|CAPÍTULO 4. Reconociendo latidos|
❀Las ángeles llevan más de dos semanas conmigo aquí en Pétra sin que se nos presentara ninguna complicación. Estoy muy feliz de que las cosas vallan según mis expectativas, y ni Asgore ni ellas me causaran algún mal pensamiento. Lo único que me preocupa es no haberme comunicado más con el monstruo que venía a mi puerta todas las noches... ¿Algo le habrá pasado? No puedo evitar preocuparme por ello.
Suspirando, Toriel dejó de escribir al sentir un pequeño calambre en su dedo quejándose por lo bajo. Dejó la pluma a un lado del cuaderno, éste estaba decorado con pequeñas pegatinas de helado quitándole toda la seriedad que ella solía trazar en esas hojas, bajo las minas de las plumas. Luego de un breve descanso, siguió escribiendo como si conpartiera tan fluidamente sus preocupaciones con otra persona. Después de todo, la soledad la perseguía por los muchos inquilinos de Pétra que tuviera alrededor, sin mencionar que éstos mismos la rechazaban, como reina, y como monstruo.
❀Logró contarme una vez si mi memoria no me falla, que por las noches tenía ciertas obligaciones como Guardia Real, ¿Será por eso? ¿O le prohibieron acercarse demasiado al sello que nos separaba...?
Sabía que se estaba haciendo demasiadas interrogantes alrededor de una persona que ni tan bien conocía, pero su alma afligida no lo pudo evitar. Golpeándose la barbilla suavemente con la esquina de la pluma y releyendo lo que acababa de escribir, gruñó frunciendo el entrecejo, y sus ganas de arrancar la hoja y tirar el pobre cuaderno con pegatinas y todo a la basura eran tan grandes como el sello del Hadal.
Apenas tenía a su disposición mínima información sobre el monstruo detrás del portón dorado, y al contrario de ella, tenía obligaciones mejores que tratar con una voz tras la puerta que escondía la inmortal y antigua reina olvidada; no podía pedir más que una media hora, por Hades, ni siquiera debería reemplantarse ese tipo de cosas. Ella no era nadie para pensar de ese modo, y menos con alguien que apenas llevaba medio siglo charlando tras esas pesadas puertas.
Era muy poco tiempo para apenas haberse pasado esa información, sin nombramientos ni negativas. Dejó caer su pata en su cara, que se encontraba apoyada en su codo, en la mesita; Dios, ni siquiera sabía su nombre. Era tan ridículamente gracioso, que por unas noches que no había sido puntual en sus reuniones nocturnas ella ya se imaginaba películas en su tonta mente. Pero, más de una vez creía haber escuchado esa voz antes, siglos atrás, que le recordaban a un viejo amigo que desapareció de sus vidas tras la muerte de sus hijos, o tal vez su mente traumatizada le daba una mala jugada.
Ugh, a veces se arrepentía de haber aceptado aquella advertencia con resignación.
Debía preocuparse por las ángeles, por su estadía en su hogar, que se sientan a gusto... no ese tipo de cosas.
Dió un largo suspiro para cerrar el cuaderno y apoyar su barbilla en su mano con una cara de desinterés.
Estaban durmiendo, y ella se sentía más sola que nunca en esa casa enorme y silenciosa. Odiaba sentirse así, recordando los lúgubres momentos de angustias pasadas.
<<Deja de sentirte así. Los pensamientos avivarán el fuego en tu interior, y terminarás llorando, como tantas veces lo has hecho, y no estoy de humor para consolarte>>
Gruñó, asintiendo de mala manera y parpadeando lentamente, con desgana y reacia a pensar en algo más que en su alrededor. Parecía una cachorra haciendo un puchero de malcriadez por no saber las respuestas necesitadas.
—Lo sé...—murmuró apenas con una voz monótona, aún con los ojos cerrados.
...
Lo aceptaba, tenía una curiosidad que sobrepasaba sus límites con sólo observar los escalones que bajaban hacia la desconocida oscuridad, y estrujó un poco más la bufanda rojo un poco holgada contra su pecho con más fuerza.
Había sido un regalo de aquella mujer que fue la única que las había recibido con los brazos abiertos a su hogar, aún siendo desconocidas y humanas, y ya dos semanas llevaban viviendo con ella en lo que se llamaba "Pétra". Querías agradecerle como debía por sus tantas atenciones y preocupaciones, pero le era... difícil abrirse y al menos dirigirle unas cuantas palabras.
Lo haría a su tiempo. Ella no iría a ningún lado, ¿verdad?
Pero en ese momento, esa noche, estaba durmiendo. Su hermana permanecía en el cuarto dibujando, entonces... ¿Por qué no echar un vistazo rápido? Toriel no les permitía siquiera asomar sus narices, pero... ¡La curiosidad era demasiado! No podía morir sin antes saberlo.
