|CAPÍTULO 8. Benevolencia|

...

Frío, miedo e impotencia florecieron en ella con rapidez, aún estando en su estado inconsciente. Vio una silueta, a lo lejos, siendo tal vez, una ilusión que su mente le hacía crear, pero parecía ser el orígen de esas emociones negativas en ella.

Ahí está.

La misma silueta a la cuál perseguía entre rosas oscuras y pensamientos turbios, la causa su delirio y el por qué se sentía de esa forma tan impropia de su persona. ¿Que quería de ella? Cómo siempre, no pudo alcanzarla entre la oscuridad.

Ra...

Sus párpados temblaron, quería despertar, pero la vez las sombras serpenteando su cuerpo le parecía reconfortante.

Chara.

Hasta que al volver a la realidad, respiró, y se encontró con la imagen preocupada de su hermana a la cuál parpadeó un par de veces para reconocer, y a la vez descubrir que lo que se escurría por sus piernas no era sombras específicamente...

— ¡AHHH!

Gritó angustiada arrastrándose y alejándose lo más posible de la criatura color almendra que se arrastraba por su vientre en el suelo de mármol negro, esta ni se inmutó y siguió su curso hacia una esquina oculta entre la oscuridad del salón.

— ¡Chara, tranquila! —su hermana intentó tranquilizarla tomando su mano, y sólo recibió una mirada alterada.

— ¡¿Cómo quieres que me calme si lo primero que veo al despertar es una maldita serpiente?!

—NO SON VENENOSAS.

A eso, finalmente se dió cuenta de la presencia del tercero en ese salón oscuro, bueno, las antorchas encendidas con fuego mágico dejaban ver al menos su alrededor y al nuevo invitado. Se trataba de un esqueleto, su voz era calmada e infundia paz apesar de ser un monstruo que jamás había visto en su vida. Estaba de rodillas frente a ella, no parecía tener intensiones de lastimarla. En sus pupilas rojizas se veía la gran paciencia que debía cargar encima.

— SON SERPIENTES ESCULAPIAS, SON PARTE DEL PROCESO DE CURACIÓN QUE PERTENECEN A LAS ENSEÑANZAS DE ASCLEIPO, DIOS DE LA MEDICINA —se levantó de al frente de ellas como si su presunto trabajo hubiera concluido, dispuesto a abandonar la estancia.— EL REY ESTÁ INDISPUESTO, ÁNGELES. LES OTORGÓ UNAS HORAS DE PIEDAD. LES HEMOS PROVISTO DE ROPA APROPIADA. SU ANTIGUO ATUENDO ESTÁ EN ESE RINCÓN. —ambas miraron al rincón mencionado, exactamente con unos ropajes hechos tirones bien doblados, lo reconocían, Chara miró su cuerpo, no se había percatado del nuevo cambio que cargaba.

Escucharon las rejas cerrarse, y el esqueleto alto había cerrado con lo que parecía... unos símbolos, indicando el sello. Había estado encerrada todo este tiempo. Se levantó alterada y queriendo evitar su encierro, aunque ya había llevado horas ahí dentro.

—¡Espera! —se detuvo al súbitamente al ver al esqueleto alto alzar una mano en señal de que no avanzara más.

— SI TOCAS LOS BARROTES, TE QUEMARÁS —parecía preocupado por lo que le pudiera pasar, así que notó la seriedad del asunto y que debía acatar enserio esa orden.

El médico se volteó, parecía mirar a alguien en específico allá afuera.

— SANS, VÁMONOS. YA CUMPLÍ MI TRABAJO.

Chara frunció el entrecejo al cruzar miradas con ese tal Sans, que la miró de soslayo con alguna emoción que no lograba identificar, pero le dió un gran interés.

— BIENVENIDAS AL TÁRTARO, ÁNGELES.

En silencio se fueron tras esa fría despedida, no sin antes buscar las pupilas desiguales de Sans, y como si éste le leyera el pensamiento miró hacia adentro, pero no exactamente a ella, sino a su hermana. Pudo jurar ver incluso frustración en él, como si buscara algo más que una simple humana en el suelo con vestiduras frescas, hasta que las pesadas puertas se escucharon cerrarse y como en un templo abandonado por las noches con sólo la compañía de la soledad andariega les sobrevino un sentimiento de miedo...

Hace unas horas se encontraba en Nifás tratando de saltar un estúpido abismo, ¿ahora despertaba entre mazmorras encerrada sin escapatoria alguna? ¿Qué carajos eran esas ropas?

Tártaro... un lugar en específico en las tierras de Hades para la sufrición de a quienes lo merecían, como un tipo de cárcel para los poderosos o un castigo a muerte para los débiles. ¿Por qué?

— Frisk.

Su hermana no contestaba, se acercó a ella acariciando su cabello con suavidad y arrodillandose a su lado, notaba que lágrimas silenciosas descansaban en sus mejillas.

— Vamos a morir...

