|CAPÍTULO 11. Sangre en el agua|
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—Lull... por fin te encuentro.
Nada le era más molesto que le interrumpieran mientras meditaba, sin embargo, con su hermana siempre fué una gran excepción. ¿Por qué ahora solo quería desearla lejos? El albino gruñó escondiendo la enojada expresión de su rostro entre sus brazos. Si pudiera quedarse para siempre distanciado de todos y de todo no dudaría en aceptar, pero está consciente que eso sería imposible por los lazos que conserva y porque en algún momento era obvio que lo tenían que encontrar.
Una minúscula chispa de él lamenta encontrarse en una mala situación con su hermana y la supuesta familia que tiene, pero la más dominante sigue admitiendo que ellos están mal y no ven el mundo como sus ojos rojos lo captan.
—No estoy de ánimos para rabietas.
—Sólo quería saber cómo estabas —habló con voz tímida y la cabeza sutilmente baja.—En verdad Asriel no quiso ofenderte, creo que te tomaste sus palabras muy en serio...
—¿Qué? ¿Ahora yo soy el dramático aquí? —Lull dejó ver sus ojos rojizos que la fulminaban, viendo que tenía toda su atención sobre ella en la forma menos deseada apenas pudo por encima de un susurro.
—No quise decir...
—¿Acaso olvidas quienes son los que nos imponen reglas estúpidas con tal de no tener vida aquí abajo? —la interrumpió comenzando a levantarse sin despegar su vista de ella, deseaba alejarse y dar fin a esa conversación que no llegaba a ningún lado más que hacerlo rabiar— ¿Sabes qué? Ya no quiero hablar del tema, seguramente todo lo que diga lo usarás en contra mía con ellos.
—¡Sabes que yo no haría tal cosa!
—¿Ah, en serio? ¿Entonces porque no me apoyaste cuando juntos nos escapamos de esta mierda a Nifás? ¿Acaso fuí yo sólo y tú te quedaste aquí jugando al angelito?
La encaró, sus ojos azules mostraban una profunda súplica al ver que él la había callado con esa pregunta. La albina apretó con fuerza la mitad del corazón dorado que cuidaba en su cuello y se mordió el labio por breves segundos. Lull suavizó la mirada al ver su rostro casi como si suplicara que se quedara, ella siempre había sido tan sensible en sus emociones como una rosa y era una de las razones del por qué la protegía de hasta sí mismo. No se podía imaginar herirla con su arrogancia. Le dió la espalda para alejarse de ella, ya su lugar secreto había sido invadido.
—Eso creí.
—¡Lull, espera...! —con desesperación intentó alcanzarlo con su mano cuando este comenzó a correr, pero tropezó con la cola de su bufanda haciéndola caer y dejado que el suelo la abrazara— ¡Ay...!
Su cuerpo se sentía pesado y ardía en ciertas zonas por algunas raspaduras y otras pequeñas heridas que se abrieron. Suspiró reecomponiendose y apartando el cabello de su rostro. Lull había desaparecido una vez más y dejándola a su suerte de nuevo con la palabra en la boca. Las raspaduras comenzaban a arder y las ganas de llorar a ahogarla, no sólo por el dolor físico sino por su profunda decepción y verse sóla como si su hermano nunca hubiera existido para ella.
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La Caída mucho después de la Creación fué el detonante de la invasión del rencor en la tierra y en las almas de sus habitantes humanos, sólo de aquellos débiles de corazón que no fueron capaces de dirigir su vida. Sin saberlo, esos humanos de tan llamada naturaleza "divina" escondían sus propios demonios sin consciencia, actuando como monstruos sin compasión incluso peor que los mismos hijos de Hades, esos a los que lanzaron al abismo por mil años y que según hacían eso cumpliendo la profecía.
Los monstruos, desesperados por defender sus derechos en contra de tal discriminación, algunos estuvieron de acuerdo con luchar, otros simplemente veían aquello como los acontecimientos de la profecía y temían, sin embargo, los demonios de todos lucharon hasta sacrificar sus propias fuerzas y la razón de su existencia.
