El regreso de la musa

Capítulo 17

𝐻𝓎𝓅𝓃𝑜𝓈

Estaba en el reino de mi hermano. Tenía que supervisar que este se mantuviera a flote. Todo lo que había pasado era demasiado cruel, y no podía permitir que su reino, que tanto le había costado construir, se fuera por sus errores del pasado. Además, sabía que tenía un cariño gigante a la ensoñación. Al estar ahí, pude sentir una calidez algo extraña, era una calidez que ya había experimentado desde hace mucho antes, y la conocía perfectamente.

Al estar caminando, pude notar a aquel mortal que había conocido Morfeo hace unos días. Me sorprendió bastante verle en ese lugar, era algo difícil de entender, aunque tenía sentido que estuviera ahí, es decir, todos los mortales viajaban a la ensoñación al estar descansando, era donde sus sueños, recuerdos y anhelos estaban presentes, pero ¿por qué ese mortal estaba exactamente ahí?

—Hola —dije mirando al joven que estaba ahí.

—¿Dónde estoy? —claramente se le veía afectado por todo lo que estaba pasando en esos momentos—. ¿Por qué este lugar me resulta conocido?

—Estás en el reino de mi hermano, de Morfeo... —tal vez decir esas palabras no fue lo adecuado, estaba demasiado sorprendido por eso—. Seguramente es confuso, pero ¿todo bien?

—¿Cómo puede preguntarme eso? No, no está todo bien, están pasando cosas que no entiendo y esto es de miedo. Seguramente estoy soñando, ¿no? No, no creo, no se siente como si estuviera dormido, pero es todo muy raro y no entiendo nada de lo que está pasando en estos momentos, y todo me está pareciendo familiar...

—Bien, creo que alguien comenzó a alterarse demasiado, pero descuida, todo está bien. No hace falta ponerse así...

No, no todo estaba bien, y eso lo sabía a la perfección, pero me resultaba curiosa todavía esa sensación de conocerlo.

—Thomas, ¿recuerdas todo esto?

—No lo sé, es todo muy confuso, es como si pudiera conocer todo a la perfección, pero siento que no he estado aquí. Es decir, en mis sueños jamás llegué a ver este lugar, o tal vez sí, es que no lo recuerdo.

Comencé a notar que Thomas tenía cierto parecido a Calíope. Sus ojos eran muy llamativos para un hombre como él. Sabía que la mayoría de las personas con ascendencia asiática no tienen ojos de color, a menos que usen lentillas o algo parecido. Pero sabía que esos ojos no poseían nada de eso. Era confuso, pero era como si viera a Calíope.

La forma en que Thomas me miraba, con una mezcla de curiosidad y desconcierto, me recordaba a ella. Había algo en la intensidad de su mirada que me resultaba familiar, como si pudiera ver más allá de lo que los demás percibían. Sentí una punzada de nostalgia y una especie de reconocimiento que no podía explicar.

—Tus ojos... —murmuré, incapaz de contener mi sorpresa.

—¿Mis ojos? —preguntó Thomas, tocándose el rostro, un poco avergonzado—. Siempre me han dicho que son raros, pero nunca me habían mirado así por ellos.

—No son raros —respondí rápidamente—. Son... especiales. Me recuerdan a alguien que conocí hace mucho tiempo.

Thomas frunció el ceño, intentando entender a qué me refería.

—¿A quién?

Vacilé. No estaba seguro de si debía hablarle de Calíope, no todavía. La conexión era demasiado extraña, demasiado improbable, y sin embargo, allí estaba, tan clara como el día.

—A una musa —dije finalmente—. Una musa que tuvo un papel muy importante en mi vida y la de mi hermano. Sus ojos eran tan intensos y profundos como los tuyos.

Thomas me observó en silencio, sus ojos brillando con una emoción que no pude identificar del todo. Había algo en la forma en que reaccionaba, una especie de eco de lo que había sentido por Calíope. Era como si las líneas entre el pasado y el presente se difuminaran, y por un momento, pude imaginar que Calíope estaba allí, conmigo, a través de este joven mortal.

—Eso suena... hermoso —dijo Thomas finalmente, con una leve sonrisa—. Supongo que no puedo decir que soy una musa, pero es bueno saber que mis ojos pueden recordarte algo tan importante.