— No vamos a morir. Encontraremos una forma de escapar. —dejó que su querida melliza descansara recostada su pecho, atrayendola y apoyando su barbilla en su cabeza no parando con las caricias, Chara miraba al frente con preocupación tratando de encontrar alguna forma de calmar a Frisk, verla en ese estado de debilidad le era preocupante.— Toriel no le hubiese gustado vernos de esta forma, debemos seguir positivas.

Siguieron los sollozos hasta poco después convertirse en llantos ahogados, mezclándose fácilmente en sincronía con la agonía que el exterior traía para ellas.

A lo lejos miró algo brillante en el suelo. Era la misma diadema que vió en sus sueños.

...

Undyne sabía que algo sucedía.

Desde la caída de esas dos Ángeles a las que había ordenado encerrar, el Rey había empeorado. Su condición no se había manifestado completamente hasta ahora, e incluso creía haberlo confundido por sus adentrados años, pero demostraba que era lo contrario.

Los demonios de Asgore estaban drenando su alma.

¿Tendría relación acaso con la presencia de ambas recién caídas? No tenía duda, pero tampoco sus respuestas estaban del todo claras. Quería saber lo que sucedía, al menos, porque era imposible revertir o detener el consumo de un demonio a su recipiente.

Undyne tenía miedo.

Nunca se preocupó de que ese momento llegaría tan rápido, y como consecuencia la golpeó tan fuerte que sus trasnochos llenos de pensamientos la hacían caer en el insomnio. Ese viejo y benevolente Rey tenía la culpa.

<<Deberías ir a Kástro. La última vez que hablaron fue durante la reunión, y no terminó del todo bien>>

Sentada e inclinada en su cama con sus codos apoyados en sus rodillas, asintió distraída. Los azulejos reflejaban su rostro, una expresión cansada y con marcas oscuras bajo sus ojos no digna de una Guardiana como ella ni de cualquier otra. Se supone que debería estar allá apoyando a Asgore... no quedarse cómodamente en sus aposentos mientras mandaba a Papyrus encargarse él solo de las Ángeles.

Se armó con su armadura de fino y oscuro metal, en su cuello el afelpado que esta traía, antes le hacía cosquillas y ahora le incomodaba. Se miró al espejo, sólo podía ver la imagen de una mujer adulta e irresponsable. Frunció el ceño gruñendo y alejándose antes de que volvieran las ganas de quebrar el vidrio.

Sus pasos se apresuraron y su hogar se quedó atrás, tenía que tomar la ruta más rápida para llegar a Kástro, el río Lete era la mejor opción, dónde el viejo y terrible Caronte la esperaría para llevarla a su destino. Efectivamente, el barquero la esperaba como un fantasma, como si supiera con el pensamiento que ella lo necesitaría allí.

— A Kástro —ordenó colocando la moneda de oro en el borde de madera al sentarse, se cruzó de piernas.

— Es un honor, Undyne. Hace mucho que no la veía por aquí — con una expresión de satisfacción en su rostro escondido por la gran capucha sonrió tomando la moneda, la guardó entre sus oscuras ropas y tomó los remos para emprender el viaje.

<<Este tipo siempre me ha dado mala espina>>

Undyne asintió apoyando su rostro en su mano, deseando que el viaje prosiguiera el silencio y que incluso él olvidara que ella estaba en su embarcación, miró hacia afuera buscando alguna distracción, la corriente y el sonido de los remos ir contra el agua la adormecía como una canción de cuna inexistente. Pero seguiría alerta como cualquier depredador en ese mundo.

Agradecía que al menos Caronte no era un buen conversador, porque ella tampoco estaba de ánimos para intercambiar palabras que no fueran en sus propios pensamientos con la voz que resonaba en su mente, su cabeza se hallaba hecha un caos, y prefería mantener la boca cerrada antes de herir a alguien con cualquier frase dañina que soltara sin darse cuenta. Claro, hasta que, él habló, sobresaltado a la pasajera.

...y lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años. Y después de esto, debe ser desatado por un poco de tiempopronunció cantarín sin mirar atrás a la contraria y seguir con su obligación de remar.

Las pupilas de Undyne se fijaron en su figura misteriosa, entrecerrando sus párpados como si quisiese descifrar algo tras esa frase, hasta que algo hizo click y abrió la boca para objetar. Pero, él la interrumpió.

—En nuestra realidad, esos escritos pasaron desapercibidos por muchos de nosotros, ¿cierto, Guardiana?♪

— Estoy en desacuerdo con esas creencias, usted también debería estarlo —gruñó mirándolo con recelo y cruzándose de brazos, él sólo soltó una leve risa.

— No se trata de lo que creamos verdad o no, se trata de la realidad de una profecía que nadie le tomó importancia. Las consecuencias de ello pronto lo sabremos con severidad.

Ni siquiera Undyne se dió de cuenta cuando el cambio de temperatura la estaba haciendo sudar, no sabía si se trataba de que al fin la embarcación chocó a las orillas de la tierra de Térmos o por la reciente conversación que no quería mantener por más tiempo. Apenas y parpadeó mirando alrededor y luego detener su vista de nuevo a Caronte. ¿Era ella o el tiempo pareció pasar con lentitud?.

