CAPÍTULO 5. El dolor de un recipiente y un espía desde las sombras.
La nieve blanquecina teñía el único camino de ese color puro, cristal por cristal caía deslizándose con gracia entre la suave brisa cuál hojas marchitas en el otoño.
Risas se escuchaban, resonaban alegremente hasta oírse por la entrada de la cueva, pero sin ningúna preocupación que los encontrasen ahí en esa travesura. En verdad pensaban no ir demasiado lejos, sabían la buena reprimenda que sus mayores les darían si no acataban la orden de "alojamiento", que según su actual progenitora, la población no estaba en condiciones de verlos muy liberales y sin compañía por ahí, ya que, no dudarían en intentar atacarlos.
Pero como siempre, la curiosidad y las ganas de conocer algo más que cuatro paredes ganaban cada batalla contra la voluntad de ellos dos. El tercero era más obediente y más dedicado a su entrenamiento, el arco y la flecha era algo que le apasionaba. Pero ellos... decidieron irse por su cuenta.
Se tenían al uno al otro, podían divertirse de cualquier manera, inocentes, puros, infantes que aún no estaban conscientes en tomar sus propias decisiones, desde esa perspectiva los veía ella desde los inicios de esa cueva, quedándose callada y con una pequeña y cariñosa sonrisa junto con ese calor que alimentaba su alma. Claro, antes de entrar y dar paso a esa expresión de seriedad y pura dureza.
¿Por qué tenían que haber hecho un hueco en su débil corazón?
Haberse dejado arrastrar por sentimientos encontrados, aquellas cadenas que toda madre no puede evitar, cargando la cruz por el dolor de sus amados niños.
...
Ahora, el fuego se extendía, la mágia oscura descendía desde las blanquecinas patas de Toriel, todo alrededor se volvió pesado y difícil de respirar por aquella oscuridad dentro de su poder. Las humanas ocultaron su sorpresa, pero Chara pudo observar la tembladera en la mano de su hermana que se aferraba a la bufanda regalada.
¿Acaso podía sentirse más asustada? Era de esperarse al sentir la presencia demoníaca de la Monstruo Jefe, ahora en su casi completa extensión siendo ahora su demonio quién actuaba. Los ojos de Toriel estaban negros, con sólo las pequeñas luces color violáceo iluminando ese mar de oscuridad.
<<Mamá está enojada...>>
Presenció de nuevo una ligera risa risueña de una chica que parecía atormentarla soltando uno que otro comentario en esos momentos inoportunos, a los cuales por los sonidos externos a lo que debía prestar verdadera atención, no desvió sus sentidos por una voz insólita.
No hacía más que esquivar las ráfagas de oscuridad y fuego púrpura, un barrido de Toriel con su pata hizo que una pared de fuego en la que sólo pequeñas aberturas existían para evitar hacerse el mínimo daño, y aún así, sentía las ligeras quemaduras arder sobre su piel al siquiera acercarse a las llamas.
La humana mayor no parecía encontrarse en mejores aspectos, o al menos eso observo Frisk al voltear y observar cómo su hermana con agilidad esquivaba los mismos ataques, el mismo patrón.
Pero esas observaciones le hizo perder tiempo, sorprendiendola una sombra a sus espaldas, una presencia que la hizo estremecer en su interior, y su alma.
<<No pensé que volverías a causar los mismos problemas al igual que el día de tu desaparición, pequeña ángel~>>
Giró sus ojos, y sintió como esa oscuridad la invadia al abalanzarse le encima y tragarla en un abismo en la que no vió más que sí misma y un fondo negro, no escuchaba y el miedo una vez más la estaba torturando por sentir más fuerte la presencia de ese demonio con ella. Algo la perturbaba, algo perturbaba al ente también, como si la presencia de ambos fuesen totalmente opuestas.
No veía nada, simplemente el fondo negro parecía querer tragarsela, se sentía helada y como si sintiera una desagradable presión contra su garganta.
-¿Chara?
