13

— No lo toques. — Kageyama gruñó con molestia al notar a cierto azabache acercarse. — Está bien, soy amigo de Oikawa, lo conozco.

El menor miró a Hinata por unos segundos antes de maldecir, era más grave de lo que parecía al verle desde unos metros.

— ¿Han llamado a una ambulancia? — Preguntó el chico, Tobio asintió. — Perfecto. — Llevó dos de sus dedos al cuello de Shōyō, sus pulsaciones eran débiles, apenas perceptibles.

— ¿Él... Estará bien? — Preguntó de repente Tobio, el chico elevó la mirada, encontrándose con unos ojos azules profundos llenos de lágrimas.

— Eso espero, Kageyama. — Se colocó de pie y se giró, mirando a su pareja quien asintió.

— ¡Aléjense todos de aquí! — Pidió, ahuyentando a las personas como perros callejeros, los demás amigos de Tōru y Hinata imitaron su acción, despejando el sitio.

Tras un par de minutos, la ambulancia llegó, y con cuidado colocaron al pelinaranja sobre una camilla.

— Ve con él, iré con Bokuto al hospital. — Pidió el azabache antes de girarse y correr hacia su pareja. Kageyama, tembloroso, subió a la ambulancia que no tardó en ponerse en marcha hacia el hospital más cercano.

— No mueras Shōyō... — Gimió por lo bajo, sin ser escuchado por los demás. — No me dejes...

Iwaizumi y Tetsurō lograron alejar a Oikawa de la rubia, quien se encontraba en el suelo, adolorida. Su rostro se encontraba golpeado y manchado de sangre, pero no era sólo su sangre la que decoraba su rostro. Hajime frunció su ceño con molestia al notar los nudillos del menor rotos y manchados de sangre.

— Debemos de llevarlos a la enfermería, a ambos. — Habló Iwaizumi.

— No tocaré a esa perra, lo siento. — Kenma se acercó a Kuroo, mirándole preocupado, este entendió de inmediato y le rodeó con sus fuertes brazos, tranquilizándole.

— Yo la llevo. — Matsukawa apareció, recogiendo las mangas de su camisa.

— Te patearé el trasero tan duro después de esto. — Hanamaki hizo acto de presencia, mirando a la rubia antes de suspirar. — Pero por más que la odie no puedo ver morir a una persona. Te ayudaré.

— Oikawa, ven, debes de ir a la enfermería. — Pidió el azabache antes de que Tōru se dejara caer al suelo, asustando a los presentes.

— Shōyō... Shōyō... Él... Juro que desde el pasillo escuché su cabeza crujir. — Llevó las manos a su cabeza, tirando de sus cabellos. Iwaizumi comenzó a preocuparse, estaba seguro de que, si Hinata fallecía, Oikawa no podría con ello.

— Hinata estará bien, Tōru.

— ¡No me digas que estará bien! — Exclamó entre llantos. — Tú... Iwaizumi, tú viste el charco de sangre, viste como estaba en el suelo y él... — Jadeó. — Esa perra necesita pagar.

— ¡Hey, hey! ¡Detente! — Iwaizumi le detuvo, rodeándole con sus fuertes brazos. — No eres ni serás un asesino, cálmate en este mismo momento. — Pidió Hajime, mas el menor hizo caso omiso. Iwaizumi tomó una lenta respiración antes de girar a Tōru y mirarle a los ojos. — ¡Oikawa Tōru, te he dicho que te calmes!

Y como si entrase en un trance, Oikawa obedeció, mirando fijamente a su pareja. Hubo un par de segundos de silencio hasta que el castaño comenzó a derramar lágrimas de nuevo.

— Iwa-chan... Déjame... — Rogó, abrazando con fuerza al moreno.

— Lo llevaré al hospital. — Avisó el ojiverde. Oikawa no se encontraba bien, Hajime estaba seguro de ello.

Kuroo asintió, tomando a su pareja y llevándola a una banca a unos metros para que se sentara y descansara, a diferencia de Tōru, Kenma no se mostraba tan mal, pero Tetsurō estaba seguro de que el rubio se encontraba igual que el castaño, preocupado, y con ese sentimiento de culpa en su pecho por no haber ayudado a su amigo.
El azabache maldijo un par de veces. ¿Qué hacía toda esa gente ahí sin hacer nada? Solo miraban, solo miraron cuando Yachi agredió a Shōyō, solo miraron como Yachi intentó asesinar a Shōyō, pero ni uno movió un solo dedo, y la vida era tan perra que para la mala suerte del pelinaranja, ningún conocido se encontraba cerca en el lugar y momento correctos.

