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     Kageyama se quitó los lentes de sol y miró hacia arriba, notando la colina que frente a él había. Soltó un suspiro, incrédulo, mientras recordaba las palabras de su pareja: "Es sólo una pequeña colina, incluso puedes subir corriendo, será divertido".
El ojiazul comenzó a caminar, tomándole unos cuantos minutos hasta subir y llegar a la casa indicada por el pelinaranja.

Llegando al sitio, pudo escuchar unas cuantas risas al lado derecho de la construcción, así que se encaminó al sitio, observando a un chico de cabellos naranjas y otro chico de cabellos marrones jugando.
El azabache pudo observar que Oikawa pasaba el balón a su pareja y este lo golpeaba con fuerza. Estaban jugando vóleibol.

— Shōyō. — Llamó el ojiazul. A pesar de su tono de voz poco audible, fue como si Hinata lo hubiese escuchado claramente, como si le hubiese gritado.

El menor se giró, observando a Kageyama quien le dio una pequeña sonrisa, corrió hacia el azabache y se colgó de su cuello mientras unía sus labios en un suave beso de bienvenida.

— ¿Cuándo llegaste? Te dije que me llamaras. — Susurró Hinata, enredando sus dedos en los cabellos de su pareja.

— Acabo de llegar. — Miró a Oikawa, le ignoró, y volvió a mirar a su pareja. — Escuché risas y ruido, así que vine a ver. ¿Desde cuándo juegas vóleibol?

— Uhm... No lo sé, siempre lo he hecho. — Rio, tomando la mano de Tobio. — ¡Tōru! ¡Vamos adentro!

— ¡Iré en un momento, tengo que hacer una llamada! — Exclamó el castaño, sacando su teléfono y marcando a un número, probablemente Hajime.

Hinata asintió y entrelazando sus dedos con los de su pareja, entraron juntos a la casa del más joven.

— Mi madre no está ahora mismo, fue a hacer las compras con Suga-san, y Noya-san está... Durmiendo. — Rio. — Ayer decidimos hacer otra pijamada, la segunda, para ser exactos.

— Entiendo. — Tobio acarició el dorso de la mano del más bajo con su pulgar, ganando la atención y sonrojo del contrario casi de inmediato.

Hinata sonrió, llevando al ojiazul a la sala de estar, tomando ambos asientos en el sofá.

— ¿Cuánto tiempo te quedarás? — preguntó el pelinaranja, apoyando su cabeza en el hombro del azabache, sintiendo de inmediato el varonil aroma de Tobio llegar a sus fosas nasales.

— Unos tres días. — Shōyō asintió. — Me gustaría quedarme más.

— No te preocupes, planeó volver en unos cinco o seis días. — El ojimarrón sonrió, mirando a Kageyama, encontrándose de inmediato con su mirada. Kageyama se dedicó por los siguientes treinta segundos a observar fijamente a su pareja, acariciando con suavidad su mejilla.

— Shōyō. — Llamó el mayor. — ¿Podemos tener se-

— ¡No! — Exclamó de repente el menor, Tobio frunció el ceño. El rostro de Hinata se coloró totalmente. — Tobio... Uhm... Aquí no, no ahora.

— ¿Ya no quieres hacerlo? — La nariz de Kageyama se arrugó con preocupación y leve molestia.

— No es que no quiera, pero no podemos hacerlo en casa de mis padres, mucho menos cuando están Noya-san y Tōru aquí. — Hinata sonrió nervioso. — Podemos hacerlo cuando volvamos a Tokio y estemos solos tú y yo, pero... No ahora.

— Muy bien. — Aceptó Kageyama, Hinata suspiró aliviado, poniéndose en pie.

— Iré por algo de tomar. ¿Quieres?

— No, gracias. — Negó el ojiazul, observando al más bajo retirarse por un momento.

Las manos de Kageyama se movieron inquietas por unos segundos antes de tomar su teléfono y mirar los mensajes en su bandeja de notificaciones, su abuelo había hablado con él la tarde pasada sobre su futuro, claro estaba que la vida del azabache estaba más que resuelta, su querido abuelo le había educado y enseñado todo lo necesario para manejar y liderar en un futuro la empresa familiar, y con sus conocimientos era suficiente para no dejar caer la industria que había creado su familia un par de generaciones atrás. A pesar de esto, el ojiazul había decidido por voluntad estudiar y terminar sus estudios universitarios, agradecido con esa fuerza superior que había puesto en su camino a cierto pelinaranja.

"Tobio, tu abuelo estaría feliz si estuviese seguro de que has encontrado a la persona indicada". Las palabras del viejo resonaban en su cabeza una y otra vez, y es que Kageyama creía que Shōyō era el indicado, era su primera pareja, sí, pero lo sentía, lo deseaba, lo esperaba; sus destinos habían sido unidos y quería continuar así hasta que las arrugas se apoderaran de su rostro y la vida decidiese que era hora de descansar.

