21

     Tobio tomó con delicadeza el cuerpo de su pareja, ayudándole a ponerse de pie mientras ambos caminaban hacia el baño.

Claro que después de la emocionante noticia de que Shōyō viviría junto a él, Kageyama no pudo controlarse, dejando ver su emoción en cada una de las seis rondas de sexo que había tenido con su pareja.

— Debías ser cuidadoso... — Hinata rio, sosteniéndose de la barra que había en la ducha para no caer y golpearse. — Al parecer olvidaste por completo tus cuidados hacia mí.

— Lo siento. — Shōyō negó.

— No me molesta, pero joder, ahora mismo me duele mucho el trasero. — Comentó, girando el grifo de agua tibia, dando paso a la misma que impactó contra sus sudados cuerpos, mojándoles de inmediato.

El pelinaranja se giró, sosteniéndose esta vez de los anchos hombros del azabache, quien le sostuvo a su vez por la cintura, depositando un suave beso en los labios del menor. Tobio sonrió, analizando detenidamente las facciones del ojimarrón por unos segundos, definitivamente estaba loco por 'ese niño estúpido'.

¿Qué era lo que tenía Hinata Shōyō para enamorarle de una forma tan cursi y cliché? Kageyama amaba cada pequeño detalle de su pareja, por más tonto que este fuese. Adoraba cuando el menor despertaba por las mañanas y sólo abría uno de sus ojos antes de abrir el otro aún adormilado, cuando comían juntos y tomaba de su mano izquierda a pesar de ser el menor diestro y tuviese que comer con su zurda torpemente, también adoraba cuando se acercaba y llevaba sus manos a sus azabaches cabellos, cambiando su usual flequillo unido por uno separado, diciendo que de alguna forma 'le hacía ver más serio y guapo' de lo normal.

— Shōyō. — El menor dejó de lavar su cuerpo para mirar al mayor, quien se inclinó, uniendo sus labios una vez más. — Te amo, Shōyō.

Hinata se sonrojó. Amaba cuando Kageyama era así de directo con respecto a las muestras de afecto, su estómago se retorcía y una sensación agradable le llenaba, viéndose estúpidamente enamorado.

— También te amo, Kageyama. — El ojiazul frunció su ceño, Shōyō rio. — Tobio, también te amo, Tobio.

— Así está mejor. — Susurró, empujando suavemente al pelinaranja hasta hacerle chocar contra una de las puertas de cristal. El menor gimió por lo bajo ante el frío del cristal, aún el vapor del agua no lograba ambientar del todo el lugar, así que seguía tal y como cuando llegaron.

— Quieres... Quieres... Uhm... ¿Otra vez?

— ¿Puedo? — Shōyō sonrió avergonzado, seguido de esto asintió, sintiendo como era levantado por el azabache de nuevo.

Sus piernas se enrollaron en la cintura del más alto, quien llevó sus grandes manos al trasero de Hinata, amasando su carne gustosamente. Las mejillas del pelinaranja comenzaron a colorarse, mientras sus labios iban a la blanquecina piel del cuello contrario, comenzando a repartir besos, mordidas y chupetones que estarían ahí por un par de días. En pocos segundos, Hinata logró sentir como algo golpeaba su trasero, no tuvo que pensarlo mucho para saber lo que aquello era. El agua tibia no era de gran ayuda en aquel momento acalorado, por lo que el ojiazul estiró su mano, cambiando el agua casi caliente por una ligeramente más fría. Podía sentir las piernas del ojimarrón intentar acercarle aún más a su cuerpo, casi como si gritara por tenerle dentro de una vez por todas, y aquello comenzaba a volver loco al mayor.

— Seré cuidadoso.

— Uhm... Tobio... Yo... No deberíamos de usar... ¿Preservativo? — Kageyama le observó por unos segundos, notando el rostro contrario enrojecerse aún más. — Está bien, no hay problema, tomaré algo después.

— Si quieres hacerlo con preservativo no hay problema. — Hinata negó, abrazándose aún más al cuerpo contrario. — Bien.