Según las antiguas creencias, una Sirena era sinónimo de buena suerte así como un suicidio para quién se deleitara con su belleza. Pero Undyne era una niña, en medio de una guerra ella era tan insignificante como una liebre en una cacería de venados. Sus grandes ojos rojos captaban cada imagen a velocidad y totalmente ignorante a su alrededor mientras se sentía abrazada a algo peludito; ¿era un oso? ¿Un peluche? Tal vez. ¿Por qué esas personas gritaban? ¿Era una batalla de cosquillas? El pelaje era tan suavecito que no pudo evitar cabecear y adormecerse sintiendo su frágil cuerpo rodeado por él adentrándose en la seguridad, ignorando los desconsolados gritos que rasgaban las gargantas de los heridos a la distancia.
Mientras los años pasaban como las páginas de su vida, Undyne aprendió con el tiempo el término "guerra". Sus dudas la perforaban en silencio con respecto a esa palabra, ¿por qué tenían qué temer? ¿Era necesario la masacre para llegar a una decisión? ¿Por qué? Lentamente fué respondiendo esas preguntas por sí misma y cada vez más se sentía lejana a ese resentimiento por la guerra. Pronto aprendió en este mundo que quién caía y no se levantaba no podría vivir mucho tiempo.
Asriel y Asgore fueron un punto clave para su supervivencia desde que cumplió los siete, aprendió desde las más básicas técnicas de arquería hasta poder incluir magia a sus habilidades. Aún así, se sintió desvastada cuando la noticia del fallecimiento del príncipe y los dos niños rondaron hasta sus oídos, y tuvo que dejar la arquería por un tiempo.
Hasta el día en el que fué llamada como la Guardiana del Tártaro.
Su mente ya había sido preparada desde el día que nació en medio de una guerra hasta ahora que su entrenamiento había culminado y por fin podría servir a su pueblo, aún si se tratara de vivir con el peso del sufrimiento de esos animales a los que llamaba prisioneros. El Tártaro se volvió parte de ella por mucho tiempo.
—Despierta... ¡Frisk! —gritó la fantasma e intentó darle una cachetada a Frisk que se hallaba desmayada por la falta de oxígeno, en vano porque después recordó que era incorpórea.—¡Maldición! —se cubrió la boca.
La sombra la cubría en su totalidad, la silueta de Undyne no llegó a ser más que el aura de un Demonio malévolo y oscuridad con dos afilados ojos carmesí y brillantes.
—Llevaba tanto tiempo deseando hacer esto.
Chara se apoyó más a la pared abriendo su boca sin escapar ningún grito, su pecho subía y bajaba agitada sintiendo que en cualquier momento sería asesinada, ¡¿qué había hecho?! Ni siquiera pensaba que la celda había sido destruída junto al sello, sólo podía sumergirse en los eternos ojos rojizos de Undyne... o lo que fuera ahora. Si era malo ver a los ojos a un demonio directamente, entonces ya estaba más que maldita.
La silueta de Undyne envuelta en oscuridad ladeó la cabeza levemente, su voz y la del ser oscuro se escucharon combinadas.
—Lull, después de tanto tiempo, al fin puedo no apreciar tu asquerosa presencia —Una hilera de dientes afilados con pequeñas manchas de sangre salieron a la luz en un intento de sonrisa, de esos que sólo veías en tus pesadillas o películas de terror que nunca se creyeron realidad. La verdadera sonrisa de una Sirena.
Chara volvió de su trance como si de un chasquido se tratara al escuchar sus palabras, parpadeando confundida y cambiando su rostro aterrado, ¿le estaba hablando a ella?
—«Ire Mortuus.»
Ese segundo en el que Undyne la iba a devorar parecía pasar una eternidad que nunca terminaba de llegar, pero ella no fué la que hizo aparecer entre sus manos una espada de sombras que parecía tener la misma energía negativa del aura de Undyne, y la sostuvo entre sus manos al frente justo antes de que la Demonio la quisiera devorar. Escuchó el chillido desgarrador que torturó sus oídos y abrió los ojos sin saber lo que había pasado realmente, pero lo que era verdad es que Undyne se hallaba de espaldas y lo que parecía arrodillada a unos metros de ella, gran parte de la mitad de su cuerpo en oscuridad ahora estaba desgarrado. Sus manos rasposas hicieron desaparecer lo que sin saberlo, ella había creado.
