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"Quiero escuchar tu voz , te
necesito esta noche. No me
gusta cómo luchamos".

- Hedley

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Un escalofrío recorrió el cuerpo de Min Hyuk cuando desde el sofá del gran salón observo un rayo cruzar el cielo. Las líneas lilas casi parecían ser venas recorriendo la inmensidad de las nubes negras para a continuación esconderse entre el frondoso bosque que rodeaba la mansión de los Moon. Respiró profundamente antes de dejar caer su cabeza sobre el respaldo del sillón de cuero negro captando por unos segundos la atención de Sanha quien jugueteaba con un gato negro sobre la alfombra situada delante de la chimenea. Le gruñó molesto pretendiendo odiar sus ojos, su mirada intensa y aniñada por la sonrisa que un sencillo minino le proporcionaba cada vez que se retorcía en sus brazos. Sanha era extrañamente adorable en ocasiones, y ese sentimiento le hacía querer partir cuellos a Min Hyuk.


Le gustaba la calor que emanaba el fuego y la comodidad que un sofá tan mullido le proporcionaba a su espalda anteriormente lastimada por el colchón de su vieja casa. Dong Min y él nunca habían descansado bien en esas camas humedecidas por las goteras, hundidas por el peso de los años. Casi le parecía un sueño poder sentarse a disfrutar de la música en un lugar del que no saliesen cucarachas, muelles o su mirada captaste la presencia de manchas asquerosas. Ni siquiera le molestaba ese jazz monótono que el pequeño de los Moon había puesto en el viejo tocadiscos. Todo a su alrededor era como una fotografía vintage con las librerías captando su atención, los vinilos esparcidos por la alfombra en la que Sanha reía con ese animal entre sus manos, el pijama a cuadros que este portaba, sus gafas, los anillos de sus dedos largos, esa brillante gargantilla de oro colándose muy levemente en el interior de su camiseta y ahorcando sus clavículas sin dañarlo. Lo cierto es que Min Hyuk ni siquiera sabía porque la piel del chico parecía tan apetecible cuando la luz naranja del fuego se reflejaba en su cara haciendo que sus labios rojizos pareciesen más oscuros de lo normal. Siempre había tenido un problema con esa mierda, le gustaban los labios así. El color que se le quedaba a los chicos en estos cuando hacía frío, ni lilas ni rojos, solo oscuros.

- Min Hyuk - la voz de su hermano lo hizo salir de su ensoñacion - ¿Quieres subir arriba? Me aburro en esta casa.

Y era cierto, estaban viviendo en una gran mansión pero Moonbin no tenía nada para entretener a sus invitados. Habitaciones y más habitaciones amuebladas de forma extremadamente elegante pero siempre vacías. La señal de lo que hace años había sido un hogar próspero en el que ahora solo quedaban dos personas aburridas hasta de sus sombras. Moonbin ocupado con su trabajo y Sanha con sus caballos, ese era el principal motivo por el cual nadie había sugerido añadirle a la casa alguna diversión adicional para los huéspedes. No solían tener visitas y ciertamente los hermanos Moon trataban de pasar la mayor parte del tiempo alejados de la mansión familiar.

- Mmmm... Estoy bien aquí. Tal vez deberías bajar tú - contestó finalmente Min Hyuk volviendo a poner la vista sobre el libro de psicología que descansaba sobre sus piernas - Tengo que estudiar para....

Dong Min se acercó a su hermano, bufando tiró el libro a un lado asustando al gato y ganándose un ceño fruncido por parte de Sanha.

-¿Por qué todo es tan silencioso aquí? Juró que me ha parecido ver espíritus en estos pasillos y ni siquiera están oscuros.

-No pasamos mucho tiempo aquí - confesó Sanha acercándose a Dong Min quien lo miró con curiosidad.