— Kuroo. — Kozume estiró su mano y acarició su mejilla. — Cálmate.

— Estoy bien... Solo... Preocupado. — Bufó. — Iría al hospital, pero ya debe de haber muchas personas... Mañana te llevaré para que conozcas el estado de Shōyō ¿Bien?

— Está bien. — Kenma le abrazó, apretando sus labios, sintiendo el inferior de estos temblar, aguantando la necesidad de llorar e ir corriendo a la enfermería para terminar el trabajo de Oikawa.

Kenma cerró sus ojos, no quería siquiera imaginar cómo se sentía Kageyama en esos momentos, el rubio estaba seguro de que a pesar de que no se encontraban casados, ni habían tenido relaciones coitales o siquiera estaban marcados, había un lazo muy fuerte que les unía, y lo notó cuando Kageyama vió a su pareja caer al suelo inconsciente, pudo notar como su vida pasaba frente a los ojos del azabache, el cómo el dolor de Hinata se instaló en su pecho al mismo tiempo en que caía al suelo. Kozume jadeó, intentando eliminar de sus memorias el momento en que Hinata cayó. En su mente se repetía una y otra vez lo sucedido, una y otra vez el sonido de su cabeza impactando contra el suelo, una y otra vez viendo los ojos de Shōyō cerrarse para no volver a abrirse.

— ¡... Kenma! ¡Kenma! — El menor abrió sus ojos sobresaltado, mirando a su pareja. — Diablos, tú también estás mal. — Kuroo notó el charco de sangre y frunció su ceño. — Vamos a casa, no es bueno que sigas aquí.

— Sí... Está bien. — Ambos se pusieron de pie. Tetsurō se encargó de que su pareja no viese ni un rastro de sangre durante su camino de vuelta, sabía que Kenma necesitaba un descanso, olvidar lo sucedido.

Kageyama se dejó caer sobre la silla mientras tiraba, revolvía y enredaba sus cabellos una y otra vez. Se coloco de pie unas cincuenta veces, y se sentó otras cincuenta veces más, inquieto. A los diez minutos, una pareja se acercó al azabache, detrás de ellos llegaba también Yamaguchi, y más atrás, a paso lento, se acercaba Tsukishima.

— ¿No hay noticias? — Preguntó el ojiazul menor, Kageyama negó.

— Él estará bien, Kageyama. — Aseguró Koutaro, aunque sus palabras no eran de ayuda en aquel momento, Tobio sabía que las cosas no estaban bien.

El azabache llevó una mano a su pecho y tomó una lenta respiración, en ocasiones sentía que el aire le faltaba, y en otras sentía que su corazón se detenía por momentos. El ojiazul se acercó a Tobio y tomó sus manos, mirándole a los ojos.

— Puedo sentirlo. — Aseguró, mirando al mayor a los ojos. — Sé que entre tú y Hinata hay algo más fuerte que los une, y tú también lo sientes, desde el primer día, así que confía, todo saldrá bien mientras tú estés ahí para él.

— Akaashi... — Bokuto sorbió su nariz tras escuchar a su pareja, conmovido. Tsukishima se acercó y miró la hora antes de suspirar, realmente no quería estar ahí, había sido obligado por su pareja, y no es como si no le importara el estado del pelinaranja, pero detestaba estar en hospitales, aún más cuando un conocido era el paciente, tenía muy malos recuerdos en esos sitios y prefería no estar presente cuando daban 'Malas noticias'.

Keiji le pidió a Kageyama que tomara asiento de nuevo e intentara calmarse, pidiendo que no se alterara, pues Shōyō sería capaz de percibirlo. Era como un cachorro y su amo, mutuamente siempre se darían cuenta de si el otro estaba mal, aún sin palabras algunas.
Tobio cerró sus ojos, y con el paso de los minutos, un doctor salió de la sala, llamando la atención de los presentes.

— Familiares de Hinata Shōyō.

— Soy su novio. — Tobio se colocó de pie, el doctor negó.

— Debe ser un familiar, por favor.

— Bueno... — Yamaguchi empujó a su pareja, quien chasqueó la lengua. — Es su hermanastro.

— ¿Es cómo lo dice el joven?

