Capítulo 20|Consejo





































Aelys se colocó en el pasadizo secreto, escondida en las sombras, escuchando atentamente las discusiones del consejo. El día había llegado, el momento clave en el que todo se resolvería. Ese día, la reina Alicent sería finalmente apartada del poder. Aelys lo había planeado con precisión, y todo debía salir bien. El reino dependía de ello, y su madre, Rhaenyra, asumiría el lugar que le correspondía.

Las pisadas suaves de Daemon rompieron el silencio a su alrededor. Siempre presente en los momentos críticos, le dirigió una mirada cargada de complicidad mientras se acercaba.

—Veo que no soy el único que disfruta del espectáculo —murmuró, su tono juguetón.

Aelys apenas lo miró, demasiado concentrada en lo que estaba por suceder.

—Shhh, déjame escuchar, anciano.

Daemon la miró mal, pero antes de que pudiera responder, el sonido de las grandes puertas del consejo abriéndose llenó el pasillo. Ambas figuras se tensaron al ver ingresar a Rhaenyra y Alicent, cada una envuelta en sus distintivos colores. El negro y el verde simbolizaban la guerra no declarada que ya ardía entre ambas facciones.

Rhaenys fue la primera en hablar. Su voz, firme y calculada, resonó en el salón del consejo como una sentencia.

—Todo ha tomado rumbo ya, y creo que debemos abordar este tema —comenzó, haciendo una pausa deliberada—. El rey había designado a su majestad la reina como regente en su enfermedad, pero como ya sabemos, la princesa heredera Rhaenyra es ahora la regente. Por lo tanto, he de pedir que su majestad la reina regrese a sus labores de reina consorte y deje que la verdadera regente tome su lugar. Nunca olvidaremos su increíble servicio al trono.

Alicent frunció el ceño, claramente desconcertada por el ataque repentino.

—¿Qué? ¿De qué habla, Lady Mano? —preguntó, intentando mantener la compostura, pero el temblor en su voz la traicionaba.

Rhaenyra avanzó con un porte regio, sus palabras firmes y calculadas.

—He hablado con el rey, con la Mano, y hemos llegado a la conclusión de que usted, mi reina, debe dejar su puesto en el consejo. Usted es la reina consorte, no una consejera más. Así que pido una votación para que regrese a su antiguo cargo.

Alicent miró a su alrededor, buscando apoyo entre los miembros del consejo que antes la respaldaban, pero lo que encontró fueron rostros cautelosos, ya inclinándose hacia la nueva regente.

Tyland Lannister fue el primero en romper el silencio, inclinando su cabeza hacia Rhaenyra.

—Yo estoy a favor. La reina es una reina consorte, no una reina de nacimiento. Me disculpo si sueno mal, majestad.

Lord Corlys Velaryon le siguió, sin vacilar.

—Yo también estoy a favor. El reino necesita a una reina consorte, no a una consejera. Se le apoyará en sus labores domésticas, majestad.

Uno a uno, los consejeros emitieron sus votos, cada uno a favor de la moción. Alicent sintió cómo el peso de la traición caía sobre sus hombros, debilitándola con cada palabra que escuchaba.

Finalmente, la reina se obligó a hablar, su voz quebrada por la derrota.

—Comprendo sus puntos. Por años he servido como regente de mi esposo, pero debo aceptar que tal cargo ya no es mío —dijo con dificultad—. Por ello, acepto mi destitución.

Desde su escondite, Aelys intercambió una mirada de satisfacción con Daemon. Rhaenyra se había mostrado fuerte y decidida, como una reina debía ser. La victoria estaba asegurada.



















Alicent miraba su reflejo en el espejo con una mezcla de rabia y desesperación. Había sido humillada ante el consejo, y la herida aún estaba fresca. Sin embargo, no dejaría que aquello fuera el fin. No, encontraría otra manera de retomar el control, incluso si eso significaba sacrificar a aquellos que alguna vez la apoyaron.

—Aelys está aquí —anunció la voz de Ser Criston Cole desde la puerta.