-¿Qué sueles hacer tú entonces? Eres un adolescente, tendrás amigos o... Vaya, lo olvide. Perdona. - Dong Min estuvo a punto de maldecir en voz alta. Casi había metido la pata con el querido hermano de Moonbin.

-No tengo demasiados amigos, al menos aquí no. Conozco a gente en el hotel rural en el que solemos pasar la Navidad pero solo los veo unas semanas al año así que ...

-Entonces solo los conoces, ¿como podrían ser tus amigos si solo los conoces de dos semanas al año? - respondió molesto Min Hyuk. Dong Min no solía querer pasar tiempo con él y ahora ese niño le estaba robando su momento además de su ansiada atención.

Los labios del pequeño Moon temblaron advirtiendo a Dong Min de que las palabras de su hermano habían sido una metida de pata por mucho que él pensase de la misma forma que Min Hyuk.

-Tu conoces a los chicos del equipo de baloncesto de solo una semana y pareces dispuesto a vender tu culo por ellos. Cierra esa boca Min Hyuk- las palabras de Dong Min eran duras pero ni siquiera él mismo lo percibió hasta que su hermano pequeño se levantó del sofá y se escabulló subiendo las escaleras dispuesto a encerrarse en su habitación.

Le dolía, a Min Hyuk le dolía de sobremanera que su hermano le hablase así pero lo que más le dolía era comparar la relación de Sanha y Moonbin con la que él siempre había tenido con Dong Min. No le faltó nada nunca... Excepto el amor de su hermano. Solo quería un par de abrazos al año, una felicitación de cumpleaños. Nada más.

-Deberías subir a disculparte - dijo temeroso Sanha a quien no le había costado distinguir el dolor en los ojos de Min Hyuk.

-Nah, suelen darle rabietas a veces. Tiene que crecer fuerte, el mundo es una mierda y algún día me agradecerá que lo haya echo un hombre sin sentimientos. Necesitar amor de las personas duele, pero duele más cuando estas te hacen daño.

Dong Min suspiró cuando no recibió respuesta del pequeño Moon y se levantó aburrido de nuevo.

-¿Debería ir a ver a tu hermano Sanha? -Nada, ni una sola palabra. El niño idiota se había quedado mudo mirando hacia el suelo y permitiéndose temblar como un árbol expuesto al viento de una tormenta.

"Este tiempo me está inspirando" - pensó Dong Min en voz baja antes de ignorar la presencia de Sanha y caminar de nuevo hacia la habitación de su prometido.

Sus ojos tuvieron que acostumbrarse levemente a la oscuridad que las cortinas cerradas le daban al lugar, sin embargo no tardo en distinguir la silueta de Moonbin. El magnate estaba sentado sobre la cama con las piernas levemente en triangulo mientras abrazaba sus rodillas y miraba hacia el frente sollozando todavía levemente. Su inexperiencia en el terreno sentimental no le permitía consolarlo pero aún así tomo asiento a su lado.

Con inseguridad posó su mano sobre la espalda del magnate y comenzó a acariciar la piel libre de ropa, Moonbin se había quitado la camiseta dejando que Dong Min observase por primera vez el contorno de algunas viejas cicatrices cruzando sus omóplatos.

-Me caí de un caballo cuando tenía diez años - susurró Moonbin sin mirar a Dong Min- desde ese día siento que me duele la espalda siempre que pasó muchas horas sentado o de pie. Me clave algunas ramas y con mi mala suerte una de ellas rajo levemente mi piel así que por eso tengo esas pequeñas cicatrices.

-Esta bien, no se notan demasiado Binnie - contestó Dong Min pasando inconscientemente su dedo índice sobre estas.

-Llamame así más amenudo Dong Min - pidió tragando saliva el magnate. Le gustaba sentir ese tipo de apodos de parte del chico tatuado. Le agradaba que a veces este lo tratase sin violentas contestaciones o miradas de superioridad.