Respiró con dificultad hasta que pudo reaccionar, sus manos temblaban y apenas sí pudo sostener el rostro de Frisk entre ellas cuando se arrodilló junto a ella.
—¡Frisk! —la cacheteó— ¡Despierta!
Cuando al fin recuperó la consciencia tosió un par de veces— ¿Chara...?
Fué tanta la alegría que sintió al ver sus ojos enfocarse en ella y escuchar su débil pero consciente voz, la abrazó con todo el amor y miedo que pudo sentir durante todo ese rato.
Frisk no pudo siquiera pronunciar palabra alguna, se sentía aturdida, todo estaba pasando demasiado rápido para asimilarlo de un segundo a otro. De repente se desmaya tras un ataque a su celda y luego despierta siendo abrazada por su hermana con preocupación. Iba a apartarla y preguntar qué sucedía si no hubiera sido por los gruñidos graves a sus espaldas, similar a un toro enjaulado que con la mirada penetraba como espadas a las dos Ángeles.
—¡No escaparás de mí esta vez, maldito crío!
Ambas sintieron en su pecho un frío paro cardíaco y jadearon, de un momento a otro, Undyne se aparecía frente a ellas como un espectro desplazándose con toda la intención de matarlas. Los pies de Frisk por fin reaccionaron cuando Chara la jaloneó con fuerza por el brazo para seguidamente salir corriendo a grande zancadas y escuchando los bramidos desesperados del Demonio que por su aura desprendía grandes oleadas de odio puro que esas paredes en los pasillos expandían mientras corrían.
Los monstruos encerrados se regocijaban al sentir la desesperación de Undyne en su estado theós, era predecible que una mujer como ella perdiera tan fácilmente los estribos por unas inocentes Ángeles culpables de la muerte de Asgore, porque desde el momento en el que ellas pisaron el Hadal las profecías comenzaban a cumplirse: los guardianes como ella morirán y los monstruos encerrados saldrían a la luz, pasados los mil años se liberarian de sus cadenas, ¡por fin!.
«¡Cuidado! ¡Flecha!»
No muy bien pudo asimilar lo que había dicho la voz una pronunciada flecha de gran tamaño logró rozar a una velocidad fugaz el muslo de Frisk y desaparecer, y aunque en circunstancias normales hubiera sido una herida leve, la flecha estaba hecha de oscuridad, y parecía quemar de la misma forma que los barrotes al tocarlos mientras la sangre que caía de la mitad de su pierna y salpicaba el suelo agrietado cubierto de grabados extraños.
—¡No! —lloró, cayendo al suelo de rodillas sosteniendose el muslo, siseó de dolor, y el saber que el peligro estaba justo atrás suyo a sólo unos metros no aliviaban más las cosas. Chara estaba apunto de cruzar el pasillo pero se detuvo jadeando mirando la silueta de la mismísima muerte acercarse a su hermanita bajo la luz de las antorchas.—¡Muévete! ¡Muévete! —Frisk golpeó su pierna cubierta por la tela rasgada y teñida de carmín que aunque mandase urgentemente que se moviera, lo único que podía sentir era las punzadas ardientes en la zona y su vista nublarse por las lágrimas de dolor e impotencia. Miraba a Chara quién parecía paralizada por la situación, ¿por qué no hacía nada? ¿Por qué sentía ese miedo del abandono?
Undyne mostró la hilera de colmillos en una sonrisa desde lo lejos y caminando lentamente hacia ellas, los juegos y persecuciones habían acabado aquí.
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Él no era de alto rango como para sentir auras a distancia, pero la confrontación desde las afueras de la gran estructura del Tártaro no era algo de lo cuál Papyrus pudiera hacer la vista gorda. Ahí se sentían, removiendose con impaciencia y de pronto cambiaban según las emociones. Se podía sentir el aura de la Guardiana como si estuviera salpicando su alma con el mismo sentir: miedo, rabia, odio y satisfacción por el sufrimiento ajeno; era un caos total.
