cuidar a mi hermano, me lo ha contado... Lo calmaste.

Dong Min negó rápidamente.

-Min Hyuk lo hizo, se le dan bien esas cosas aunque no lo parezca. Tiene paciencia cuando alguien está sufriendo, toda la paciencia que habitualmente le falta. No puede ver cómo las personas sufren.

-Es bueno si quiere ser psicólogo. - Dong Min observó las manos de Moonbin, era tan extraño que no lo tocase u acariciase de alguna forma. Por más mínima que esta fuera. - Se está esforzando últimamente, incluso me pide ayuda con los trabajos de historia.

El chico de los tatuajes frunció el ceño confuso, su hermano pequeño era probablemente uno de los mejores en temas de historia. Le encantaban todas esas cosas y siempre le había bastado con leer una sola vez las páginas para aprenderse el temario.

-¿Historia? - Moonbin asintió con una sonrisa orgullosa. No era un cumplido pero Dong Min no explicó el porqué de su confusión, lo dejó disfrutar.

Ambos se quedaron en silencio, sin nada que decir o hacer, sumidos en el ambiente que los rodeaba repleto de las sonoras risas de sus hermanos. Cálidos por el sol invernal que se colaba a través de las cristaleras de la piscina climatizada y por la sensación de unidad que esa tarde comenzaba a respirarse entre los cuatro.

-Dong Min. - Moonbin fue quien rompió el silencio. - ¿Qué pasará si conservo ese tatuaje después de romper el contrato? ¿No lo has pensado?

-Me recordarás cada día cuando te mires al espejo. - aunque su voz estaba repleta de un tono bromista, ambos se estremecieron ante esa imagen.

-Lo haré, dejaré que me tatúes pero a cambio debes reflexionar sobre el uso de la palabra locura cada mañana hasta que decida dormir a tu lado de nuevo porque ya no hay riesgo de que nos lastimemos mutuamente.

-¿Por qué yo...

-Porque te gusta dormir conmigo, es cálido y no te sientes solo. Me gusta por el mismo motivo estrecharte entre mis brazos, pero no mentiré. - lo haría, le diría una mentira para compensar el dolor de su pecho. - Pasará mucho tiempo hasta que yo pueda abrazarte de nuevo, pequeño. Tendremos que ganarnos esos momentos. Yo como tu jefe y tú como el buen jugador que siempre has sido. Desde el mismo inicio, hasta el final.

-Dos no juegan cuando uno no quiere. - gruñó Dong Min, sintiéndose un poco atacado.

-Nada es imprescindible nene, dos pueden convertirse en tres. Incluso en cuatro.

Esas palabras golpearon la realidad del muchacho, incluso con un contrato de por medio Moonbin nunca mencionó un matrimonio cerrado. Y eso, por alguna estúpida razón, lo asustaba.

¿Estaba una vez más el jugador siendo cazado por un pájaro aparentemente inofensivo?

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