— ... Tobio. — Kageyama parpadeó un par de veces, mirando a Hinata, quien sonrió y se acercó, tomando nuevamente asiento junto al mayor. — ¿En qué tanto piensas?

— ¿Quieres seguir estudiando? — Shōyō mostró sorpresa.

— ¿Continuar con mis estudios? Claro. ¿Por qué no lo querría? Quiero obtener un trabajo para no fracasar en la vida. ¿Tú no quieres continuar con tus estudios?

— Lo quiero. — Aseguró Tobio. — Pero ya tengo mi trabajo asegurado... Shōyō, puedo darte trabajo si así lo quieres y no tienes que continuar estudiando. — Una de las cejas del pelinaranja se elevó, mientras miraba fijamente a los ojos del contrario.

— ¿Por qué de repente dices eso? — Una sonrisa reemplazó la seriedad del menor. — No te preocupes, quiero terminar la universidad, no dependeré de ti. — Shōyō bebió del contenido de su vaso, sus ojos se movieron a la entrada notando a Tōru quien regresaba.

— Entonces... ¿Qué te parece si nos casamos?

Hinata se atragantó con lo que bebía, y el castaño que volvía se congeló en el marco de la puerta.

— ¿¡Qué!? — Oikawa se acercó a Kageyama, tocando dramáticamente su frente para asegurarse de que el azabache no sufriera de ningún mal. — Tobio-chan ¿Qué cosas dices? ¡Eres muy joven para casarte!

— Es mi vida.

— Y la del pequeño Shōyō. — Recordó. — ¿Hinata? ¡Hinata!

— ¿Casarnos...? — Los ojos del más bajo parecían perdidos, mirando a la nada mientras repetía la pregunta del ojiazul.

— Está bien si no deseas hacerlo ahora. — Tobio sintió sus mejillas colorarse mientras apartaba la mirada. — Puede que sea muy pronto para ti.

— ¿Realmente puedo casarme a esta edad? — Shōyō parpadeó un par de veces, saliendo de su trance. — No quiero casarme y... Que en un futuro no tan lejano nos divorciemos y... Deba alejarme de ti...

Kageyama frunció su ceño, tomando ambas manos de Hinata, observando los ojos marrones del menor, que parecían cristalizarse a causa de rebeldes lágrimas que amenazaban con salir.

— No te dejaré. — Tōru los miró por unos segundos antes de alejarse en silencio, quizá aquello no era de su incumbencia, aunque fue imposible para él no quedarse cerca para escuchar la respuesta del pelinaranja. — Te amo.

— Yo también te amo, Tobio. — Shōyō suspiró. — ¿Puedes esperar... Un poco?

— Puedo esperar toda la vida de ser necesario. — Respondió el azabache. — Solo quiero estar seguro de que te quedarás a mi lado... Para siempre.

— Quiero quedarme a tu lado, Tobio. — Shōyō sonrió. — Dame tiempo para pensarlo.

— Claro.

Los fuertes brazos del ojiazul rodearon el delgado cuerpo de Hinata en un abrazo, uniendo sus labios con los del otro en un delicado beso. Oikawa sonrió inconscientemente, adoraba ver a su pequeño mejor amigo ser feliz con la persona que amaba, adoraba ver cómo todavía existía esperanza de encontrar al amor verdadero, aunque para Tōru, él también lo había encontrado.

~❃~

— Shh. — Susurró Hinata antes de adentrar la cabeza a la habitación y notar que ya no se encontraba nadie en la casa. Shōyō se giró. — Parece que ya no hay nad-

Sus palabras fueron interrumpidas al sentir un par de labios sobre los suyos. Las comisuras de los labios del pelinaranja se curaron hacia arriba en una sonrisa mientras correspondía al beso, enrollando sus brazos alrededor del cuello del azabache quien no perdió tiempo y le levantó, dirigiéndose a la habitación del ojimarrón.

— Tōru puede llegar en cualquier momento... Deberíamos de darnos prisa. — Recordó Shōyō mientras reía y sentía como caía sobre el suave colchón de su cama.

— Qué importa. — Kageyama sonrió. — No me importa que escuche.

Las mejillas de Hinata se coloraron en un suave rojo, sintiendo como el ojiazul se deshacía de sus prendas de vestir rápidamente. Las yemas de sus dedos delinearon el abdomen del más alto cuando esté estuvo descubierto, provocando leves y excitantes cosquillas y escalofríos en el mayor.
Con una mano, Kageyama se encargó de girar a Hinata, dejándole de espaldas a su pecho, y con la otra, brindó una fuerte palmada en la suave y delicada piel de los glúteos contrarios. Shōyō gimió, tomando su propio labio entre sus dientes en un intento de callar sus maullidos.