— Buen viaje, Undyne —fue su despedida, y la Guardiana esperó a escuchar más de él, pero sólo el sonido de la marea baja respondió por el barquero.

Suspiró hastiada y con aires de frustración para seguir su camino sin siquiera despedirse con pasos apresurados, la sonrisa traicionera de Caronte se escondía entre las sombras de su vestimenta observando alejarse a Undyne.

El castillo de Kástro se alzaba con majestuosidad a la distancia, los botones dorados y cian bien cuidados en la estructura de este podía sacarle una sonrisa a cualquiera que pasase por esos lares, el puente que unía la tierra de Térmos con Kástro era largo pero confiable. A mitad de camino pudo notar desde lo lejos las plantaciones de la nueva flora que Asgore ha estado trabajando, seguramente esa misma mañana no se pudo ocupar de ella por su condición.

Rosas oscuras como la oscuridad de los demonios, traicioneras como el Caronte. Eran la nueva flora que Asgore, a los pies de su castillo de piedra, cuidaba en sus plantaciones.

Undyne se detuvo, antes de empujar esos portones, detallando las rosas.

¿Por qué dejarlas a la deriva, sin cuidado alguno, teniendo en cuenta que él estaba al borde de la muerte? ¿Quién las cuidaría? ¿Quién le daría el mismo trato?

Sin que ella supiera, Asgore ya tenía esas respuestas sin haberse hecho las preguntas.

Entró, siendo recibidas por dos guardias. Ella siguió adelante seguida de estos dos por el largo y  espacioso pasillo en las que tantas veces desde temprana edad había recorrido de memoria. Los mismos símbolos en las paredes, la misma alfombra roja gigante, las mismas antorchas, hasta la misma gran mancha que había causado al derramar una bebida de niña permanecía intacta en la entrada. Se encontraba mal. Muy mal.

Dudaba si entrar a la habitación que escondía esa gran puerta, pero su corazón palpitó instandola a avanzar, encontrandose con lo que había estado esperando.

Sintió su demonio removerse dentro de ella al percatarse del aura maltrecha que el rey traía consigo.

—Undyne.

—Asgore...

Se cerraron las puertas, dejándolos solos en la sala de estar dónde Asgore permanecía sentado en su mueble, frente al cálido calor a hogar de su chimenea, un fuego grisáceo se extendía extinguiendo la madera y sólo el sonido de su crepitar se escuchó después de esos fríos saludos.

Asgore carraspeó.

—Parece que los años se me están adelantando —rió, una risa seca, seguida de una tos leve.

<<Está muriendo...>> —La afirmación de la sombra en su alma no hizo mejor las cosas.

Undyne, quién se había quedado en la entrada exaltada tuvo el nombre del Rey en sus labios, pero sin pronunciarlo en voy alta. Tomó asiento en una silla de madera que estaba junto a la chimenea y bajó la mirada. Se sorprendió al sentir la gran mano felpuda de Asgore en su cabeza, acariciando sus cabellos rojizos como una chiquilla que estaba a punto de llorar.

—Undyne, te contaré una larga historia que deberías conocer, al menos, antes de que ellos me separen de este mundo mortal. La historia de una profecía que sin nosotros saberlo, decidiría nuestro destino. La historia de un Rey benevolente...

...



—Jujutso invocación de vistas y votos—

¡NO ESTOY MUERTA LDÑSLSKZOSNX! ¡Se vienE lo buenO! Jaja. Quisiera aclarar algo antes de seguir, algo que no mencioné con anticipación en las aclaraciones. En la mitología griega, existen cinco ríos con sus respectivos nombres y significados en la tierra de Hades.

Aqueronte:  El río de la pena [Pétra, sólo llegando al Portón Dorado. No dentro]

Cocito: El río de las lamentaciones [Nifás]

Flegetonte: El río del fuego [Térmos]

Lete: El río del olvido [Hydor]

Estigia: El río del odio [Kástro, pero se encuentra contaminado]

Los nombres son un poco confusos, pero no serán muy relevantes para lo que quede de la historia. Última cosa, los diseños de algunos personajes lo publicaré al próximo capítulo ^^ O Posiblemente vuelva a publicar mi libro dónde estaba escribiendo las fichas de mis personajes y sus diseños- pero un poquito más adelante.

Por cierto........



Hice un dibujo de Fate, ahre. Es zeisy 7w7

Le mando saludos a~...

soske16 tkm chiama uwu

KASEI-EVREAPER CHIAMA mi pana del alma tkm ^^

X-Daristarly-X porque eres buena gente uwu

Ahora sí, bye~


¿Asgore tendrá la fuerza para seguir respirando? ¿En qué se basa "La historia del destino" que tiene para contarle a Undyne y qué tiene que ver esa vieja profecía?

Apocalipsis:20:3.

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