Se sintió levantada como si la estuvieran tomando del cuello con gran fuerza con la intención de hacer daño, su respiración se entrecortó por la presión, ¡¿La estaban ahorcando?! ¡¿Quién?! Lo único que podía difusar a ver era oscuridad. Esa fuerza invisible la estaba tomando, ella se quejaba en ruidos ahogados, quería gritar, pero el propio agarre se lo impedía.
<<Verás lo que es abrazar la muerte de nuevo>>
Se estaba quedando sin oxígeno, para una mente y cuerpo joven como ella, eso era demasiada presión, dolor, y mucho tiempo sin respirar.
-T...Tori...el...-murmuró como pudo, sus ojos cerrados tras esos párpados sólo podían ver el rojo que empezaría a segregar de ella muy pronto.
-¡Joven Frisk!
Su cuerpo inerte fue estrellado contra el suelo a unos metros más allá, lleno de moretones y sangre ascendiendo por su garganta, que ella no tardó en expulsar por sí misma tosiendo y jadeando arrodillada en el suelo.
Chara corrió a socorrer a su hermana cómo pudo diciendo el nombre de esta preocupada, quitándole los cabellos del ahora rostro sucio y ensangrentado de la cabello corto. La había estado observando que algo raro le estaba pasando, desde que hace unos momentos puso los ojos en blanco y se levantó en el aire como si la estuviesen tomando del cuello...
Toriel observaba con terror y sus dos patas sobre su hocico, aterrorizada por lo que ella misma había causado. Sabía perfectamente lo que pasó, no pudo tomar el control de su demonio por unos momentos y esta aprovechó la oportunidad para hacerle un daño significativo a Frisk.
La humana se había tranquilizado y estaba siendo abrazada por la mayor, miró sus propios moretones en sus manos y alguno que otro corte formando una cruz en partes de su cuerpo.
Toriel entendía perfectamente el odio personal del ente contra las almas angelicales, nunca pudo entenderlo, pero lo respetó hasta el día de hoy. No podía hacerle la vista gorda a lo que sucedió aún así... ignorar todo su plan de salvar a estas últimas ángeles, ¿Por qué su demonio le tenía tanta aberración a esa ángel? O más bien... ¿A los ángeles en específico?
-Jovenes...-Dos pasos hicieron falta para quedar a una distancia significativa y mirarlas con seriedad y firmeza.-necesito que me escuchen.
Sus poderes habían sido suprimidos, silenciosamente para evitar más atentados contra ellas. El ambiente se sentía pesado, la ente aún permanecía alrededor escuchando y esperando como un león la oportunidad. Toriel no lo permitiría. Los ojos de ella habían vuelto a la normalidad.
Ambas humanas la observaron atentas, y alteradas por lo de hace un rato, creyéndose listas para cualquier otra cosa.
-Veo que de cualquier forma el peligro acecha a sus vidas-gruñó regañando internamente a su demonio, le daría una buena reprimenda cuando volvieran adentro.
Pensar en eso y el que tendría que dejar ir a las ángeles le hizo suavizar su mirada, porque, si su demonio ya había declarado abiertamente su extraño odio hacia las inquilinas y sus almas, significaba que ya no estaban seguras con ella. Por Hades, era el ente que habitaba en su alma, no podía hacer más que evitar una catástrofe. Pero a lo largo, ese tipo de incidentes no sucederían sólo una vez...
Tal vez su mente egoísta le decía que las dejara libres porque tendían a sobrevivir sin un espíritu maligno acechando dentro de la misma vivienda. Para nada les aseguraba que allá afuera es mejor, habrá distintos tipos de Monstruos Jefes, distintos tipos de almas demoníacas esperando por la presa de un precioso ángel para corromperlo y devorarlo con sus fauces.
La oscuridad invadía el paso por el Hadal... Pero Toriel había tomado su decisión.