— Date prisa. — Se quejó el menor, ganándose una sonrisa por parte del más alto quien estiró su mano hacia su pantalón y sacó de uno de los bolsillos un preservativo.

— Si me apuras... Voy a ir más lento. — El ceño de Hinata se frunció con molestia, mientras abultaba sus labios, Kageyama terminó de colocarse correctamente el condón, llevando sus manos a las caderas del pelinaranja.

Con su rodilla, Tobio separó un poco las pierdas de Shōyō, logrando levantar aún más su trasero, lo que le daba una perfecta vista de su objetivo. Tras un par de quejas más por parte del ojimarrón, Kageyama se hundió dentro del contrario, lo que les arrancó a ambos un gemido. Los dedos de Hinata se tensaron tomando las sábanas con fuerza, sintiéndose totalmente lleno. Tobio no se hizo esperar y comenzó con suaves y lentos movimientos, los cuales con el paso de los segundos aumentaron, volviéndose rápidos y fuertes. Hinata cubrió su boca con una de sus manos, intentando callar sus gemidos en vano, pues la forma en que el azabache golpeaba casi estaba por volverle loco. De todas formas, el pelinaranja sabía que su pareja detestaba no oírle, así que cuando notó que Shōyō cubría su boca para no ser ruidoso, le dio un manotazo descubriendo su rostro.

El sudor resbalaba desde su frente hasta su mentón, en donde se mezclaba con la saliva que inconscientemente dejaba salir, imagen que tan solo lograba poner más duro al ojiazul.
Kageyama se retiró de golpe, y Hinata lloriqueó descontento.

— No hagas eso. — Tobio le giró, dejándole frente a frente de nuevo. Tomó las piernas de Shōyō y las llevó a sus hombros, volviendo a adentrarse en la cavidad del contrario con rudas embestidas. Esta vez Tobio tenía una perfecta vista del rostro y expresiones de su pareja, incitándole a ir más rápido.

Las uñas del menor comenzaron a rasguñar los fuertes brazos que sostenían sus caderas, sintiendo su piel erizarse con cada nueva embestida brindada por el contrario. Kageyama gruñó cuando sintió al menor apretarle, avisando sin palabra alguna que estaba casi a punto de llegar a su orgasmo.

— Aguanta. — Ordenó Tobio. Hinata intentó mirarle a los ojos, pero su vista fue nublada por las olas de placer que llegaban una tras otra. Kageyama se inclinó, acariciando su cintura antes de unir sus labios en un beso obsceno, en el que disfrutaron de sus últimos segundos antes de que Hinata se alejara y gimiese ruidosamente, llegando primero a su orgasmo. El azabache le siguió unos segundos después, siendo imposible para él ahogar los gemidos provocados por el placer.

Tobio se alejó y tiró el condón a un lado antes de dejarse caer junto a Shōyō, abrazándole por la cintura mientras repartía suaves besos en su rostro sudado.

— Shōyō... — Susurró el mayor, ganando la atención del débil pelinaranja. — Vamos a ducharnos.

— Dame un momento. — Hinata enrolló sus piernas en la cintura del mayor. — Estoy... Cansado...

— Duerme después de lavarte. — El ceño del menor se frunció, y tras unos segundos de quejas, fue levantado por Kageyama, quien caminó a la ducha y los adentró a ambos en ella, listos para ducharse.

— ¡Pequeño Shōyō! ¡Tobio-chan! — Se escuchó una voz lejana que alertó a ambos.

— Tobio... ¿Dejaste el condón tirado? — Preguntó el ojimarrón.

— Uhm~... Eso creo.

El rostro de Shōyō se coloró. Kageyama sonrió, imaginando la cara que pondría el castaño al entrar y encontrarse con unos cuantos detalles que le harían huir casi de inmediato.

— Está bien, no creo que le importe. — El ojiazul rodeó con sus brazos a Hinata, dejando un suave beso en sus labios antes de comenzar a enjabonar su cuerpo.

Oikawa sintió sus mejillas picar al abrir la puerta, el olor a sexo golpeó su nariz casi de inmediato, y era demasiado evidente lo que había pasado tan solo segundos atrás gracias al condón usado en el suelo, las prendas de vestir desordenadas y las sábanas de la cama totalmente desarregladas y arrugadas.
No pasó ni medio segundo cuando se giró y cerró la puerta, alejándose del sitio con unas enormes ganas de devolver su almuerzo.

~❃~

— ¿En dónde está Tobio-chan? — Preguntó el castaño tomando asiento al lado de su pelinaranja amigo, quien bebía un café y comía unos bocadillos. Sus ojos estaban en la pantalla frente a los dos, observando un programa que decía "desmentir mitos de las almas gemelas".

