|CAPÍTULO 3. Lazos|
[Nota: las apariencias las específico lo más posible al escrito, ya que estoy escribiendo un libro aparte con información canon de la historia, personajes y curiosidades. Pueden pasarse por ahí, si lo desean ^^ aunque voy un poco lenta con las actualizaciones. Las apariencias las podrán encontrar en dibujos y anexos hechos por mí un poco más adelante en aquel libro, como referencia para dar una idea de los diseños. Por cierto... ¡En cada capítulo haré un dibujo! Y si llegamos a las 1K subiré un capítulo especial de compensación. ]
...
—¿Y díganme? ¿Les gusta?
Sonrió con buena fé la monstruo con un tenedor en sus grandes patas sosteniendo un pequeño trocito de tarta, que junto al otro tazón estaba una porción de helado de vainilla. La humana de castaño oscuro y corto alzó la mirada al oír sus palabras, y lanzandole una mirada a la tarta y a ella asintió con algo de timidez, continuando engullendo su comida con la mirada baja.
Reinaba el silencio en la habitación, llevando a Toriel a forzar una sonrisa, y dándose de cuenta que no había entablado palabras en su interrogatorio con la humana de cabello largo y suéter verde, la cuál se sintió observada por la monstruo y se encogió en sí misma esperando no responder a ningúna de las preguntas que le había estado haciendo a su hermana durante su media hora despiertas.
Odiaba ser interrogada, y más por una criatura que apenas se había enterado de su existencia media hora antes.
Parecía que sus ruegos habían sido escuchados por la nada, ya que a los momentos oyó la voz amable y adulta de Toriel.
¿Por qué tiene que ser tan amistosa? No sabe quiénes somos, y aún así nos acogió en su casa.—otra razón para no querer entablar demasiada relación con ella.
—Dime, cariño, ¿Me puedes decir tu opinión sobre la tarta que hice para ustedes? Sé que no es la mejor, pero la preparé un tanto apresurada, no esperaba que despertasen tan de prisa.
Para milagro de Toriel, pudo observar por una vez esos ojos castaños con detenimiento, y sus pupilas violáceas se agrandaron ligeramente, como si pudiese observar en ellas algo más que la iris. O era el simple hecho de ser la primera ocasión en que la humana más reservada de las dos le brindaba algo de atención debida.
Por el contrario, Chara en esos breves momentos se dispuso a analizar mejor la apariencia física de la monstruo. Le resultaba gracioso el cómo un ser con la misma capacidad que el ser humano para pensar, interpretar y actuar, con el pensamiento de la extinción, estuviera frente suyo comiendo una tarta y helado, con el pelaje ligeramente manchado de ello. Parecía no darse cuenta.
Ese gracioso pensamiento la hizo sonreír ligeramente, y con la misma sonrisa apartar su mirada de Toriel y empezar a jugar con el helado en su plato, como si esto fuera lo más interesante que había visto en el día.
—Me parece muy delicioso.
Toriel sonrió por ese cumplido sincero, y dió un bocado de cucharada a su propia comida, cerrando los ojos complacida.
—Me alegra mucho que sea de tu agrado, joven.
En la poca iluminación del lugar por el fuego ocuparse de la labor de dar luz a la sala, Chara pudo tomarse el tiempo para masticar mientras no apartaba la mirada de Toriel.
Vestía un vestido blanco adaptado a su cuerpo junto a una cuerda amarrada dorada haciendo de cinturón, un emblema de dos círculos entrecruzados, un par de alas a los lados, y tres triángulos dorados con un pequeño triángulo sobresaliendo de ellos formaban la imagen frente a su pecho, encerrados en un corazón (sin ser este demasiado exacto) color negro. Dos hombreras doradas pequeñas cubrían sus hombros, y en el cierre de ambas, en el cuello del vestido, un pequeño broche con ambos circulos entrecruzados anteriores y el pequeño triángulo unido a ellos. Tenía unas sandalias marrones en sus patas.
Un pequeño mechón de su mismo pelaje caía libre casi llegando a su ojo izquierdo, y en el ojo derecho una pequeña cicatriz vertical que atravesaba el ojo, y sorprendentemente sin haberlo cortado.
Chara pudo detallar su apariencia con sólo observarla las dos veces que intercambió miradas con ella, aunque la monstruo no se haya dado cuenta de la primera.
Desvió los ojos de su persona pensando que se había quedado demasiado tiempo mirándola, enrojeciendo un poco.
—¿Saben? Este era el helado que mi hija adoraba en sus años de vida—las palabras pronunciadas por Toriel definitivamente llamaron la atención a ambas humanas, pero la monstruo no desvíaba su mirada del buen hecho helado mientras esbozaba una sonrisa melancólica, envuelta en su propio pensar.
Ambas se miraron las caras.
—Um... ¿Era?
La monstruo asintió, manteniendo su sonrisa nostálgica junto a sus ojos entrecerrados, mientras movía su cuchara dentro del helado sin intención de llevárselo a la boca.