El menor cerró sus ojos con fuerza al sentir como dos dedos se colaban en su interior fácilmente, arrancándole un gemido algo ruidoso. Hinata rogó porque no fuesen escuchados por el personal, o por el mismo abuelo del mayor, sería terriblemente vergonzoso.

— Relájate.

— L-Lo intento... — Tobio quiso reír, pero evitó hacerlo para no incomodar aún más a su pareja.

Tomó el mentón de Hinata con su mano libre, dando un par de dulces besos, notando como la simple acción lograba hacer que el ojimarrón se calmara un poco.
No desaprovechó la oportunidad, así que, tras sacar sus dedos rápidamente adentró su longitud en la cavidad de Shōyō, quien dejó salir un escandaloso gemido, rasgando la espalda del azabache con sus uñas. Tobio frunció su ceño, sintiendo como su erección tan solo se endurecía aún más. ¿Sería acaso la dolorosa forma en que su piel era rasguñada lo que le causaba tanta excitación? Gimió por lo bajó, notando cómo Hinata solo le apretaba aún más, acción que dificultaba un poco las cosas.

— Si haces eso... No podré seguir por mucho... — Kageyama jadeó. — Nadie nos escuchará, puedes estar seguro de eso.

Hinata le miró por unos segundos a sus ojos azules, y después asintió, intentando relajarse por completo. Tan solo le tomó un momento hasta que Tobio logró moverse con libertad, aunque esa libertad significaba embestidas lentas, pero terriblemente fuertes que hacían al menor ver estrellas en donde no las había. Tobio tomó con firmeza las caderas de Shōyō, golpeando una y otra vez en busca de aquel punto dulce que haría delirar al pelinaranja.
Las uñas del menor continuaban clavándose en la suave piel del azabache, mientras sus ojos giraban hacia atrás a causa del placer que disfrutaba en aquel momento.

— No te vayas a correr tan rápido. — Susurró Kageyama, al sentir como era presionado cada vez más con cada segundo que pasaba. Sus largos y delgados dedos comenzaban a marcarse en la blanquecina piel de Shōyō, mientras que el ritmo de sus embestidas se aceleraba.

Los labios de Hinata se separaron una vez más dejando salir un gemido, demasiado bajo para ser normal. Tobio frunció su ceño, notando al ojimarrón cerrar sus ojos con fuerza mientras su piel se erizaba. Kageyama maldijo por lo bajo sintiendo como nuevamente era apretado por el más bajo, y, sosteniéndose del fino cristal, dio las últimas embestidas antes de correrse, siendo seguido por Shōyō.

El cuerpo de Hinata pareció volverse más ligero, Tobio le miró, notando su cabeza caer hacia el frente, apoyándose sobre su pecho. Su respiración pasó de ser agitada a relajarse, y su agarre se aflojó por completo.

Se había quedado dormido.

Kageyama suspiró, y tras depositar un beso en la frente del menor, se encargó de lavarle un poco, aunque la acción se le dificultó en demasía.
Cuando por fin logró terminar con el pelinaranja, secó su cuerpo y le llevó a la cama, recostándole con cuidado sobre las sábanas ya limpias.

~❃~

¡Yahoo~! ¡Shōyō~! — Hinata se giró, notando a su amigo bajar de un vehículo y acercarse a él, segundos después pudo ver a Iwaizumi bajar del mismo automóvil, para finalmente bajar también una maleta.

— Tōru. ¿Qué tal? — Después de un abrazo y un beso en la mejilla, observaron a Hajime acercarse con la maleta y entregársela al castaño. — Hola, Iwaizumi. ¿Qué tal estás?

— Hinata. Estoy bien, ¿Qué tal tú?

— Todo en orden. — Oikawa se giró, depositando un beso en los labios de su pareja, quien segundos después se despidió de ambos y se marchó en su automóvil.

— No puedo esperar por conocer Miyagi.

— ¿No conoces Miyagi? ¿Ni un poco? — Oikawa negó. — Sigues sorprendiéndome tanto. — Shōyō miró la hora en su reloj y suspiró, el autobús llegaría en unos pocos minutos.

— ¿Tus padres ya saben que iremos?