— Sí, así es, aunque no nos llevamos del todo. — Suspiró. — ¿Cómo está 'Shōyō'?

— Acompáñeme. — Kei se giró malhumorado, siguiendo al doctor.

Al entrar a la habitación, miró a Hinata en la camilla, con diferentes 'Cables' conectados a su cuerpo, le era suministrado suero, oxígeno y sangre, además de tener su cabeza vendada y algo manchada de sangre. Tsukishima hizo una mueca con pena, esperaba que Hinata se recuperara.

— Su estado es delicado. — Empezó el doctor. — En realidad, el impacto en su cabeza pudo causar su muerte, ha sufrido de un traumatismo cerebral y por el momento esperamos a que despierte, pero hay una alta probabilidad de que entre en un coma. — Suspiró. — ¿Cómo ocurrió el incidente?

— No estaba ahí cuando sucedió exactamente, pero su pareja sí... — Tsukishima hizo una mueca. — Tengo entendido que una chica lo golpeó varias veces antes de empujarlo, Shōyō tropezó y cayó al suelo, algunos dicen que incluso escucharon su cabeza crujir al impactar con el suelo. — El doctor asintió mientras anotaba todo en una pequeña libreta.

— ¿Ya ha sido informado a las autoridades?

— No estoy seguro, pero la chica tenía un par de llamados de atención, sus padres se presentarán mañana para hablar con el rector.

— Muy bien, eso es todo. Por el momento las visitas estarán controladas, y serán lo más cortas posibles, si alguna de las personas de afuera desea entrar, será de una en una y por un tiempo máximo de cinco minutos.

— Entendido.

El rubio salió del sitio junto al doctor, quien se desvió a continuar con su trabajo. Kageyama se acercó a Kei sin decir nada, tan sólo esperando una respuesta a una pregunta jamás hecha.

— Kageyama... Lo siento... — Tobio jadeó. — No, no está muerto.

Todos los presentes suspiraron con alivio.

— El doctor ha dicho que es grave, y probablemente entre en un coma... Pueden pasar a verlo de uno en uno por cinco minutos, no más, y... Si fuera tú... No entraría. — Tsukishima palmeó uno de sus hombros. — No sé si seas capaz de soportar ver a Hinata así.

Tobio se soltó y no dudó dos veces en entrar a la habitación, en silencio. Los demás presentes se quedaron en silencio, algunos rezando, otros rogando, y otros maldiciendo.

— Iré a denunciarla. — Yamaguchi se puso de pie.

— Iré contigo, no soporto estar un segundo más en este hospital. — Habló Kei, despidiéndose de los demás.

Kageyama se detuvo frente a la camilla, posando sus ojos sobre Hinata. Sintió su corazón estrujarse ante el estado del menor, no podía creer que eso estuviese pasando.

— ¿Por qué tú...? — Preguntó, acercándose a tomar la mano del pelinaranja. — De todos... ¿Por qué diablos tú?

Tobio se inclinó, posando su frente sobre la mano del más bajo, sollozando. La sola idea de que no volviera a despertar era como vivir un infierno, Kageyama no se sentía listo, ni nunca lo estaría. Hinata era su vida entera en ese mismo momento, no podría seguir sin él.

— Despierta, Hinata... — Pidió, mientras las lágrimas descendían una tras otra por sus mejillas. — No me dejes solo... ¿Qué seré sin ti?

~❃~

— Kageyama. — Oikawa tocó por segunda vez la puerta, pero nadie respondió. Soltó un suspiro y unió su frente a la madera, cerrando sus ojos. — Sé que estás adentro, y sé que tampoco estás bien, pero... Por favor... Tan solo... Quiero saber cómo está él... Respóndeme con un 'Bien' o un 'Mal', solo... Eso... — Oikawa sintió un par de lágrimas descender por sus mejillas.

La puerta abriéndose le hizo retroceder, encontrándose de frente con un descuidado Kageyama. Su cabello liso se encontraba desordenado y enredado, un par de bolsas oscuras decoraban por debajo de sus ojos, y se veía terrible, enfermo... Abatido. Tōru dio una débil sonrisa, y dejando su orgullo de lado, tomó al azabache y le acercó, rodeándole con sus brazos. Tobio comenzó a sollozar una vez más, correspondiendo el abrazo del castaño quien no tardó en igualarse al menor y comenzar a dejar caer sus lágrimas nuevamente.

— Él está... Él está en coma... — Susurró Tobio, desmadejado. — Indefinidamente.