—Si, joven, todas las noches pedía uno de estos. Fue gracias al helado que hacía para ella que descubrió su postre favorito—ensanchó un poco más su sonrisa, pérdida en sus palabras ya pareciendo que no se dirigía a ellas, y tras breves momentos parpadeó dándose cuenta de las cosas que decía sin pensar, sacudiéndose mentalmente.— pero en fin... agradezco no haber perdido mi toque.
Se levantó tomando su propio plato y los ajenos al verlos vacíos, y complaciendose al observarlos sin ningúna miga de tarta. Debían haber tenido mucha hambre del cuál aprovecharse.
¿En qué estaba pensando? No quería abrumar a las nuevas querubines con relatos históricos y tristes de su vida familiar y en soledad. A pesar de los largos años que conllevan su vida lejos de los lujos de ser una reina, sus mañanas de café y limpieza con qué entretener su mente conflictiva, no podía dejar de lado esas memorias nostalgias que la hacían suspirar.
El agua corriente resbalaba por su pelaje blanco mientras lavaba los platos de vidrio, y sentía la necesidad de relajarse al sentirse tan tensa. No había tomado un baño luego de visitar su jardín esa mañana y encontrar a las humanas rato después, así que ahora no podía negarse. Diablos, en verdad que lo necesitaba.
Quizás podía darles un recorrido por Pétra a las recién llegadas querubines luego de eso.
...
Pétra era y siempre había sido el primer territorio de los primeros monstruos colonos en Hadal, además de un lugar pacífico dónde la temperatura siempre se mantenía neutral, incluso en las épocas invernales, ya que la mágia regulaba el exceso de frío.
Toriel había esperado el tener que darles el recorrido de un posible futuro hogar a esas ángeles, con pensar en perder dos almas más, las últimas, y fallar como guardiana y madre, no lo soportaría.
Esperaba que su demonio estuviera equivocada. Pero los sucesos anteriores la habían marcado tanto, que dudaba que está vez fuera y referente y la curiosidad humana venceria una vez más.
Todo aquello pasaba por su mente mientras observaba las espaldas de ambas jóvenes caminar animosamente.
La de suéter verde y rayón negro, parecía ser la más calmada y analítica de ambas. Lo había notado con su actitud desconfiada hacia su persona las primeras horas. Toriel silenciosamente la felicitó por aquello por pensar maduramente. Su atuendo no era nada del otro mundo, algo sencillo, un suéter verde un tanto oscuro, una línea horizontal superior a la altura del pecho color negra, alrededor del cuello de tortuga un afelpado blanco, shorts, medias largas negras y botas negras.
Por el contrario, la que parecía la menor de ambas era la más juguetona y la que siempre tomaba la iniciativa de algo, la mayor sólo la seguía. Tenía el cabello más corto que la otra ángel, más claro, y su rostro un poco más redondo. Su semblante estaba lleno de energía, que Toriel no podía evitar sonreir levemente al verla y recordar a su difunta hija. Suéter azúl levemente tirando a gris y un patrón de triángulos blancos al revés en la parte superior, a la altura de su pecho. Mismos shorts, mismas medias, mismas botas.
Podían igualarse hasta como gemelas. Pero la diferencia lo decía todo en la tez.
Por un momento la humana de pelo corto volteó, sonriendole por primera vez a la mujer cabra quién les seguía el paso como podía desde atrás. Debería estar al frente e indicar lo que debían hacer. Pero no quería arruinar el positivismo de esas muchachas.
La humana creyó haber recordado alguna vez a esa mujer, y Toriel vió en su sonrisa el brillo de alguien a quién había estado enlazada.
...
Alphys no pudo pegar el ojo esa noche.
Horas antes, la monstruo fallida se había tomado su té de flores doradas y húmedad de flor echo, esa combinación le traía tantos recuerdos nostálgicos y siempre una sonrisa sútil se llevaba al rostro al tomar el primer trago con satisfacción. Además de que sólo aquella mezcla podía hacerle caer como piedra a la cama, no era de extrañar que mucho después se escuchasen ruidos en el laboratorio del piso –5, y justo cuando Morfeo la recibía con los brazos abiertos un sonido de activación o alguna falla la atormentaba en sueños arrebatandola a la realidad.
Pero, joder, esa noche no podía más.
Abrió su único ojo sano levemente enrojecido de golpe y tiró la sábana lejos. Debía hacer considerar a Fate de que por muy desesperado que estuviera, ella no había inyectado ese rasgo en su alma por mero gusto. Estaba tan feliz de que al menos con la determinación dentro de su ser podría ganar mucho más tiempo, y por ende, tener sus noches de descanso lejos de los ruidos mecánicos del laboratorio de abajo.
Pero ese sueño por lo que veía estaba muy lejos. Al igual que sus horas de descanso.
—¡Sans!