Dong Min se limitó a asentir y dejó a un lado las caricias para tumbarse en la cama. Le encantaba esa habitación, la sensación de calidez que rodeaba ese lugar. Hasta el perfume de Moonbin impregnado en cada pequeño sitio era agradable. La menta le gustaba. Lo relajaba.

-¿Por qué no me mencionaste nada acerca de la depresión? - ese fue el primer momento desde que había entrado por la puerta en el que el magnate lo miro y Dong Min solo distinguió sus ojos rojos. Su rostro estaba tan demacrado por las lágrimas que ni siquiera se parecía al Moonbin que conocía.

-¿Habrías aceptado? - preguntó confuso el magnate.

-Dinero es dinero, además yo no soy la persona más fácil de tratar en el mundo por si no lo habías notado - por algún motivo el que Moonbin sonriera por sus palabras lo ánimo a seguir hablando - Me dan igual esas cosas Binnie, medio mundo está loco y la otra mitad se limita a fingir cordura. No hay ni una sola persona libre de defectos o sin la mente jodida. Es imposible.

Ambos se quedaron en silencio durante unos segundos, pensando en las palabras de Dong Min mientras se observaban sin disimulo. Por extraño que sonase una semana les había bastado para acostumbrarse el uno al otro. Dong Min se despertaba sabiendo que tendría a alguien preparándose delante del espejo, colocándose un traje de Louis Vuitton y anillos de plata fina. Y Moonbin se había acostumbrado a molestar al chico de los tatuajes con sus intentos de hombre seguro de si mismo.

-¿Oye, puedo besarte? - dijo de un momento a otro el magnate haciendo reír a Dong Min.

-Tu decides jefe, aquí estoy. Soy tuyo - contestó el otro.

-No eres mío, nadie puede ser dueño de nadie Minie, pero me gusta como suena esa idea tuya - Moonbin tomó el control de la situación olvidándose por unos instantes de la sensación de tristeza y colocándose sobre Dong Min dispuesto a besarlo quien con torpeza suspiro antes de tiempo al sentir como el magnate colaba una rodilla entre sus piernas rozando zonas peligrosas.

Moonbin consciente de las acciones de su chico tatuado decidió aumentar la presión con la que lo rozaba. Se movía lentamente, sin ninguna prisa, asegurándose de que la erección de Dong Min empezase a crecer de forma paulatina. Todos sus movimientos derivaban en un Dong Min nervioso a la par que dispuesto que se movia inquieto tratando de acostumbrarse a la sensación. Si ya era raro para él lograr excitarse con un hombre, lo era todavía más el estar bajo un cuerpo tan musculado y fuerte como el del magnate. Podía sentir la forma en la que sus pantalones comenzaban a apretar su polla al punto de hacerlo suspirar por la necesidad de librarse de los tejanos ajustados, estaba más excitado de lo que deseaba admitir. Tanto que parecía desesperado buscando más roces, más cercanía entre el magnate y él.

-Ha...haz algo joder - estaba rogando, para su propio castigo y orgullo - Mierda Bin.

Sin embargo Moonbin no se había inmutado y con una sonrisa burlona seguía con cada uno de los movimientos lentos que tantas cosas le causaban al chico que se encontraba temblando de necesidad bajo su cuerpo. Las manos de Dong Min recorrieron sus brazos, se posaron en sus hombros y bajaron por su espalda haciendo que de su boca se escapara un suspiró placentero.

- "A Bin le gustan las caricias" - una frase simple que se quedó grabada en la mente de Dong Min - "Parece un cachorro complacido cuando lo acaricio."

La mano derecha del magnate se coló bajo la camiseta de Dong Min y subió hasta uno de sus pezones acariciando cada rastro de piel que se encontraba en el camino.

-Desnudate nene - susurró en el oído de Dong Min.

Ante su atenta mirada el chico de los tatuajes se libró de la ropa claramente molesto por la dolorosa erección que permanecía en su entrepierna.