Oikawa cerró sus ojos con fuerza, abrazando a su menor aún más. Iwaizumi no le había permitido ir a ver a Shōyō durante los tres anteriores días desde que ocurrió el incidente, y aún no le dejaba hacerlo, por lo que la única forma de conocer exactamente el estado de su pequeño mejor amigo, era buscando a la persona más cercana a él: Kageyama.
Al principio lo dudó un par de veces, y después de pensarlo, mandó al carajo su orgullo, porque era de su amigo de quien hablaban, y no le importaba tener que convivir con el ser más miserable, tan solo para saber cómo se encontraba el menor.

— ¿Qué han dicho los médicos?

— Él está delicado. — El menor se alejó, sorbiendo la nariz y entrando a su habitación, Tōru le siguió, tomando asiento sobre la cama del azabache. — El golpe fue realmente grave, algunos médicos no saben siquiera como continúa con vida, y temen que cuando despierte se vea dañaba alguna capacidad básica de su cuerpo.

— En otras palabras, Shōyō podría despertar sin poder hablar, caminar o siquiera recordar algo ¿No? — Tobio asintió. — ¿Sus padres lo saben?

— Vendrán hoy. — Respondió, sentándose al lado del castaño. — Se les dificultó hacerlo al momento, me pidieron que me encargara de él hasta que ellos llegaran.

Kageyama señaló una pequeña bolsa con comida, usualmente llevaba algo para comer en cada visita al hospital, pues tras permitírsele cuidar del menor, su tiempo allí era indefinido.

— ¿Por qué no has ido a verle?

— Iwa-chan no me lo ha permitido. — Suspiró. — Entiendo por qué lo hace, pero... Necesito verlo para estar en paz.

— Ve hoy, a las tres y quince de la tarde. — Tōru le miró. — Estaré a esa hora en el hospital, sus padres llegarán cerca de las cuatro.

— Lo intentaré. — Aseguró, suspirando y mirando sus manos. — Por todos los dioses, mi pequeño Shōyō... Él no se merecía todo esto.

— Tampoco tú. — Oikawa apretó sus labios. — Definitivamente Yachi ha sobrepasado el límite.

— ¿Qué crees que harán?

— Hablé con mi abuelo. — El castaño le miró impresionado. — He comenzado a mover mis propias cartas, esto no se quedará así.

Tōru observó por unos segundos al menor, notando en su rostro determinación, molestia, tristeza y dolor, todo en uno, dispuesto a hacer pagar a la mujer que había provocado que su pareja estuviese ahora en una camilla de hospital, sin saber qué sería de él mañana.
Esa mañana Oikawa y Kageyama decidieron dejar sus molestias de lado e ir juntos a desayunar, después hicieron lo mismo a la hora del almuerzo, y finalmente a las dos de la tarde Tōru fue a prepararse para ir al hospital a las tres y quince.

Kageyama entró a la habitación del pelinaranja, mirándolo por unos segundos antes de apretar sus labios y acercarse, acariciando los sedosos cabellos del menor. Se giró y sobre una pequeña mesa de noche que había ahí, tomó el jarrón, cambiando las marchitas gardenias por unas nuevas.

— Tus padres vendrán hoy. — Tobio acercó una silla a la camilla, tomando asiento. — También vendrá Tōru para verte.

Suspiró, tomando una de las manos de Shōyō, besando suavemente sus nudillos. De alguna forma, hablar a Hinata le hacía sentir un poco menos desgraciado, y aunque no recibiese una respuesta, algo dentro de él le decía que el pequeño Shōyō podía escucharle.
Pensó en los últimos meses, su relación era perfecta, demasiado para ser real, y le preocupó muchas veces que estuvieran yendo por mal camino juntos, que no hacían lo correcto. Kageyama pensó muchas veces que estaba yendo demasiado rápido para Hinata, pero ahora mismo se sentía tan mal consigo mismo por no haber disfrutado un poco más de su pareja, de no haberle demostrado lo suficiente su amor, de ser tan reservado con el menor, de no dar todo de sí. Aun así, Shōyō sabía que Tobio le amaba tanto como él al mayor, y para él pelinaranja no eran necesarias tantas muestras de afecto, con sólo un simple beso en la mejilla o una suave caricia era feliz, Hinata era feliz al lado de Kageyama.
Su vínculo era más fuerte que el de una pareja normal, por esa razón no fueron necesarias tantas palabras para conectar, para sentir esa química entre ambos que no sintieron nunca con nadie más. Kageyama había descubierto lo que era amar a otra persona fuera de su círculo familiar, a prestar toda su atención a otra cosa diferente que no eran sus estudios, Tobio encontró su felicidad en Hinata, así como Hinata encontró su felicidad en Kageyama.