Asentí, todavía perdido en mis pensamientos. Tenía la sensación de que había más en Thomas de lo que aparentaba, y no podía evitar preguntarme si había una razón más profunda para su presencia en el reino de Morfeo. Observé a Thomas por un momento más antes de decidir que era mejor que despertara. No quería abrumarlo más con la confusión del reino de Morfeo. Extendí mi mano hacia él, dejando que una suave ola de somnolencia lo envolviera, empujándolo lentamente de regreso al mundo de los despiertos. Vi cómo su figura se desvanecía, dejándome en la ensoñación, sumido en mis pensamientos.

Con Thomas de vuelta en su mundo, me quedé en completa soledad, rodeado por el silencio del reino de Morfeo. La extraña semejanza entre Thomas y Calíope seguía rondando en mi mente, una inquietud que no podía ignorar. Sabía que había una sola persona que podría tener respuestas a las preguntas que me atormentaban.

Decidí visitar a Hades.

Hades era el único que podría ayudarme a entender la conexión entre Thomas y Calíope. Después de todo, Calíope era su cuñada, y si alguien conocía los secretos de su pasado, ese era Hades. Respiré hondo, preparándome para el encuentro. No era frecuente que visitara el Inframundo, y sabía que Hades no siempre estaba de humor para recibir visitas inesperadas.

Me deslicé a través de la ensoñación, permitiendo que el tejido de los sueños me transportara hasta las puertas del Inframundo. El ambiente cambió abruptamente a mi alrededor; el aire se tornó más pesado y el ambiente más oscuro. Las sombras se alargaban y se movían, dándole al lugar una atmósfera ominosa que solo el reino de Hades podía ofrecer.

Al acercarme, las puertas del Inframundo se abrieron lentamente, revelando la vasta extensión del dominio de Hades. Las almas vagaban a lo lejos, susurrando historias olvidadas, y el río Estigia serpenteaba a través del paisaje desolado. Avancé con cautela, consciente de que cada paso me llevaba más cerca de Hades y de las respuestas que buscaba.

Finalmente, llegué al trono de Hades. El dios del inframundo me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad. No era común que yo lo visitara, y menos aún sin previo aviso.

—Hypnos —dijo Hades, con su voz profunda resonando en el aire—. Es raro verte aquí. ¿Qué te trae al Inframundo?

—Necesito hablar contigo sobre Calíope —respondí, y vi cómo su expresión se endurecía ligeramente al mencionar su nombre.

Hades me observó en silencio por un momento, como si estuviera sopesando mis intenciones. Finalmente, asintió, indicándome que hablara.

—He conocido a un mortal en el reino de Morfeo —expliqué—. Su nombre es Thomas, y tiene un parecido sorprendente con Calíope. Sus ojos, su presencia... me recuerdan a ella de una manera que no puedo ignorar. ¿Sabes si hay algo que deba saber al respecto?

Hades inclinó la cabeza, pensativo. Sabía que si alguien tenía respuestas, él las tendría, y esperaba que pudiera ayudarme a desentrañar el misterio de Thomas y su conexión con Calíope.

—Sabes que tengo prohibido hablar de esos temas contigo. Los asuntos de mi reino no son de importancia en los asuntos de la ensoñación y menos en la vida de Morfeo —dijo Hades, su tono ligeramente a la defensiva, lo que solo me confirmó que sabía lo que estaba ocurriendo.

—Hades, ¿Qué es lo que sabes? No actuarías así de no tener información. Tú eres aquel que decidió cuidar de las almas de Calíope y Orfeo cuando ellos perecieron. Ahora dime, ¿Qué sabes de este mortal?

Hades me lanzó una mirada intensa, como si estuviera debatiéndose entre revelar algo importante o permanecer en silencio. Su mano descansaba sobre el brazo de su trono, los dedos tamborileando con impaciencia.

—¡Hypnos , eso no es algo que debas saber! Todo sucede por un motivo. Algunos muertos reencarnan y otros... solo siguen aquí. Deja de lado ese maldito tema, ahora mismo.

Me di cuenta de que había tocado un nervio sensible. Hades era reacio a hablar de asuntos que involucraban las almas y su destino, pero su reacción me dejó claro que Thomas no era un simple mortal. Había más en juego de lo que podía ver.

—Hades, solo intento entender. Si este mortal está aquí por una razón, necesito saber cuál es. No estoy buscando interferir en tus asuntos, pero su conexión con Calíope no puede ser ignorada.

Hades suspiró, su postura relajándose un poco, pero su mirada permaneció fija en mí, penetrante.