Apenas las grandes puertas se abrieron, recorrió los pasillos con pasos apurados con la esperanza de encontrar a las Ángeles con vida aún; Papyrus no estaba consciente del por qué ese interés que de pronto sintió hacia ellas, quizás por sus almas inusuales, o porque en los ojos de ambas como un espejo reflejaban miedo y él no tenía corazón para no hacer algo. Reconocía esas miradas, pero deseaba pensar que sólo era su mente jugando con él.
Espera..., ahora sentía a dos demonios de alto rango pelear como dos gatos enojados. Si Undyne era uno de ellos, ¿quién podría ser el otro?
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La mirada que Frisk le dedicó a su hermana revelaba cuán angustiada se encontraba, sentimientos desesperados encontrados en sus dos ojos miel que para Chara significó una flecha directo a su alma. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué sus pies parecían no obedecer a las órdenes que su cerebro les mandaba con exasperación?
—¿Qué te pasa? —Una voz suave y masculina, como la de un niño inocente susurró a sus oídos. ¿El tiempo se había detenido? Giró su cuerpo encontrandose con unos iris rojos neutrales e indiferentes. Si esas rosas fueran rojas, el pensamiento bizarro de clavarle una en uno de sus ojos sin que se notase la diferencia vino a ella con curiosidad, no supo por qué.
—No quiero que le haga daño.
El menor ladeó la cabeza sutilmente como si no entendiera la respuesta.
—Entonces... ¿por qué no la salvas?
—Porque tengo miedo...
Los pétalos negros flotaban con el viento a su alrededor en un campo tan oscuro como sus miedos más profundos. El albino sonrió levemente mostrando sus dientes tan blancos como su cabello.
—Ya no debes tenerlo.
El viento azotó contra su rostro y con ello trayendo más de los pétalos cubriendo por completo su visión, cerró los ojos por la tranquilidad que el lugar le brindaba dejando cubrir su cuerpo por el torbellino a su alrededor. Admitía que ganas de descansar de todo lo que le estaba pasando no faltaban, y si tan sólo con soñar por un breve tiempo descansaba de las persecuciones, de ser herida junto a Frisk, valdría la pena. Las sensaciones comenzaron a volver a ella en cuestión de segundos como una bala incrustandose en su pecho con fuerza; enojo y temor renacieron de dónde aún no habían florecido en Chara, siendo una chica que rara vez demostraba emociones exaltadas le era tan extraño que le sobrevinieran de golpe, junto con un ahogo que sentía en su cuerpo, como si algo más se estuviera colando bajo su piel y quisiera invadir su alma... pero le gustaba, a cada rincón de su cuerpo le encantaba lo que provocaba haciéndola salir de su trance. ¿Así se sentía estar viva?
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Desde que tenía memoria, siempre había temido a los demonios. Dejándose arrastrar por la mitología su temor fué convirtiéndose en aborración. Los humanos como ella nunca podrían convertirse en algo que iba contra sus primeras leyes divinas, pero... ¿y qué si llegara el día en el que algún humano despertara la verdadera naturaleza de su alma? ¿Si todo lo que esconde dentro de su ser no más que un ser oscuro y retorcido, la humanidad actual? Los espíritus de los humanos son engañosos, así como un lobo se disfraza de cordero, un niño puede esconder un alma corrupta y presentarla mucho después de forma engañosa.
Hagan memoria, lectores míos, ¿Helena no fué un caso similar?
Frisk presenció el despertar de aquello, su corazón se detuvo en su garganta hasta ascender a su boca sintiéndolo frío, porque no creyó que su hermana fuera a ser uno de esos lobos disfrazados de ovejas. Porque sólo oscuridad podía vencer la oscuridad.
Antes de que Undyne pusiera su mano sobre la humana en el suelo, fué cortada, en pocas palabras separada totalmente de su cuerpo en un corte limpio. Cayó en un sonido húmedo sobre el suelo oscuro, y fué un momento de silencio para los presentes.