Miró a la derecha, el pasillo. A la izquierda, la sala. Perfecto, nadie estaba a su alrededor al asegurarse que era así. Y sonriente empezó a correr agarrada del barandal en forma de caracol rápidamente, nerviosa y sintiendo sus pasos ligeros sobre los escalones de mármol blanco. Lo que menos temía era resbalarse, así que era de esperarse el golpe que siguió luego de esas jugarretas en los escalones. Pero no le importo, y se levantó sobándose la zona afectada con un puchero de incomodidad, mirando con detenimiento el pasillo entero.
Mármol fino y blanco eran adornadas con enredaderas doradas y una que otra pinta azúl que parecía liberar un brillo propio, que hasta olvidó totalmente que debía actuar con cautela no sea que su hermana o Toriel la pillen en esa travesura. Al carajo la cautela.
El pasillo recto la llevó a desviar sus ojos de lo hermoso de la estructura a el motivo del por qué la monstruo no quería que bajaran.
Un gran portón dorado con un estraño símbolo negro, el mismo que cargaba en su vestido Toriel, se erguía imponente frente a su delgada figura. Tragó, sin ser capáz de mirar algo más que no fuera lo que tenía al frente, y con unas estúpidas ganas de tocar el material del portón, tan liso y brillante, que parecía estar hecho de oro mismo.
Su alrededor ya no importaba, solo centrándose en alzar su mano y dejar de respirar esos breves momentos en los que sus dedos tocaron la superficie fría de oro...
Y tan rápido como se fue, destellos y luces invadieron sus ojos en un flasheo de segundo acompañado con una ceguera en el momento dilatando sus pupilas y una migraña que la hizo reaccionar cuánto antes y quejarse, cerrando sus ojos con fuerza y agarrando su cabeza apoyandose en una pared. Podía escuchar sus propios latidos resonando en sus oídos.
❝— ¡Qué puerta tan hermosa!
— No exageres. Es sólo una puerta más brillante y ya.
— Chicos, estas son las Puertas Doradas, el primer Sello menor del Hadal, sin retorno a los parajes del exterior. En cada región se encontrarán con un Sello diferente, que sólo almas poderosas y monstruos comunes los podrán traspasar. Mamá desea que fuéramos por regiones, así podrán acostumbrarse al ambiente de cada una y sus habitantes.
— Me parece bien.
— ...
— ¡Hermano habla!
— Seh, me parece bien...
—¿Mañana a primera hora salimos en compañía de Fate? Escuché de Alphys que se encontraba mejor.
— ¡Claro!❞
—Ahh... ¿Q-qué...?
<<Al fin...>>
—¿Q-quién dijo...?
—hey... señora, ¿está ahí?
Abrió los ojos desconcertada, e intentado mirar a través del portón al escuchar esa voz dirigirse a... ¿Ella? Había escuchado otra totalmente distinta en sus momentos de pánico, una femenina, pero parecía como si sólo sus oídos pudieran presenciarla. Genial, estaba volviéndose loca ahora. Esperen, ¡¿Una voz detrás del portón?!
...
No tenía excusas, era cierto. Había estado tan concentrado en su propio mundo que ni siquiera puede pestañear sin cerrar los ojos durante más tiempo del que quisiera. El café era su única fuente de energía ahora, la única que al menos, le daba un uso útil.
La razón de su agotamiento se encerraba tras esas puertas metálicas del laboratorio en el infierno de Térmos, y en sus propias costillas, su alma. Tanta atención le había prestado a ese corazón al revés, la maquinaria y a sus pensamientos que ni siquiera la emoción de salir de su ahora rutina y toparse con ese portón en mucho tiempo le atraía, al menos antes. Portón que había decidido abandonar tiempo atrás, pero no podía dejar de escuchar esa femenina familiar que toda la vida, a través de la puerta o no, lo había hecho pasar buenos momentos.
Y al ya estar de espaldas, tocando aquél material tan valioso y bello para los monstruos, podía sentir un aura latiendo con fuerza a través de la suya propia. No podía identificarla desde ahí, mientras más cerca del sello de Pétra permanezca, más difícil era suponer el tipo de aura que estén tras esas puertas. Lo único que sabía era que una presencia permanecía ahí, tan cerca y cálida. ¿Había sentido eso antes las otras veces...?
Dudaba que fueran alguno de los dos querubines, después de todo, sólo las almas poderosas podían atravesar y romper los sellos que los dividían de las otras regiones del Hadal, además de los monstruos claro.
—hey, señora, ¿está ahí...?—era retórico, claro que sentía un aura justo a su lado.