—Hypnos , a veces, las almas encuentran la forma de regresar, de influir en el mundo de los vivos de maneras que ni siquiera nosotros podemos predecir. Thomas puede ser uno de esos casos especiales. Pero debes dejar que las cosas sigan su curso. No puedes intervenir directamente.

Asentí, aunque la curiosidad seguía quemando en mi interior. La mención de reencarnación y el destino de las almas me dejó con más preguntas que respuestas, pero sabía que presionar más solo causaría el enojo de Hades. Me miró con una mezcla de frustración y resignación. Sus dedos tamborileaban en el brazo de su trono, y su postura era la de alguien que estaba a punto de hacer una concesión a regañadientes.

—Hypnos, realmente no quería decirte esto —comenzó, con una nota de irritación en su voz—. Pero parece que no me dejas otra opción. Thomas es la reencarnación de Calíope, al igual que Erick es la reencarnación de Orfeo.

Me quedé en silencio, procesando la magnitud de lo que acababa de decirme. La idea de que Calíope y Orfeo estuvieran presentes en estos mortales era asombrosa y, de alguna manera, encajaba con todo lo que había sentido al ver a Thomas.

—¿Por qué no nos dijiste esto antes? —pregunté, intentando no sonar demasiado acusador

—Nunca he tenido problemas con Morfeo o contigo, Hypnos. No quería interferir innecesariamente en sus asuntos, y sinceramente, esperaba que las cosas siguieran su curso sin mi intervención —respondió Hades, su tono más suave ahora.

—El mismo destino ha previsto que esto es algo que tiene que suceder —continuó Hades, con una voz que reflejaba una mezcla de sabiduría y resignación—. No esperaba que Calíope o Thomas buscaran a Morfeo o que ambos se reencontraran. Sin embargo, se menciona que incluso después de la muerte, no hay nada que acabe con el amor que pueden sentir dos personas. Tu hermano siempre amó con toda su alma a Calíope. Es entendible que se uniera al ejército de Cronos.

—¿De qué hablas? Morfeo se unió porque deseaba demostrarles a los mortales que los dioses eran superiores a ellos —dije, perplejo. Hades comenzó a reírse, como si todo fuera demasiado gracioso. Claramente, no entendía la gracia ante mis palabras.

—¿Realmente crees que tu hermano estaba interesado en eso? Comienzo a dudar que lo conozcas lo suficiente, Hypnos.

—¿Por qué dices eso? Esas fueron las palabras de mi hermano.

—No, eso fue lo que les hizo creer —respondió Hades, su tono más serio ahora—. Morfeo se unió porque Cronos le prometió traer de regreso a Calíope. Sabes que Morfeo sería capaz de destruir el mundo con tal de tenerla de vuelta. ¿Acaso olvidas lo que hizo con el mortal que se atrevió a lastimar a la mujer que amaba?

Me quedé en silencio, las palabras de Hades resonando en mi mente. Siempre había creído la versión de Morfeo, aquella en la que su lealtad a los dioses y su deseo de demostrar su poder habían guiado sus acciones. Sin embargo, escuchar que su verdadero motivo había sido el amor que sentía por Calíope lo cambiaba todo.

—No sabía que Cronos le había prometido eso —dije finalmente, sintiendo un nudo formarse en mi pecho.

—Es algo que Morfeo ha mantenido oculto, incluso de ti. El amor puede ser una fuerza poderosa y peligrosa, y a veces nos lleva a hacer cosas que nunca hubiéramos imaginado.

Asentí lentamente, todavía digiriendo la información. Comprendí que había subestimado la profundidad de los sentimientos de Morfeo y cómo estos habían influido en sus decisiones.

—Gracias, Hades —dije, con una nueva comprensión de la complejidad de mi hermano—. Intentaré apoyarlo de la mejor manera posible, ahora que sé la verdad.

Hades asintió, su mirada más suave ahora.

—Eso es lo mejor que puedes hacer. Cuida de tu hermano y de los mortales que llevan consigo el legado de Calíope y Orfeo.

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𝑀𝑜𝓇𝒻𝑒𝑜

Todavía estaba en la habitación con Thomas, mirándolo dormir y sonriendo al tenerlo cerca. Era algo realmente agradable. Todo en él me enamoraba más de lo que ya estaba; su presencia era reconfortante, como el sol en invierno. Aunque hacía frío en esas temporadas, el sol se mantenía cálido y te daba una sensación de comodidad y tranquilidad. Thomas era eso para mí, mi sol de invierno.