Con la imagen de Chara frente a ella de pie y la espada sangrante que empuñaba como si toda la vida hubiera sabido cómo usarla, temió, porque en ella no se sentía la misma presencia, no se sentía ella. ¿Por qué todo pasaba tan rápido? ¿Qué sucedía en el corazón de su hermana? La mitad de su brazo en el que empuñaba el arma era esa masa oscura de la que estaba rodeada Undyne.
No tardó en ascender los gritos y gruñidos desde la garganta de la Demonio mientras se sostenía la herida abierta y sangrante y daba unos pasos hacia atrás.
—¡MI MANO, MALDITA SEA! ¡LAS DESCUARTIZARÉ HASTA HACERLAS BROCHETAS! —siseó mirando a Frisk y seguidamente a Chara, con ojos afilados como una serpiente dando la última advertencia, ignoró que el aura de su objetivo había cambiado por completo nublada por el enojo que sentía al sucumbir a la rabia frente a unas enemigas tan débiles como ellas. Su mano rápidamente se regeneró gracias a la oscuridad presente en su cuerpo y con ella creando un arco y múltiples flechas que apuntó y disparó sin mayor vacilación.
—Ese fué tu primer error, Undyne. —su voz aún siendo la de Chara parecía surgir de otra más distorsionada, pero a los presentes le dió tiempo siquiera de pensar en su cambio tan repentino, se desplazó sin que ninguna de las flechas la lograra alcanzar o tocar siquiera a un paso normal.
Undyne miraba sus movimientos mientras disparaba, ¿cómo era posible que sus flechas no hicieran algún roce en ella? Siendo un Ángel la oscuridad debería mínimo haberle cortado medio brazo con tan sólo rozar su piel, pero se seguía moviendo de esa forma que sólo un ser maligno podía hacerlo similar a una distorsión que sucede con el reflejo al tocar el agua. Esa ineficiencia la hizo rabiar aún más haciéndola gruñir y hacer aparecer una cadena larga en cada mano que manejaba a voluntad, los metales revotaban con las paredes al no poder tocarla.
—¡Déjame atraparte, maldita escoria!
Pero en algún momento paró en seco, con los ojos bien abiertos y sus pupilas tan pequeñas que parecían dos llamas nerviosas en medio de la oscuridad a punto de extinguirse junto con todo su poder al verla a los ojos.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Frisk al saber que se debía porque ambas se veían a los ojos sanguinarios directamente, ella estando lo suficiente alejada de ambas y sin intenciones de intervenir no podía saber lo que ocurría.
Pero frente a Undyne había algo más terrorífico que un Demonio con mucho más poder que ella: Un humano tan inicuo y corrupto como la sangre más oscura, una de las primeras almas que gobernaron la tierra una vez que la pureza fué exiliada de ella. Y era ESTA alma y esos ojos tan malditamente reconocibles y a la vez tan malvados. Los mismos demonios se sorprendían ante la ilimitada y corrupta mente de los humanos, no eran más que una hormiga en comparación a poder, pero la maldad para el corazón humano los hacía seres que, como ese niño que conoció hace un tiempo, debían vivir bajo las pesadas cadenas de un castillo como este. Y, ese poder junto al demoníaco no era un bonito combo ante los ojos de cualquier ser. Demonio o no.
Ahora que ese momento en el que Chara en un pestañeo apareció frente a ella, el tiempo se congeló y su alrededor se volvió gris, se dió cuenta que su mayor error había sido el actúar por su cuenta, cómo Asgore tanto le había aconsejado.
"Hija mía, eres joven. Pero el sabio sabe cómo responder ante situaciones arriesgadas, y el desesperado sólo actúa como bien le parezca. Si alguna vez te encuentras en un lío, no te apresures. Ya sabemos qué les sucede a los irresponsables."
¿En verdad no podía dar más de sí? ¿No podría vengar a Asgore por su propia irresponsabilidad después de años en los que pasó preparándose para esto? Los ojos que la mantenían cuerda brillaron en un luminoso carmesí, casi reconociendo esa misma mirada que en algún momento, el alguna parte de sus recuerdos, era de felicidad.
Su corazón estalló dentro de su cuerpo.
¡Empezaré a escribir el especial de Undyne cuánto antes! ^^ por cierto, la multimedia es tan Lull🖤
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