𝓙𝓸𝓭𝓲𝓭𝓪
El invierno en Texas estaba comenzando a tomar más fuerza conforme las horas del día pasaban. Mi inquietud por salir de aquél salón de clase aumentaba de igual manera. La profesora Griffin hablaba sobre "Átomos" y sus componentes, repetía siempre que en ellos había protones, electrones y neutrones. Pero aquella vista del frío atardecer en el quinto piso de la Universidad de Dallas me distraía por completo.
Mi mente divagando por esos bellos colores que relucían en el cielo a pesar el frío, esos color que me permitía cuestionarme, como carajos se formaban en el cielo.
Cuando dio la hora exacta en que finalmente pudimos salir, tomé mi cuaderno en blanco y mi bolígrafo color azul con la tapa mordida, pasaba tanto tiempo distraída de clase mordiendo la tapa de mi pluma que no lo había notado hasta ese momento. Mónica me murmuró un << Adiós >> y yo simplemente la ignoré, no es que no me cayera bien, es solo que no quería hablar con nadie.
Los pasillos de la Universidad cada vez estaban mas vacíos, eran las últimas clases del periodo, pero a pesar de eso, el turno "nocturno" se caracterizaba por ser muy tranquilo. Entré a mi coche, un Honda Civic modelo 2009 bastante jodido la verdad. No era el auto de mis sueños ni estaba como me hubiera gustado, pero al menos cumplía la función de llevarme a donde necesitaba.
Llegué a mi habitación, vivía a unos cinco minutos del campus así que no era un camino demasiado extenso. Entré al piso, un pequeño piso que rentaba y era bastante pequeño, aunque viéndolo de otra manera, no necesitaba más que unos cuantos metros cuadrados. Al entrar, lo primero que verías era una mesa de madera bastante antigua junto al muro, sobre ella cinco libros de la universidad que casi no usaba porque sinceramente siempre los olvidaba. Dos metros más adelante se encuentra la cocina, la mini cocina, constaba de dos gavetas para almacenar quizás platos o vasos, pero la realidad es que siempre estaban vacíos. A su lado estaba la tarja, el agua caliente no servía casi nunca así que mis manos se congelaban siempre. A un lado está la pequeña estufa, bastante vieja también, creo que es más vieja que yo misma. Y al lado de ella está el pequeño refrigerador que creo que también es más viejo que yo.
Mi cama se encontraba justo al lado de la entrada, bueno, un par de metros de distancia, pero en realidad eso era todo, bueno, también estaba el mini baño en la esquina del lado derecho, pero era tan pequeño que si te agachabas sin el más mínimo cuidado, te terminabas rompiendo la cabeza de un golpe con el muro.
Por un momento me permití observar lo deprimente del sitio donde habitaba, con los muros pintados en un extraño y antiguo color amarillo pastel que había perdido intensidad por el pasar de los años. Ahora lucía tan opaco.
Prendí el fogón de la estufa al menos un minuto, calentaba mis manos con insistencia, sentía la nariz congelada y podía sentir los mocos bajando de esta, pero era mi imaginación nada más. Cuando mis manos dejaron de sentirse entumidas, saqué de mi chaqueta el pequeño papel con la pastilla que le había comprado a Lalo.
Lalo era un chico bastante triste, ahora entiendo por que estaba metido en este rollo, solía verlo solo en el bachillerato, los chicos le hacían bullying por raíces latinas y hablar la mayoría del tiempo en español. Conocí a Lalo el día que ingresó a la preparatoria y fui su mentora durante ese ciclo escolar, supongo que me llevaba bien con él porque ambos nos sentíamos ligeramente rechazados por los demás. Llegó un punto en esa tristeza de Lalo que comenzó a consumir drogas, empezó por la marihuana y ahora le da a la "Éxtasis".
Me alejé de Lalo cuando entramos a la Universidad, el comenzó a venderla y sabía que estar cerca de él no era buena idea, pero ahora que estoy hecha mierda con el autoestima hasta el suelo, la ansiedad se apoderaba de mí con cada segundo que pasaba, por tal motivo mi única salida era buscarlo para comprarle una pastilla, no era la primera vez que me metía esa cosa, pero ahora me costaba más sentir su efecto.