Alicent suavizó su expresión, ocultando su ira bajo una máscara de serenidad cuando Aelys entró en la habitación.

—Suegra —dijo Aelys con un tono aparentemente dulce, aunque sus ojos delataban lo contrario—. Escuché lo que sucedió en el consejo. Lo lamento profundamente.

—No tienes por qué lamentarlo —respondió Alicent, forzando una sonrisa—. Al final, tu madre tiene razón. Mi lugar es como reina consorte. —Hizo una pausa, evaluando a Aelys—. Deberías descansar, pronto darás a luz.

—Prefiero pasear. Estar encerrada es terrible.

Alicent la observó por un largo momento.

—¿Sucede algo más?

—Sí —dijo Aelys, inclinando la cabeza ligeramente—. Deberías castigar a ese guardia tuyo. Me llama Aelys como si fuéramos iguales. Soy una princesa para él.

Alicent se sintió humillada de nuevo, pero asintió con calma.

—Lo castigaré. No te preocupes. - Alicent la despidió, Criston ingreso y observo a Alicent, ambos compartían algo más que un puesto de guardia y amo.



















Horas después, Aelys estaba en su habitación cuando Ningning, llegó con una sonrisa en el rostro.

—Alteza, el rey se recuperará pronto. La sanadora está convencida de que podrá levantarse en unos días.

—Eso es excelente —dijo Aelys, sus ojos brillando—. Cambiemos el té de la reina por uno de fertilidad. Hagamos que nazca un bastardo Hightower.

Ningning se inclinó.

—Inmediatamente, alteza.

Antes de que pudiera decir más, Zhan,  entró con un baúl.

—Alteza, conseguí lo que pidió.

—¿Es el acero de Zhulong? —preguntó Aelys, admirando el baúl—. Perfecto. Quiero que estas espadas sean un símbolo para mis hermanos.

—Se enviarán a Rocadragón y a marcaderiva de inmediato, alteza —respondió Zhan.

—Bien princesa, ¿Algo más?

—Si, se que tu puedes hacer esto - Zhan se acercó —Esparce rumores sobre Criston Cole y la reina, hazlo luego de que Ningning te lo indique, que todos en el reino lo sepan.

—Alteza, que sea cuando hayan rumores de embarazo, así todo será más fácil de esparcir.

—Eres inteligente Ningning,  hazlo así, quiero que consigas trovadores y personas chismosas, que ellos se encarguen, y por favor, que no se enteren de donde salieron.

—No se preocupe majestad, seré cauteloso.

Pero, antes de que pudiera dar más instrucciones, Ningning se acercó con urgencia.

—Alteza, hay agua en el suelo...

El mundo de Aelys pareció detenerse por un segundo. Su mirada se dirigió hacia el suelo, y el miedo invadió cada fibra de su ser.

—No es agua... —susurró—. Ve por las parteras, rápido.

Zhan, sin dudarlo, la tomó en brazos y la llevó hasta su cama, mientras las doncellas gritaban en busca de ayuda.

—¡La princesa Aelys está dando a luz! ¡Corran por su madre, la princesa Rhaenyra!

El dolor aumentaba con cada paso que daban, y Aelys sentía cómo su cuerpo se desgarraba por dentro. El terror que la inundaba no era solo por el parto. Temía morir como su abuela Aemma, como tantas otras mujeres que habían sucumbido a la misma suerte. Y, lo peor de todo, temía que Aemond tuviera que elegir entre salvarla a ella o a su hijo.

Por primera vez en su vida, Aelys estaba completamente indefensa. El poder y el control que había sentido durante meses se desmoronaban ante la fuerza implacable del destino. Las lágrimas corrían por su rostro, no de dolor físico, sino de puro terror. Aelys, la princesa que siempre había manejado todo a su antojo, ahora solo podía rezar para sobrevivir.

El miedo, tan desconocido para ella hasta ese momento, la envolvía por completo.







































¿Qué creen que sea, niño o niña?

Alicent finalmente ha salido del consejo ¿hará un movimiento?

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