-Eres demasiado lento - habló Dong Min ayudándole ahora a Moonbin con sus pantalones.

-No eres una mujer Dong Min. Necesitarás más preparación de la que crees para que no te duela tener relaciones conmigo.

-Oh, créeme, esta jodida mierda me duele del orgullo a la polla - ambos fueron divertidos ante la situación que presentaba ante ambos. Dong Min resultaba gracioso cuando se mostraba tan enfadado por una simple erección. O quizás ambos estaban nerviosos, preferían disimular con risas vacías lo que sus corazones y latidos revelaban en silencio.

-Sube nene - Moonbin señalo su piernas y un torpe Dong Min se colocó a horcajadas de él una vez que ambos tiraron los calzoncillos en el suelo de la habitación - Muévete, intenta acostumbrarte a mí.

Moonbin colocó su hombría de la forma adecuada para que los movimientos de Dong Min les proporcionasen placer a ambos. Sus manos estaban posadas en la baja espalda del chico ayudándole con paciencia a que cada sencilla oscilación fuese perfecta. Dong Min no podía hacer otra cosa que mirar lo que sucedía con las mejillas encendidas por el calor que el cuerpo del magnate parecía emanar de repente. Por mucho que quisiera no lograba apartar la vista de lo que estaba sucediendo, mirarse a si mismo rozándose de esa forma tan sucia con Moonbin empezaba a costarle la respiración. Acelerado. Así estaba mientras boqueaba por aire y posaba su frente sobre la del magnate.

-¿Así? - dijo Dong Min con la voz entrecortada.

-Tranquilo, no tienes que forzarlo. Cierra los ojos unos segundos bebé - Dong Min obedeció. No lograba imponerse a Moonbin, incluso si su personalidad solía ser tremendamente dura - busca tu propio placer, no te preocupes por mí. Guíate por lo que sientes.

Con los ojos cerrados y echándose hacía atrás comenzó a rozarse contra la hombría de Moonbin de una forma más constante, se sentía a punto de desfallecer. La única razón por la que no se caía al suelo de espaldas eran las fuertes manos del magnate clavándose en la piel de su cintura.

Moonbin no estaba mejor tampoco, sus gemidos habían comenzado a hacerse presentes ante la imagen y movimientos que Dong Min realizaba tan naturalmente. Verlo explorar así, descubrir por primera vez su propio placer con un hombre o saber que definitivamente él, solo él sería el marido de ese chico durante un año entero lo apabullaba. Estaba asustado de descubrir cuan placentero le resultaban todas y cada una de las características de Lee Dong Min. Myung Jun había elegido bien, había elegido jodidamente bien.

-Bi...Binnie...ah - sonrió con el gemido que se escapó casi en un susurro de la boca de Dong Min y acercó los labios al cuello de este. Le gustaba marcarlo, incluso si había tatuajes entorpeciendo el resultado. Le encantaba.

-Hazlo Dong Min, correte - era pronto. Solo habían pasado unos diez minutos desde que el chico de los tatuajes comenzó a montarlo pero estaba seguro de que sus gemidos anunciaban un orgasmo - venga nene, sé qué quieres hacerlo. ¿Te encanta sentirme verdad? - su voz ronca, sus manos fuertes, sus labios masculinos. Todo estaba llevando a Dong Min a un punto de placer y locura hasta el momento inexplorados por él - Sientela, estoy así por ti.

-Joder Bin - gimoteó con palabras entrecortadas justo antes de comenzar a temblar de nuevo.

Nunca antes su cuerpo había reaccionado así a un orgasmo. Jamás había sentido su cuerpo explotar de placer al rozarse contra una mujer. El magnate le había enseñado algo nuevo, le gustaba llevar el control pero también disfrutaba de ser guiado cuando era un hombre quien le hablaba al oído, retorcía los pezones y lamia su cuello. Moonbin se lo enseñó ese día de tormenta oscura.

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