Dejé la pastilla por un vaso vacío, estaba meditando la situación. Observe mi celular, no tenía ningún mensaje ni llamada, pero vamos, quien me puede buscar, nadie me busca, no existo.
Lance mi chaqueta hacía mi cama, a un par de metros, a veces me ponía a llorar por el lugar en donde estaba viviendo, tan gris y triste, sin una pizca de color alegre en los muros, o una foto en un bonito cuadro. No había nada que me alegrara de ese lugar, pero bueno, no me podía permitir nada más.
Lance mis botas al rincón, me coloque unas viejas pantuflas, regresé a la cocina, solo un par de pasos, no es mucho. Observé mi celular de nuevo, deseando que una llamada me diera la señal de que no debía de hacer aquella cosa que me mataba pero que sentía tan bien, que me diera la señal para dejar este suicidio programado, pero no sucedió.
Sentí la cabeza hincharse cual balón de basquetbol, me reí por que me observaba a mi misma con la cabeza gigante, sonreí, me sentía bien, me sentía feliz, agité mis manos emocionada por la sensación. Observé mi celular, miré la hora, sentía mi corazón acelerarse y mi respiración también. Me lance a mi cama y con el celular coloqué la radio, estaba sonando una canción desconocida, creo que era algún DJ, no sé, se escuchaba gracioso, me removí entre las sabanas y me quité a patadas las pantuflas que llevaba, me puse de pie y comencé a saltar, me sentía llena, me sentía bien.
...
La alarma me taladró el cerebro, estaba tirada en el suelo justo al lado de la cama, tenía que ser una gran estúpida por dormir en el suelo y no en mi cama, pero vamos, que puedo decir, estoy jodida. Vi la hora en el celular y abrí los ojos de golpe, mierda, se me hacía tarde, como siempre. Me levante, haciendo el mundo girara ante mis ojos, la cabeza me ardía pero evité pensar en eso, me lancé a la ducha, una ducha de 5 minutos, me puse los mismo jeans y tomé la blusa que estaba sobre la silla al otro extremos del lugar, la blusa del trabajo.
Rosie me recibió feliz como siempre, lástima que a mi me cabreaba su forma de hablar y me hacía odiarla cada segundo más y más, era de esas mujeres hipócritas que te hablan llamándote << ¿Cómo estás cariño? >>, << No te preocupes mi amor, yo cierro hoy >>, así que solamente le sonreí de una manera muy falsa y me encaminé a la bodega.
Apenas y sacaba lo suficiente para sobrevivir trabajando en esta puta tienda de discos, pero bueno, no era como que tuviera el mejor currículum de toda Texas, así que tenía que conformarme con esta mierda.
—¡Zombie! —La voz Josh casi hace que mi corazón se me detenga, incluso cuando aún sentía los últimos efectos de la pastilla, cabe recalcar que estuvo muy buena.
Así solía llamarme Josh, "Zombie", supongo que porque no solía maquillarme, y desde hace semanas que me habían aparecido unas ojeras que no se me lograban quitar, incluso me preguntaban muy frecuentemente si me sentía bien, porque sinceramente, siempre luzco fatal, les digo, estoy JODIDA.
—Púdrete Josh, me has sacado un susto —Se hecha a reír, Josh es el encargado de recibir la mercancía y dármela a mí para poder distribuirla en la tienda. Guardé mi bolso en el pequeño locker azul al final de la bodega.
—No seas niñata, ¿Cómo vas? —Aquí va de nuevo, a pesar de que es unos tres años mayor que yo, no deja de ser un cabrón entrometido, el muy descarado me ha traído panfletos de "Narcóticos Anónimos", el piensa que soy una maldita adicta, pero no lo soy.
—Igual que siempre, no me jodas el día —Pasé a su lado, lanzó un bufido y a mi me importó una mierda, saqué la caja con las nuevas copias de disco de Tame Impala, solamente iba a rellenar el stock, en días anteriores se los habían llevado por completo así que hoy tocaba rellenar.
El tiempo avanzaba tan lento, que podía escuchar las manecillas del reloj sonar como un eco en el local actualmente vacío. Froté mis parpados desesperada, deseando desaparecer. ¿Por qué a mi?
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