Esperó, pero ningúna respuesta fue devuelta. Suspiró, mirando sus propios zapatos medio a enterrar en la nieve, sus cuencas decaídas daban a entender algo de remordimiento. Sabía cuánto tiempo la ex reina había estado inmersa en la soledad... la conocía más que nadie. Después de todo, nunca olvidaría aquellos recuerdos, apesar de que Toriel pensara que él, Sans, estaba muerto.
—bien, ¿con que haciendo la ley del hielo?—soltó una risa leve ante su propio chiste, seguro ella no lo entendería al no estar de este lado de la puerta y saber a lo que se refería, pero Fate sólo de limitó a seguir cabizbajo con una pequeña sonrisa.— en fin... mi agenda no ha estado muy desolada que digamos estos días.
Ignorando que nadie respondía, sólo seguía hablando. Le bastaba con sentir el aura latente de el otro lado, aún intacta. Entendía que ella tal vez no se sienta en condiciones de hablar.
— sabes a lo que me refiero, y lamento no haber estado presente las noches anteriores—disminuyó un poco la voz, soltando una risa seca—las labores de la Guardia Real me tienen convertido en polvo ¿sabes?
El sello era tan poderoso que ni cuenta de había dado del gran cambio en el alma contraria, y los pequeños quejidos que resonaban en los pasillos. De un momento a otro calló, reconciderando si estaba siendo demasiado egoísta al hablar cuando seguramente ella estaría resentida con él o no se sentía bien.
— si...—carraspeó— necesitas estar sola — Idiota, ¿No le bastaría con siglos enteros?¡Baka, baka, baka...! Chocó su frente con rabia hacia si mismo contra el material dorado, pero prosiguió— puedo volver mañana... está vez estaré aquí, lo prometo.
Ninguna respuesta, pero tuvo que conformarse. Mirando una última vez las puertas doradas, metió sus manos en su chaqueta de tonos oscuros y con el semblante decaído se glicheó para desaparecer lejos de ahí. Que gran baka era.
...
<<Al fin puedo entablar una conversación contigo sin recurrir a nada más, ¡Fiu!>>
—No estás loca, Frisk, simplemente escuchas voces desconocidas en tu cabeza. No, no estás loca—repetía la humana como grabadora un buen rato después con ambas manos sosteniendo su cabeza y sentada de rodillas contra su pecho.
<<No estás loca, ¡Estás psicópata!>>
—Me cago en la...
<<¡Sin groserías! ¿Acaso no recuerdas lo que le decías a tu hermana?>>
Ante la mención de Chara, Frisk pudo reaccionar, abriendo sus ojos ahora con el celo fruncido extrañada y queriendo llegar al fondo del asunto, ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué sentía ese dolor de cabeza tan repentino? Y sobretodo, ¿Esa voz... quién era y por qué sólo resonaba en su cebeza? ¿Ya dos semanas conviviendo con una monstruo la estaba volviendo ezquisofrenica, acaso era el por estar ahí? Muchas preguntas y ninguna respuesta.
Ni le paró ni volvió a pensar en la voz masculina detrás de la puerta que apenas y logró escuchar, centrada en su paranoia con la que solamente parecía dirigirse a su propia persona.
—... ¿Quién eres y por qué conoces a Chara?
Se escuchó una risa bastante risueña, inocente y pura.
<<¡Oh cariño! Creo que te tengo una mejor pregunta... ¿Por qué vistes con lo que me pertenece?
—¿Qué...?
—¡Joven!
La voz de Toriel era inconfundible para la muchacha.
La monstruo se notaba preocupada, con sus patas sobre su pecho y una expresión de angustia, ¿Qué pasaba? Se pudo calmar un poco al notar la presencia de Chara a las espaldas de Toriel, pero no bajaba su guardia.
—Mi joven, ¿Qué estás haciendo aquí abajo? Me preocupé que fueras muy lejos— al empezar a caminar, se detuvo al notar que Frisk retrocedía unos cuántos pasos— ¿Joven Frisk?— confundida y preocupada intercambió miradas con Chara, y volvió a acercarse.
—Detente—esas palabras los dijo lo suficientemente fuerte para que ambas escucharán, estaba confundida y traicionada, ¿Dos semanas ahí encerradas sin que les comentará algo sobre una salida? — Esta es la salida luego de lo que se viene de Pétra, ¿Verdad? ¿Por qué no nos dijiste nada?
Chara entrecerró sus ojos y frunció el ceño mirando con extrañeza a la cabra, quién permanecía estática observando con los ojos bien abiertos a la humana a unos metros de ella con la mirada ensombrecida, recordándole a cierto pequeño suyo.
—¿Eso es verdad, Toriel?
No tenía más elección, su demonio terminó teniendo la razón, y las consecuencias tras eso serían nada más que hacer que ellas se rediman para evitar que rompan el sello que las separaba del exterior, protegiéndolas.
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