Ambas ángeles podían valerse por sí mismas... ¿verdad? Esas semanas sintiendo sus auras aumentar de tamaño y fuerza no fueron en vano. Auras que aún no lograba identificar y que sabía que de alguna forma eran distintas a cualquier ángel que había recibido en las puertas de su hogar.
Ciertamente dolía, dolía para ella, como madre y como Monstruo que es.
-... Pueden irse-sus palabras resonaron como ultratumba, no era fácil para ella. Un escalofrío de parte de las humanas al sentir aún esa presencia maligna alterarse por lo que dijo su recipiente no ayudaron a alivianar la situación.-antes de que algo malo les suceda por mi culpa, tienen permitido irse lejos... y evitar ser vistas.
Allá afuera no había salvación, literalmente era un infierno en cautiverio. Pero desprender de raíz ese miedo a encontrar a la vuelta de la esquina de Pétra a ambas ángeles sin vida, sintiendo la impotencia llenarse en forma de lágrimas a sus ojos...
Miedo a encontrar la muerte por su culpa de dos inocentes más, justo como aquella vez, que por un simple atentado no pudo dar a demostrar su autoridad como la Reina que era. Egoísta, si, pero su demonio lo dejó claro. O se iban, o las mataba.
Antes de que ambas hablaran, ella se había retirado, con lágrimas manchando por debajo de ese blanquecino pelaje al que no veía más que el recuerdo de sangre que no era suya.
Sí que tendría bastante tiempo para pensar, y su demonio no interrumpiría esta vez.
...
El Hadal era cuna de seres inimaginables, espíritus que en algún momento se consideraron ídolos para pecadores desdichados inmersos en la miseria, esos humanos tan ingenuos que querían su vida fácil y resuelta aceptaban vender su alma a cambio de un poco de felicidad falsa tras toda esa mentira.
Actualmente los recipientes no se oponen a los que sus demonios hicieran con los ángeles de la superficie, después de todo, ese temor e ira interna de los monstruos hacia los humanos era lo que les satisfacia a los espíritus malignos.
Él, siendo un ser engreído y de mal genio en su propia sobrevivencia no se había imaginado ese mundo tal y como está. Alzando la mirada al cielo negrusco y rojo detuvo su pensar en cuánto había cambiado su existencia el sólo conocer a esos dos. Mirándo su estado actual, la situación crítica del Hadal, el desespero de los entes y los monstruos inferiores, que aunque no sintieran lo que tenían dentro de sí se veían reflejados en sus emociones de ansías egoístas.
Su persona no era un monstruo, no era un demonio como tal ni tampoco lograba tener el parecido de la sombra a lo que alguna vez fué. Pero lo que si lo había alertado de su ignorancia eran esas auras de las cuáles tantos monstruos ya habían presenciado y se escuchaban hablar. La noticia de dos ángeles caídos al Hadal se dispersaba como el polvo, qué ironía.
Burlón sólo se arrastraba entre la oscuridad siguiéndole los talones a esas ángeles, un demonio al acecho teniendo sus víctimas aseguradas sin que éstas ya supieran que eran de su pertenencia.
Las observó salir de Pétra y adentrarse en los oscuros y fríos caminos de Nifás, dominio del primer Monstruo Jefe a la cuál no tendría ningún encariñamiento hacia ellas, y por lo tanto, piedad.
Tal vez, en algún pasado lejano habría temido por ellas, pero como mencioné, su ser no era más que una mentira, un reflejo que nunca más podría ser visto de vuelta.
Sus pequeños cuernitos de asomaron por la nieve convirtiéndose en algo más además del blanco manto, y para cualquiera pudo haber dado una imagen cómica o incluso tierna.
Su faceta superficial escondía bastante bien sus intenciones... por ello, más les valía a esas ángeles preparar a sus propios espíritus internos, los cuales no pasaron desapercibido por él, obviamente sintiendo esa misma sensación de familiaridad la primera vez que los vió frente a él, y en vez de empatía, un gran vacío donde debería estar el centro de sus emociones: su alma y su demonio.
-Así que, ya estás devuelta, mi querida Shine.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top