— Fue a comprar un par de cosas para mañana, ya sabes, volverá a Tokio. — Oikawa asintió, tomando un par de bocadillos del tazón del menor.

— ¿No deseas volver con él? Digo, ya que parecen extrañarse demasiado incluso durmiendo en la misma cama. — Las mejillas de Hinata comenzaron a colorarse.

— ¿De qué hablas? — Rio nervioso. — Puedo vivir un mes sin Tobio.

— Ajá, claro. — Hinata apartó la mirada, continuando con el programa. — Shōyō. ¿Qué piensas hacer con respecto a lo que Akaashi te dijo hace unos días atrás?

— ¿Hacer? No tengo nada que hacer. — Una de las cejas del ojimarrón mayor se elevó. — Tōru, uhm... Es algo que ya pasó, y según lo que Akaashi y Bokuto mencionaron, Tobio se encargó muy bien del asunto.

— Lo sé, pero... Me preocupa que ella... Haga algo realmente.

— No lo hará. — El pelinaranja sonrió. — Confío en que Tobio sabrá lidiar con ello, mientras ella... No vuelva a meterse conmigo... — Hubo un corto silencio, el más alto pudo notar como la mirada de Hinata se perdía por unos segundos, y sus labios se presionaban entre sí, dando paso a una expresión de preocupación y miedo.

— Eso no sucederá. — Tōru tomó las manos de Shōyō y le dio una pequeña sonrisa. — Ella se ha ido de la universidad, además, estamos nosotros para cuidar de ti. Kuroo, Kenma, Tobio-chan, Bokuto y muchas personas más, no permitiremos que esa perra vuelva a poner un solo dedo sobre ti.

Hinata sonrió al escuchar las palabras de su mayor, y segundos después dejó la taza de café y tazón de bocadillos a un lado, lanzándose a los brazos de su mejor amigo.

— Muchas gracias, Tōru.

Shōyō suspiró tranquilo. Hacía unos días atrás recibió una llamada de un Bokuto ebrio, y después escuchó a Akaashi decirle que hablaría con él al día siguiente, pues Koutaro no se encontraba en las mejores condiciones. Cuando llegó la mañana siguiente, Keiji cumplió su palabra, a las diez y quince de la mañana llamó a Shōyō para hablar un poco con él, y después, decir lo que debía desde el día anterior.

"Yachi ha venido, y le dijo a Kageyama que no se rendiría con él, aunque tuviese que terminar en la cárcel".

Hinata quiso devolverse a Tokio en ese momento e ir a darle una paliza a la rubia, pero cuando escuchó a Akaashi decir que en realidad Kuroo y Bokuto debieron detener a Tobio de golpear a la chica, sus impulsos desaparecieron y fueron reemplazados por preocupación hacia su pareja. Por supuesto que el azabache no era un alfa débil, con un fuerte puñetazo podría volarle los dientes a cualquier persona, y que lo hiciese con una omega delicada como Yachi sería aún peor, tendría suerte de ser golpeaba por el ojiazul y no terminar en el hospital.
Akaashi le contó a Shōyō todo lo que sabía, Hinata se lo agradeció, a pesar de que no eran realmente cercanos, Keiji había tomado el tiempo de informarle de aquella situación, y logró que el pelinaranja se sintiese más tranquilo, asegurando de que todos sus amigos harían lo posible por impedir que Hitoka volviese a crear problemas en la universidad, y en la relación de cualquiera de ellos.

— Shōyō. — Tōru le dio un golpecito con su índice en la nariz. — Despierta.

— ¿Qué sucede? — Hinata giró su rostro, notando a cierto azabache entrando a la casa con una bolsa en sus manos. — Oh, Tobio, el almuerzo está casi listo. ¿Tienes hambre?

El menor se puso de pie, caminando a su pareja para depositar un cálido beso en sus labios.

— Solo un poco, no es necesario.

— Ve al comedor, te serviré.

— Pequeño Shōyō, yo también tengo hambre. — Oikawa abultó sus labios, mirando a su amigo desde el sofá.

— Tōru, sírvete, tienes manos. — El rostro del castaño se deformó en una mueca de indignación.

— ¡Soy tu mejor amigo!

— Lo eres, y sigues teniendo manos. — Hinata le lanzó un beso volador antes de desaparecer en la cocina, yendo a servir el almuerzo para su pareja.

— Tobio-chan, eres tan afortunado de tener un novio como el pequeño Shōyō. — Oikawa sonrió con maldad. — ¿No me lo quieres prestar? Soy un omega, pero sigo sabiendo complacer a otro omega.

— Piérdete. — Escupió Kageyama, yendo tras su pareja.

Tōru soltó una carcajada, colocándose de pie para ir también a servirse algo de comer.

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