— Los profesores están preocupados. — Apretó sus labios, mientras observaba detalladamente las facciones del más joven. — Estos días no he asistido a clases... Tu amigo, Kenma, me ha pasado los apuntes, es realmente amable. — Suspiró. — Pero no me siento preparado para volver... No si tú no estás ahí... Además, los profesores me han enviado correos, preguntando por ti, y por mí, siempre respondo lo mismo, tú estás aquí y yo... No me encuentro en las mejores condiciones.

Tobio sacó de su bolsillo su teléfono, sintiéndolo vibrar. En la barra de notificaciones habían tres mensajes de su abuelo, el ojiazul suspiró nuevamente.

Abuelo Kazuyo

He hablado con los padres de Hitoka.

Llegamos a un acuerdo.

Ven a casa esta noche, tendremos una cena con Hitoka y sus padres.

Kageyama frunció su ceño, lo último que deseaba en este momento era volver a ver a la rubia, era la última persona que quería ver en el mundo, por ella su pareja se encontraba ahora mismo en una camilla, con un desconocido futuro.
Guardó nuevamente su teléfono, respetaba mucho a su abuelo, pero no se permitiría ver a esa mujer, no ahora. La próxima vez que Kageyama tuviese que verla, sería en un juicio, por intento de homicidio y hurto a las pertenencias del compañero de habitación del pelinaranja.

Alguien tocó a la puerta. Tobio elevó la mirada, encontrándose con cierto castaño quien se encontraba en el marco de la puerta, mirándole fijamente, con expresión seria y una pizca de dolor. Kageyama le hizo una señal, así, Tōru entró al sitio, acercándose a la camilla.
Sus ojos marrones observaron las heridas en el rostro de Hinata, los muchos cables conectados a su pequeño cuerpo, la venda en su cabeza y sus ojos cerrados. Si se ignoraban sus heridas, parecía tan solo dormir plácidamente, como todos los días en que Oikawa le veía descansar en su cama. Un nudo se instaló en la garganta del castaño, quien se acercó, tomando la otra mano del menor.

— Mi pequeño Shōyō. — Susurró, acariciando con su pulgar el dorso de la mano contraria. — No merecías esto.

Tobio apartó la mirada, fijándose en las flores que decoraban la mesa de noche al lado. Las observó por varios segundos, hasta que escuchó a Oikawa romper en llanto, no había puesto atención a sus palabras, porque no quería destruirse aún más, no quería seguir sufriendo, quería que su pareja despertara, que le mirara con esos preciosos ojos brillantes y le abrazara con fuerza.
Tobio sintió sus ojos llenarse de lágrimas, lo único que quería era tener de vuelta a su compañero, abrazarle y besarle, no verle en una cama, sin hacer nada más que respirar.

— Disculpen. — Ambos elevaron la mirada, encontrándose con una enfermera. — Joven Kageyama, hay una pareja afuera, dicen ser los padres del paciente. — Tobio asintió poniéndose de pie.

— Permítales pasar. — Pidió. Kageyama miró a Oikawa quien salió de la habitación junto al azabache, encontrándose con quienes eran los padres del pelinaranja.

— Tobio. — La mujer se acercó, abrazando al azabache con fuerza. — Gracias por cuidar de nuestro niño.

— No es nada, señora. — Kageyama se giró hacia el padre, suspirando. — Nuevamente, le pido disculpas por no haber estado allí cuando sucedió todo esto.

— No es tu culpa no haber estado en el momento correcto. — El hombre se acercó, dando un par de suaves palmadas en el hombro del ojiazul. — Eres un buen chico, y te has encargado bien de nuestro hijo, te lo agradecemos.

Las miradas de la pareja fueron a Oikawa, quien apretó sus labios e hizo una pequeña reverencia. Kageyama suspiró, tomando sus hombros y colocándole frente a los padres de Shōyō.

— Él es Oikawa Tōru. Es el compañero de habitación de Shōyō, y se encargó de él todo este tiempo. — La mujer sonrió, tomando las manos del castaño, agradeciéndole.

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