— Decidí ahorrarme el avisarles ¡Quiero que sea una sorpresa! — La brillante sonrisa de Hinata hizo que el castaño sonriera inconscientemente. Tōru revolvió los cabellos del más bajo, y un par de minutos después el autobús que les llevaría hasta su destino se detuvo frente a ellos.

Hinata había comprado los boletos de antemano, así que después de subir al medio buscaron sus respectivos asientos y se sentaron, disfrutando del suave asiento que recibía a sus traseros.

— Entonces, debo suponer que tus amigos tampoco saben que iremos ¿Cierto? — Shōyō le escribía un mensaje a su pareja antes de guardar su teléfono y asentir.

— Así es, Suga y Noya-san no saben absolutamente nada de nada. — Oikawa asintió. El mayor sacó su teléfono de su bolsillo y después de colocarse unos lentes de sol, se acercó al pelinaranja y comenzó a sacarse fotografías de ambos que después se encargaría de subir a sus redes.

— Salgo muy bien en esta. — Una sonrisa orgullosa se estiró en el rostro del castaño. — Tampoco sales tan mal, pequeño Shōyō, podrías conquistar a uno que otro alfa.

— No me interesa conquistar a nadie que no sea Tobio.

— Uy, perdón. — Ambos rieron. — ¿Tan enamorado te tiene Tobio-chan? Anda, hay cientos de miles peces más en el mar.

— Sí, pero Tobio es como el último pez de una especie a punto de extinguirse, todos quieren conseguirlo para preservar la especie.

— Así que serás tú quien se encargue de procrear con el pez deseado por todos. — Las cejas de Tōru se levantaron con asombro. — Qué peces más feos tendrás.

— ¡Oye!

Ambos volvieron a reír. Después de unos minutos, Hinata apoyó su cabeza sobre el hombro de Oikawa, quien a su vez apoyó su cabeza sobre la del pelinaranja, ambos cerrando sus ojos preparados para dormir durante el tiempo que llevara el viaje.
Aunque Shōyō sí logró dormir, para Tōru fue imposible hacer lo mismo, por lo que las siguientes horas de camino se mantuvo acariciando los sedosos cabellos de Hinata, quien en ocasiones se removía, o abría uno de sus ojos para confirmar si ya habían llegado a su destino.

— Pequeño Shōyō, hemos llegado. — Susurró Oikawa después de un largo tiempo. Y es que, a pesar de no conocer el sitio, acababa de ver un letrero indicando que se encontraban en la prefectura de Miyagi.

— ¿Lo hemos hecho? — Shōyō bostezó y miró por la ventana, efectivamente, era su destino. — Oh, andando.

Ambos tomaron sus pertenencias y bajaron del autobús, de inmediato Oikawa observó a su alrededor, inspeccionando el lugar. Para su tipo de gente, una prefectura como lo era Miyagi era habitada por personas corrientes, nada, comparadas a las personas de su clase, pero claro que Tōru no pensaba de tal forma, nunca lo había hecho al punto de burlarse o criticar a gente proveniente de Miyagi, pero cuando conoció a Hinata y descubrió de dónde provenía sí que se sorprendió, pues ni siquiera el uno por ciento de personas de estos lugares terminaban con una beca en una de las mejores universidades del país.

— Tōru, por aquí. — Indicó el pelinaranja, mientras caminaba hacia algún sitio desconocido por el castaño. Oikawa le siguió en silencio.

Para el mayor aquel sitio no tenía nada impresionante, pero, aun así, por su cabeza pasó la idea de que no sería tan malo irse a vivir en un sitio como estos cuando ya fuera anciano, pasar sus últimos días en un lugar tranquilo y alejado de la ciudad.

— ¡La veo! — Exclamó Hinata, sacando al más alto de sus pensamientos. — ¡Ya casi llegamos a casa!

Oikawa frunció un poco su ceño.

— ¿En dónde está? — Shōyō señaló una colina, a Tōru casi se le salió el alma.

— ¡Andando! — Y para su mala suerte, Hinata de repente comenzó a correr.