—Vaya, parece que estamos en "La Bella Durmiente", solo que no sé si tú eres Aurora o el príncipe Felipe, jefe —comentó Matthew, posado en mi rodilla con una expresión divertida—. ¿Te gustaría tener un mini Morfeo con Thomas?

—Matthew —le advertí por su comentario, aunque sabía que su sentido del humor siempre era así. Tenía un estilo que no muchos apreciaban, pero para mí, su falta de tacto y sus bromas eran parte de su encanto.

—¿Qué? No digo mentiras. Te gustaría tener una familia con él. Te ves más feliz, y no puedes negarlo, jefe.

—No, no puedo negarlo, pero no estoy seguro de si formar una familia sea lo correcto. Amo estar con él, pero también me preocupan mi reino y mis súbditos.

Antes de poder seguir hablando, un pequeño remolino de polvo estelar apareció en la habitación, y Hypnos se materializó, luciendo preocupado.

—Hermano —dije, sorprendido al verlo—. ¿Todo está bien?

—Morfeo, necesito hablar contigo —respondió Hypnos, con un tono urgente que captó inmediatamente mi atención.

Me levanté con cuidado, dejando a Thomas descansando en la cama. Matthew voló hacia un estante cercano, dándonos espacio para conversar.

—¿Qué sucede? —pregunté, notando la preocupación en los ojos de mi hermano.

—Hades me ha revelado algo importante —comenzó Hypnos, mirando hacia Thomas—. Ese mortal que tanto te importa es la reencarnación de Calíope.

Me quedé sin palabras por un momento, tratando de procesar lo que Hypnos acababa de decirme. Calíope, el amor de mi vida, de alguna manera seguía viva en Thomas.

—No puede ser —murmuré, sintiendo una mezcla de incredulidad y emoción.

—Y eso no es todo —continuó Hypnos—. Erick es la reencarnación de Orfeo.

Las piezas del rompecabezas finalmente comenzaron a encajar. La conexión que sentía con Thomas, su presencia reconfortante y familiar... todo tenía sentido ahora. Miré a Thomas una vez más, su rostro sereno y tranquilo mientras dormía, y supe que haría cualquier cosa para mantenerlo a salvo. Pero el miedo comenzó a invadirme, y no estaba seguro de qué hacer. Solo miré a mi hermano, como si fuera un pequeño niño buscando respuestas en su hermano mayor. Hypnos lo notó y me miró con ternura.

—¿Qué sucede? Pensé que estarías más emocionado de saber que ella ha regresado.

—Estoy emocionado, pero no quiero que me ame por lo que fuimos. Quiero que me ame por lo que podemos llegar a ser. ¿No crees que se enamoró de mí porque... es Calíope?

—Morfeo, eres alguien encantador, y dudo que eso pase. Además, ella también te amó mucho. Sabes que haberte dejado fue lo peor que le pudo pasar. Los amaba a ti y a Orfeo; ustedes eran su todo y no quería dejarlos. Pero también me enteré de otras cosas y necesito tu palabra, tu honestidad.

Asentí, esperando sus preguntas.

—¿Por qué mentiste en tu juicio? Dijiste que querías vengarte de los mortales, pero Hades me dijo que eso no fue así. Cronos quería ofrecerte un trato: recuperar a tu familia a cambio de tu lealtad.

Eso me sorprendió; no sabía que Hypnos se enteraría de eso. Pero sabía que no podía mentirle en esos momentos.

—Ella siempre fue la mujer de mi vida. La amé como a nadie, y a pesar de haber tenido otros intereses, ella siempre estuvo en mi mente. No podía soportar más sin tenerla. Mi luz, mi vida, mi musa... Calíope era todo lo que más amaba en esa vida. Aunque sé que nunca podría decir que era mía, ella es lo más valioso que tengo. Daría mi vida a cambio de más eones a su lado, Hypnos.

Hypnos me miró con comprensión, asintiendo lentamente.

—Sé que tus sentimientos son sinceros. Haré todo lo posible para ayudarte a protegerlos y asegurar que esta vez encuentren la felicidad que merecen.

Me sentí aliviado al escuchar sus palabras. Aunque el camino por delante era incierto, sabía que con el apoyo de mi hermano, enfrentaría cualquier desafío que viniera. La oportunidad de estar con Thomas nuevamente me daba esperanza y determinación, y no permitiría que nada se interpusiera en nuestro camino.

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