Efectivamente, el esqueleto volteó al escuchar a su amiga a la puerta del ascensor acercarse a él con un periódico en la mano. Había estado tan sumido en su trabajo que ni había prestado atención a las bajadas de la máquina. Arrodillado en el suelo frente a un reactor, se levantó sin antes limpiarse el polvo de la ropa, y alzó una ceja al mirar el periódico en la mano de la lagarto. Pero sus dudas fueron contestadas rápido al sentir ese pedazo de papel siendo arremetido contra su cráneo.
—¡hey! ¡¿qué te pasa?!—a pesar de ser puro papel, había dolido. Alphys siempre había tenido una mano firme. Sobándose el cráneo y en interrogante miro a la mujer, está sólo se cruzó de brazos, bufando.
—¡Por idiota!
—¡¿ah?!—lo hizo enfurecer.
—¡Sabes muy bien que no deberías estar aquí, al menos no hoy!, Por Hades, ¡son las tres de la mañana!—le reprendió firme apuntandole con el periódico ya destrozado al haber sido golpeado, las pocas veces que ella podía serlo, sólo con él y Asgore.
Sans aún enojado por el arrebato, cayó en el punto medio captando lo que decía. Por breves segundos le lanzo una mirada disimulada al ascensor aún abierto detrás de la figura de Alphys, este desprendía una luz superior a cualquier luz mágica que se encontraba en esa sala. Estaba en pijama, con un periódico en mano para pegarle, a estas alturas de la noche a reclamarle el por qué estaba ahí... por Hades, no hacía falta decir que estaba irrumpiendo el sueño de su amiga, y el lugar.
Se limitó a suspirar más calmado metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, al este cargar sólo un suéter blanco, aunque más parecía negro por toda la grasa manchada en este.
—sé que no debería estar aquí, alph. pero siento que no puedo perder más tiempo.
—Sans, ahora tienes el...
—lo sé—la interrumpió con voz fuerte para que sólo la escuchara a él. Ella calló, acostumbrada ya a ese tipo de comportamiento de él.— y estoy agradecido por ello. pero siento que mientras más me tomo esto como un juego, pierdo cada vez más las estrategias para ganarlo—movió un pie haciendo ademán de darle la espalda y seguir con lo que hacía. — lamento si interrumpo, pero simplemente no puedo dormir sin hacer algo.
Ella no la detuvo, y Sans tampoco esperó a que lo hiciera. Alphys se había percatado aún por la poca visibilidad de las notables ojeras que el esqueleto traía bajo sus cuencas, apesar de ser puro hueso, las líneas oscuras lo remarcaban bien.
Suavizó su semblante más por el cansancio en ella que por cualquier otra cosa, pero ya aquello era una necesidad para él. Algo que no podía remover de su mente por más que quisiera, por su propia vida, por su alma, y por compensación.
Aunque creía salvarse a si mismo, no se daba de cuenta que esos intentos lo estaban consumiendo por dentro. Alphys seguía mirándolo, llamando la atención pero sin voltear del monstruo arrodillado en el suelo y con herramientas regadas por todo el área.
—Entonces llega hasta el final del juego, y luego me dices qué fue lo que ganaste.
Aquellas palabras habían tomado de sorpresa a Sans, deteniendo el labor de sus manos en la máquina y con pupilas agudizadas se giró a la dirección del fallo, sólo encontrandose con un ambiente pesado a su alrededor. A veces maldecia cada que ella se iba de esa forma en el espacio-tiempo. Seguro volvió a arriba a intentar recobrar su sueño.
Pasó sus manos por su cráneo hacia atrás en desesperación suspirando profundamente considerando las palabras de Alphys y esa última frase que había quedado en el aire. Si se ponía a pensar en los logros que había alcanzado durante los últimos meses estaba más cerca que nunca. Su energía emocional y física estaba siendo afectaba, lo sabía, pero no estaba para contratiempos.
Tampoco estaba satisfecho con lo poco que había hecho. Y ahora con la llegada de los dos últimos querubines complicaba más las cosas para Sans.
Su confianza en los humanos no era la más grata desde hace un tiempo, y no sabía lo qué pensar de ellos al no haber participado en la única guerra contra el Reino que se vivió en la existencia y vivirlo en hueso propio, y los libros entraron en acción ayudando bastante para saber qué tipos de sucios seres eran los seres humanos de esos tiempos, y su trato hacia los de su especie.
Al menos, sólo aquellos humanos con almas rencorosas.
Tal vez un descanso no es estaría mal, tal vez estaba siendo un tanto paranoico... Pero una leve dolencia en su alma como si la estrujaran lo hizo quejarse por lo bajo, como un tipo de recordatorio que no podía desviarse al ocio. Debía seguir trabajando, y seguir investigando. Alphys no entendía que era una carga que él debía asumir ahora.
Con la actual oscuridad en el salón volvió a encender su mágia, un poco menor que la luz artificial del ascensor pero lo suficiente como para iluminar lo que hacía.
Una llama dorada pálida fue encendida en su mano derecha, hasta disiparse en chispas mágicas y aparecer otras tres en el suelo, a su alrededor encendidas, al menos hasta que el amanecer inexistente le avisara que tendría que volver con su hermano, no sé movería del sitio.
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