— ¡Espera! ¡No puedo subir esto así como así! — Oikawa se quejó, notando que su querido mejor amigo ya se había adelantado unos cuantos metros, así que no tuvo otra opción que comenzar a correr también.

Unos pocos minutos les tomó a ambos hasta llegar a la puerta de una casa de tamaño medio, Shōyō jadeaba por la falta de costumbre que tuvo en algún momento de subir a su casa corriendo, pero tras unos segundos, se calmó. Con una enorme sonrisa en su rostro tocó tres veces la puerta principal. Esperaron, y con el paso de pocos segundos, la puerta se abrió. Hinata observó a la mujer que le dio la vida, mientras que Oikawa observó a aquella amable mujer que conoció pocos meses atrás en el hospital.

— ¿Shōyō...? — Los ojos de la mujer se abrieron con impresión, y después de un momento, se lanzó a los brazos de su querido hijo, abrazándole con felicidad. — ¿Qué haces aquí, hijo? ¡Creí que seguías en el hospital! ¿Cómo te sientes? ¿Te has terminado de mejorar? Dime algo.

Hinata rio, abrazando con fuerza a su madre de vuelta, y tras el paso de unos segundos, se alejó de la mujer.

— Madre, estoy bien. Hace un tiempo atrás que dejé el hospital y continué mi rehabilitación desde casa, Tobio, Tōru y Kenma me ayudaron mucho en este tiempo. — La mujer elevó la mirada, notando una cabeza que sobresalía por detrás de Shōyō. Un enorme muchacho de probablemente más de metro ochenta centímetros, le sonreía con amabilidad.

— ¿Oikawa?

— Señora, es un gusto volver a verla. ¿Qué tal ha estado?

— He estado muy bien, te vuelvo a agradecer por cuidar de mi niño. — La madre de Hinata pareció volver a entrecerrar sus ojos. — ¿Te veo más grande?

— ¿Uhm? Se supone que ya no crezco más. — Rio Tōru.

Tras un par de palabras más, la madre del más joven les invitó a pasar. Hinata guió a Oikawa a una habitación extra que había en la casa, en la que el castaño dormiría durante sus días en el sitio. Por supuesto, Tōru estaba más que seguro de que el campo extra de la cama matrimonial que poseía por capricho el pelinaranja era para nada más ni nada menos que el ojiazul, quien se pasaría por un par de días allí.

— He llamado a los chicos. — Shōyō sonrió asintiendo.

— Muchas gracias, madre, pensaba hacerlo más adelante. — El menor terminó de secar su cabello, pues decidió darse una corta ducha después de llegar de aquel viaje. Oikawa salió minutos después del baño, secando también su cabello con una pequeña toalla.

— Suga y Noya-san vendrán en cualquier momento, lo siento si se ponen un poco... Anormales. — El mayor rio negando.

— ¿Puede alguien ser peor que Bokuto y Kuroo juntos?... No lo creo. — Una sonrisa apareció en el rostro del pelinaranja, mientras pensaba en lo muy equivocado que se encontraba su amigo.

— ...Hinata está en su habitación, pasen. — Tras escuchar la voz de su madre, Hinata guió a Oikawa a su cama, haciéndole tomar asiento.

— ¡Shoyoooo! — Hinata se giró de golpe con una enorme sonrisa, extendiendo sus brazos.

— ¡Noya-saaaaan! — Fue cuestión de segundos antes de que Tōru notara como Hinata caía al suelo, con una persona sobre su cuerpo quien le abrazaba con fuerza.

— ¡Nishinoya! ¡Ten cuidado con Shōyō! ¡Recuerda que recién sale del hospital! — Regañó un chico albino, quien entraba a la habitación con una bolsa en sus manos.

El chico de cabello claro se giró hacia Oikawa, quien también le miró, ambos parecieron examinarse por unos segundos, hasta reaccionar.

— ¡Eres el amigo de Shōyō!

— ¡Tú eres el amigo del pequeño Shōyō! — Ambos se acercaron y estrecharon sus manos mientras observaban al otro par seguir diciendo incoherencias por su grandioso reencuentro. — Mucho gusto, soy Oikawa Tōru.

— Sugawara Kōshi, el gusto es mío. — Los dos mayores tomaron asiento sobre la cama del menor, y tras la espera de un par de minutos, Hinata y Nishinoya se tranquilizaron.

Pero aún no se terminaba, esta vez era el turno de Sugawara, quien aún no tenía la oportunidad de saludar a su pequeño mejor amigo, así que cuando Shōyō y él conectaron sus miradas, no pasó medio segundo cuando estaban abrazándose con fuerza.

— ¡Juro que has crecido tanto!

— ¡Suga-saaan! — Ambos lloriquearon.

— ¡Hinata Shōyō! — El pelinaranja se sobresaltó, seguido de esto se sentó al lado del albino, quien le miró con su ceño fruncido.

Oikawa elevó una ceja confundido, notando como Sugawara tan solo lo estaba mirando y el menor ya parecía ser regañado de cientos de diferentes maneras.

— Oh, Suga sabe cómo regañar con la mirada. — Comentó Yū con una sonrisa.

— Debí suponerlo. — Respondió Tōru.

— Lo siento mucho, aun no aprendo a defenderme, y Yachi realmente sabe cómo golpear. — Los labios de Hinata se abultaron, bajando la mirada como un cachorro arrepentido. — Después de unos segundos, Kōshi suspiró y habló.

— Diablos, no puedo enojarme contigo. — El albino tomó al menor entre sus brazos, dándole un fuerte y cálido abrazo. — ¡Tienes que aprender a defenderte! ¡Te dije que no estaría allí para ti toda la vida!

— Lo sé, lo sé. — Shōyō abrió su boca para continuar con su respuesta, pero fue interrumpido por su celular, el cual vibraba. — Oh, alguien me está llamando.

— Déjame adivinar. — Nishinoya sonrió burlón. — ¿Tu novio?

— Nishinoya. — Advirtió Sugawara, el más bajo simuló cerrar un candado en su boca.

— De hecho... ¿Es Bokuto?

— ¿Bokuto? — Oikawa se sorprendió, elevando sus cejas y acercándose para mirar el teléfono del pelinaranja, efectivamente, era Koutaro quien llamaba a su pequeño mejor amigo. — ¿Contestarás?

— No le veo lo malo. — Hinata presionó la opción de aceptar la llamada, llevando de inmediato el dispositivo a su oreja. — ¡Bokuto! ¡Hola!

"¡Hey, Hey, Hinata!" — Saludó el mayor del otro lado, casi al instante se escuchó como le arrebataban el teléfono.

— ¿Bokuto?

"Hinata, siento la molestia, uhm... Bokuto está ebrio". — Una risa escapó de los labios del pelinaranja. — "¡Akaashi~! ¡Debo de decirle a Shōyō!".

— ¿Decirme qué?

"No le hagas caso, es solo que... Verás... Yachi vino hoy a la universidad". — El pelinaranja frunció su ceño.

— ¿Qué tiene que ver conmigo?

"Te lo diré mañana, ya es tarde y debo de cuidar a Bokuto, nos vemos".

— Sí, claro. Hasta luego, Akaashi, descansa.

El pelinaranja alejó el teléfono de su oreja y elevó la mirada, encontrándose con su alto amigo quien fruncía su ceño con notable molestia, lo había escuchado todo.

— Esa perra de nuevo. — Tōru apretó sus manos en puños, tensando la mandíbula mientras imaginaba tres formas diferentes de cómo encargarse de la rubia si intentaba algo en contra de su pequeño mejor amigo o la pareja del mismo. — Si ella vuelva a-

— Tōru. — Shōyō le dio una sonrisa al castaño. — No pienses tanto en ello, no vale la pena, mejor... ¡Ya sé! ¿Están libres, chicos?

— Lo estoy. — Respondió Yū.

— Mañana no debo hacer nada importante, también estoy libre. — Hinata celebró en su sitio.

— ¡Noche de chicos!

— Eso sonó demasiado homosexual. — Bromeó Nishinoya.

— Somos homosexuales, baka.

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📌Un voto y un comentario se agradece.

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